DESIGUALDADES REGIONALES Y COSTOS DE TRANSPORTE EN ARGENTINA

Valentina Natividad Viego

3.2.3 Evidencia empírica

Esta sección reseña la evidencia empírica de algunas de las predicciones teóricas centrales de los modelos NGE.

a) Medición e identificación

El primer problema de las estimaciones empíricas de los conceptos y mecanismos señalados por la NGE es la medición e identificación de la aglomeración. Ellison y Glaeser (1997) sostienen que cuando se mide el grado de dispersión de las actividades productivas se debe controlar la concentración industrial. Ello se debe a que cuando el número de establecimientos en una industria es pequeño, ni siquiera patrones de localización incluso aleatorios pueden producir una dispersión regular de las plantas. Duranton y Overman (2005) añaden que las medidas empíricas de concentración espacial deben controlar además la concentración de la actividad económica general, resultar insesgadas respecto de la escala y el nivel de agregación y ser comparables entre ramas. Uno de los resultados más llamativos de los estudios empíricos que miden el grado de dispersión espacial entre industrias es que las actividades geográficamente más concentradas no necesariamente coinciden con aquellas donde intuitivamente se esperaría que operara con mayor fuerza la causalidad acumulativa (e.g. fabricación de cuchillos e instrumentos de cocina en Inglaterra). Esto destaca el hecho de que la concentración espacial puede resultar tanto de ventajas naturales (e.g. recursos minerales, suelo, clima, etc.) como de fuerzas acumulativas y que el peso de cada una varía de un sector a otro. A su vez, este resultado señala el problema de identificación, usual en los estudios aplicados en las ciencias sociales (Manski, 1993; 2000). Aún cuando Davies y Weinstein (1999, 2003) ofrecen evidencia empírica de la prevalencia de las economías de aglomeración por sobre las ventajas naturales, algunos autores reconocen que estas últimas podrían haber operado en la explicación de las divergencias iniciales sobre las cuales las economías de aglomeración se erigieron luego, amplificando y perpetuando las brechas (Redding, 2009). En cualquier caso, los modelos de NGE no ofrecen un modo unívoco de identificar la contribución de cada uno en el patrón de localización de la actividad. En esta línea se encuentran los avances de Ellison et al (2007).

b) Salarios y potencial de mercado

Como se indicó anteriormente, una de las principales predicciones de los modelos de NGE es que las remuneraciones nominales de los factores varían sistemáticamente entre localizaciones según el grado de acceso al mercado. Esta predicción se vincula con una corriente de literatura más antigua que relaciona las variaciones espaciales de la actividad económica con el potencial de mercado, cuya referencia central es Harris (1954) . Con todo, una diferencia entre los modelos de NGE y la literatura de potencial de mercado es que esta última considera únicamente las diferencias espaciales de poder de compra ignorando variaciones en los precios entre localizaciones. Los modelos NGE sostienen que los índices de producción manufacturera varían sistemáticamente entre regiones y, por ende, al estimar las medidas de potencial de mercado se deberían controlar las variaciones de precios. Usualmente los estudios empíricos que analizan la relación entre remuneraciones nominales y acceso al mercado estiman la siguiente ecuación:

ln(wi) = 0 + 1 ln(MAi) + i Xi + i

donde wi denota las remuneraciones nominales en la región i , X es un vector de variables de control (dotaciones factoriales) y MAi es una medida del acceso al mercado, estimada como

A su vez, los costos de transporte entre localizaciones suelen ser aproximados con medidas de distancia bilateral (véase Capítulo 1 sobre ecuaciones de gravedad). Por su parte, el parámetro 1 cumple dos funciones centrales para los modelos NGE: su significatividad estadística permite chequear la relevancia del potencial de mercado en la explicación de las diferencias salariales en términos nominales entre regiones y su magnitud representa una estimación indirecta de la elasticidad de sustitución . Redding y Venables (2004) encuentran que 1 resulta significativo e indica que  tendría un valor de 10 para dos muestras de corte transversal de países (miembros y no miembros de la OCDE). Por su parte, Hanson (2005) estiman las variaciones regionales de salarios en el interior de Estados Unidos sobre la base del modelo de Helpman (1998). En este modelo, los salarios de una región dependen de la suma del nivel de gasto (ingreso), amenidades y salarios de otras regiones ponderada por la distancia. Esta versión permite obtener estimaciones de la participación de las manufacturas en el gasto total, , además de la elasticidad de sustitución, . A pesar de que los parámetros resultan estadísticamente significativos y presentan los signos esperados, el valor estimado para  (invariablemente mayor a 0.9) suele ser considerado elevado. Redding (2009) sugiere que ello podría deberse a la omisión de los precios como regresores, aunque también podría explicarse por el hecho de que una porción mayoritaria de la canasta de los hogares está compuesta por manufacturas. En la actualidad, los bienes agrícolas son esencialmente insumos del sector industrial . Las estimaciones posteriores a las iniciadas por los trabajos arriba referidos aportan evidencia adicional de la significativa conexión entre salarios y potencial de mercado (Mayer, 2008 para un panel de países; Breinlich, 2006 y Head y Mayer, 2006 para regiones de la Unión Europea). De todos modos, a pesar de la robustez de la asociación entre ambos conceptos, un obstáculo no menor en la literatura empírica ha sido establecer que esta relación es causal y no contiene elementos espurios.

En varias de las estimaciones no se incluyen o son poco satisfactorios los controles de otros determinantes del salario (instituciones, formación, etc.). Incluso, en alguna medida los propios modelos NGE muestran que el acceso al mercado podría ser endógeno. Una estrategia para sortear este problema es el uso de instrumentos para el acceso al mercado, como la inclusión de rezagos de niveles poblacionales (o crecimiento demográfico), infraestructura de transporte, etc., aunque su validez está pendiente demostrarse debido a los problemas de identificación econométrica subyacentes. Ocurre que, como las ventajas naturales, potencial de mercado e instituciones son fuertemente persistentes, es poco probable que los niveles rezagados de población afecten a la actividad económica únicamente por la vía del acceso al mercado. En otros términos, no está clara la conexión entre los instrumentos utilizados y el acceso al mercado. Bien podría ser que estos instrumentos capten el efecto de otras fuerzas igualmente relevantes en la explicación de las variaciones espaciales de salarios. Un mecanismo similar ocurre cuando se incluyen indicadores de liberalización comercial como fuente de variación del potencial de mercado (véase Hanson, 1996; 1997; 1998 para la experiencia mexicana de mediados de la década de 1980; Overman y Winters, 2006 en Inglaterra; Tirado, Paluzie y Pons, 2002 para el caso español a principios del siglo XX; Wolf, 2007 para Polonia a principios del siglo XX). Aunque la evidencia basada en procesos de apertura comercial impulsó la interpretación de una relación causal entre acceso al mercado y salarios, los modelos de economía política (political economy) consideran a la política comercial como resultado endógeno determinado por características del sector productivo (elasticidades de oferta y demanda, cociente de importaciones relativo al producto industrial, etc.) (Grossman y Helpman, 1991; Goldberg y Maggi, 1999 y subsiguientes). Por ello, los cambios de política comercial no sólo alteran el acceso al mercado sino también el ingreso y nivel de actividad. A su vez, las variaciones del ingreso pueden dar lugar a cambios en la orientación comercial y, por ende, acceso al mercado. En suma, los avances recientes en esta línea argumental están encaminados en la búsqueda de instrumentos exógenos que influyan sobre el potencial de mercado y su impacto sobre los salarios nominales (Redding y Sturm, 2008 para un panorama).

c) Acceso al mercado y localización

El efecto del mercado local en los modelos NGE opera no sólo sobre la remuneración de los factores sino también sobre el patrón locacional de la producción. Mientras que para la teoría neoclásica, aumentos del gasto conducen a aumentos proporcionales de la producción de un bien, los modelos NGE predicen que la reacción de la producción es más que proporcional a variaciones del gasto (efecto "magnificación"). Ello se debe a que ante un esquema de producción con rendimientos crecientes y costos de transporte, las firmas, migran. Davies y Weinstein (1999; 2003) incluso proponen que esta predicción sea utilizada como prueba para identificar el tipo de rendimientos a escala o, equivalentemente como forma de evaluar las teorías neoclásicas y modernas del comercio. La especificación empírica estima la relación entre la producción de una mercancía y medidas de demanda (propia y de los socios comerciales). Por ejemplo, Davies y Weinstein (2003), a partir de una especificación anidada, muestran que las dotaciones factoriales determinan los niveles de producción en mayores niveles de agregación, mientras que los efectos geográficos operan en ramas desagregadas. En una muestra conjunta de actividades productivas agregadas por país, la elasticidad de la producción frente a la demanda es estimada por estos autores en 1.6, indicando un efecto de mercado local considerable. Pero como admiten que las industrias poseen distintas estructuras de mercado estiman una especificación con datos desagregados que permite la heterogeneidad entre ramas productivas. En esta versión aumentada Davies y Weinstein (op cit) encuentran evidencia de la relevancia del efecto de mercado interno (es decir, coeficientes de demanda mayores a la unidad) para la mayoría de actividades considerada. Feenstra et al (2001), Head y Ries (2001), Hanson y Xiang (2004) y Head y Mayer (2004) arriban a resultados similares. Si bien el cuerpo de literatura empírica que estima efectos de mercado interno considerables es denso, hay menor consenso sobre la importancia relativa de las ventajas naturales (e.g. dotaciones factoriales) y las fuerzas de causalidad acumulativa enfatizadas por la geografía económica en la distribución espacial de la actividad económica. Ello se debe, en parte, a la dificultad de contar con una distinción suficientemente clara entre ventajas naturales exógenas y el resultado endógeno de un proceso circular. Incluso, aún cuando sea factible, es poco probable que ambos resulten ortogonales y permitan identificar la contribución separada de cada uno. Como ya se advirtió, la estimación consistente de medidas de causalidad acumulativa está tomando nuevos rumbos en los estudios aplicados ya que los modelos NGE sugieren que son inherentemente endógenas y todavía no se ha encontrado un conjunto de instrumentos válidos. En suma, la evidencia empírica sobre las fuerzas identificadas por la NGE y sus principales predicciones representa actualmente el campo de investigación de mayor crecimiento. Si bien el análisis empírico emergió con retraso, está actualmente cerrando la brecha con la teoría. La disponibilidad de datos regionales y dificultades específicas a la econometría espacial han sido dos factores clave en esta demora y, a la vez, lo que impulsa el avance.

3.2.4 Aplicabilidad del enfoque de NGE al caso regional argentino

Los modelos agrupados en el enfoque de nueva geografía económica reseñados arriba destacan algunas cuestiones de relevancia para caracterizar en términos formales la distribución espacial de la actividad productiva en Argentina. En particular, su principal atracción es la generación conjunta y endógena de centros (densamente poblados de empresas y trabajadores, con mayor diversificación de la actividad fabril) y periferias (con actividades productivas de baja transabilidad, menor diversidad industrial y escasa densidad demográfica), consistente con la evidencia presentada en el Capítulo 1 para el caso regional argentino. Desde el punto de vista teórico, además incorpora la existencia de costos de transporte y su interacción con economías de escala en la producción manufacturera. El Capítulo 2 señala que los costos de transporte no serían un elemento despreciable en la conformación de aparatos manufactureros especializados en bienes no transables y de bajo nivel de integración comercial. Sin embargo, si bien las predicciones centrales de los modelos NGE parecen ser consistentes con la evidencia registrada a nivel regional en Argentina, presenta algunas limitaciones especialmente en los microfundamentos que impiden su aplicación indiscriminada al caso local. A continuación se enumeran en detalle estos inconvenientes. Desde el punto de vista teórico, el proceso de aglomeración de firmas y trabajadores se desencadena aleatoriamente y a partir de un cambio marginal; una firma o un trabajador deciden mudarse a otra región dando lugar a relocalizaciones en el mismo sentido. Estos rasgos en conjunto (aleatoriedad y marginalidad) son incompatibles. Es probable cambios locacionales marginales (es decir, que ocurren en establecimientos o trabajadores aislados) respondan a factores aleatorios, personales e impredecibles. Lo que resulta improbable es que ello desate un proceso de retroalimentación, especialmente porque los mercados aquí supuestos tienen un grado de atomización no despreciable; incluso aún en el sector moderno las firmas gozan de cierta exclusividad en la comercialización de su variedad (cuya fuerza se expresa ), pero no están libradas de competir entre sí (no hay barreras a la entrada y en equilibrio, los establecimientos tienen niveles de producción y precios similares). Esto vuelve poco plausible que la mudanza de una empresa genere una reacción en cadena de migración de trabajadores o de otras empresas. Por el contrario, si el proceso se inicia con la migración de un número de firmas o de trabajadores considerable, que justifica un proceso acumulativo posterior, es improbable que ello responda a factores aleatorios. Esto actualiza la crítica que inicialmente recibieron estos modelos por su incapacidad para explicitar claramente el proceso inicial de diferenciación sobre el cual se erigieron las fuerzas acumulativas (Martin, 1999). En segundo lugar, en todas las ecuaciones de forma reducida las preferencias, expresadas en , juegan un papel central. Esto, de algún modo, resulta asimismo insatisfactorio al hacer recaer la explicación de las diferencias de ingresos y de patrones de asentamiento de la actividad productiva en las preferencias de los hogares (hacia productos más o menos diferenciados). Es posible concebir alternativamente a  como un factor cuya altura depende de la capacidad de las propias empresas para conseguir una diferenciación exitosa .

Pero ello implica la necesidad de especificar, al menos en términos discursivos, los elementos (específicos a la firma y específicos a la rama de actividad) que inciden en dicha capacidad. Se entiende que en sectores maduros, donde la competitividad-precio predomina por sobre la competitividad-no precio,  será mayor y viceversa. En cualquier caso, el punto cuestionable aquí es librar la compresión de la dinámica locacional y de ingresos regionales a las preferencias (inasibles) de los hogares. En tercer lugar, la complejidad matemática del modelo condujo a la necesidad de adoptar normalizaciones y fijar unidades de algunos parámetros a fin de arribar las soluciones en forma reducida. Sin embargo, esta imposición introduce varios absurdos que quedan ocultos en la expresión del equilibrio general. Por ejemplo, del equilibrio de las firmas en el sector moderno se deriva la implicancia bastante plausible de que el número de variedades y de establecimientos en ese sector en cada región es proporcional al empleo manufacturero en local y varía inversamente con la magnitud de costos fijos y con la elasticidad de sustitución entre variedades, ni = LMi / F. Luego, la necesidad de imponer la restricción de que F = / para encontrar la ecuación reducida del equilibrio general, implica que ni = LMi/, que significa que el número de variedades (firmas) esté inversamente relacionado con la proporción de gasto en bienes manufacturados, lo cual deja de ser factible. En otros términos, la complejidad matemática de estos modelos hace que sus resultados sean sensibles a las unidades elegidas. El grado de cercanía entre las restricciones impuestas para encontrar la expresión matemática de la solución y la realidad deberían ser chequeados, dado que los resultados centrales son en alguna medida, dependientes de la especificación de estas restricciones.

Desde el punto de vista empírico, en Argentina el sector dinámico (en términos del peso en el producto regional) no ofrece bienes diferenciados sino que vende commodities. En este sector los costos de transporte del producto terminado no son despreciables pero no inciden en el patrón de localización, que se encuentra atraído hacia las fuentes de materias primas, esencialmente recursos naturales con escasa capacidad de reproducirse en otros espacios. En otros términos, en la distribución espacial del sector dinámico prevalecen las ventajas naturales. Por su parte, el sector tradicional muestra una elevada heterogeneidad en términos de tamaños y productividad. En las regiones de mayor tamaño los establecimientos son más grandes y exhiben mayor productividad. En este sector, además los costos de transporte adquieren mayor relevancia y podrían operar en interacción con economías de escala externas. En conjunto, estas observaciones marcarían un indicio de que están allí presentes las fuerzas aglomerativas señaladas por la NGE

3.3 Sumario y conclusiones

En este Capítulo se han revisado dos enfoques teóricos que consiguen reproducir, al menos parcialmente, algunos de los rasgos salientes del crecimiento regional observados en Argentina. El mérito de estos modelos es la revalorización del rol del tamaño de mercado (y, por ende, de los aspectos que moldean la demanda) en la implementación de adelantos de productividad y el reconocimiento explícito de las economías de aglomeración y su papel en la localización de la actividad productiva. Como resultado de estos supuestos, los modelos admiten la existencia de procesos acumulativos y de causalidad circular implícitos en el transcurso de desarrollo de una región y consiguen explicar, al menos parcialmente, las disparidades regionales de ingresos y estructura productiva. No obstante, los enfoques arriba expuestos presentan inconvenientes para ser aplicados indiscriminadamente al análisis de economías subnacionales de países subdesarrollados. Puntualizando en el modelo KDT, las especificidades del sector productor de exportables en los PMD (basados en recursos naturales) hace que el tamaño del mercado local prácticamente no incida en la competitividad de la producción de commodities. De modo que la transmisión de crecimiento de las exportaciones al crecimiento del producto, de existir, es más compleja. Por este motivo, es probable que el mecanismo de Verdoorn no opere en la oferta de transables, sino en actividades orientadas al mercado interno. Por su parte, el modelo canónico no considera eslabonamientos inter-sectoriales e inter-regionales mientras que en Argentina, por ejemplo, el patrón de especialización regional de la producción muestra un notable grado de división espacial del trabajo. Ello justifica la necesidad de incorporar explícitamente eslabonamientos verticales y regionales al análisis. Los modelos de NGE, a su vez, consideran que el sector moderno ofrece bienes diferenciados mientras que en los países atrasados el sector dinámico ofrece commodities . Los costos de transporte, por el contrario, parecen recaer con mayor intensidad en actividades de baja centralidad. Las limitaciones aquí puntualizadas impulsan al buscar variantes de estos modelos que, conservando algunos de los supuestos menos conflictivos, incorporen más eficazmente otros de los rasgos de las economías regionales revisados en los Capítulos precedentes. Esta tarea será abordada en el Capítulo que sigue.

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