Tesis doctorales de Ciencias Sociales

PROBLEMAS AMBIENTALES Y CONFLICTO SOCIAL EN ARGENTINA: MOVIMIENTOS SOCIOAMBIENTALES EN MENDOZA. LA DEFENSA DEL AGUA Y EL RECHAZO A LA MEGAMINERÍA EN LOS INICIOS DEL SIGLO XXI

Lucrecia Soledad Wagner




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5.2. SURGIMIENTO Y DESARROLLO DE LOS MOVIMIENTOS SOCIOAMBIENTALES EN ARGENTINA

5.2.1. Los `90 y la crisis del 2001: ocaso del sueño neoliberal y la visibilización de sus consecuencias sociales

En diciembre de 2001 diferentes sectores sociales argentinos confluyeron en una masiva protesta ante la crisis que vivía el país, producto de la situación social y económica de las últimas décadas, acentuada en los años ´90. Este levantamiento social, ocurrido el 19 y 20 de diciembre, tuvo serias consecuencias: la muerte de más de 30 personas a causa de la represión, y la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa, que el día 20 huyó en avioneta de la Casa de Gobierno –o Casa Rosada-.

Diversos factores confluyeron para provocar esta crisis y su consecuente respuesta social: el fracaso del mantenimiento, desde 1991, de la “Ley de Convertibilidad” y del modelo neoliberal impulsado por organismos internacionales –como el Fondo Monetario Internacional (FMI)-; los efectos económicos y sociales de la privatización de servicios públicos y empresas estatales; la recesión económica agravada desde 1997-; los recortes en el gasto público y en salarios; el aumento de la corrupción; el endeudamiento externo; los “impuestazos”; la concentración de la riqueza; la fuga de capitales y las restricciones al retiro de depósitos bancarios –denominada “Corralito”-; entre otros. Paralelamente, se evidenciaron las disputas internas en la burguesía argentina y la crisis de representación de los partidos políticos.

La problemática económica tuvo su consecuente crisis social. “…El rasgo principal del capitalismo argentino actual es el proceso de repulsión de población, que convierte al 65% de la población total en sobrante para el capital. Esta repulsión se manifiesta a lo largo de las décadas del ochenta y del noventa y al¬canza magnitudes nunca antes tan evidentes –alrededor de 23% de des¬ocupación abierta– en 2002. A ese proceso de repulsión de población se corresponde un proceso de centralización de la riqueza en menos manos, que durante la década del noventa se presentó, en buena medida, como extranjerización del capital…” (Carrera y Cotarelo, 2006:51).

Las huelgas generales, manifestaciones, cortes de rutas y calles, piquetes y escraches en casi todo el país, se multiplicaron desde mediados de los años ´90. Ya en noviembre de 2001 comenzaron a producirse saqueos en diferentes ciudades del país, como el caso de Rosario, en la provincia de Santa Fe. Finalmente, el 19 y 20 de diciembre de 2001, confluyeron diversos hechos: saqueos, cacerolazos, represión y movilización popular. La crisis social y económica se cristalizó en una crisis política que condujo a la sucesión de cinco presidentes en pocos días.

A partir de estos acontecimientos, se ha abierto una discusión teórica, política y social, sobre el carácter y los alcances de la protesta social y la movilización de la población en el país. Hechos como la aparición de asambleas populares, piquetes, fábricas recuperadas, cacerolazos, luchas rurales, reclamos de autogestión y autonomía, despertaron el interés de los investigadores por desentrañar la evolución y significación de los diferentes sujetos en los procesos de cambio ocurridos en el país. Por otra parte, estos cambios no podrían ser comprendidos sin tomar como referencia la década previa: la Argentina neoliberal de los ´90, período de profundos cambios económicos y sociales para el país, que contribuyeron a la ocurrencia de los sucesos antes mencionados en la década siguiente.

Por un lado, surgieron de la crisis nuevas formas de organización que, a diferencia de otros momentos históricos, alcanzaron gran visibilización y legitimidad. “…Los nuevos movimientos emergentes en la escena pública desde diciembre de 2001 en Argentina reflejan los esfuerzos de reconstrucción de los lazos sociales a través de nuevas formas de organización. La visibilidad de estos movimientos y su creciente legitimidad, así como su expansión y sus mecanismos de articulación recíproca, surgieron del colapso institucional que abarcó a la cúspide del poder político, la moneda e incluso los valores que sustentaron el modelo neoliberal de los años noventa...” (Palomino, 2005:19-20).

Pero es importante destacar también que, a excepción de las asambleas barriales, muchas organizaciones ya existían, a pesar de que es a inicios de la década del 2000 donde pasan a ser “visibles” para el resto de la sociedad. “…Sin embargo, la mayoría de estos movimientos reconoce orígenes previos, con la única excepción de las asambleas barriales, herederas directas de aquel colapso. De allí que las nuevas formas de asociatividad no deberían asignarse a un supuesto vacío producido por el quiebre del modelo neoliberal, sino más bien atribuirse en gran medida a la desestructuración social que acarreó su funcionamiento pleno...” (Palomino, 2005:20).

Es decir, el modelo entró en crisis, y esta crisis puso en evidencia los conflictos latentes, y con ellos, la problemática social que el neoliberalismo había ocasionado. Ante los intentos de desestructuración social, las organizaciones buscaron formas de suplir la ausencia estatal, y la autogestión que formaba parte de las reivindicaciones fue puesta en práctica. Se multiplicaron así los reclamos en los más diversos ámbitos de actividad, con novedosas formas de expresión y con mayor repercusión política e impacto en la opinión pública.

Ante casi la mitad de los argentinos por debajo de la línea de pobreza, y un número creciente bajo la línea de indigencia, y una democracia representativa a través de la cual la mayoría era sometida a los intereses de una minoría económica y una política dominantes, generó una “inédita alianza entre desocupados y clase media.” “…De modo vertiginoso, conciudadanos que tenían un trabajo y a quienes la presencia de un piquete molestaba porque irrumpía en su rutina precariamente protegida, pierden su fuerte de ingreso y comprenden con la profundidad que permite la desdicha que el dolor propio no es diferente del dolor de los demás. No hace mucho, cuando una marcha piquetera pasó por Liniers, los vecinos les ofrecieron pan y mate cocido. Es ese dolor propio el que nos permite vislumbrar que derechos similares a los nuestros reclaman muchos hombres y mujeres a lo largo y a lo ancho del país…” (Bielsa et al., 2002:10-11). Así, el pueblo se reunió en asambleas barriales.

¿Qué son las asambleas? Rescataremos algunas reflexiones realizadas por intelectuales y asambleístas en el año 2002: Las asambleas intentan ser la continuidad de un proceso de “democratización de la democracia”, para tornarla cada vez más abierta y legítima, avanzando desde una democracia representativa a una democracia participativa. Logran la supervivencia del espíritu de lucha y permite que los ciudadanos recuperen su carácter de tales y puedan discutir todos los problemas que hacen a su existencia, habilitados para ejercer una vigilancia sobre el poder (Bonasso, 2002); son memoria, discusión, debate, transparencia y futuro, tienen la posibilidad de hacer preguntas y rescates (Calloni, 2002); son parte de un movimiento social más amplio en gestación (Feijóo y Salas Oroño, 2002); es el ejercicio de la democracia directa, sin mediaciones, policlasista (Feinmann, 2002); son parte de un “nosotros” cuya identidad se concibe como protesta social, un cuestionamiento al encuadramiento partidario, sindical y estatal, en lucha contra la injusticia y la opresión y por una nueva sociedad (Pérez Esquivel, 2002); representan la forma más concreta de expresar el vacío de representatividad de las instituciones formales, son heterogéneas, lo novedoso consiste en la absoluta horizontalidad, y en el descubrimiento del otro, del vecino (Rousset, 2002); son hijas de la rebelión del pueblo argentino contra el régimen de concentración y exclusión que primó en las últimas décadas, son la escenificación natural de la consigna que unificó a decenas de miles de personas que ganaron las calles en todo el país el 19 y 20 de diciembre: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo” (Vera, 2002).

Reconocemos que estas experiencias fueron el resultado de un proceso gestado durante las décadas previas. En este sentido, Guillermo Almeyra (2004), destaca que las asambleas populares heredaron la creatividad de la parte de las clases medias que en los primeros años de la década del ´70 intentaron organizarse y renovar el país junto con los obreros. Por ello, su importancia, junto con la de las fábricas recuperadas, no residió en el número de participantes, sino en la existencia misma de esa experiencia de autoorganización.

Asimismo, Leonardo Pérez Esquivel, destaca un aspecto de gran relevancia para nuestro tema: “…la noción de saqueo y la expoliación perpetrada por el poder político y económico, empezó a ser comprendida por amplios sectores sociales…” (Pérez Esquivel, 2002:58).


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