Tesis doctorales de Ciencias Sociales

LA AUTORREPRODUCCIÓN DEL SISTEMA DE LA CIENCIA EN EL CAMPO ACADÉMICO DE LA COMUNICACIÓN EN MÉXICO. UNA REFLEXIÓN A PARTIR DE NIKLAS LUHMANN

Juan Soto del Angel



 

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La génesis de los sistemas sociales

Introducción

En el capítulo anterior se hace aparecer a la sociedad global entre los sistemas sociales. Aquí se ventila el asunto de la posibilidad de los mismos. Puesto que los sistemas psíquicos y los sistemas sociales se constituyen en y por el sentido, tal es el concepto que se aborda en primer lugar. En seguida, se describe la forma en que los interlocutores o sistemas psíquicos entran en contacto para dar lugar a los sistemas sociales. Entonces, se refieren las relaciones entre los diversos sistemas autopoiéticos operativamente cerrados (biológicos, psíquicos y sociales). Por último, se hace patente la improbabilidad de que los sistemas psíquicos lleguen a coordinarse, así como la manera de salvar la situación a través de diversos medios.

El sentido y sus dimensiones

Ya en el apartado anterior se ponía de manifiesto la importancia del sentido. Como se verá, dicho tema es imprescindible abordarlo en la génesis de los sistemas sociales. Es lo que se hará en seguida.

Los sistemas psíquicos y sociales surgieron en el camino de la coevolución. Un tipo de sistema es entorno imprescindible del otro. Las razones de esa necesariedad radican en la evolución misma que posibilita ese tipo de sistemas. Las personas no pueden permanecer ni existir sin los sistemas sociales, y viceversa. La coevolución condujo hacia ese logro común que es utilizado por los sistemas tanto psíquicos como sociales. Ninguno de ellos puede prescindir de ese logro común, y para ambos es obligatorio como una forma indispensable e ineludible de complejidad y autorreferencia. A este logro evolutivo le llamamos sentido. (Luhmann, 1998a:77)

El sentido se constituye bajo la diferencia actualidad/posibilidad. Ante un número infinito de posibilidades hay condiciones que permiten actualizar un sentido de mesa. “Sentido es la actualización continua de posibilidades” (Luhmann, 1998a: 82). Tal actualización se procesa por medio de operaciones que pueden alcanzar el rango de estructuras y quizá de sistemas. La diferencia actualidad/posibilidad permite la producción de nuevas diferencias, así como su comprensión y organización:

Para organizar las diferencias se introducen, sobre esta base, identidades como palabras, tipos, conceptos, que sirven como sondas para probar lo que da buen resultado con respecto a lo otro y después, por supuesto, para conservar y reproducir aquello que ha sido efectivo. (Luhmann, 1998a: 90)

Ahora bien, si la diferencia actualidad/posibilidad facilita la producción de diferencias subsiguientes, es lógico hallar “en la descomposición del sentido en general, no sólo diferencias, sino descomposición en diferencias” (Luhmann, 1998a: 90). Lo que da lugar a tres tipos de diferencias o dimensiones del sentido: objetiva, temporal y social. Cada una ostenta universalidad y produce diferenciaciones a partir de distintos pares de horizontes.

Las cosas son como son. Independientemente de ello, puede otorgárseles y se les otorga sentido. En la dimensión objetiva, mediante tal procedimiento, los sistemas sociales producen temas. Los cuales surgen a partir del estímulo de una primera disyunción del sentido (Luhmann, 1998a). Éste, en efecto, si quiere hacer fructífera su condición tautológica (de que el sentido es sentido, puesto que aun lo sin sentido ostenta sentido: el sentido de que no tiene sentido), se ve obligado a introducir en sí mismo una ruptura, una diferencia. Traza un límite entre un sentido indefinido y otro sentido indefinido, entre “esto” y lo “otro”, que más tarde constituirán respectivamente un horizonte interno y un horizonte externo. La forma de esta diferencia es universal: todo logra encuadrase bajo su óptica. Gracias a ella es factible decir que los cometas son “esto” y no lo “otro”, que las personas son “esto” y no lo “otro”, que los grupos son “esto” y no lo “otro”… de cualquier cosa es permisible señalar que es “esto” y no lo “otro”. Más aún: en el paso que sigue a ella, la forma de la diferencia o dimensión objetiva constriñe a decidir entre “esto” o lo “otro”. Sea cual sea la elección, lo que resulta relegado no se cancela, puesto que siempre podrá retornarse a ello. Habiendo quedado desterrada la indivisibilidad del átomo, nada impidió brindarle visa posteriormente. De este modo también se facilita el enlace de operaciones: hay que determinar si se insiste en lo mismo o se cambia.

Pero la dimensión objetiva no se conforma con distinguir entre “esto” y lo “otro”. Atribuye una determinada capacidad de enlace a las operaciones. Transforma “esto” en un horizonte interno y lo “otro” en un horizonte externo. En adelante, el enlace de las operaciones iniciará en uno de los dos. Si es en el primero, se hablará de una secuencia de acciones; si es en el segundo, se citará como una serie de vivencias. De este modo se gana un nuevo vocabulario para caracterizar las selecciones de sentido. Si éstas se atribuyen al sistema (horizonte interno), se denominarán acciones; si al entorno (horizonte externo), vivencias. Por supuesto, ello abre el espacio a las discrepancias. Es posible imputar la distribución de la riqueza al sistema o al entorno, y por tanto, considerarla respectivamente acción o vivencia.

Pero a las cosas, que son como son, no sólo suele imprimírseles sentido en la dimensión objetiva. Se hace algo equivalente en la dimensión temporal (Luhmann, 1998a). Aquí se experimenta la irreversibilidad de todo acontecimiento. Lo que da origen a la diferencia entre “antes” y “después”, que se transforman en los horizontes de pasado y futuro. Uno y otro experimentables como presente. La universalidad también hace acto de presencia: se toma distancia de la dimensión objetiva y todo se trata por medio de esta nueva diferencia.

La diferencia entre dos presentes es lo que permite la reconstrucción del avance del tiempo. Un presente es irreversible, señala lo que ahora pasa y nunca volverá, el reloj da cuenta de ello; otro es reversible, indica que mediante autorreferencia los sistemas están en condiciones de retornar a lo que nunca volverá: una victoria o una derrota suceden una sola vez, si se repiten serán otras, pero siempre podrá regresarse a cualquiera de ellas y, si algo quedó pendiente, continuarlo (por ejemplo, honrar la memoria de los caídos o reparar los daños ocasionados).

“Ambos presentes se polarizan recíprocamente como la diferencia entre acontecimiento y existencia, entre cambio y duración, lo cual posibilita, a su vez el que se vuelva presente el pasado todavía visible de un acontecimiento irreversible, y el futuro ya visible en un presente que todavía dura. Sólo así es posible saber continuamente que algo pasado desaparece en lo irrepetible y algo venidero comienza a llegar”. (Luhmann, 1998a: 93)

Así, la forma de la diferencia del tiempo reconstruye de manera distinta a la forma de la diferencia objetiva. Ya no bajo las condiciones de “esto” y lo “otro”, sino del pasado y del futuro experimentables en dos presentes, uno irreversible y otro reversible. Ya no si algo es “esto” y no lo “otro”; sino, si algo se delimita en calidad de “acontecimiento” o de “existencia”, de “cambio” o de “duración”.

También la dimensión temporal atribuye una determinada capacidad de enlace a las operaciones. La experiencia de los dos presentes permite distinguir entre factores variables y factores constantes. La selección de unos o de otros condiciona las selecciones subsiguientes. Los primeros consideran lo momentáneo (con la posibilidad de organizar secuencias, por ejemplo, las de un proceso); los segundos, lo durable (por ejemplo, las estructuras)

El tiempo, además, puede tener su dimensión específica en la historia (Luhmann, 1998a: 93). Los acontecimientos, es decir lo que constantemente cambia, consiguen organizarse en algo durable saltando la secuencia real. Una biografía no reproduce todos los acontecimientos de una vida, elige algunos y los ordena en algo más o menos durable.

Todavía queda una tercera manera de dar sentido a las cosas, sean éstas como sean: la que se desarrolla en la dimensión social. Acá se manifiesta la intención de alcanzar el consenso. Surge de allí, poco a poco, la diferencia entre los respectivos horizontes: ego y alter ego. En efecto, no es posible apuntar al consenso, sino se cuenta previamente con los sentidos de ego y de alter ego. Sin ellos, ¿quiénes serían los protagonistas del consenso? Disponible la forma de la diferencia, de modo análogo a las dimensiones objetiva y temporal, permite una determinada reconstrucción de todo. En otras palabras, lleva implícito el sello de la universalidad. Desde allí es viable suponer que las perspectivas de alter y las de ego coinciden o no en relación con el paisaje, las personas, la comunidad o cualquier otra cosa.

La capacidad de enlace de las operaciones queda determinada por una primera selección entre dos horizontes: sistema/entorno en la dimensión objetiva, factores variables/factores constantes en la dimensión temporal y, finalmente, ego/alter (en calidad de sistemas sociales) en la dimensión social.

Alter hace posible el sentido de ego y a la inversa, uno carece de significación sin el otro. Circunstancia que se pasa por alto en la dimensión social, aquí “ego y alter se personalizan, esto es, se identifican como determinados sistemas sociales para fines de atribución” (Luhmann, 1998a: 98). No se distinguen como un “esto” frente a lo “otro”, quedan delimitados por la función que cumplen, independientemente de objetivo alguno. En el lenguaje hablado se citan por medio de los pronombres personales. Así, yo, tú, él y sus plurales designan funciones de alter o de ego, sin necesidad de más referencia al mundo, con el cual se consiguen enlaces en cualquier momento. Cualquier cosa se puede decir de nosotros los mexicanos o de ustedes los americanos o de ellos los europeos.

Finalmente, ha de señalarse que las dimensiones del sentido no aparecen aisladas y, aunque ostentan universalidad propia, guardan interdependencias. Lo trágico en el mundo objetivo suele favorecer el consenso, los pasados hostiles apuntan al disenso, el consenso y el disenso condicionan de algún modo la interpretación del pasado y del futuro.


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