Tesis doctorales de Ciencias Sociales

LA AUTORREPRODUCCIÓN DEL SISTEMA DE LA CIENCIA EN EL CAMPO ACADÉMICO DE LA COMUNICACIÓN EN MÉXICO. UNA REFLEXIÓN A PARTIR DE NIKLAS LUHMANN

Juan Soto del Angel



 

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De la intransparencia a la transparencia de interlocutores

¿Cómo son posibles los sistemas sociales autopoiéticos operativamente cerrados? Para responder esta pregunta, Luhmann (1998a) hace converger el teorema de la doble contingencia (reorientando la concepción de Parsons) y la teoría de los sistemas autopoiéticos.

La sociología exhibe al menos dos tendencias generales en el análisis del orden social. Amable con la tradición, una; fascinada con lo improbable que se vuelve probable, la otra. La primera opina que ha de conservarse un estado de cosas en que los hombres encuentren justicia en sus relaciones sociales, que se sientan a gusto en la satisfacción de sus necesidades y en su vida en general. Ello ha de lograrse mediante la evasión y represión de toda conducta adversa y hostil. La segunda inicia con una pregunta ¿Cómo es posible el orden social? Pero considera tal posibilidad, en primer lugar, como improbable. Respecto a la primera tendencia, indica Luhmann (1998a):

Sin embargo, habría que preguntarse si el problema básico de la constitución de los sistemas sociales realmente se encuentra en la eliminación de lo adverso o de lo no dispuesto a adaptarse. Dicho de forma más extrema: ¿basta comprender el orden social como boicot del boicot, o será necesario saber en primera instancia cómo este orden social es posible y suficientemente probable? (p. 123)

Aquí vemos ya que Luhmann simpatiza con la segunda postura, y no es de extrañarse, puesto que su interés teórico incluye un rompimiento con la apariencia de la normalidad, es decir, con la costumbre; o si se prefiere, con los obstáculos epistemológicos.

A continuación, con ejemplos, se intentará seguir la reflexión del autor. Cada individuo actúa de manera contingente. Esto quiere decir que hay un sin fin de conductas a su alcance, mas todas excluyen la necesidad y la imposibilidad. Ir al cine, bailar, estudiar, pelear, etc., no constituyen acciones necesarias, pero tampoco son imposibles. Y si ello es así, en primera instancia, resulta improbable que las actuaciones de unos encuentren puntos de contacto con las actuaciones de otros. Ello porque las autodeterminaciones de unos condicionarían las determinaciones de otros y viceversa. Si él decide bailar, ella tendría que bailar; si ella decide ir al cine, él tendría que ir al cine; en fin, lo que resolviera uno, lo acataría el otro de manera ineludible. Lo cual evidentemente no sucede. Ahora bien, los interlocutores están conscientes de la doble contingencia: cada uno sabe que de las conductas alcanzables de uno y otro, todas descartan la necesidad y la imposibilidad. Ello hace viable, sin embargo, la autodeterminación a partir del otro. Él no puede predecir su propia conducta ni la de ella, pero consigue determinar la de él a partir del cálculo que haga de la de ella. Él no sabe si leerá, bailará o irá al cine; pero decide hacerle una invitación al cine porque considera que a ella le gusta la película que está en cartelera. Y esta autodeterminación, independientemente del cálculo de que haya surgido, adquirirá sentido y podrá relacionarse con otras actuaciones. En efecto, cualquier acierto o error en el cálculo de la conducta del otro, se vuelve productivo. Ella rechaza la invitación al cine porque prefiere ir a un concierto; a él le place ir a los conciertos. Se abre entonces la posibilidad de un punto de convergencia: el gusto por los conciertos. Él supone que a ella le agradan los conciertos; ella supone que a él también. Si se trata del inicio de una relación, se está ante la génesis de un orden o sistema social, que en adelante desplegará influencia sobre ambos: los conciertos adquirirán un sentido que los invite a conversar, a concurrir, a rechazar, etc. ¿Qué sucederá? ¿Se invitará? ¿Se aceptará? ¿Se concurrirá? Imposible saberlo con certeza, las conductas son contingentes. Pero la influencia estará vigente y ello será muestra de la presencia de un sistema social, no importa si es efímero, lleno de conflictos o de otro modo. Del gusto por los conciertos es posible pasar a otros puntos de convergencia: otros gustos, disgustos, tolerancias, indiferencias, etc. Él y ella llegan a ser novios; entonces el noviazgo se constituye en una constelación de sentido propia, que influye en él y en ella. Tal constelación se convierte en un orden normal. Y así, por fin, es posible decir que bajo el concepto de la doble contingencia se explica tanto la improbabilidad como la normalidad del orden o sistema social.

¿Cómo son posibles, pues, los sistemas sociales autopoiéticos operativamente cerrados? Son posibles porque, y sólo porque, ambos interlocutores experimentan la doble contingencia. En síntesis:

Cuando además de la propia inseguridad acerca de la conducta, también es insegura la selección de la conducta del otro, y ésta depende de la conducta de uno mismo, surge la posibilidad de orientarse justamente allí para determinar con base en ello la conducta propia. Es, por lo tanto, el surgimiento de un sistema social que se hace posible por medio de la duplicación de la improbabilidad y que facilita luego la determinación de la conducta de cada individuo. (Luhmann, 1998a: 124)

Debe hacerse énfasis en que los interlocutores no se vuelven transparentes uno para el otro. Son sistemas autopoiéticos operativamente cerrados. Luhmann (1998a) recurre a la figura de las cajas negras:

…la situación básica de la doble contingencia es, entonces, sencilla: dos cajas negras, a causa de quién sabe qué casualidades, entablan relación una con la otra; cada una determina su propia conducta por medio de operaciones autorreferenciales complejas dentro de sus propios límites. Lo que queda a la vista es, por lo tanto, y necesariamente, una reducción. Cada una presupone lo mismo respecto de la otra. Por eso, las cajas negras, pese a todo el esfuerzo y a toda la inversión de tiempo (¡ellas mismas siempre son más rápidas!), permanecen sin transparencia una para la otra. Aun cuando operan en forma estrictamente mecánica, deben superar la indeterminabilidad y la determinabilidad de su relación mutua. Inclusive cuando ellas mismas operan <<ciegamente>>, les va mejor en su relación mutua si mutuamente suponen determinabilidad en la relación entre el sistema y el entorno y si bajo este supuesto la observan. (p. 118)

En el ejemplo que se ha venido siguiendo. Él y ella son dos cajas negras cerradas recíprocamente una para la otra. Entran en contacto “a causa de quien sabe qué casualidades”, las que sean. Determinan sus operaciones dentro de sus límites. Cada uno presupone contingencia en la conducta propia y en la del otro. Él y ella supondrán siempre que la conducta propia y la del otro puede ser cualquiera: ninguna es necesaria, ninguna es imposible. Enojarse, alegrarse, disculparse… cualquiera es factible. Por tanto, permanecen sin transparencia. Es decir, hay indeterminabilidad en su relación mutua. Pese a todo, calculan las acciones del otro y se autodeterminan. Y aunque la indeterminabilidad persiste, presuponen determinabilidad porque con ello les va mejor en su relación mutua. Si uno presupone que el otro está enojado, alegre o apenado, logra determinar cómo conducirse. Y en cada caso adquieren experiencia, aprenden la forma de autorreferencia del otro, pero desde la propia perspectiva como observador. Si presuponen enojo y encuentran indicadores más sólidos de tristeza, aprenden, quizá, a distinguir en el otro el enojo de la tristeza. Algunos presupuestos serán aceptados, otros serán rechazados, y poco a poco, estos presupuestos adquirirán fuerza propia, hasta convertirse en un orden o sistema social emergente que puede ser un noviazgo, una relación de amistad, un trato de recién conocidos o cualquier otro. La intransparencia genera transparencia, la indeterminabilidad se vuelve determinabilidad. La transparencia y la determinabilidad adquiridas constituyen el sistema social emergente.

La conversión de la intransparencia en transparencia no es otra cosa que la estabilización de las expectativas. Y “las expectativas adquieren, en el contexto de la doble contingencia, valor de estructura para la construcción de los sistemas emergentes y, por lo tanto, una manera propia de realidad” (Luhmann, 1998a: 119). Los novios permanecen intransparentes uno para el otro, pero han hecho posible la producción del noviazgo. El noviazgo, una realidad independiente del novio y de la novia, construye su estructura con una unidad autorreproductiva de expectativas. Esta unidad es el sistema social con el que tienen que lidiar el novio y la novia. Él y ella esperan que cada uno se conduzca con arreglo a las expectativas integradas en el noviazgo y, a partir de tal espera, autodeterminan sus acciones.

Las expectativas o estructura del sistema social emergente se instituyen por medio de reducciones semánticas (Luhmann, 1998a). Ellas permiten observar lo que no es observable. No se puede observar, por ejemplo, cómo las expectativas ganan mayor probabilidad en un sistema psíquico; o lo que es lo mismo, no es posible obtener certidumbre en el conocimiento de alguien. Sin embargo, se presuponen las expectativas del sistema psíquico o del conocimiento de alguien y a tales presupuestos se les designa con el término de persona. No se puede observar la operación a través de la cual un sistema autorreferencial elige una solución y no otra; entonces se presupone y se le nombra inteligencia. Tampoco es posible observar cómo un sistema pasa de un estado complejo actual a otro, de manera que sea posible remitirse al pasado; a la presuposición que surge de aquí se le llama memoria. No es posible observar cómo las informaciones generan cambios estructurales en un sistema, sin interrumpir la autoidentificación del mismo; la reducción semántica presupuesta es el aprendizaje.

Se podrían multiplicar los ejemplos que demuestran que sería inútil buscar el sustrato psíquico o incluso orgánico de algo como persona, inteligencia, memoria, aprendizaje. Se trata de artificios de observadores mediante los cuales se interpreta lo no observable y se le traslada al nivel emergente del contacto entre sistemas. Cuando esto sucede y el observador se entera, puede inducírsele a orientar también en este sentido su autoobservación (que se encuentra ante el mismo problema); después de un periodo de buenas experiencias con ese método, creerá ser persona, tener inteligencia y memoria, ser capaz de aprender, etcétera. Y nadie lo puede contradecir, puesto que nadie puede observarlo con más exactitud que la permitida por estos términos. (Luhmann, 1998a: 119 -120)

Sólo haría falta decir que esta transparencia derivada de la intransparencia no es pura ficción en relación con los hechos de los sistemas. Se trata de artificios para superar la doble contingencia, es decir, de construcciones que permiten observar lo no observable. Artificios o construcciones que se ven elevados al rango de sistemas sociales.

Para finalizar, una pregunta más de Luhmann (1998a) “¿Por qué el problema de la doble contingencia <<se resuelve a sí mismo>>?”(p.124). Se genera un círculo autorreferencial determinante: “yo hago lo que tú quieres si tú haces lo que yo quiero” (p. 124), que también puede plantearse del siguiente modo: “yo no me dejo condicionar por ti, si tú no te dejas condicionar por mí” (p. 125). Este círculo forma una unidad independiente del yo y del tú. Unidad que, por tanto, aceptará y rechazará comunicaciones independientemente del yo y del tú. Él quiere ir al concierto, ella no. Con seguridad ésta sería una comunicación rechazada por el círculo. A menos que se encontrara la manera de satisfacerlo: que ella haga lo que él quiere y él haga lo que ella quiere. Vistas las cosas así, se abren otras vetas de investigación. Verbigracia ¿Cuál es el criterio de selección del círculo? O de manera más académica ¿Qué cosa determina que ciertas estructuras sociales se generen antes que otras? ¿Cómo hacer más factibles determinados acontecimientos, frente a otros?... ¿Cómo producir el noviazgo, en lugar del rechazo, la amistad o la indiferencia? Suelen preferirse las cadenas de selección que operan con mayor rapidez y las que son capaces de prever el mayor número de selecciones subsiguientes. Se preferirá la estrategia que conduzca de manera más rápida y con mayor precisión al noviazgo.


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