Tesis doctorales de Ciencias Sociales

EL IMPACTO TRIBUTARIO DE LA ECONOMÍA INFORMAL EN MÉXICO. EN BUSCA DE UNA PROPUESTA ESTRUCTURAL

Emigdio Archundia Fernández




 

Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP (336 páginas, 1.66 Mb) pulsando aquí

 

 

 

 

1.8 Una Democracia incipiente

El incluir el presente tema relacionado con lo joven de la democracia en México, resulta interesante cuestionar sobre la realidad democrática que actualmente se vive, la tesis doctoral que atiende a la propuesta fiscal, reviste una importancia sin precedente el conocer que tan democrático es México, que tan maduro es su sistema político, que se pueda comprender e intentar cambios estructurales que permitan conjugar el esfuerzo de la clase política, para lograr concebir que dentro de la vida democrática de un país deben de existir acuerdos, convergencias intrínsecamente en el campo de las ideas, fortalecer los puntos en donde se está en acuerdo y lograr el análisis de los espacios en desacuerdo para consensar las divergencias planteando soluciones viables, es decir, conjugar lo que si se comparte y trabajar sobre las grandes diferencias para conseguir una idea común en busca del mejoramiento de la sociedad en general.

En este intento, se analiza desde su historia, la semblanza de la democracia en busca de comprender el estado en que se encuentra y derivado de la alternancia en el poder de diferentes partidos, la madurez como se ha tomado y ejercido durante estos últimos años. En la democracia en México, se deben de considerar todos los principios, reflexiones y datos históricos para apreciar y valorar la vida política del país, abordando la perspectiva filosófico-política, en la que se puedan juzgar objetivamente los hechos ajenos a toda posición partidarista.

Durante la época del Porfiriato, se institucionalizó en México un fenómeno político: El de los Gobiernos personalistas de los Presidentes en nombre de la Constitución, pero al margen de la misma. El jurista mexicano Emilio Rabasa le llamó "la Constitución y la Dictadura".

El estado mexicano parecía definitivamente configurado en estos años como un típico estado de derecho liberal-burgués por llamarle de una forma, pero había una inmensa distancia entre el formalismo jurídico que aparecía en la letra de la constitución y la realidad política y socio-económica del pueblo mexicano. Esta realidad, desbordante en sus exigencias de justicia social, chocó con el formalismo liberal y rompió sus moldes con la revolución de 1910. Durante muchos años se dio en México una sangrienta lucha armada entre diversos grupos que ya no buscaban tanto la forma de gobierno, sino como dar cauce legal a las aspiraciones de justicia y bienestar económico de los grandes grupos de la clase trabajadora urbana y del campo, además de los grupos socialmente vulnerables.

Durante la Revolución que fueron años de violentas pugnas, se reunió al fin un Congreso Constituyente en Querétaro que, bajo la égida de Venustiano Carranza, promulgó al fin una nueva Constitución el 5 de febrero de 1917. Esta Ley fundamental reconocía, por vez primera en el mundo, los derechos de los trabajadores como clase social, en sus Artículos 27 y 123.

Con esta nueva constitución, el Estado mexicano, sin dejar de ser un estado de derecho, asumía la forma de un estado social de derecho y ya no liberal. Parecía abrirse para el pueblo mexicano una fundada esperanza de que al fin habría coherencia entre los textos constitucionales y las aspiraciones de libertad política y de equitativo reparto de la riqueza. Por desgracia, las viejas prácticas de dictadura constitucional siguieron adelante con los gobiernos revolucionarios y se ha ido consolidando, en las últimas décadas, un presidencialismo de gran intensidad, que aprovechando la Constitución va más allá de ella y la transforma según los planes y requerimientos de la política del Presidente en turno, como se observa actualmente en el país, la cual no dista demasiado del modelo porfirista donde la voluntad omnipotente del dictador se asemeja a la voluntad y poder del Presidente de la República.

Cuando declinó el General Porfirio Díaz (su renuncia fue en mayo de 1911), sobrevino en México un corto período, casi único en su historia, de verdadera democracia. Fue el período Maderista, de 1911 a 1913. En ese período el pueblo mexicano pudo expresar libremente su voluntad y llevar a las Cámaras del H. Congreso de la Unión a genuinos representantes suyos.

Contra Huerta se levantó Venustiano Carranza, en nombre de la legalidad. Otros caudillos revolucionarios surgieron por diversas partes: Francisco Villa, Emiliano Zapata y Álvaro Obregón. La lucha armada se generalizó en casi todo el territorio mexicano. Al fin se impuso la facción de Carranza y convocó al Congreso Constituyente de 1916. En 1917 se promulgó la nueva Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Con la promulgación de la Constitución de 1917 y la presidencia de Carranza hubo un cierto intento de orden constitucional y de vida democrática. En realidad siguió el predominio de los caudillos, primero fueron los del grupo sonorense, Huerta, Obregón y Calles; después, el de Michoacán, con Lázaro Cárdenas. Calles, hábilmente, unificó a los diversos grupos políticos revolucionarios y les dio, en 1929, un partido oficial a partir del Gobierno del General Manuel Ávila Camacho, la Revolución Mexicana entró en una etapa de mayor tranquilidad e institucionalización, que ha perdurado hasta nuestros días.

En esta agitada vida política de México durante el siglo XX, los intentos democráticos del pueblo mexicano han sido numerosos, pero no siempre han tenido el éxito que esperaban, ya que el presidencialismo basado dentro de el ejercicio del poder del mayor partido en la República, opacó el avance democrático prevaleciendo la forma de elegir a los gobernantes que no era otra más que la decisión del gobernante saliente del Partido Revolucionario Institucional.

La realidad de nuestra Nación, es que la verdadera y auténtica democracia, la que no se confunde ni se vitupera, la real, la que no tiene disfraces, ha sido y seguirá siendo el ideal por el que ha luchado el pueblo mexicano desde que obtuvo su independencia. No queremos los mexicanos ni dictaduras militares llegadas al poder por golpe de estado –actualmente el caso de Honduras en centro América con el Presidente Zelaya-, ni dictaduras de partido –caso Venezuela-; ni oligarquías ni socialismos autoritarios o formas más o menos larvadas de totalitarismo. Quieren una sana, genuina y firme democracia.

Y la pregunta sería, ¿Cómo lograr esta democracia en México? Hay que rechazar, ante todo, los caminos violentos para obtenerla. La violencia engendra violencia y no llega a ningún resultado positivo. Los métodos violentos podrán ser útiles e incluso necesarios para obtener un resultado inmediato en situaciones desesperadas, pero no para lograr efectos permanentes y valiosos.

La democracia, como se comentó, no es nada más una forma de gobierno, sino un estilo de vida. Una forma de vivir y comportarse a la que sólo se llega por un proceso de maduración y autoconciencia. Implica un gran sentido de responsabilidad y una decisión, constantemente renovada, de sacrificarse por el bien común.

Por estas razones, la democracia es un ideal difícil de alcanzar. Pero no una utopía imposible. Si hay decisión firme de lograrlo y se aprovechan al máximo los recursos humanos --de la mente, de la voluntad, del afecto, del esfuerzo cotidiano en el trabajo--, puede muy bien realizarse. Hay que partir de una base innegable: La educación de la población del país para que llegue a ser un auténtico pueblo.

Ya lo había sostenido Platón en su gran diálogo de La República (Politeia: 2008) para llegar a un óptimo régimen político hay que educar a los ciudadanos. Sin educación, los hombres y mujeres de un país no pasan de ser eternos niños, sujetos siempre a los mandatos despóticos de los gobernantes.

La educación para la democracia --que en el fondo es la educación para la libertad-- comienza desde la niñez, al llegar a la adolescencia y a la juventud, el ser humano debe ir desarrollando un profundo sentido social. Se le debe fomentar su conciencia crítica, su responsabilidad, su compromiso frente a los valores individuales y sociales, su decisión de luchar siempre por la justicia y el derecho, siendo ya un ciudadano, por haber alcanzado la edad señalada en la ley fundamental del país, el joven debe participar activamente en todos los procesos electorales, debe sentirse comprometido con el bien público nacional y solidario con los demás miembros de la comunidad en la lucha, por alcanzarlo.

Y si siente con mayor intensidad la vocación política, debe escoger el partido político que mejor responda a sus intereses y represente sus ideales (González: 2008).

La lucha cívica y política en la democracia tiene que ser permanente. No se agota con los actos de un determinado proceso electoral como el que acaba de terminar en las elecciones intermedias, ni se manifiesta, esporádicamente, cada determinado número de años. Es una actitud de espíritu que acompaña al hombre en todos los momentos de su vida cotidiana, así se aprecia en las culturas europeas que han madurado después de los grandes impactos de las dos guerras mundiales y que a tal grado, han logrado unificar hasta sus propias economías en una comunidad europea en busca de una mejor calidad de vida para sus pueblos.

Los peores enemigos de la democracia no son los partidos totalitarios, sino los vicios y defectos internos que corroen el espíritu cívico del hombre: la pereza, la cobardía, el egoísmo, la codicia, la corrupción. La transmutación de los valores de la vida social, el cambiar por valores pragmáticos y de conveniencia inmediata los valores morales y jurídicos más profundos de la convivencia humana.

Cuando en México exista una verdadera educación y cultura democrática, cuando los integrantes del pueblo mexicano busquen ejercitar, madura y responsablemente los derechos cívicos y políticos, cuando estén dispuestos a perderlo todo y aún a dar la vida por la defensa de la libertad, la justicia y los derechos públicos, cuando utilicen todos los medios pacíficos y legítimos para luchar contra las arbitrariedades y despotismos, cuando no dejen pasar por alto ningún abuso de poder, ni ningún intento por restringir las genuinas libertades populares; entonces, sin duda alguna, habrán conquistado la democracia y sabrán mantenerse en ella. Aunque sea una lucha de años. Serán el pueblo democrático que han querido ser desde el principio de la vida independiente.


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Biblioteca Virtual
Servicios