Tesis doctorales de Economía


REMESAS FAMILIARES Y CONDICIONES DE VIDA EN EL CONTEXTO DE LA MIGRACIÓN GUERRERENSE HACIA LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

Ramiro Morales Hernández



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CASO 2. Remesas y desarrollo de microempresas.

La carretera que va de Cd. Altamirano a Zihuatanejo en el estado de Guerrero consta de 210 kilómetros. Es una vía pavimentada que une la región de Tierra Caliente con la de la Costa Grande. Partiendo de Cd. Altamirano, cabecera municipal del Municipio de Pungarabato; a 35 kilómetros se localiza el puente del Río del Oro, al cruzarlo, un anuncio en lámina indica una desviación donde se lee: “Placeres del Oro a un kilómetro”.

Placeres del Oro, pertenece al Municipio de Coyuca de Catalán, uno de las municipalidades que conforman la región de Tierra Caliente en Guerrero; en el año 2000 el pueblo contaba con una población total de 1871 habitantes, de los que 967 pertenecían al sexo femenino y 904 al masculino; datos del XII Censo General de Población y Vivienda efectuado en el año 2000 por el INEGI, señalan que la población económicamente activa la constituían 988 personas de las que las mujeres fueron mayoría con el 54.65%;

El poblado posee una extensión territorial aproximada de tres kilómetros y se ubica en las márgenes del río del Oro que nace en la parte montañosa de la Sierra Madre del Sur, siendo sus afluentes principales el río de Zihuaquio, el río Frío y los arroyos del Cuaiztle y el del Manchón de las Parotas.

La entrada principal a “Placeres”, lleva directamente al kiosco o centro de la localidad, el que en su alrededor se localizan las principales tiendas, en ellas se ofertan productos de primera necesidad (alimentos y ropa) e inclusive materiales para la construcción y forraje para ganado. A un costado se ubica un mercado local y una caseta telefónica donde se lee, “llamadas a los Estados Unidos por cobrar y con tiempo y costo”; otro que reza “se reciben dólares” y uno más que anuncia “el costo del mensajero es de 15.00 pesos”

Llegué a la entrevista como a las 8:00 de la mañana, la señora Matilde ya me esperaba en el corredor de su casa, a la que me invitó a pasar, para posteriormente ofrecerme un desayuno mientras iniciábamos la entrevista.

Nuestra entrevistada (Matilde), es una persona de aproximadamente 60 años, originaria de la localidad de Palo Nuevo, localizado sobre el kilómetro 110 de la carretera Altamirano – Zihuatanejo, en la parte alta de la Sierra Madre del Sur; Imelda comenta que en 1970 se bajó de la sierra con su esposo y sus cuatro primeros hijos, y se fueron a “buscar la vida” a la ciudad de México D.F., sin embargo, pasados unos tres años tuvieron que irse al Puerto de Acapulco en búsqueda de nuevas oportunidades ya que en la ciudad de México no tenían empleo permanente.

En Acapulco, su esposo (Emiliano), se desempeñaba en principio como peón de albañil y después de maestro en la misma actividad, sin embargo, comenta nuestra entrevistada, “lo que ganaba no nos alcanzaba para poder vivir en el centro de la ciudad, ya que teníamos que pagar renta, por lo que para poder ayudarnos, nos fuimos a cuidar una huerta de cocotero cerca de un pequeño poblado llamado Yetla; el irnos a la huerta ocasionó que mis hijos ya no pudieron ir a la escuela, sobre todo los mas chicos, sólo uno pudo seguir estudiando, Gonzalo (el hijo varón mayor de la familia), quién ya había terminado la primaria y quiso seguir aprendiendo, por lo que se inscribió en una escuela “pesquera”, que se localiza en el Embarcadero, en el Municipio de Coyuca de Benítez”.

Siguiendo con su relato, nos comenta: “Ahí estudió tres años, pero cuando terminó se puso a buscar trabajo y nunca pudo contratarse en lo que él había estudiado, por lo que empezó a trabajar de pescador en la Laguna de Pie de la Cuesta y con eso nos ayudaba un poco, porque la verdad no había pesca; con el tiempo, se empezó a desesperar por no poder trabajar en alguna empresa donde tuviera un sueldo fijo y seguro social, así pasó el tiempo, hasta que un día llegó al Embarcadero un amigo de él que había estudiado en la pesquera y quien ya había ido un año al otro lado y lo invitó junto con otros amigos a irse al Norte.

“Yo no estuve de acuerdo a que se fuera, mi hijo tenía como 20 años y nunca se había separado de nosotros”, señala afligida, “principalmente porque no teníamos dinero para darle para el camino, pero él se entusiasmo con los otros tres amigos y no se cómo le hizo pero consiguió con unos familiares para el pasaje, y como tenía unos tíos en los Ángeles, les llamó por teléfono para que respondieran por él ante el “coyote” que lo iba a pasar en la línea; es decir, él arregló todo su viaje por lo que al final decidió irse”.

Recuerdo señala Matilde, que un día antes de que se fuera con los otros tres compañeros de la “pesquera”, me pidió le echara la bendición, yo se la di... Esa misma tarde se fue al Embarcadero, lugar donde se juntaron los cuatro para salir temprano en el autobús que los llevaría hacia Tijuana.

“Todos en la familia nos quedamos tristes, pero sabíamos que sus familiares en los Ángeles ya lo estaban esperando, se hizo como ocho días para poder llegar, en principio empezó a vivir con los compañeros con quienes se había ido, pero como no le fue fácil conseguir trabajo, tuvo que pedirle a sus tíos ayuda tanto para conseguir trabajo como para poder comer, afortunadamente empezó a trabajar en una fábrica de hacer ropa y poco a poco pudo pagar el dinero que había conseguido para irse”.

Al principio, no nos ayudaba con dinero, sin embargo, su papá empezó a ponerse malo y ya no podía trabajar bien, tenía problemas de “piedras” en los riñones, como trabajaba en la albañilería no tenía seguro social y la enfermedad se fue agravando hasta que en el Centro de Salud nos dijeron que tenía que operarse, por lo que teníamos que conseguir dinero para hacerlo, primero porque aunque lo iban a operar en un Hospital General, había que pagar una parte y segundo porque como Emiliano era el único sostén de la casa y no podría trabajar en varias semanas, teníamos que conseguir dinero para comer mientras se recuperaba.

Por lo que le llamé a mi hijo a Los Ángeles y le expliqué lo que pasaba, él me dijo que no nos preocupáramos por el dinero, que él se iba hacer cargo de eso, como a la semana mandó todo el dinero que necesitamos, no pudo venir a ver a su papá pero estuvo al pendiente de todo, también se hizo cargo de la comida de nosotros en ese tiempo, fueron como tres meses.

Después de la operación, tuvimos que venirnos a Placeres a vivir, debido a que Emiliano ya no podía trabajar en lo que había trabajado tantos años, así que lo comentamos con Gonzalo quien dijo que nos ayudaría a empezar algún negocio, aunque fuera pequeño, en el que su papá pudiera ganarse la vida.

Para instalarnos en Placeres, primero nos prestaron una casa de una familia que se había ido al “norte”, ahí estuvimos como seis meses, mi hijo, previo acuerdo con su papá, nos envió dinero para comprar una camioneta para trabajar, por lo que empezamos a hacer viajes, llevar alimento para ganado a los ranchos cercanos o bien hacíamos viajes especiales a la sierra.

Después, Gonzalo nos mandó dinero para ayudarnos a comprar ésta casa, para que no siguiéramos de arrimados, por lo que gracias a su ayuda ahora ya tengo donde morirme a gusto, sin andar dando molestias a la gente, yo creo que sin el dinero que nos mandó no lo hubiéramos logrado, esto fue como en 1998; en diciembre del año 2000, vino a vernos, es decir, habían pasado mas de quince años desde que se fue hasta que lo volví a ver.

“Chalo”, como lo llama cariñosamente Matilde, se casó en los Ángeles, tiene una niña a la que no conozco, sólo la veo en fotos, pero no la conozco, esa vez que vino, estuvo platicando con su papá y acordaron que nos ayudaría con algo de dinero para iniciar un negocio, su papá le dijo que una empresa que vende agua purificada y que se localiza en el tramo de la carretera entre Coyuca de Catalán y Altamirano, estaban buscando alguien que le interesara ser su distribuidor de agua, para cubrir sus clientes de Placeres y algunos otros poblados cercanos como Patambo y el Pinzan y que pagaban una comisión por cada garrafón vendido.

A mi hijo le interesó el negocio, pero comentó que para hacerlo necesitaban dinero para una camioneta y adaptar la bodega, por lo que se comprometió a conseguir con su patrón de los Ángeles el dinero que hiciera falta para poder ayudarnos. Como a los dos meses que se fue nos habló por teléfono para que fuéramos al banco, primero nos mandó dinero para arreglar un cuarto para bodega y como al mes, nos envió para comprar una camioneta, que aunque no era nueva estaba en buenas condiciones para empezar a trabajar.

Al ver la ayuda que nos estaba mandando y que parte del dinero lo había conseguido prestado, uno de mis hijos (Jesús), le pidió que lo ayudara a irse con él para poder pagar el dinero que había conseguido, así que como al mes se fue mi otro hijo, pasó por Tijuana y afortunadamente llegó bien, en cuanto empezó a trabajar ayudó a pagar las deudas, además de que ahora cada mes nos envía algún dinero para ayudarnos, aunque ahora con el negocio del agua ya podemos vivir mejor.

¿Que si creo que el dinero que envían nuestras familias que se van al “norte” ayuda a mejorar las condiciones en que vivimos en la región? Considero que sí, aquí mucha gente vive de eso, unos porque les mandan dinero y pueden comprar sus cosas, y los de las tiendas porque tienen quien les compre, yo conozco mucha gente de la sierra porque soy de allá y mucha gente baja a Placeres a hablar con sus familiares que están en el otro lado, ahí tenemos un ejemplo, si nos fijamos en los dueños de la caseta telefónica de eso viven y viven bien.

La historia de la familia de Matilde, es un caso que ejemplifica él cómo la falta de oportunidades de desarrollo induce a la migración a la población joven de Guerrero y cómo sus familiares con el tiempo se ven beneficiados con los recursos provenientes de sus familiares en el extranjero, esfuerzos que se reflejan en la salud de los miembros del hogar y en las oportunidades de pequeños negocios, lo que al final conlleva a una aportación del desarrollo local y a mejorar la calidad de vida de quienes se quedan.


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