Tesis doctorales de Economía


MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES

Rodrigo Hugo Amuchástegui




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Los espacios del fascismo

Charles Burdett desarrolla un extenso artículo dentro de lo que podríamos llamar la tipificación de los espacios heterótopicos, al analizar diferentes construcciones de la Italia de Mussolini, la Italia fascista, desde esta perspectiva categorial, en “Journeys to the other spaces of Fascist Italy” (2000).

Burdett observa, aunque erradamente, que Foucault afirma que la principal categoría de Des espaces autres es la heterotopía de desviación. Si bien, efectivamente Foucault presenta su contemporaneidad, a diferencia de las heterotopías de crisis que están desapareciendo, sin embargo, esta distinción aparece dentro de lo que llama el “primer principio” de la heterotopología y, por lo tanto, no puede jerarquizarse al plantear seis principios más, igualmente importantes. Este autor considera que las ambigüedades del texto pueden ser acotadas si se las pone en relación con las ideas de de Foucault (Foucault’s thought), ideas que son las de La historia de la locura y de El nacimiento de la clínica, y que anticipan las de Vigilar y castigar, que en realidad estaba bastante alejado temporalmente (1975). Obviamente, al poner Des espaces autres en correlación fundamental con este último texto, las perspectivas de análisis se acotan bastante. Es así que dice “el concepto de heterotopía gana en poder explicativo cuando se emplea para definir instituciones de segregación o lugares donde se articulan políticas sociales, donde las tecnologías del poder son más visibles y donde los ideales de ordenamiento social son materialmente puestos en ejecución” (Burdett 2000: 8). El autor se diferencia de análisis como los de Soja, quien plantea que la categoría sirve particularmente para entender ciudades posmodernas como Los Angeles, mientras que él entiende que si se quiere ser fiel al escrito de Foucault, hay que centrarse en los debates que conciernen a la modernidad (2000: 8) y, en particular, como indicamos, a la modernidad presente en la Italia del fascismo.

Este régimen estaba firmemente establecido en 1930, con amplios controles estatales sobre los diferentes aspectos de la sociedad, tanto en los medios de comunicación, como en las escuelas y en otras instituciones y Burdett destaca que ello no solo se debió a sus características coercitivas, sino a su “habilidad para fomentar el consenso de las masas construyéndose como una religión cívica” (2000: 9).

Los diferentes rituales vinculados a la muerte y al renacimiento, la recurrencia al pasado imperial romano, las presentaciones escenográficas y coreográficas del Duce, formaban parte de esta estrategia general de transferencia de lo sagrado al ámbito de la política (2000: 9). En este contexto,

“las instituciones de exclusión tuvieron un papel indispensable para sujetar al individuo al control del estado. Pero tales instituciones también actuaron como textos culturales masivos, vehículos para la expresión de artículos de fe, lugares de importancia ritual o sagrada donde las grandes narrativas del pasado, del presente y del futuro podrían ser experimentadas”. (Burdett 2000: 9)

El autor de este artículo tiene como referencia documental los escritos de periodistas y escritores contemporáneos y simpatizantes del fascismo, quienes, por un lado, permiten conocer por sus textos los cambios físicos espaciales durante el gobierno de Mussolini, pero también las implicaciones morales o emotivas que surgen en las diferentes visitas a estos espacios llamados heterótopicos, y que son los sitios de conmemoración, las prisiones y las colonias internas.

Sigamos brevemente e interroguemos a los análisis propuestos. ¿Qué tienen de heterótopicos los sitios de conmemoración? ¿Cuáles son éstos?

La base foucaultiana del análisis es, en primer lugar, la referencia que hace el filósofo francés a los cementerios y a sus modificaciones –“mutaciones” [mutations] dice Foucault. Y se recuerda el desplazamiento que estos espacios han tenido desde el interior de las ciudades al exterior, por motivos de salud pública.

En un enfoque diferente y prácticamente opuesto al de Foucault, Burdett destaca el carácter simbólico de los cementerios que resalta el régimen italiano, en tanto recordatorios de la muerte gloriosa. Entre la variedad de cementerios construidos en dicho período se destaca la recuperación de la tumba de Augusto, de quien Mussolini se consideraba un sucesor, por un lado, pero, por otro, porque servía para sugerir los valores del fascismo italiano (2000: 11). Los mártires del fascismo tuvieron en la iglesia de la Santa Croce en Florencia su cripta y también algunos personajes considerados forjadores de la Italia moderna, como Anita Garibaldi. Pero, principalmente los muertos de la Primera Guerra Mundial, –cerca de 370.000 soldados– que fueron considerados predecesores de la Revolución fascista, tuvieron en cada ciudad un monumento y una avenida para su memoria. Los discursos literarios contemporáneos asociaban entonces esta cultura de la muerte con la resurrección de una nueva Italia, guía de las naciones del mundo (2000: 12). De un paseo por los cementerios de Friuli y Veneto donde yacen los muertos por la guerra, Ugo Ojetti afirma que “los muertos del cementerio parecen llamar a los vivos para realizar proezas similares a los que ellos realizaron” (cit. en Burdett 2000: 12). En síntesis, “el cementerio emerge como un vehículo para volver presente al pasado, para producir una visión de la identidad italiana, para inspirar a las acciones futuras” (Burdett 2000: 12).

Si bien, como indicamos, la referencia de Foucault al cementerio se encuentra lejos de la visión memorialista que plantea este autor, éste encuentra en otro de los conceptos foucaultianos la continuidad con las heterotopías: el espejo –que en realidad Foucault pone como intermedio entre las utopías y las heterotopías. El cementerio, en tanto metáfora de un orden social deseado, con sus distinciones jerárquicas y sus mitologías fijas en piedra, presenta “una imagen unificada de la cultura que es en realidad fragmentaria y dispersa” y se puede comparar metafóricamente con espacio irreal del espejo: “La persona que se examina en el espejo se ve a sí misma en un espacio virtual: desde ese espacio mira hacia donde en realidad está. Desde ese punto ventajoso del espacio irreal, el sujeto construye una identidad para sí mismo” (Burdett 2000: 13).

La prisión también forma parte de los espacios heterotópicos que selecciona Burdett. Estos espacios que se construyen en varios sitios de Italia (Bologna, Novara, Forli, Aversa, Florencia, Roma) no representan ninguna novedad con respecto a los existentes en otros lugares en su momento, aunque la legislación italiana de la época los enfatizaba como espacios para personas cuyos comportamientos podían considerarse peligrosos para el estado. La prisión aparece cumpliendo en la Italia fascista las dos funciones básicas: la severidad en el castigo y la preocupación por la rehabilitación del criminal (2000: 14), para la cual más que el poder reformador de la religión –que se reconoce– es más eficaz el trabajo, tanto industrial como rural.

La eficacia reformadora de la prisión se muestra no solo en la reducción de la tasa de criminalidad, sino en que ésta es producto de los códigos de comportamiento de la sociedad fascista, elementos que al difundirse tienen una clara finalidad propagandística del régimen:

“La actitud sumisa exhibida por los prisioneros es presentada [en distintos testimonios literarios] como una evidencia de la comprensión de que se puede obtener dignidad personal mediante la obediencia y como una prueba de la necesidad de redención” (2000: 15),

uniendo, por lo tanto, en el empleo de valores del cristianismo, el pecador al delincuente. Un vínculo posible con el artículo Des espaces autres es la consideración de la prisión como una utopía realizada, en donde el prisionero (en la cárcel italiana) termina apareciendo como un modelo a ser imitado, en tanto individuo de comportamiento adecuado a la realidad facista. Y, por lo tanto, dando cuenta de un modelo de sociedad que se quiere obtener, es decir, aquella en la que “la libertad es sacrificada por la seguridad colectiva, donde el poder coercitivo del estado es obvio y no se lo resiste, donde los individuos son disciplinados y mecanizados” (Burdett 2000: 16).

Por último, las colonias también aparecen como espacios heterotópicos. Se trata de colonias construidas en el interior y por toda Italia, es decir, de nuevas ciudades con planificación estricta. La primera de ellas es Predappio, lugar de nacimiento de Mussolini. Littoria fue la más importante y se construyó cerca de Roma. Otras como Sabaudia, Pontinia, Aprilia debían servir de satélites. Hacia estas ciudades se favoreció un proceso de migración interna. La velocidad de su construcción y la pluralidad regional de sus integrantes representaban una gran empresa de acción colectiva (2000: 17). Al ser espacios “perfectos, meticulosos y bien ordenados” (2000: 17) servían también como modelos generales de organización y obvia propaganda también al régimen dominante. Las torres y los impresionantes edificios tenían por objeto recordar o hacer presente a la autoridad. Pero el buen ordenamiento no era una referencia exclusiva a la disposición espacial, sino también a la forma de vida colectiva, marcada por ceremonias militares y políticas (2000: 18). Esos mismos ritmos permitían poner en paralelo los elogios que se hacían tanto a las colonias como al proceso formativo de las prisiones, dando cuenta de un proceso de militarización que se extendía a toda la sociedad.

Pero, además, estos nuevos territorios de la colonización interna fueron considerados como el “descubrimiento de una nueva tierra” (2000: 17), tierra que ha surgido en un vacío inhóspito para albergar italianos venidos de todas las regiones para crear una nueva Italia.

El proceso de vigilancia, que no es vivido coercitivamente, ligado al de colonización, constituye una forma de colonización individual:

“Los habitantes de lugares como Littoria, por lo menos por el modo en que son representados [por los escritores], se ha vuelto sujetos ideales que se autocontrolan, ellos están también solamente dispuestos a obedecer al poder absoluto y se han reconstruido como como ciudadanos ejemplares de la sociedad”. (2000: 19)

El ejemplo foucaultiano del espejo también se aplica a estos espacios, en donde la sociedad fascista puede contemplarse y reconocerse, tanto es así que se realizaban peregrinajes a estas nuevas ciudades convirtiendo a estos viajeros y habitantes en testigos de esta nueva Italia (2000: 19).


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