Tesis doctorales de Economía


MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES

Rodrigo Hugo Amuchástegui




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El sueño en Descartes

En la Historia de la locura tiene un importante desarrollo la problemática de los sueños en relación con el pensamiento cartesiano. Analizando la “Primera Meditación”, Foucault se pregunta por la relación locura-sueño y plantea la estrategia diferente que Descartes tuvo en la consideración de uno y otro. El sueño está poblado de imágenes que tienen en última instancia cosas “más sencillas y más universales”, que el mismo sueño no puede producir. Por muy poblados de sirenas o sátiros que estén nuestros sueños, sus elementos están constituidos por elementos corporales. Y en eso hay siempre un índice de verosimilitud (1964 [1986I: 75]). Por el contrario, el rechazo a la locura se debe pura y simplemente en que yo ¬–el sujeto que medita– no puedo estar loco:

“En la economía de la duda, hay un desequilibrio fundamental entre locura, por una parte, sueño y error, por la otra. Su situación es distinta en relación con la verdad y con quien la busca; sueños o ilusiones son superados en la estructura misma de la verdad; pero la locura queda excluida por el sujeto que duda”. (1964 [1986I: 77])

Si Descartes busca un “despertar absoluto”, finalidad de sus Meditaciones que se concretará en la evidencia, el camino tendrá que ver con ahondar en ese momento del sueño. Este camino, por conocido, no lo reiteraremos aquí, pero debemos notar que este tema forma parte de una historia de la locura. En tanto tal, Foucault realiza un paralelismo entre sueño y locura, así como entre la idea de Descartes y las instituciones médicas de la época:

“Este despertar absoluto, que elimina una por una todas las formas de la ilusión, era buscado por Descartes en el principio de sus Méditations y lo encontró, paradójicamente, en la misma conciencia del sueño, en la de la conciencia engañada. Pero en los locos, es la medicina la que debe provocar el despertar ... Lo que Descartes descubre al cabo de su resolución y en el redoblamiento de una conciencia que no se separa nunca de sí misma y que no se desdobla, la medicina lo impone desde el exterior y en la disociación del médico y del enfermo. El médico se halla en la misma relación con el loco que el cogito respecto al tiempo del sueño. (1964 [1986I: 510])

Esta misma figura del sueño, tal como aparece entonces en Historia de la locura en referencia a la primera meditación cartesiana, obtuvo mayor relevancia por la polémica que se desató con Derrida. En su respuesta a las objeciones que éste le hiciera, Foucault afirma:

1. Que es en el sueño “donde la totalidad absoluta de las ideas de origen sensible se vuelve sospechosa” (1964 [1986II: 341]). Es decir, no es la locura, o mejor dicho, la extravagancia, lo que cuestiona el camino del hombre razonable, sino el sueño.

2. Que no es el sueño la exacerbación de la locura. Si en el soñar, el soñante sueña un sueño en el que aparece idéntico a la percepción de la vigilia, esta posibilidad hace presente “que no hay indicio cierto que pueda separar al sueño de la vigilia”.

Esto, sin embargo, “no le impide [al sujeto] ... continuar meditando, ... viendo con claridad cierto número de cosas o de principios, pese a la indistinción, por profunda que ésta sea, entre vigilia y sueño” (1964 [1986II: 346]).

Foucault sintetiza la experiencia del sueño en las siguientes etapas: “Pensar en el sueño, recordar el sueño, tratar de preparar el sueño y la vigilia, no saber ya si se sueña o no, y hacer voluntariamente como si se soñara” (1964 [1986II: 347]). Pero también, “el pensamiento del sueño toma efecto en el sujeto mismo: tal pensamiento lo modifica causándole stupor” (1964 [1986II: 347]) y esto lo desdobla en sujeto incierto y sujeto meditante.

O sea, hay una modificación del sujeto al pensar en el sueño; pero esta modificación no está dada por determinadas imágenes que aparecen en los sueños sino, en principio, por su dimensión conceptual (en una primera instancia el sueño cuestiona lo real) y la coexistencia de ciertas imágenes.

Foucault en realidad no pone el acento en el sueño como representación, no es la escena del sueño lo que Descartes origina, sino el desdoblamiento imaginativo del propio yo:

“Estar sentado (como lo estoy ahora), sentir el calor del fuego (como lo siento hoy); extender la mano (como me decido en este instante a hacerlo). El sueño no transporta la escena; desdobla los demostrativos que señalan la escena en que yo estoy (¿Esta mano? Quizás otra mano en imagen, ¿este fuego? Quizá otro fuego, sueño). La imaginación onírica se fija exactamente sobre la percepción real”. (1964 [1986II: 348])

Nuestro enfoque en el sueño y en las imágenes no debe hacernos olvidar que las Meditaciones le interesan a Foucault, por presentar las “modificaciones del sujeto por el ejercicio mismo del discurso” (1964 [1986I: 356]). Estas modificaciones son las propias de la práctica de la meditación y pueden relacionarse con la problemática ética de sus últimos escritos.

Por cierto que la inclusión de Descartes en este recorrido, por la importancia que tienen los sueños en Foucault como una de las instancias de la imagen –obviamente imágenes mentales–, difiere marcadamente de las otras apariciones que destacamos, sea tanto de Binswanger como la de los griegos o cristianos, en la medida en que Descartes instala la desvalorización del sueño, frente a las potencias de la razón y constituye uno de los momentos de quiebre de la historia de la locura, tal como Foucault la plantea.


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