Tesis doctorales de Economía


EL TIEMPO LIBRE EN CONDICIONES DE FLEXIBILIDAD DEL TRABAJO: CASO TETLA TLAXCALA

María Áurea Valerdi González




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Capítulo III. Trabajo y tiempo libre en América Latina

El tiempo libre no es el final del trabajo; es el trabajo el que limita el tiempo libre. Éste debe consagrarse al arte, a la ciencia y preferentemente a la filosofía

(Aristóteles, Ética a Nicómaco)

3.1 Introducción

En este capítulo pretendemos exponer lo más representativo de las teorías desarrolladas sobre América Latina a partir de los años setenta, en particular los aportes de la Teoría de la Dependencia la que nos proporciona elementos para entender, que si hoy hablamos de flexibilización industrial que modifica el tiempo libre de los trabajadores o la organización de su vida, se debe en particular a un proceso de industrialización que tiene raigambres históricas en el capitalismo en América Latina.

Veremos como los procesos económicos determinan los procesos sociales a través de la política, es decir, mediante la política una clase o un grupo económico establece un sistema de relaciones sociales, que le permite imponer al conjunto de la sociedad un modelo de desarrollo. Este modelo es el que a su vez incide en el tiempo de trabajo y el tiempo libre de los trabajadores, no sin oponer resistencia frente a este proceso. En igual sentido, constituye para mí un compromiso analizar desde México (parte integrante de Latinoamérica), las circunstancias particulares en las que se inscribe la acumulación flexible de capital. Como dice Sergio Bagú (1995) sabiendo que la reestructuración mundial producto de la revolución tecnológica en los países capitalistas centrales, va acompañada por un empirismo elemental en materia de análisis social y político.

Intentaremos vincular la teoría de la regulación con el particular proceso latino, con la intención de mostrar la interrelación de distintos actores sociales, lo que hace posible la adopción de un determinado modelo de desarrollo. Modelo sobre el que se diseñan no solo un conjunto de normas y políticas ad hoc, sino se hacen confluir toda una serie de mecanismos como la cultura y los medios de comunicación entre otros. En especial me interesa resaltar los conceptos de progreso, desarrollo, subdesarrollo y dependencia como los más representativos del pensamiento latino. A reserva de parecer esquemática en esta parte, incluiré autores que me parecen básicos para el tema que aquí nos ocupa.

3.2 Progreso y desarrollo metas de bienestar.

Se ha dicho que la dependencia de Latinoamérica es consecuencia de su relación con los países desarrollados, ese concepto de dependencia fue acuñado por Theotonio Dos Santos (1998) después de conocer los resultados de las teorías que consideraban que el modelo de industrialización nos llevaría al desarrollo. Existe también una corriente de pensamiento que considera cuestionable el concepto de dependencia porque alude a la pasividad de los países latinos, sin embargo, lejos de ese debate nos interesa rescatar algunos aportes de ambas posturas para contextualizar el tema de la industrialización, por lo mismo haremos una breve descripción de lo más representativo del pensamiento latino.

Progreso y desarrollo son conceptos que han estado ligados a la explicación de la industrialización, como una forma de acceder a la modernidad que postulaba el pensamiento de la ilustración. Han sido también metas de las que hablaremos en el caso de Latinoamérica. La industrialización como clave del desarrollo se promovió principalmente en Brasil, México y Argentina y en menor grado en Chile y Colombia, sin embargo, en los años treinta y cuarenta la condición de ser exportadores de materias primas, de productos primarios, agrícolas etc., se convirtió en un obstáculo económico crucial. No obstante esto, se promueve el desarrollo a través del proceso de industrialización sin cambiar las estructuras de poder existentes. El desarrollo como camino hacia el progreso “se convirtió, incluso, en una de las categorías fundamentales del pensamiento de las clases medias latinoamericanas, muy influenciadas por el pensamiento positivista” (Dos Santos 1998: 143).

Es importante señalar la coincidencia de la industrialización de los países latinos con la creación en 1947 de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), dependiente de Naciones Unidas, para promover “la industrialización como elemento aglutinador y articulador del desarrollo, del progreso, de la modernidad, de la civilización y de la democracia política”, pues con ello se asentaban también las bases de su vinculación con otros organismos internacionales (Dos Santos 1998: 144). El desarrollo industrial de la región se volvió dependiente del sector exportador sobre todo en la Primera y Segunda Guerras Mundiales, a través del proceso de sustitución de importaciones.

Alcanzar el desarrollo no solo implicaba agilizar el proceso de industrialización, sino incluir a otros actores como el Estado y la inversión extranjera, para hacer viable este proyecto. Como reconoce Dos Santos (1998) fue Gunder Frank quien caracterizó en los años sesenta a las economías latinas como una modalidad del capitalismo surgida de la economía mundial y de la división internacional del trabajo. La naciente burguesía industrial al no contar con el conocimiento tecnológico, ni con los recursos financieros para competir frente al capital extranjero, tuvo que aliarse con el Estado para su desarrollo y con el capital internacional pues a la luz de la postura de la CEPAL éste era el complemento necesario para la industrialización, aunque en realidad era mas bien un obstáculo. Ya Frank interpretaba estas relaciones como expresiones de la expansión del capital, cuyo beneficio recaía en manos del capital internacional (Dos Santos 1998) al que se aliaría más tarde el capital nacional tratando de buscar su autonomía, con una visión nacional democrática.

La teoría de la dependencia trató de demostrar que el apoyo del capital internacional para el proceso de industrialización daba origen al capital financiero, que intentaría la extracción de excedentes fuera de las fronteras y que “era inevitable por tanto, que este capital internacional sometiera al capital nacional a su dinámica, que manifestaba la fuerza emergente de una economía mundial basada en un nuevo tipo de empresa multinacional” (Dos Santos 1998: 156). Este nuevo enfoque exigía que se ubicara a América Latina en el contexto de la expansión del sistema capitalista mundial, que después de la Segunda Guerra Mundial se enfrentó a la reestructuración mundial bajo la hegemonía estadounidense (Dos Santos 1998: 158).

Para Cardoso y Faletto (1979) la situación de subdesarrollo producto de la dependencia, se produjo históricamente cuando la expansión del capitalismo comercial y el industrial vinculó en un mismo mercado a economías diferentes con diversos potenciales económicos, políticos y sociales. A pesar de sus diferencias, las decisiones que afectan a la producción o al consumo de una economía como la de América Latina se toman en función a la dinámica e intereses de las economías desarrolladas, lo que supone una desigualdad de posiciones y de funciones dentro de la misma estructura de producción global (Cardoso y Faleto 1979). Si esto fue así, podría decirse que aún son válidos algunos de los conceptos de esta teoría e incluso que estas diferencias han propiciado una nueva forma de expansión del capital, que no excluye la posibilidad de algunos países por mantener su independencia frente a este proceso.

Aún cuando los países pretenden su autonomía frente al gran capital “las vinculaciones económicas, continúan siendo definidas objetivamente en función del mercado externo, limitan las posibilidades de decisión y acción autónomas” (Cardoso y Faletto 1979: 29). De ahí que se requiera de un análisis integrado del proceso de desarrollo nacional que permita entender las vinculaciones económicas y político-sociales que se gestan al interior de cada país, pues sólo a través de ellas será posible entender su anexión al capitalismo global. Dentro del país son las clases y grupos de poder los que propician esta situación de dependencia.

Ese análisis integrado es posible a través de la teoría de la regulación (Harvey 1998, Alonso 1999, Lara 1998) porque también postula la idea de que el capital establece una serie de relaciones en principio económicas, que después se vinculan con el poder local y otros mecanismos para expandir el capital. Aprovecha las condiciones políticas, sociales y económicas de los países latinos para obtener su ganancia y reproducir el sistema, si bien existen movimientos de resistencia al interior de los países como demuestra Carlos Figueroa (2002), no han llegado a ser lo suficientemente fuertes como para contra restar el dinamismo del capital en esta etapa.

La postura de los dependentista me parece vigente, aún y cuando se ha expuesto de manera somera, sobre todo por el hecho de que, las dos dimensiones del sistema económico, la interna y externa se expresan y repercuten en el plano social, “que se organiza y funciona en términos de una doble conexión: según las presiones externas (de los países desarrollados) y según el condicionamiento de los factores internos” (Cardosos y Faletto 1979: 37) que inciden sobre la organización social. Si aún pudiéramos estar en desacuerdo con esta teoría, es un hecho que los países de América Latina consolidaron su “desarrollo industrial dependiente, subordinado a las modalidades de expansión y organización del capitalismo internacional, que sometía a los centros de acumulación local, a la lógica de la expansión del centro hegemónico mundial” (Dos Santos 1998: 159).

Bajo este proceso de integración con el capitalismo internacional asistimos hoy a una nueva división internacional del trabajo, que para algunos no es sino otra etapa de “internacionalización” y para otros es una nueva estrategia de globalización. En cualquier caso, la globalidad tiende a concebirse como un proceso que abarca a todas las sociedades, como una propaganda ideológica que no nos permite ver las cosas de fondo, se pretende con ello “desviar el debate de las cuestiones centrales de nuestro tiempo, que no se caracteriza por el equilibrio y la convergencia de las diferentes regiones del globo, sino por una creciente brecha entre ricos y pobres, indigentes y marginados” (Dos Santos 1998: 167). Derivada de este nexo con la economía mundial, se ha pensado desde los países latinos que el desarrollo es el camino hacia la modernidad y ser moderno es estar asociado con un alto nivel socioeconómico e incluso se observa que “el hombre moderno es aquel que se comporta como un hombre de negocios norteamericano” (Touraine 1980: 25).

Al respecto de la división internacional del trabajo, Lara (1998) señala que los autores de ésta corriente “explican la crisis de manera más general, como resultado de un proceso amplio de formación de bloques económicos que controlan los flujos de capital y de mercancías, en el nivel mundial, bajo una lógica que persigue la maximización de las ganancias sin respetar fronteras nacionales ni regionales” (Lara 1998: 33). Ante la economía globalizada, México también ha entrado en una dinámica de ajuste con el capital internacional, en el que debe seguir los reordenamientos permanentes para atender las demandas y exigencias del sistema económico mundial que continúa siendo la esencia de su historia. Al mismo tiempo debemos considerar que “con el avance de la automatización y de la robotización el desarrollo industrial de la región orientado ahora hacia el mercado mundial, genera cada vez menos empleo” (Dos Santos 1998: 168).

El modelo de desarrollo capitalista, también requiere para su promoción de otros medios económicos y políticos, así se denominó “neoliberalismo al conjunto de políticas económicas que redujeron al mínimo la función social del Estado y abrieron las puertas de par en par a la empresa privada, muy predominantemente a cargo de las grandes potencias capitalistas” (Bagú 1995: 8). Lo económico y lo político tampoco pueden interpretarse en este período si no se tiene en cuenta el extraordinario alcance de la revolución tecnológica que se manifiesta en la capacidad productiva, en la comunicación y en las nuevas formas de organización empresarial (Bagú 1995).


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