2.4. Una vil consigna: mercado sí, Estado no.

La conducción de la fase del crecimiento absoluto ha estado a cargo de personajes partidarios del neoliberalismo del cual, para efectos de este apartado, mencionemos sólo el postulado que presenta al mercado como el único capaz de distribuir y asignar eficientemente los recursos para lograr el equilibrio y que la interferencia del Estado sólo entorpece el funcionamiento de la economía. No obstante haber sido planteada esta hace más de 200 años, los neoliberales la traen nuevamente a escena evidenciando un gran desprecio por la historia que ha demostrado su gran falsedad.

De todas las mentiras del neoliberalismo, tal vez esa es la más grande porque se ha demostrado que el mercado por sí solo no corrige problemas en la asignación de recursos y en cambio deja a merced de los grupos más poderosos al resto de la economía interviniendo en los hechos para que ello se dé. Entonces, en realidad es un Estado interventor puesto que actúa:

…creando mejores condiciones para el funcionamiento del capital, ya sea dictando medidas de apertura, privatizando activos públicos, regulando el mercado de trabajo con la famosa flexibilización laboral, estableciendo tipos de cambio, políticas impositivas y otras medidas; por lo que en realidad la oposición entre Estado y mercado en el neoliberalismo, lo que persigue es promover otro tipo de Estado, el Estado neoliberal, en el cual se utilizan los aparatos del Estado para un realineamiento de fuerzas y grupos sociales, de empresas y trabajadores con una redefinición de magnitudes enormes en su acceso a recursos, a bienestar y a perspectivas de futuro.

Podría decirse que en ese postulado de que el mercado es un mecanismo eficiente para asignar recursos sin la intervención del Estado la única base que existe es la fe, no la ciencia.

El desarrollo del capitalismo lo lideran las empresas transnacionales de los países desarrollados porque ellas monopolizan el trabajo general que les permite concentrar la riqueza. Si ni siquiera cuando el intervencionismo del Estado en el sentido de regular y contener la voracidad del capital se pudo evitar el ascenso en la concentración de la riqueza, ahora bajo las “nuevas” formas de intervención del Estado a favor del gran capital esa concentración se ha vuelto asombrosa con una reestructuración de la producción y del trabajo en donde “…flotan privilegios y riqueza en medio de un inmenso océano de pobreza y miseria.” Gutiérrez Arriola nos habla sobre la magnitud de la concentración:

La participación estimada de las ventas de las 200 empresas globales más grandes en el PIB mundial, pasó de 17% en 1965 a 24% en 1982, llegando a 33% en 1997 y superando 35% para el año 2000. Dentro de este grupo, el volumen de beneficio de las 10 empresas más grandes era, en 1992, igual a los de las 190 restantes. Se estima que en el centro motor de la competencia las 50 empresas más grandes facturan el equivalente a 25% del PIB mundial y que las 500 mayores representan 42% del mismo.

Ahora los avances en el trabajo general, desde nuevos inventos hasta los cambios en la organización de la empresa y el trabajo, hacen posible que, con el fin de tener los menores costos posibles y las mayores ganancias, los componentes de muchos productos industriales se fabriquen en diferentes partes del planeta y terminen armándose en otros para venderse igualmente en diferentes países.

Actualmente en el mundo se mueven “…15 millones de contenedores que representan 90% del comercio mundial, y sólo 2% puede ser controlado por las aduanas.” Por eso los neoliberales deben abogar por evitar lo más posible cualquier control sobre la circulación de las mercancías que están bajo la esfera de las empresas transnacionales. En cambio, la libre circulación de trabajadores no es permitida porque se sostiene que la migración es un elemento que puede ser sustituido o complementado por los flujos comerciales. En el caso de la migración calificada sí quieren su liberación para satisfacer las necesidades de las transnacionales como veremos en el capítulo IV.