Tesis doctorales de Economía


USOS, CONSUMOS Y ATRIBUTOS QUE LOS JÓVENES GUANAJUATENSES OTORGAN A LAS TECNOLOGÍAS DE INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN

Jorge Alfredo Blanco Sánchez


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Tecnologías de la Información y la Comunicación: Detonador de desarrollo tecnológico

El desarrollo tecnológico ha permitido interconectar al mundo y convertirlo en la aldea global que hace varias décadas se había pronosticado. Pero sus antecedentes históricos tienen varios caminos que se interrelacionan y traslapan para formar una verdadera red interconectada. En la década de los setenta el sector servicios en los países desarrollados tuvo un auge importante, gracias por un lado al salto tecnológico apoyado por la industria privada y por el otro a la apertura democrática de la mayoría de los gobiernos, especialmente Estados Unidos, Canadá, La Unión Europea y Japón.

En este ámbito, el terreno era favorable para el desarrollo acelerado de las TIC (Tecnologías de Información y Comunicación). Se utiliza este término para tratar de integrar a todo aquello que rodea a la transmisión moderna como son la parte (dura) instrumental necesaria para que fluya la parte (blanda) información y comunicación como forma de expresión esencial del ser humano.

Dentro de este nuevo entorno, Estados Unidos lanzó la National Information Infraestructure (NII) en 1993 como parte de un servicio para interconectar las redes mundiales y estandarizar las plataformas protocolarias. Un año después el presidente Clinton hizo hincapié en la idea de Global Information Infraestructure (GII) como el camino idóneo para consolidar las supercarreteras de la información. Este nuevo modo de desarrollo informacional permitía, ahora sí, contar con todos los soportes tecnológicos necesarios para su implantación y revolucionar los patrones de funcionamiento y composición de las fuerzas productivas, a partir de la rentabilidad y la competitividad del crecimiento tecnológico.

Por su parte, La Unión Europea creó el término de Sociedad de la Información (1) para darle una concepción más amplia al proceso tecnológico de interconexión mundial y como argumento de los países centrales para la recomposición de las estrategias de crecimiento y expansión (Becerra,2003, pp.53-54). La Comisión Europea (1994) establece que la Sociedad de la Información cuenta con el potencial suficiente para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos europeos, de aumentar la eficacia de las organizaciones sociales y económicas y de reforzar la cohesión de sus miembros.

Parece muy acertada la perspectiva desplegada por Martín Becerra respecto a la interpretación propuesta de SI y su desarrollo de los conceptos de las tecnologías info-comunicacionales, también conocidas como las TIC.

“El concepto de info-comunicación que se emplea en el presente trabajo ha sido esbozado por Bernard Miége y se destaca su utilidad analítica porque refiere tanto a la industrialización creciente de la información, de la cultura y de los intercambios sociales, como al rol desarrollado por las tecnologías de la comunicación acompañando cambios sociales y culturales. El concepto de info-comunicación plantea la articulación entre economía y comunicación; entre economía y cultura” (Becerra, 2003, p. 19)

Las sociedades modernas han modificado su forma de relacionarse debido a la influencia del avance científico-tecnológico. Cada vez sabemos menos de ciencia y tecnología, pero consumimos más. Ahora sabemos que la generación de jóvenes cibernautas es llamada “net” por su interconectividad en el Internet. La generación que se sentaba a mirar solamente la televisión, ya no predomina entre las nuevas generaciones. Cada vez se es más consciente de la mundialización gracias a la capacidad de comunicación planetaria que reduce las distancias y acerca a los internautas. Existe una tendencia a que los usuarios mediante un artefacto tengan al alcance de la mano una serie impresionante de servicios, dinero, entretenimiento. Castells (2001) asume que la tecnología tiende a integrares más que a disgregarse. Las tecnologías telemáticas serán los sistemas integrados para el futuro inmediato.

Hablar de las nuevas tecnologías, en la actualidad resulta un tanto riesgoso, ya que para nuestro siglo XXI el término nuevo, se encuentra desgastado y poco preciso. Para finales del siglo pasado, las tecnologías eran realmente nuevas, en la actualidad ya no lo son, y por tanto se renuncia a ponerle ese adjetivo a las tecnologías de la información y de la comunicación. Se prefiere entonces llamarlas por su nombre y se hará mención al Internet, a la telefonía o a la nanotecnología sin más calificativos. Estas tecnologías, tema de estudio de un número importante de universidades pretenden debatir o de resolver una controversia de fondo que involucra a los creadores y productores del desarrollo tecnológico. Por un lado se localizan los defensores del determinismo tecnológico y por el otro los del constructivismo social. Estas corrientes ya fueron analizadas en el apartado anterior, pero ahora serán insertadas en otro contexto, el marco histórico de la tecnología, llamada como tal a partir de la incorporación de conocimientos científicos para el desarrollo de la tecnología que nos ocupa. Las TIC, creadoras de un ciberespacio y de un ámbito digital que incluye la virtualidad como una nueva realidad ha creado controversia, en el cual la sociedad y la cultura son partícipes. La controversia se sintetiza en que los deterministas tecnológicos afirman que las revoluciones tanto tecnológicas como info-comunicativas fueron propiciadas básicamente por la industria, financiadas por la iniciativa privada y los diversos gobiernos; en principio, y por extensión se produjo una transformación social. No al contrario.

Este punto de partida es de suma importancia ya que desde una perspectiva económica, las empresas apoyaron los cambios info-comunicacionales y tecnológicos porque veían a futuro una gran oportunidad de hacer negocio, no necesariamente de otorgar a la comunidad beneficio social (Moreno, 2001, pp. 3-5). Esta postura, proclama que los avances tecnológicos no se encuentran controlados y dosificados por la sociedad, sino que obedecen más bien a razones económicas que satisfacen los deseos de las empresas y de los gobiernos en función de los beneficios y de las ganancias que se pueden obtener en el momento en que se implanten como herramientas productivas.

Queda entonces en un dilema, lo publicado por la Comisión Europea (1994) y el Informe Bangemann (1996) como manipuladores de una realidad, al indicar que las tecnologías de la información y la comunicación son el resultado de un intenso proceso por mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Siguiendo por esta misma línea, entonces la creación del término Sociedad de la Información, que posteriormente será abordado, es solamente un paliativo para que la sociedad en general no manifieste su descontento ante una nueva forma de organizar la producción, de la cual, la propia sociedad no fue consensuada y menos consultada. Hasta el momento sólo se ha analizado una cara del debate, falta ingresar al otro lado de la discusión para saber cuáles son sus argumentos.

La corriente encontrada, está de acuerdo en considerar que los cambios tecnológicos obedecen a razones sociales en primera instancia, y que su implantación y éxito depende en gran medida de los usuarios de las mismas y no al determinismo tecnológico que afirma que el desarrollo de las tecnologías es autónomo e independiente de las necesidades de la sociedad. Añaden, que la tecnología no es ajena al entorno de aplicación, se modifica y adapta a los usuarios, dependiendo de sus necesidades y varía de una cultura a otra. La tecnología como tal no es transferible, es adaptable (Echeverría, 1998, pp. 7-11). Uno de los casos más representativos de esta corriente constructivista es el desarrollo del Internet. El mismo Manuel Castells (2001) en su libro “La Galaxia Internet” hace un recuento detallado de cómo un grupo de científicos universitarios, junto con el patrocinio militar y la cultura liberal del individualismo como valor supremo, fueron las fuerzas que moldearon a la red que hoy conocemos como Internet.

Uno de los argumentos fuertes del mismo autor es considerar que el Internet fue diseñado como medio de comunicación libre y democrático, susceptible de sufrir modificaciones por el uso social, pero advierte que el Internet es ante todo una creación cultural (Castells, 2001,p. 48). De esta manera, queda planteado la gran disyuntiva que despierta el estudio de las tecnologías de información y comunicación como medio tecnologizado que no sólo ha modificado el propio desarrollo tecnológico, libre e independiente, sino que el contexto social, cultural, político y económico han sido factores determinantes para la adaptación y difusión de las tecnologías y su mutua influencia claramente identificada, aunque la intensidad de una y otra no se pueda determinar de forma genérica y los casos que cada autor señala tratan de agregar conocimiento en su respectiva visión.

Las tecnologías (TIC), se pueden interpretar de múltiples maneras, en cierto modo son los nuevos productos que permiten la economía de libre mercado, son los detonadores de interrelaciones más dinámicas y democráticas para las sociedades que se encuentran en la modernidad. En este sentido, las sociedades modernas han modificado su forma de relacionarse debido a la influencia que la ciencia y la tecnología, la economía, la política y la cultura, articulan la comunicación actual a partir de los cambios tecnológicos. Los cambios son diversos y variados, por ejemplo el flujo de información es uno de estos grandes cambios, la digitalización de la información como tal ha permitido su difusión, ha aumentado la velocidad de transportación, ha acelerado su inmediatez y también su manipulación. El resultado de dicho proceso se puede entender a partir de lo que representa la información y su análisis ayudará a entender este gran salto que los datos han dado a través de su nueva concepción.

La información es, en cierto modo, un producto inmaterial “espiritual” (Quintanilla, 1991, p. 23) en el sentido que la información puede darse en soportes de materiales diversos. De hecho las tecnologías de la información, se han dedicado a proporcionar los diferentes soportes por los cuales pueda transitar la información, además de almacenarse y reproducirse. Pero la inmaterialidad de la información va más allá. La información puede referirse a la realidad pero no participa de ella. Su anclaje se encuentra en los referentes a los cuales alude, pero por sí misma no modifica lo natural, produce ideas que pueden modificar la percepción de la realidad. Es un proceso simbólico en el que el hombre le otorga relevancia a partir de su interpretación. Este concepto servirá como primer acercamiento cuando se trate el carácter simbólico de las tecnologías como por ejemplo el Internet.

Las tecnologías de la información hacen algo más, (primer nivel) no sólo se limitan a almacenar, transmitir y reproducir datos, (segundo nivel) permiten procesar la información, de tal manera que el usuario al manipularla se involucra en la transformación de nuevos tipos de información, que en términos sencillos quiere decir, generar nueva información; ( tercer nivel) el usuario se vuelve el generador de nueva información, creador de nuevos procesos propios o ajenos, que permiten a la información tomar otros rumbos diferentes (Burbules y Callister, 2001, pp. 17-19). También la generación de nueva información puede caracterizarse por ser creada por el hombre o por la propia tecnología. En otros términos se está tratando de decir que existen rastros de inteligencia humana tras productos y rastros en que los productos informativos no son humanos. Por ejemplo programas creados por propios programas, diseñados para desempeñar cierta función.

Manuel Castells (2001, pp. 45-48) indica que la característica central de la tecnología actual no es la acumulación del conocimiento y la información, sino la aplicación en su uso y generación de nuevo conocimiento al mismo tiempo que la creación de los dispositivos necesarios para su procesamiento y comunicación, enlazados en un circuito de retroalimentación acumulativa que se da entre la innovación y los usos precisos de esa innovación. En este sentido se realza el proceso comunicativo como factor determinante para que las tecnologías se vuelvan dinámicas y flexibles. Solamente mediante la constante interacción de los usuarios, las tecnologías pueden modificarse y adaptarse a un entorno social y cultural determinado.

Pero lo que empieza a ser más claro, es que no se debería valorar de manera separada las tecnologías a partir de sus fuentes informativas y comunicativas, y de manera alejada los procesos significativos-interpretativos que la misma información conlleva. Debe ser en conjunto, en su interdependencia como tal, sería un error afirmar que la interpretación del medio digitalizado se fragmenta por el hecho de encontrar que existe la forma de trasmitir datos y por el otro la interpretación de esos mismos datos. En otras palabras, se trata de evitar la propuesta interpretativa no integral al encontrar que por un lado estarían los medios por los cuales la información fluye y por otro independiente la interpretación de los contenidos.

Para una adecuada explicación, se requiere analizar en conjunto tanto las tecnologías (formas) que contienen los contenidos simbólicos a interpretarse (fondo), como el contexto general que reviste el proceso info-comunicacional, ya que la propia tecnología incluye contenido y medio a la vez; y por su lado la información y comunicación adquieren sentido distinto en el momento que la tecnología sirve como herramienta de transmisión y deja de ser un simple vehículo, el medio por el cual fluyen los contenidos adquiere sentido precisamente por el aspecto tecnológico que les da presencia.

Castells (1995) mediante un ejemplo trata de ser más claro y menciona que las tecnologías de telecomunicación en las dos últimas décadas, han atravesado por tres etapas diferentes. La primera corresponde a la automatización de tareas, la segunda a la experimentación de usos y la tercera a la reconfiguración de las aplicaciones. En las dos primeras, el progreso está en función del aprendizaje de su uso , pero en la tercera etapa, los usuarios aprendieron la tecnología haciendo y terminaron reconfigurando las redes y encontrando nuevas aplicaciones. Por tanto, la tecnología amplía su poder al momento de ser apropiada y redefinida por los usuarios. Las tecnologías de información y comunicación no son simples herramientas para ser aplicadas, sino que son parte importante de un proceso para ser desarrollado. En este sentido, los usuarios como hacedores tecnológicos pueden llegar a ser la misma cosa (Castells, 2001, pp. 48-49)

En el presente trabajo se espera encontrar que las culturas juveniles transitan de manera simultánea entre estas tres etapas y de manera más clara se espera hallar datos que permitan afirmar que existe aprendizaje de uso a partir de la constante exposición al medio tecnológico.

También es importante aclarar que las tecnologías de la información y comunicación han servido para establecer una franca mejoría en nuestra capacidad de gestionar datos. La gestión clásica de documentos se ha visto beneficiada a partir del tratamiento que la tecnología ha proporcionado a los datos y no sólo se hace referencia a la dimensión instrumental sino especialmente al desarrollo de otras disciplinas como las ciencias de la documentación. Este asunto es relevante ya que todas estas nuevas perspectivas se basan en el anclaje de la diferenciación entre “dato”, “información” y “conocimiento” que serán analizadas a continuación desde su contexto conceptual.

Los datos se identifican como acaecimientos físicos pequeñas parcelas o trozos de la realidad, susceptibles de transportar cierta información (Pérez-Montoro, 2003, pp. 3-6). El dato posee una naturaleza material y se considera como el soporte físico que transporta la información. El soporte como tal, puede ser muy variado y como ejemplos estarían las impresiones físicas o las electrónicas. De esta manera queda claro que los datos son sencillos de capturar, estructurar, cuantificar y transferir, a este tipo de proceso se le determina gestión de tipo sintáctica, es decir, los datos son conjuntos de caracteres que pueden registrarse y manipularse hasta cierto punto de manera fácil y rápida.

Las observaciones pertinentes sobre los datos indican que por un lado el soporte físico permite la fácil transmisión de información, pero el propio soporte no garantiza por sí solo la interpretación de la información, es más, existen los casos en que la misma información puede ser interpretada de diversas maneras dependiendo del contexto en el que se encuentren insertos y el medio por el cual se dé a conocer. La acumulación indiscriminada de datos no conlleva necesariamente a una mejor comprensión de la información, ni tampoco por sí sola adquiere el calificativo de valiosa por el simple hecho de poseerla. Esto permite mirar con detenimiento la gestión semántica, la cual se refiere al contenido informativo asociado a los conjuntos físicos de caracteres denominados datos. Por su lado, el término información se identifica como el contenido semántico de los datos, es decir, la información no conserva una naturaleza física o material, sino que su naturaleza es conceptual (Pérez-Montoro, 2003, pp. 10-11), lo que permite que un dato transporte cierta información es la referencia de un código o clave de codificación que asocia cierto contenido informativo con los caracteres físicos. Por tanto, la información no depende de los receptores o agentes que reciben la información sino de las claves de codificación que el propio código asigna a cada porción física.

Para el presente estudio es muy importante hacer la distinción entre transportar información y adquirir información, ya que el término transportar información se refiere a la propiedad que poseen los datos y su capacidad de contener claves de codificación, mientras que adquirir información es una propiedad que ostentan los individuos, o agentes que son capaces de asimilar la información que contienen los datos a partir de un conocimiento previo que les permite acceder al código correspondiente e interpretar ese dato que se recibe . La diferencia también se puede considerar a partir de la técnica ingenieril instrumentalista y la técnica humanista de desarrollo social. La primera busca la funcionalidad, la segunda el compartir significados.

Por otra parte, el concepto conocimiento se identifica con un tipo especial de estados mentales (o neuronales) que tiene un individuo y que son construidos a partir de la asimilación de información y que determinan las acciones del propio individuo o su actuar cotidiano. Son parámetros que construye cada individuo a partir de la cantidad de conocimiento que almacene. El conocimiento es la asimilación o interpretación de la información y también es el contexto acumulado que permite al individuo tomar decisiones y ejecutar acciones. El proceso de adquisición de conocimiento es el factor crítico que proporciona la asimilación de la nueva información y la creación de nuevo conocimiento. En este sentido, el sujeto está constituido en parte por el conocimiento asimilado, almacenado y en otra parte por la constante entrada de nueva información asimilada que ayuda a reestructurar el conocimiento previamente relacionado.

A manera de síntesis, se puede indicar que los datos se encuentran en el ámbito de la naturaleza material, son trozos de la realidad, la información se situaría en el ámbito conceptual, ya que físicamente no están en la naturaleza, se refieren a ella, pero no participa de ella. Mientras que el conocimiento pertenece al ámbito mental, al estado cerebral y neuronal que permite al individuo valorar, enjuiciar, todo lo que se encuentra en la posibilidad de ser conocido y razonado.

Desde otra perspectiva, Nicholas Burbles y Thomas Callister (2001, p. 17) proponen que el término información es polisémico ya que invita a varias lecturas e interpretaciones, por un lado el vocablo información sugiere presuponer que algo existe o se da por sentado, como si la información fuera un hecho, un dato, un elemento primario, no cuestionable porque hace referencia a la realidad, a los sucesos y acontecimientos. Es como referirse a aspectos donde el ser humano no emite juicios ni valoraciones, son datos crudos, empíricos, comprobables . Por el otro lado se encuentran los investigadores que apelan a la información en general e indican que hay que precisar claramente que no todos los “datos” son reflejo de la realidad natural y afirman que en la mayoría de los casos los datos no son primarios, sino por el contrario son datos “cocinados”, filtrados, interpretados, creados a partir de ciertas premisas falsas o verdaderas, son datos sesgados, segmentados que deben ser contextualizados y criticados a partir de parámetros definidos, y de todos modos a final de cuentas son creaciones lingüísticas encaminadas a ciertos intereses particulares.

La explicación anterior tiene sentido al momento de expresar el porqué nos referimos a las tecnologías de la información y la comunicación como interdependientes y complementarias. Sería muy superficial referirse a los modelos comunicativos como simple transferencia de información. El paso de datos crudos de un lugar a otro podría ser entendido posiblemente entre máquinas, pero no entre seres humanos que imprimen mucho más que la simple transferencia al momento de entablar un intercambio de mensajes. Se considera multifacético al proceso en el que el hombre trata de intercambiar o de comunicar aspectos tanto concretos como abstractos, indudablemente que el ser humano dentro de su lenguaje maneja una gran cantidad de palabras y de información que se refieren a conceptos simbólicos que no tienen referente directo con la realidad y la naturaleza, pero para los miembros de una comunidad si lo tienen y son en algunas ocasiones altamente valorados y respetados. Tal es el caso de las costumbres, creencia, mitos y ritos que manifiesta la humanidad como rasgo distintivo de su cultura y de su identidad. Por el momento este aspecto no va a ser analizado, pero en el apartado de cultura se volverá a abordar. Sólo queda mencionado, ya que es parte fundamental para relacionar a las tecnologías con los aspectos culturales que permiten a cierta sociedad manifestar su identidad o su imaginario colectivo como elemento distintivo y característico.

Al momento de incluir el aspecto tecnológico al proceso informativo, también se percibe que no sólo constituyen un conjunto de herramientas que faciliten el traslado de datos, sino que se crea un entorno, un espacio diferente al natural que por el momento lo llamaremos “ciberespacio” en el cual fluyen las interacciones humanas. Este entorno constituido por la tecnología proporciona el soporte sobre el cual va a fluir la información cargada de algo más que datos, que el individuo manipulará en función de sus intereses. Para Echeverría (2003, p. 8) el soporte por el cual viaja la información lo denomina tercer entorno (E3), el cual rompe las estructuras anteriores de realidad para establecerse en la virtualidad, ya que no se estaciona en un espacio y tiempo definido sino en algo así como la irrealidad de la naturaleza pero conceptualmente representada en una gran ciudad planetaria llamada “Telépolis”

Desde el campo de la semiología, también tiene relevancia el ciberespacio, ya que la antigua relación entre signo, significado y referente, eran la trilogía que explicaba cómo una palabra podía ser interpretada mediante un código conocido por dos entes capaces de intercambiar ideas. Con las tecnologías de la información y la comunicación, a la relación anterior se le agrega un significado nuevo provocado por el propio medio tecnológico, en palabras de Isidoro Reguera (2004) el significado nuevo se debe a la exposición del signo en el “hiper-espacio-tiempo de lo virtual” que traducido al contexto manejado hasta el momento sería el tercer entorno. Pero lo que no queda claro es en qué se modifica el signo y que nuevo significado se le agrega a partir de las tecnologías. Ese asunto sigue estando guardado dentro de la caja negra de la Semiología. Se está seguro de que el entorno modifica la interpretación, al grado que la multitud tecnologizada, ha cambiado sus hábitos de manera perceptible por el uso y consumo de la propia tecnología, pero también la tecnología ha sido modificada por la constante manipulación de los usuarios y sus reinterpretaciones tanto de los significados como de los medios y las herramientas. Al respecto se observa que falta investigación empírica que pueda ayudar a reinterpretar el proceso semiológico a partir de las tecnologías de la información y la comunicación.

De esta manera el proceso comunicativo manejaría tres niveles significativos, el primero se formaría a partir de la relación entre el signo y su significado interpretativo, el segundo nivel estaría representado por el medio por el cual ese significado se traduce en un mensaje determinado, segmentado de tal manera que permite ser transmitido y el tercer nivel estaría representado por el significado que adquieren los dos niveles anteriores por el contexto tecnológico que la propia tecnología le imprime con los protocolos que lo envuelven. Es en este momento donde el tercer entorno o entorno virtual adquiere su relevancia y su utilidad como nueva plataforma de comunicación e información y como elemento singular de interpretación que colabora a que los mensajes sean revestidos de significados mediáticos.

Hablar del E3 es referirse a un concepto mediador entre sujetos usuarios y el desarrollo de la tecnología, especialmente las tecnologías de la información y la comunicación, ya que por una parte, este nuevo entorno abre la posibilidad de una mejor forma de relacionarse, presenta una estructura técnica de acceso bien delimitada con capacidades altamente productivas, interactivas, pero no agotadas y hasta cierto punto desconocidas, con una perspectiva de desarrollo inusitada. Por otra parte se encuentra el lado humanístico, lo trascendente es la potencialidad para amplificar la efectividad de los procesos humanos, la capacidad de interacción global y planetaria entre los sujetos usuarios que utilizando las tecnologías dentro de este nuevo entrono artificial despliegan un nuevo proceso innovador altamente eficiente y efectivo para el hombre.

El Tercer Entorno desde el espacio potencial social y cultural, expuesto hasta este momento, permite la transmisión e interpretación de deseos, valores, sentimientos y necesidades que el hombre dentro de su mundo altamente simbólico puede extender, y de esta manera hacer posible el proceso de humanización que las relaciones sociales en su conjunto promueven y apoyan. Esta nueva perspectiva cultural, modifica de manera sustancial las relaciones entre entes, transforma la cotidianidad del ser humano y mediante el nuevo entorno artificial de interacción constante, permite abrir la puerta a otra forma de observar el espacio social. No sólo es válida la referencia tecnológica de sus relaciones con la economía, la productividad, la información como parte de trozos de la realidad. Ahora se hace referencia a la construcción y transmisión del sentir, la gran capacidad que el hombre despliega para seguir en contacto con sus semejantes y poder acercarse unos a otros de la mejor forma posible. La transmisión de mensajes, la posibilidad que cualquier usuario es un actor válido en el intercambio de ideas, la posibilidad de concretar acuerdos entre personas. Ese proceso de creación de diálogos sin cortapisas es la propuesta democrática del medio tecnologizado —en este caso el Internet—.

En el presente trabajo se enfatiza la capacidad que tiene la tecnología para afectar las relaciones sociales y culturales de los hombres, ya que reconfigura el modo de percibir el entorno que nos rodea, pero también, y de manera reiterada, se insiste en la capacidad social y cultural que el sujeto desarrolla al utilizar los medios tecnológicos que ha creado para beneficiar su relación con los pares que consumen las TIC, este sería el beneficio social palpable de la tecnología hacia la sociedad.

Siguiendo la misma idea, Echeverría (2000, pp. 38-39) propone dos términos sugestivos para explicar la dualidad tecnológica. La primera la denomina la “gestión tecnológica” y se refiere a un sistema organizacional que involucra tanto a los artefactos (en especial máquinas, hardware), procesos (todos los protocolos que las tecnologías requieren para su correcto trabajo y compatibilidad, software) y conocimiento, que se refiere al aprendizaje de las habilidades requeridas para alcanzar el manejo competente de la tecnología por parte del usuario. La segunda la nombra “gestión social” y se refiere a la utilidad de la tecnología como herramienta para uso social y cultural. Echeverría hace énfasis en que las tecnologías desde su fundamento instrumentalista, no generan por sí mismas espacios sociales, más bien posibilitan espacios comunicativos que la propia sociedad en función de su cultura hacen que las estructuras tecnológicas funcionen como propiedades humanas, con contenidos valiosos para las personas no para los artefactos tecnológicos. De esta manera queda claro que el Tercer Entorno reúne la dualidad tecnológica y humana en un solo espacio virtual donde la interdependencia es característica para su definición y funcionamiento. Este gigantesco espacio virtual queda sustentado por dos campos de súper estructuras: el campo de las “infraestructuras” (gestión tecnológica) y el campo de las “infoestructuras” (gestión social).

Burbules y Callister (2001, pp. 18-19) indican que las tecnologías de la información y la comunicación no sólo constituyen un conjunto de herramientas útiles para el usuario, sino que crean un espacio, un entorno, un ciberespacio, en el cual se propician las interacciones humanas, en especial interacciones que combinan y entrecruzan actividades de indagación, comunicación, construcción, redefinición y expresión. De esta forma se construye “La Red” llamada así por generar un espacio público, en contexto global que facilita la relacionalidad entre personas e instrumentos, en donde las herramientas modifican o delimitan al propio usuario, así como el sujeto define los usos y adaptaciones que en la manipulación de la tecnología se van creando de manera funcional y simbólica. A partir de la explicación anterior, queda por investigar la bivalencia entre las dos visiones propuestas en el E3. Por un lado quedarían los defensores de la corriente que propone la “humanización de la tecnología” como proceso necesario e inaplazable para que el hombre tome las riendas del desarrollo tecnológico y la visión de la “tecnificación de la humanidad” como el impacto que la tecnología ha producido en las nuevas generaciones sociales, especialmente los jóvenes tecnologizados que dedican parte de su tiempo a navegar en la virtualidad y el ciberespacio como algo natural a su época.

En el siguiente apartado vamos a referirnos a la Sociedad de la Información como un buen intento por defender la humanización de la tecnología a partir de una propuesta consciente de los peligros que la sociedad puede enfrentar si la tecnificación de la humanidad sumado al determinismo tecnológico interviene en todos los ámbitos sociales y culturales. Por lo pronto, el Internet como tecnología, es uno de los casos importantes que sirve de marco de referencia para avanzar en la explicación de las mutuas influencias que las herramientas tecnológicas soportan en el ámbito social y cultural y la relación mediatizada que ocupa al hombre en su proceso de utilizar a la técnica y la tecnología como extensiones de su cuerpo y su entrono.

El caso de Internet se concibe como una gran red interconectada que posibilita desde otro entorno el intercambio de mensajes. Algunos autores lo denominan medio de interacción multidireccional y en general tienen razón, pero con la salvedad de que no es natural, y no suple a la interacción real, es virtual y con la opción de ser asincrónico. Es en otras palabras, diferente a la conocida relación exclusivamente humana cara a cara, pero con la cualidad de constituir otro espacio social de interacción con características similares al de la realidad que conocemos. A partir de este momento existe una diferencia importante entre el Internet como la red de interconexión y el ciberespacio o E3 como el espacio virtual creado a partir de la tecnología, pero que no es técnico.

Cuando se menciona Internet y no se alude al entorno virtual, en general se sobreentiende que no es posible hablar exclusivamente del artefacto o herramienta en sentido meramente instrumentalista para establecer una nueva relación entre tecnología y sociedad, se requiere reflexionar entonces, sobre el nuevo entorno que provoca la tecnología, con todo lo que se ha expuesto en estas páginas, queda establecido que es importante conocer las expectativa de uso y consumo de las herramientas tecnológicas por los interesados, pero también implica pensar en el contexto que la acompañan, los nuevos campos que se abren a su alrededor, la forma en que la gente piensa y habla de ella, así como las posibles consecuencias que puede acarrear. Por tanto la tecnología no es sólo un artefacto aislado, se convierte en un conjunto de pautas establecidas que deben ser estudiadas dentro de los diversos entornos que la conforman.

Finkielkraut (1998) representante de la corriente crítica moderna indica que el Internet ha modificado nuestra forma de observar el mundo y de pensar en él. El Internet no como herramienta sino como concepto ha sometido la antigua concepción de espacio y tiempo; al igual que los viejos significados de territorio, frontera y distancia de ideas tan subjetivas como la virtualidad. El mismo autor reconoce que el Internet se ha impuesto como un referente del imaginario colectivo, en el sentido que el mismo hombre se inventa y se reinventa a sí mismo en la virtualidad, descubriendo en este proceso nuevos aspectos de su identidad. El hombre ha podido superar su materialidad, su cuerpo y su entorno natural, al crear un nuevo mundo en el que desarrolla su capacidad de simbolismo hasta este momento ilimitado.

En un principio este nuevo mundo fue recreado a semejanza del natural, pero con el desarrollo de las tecnologías, el mundo virtual es otro mundo, es un espacio paralelo en donde el sujeto manipula a su gusto los contextos en los cuales se involucra. La gran ventaja del nuevo espacio es que sus posibilidades son ilimitadas y se encuentra al alcance de la mano, a través de un teclado o de un puntero. La sensación material tan atractiva hasta mediados del siglo XX, ha sido remplazada por el mundo inmaterial, donde la base simbólica no tiene un contexto físico de referencia. Su referente es también virtual y simbólico. En términos de representatividad, la tecnología ha permitido crear un espacio irreal, con mejoras sustanciales a las del antiguo espacio real. El entorno natural ha sido sustituido por un entrono virtual, más manipulable, más atractivo, más interactivo en donde los jóvenes encuentran expresión y entretenimiento al gusto.

Pero no se puede afirmar categóricamente que el entorno virtual sea irreal, más bien se afirma que la virtualidad es una realidad intangible, más allá de lo físico. Que la percepción de la realidad se ha vuelto difícil de conceptualizar, ya que la virtualidad es otra realidad. Castells (2001, p. 452) indica que el entorno virtual es un espacio de flujos que viene a sustituir al espacio de lugares. Carl Mitcham (2004, pp. 159-170) indica que las tecnologías de información y comunicación son algo más que simples herramientas y acepta que alrededor de ellas se encuentra el entorno de la cibercivilización y de la cibercultura. Para el propio autor, la cibercivilización corresponde al plano intelectual y la cibercultura al ámbito corporal.

La cibercivilización es la respuesta a la pregunta de cómo el hombre moderno concibe e interpreta su medio ambiente. En la civilización, la mente es más importante que la estructura física, la palabra civilización se encuentra cercana al concepto de ciudadano donde las ideas y el modo de transmitirlas es lo fundamental. Mientras que la cibercultura se refiere a cómo el hombre percibe la realidad, es decir, sería el cuerpo y sus sentidos, los sensores receptores de ese entorno que permite al sujeto estar en contacto con su mundo, con su realidad. En otras palabras son los medios por los cuales el hombre contacta su entorno. Tanto la cibercivilización como la cibercultura son dos grandes campos comprendidos en el ciberespacio que definen el E3 como contexto en el cual se encuentra “la Red” informática interconectada, y por tanto son dos factores trascendentales que el usuario tecnológico conceptualiza, utiliza, modifica y simboliza al momento de entrar al mundo virtual que el Internet proporciona mediante una computadora con conexión a la superautopista de la información.

Como referencia de estos nuevos conceptos, Hayes (1991) y Haraway (1991) denominaron el hombre cyborg a lo que tanto la tecnología como el entorno representan para el sujeto. El hombre tecnológico es un ente con percepciones amplificadas a través de sus prótesis tecnológicas, las prótesis ayudan a percibir el mundo de una manera diferente. Las percepciones amplificadas ayudan al hombre cyborg a diferenciar lo real versus lo espacio, tiempo, virtual. Tanto el sujeto de percepción como el objeto percibido, son la referencia semántica, ambos son autorreferenciales, ambos son necesarios para explicar la virtualidad en la que la tecnología y el hombre tecnológico actúan en este nuevo ambiente. Ya no es más un hombre utilizando cierta tecnología es el hombre tecnologizado el que con una nueva investidura participa en un mundo dominado por la tecnología y habitado por una nueva generación híbrida de entes cyborg.

Con la cibercultura ha nacido una nueva forma de vida social, porque los contactos entre los sujetos y sus vínculos tecnológicos son diferentes. No es un simple capricho el utilizar un nuevo nombre para caracterizar un escenario novedoso, es todo un complejo, nuevo entorno donde se reconocen nuevas realidades que nos impulsan a pensar y conceptualizar a la realidad como virtual, ya que la virtualidad se empieza a transformar en la nueva realidad. La Red, que representa esta nueva virtualidad, no tiene un lugar o espacio específico, se habla de ella como si fuera etéreo, algo simbólico o conceptual que solamente vive en la mente del hombre, pero en la actualidad se da por hecho que existe esta red donde los hombres y las máquinas comparten espacios comunes, interactúan unos con otros, sí, es verdad, hombres y máquinas constituyen una nueva configuración mixta que se mueve entre la red y mueve a su vez a la red.

El mejor exponente actual de este espacio es el Internet, el cual no es presencial sino representacional, no es proximal, sino distal, no sólo es sincrónico, sino asincrónico; no depende de recintos espaciales con interior, frontera y exterior, depende de redes electrónicas con nodos de interacción repartidos en todo el mundo. Por tanto no es sólo una nueva tecnología, es un nuevo espacio de interacción, de expresión que requiere un mayor grado de competencia para actuar eficientemente en él. No sólo se está afirmando que la tecnología es el medio por el cual el hombre se comunica con otro hombre, se está diciendo que el hombre asume su papel tecnológico, integra su parte humana-tecnología, y así, se relaciona en el nuevo mundo virtual.

De esta manera la vida en la red no aumenta por el acumulamiento de información, o por la manipulación de pequeños trozos (datos) de realidad, la red gana espacios por las relaciones que establece entre los usuarios, entre aquellos que interpretan la información y la regresan procesada o modificada para alguien más, interesado en interactuar. Esto tampoco quiere decir que la red no haya aumentado su volumen de información, al contrario, existe una relación directa entre la cantidad de información con el número de usuarios. Pero la convivencia en la virtualidad ha generado espacio importantísimos para los sujetos interconectados. Esta forma de generar cibercultura, y de acumular más cibercivilización, tiene repercusiones importantes que hasta el momento no se está seguro poder explicar y delimitar, pero lo cierto es que se empieza a notar diferencia entre grupos de actores que manejan este nuevo vínculo tecnológico contra quién no lo ha utilizado todavía. Es más, se usa el término “brecha digital” para indicar tal diferencia entre usuarios y no usuarios.

Una buena prueba de ello son las nuevas generaciones de jóvenes que descubren su perspectiva tecnológica y se sumergen en el ciberespacio, convirtiéndose en actores, “actantes” de alta participación virtual y que destinan parte importante de su tiempo a navegar en la ciudad ciberespacial que conforma la red.

Este último aspecto de los actores en red, adquiere relevancia para las tecnologías de la comunicación ya que Castells (2001, pp. 51-67) abre la perspectiva funcional de manera clara, al afirmar que la red trabaja eficazmente cuando se le concibe como “vía doble” o de interacción. Esta bidireccionalidad depende de los usuarios y no del medio en sí. En otras palabras, el acceder a la red con la intención de comunicarse con otro actor, no puede quedar en buenas intenciones, debe como usuario ocuparse del otro y de esperar su participación. No es el caso de simplemente proporcionar una dirección en Web para que el otro acepte de manera pasiva la información que ahí se encuentra, se debe de abrir los espacios de manera horizontal, es decir, de igual a igual, para que el otro tenga voz y participe en la comunicación.

La propuesta comunicativa es que el otro actante tenga la posibilidad de interactuar, modificar, redefinir, la información existente y a partir de su entorno devuelva su sentir, su opinión, su interpretación parcial de su realidad. Este asunto parece no muy claro en las votaciones por Internet, donde todo se reduce a un simple sí o no. Esto no es interacción, esto no es ceder la palabra al otro, esto no es bidireccionalidad. La propuesta de diálogo se da entre actantes activos, no meros espectadores entre pares. Desde esta perspectiva el problema no radica en el Internet o en la red, el problema es del usuario y su pobre corresponsabilidad con el otro. La intensidad del uso del Internet, no está en relación al tiempo de acceso sino en la interactividad entre usuarios y el intercambio de significados.

Este es uno de los parámetros que se espera demostrar en la presente investigación. La intensidad de uso del Internet como factor de “gratificación” por la interactividad entre usuarios. Es importante el tiempo de uso, pero más importante aún, es la satisfacción que proporciona la herramienta por su buen funcionamiento y por el intercambio de significados que permiten otorgar un valor al proceso comunicativo mediado por el artefacto tecnológico. Se espera que los jóvenes puedan reconocer este asunto como elemento distintivo de su constante exposición al medio tecnológico.

Entonces, el Internet es una infraestructura tecnológica que permite nuevas formas de relación social y cultural. Es una nueva forma de comunicación, pero para lograrlo, o para que suceda, hay que respetar las reglas básicas de la comunicación y de interacción entre sujetos civilizados. Estas nuevas relaciones sociales y culturales avaladas por el proceso comunicativo se encuentran ahora, —con lo dicho anteriormente—, sustentadas en una plataforma tecnológica que modifica a las interacciones por el simple hecho de haber modificado su contexto, sin embargo eso no significa desechar los preceptos comunicativos que han sostenido la otra manera de comunicación por ejemplo cara a cara. Por el contrario, se sigue manteniendo la estructura y los procesos anteriores y dependerá de los usuarios su enriquecimiento o empobrecimiento a partir de la buena utilización de la herramienta tecnológica. En algunos casos es un proceso complementario, que ocupa un espacio definido, por ejemplo los jóvenes que se vieron en la escuela y completan su comunicación vía Internet por la tarde o noche.

La comunicación y la información siguen siendo procesos torales para el ser humano y tal vez más que nunca se pueden potenciar gracias a la técnica, la tecnología, los simbolismos culturales, el conocimiento y todo aquello que mueve al hombre para mejorar sus relaciones con los demás. En la actualidad se tiene una mayor cantidad de opciones comunicaciones que hace dos décadas. Eso no quiere decir que las personas estén mejor comunicadas, lo que si se puede afirmar es que existe una gran variedad de instrumentos para estar mejor comunicados.

El interés de la presente tesis es encontrar nexos o conexiones directas entre aspectos tecnológicos y procesos humanos de interacción que en cierto sentido hagan la diferencia entre el hombre tecnologizado y el que no lo es. No existe en primera instancia una respuesta simplista a estas preguntas, ni tampoco resulta fácil establecer una causalidad entre ellas. Lo que sí se puede, es hacer ciertas observaciones o plantear líneas de investigación que ayuden a explicar, clarificar o entender desde una propuesta modesta aquellos espacios que se encuentran involucrados en este proceso. Pareciera que se está haciendo una recopilación de los fundamentos de las ciencias de la información y de la comunicación; y dejando a un lado el aspecto tecnológico, pero a estas alturas del análisis empieza a tener sentido el relacionar la terminología conceptual con la terminología pragmática. Ciencia y tecnología se encuentra tan estrechamente entrelazadas que comparten las dos, tanto los soportes físicos, como los conceptuales que integran a la tecnociencia con todo y sus procesos, productos y usuarios. Se está tratando de integrar o contextualizar a la tecnociencia como un concepto cultural en sentido amplio que involucra aspectos técnicos, conceptuales, de tipo sintáctico, semántico y pragmático.

Para ser más explícito, se retoman los conceptos de Quintanilla (1991, pp. 33-38) respecto a la técnica; los cuales ya se mencionaron en el apartado de las aproximaciones filosóficas de técnica y tecnología, pero se vuelve a traer al proceso de análisis. La técnica son entidades culturales, creadas por el hombre para manipular su entrono. Parafraseando al autor diría que la técnica, entre otras cosas, es un proceso de acciones concretas, voluntarias y aprendidas, ejecutadas con el fin de obtener un resultado determinado. Quintanilla, remarca que la técnica es un sistema de acciones humanas, intencionalmente orientadas en la transformación de objetos concretos para conseguir eficientemente un resultado valioso. Esos objetos concretos, intencionalmente orientados, se comparan con los trozos de realidad de los cuales habla la información como sustento. Pero por lo que se apuntaba arriba, esos datos no son necesariamente trozos de la realidad como tal, se encuentran maquillados, cocinados para demostrar una realidad diferente, matizada por un entorno tecnológico, al grado de transformar esa virtualidad en la realidad en la que vivimos.

Esta última afirmación permite aceptar que la realidad tecnológica es diferente de la antigua realidad, por llamarla de alguna manera. No es la misma y conceptualmente no corresponde a la anterior, no por la información que conlleva, no por esos trozos de realidad sino por el tratamiento que la misma tecnología le imprime y por el simbolismo que el usuario le otorga al momento de volverse partícipe de una nueva concepción de virtualidad o realidad tecnológica.

Javier Echeverría (1998, pp. 8-10) al explicar los tres entornos , muestra que en cada época de cambio y con cada entorno, la concepción del hombre también había cambiado. A partir del troquelado que el entorno proporciona al observador, el individuo mira de forma diferente a la naturaleza, su percepción de la realidad también se modifica. Uno de los aspectos que resalta el autor, es que se van sumando las experiencias y las concepciones al momento en que se sobreponen los entornos. Esto quiere decir, que el segundo entorno, toma al primero como plataforma de despegue. La estructura establecida sirve de basamento para construir sobre de ésta, una nueva concepción. De tal suerte que el tercer entorno utiliza a los dos anteriores como sustento y reconstruye la concepción del mundo a partir de las nuevas tecnologías.

Las tecnologías de la información y la comunicación, en sentido amplio, son “sistemas de acciones (colectivas, sociales, intencionales), que con diseño previo, y mediante instrumentos basados en conocimiento científico y producidos industrialmente, transforman entidades (objetos, personas, relaciones, espacio, tiempo, etc.) con el fin de lograr (eficientemente o no) resultados valiosos”. Echeverría (2001, p. 9). Para completar el panorama tecnológico se requiere argumentar la propuesta sociocultural, la cual se encuentra sustentada en todos los textos que aluden a la Sociedad de la Información. En primera instancia puede ser vista como la respuesta más congruente ante el movimiento creado por el determinismo tecnológico, pero esta discusión será tratada en el siguiente apartado. Las ideas surgidas a partir de la corriente constructivista tienen mucho que aportar a la explicación de la sociedad informada y comunicada que trata de controlar a la tecnología y a su gran influencia en todos los ámbitos humanos.


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