Tesis doctorales de Economía


USOS, CONSUMOS Y ATRIBUTOS QUE LOS JÓVENES GUANAJUATENSES OTORGAN A LAS TECNOLOGÍAS DE INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN

Jorge Alfredo Blanco Sánchez


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Aproximaciones filosóficas a la técnica y la tecnología

Se ha vuelto indiscutible que la tecnología en la actualidad es la generadora de grandes cambios sociales a los cuales el individuo se ha adaptado en términos generales de manera rápida, tal vez demasiado rápido. El desarrollo humano se encuentra íntimamente relacionado con los medios tecnológicos. Sin embargo, es importante matizar este planteamiento. Jaques Elull (1981) punto de referencia para explicar la autonomía del “fenómeno técnico”, indica que lo que está ocurriendo es que el ser humano ha cambiado su jerarquización entre lo natural y lo artificial. La tecnología se ha convertido en el medio por el cual el hombre reemplaza su medio natural por un ambiente técnico, especialmente a finales del siglo XX y principios del XXI. Esto quiere decir, que para el hombre su entorno toma otro significado y otra valoración drásticamente diferente, lo natural ya no parece tan atractivo como lo tecnológico, (tomando en cuenta a la virtualidad) especialmente para los jóvenes. La tecnología se ha convertido en la única forma moderna de producir artefactos útiles y valiosos para las exigencias de la sociedad, además de dominar e incorporar en sí mismo la mayoría de las actividades humanas. Este planteamiento de corte determinista es un claro ejemplo de lo que está ocurriendo especialmente en los países occidentalizados, donde la sobrevaloración de la tecnología se caracteriza por considerar que el desarrollo del ser humano se centra en la innovación tecnológica. El mismo autor menciona que el fenómeno social moderno más importante para la humanidad es el desarrollo tecnológico en todas sus manifestaciones. El capital económico ya no es la única fuerza dominante para los países, su lugar lo empieza a ocupar la tecnología o por lo menos a equipararlo.

Broncano (2000) reafirma la idea de que la tecnología ha desbancado al mundo físico y social del plano preponderante de la reflexión humana. El ser humano se está preocupando por lo artificial y virtual antes que lo real y lo sensible. El hombre es consciente que el horizonte que nos rodea, se encuentra impregnado de utensilios tecnológicos, incluso hasta de lo que no vemos como las ondas electromagnéticas por las cuales fluye la información. Igualmente enfatiza la creciente dependencia de otros aspectos de la vida humana que están fuertemente impregnados de ciencia y tecnología, como son: las prácticas lingüísticas, los procesos institucionales, los grandes sistemas de información y comunicación, la economía, la política y la cultura, entre otros varios.

Hacer referencia a la tecnología implica también, tomar en cuenta que su concepción no es aislada, ni ahistórica, la ciencia moderna establece una relación y dependencia mutua con la tecnología. Heidegger (1994) desde la Filosofía de la Tecnología, por ejemplo sugiere que en vez de describir la tecnología como comúnmente se asocia con ciencia aplicada, sería más preciso denominarla tecnología científica o tecnociencia. Es común encontrar escritos (Silverstone, 1996, Quintanilla, 1991, Broncano, 2000, Mitcham, 1989) donde se menciona que el desarrollo de las tecnologías actuales, depende enteramente del desarrollo del conocimiento científico y por su parte el conocimiento científico se encuentra profundamente condicionado por el desarrollo tecnológico. Ambos se encuentran determinados por factores históricos, conocimientos, situaciones particulares que han permitido generar desarrollo científico-técnico. Esta afirmación puede ser discutible tanto por científicos como por tecnólogos, pero demuestra en términos generales la importancia que para el mundo actual representa la ciencia y la tecnología.

Por otro lado, los términos de técnica y tecnología para determinados especialistas son sinónimos o equivalentes, sin embargo es importante precisar sus diferencias. De manera general se piensa que si existiera alguna diferencia entre técnica y tecnología debería ser utilizado el término de técnica para actividades artesanales y precientíficas, y el término tecnología para las técnicas industriales ligadas al conocimiento científico (Quintanilla, 1991, p. 33). Para Mitcham (1989) la técnica significa el conjunto de procedimientos puestos en práctica para obtener un resultado determinado, mientras que la tecnología presupone las técnicas como formas primordiales de la acción humana basadas en la ciencia moderna y la utilización de los artefactos. Asimismo, tanto la técnica como la tecnología incluyen dentro de su ámbito a los procesos o sistemas de acciones que sistematizados o no, permiten su utilización. En el caso de los procesos o sistemas de acciones se considera que la técnica no los tiene sistematizados y para la tecnología es indispensable que lo estén.

El concepto de técnica en sentido amplio también involucra actividades artísticas e incluso intelectuales, y no solamente la clásica idea de construcción y utilización de herramientas como extensiones del cuerpo humano, señalado por McLuhan (1964) en su libro “Los medios de comunicación: Extensiones del hombre” . Este argumento es importante porque involucra no sólo actividades y habilidades manuales, es decir, prácticas, sino también actividades productivas de carácter conceptual, lúdico, racionalista, intuitivo, como puede ser el lado creativo humano, no forzosamente pensado en la eficiencia y la utilidad.

Para alcanzar un acercamiento a la noción de técnica es necesario realizar una revisión histórica, ya que se encontraron una serie importante de ejemplos que demuestran que las técnicas se desarrollaron, en un principio, como un conjunto de acciones aisladas y ocasionales, pero al transcurso del tiempo, los documentos refieren casos (preindustriales) en que la técnica siguió un proceso más estructurado y planeado en el desarrollo de artefactos y herramientas técnicas. De esta manera la evolución histórica de la técnica también agrega valor al proceso de mejora técnica como concepto cercano al del progreso antes señalado.

Al momento en que el ser humano se da cuenta de la importancia que tiene el repetir de manera consistente tanto experiencias como artefactos, surge la necesidad de garantizar su reproducción, y por tanto, se requiere de alinear los pasos o acciones en un cierto orden con el afán de replicar la experiencia técnica. En este sentido queda claro que la técnica encuentra una utilidad específica al tratar de controlar sus acciones de determinada forma y con resultados predecibles, ejecutables por diversos representantes. El proceso técnico como conocimiento, se convierte en un aprendizaje específico transmisible, capaz de ser difundido, con la certeza de réplica en ámbitos diferentes y por ejecutantes diversos. Dadas estas características, la técnica como proceso cultural adquiere consistencia y validez, no sólo por su utilidad funcional, sino por ser un elemento de transmisión de creencias y conocimientos a las nuevas generaciones a través de los propios utensilios técnicos, asimismo el proceso técnico como tal se convierte en el modo idóneo para conservar rasgos distintivos culturales.

De esa manera se puede explicar la evolución pausada de la técnica en ciertas épocas y su gran avance en tiempos modernos donde alcanza el grado de tecnología. Vale la pena enfocar la diferenciación entre técnica y tecnología también desde la Filosofía de la Tecnología que aunque reciente como campo de estudio, proporciona mayor claridad y precisión. Dicha disciplina establece la distinción entre: a) la técnica propiamente dicha, b) lo que son sus realizaciones o acciones concretas y c) las formulaciones propias de la misma técnica. Estas tres entidades deben ser tomadas en cuenta al momento de establecer los alcances del concepto de técnica. La primera se refiere a las técnicas como entidades culturales de carácter abstracto (Quintanilla, 1991, p. 34). Pudiera resultar una aseveración sorprendente, pero totalmente sostenible, ya que no debe olvidarse que tanto la ciencia como la tecnología son parte importante de la cultura y se consideran herramientas muy útiles para el desarrollo del ser humano. El hombre inventa la técnica, con la intención de utilizarla, de tener un elemento que le ayude a entender y manipular su entorno.

La segunda se refiere a un conjunto de acciones concretas, en algunos casos intencionalmente orientadas, es decir, que existe una planificación previa y una propósito para ordenarlas de tal manera que facilite el proceso de aprendizaje. Y en otros casos, es un conjunto de acciones, voluntariamente orientadas pero no ordenas ni sistematizadas en función de objetivos precisos previamente establecidos (Quintanilla, 1991, p. 35). Estas acciones específicas requieren de aprendizaje, destreza, experiencia y continuidad. Todo un conjunto de habilidades propias de la ejecución misma, ajeno al conocimiento, el propio razonamiento que conlleva a la acción o la lucidez creativa que detona nuevas prácticas o nuevas formas de hacer las cosas en base a herramientas y máquinas. Es importante remarcar la necesidad de desarrollar destrezas en las acciones y ejecuciones, más que conocimientos referentes al porqué de la ejecución. La práctica constante adiestra al individuo que por tantas repeticiones no se pregunta ya por el porqué hacer tal o cual acción, se convierte en una actividad repetitiva, incuestionable, culturalmente valiosa y altamente reconocida dentro de la sociedad.

La tercera se caracteriza por buscar un procedimiento, un método que organice tanto acciones prácticas como operaciones conceptuales y que dentro de un contexto permitan explicar claramente los factores involucrados, como pueden ser, tipos de materiales, manipulación de los mismos, procesos, acciones, resultados esperados, herramientas propias, tiempos de ejecución, por mencionar los más relevantes. Este proceso de organización requiere de la conjunción de los dos anteriores, trata de conciliar el objetivo por el cual se determinan una serie de acciones como solución a cierto problema como la mejor manera de llevarlo a cabo, en forma eficiente, rápida, efectiva y que asegure los resultados anhelados. Este último concepto está mucho más cercano a la percepción de tecnología que se maneja a lo largo de este estudio, ya que involucra aspectos que son considerados conocimiento precientífico y científico. Asimismo, se acentúa la capacidad de raciocinio del tecnólogo para determinar fallas y dificultades por resolver.

Sobre este mismo tema, Ellul (1981) enfatiza la diferencia entre la acción técnica y el fenómeno técnico para delimitar el campo de lo pre-científico al denominado científico. Se entiende que las formulaciones técnicas se encuentran intencionalmente sistematizadas con el objetivo de transmitir y desarrollar métodos que permitan replicar sucesos técnicos, mientras que el fenómeno científico obedece a interpretaciones, explicaciones de la conveniencia de aplicar conocimientos técnicos en ámbitos diversos.

Mumford (Mitcham, 1989) por su parte, establece el concepto dicotómico de la técnica a través de la diferenciación entre biotécnicas o politécnicas y monotécnicas. Las biotécnicas o politécnicas son técnicas basadas en la acción, orientadas hacia la vida, a desarrollar las potencialidades humanas, de manera democrática, no centradas en el trabajo y en el poder. Por el contrario las monotécnicas se basan en la inteligencia científica y la producción cuantificable, su intención es la expansión económica, política y material, su objetivo es obtener el poder. Aunque Mumford en su trabajo formula una crítica condenatoria de la monotécnica, establece la distinción entre la técnica humanista y la técnica ingenieril como las dos grandes divisiones que comprenden al concepto genérico de técnica. Al comparar a las dos corrientes, la técnica ingenieril, se analiza a partir de la técnica en sí misma, desde su neutralidad como objeto, desde sus conceptos, procedimientos, estructuras y manifestaciones objetivas, mientras que la técnica de las humanidades o hermenéutica, analiza la técnica desde sus vínculos con el ser humano, con el conocimiento y con su intencionalidad no neutral. Estas dos corrientes consideran a la técnica ingenieril como el campo fértil para desarrollar las ideas que son propuestas y sustentadas por el determinismo tecnológico y la teoría instrumentalista, las cuales defiende la neutralidad de los artefactos. Para la postura ingenieril la técnica se valora a partir de su funcionalidad y rendimiento. Las máquinas y artefactos utilizados por la técnica son independientes del comportamiento humano y de su valoración. Mientras que la corriente humanista encuentra su campo de argumentación en el constructivismo social, el cual establece como prioridad el beneficio humano y social, capaz de controlar y orientar el desarrollo tecnológico desde una perspectiva no comercial ni de poder, con una intencionalidad que el propio ser humano asigna a la técnica como tal, de igual manera la cultura impregnada de técnica se interpreta a partir de las creencias, ritos y costumbres que le dan sentido humanista a las prácticas técnicas. Este es el punto de partida de la discusión entre los campos ingenieril y humanista que constantemente se estará mencionando en este trabajo con respecto a la técnica y a la tecnología.

Ortega y Gasset (Mitchman, 1989) por su parte divide el desarrollo técnico en tres periodos, el primero lo denomina técnica al azar, su concepción es muy similar a la manifestada por Quintanilla en el sentido de la no sistematización y la falta de intencionalidad de réplica, la segunda la denomina la técnica del artesano, la cual se encuentra muy ligada a lo que se mencionó anteriormente como acciones técnicas y por último la técnica ingenieril, la cual se encuentra claramente ligada con el surgimiento de la ciencia moderna y la técnica científica, es decir, la tecnología en sentido literal. Como ya se mencionó, el concepto de técnica en forma genérica se refiere a los sistemas de acciones, al resultado de esas acciones, en ocasiones igualmente a los materiales que se utilizan o a sus productos terminados, incluso a los sistemas de reglas y operaciones o conocimientos teóricos y prácticos necesarios para desempeñar las acciones requeridas. Estos aspectos en bloque representan la propuesta de Quintanilla (1991, p. 34), quién define a la técnica como sistema de acciones humanas intencionalmente orientado a la transformación de objetos concretos para conseguir de forma eficiente un resultado valioso. Y aquí es importante resaltar los términos de eficiencia y de valor, porque las realizaciones técnicas, la sistematización o las propiedades de los objetos, han sido analizados a partir de concepciones ingenieriles, deterministas o instrumentalistas, mientras que las mismas propiedades en conjunto adquieren significado valorativo para la sociedad, el entorno histórico, natural, que asigna interpretaciones al fenómeno técnico para contextualizarlo en el ámbito cultural. En este sentido la técnica es una herramienta que el ser humano valora a partir de un contexto, de una situación determinada y que el mismo sujeto le transfiere ese valor a la posesión o utilización de esa técnica. La técnica como tal no es tan importante como su adecuación dentro de un contexto sociocultural. Lo valioso de la técnica es todo aquello que trae consigo al momento en que se inserta en un ambiente humanístico.

Por el contrario, también cabe la posibilidad que la técnica le transfiera cuantía al sujeto por el simple hecho de poseerla, consumirla, utilizarla y manipularla. Es decir, las acciones técnicas rebasan su proporción de funcionalidad y utilidad y se convierten en el fenómeno técnico que otorga valor a los usuarios por adscripción, por poder, por dominación. Este último aspecto es relevante para el presente trabajo ya que con frecuencia se hará alusión a que si la técnica y por consecuencia la tecnología le confiere un valor específico al ser humano, ya sea simbólico o de cualquier otra índole por el simple hecho de consumo, utilización; o posesión. Si el ser humano —entiéndase la sociedad— es la entidad que le confiere un cierto valor a la propia tecnología, la propia tecnología también se puede sobrevalorar porque se transforma en un objeto simbólico apreciable independientemente de su funcionalidad.

Ahondando en este análisis cabría la posibilidad de un doble entendido, tanto en el sentido de agregar valor por parte de los artefactos hacia el hombre por el simple hecho de su uso y consumo (bajo ciertas circunstancias y parámetros), al mismo tiempo que el ser humano atribuiría un simbolismo a la propia tecnología precisamente en este uso y consumo cotidiano donde el sujeto le encuentra otros sentidos diferentes a los previamente establecidos. Se llegaría más lejos al redefinir la interpretación monotécnica ingenieril y humanística a partir de la teoría de “usos y gratificaciones”, donde los usos se entenderían por su funcionalidad técnica y las gratificaciones por el simbolismo que el usuario le otorga como fenómeno técnico a la propia máquina o herramienta tecnológica. La primera estaría explicada por el plano instrumental, determinista y la segunda por la construcción de significado a partir de procesos socioculturales. De esta manera, la técnica deja de ser percibida como una simple herramienta que facilita el trabajo y mejora el desempeño y empieza a ser distinguida por el propio sujeto como una extensión de su cuerpo en el sentido de MacLuhan, significativamente diferente al simple proceso de manipulación del artefacto. De esta forma, el usuario descubre y atribuye propiedades simbólicas que contagian tanto al entorno como al proceso de utilización tecnológico. Ya la herramienta no es un objeto extraño, es parte importante del usuario, la ha humanizado, domesticado, se ha apropiado de ella y adquiere un valor sociocultural distinto al que tenía antes de su retención.

Al hacer referencia a la eficiencia y el valor de los artefactos, es necesario enfatizar que la técnica sustenta mucho de su desarrollo a la creación, transmisión e innovación como conceptos ideales instrumentales que todo acontecer técnico pretende alcanzar. La valoración añadida a las acciones técnicas se respalda precisamente en la idea de progreso y beneficio adquirido; a la simbolización que el ser humano quiere creer que adquiere por el ideal de estar siempre a la vanguardia, diferenciado de los demás individuos o por encima de ellos. De esta forma encontramos que el concepto de “técnica” es complejo y vasto, difícil de delimitar pero muy rescatable para entender la relación tan estrecha entre el individuo, la sociedad y la construcción de la técnica como herramienta que permite la creación de un entorno cultural tecnologizado. Posiblemente lo más común y palpable sean los artefactos, productos de la técnica, pero no es lo único que despierta el interés de esta tesis. También se contemplan los saberes o conocimientos de la técnica, los cuales se agrupan en conocimiento representacional (know that) y conocimiento operacional (know how) (Quintanilla, 1991, p. 39). Es necesario el conocimiento representacional cuando queremos transformar tanto instrumentos como procesos, así como los resultados que deseamos obtener. Se requiere del conocimiento operacional cuando deseamos saber cómo actuar en función de un resultado deseado en la forma más eficiente posible. En términos más claros es el saber hacer y el saber cómo hacer. Sin embargo, estos dos conceptos son totalmente diferentes. El saber hacer no es un conocimiento en el más puro sentido, se acerca de mejor manera a la capacidad para actuar, que no representa un saber sino un poder. Mientras que el saber cómo hacer, se acerca más a lo que por sentido común determinamos como conocimiento, pero no incluye o garantiza la capacidad para hacer tal o cual cosa (Quintanilla, 1991).

Los dos saberes tienen en común que se aprenden. La diferencia radica en que aprendemos mediante la instrucción, cómo se hace una cosa, mientras que aprendemos el qué hacer mediante el trabajo lúdico, prueba y error, sentido común o simplemente rondando el ocio. Las diferencias antes señaladas permiten establecer las distinciones entre habilidad práctica y el conocimiento representacional, fundamental para entender los problemas del cambio tecnológico y de la cultura tecnológica. De esta manera se puede hablar de la transmisión de la tecnología y de la transferencia o adecuación de la técnica, de tal manera que la primera será estudiada desde el plano de la cultura, como proceso de aculturación y la segunda en el mismo plano cultural será considerada como proceso de transculturación . Por tanto, el conocimiento técnico es una mezcla de conocimientos representacionales, operacionales más las habilidades o destrezas prácticas desarrolladas a través de la instrucción y el entrenamiento.

A partir de estas precisiones sobre el concepto técnico, se determina el elemento tecnología, el cual puede ser vislumbrado como una evolución de la técnica por acumulación de pequeños avances, pero también siguiendo las ideas de Kuhn (1971) puede darse mediante cambios drásticos, saltos en el entendimiento, explicados fundamentalmente por nuevas formas de percibir las técnicas. A tales discontinuidades en el avance del conocimiento se le atribuye el término de paradigmas, el cual es visto como una nueva forma de acercarse o de plantear ciertos acontecimientos conocidos ahora, pero explicados de diferente manera. Por estos dos caminos se atribuye que la técnica evolucionó y dio origen a la tecnología, asunto que será ampliamente comentado a lo largo de este apartado.

Para Quintanilla (1991) existen tres diferentes enfoques del concepto tecnología: El primero lo denomina intelectualista ya que considera que las técnicas en sentido amplio son aplicaciones de conocimiento anticipadamente construido o racionalizado. En este tenor el término tecnología se encuentra ligado a ciencia aplicada. El segundo se refiere al sentido pragmatista, porque es parecido al anterior pero a la inversa, es decir, la base de todo conocimiento científico requiere de la comprobación empírica, de la experimentación práctica, de habilidad técnica. De esta manera se recalca la gran polémica ya conocida entre el racionalismo y el empirismo.

La ciencia y en especial el conocimiento científico se debate entre lo que los empiristas consideran como la fuente del conocimiento, —la experiencia—, entendiendo por ella la percepción de los objetos sensibles externos, los asuntos de la naturaleza, ajenas a las operaciones internas del sujeto que conoce, reconoce y experimenta por procesos mentales o abstracciones. En cambio los racionalistas presuponen que el hombre por el hecho de ser racional, nacerían con contenidos de conciencia dados que no podría ignorar (innatos), por lo que todos conoceríamos ciertas cosas sin aprendizaje ni experiencia previa.

El tercero es una postura mediadora e integradora, es ecléctica porque reconoce tanto la autonomía técnica como parte de la cultura producida por el ser humano como su relación íntima con la ciencia como otra parte fundamental de la cultura humana. Pero no solamente con la ciencia, sino también con otras disciplinas como por ejemplo las artes, donde se reconoce que el diseño, la adaptación a un entorno determinado y la relación con el hombre moldean a la técnica para su uso como herramienta útil. Lo que se quiere hacer notar es que no existe un único modelo para relacionar la técnica y la ciencia y cuando se hace referencia al término tecnología se debe de considerar la polisemia como interpretación de la diversidad de situaciones que implica el complejo campo tecnológico.

La tecnología entonces significa un conjunto de grandes sistemas en los que están implicados aspectos técnicos, conocimientos, instituciones sociales, capital cultural, economía, política, por mencionar sólo algunos. Parafraseando a Daniel Bell (2000, p. 6) la tecnología ha creado una nueva definición de racionalidad, una nueva forma de pensamiento, nuevas formas de actuación que privilegian la eficiencia y la optimización, la maximización de los recursos disponibles a ciertos costos. De la misma manera, la racionalidad tecnológica apela a las diversas opciones que la propia tecnología propone para su desarrollo, pero esta racionalidad debe ser democrática y colectiva, incluyente de las decisiones que le van bien al ser humano, no a unos cuantos o a los intereses económicos de algunas instituciones. Este tipo de racionalidad provoca un cierto escepticismo, ya que la historia demuestra que la racionalidad tecnológica es aparente, instrumental, optimizadora, cuantitativa y poco incluyente de los beneficios sociales. Al grado que se le ha considerado autónoma, “pagada por la empresa”. Este escepticismo ha agrupado a los defensores del progreso social dentro del constructivismo social, en especial a Callon, Bijker, Hughes y Pinch (1991) quienes cuestionan el proceso de la innovación tecnológica al decir que no ven la decisión orientada hacia la ciencia o la tecnología misma, ven claramente a la lógica económica o comercial como pilares definitorios de las disposiciones finales del desarrollo tecnológico.

Dentro de la literatura actual referente a la ciencia y la tecnología se encuentra el término “tecnociencia” que representa una locución híbrida entre el desarrollo tecnológico y el científico, pero además acerca de manera importante la conexión existente entre estas dos disciplinas y deja a un lado la estéril propuesta de seguir hablando por un lado de técnica moderna y de ciencia aplicada por el otro. Además, también el concepto de tecnociencia ayuda a abrir el diálogo entre las implicaciones sociales, económicas, políticas y culturales que a lo largo de los siglos XX y XXI se ha escrito tanto y tan variado referente a la ciencia y a la tecnología. El tema no se encuentra agotado, al contrario, cada vez es más evidente la necesidad de democratizar a la ciencia y a la tecnología mediante la divulgación de las mismas a un plano más extenso, más integrador a partir de lo que opinen y demanden las diferentes representaciones sociales. Debe, tanto la ciencia como la tecnología dejar su pedestal y consolidarse como parte del acontecer diario entre los intereses de las personas.

Es momento de enfatizar la importancia creciente de la tecnociencia en la vida de los individuos, de la sociedad y la relativamente escuálida reflexión crítica sobre ella. Para constatar esta importancia, hay que explorar los múltiples y variados vínculos entre la tecnociencia, la sociedad y la cultura, en las dos direcciones: a) la que muestra la dependencia de la tecnociencia respecto de la sociedad (financiamiento, políticas de desarrollo económico, productividad, mercado) y b) la que toma nota de los efectos de la tecnociencia en ella misma (en sus estructuras económicas, políticas, sociales; en sus culturas; en las personas y sus comunidades). De esta forma, interesa resaltar la perspectiva teórico-práctica que trata de analizar y comprender qué es lo que sucede con la tecnología para luego contribuir a la aplicación racional de la misma en beneficio del hombre.

La tecnociencia está estrechamente relacionada con la economía, en las dos direcciones. Por un lado, la economía produce y distribuye bienes cada vez más apegados a la base de los conocimientos y las capacidades tecnocientíficas, y crece permanentemente gracias al desarrollo tecnocientífico. De aquí, tanto el consumo masivo, al que se suele estigmatizar tachándolo de "consumismo", como la cada vez más rápida obsolescencia de los productos y de las mismas técnicas productivas; esto último, revierte sobre los profesionales y técnicos obligados al continuo reciclaje de sus conocimientos y habilidades (hoy se dice que es tarea de las universidades la educación continua). Esto vale ya para la economía industrial, pero sobre todo para la fase actual en que el conocimiento tecnocientífico ha pasado a ser el factor preponderante de la economía. El propio sistema tecnocientífico requiere de una economía sana y en continua expansión que le asegure el financiamiento requerido, que sea creciente, y le dé también legitimidad social, por el bienestar económico que contribuye a crear cierta estabilidad, por lo menos en apariencia entre las clases sociales y los grupos laborales.

Entre las consecuencias no buscadas de esta mutua imbricación entre tecnociencia y economía —que corresponde al precio que se paga por el crecimiento tecnocientífico de la producción y de la productividad— está el lado de los trabajadores, la fragmentación creciente del trabajo que, junto con favorecer el aumento de la productividad, hace difícil al trabajador integrar el compromiso con su propia cultura, menos aún construir su proceso cultural a partir del trabajo, con su correlato de la organización social de clases (aquí entran los temas clásicos de Marx: la plusvalía, la alienación del producto del trabajo, la división en clases antagónicas). Hoy se añade, por la creciente robotización de la producción industrial, el tema de la cesantía y el subempleo.

Por el lado de la naturaleza, fuente de las materias primas y de los recursos de la economía, están los crecientes problemas de contaminación ambiental, de desertificación de las tierras fértiles; en general, de la amenaza a los equilibrios ecológicos. Pero esos temas sólo se mencionan, no serán tratados en el presente trabajo.

La tecnociencia se relaciona también estrechamente con el sistema político, particularmente con el Estado; la relación se da también en las dos direcciones. El Estado necesita de la tecnociencia para el desempeño de sus tareas, tanto en el nivel interno como en el externo. Por su parte, el sistema tecnocientífico requiere del Estado, que es el que fija las políticas de desarrollo de ciencia y tecnología en el país, y que debe asegurar el debido financiamiento o las normas y reglas necesarias para la inversión de recursos en este rubro.

Se puede pensar que, debido al actual proceso de globalización, ha llegado el momento de una crítica universitaria de la tecnociencia. En efecto, la globalización, que ha sido posible por la tecnociencia, es a la vez un factor importante de tecnocientifización de los diversos mundos que conviven en el planeta; se establece así entre globalización y tecnociencia una espiral de mutuo reforzamiento que requiere de una adecuada reflexión crítica, la cual ha de ser establecida necesariamente por representantes de muchas disciplinas, incluidos los tecnocientíficos en trabajo conjunto. En algunos países del Norte, ya en la década de los sesenta, se empezó a tomar decisiones en esta dirección, con la creación en algunas universidades norteamericanas, a menudo en sus Facultades de Ingeniería, de lo que se ha llamado STS-Programs (Programas de Ciencia-Técnica-Sociedad), que luego empezaron a difundirse también en Europa.

La Red temática CTS de la Organización de Estudios Iberoamericanos ha constituido una estructura significativa para cambiar el estado manifiesto de los supuestos, es decir, la normatividad que debe existir como reglas claras y transparentes que rijan el desarrollo tecnocientífico, a través de una serie de actividades realizadas o en proceso de ejecución y otras en franca planeación, pero con la firme idea de fortalecer la vinculación de grupos de investigación iberoamericanos, y paralelamente promocionándolos fuera de la región como un bloque unificado que quiere dar a conocer sus preocupaciones por la vinculación entre el trinomio de ciencia, tecnología y sociedad (OEI, 2004).

Actualmente se pueden consultar diversas publicaciones referentes a las distintas manifestaciones de convergencia social, es decir, investigadores, críticos, científicos, entre otros que tratan de explicar la relación que debería de existir entre ciencia, tecnología y sociedad como factores de desarrollo e innovación, especialmente para los países en vías de desarrollo. Este tema tan manejado, tiene como distintivo que ya no se trata de identificar las deficiencias o las incompetencias de los pueblos del cono Sur, sino las formas y acuerdos necesarios para desarrollar sus propias competencias que les permitan manejar de forma óptima sus conocimientos particulares y distintivos en base a la ciencia y la tecnología.

Javier Echeverría (2005) propone aumentar de manera significativa los estudios empíricos de “percepción social”, los cuales demuestran las actitudes de la sociedad, la forma como perciben el desarrollo tecnocientífico, de hecho se puede considerar como una consulta directa a los usuarios o involucrados en los cambios tecnológicos, investigar su parecer resulta fundamental. Tal como ya se señaló la divulgación de la ciencia y la tecnología es fundamental para convertirlo en un proceso inclusivo, donde las partes involucradas son actores activos de la toma de decisiones.

Uno de los objetivos del presente estudio es agregar conocimiento documentado a esa percepción social sobre la tecnología de la información y la comunicación, que permite observar y describir el entorno que perciben los jóvenes cibernautas desde su cultura y de las formas sociales que viven y disfrutan en su actividad cotidiana. De esta forma el integrar al usuario en el proceso de desarrollo tecnológico permitirá transitar de forma más transparente entre la tecnología y los procesos socioculturales que contextualizan dicho acontecimiento.

De esta manera se ha tratado hasta este momento, de agrupar las reflexiones más sobresalientes, los actores y las condiciones que permiten acercarse al pensamiento filosófico de la técnica y la tecnología. En este apartado se ha tratado de integrar el proceso evolutivo de la técnica hacia la tecnología en su camino histórico, paralelamente a ello también se ha mencionado la evolución conceptual que los términos antes referidos se enlazan con las ideas de progreso, eficiencia y valor económico como motores impulsadores del desarrollo.

El aludir en estas páginas a la racionalidad tecnológica ha permitido abrir la opción sociocultural de la tecnología, en principio para contrarrestar la supuesta autonomía de la técnica, mediante la inclusión de aspectos de tecnociencia que retoman la preocupación social por clarificar el beneficio que debe proporcionar la construcción tecnológica al marco humanístico de la percepción sociocultural, pero también para dimensionar a la tecnología como una construcción del ser humano para tratar de democratizar, de expandir las posibilidades modernas y globalizadas que requiere nuestro mundo al tratar de permitir la expresión de la mayor cantidad de los actores posibles inmiscuidos en el desarrollo tecnológico. El cual será analizado en el siguiente apartado para completar el aspecto conceptual, histórico, funcional, evolutivo que hace todavía más complejo el entendimiento del proceso tecnológico.


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