Tesis doctorales de Economía


SISTEMA DE CIUDADES, CENTROS POBLADOS Y DESARROLLO REGIONAL
LA MICRORREGIONALIZACIÓN EN EL ORIENTE DEL ESTADO DE TLAXCALA

Daniel Hernández Hernández

 

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2.6 Dilemas del desarrollo urbano regional

Las estructuras económicas y sociales se inscriben en un proceso histórico de cambio y transformación de las relaciones sociales de producción y de las fuerzas productivas; pero es un proceso cuya característica principal es el desarrollo desigual que se refleja también en las estructuras territoriales; siendo precisamente aquí donde el desarrollo urbano se debe diferenciar del crecimiento urbano, pues mientras el primero como tal no se alcanza a plenitud, el segundo es el efecto de la polarización económica, social y territorial. Por lo tanto, la expresión concreta de dicho proceso, son las diferentes formaciones sociales que toman ciertas especificidades en cada sociedad y en cada territorio. La desigualdad del desarrollo se reproduce en los ámbitos sectoriales y territoriales, así como en las diferentes esferas de la sociedad, la economía, la política y la cultura. Esta característica de desigualdad, entre otros efectos, ha generado una apropiación de los excedentes de los países periféricos y semiperiféricos por parte de los países avanzados; reproduciéndose esta expoliación, al mismo tiempo y con las mismas características, en el ámbito nacional, regional y, sobre todo, microrregional. En esta última escala territorial, es donde se observa una mayor exclusión de la población, pues en general, no tiene acceso a las comunicaciones globales y a las actividades competitivas; por lo cual estos grupos de población se concentran en áreas restringidas (microrregiones) donde se reproduce el círculo vicioso de la marginalidad.

La revolución tecnológica globaliza las actividades dominantes y excluye a las actividades que no generan valor y competitividad. El capital se globaliza, el trabajo se regionaliza. La tendencia globalizadora genera una internacionalización de los mercados, patrones de consumo, tecnologías, comunicaciones y producción, que generan una red internacional integrada pero que excluye a la población vinculada a actividades tradicionales. Existe una separación entre el universo objetivado de los signos de la globalización y el conjunto de valores, expresiones culturales que generan la multiplicación de agrupamientos comunitarios (Touraine, 1996). Las tendencias del sistema-mundo llevan a la creación de formaciones regionales (macrorregionales y regiones subnacionalesmicrorregionales) caracterizadas por un desarrollo desigual, que presentan una dinámica polarizada en los procesos de desarrollo y sus efectos territoriales en sus diversas escalas.

Un ejemplo de la polarización del desarrollo urbano son las grandes ciudades donde se observan procesos desordenados de ocupación del territorio en donde la mega-ciudad indica la configuración de nuevas formas espaciales resultantes del impacto de la globalización y de una degradación urbana. En estas formas espaciales es común que se dé un incremento en el índice de tierra vacante, entendiendo como tal, al proceso que se caracteriza por ciertas conexiones funcionales establecidas en vastas y vagas extensiones de territorios, pero con mucha discontinuidad en patrones de uso del suelo; dichas conexiones no se hacen más siguiendo el patrón de continum espacial, como cuando se forma una ciudad tradicional. En vez de una rígida implantación de la ciudad tradicional, el espacio metropolitano es una colección tenue de partes yuxtapuestas sin ligas entre sí, precisamente lo que se llama, vacíos urbanos (Bustamante, 2000:15). Este mismo autor señala más adelante que la razón fundamental de la existencia de esos vacíos urbanos o espacios vacíos, es por la des-industrialización a que han estado sujetas las grandes ciudades como resultado de las capacidades competitivas que van cambiando de una etapa a otra.

Por lo tanto, los vacíos urbanos son espacios indefinidos e inciertos que encarnan las oscilaciones y la inestabilidad del tejido urbano. Son espacios que existen fuera de las estructuras productivas y de los principales circuitos de la ciudad, son restos de las diversas operaciones de re-configuración de sus regiones en escalas más amplias y complejas, pues el capitalismo se desarrolla a través de un proceso difuso y problemático de especialidad; opera a través de la diferenciación del espacio ocupado en muchas y diferentes escalas, con lo cual las metrópolis contemporáneas pasan por un proceso de expansión y re-estructuración que da lugar al paradigma del terreno libre.

Entonces, la posibilidad de alcanzar un desarrollo regional sustentable pasa por la necesidad de hacer un uso eficiente y sustentable del suelo, orientando las mejoras en infraestructura para atraer inversión productiva hacia áreas seleccionadas que puedan generar cauces alternativos a los procesos de urbanización en las mega-ciudades o simplemente en las grandes ciudades; en otras palabras, se requieren estrategias que propicien procesos de descentralización productiva con el objetivo de lograr un mayor equilibrio entre las regiones ganadoras y las regiones perdedoras que siempre existen en el contexto territorial de las economías de nuestros países. En este sentido, es muy importante comentar que la orientación de las inversiones productivas y las que tengan como propósito mejorar las condiciones de bienestar social de la población, como lo son las que se refieren a equipamientos, infraestructura y servicios públicos, deben estar dirigidas hacia los niveles o escalas inferiores del territorio, es decir, a los llamados centros de integración microrregional. Este planteamiento es en razón de que es ahí precisamente en los niveles inferiores del territorio, en las microrregiones, donde es posible y necesario implementar procesos de desarrollo alternativo a los efectos ya conocidos y comentados en párrafos anteriores, en el sentido de que históricamente el capital, en una primera etapa, ocupa y satura los espacios y territorios más atractivos desde el punto de vista de la obtención de mayores ganancias, para después abandonarlos si los beneficios económicos no son suficientes.

Dentro del proceso de desarrollo alternativo al que ya se ha hecho alusión, está el modelo de desarrollo endógeno, el cual se basa en que la tasa de crecimiento depende del stock de tres factores: capital físico, capital humano y conocimientos (o progreso técnico), que pueden ser objeto de acumulación y además generan externalidades positivas. Así, el posible nivel de desarrollo futuro de cada territorio (o su “potencial endógeno”) está condicionado por el nivel de acumulación de estos tres factores. Más aún, se señala que junto con ello, los gobiernos deben ser corresponsables en el impulso a la necesaria articulación de lo rural y lo urbano en un proceso de ordenamiento territorial equilibrado, entendido como un proceso resultante de una planeación social, territorial y productiva de carácter multisectorial y multifuncional para el conjunto de actores locales (Delgadillo, 2005:7). Pero es necesario hacer énfasis en que el desarrollo endógeno debe ser impulsado a través de sistemas regionales de innovación, esto es, el conjunto de redes de agentes públicos, privados y educacionales que interactúan en un territorio específico, y que se debe aprovechar la infraestructura particular para los propósitos de adaptar, generar y/o difundir innovaciones tecnológicas. El principio de la cercanía en que se basan las redes, genera externalidades positivas sobre el territorio en que ellas se emplazan, tanto en el plano económico enfocado a la reducción de los costos de transacción, como en el aspecto político, es decir, garantizando una mejor gobernabilidad, y en el aspecto socio-cultural, relativo a la creación de confianza entre actores y al fortalecimiento de las identidades regionales (Montero, 2003:3).

En referencia a lo anterior, es oportuno señalar que las nuevas teorías de la competitividad se inscriben en una visión del desarrollo como un proceso endógeno, en donde el papel de las instituciones y de los diferentes actores que participan en el territorio, es un factor clave para la competitividad basada en el desarrollo endógeno, pues así es como se podrían formar redes de colaboración con orientación a la innovación. En síntesis, y esta es una posición teórica que se ha venido exponiendo y defendiendo a lo largo de los diversos apartados de este trabajo, se afirma que el desarrollo futuro de un territorio está en gran medida condicionado por su potencial endógeno, es decir, por sus condiciones internas, lo cual es la base del modelo de desarrollo endógeno, donde en todo caso, no es el territorio en sí el que es competitivo, sino más bien que en él se encuentran las potencialidades necesarias para lograr ciertos niveles de competitividad, como son las empresas, los actores e instituciones en general. De tal manera que la existencia de estos elementos en el territorio, hacen del desarrollo endógeno un modelo viable de realizar, además de que para ello, el componente de las políticas públicas es determinante para favorecerlo (Montero, 2003:2).

En todo este contexto resulta relevante la participación de las instituciones para garantizar y ordenar las reservas territoriales, así como dotar y controlar el suelo urbano, y diríamos también, el suelo en las áreas rurales, dada la nueva ruralidad; pues el espacio rural se enfrenta a nuevos escenarios territoriales definidos por la incorporación de una continuidad espacial rural-urbana creciente, producto de nuevos procesos económicos (Delgadillo, 2005:58). Esta es una magna tarea que requiere, de inicio, estrategias generales que establezcan condiciones preventivas en materia de infraestructura y de impulso a la regionalización a partir de los niveles de integración microrregional, con lo cual será posible consolidar los sistemas de ciudades y los sistemas de centros poblados, de acuerdo a las condiciones específicas que se presentan en cada una de las regiones, con el fin de conservar y mejorar la calidad de vida de la población. Con respecto a ello, en el siguiente capítulo en el apartado relativo a los instrumentos de ordenamiento y desarrollo, se hace alusión de manera general al contenido de los documentos normativos que marcan las recomendaciones de carácter técnico para hacer un uso eficiente y sustentable del territorio.


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