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La Empresa es su Resultado
El Beneficio editorial y la Contabilidad del Conocimiento.

Francisco Luis Sastre Peláez

 

I I I PARTE EL RESULTADO

CAPÍTULO 11. EL RESULTADO Y SU PROBLEMÁTICA GENERAL

Las teorías del beneficio empresarial: neoclásicos y neoinstitucionales (1)

Más allá de la noción general de ganancia, y aún de la ganancia privada que deriva del comercio a pequeña escala, nuestro interés se centra ahora en el beneficio empresarial, es decir, en la ganancia obtenida por el uso del factor de producción que denominamos Empresa.

En relación con el análisis de las principales teorías desarrolladas sobre la empresa y el resultado, y como hemos anticipado ya anteriormente, distinguiremos en nuestra exposición dos partes diferenciadas:

A) El modelo neoclásico

El modelo neoclásico, primero en su versión ortodoxa y después en la llamada “síntesis neoclásica”, supone el final de un largo proceso histórico de pensamiento que se inicia con los autores clásicos(2), atraviesa la obra crítica de marxistas y keynesianos y culmina en la denominada “revolución marginalista”.

El modelo neoclásico ortodoxo se configura a partir de la incorporación de los principios marginalistas a la corriente clásica de la economía. La figura clave en este proceso es Marshall(3). Años más tarde, tras la convulsión provocada por la publicación de la Teoría General y después de la espera impuesta por la guerra, se lucharía durante décadas por incorporar también el pensamiento de Keynes en la corriente ortodoxa. Producto de estos intentos es la denominada “síntesis neoclásica”.

La teoría neoclásica se caracteriza por interpretar a la empresa desde el punto de vista técnico, como una función de producción en un sistema que, salvo en las decisiones últimas de producción y consumo, funciona de manera casi mecánica. La empresa sería, según este planteamiento, una unidad técnica en la que, de manera automática, se maximizan los beneficios por medio de los bienes que se producen y venden.

Las características del modelo neoclásico, sedimentadas progresivamente a partir de las aportaciones de los autores anteriormente citados, podrían resumirse de la siguiente forma(4):

1. - En el mercado existe información perfecta y sin coste. Además, se supone en el individuo una “racionalidad perfecta”, en función de la cual toma sus decisiones de oferta y de demanda.

2. - Las relaciones económicas se articulan por medio de contratos perfectos, permanentes en el tiempo.

3. - La coordinación en el mercado se produce a través del precio perfecto, establecido únicamente en función de la oferta y la demanda.

4. - La empresa y el mercado son dos instituciones claramente diferenciadas.

5. - La estructura de la propiedad (capital) no es relevante. Tampoco se distingue entre propiedad y control. Éste último se considera siempre en manos del propietario.

6. - La separación entre propiedad y dirección no origina costes. El agente maximiza el valor de la propiedad. El capitalista y el empresario suelen ser la misma persona pero, cuando no lo son, se supone que no existe conflicto de intereses entre ellos.

7. - No se aclara la función empresarial. El problema de la dimensión de la empresa no se considera económicamente relevante.

8. - No existe más que el “beneficio normal”, o sea una retribución razonable de la función empresarial. Los beneficios extraordinarios sólo se consiguen destruyendo el equilibrio del sistema.

9. - Su interpretación es estática, no siendo el tiempo una variable relevante.

Finalmente, como resumen y conclusión, digamos que la teoría neoclásica define el sistema económico en función de dos características principales: descentralización extrema y extrema interdependencia. La descentralización priva a empresas y hogares de influencia sobre los precios y la interdependencia implica la separación de productores y consumidores. Así, el sistema se apoya en dos “cajas negras”: el Hogar y la Empresa. La Empresa se considera una unidad de producción especializada (sometida a la función de producción), aunque no tiene por qué estar constituida por una organización. El modelo, de hecho, no calibra la diferencia entre el pequeño negocio de un empresario individual y una gran firma industrial(5).


1. En la realización de este recorrido por el desarrollo de la Teoría Económica de la Empresa, y con el fin de no apartarnos de nuestro objetivo principal, nos hemos propuesto ser, a un tiempo, breves y completos en lo esencial. Desgraciadamente, se trata de un tema en el que, por su vastedad y complejidad, no es fácil acertar ni en lo uno, ni en lo otro. Con el objeto de descargar la futura exposición de temas ya sabidos, nos vemos obligados a remitirnos ahora, en gran medida, a la bibliografía en la que nosotros mismos nos hemos apoyado para desarrollar las páginas que siguen. No obstante, si bien el caudal de obras de historia de la Teoría Económica General es abundantísimo, no lo es tanto, ni mucho menos, el de ese afluente que se ocupa, exclusivamente, de las teorías de la empresa y del empresario.

Con el fin de ampliar conceptos históricos generales, nos remitimos especialmente a: Blaug (1985), Ekelund y Hébert (1991) y Schumpeter (1994). En lo que concierne al desarrollo de la Teoría de la Empresa y el Empresario: Putterman (1994) y Santos Redondo (1997). La confrontación entre los modelos neoclásico y neoinstitucional está magistralmente analizado en : Eggertsson (1995).

2. Para el análisis del periodo clásico y preclásico consúltese O’Brien (1989). O’Brien, en su importante obra sobre los economistas clásicos se ocupa de clasificarlos en tres grandes grupos. El primero de ellos abarcaría los dos pilares de la Escuela Clásica (Adam Smith y David Ricardo), en el segundo se integrarían desde Malthus hasta J.S.Mill (incluyendo a autores franceses como Say, por ejemplo) y, finalmente, en el tercero se incluirían autores cuyas contribuciones fueron no de naturaleza global, como la de los anteriores, sino de caracter específico (generalmente referidas a economía monetaria y cambios internacionales). Se denomina preclásicos a los antecesores próximos de Smith. Ver O’Brien (1989): 20 y ss.

3. En Inglaterra, aparte de Marshall, debemos mencionar a Pigou (reputado como el más fiel intérprete de Marshall), Wicksteed y Edgeworth. En Estados Unidos, a Clark y Fisher (y al divulgador del neoclasicismo americano, Frank Taussig). En Austria, a Böhm-Bawerk; en Italia, a Pareto y en Escandinavia, Wicksell. Ver Screpanti y Zamagni (1997): 187 y ss.

4. García Echevarría (1994): 5 y ss.

5. Demsetz (1995)


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