¿Cómo citar estas
tesis doctorales?

¿Cómo poner un
enlace a esta página?

 



 

La Empresa es su Resultado
El Beneficio editorial y la Contabilidad del Conocimiento.

Francisco Luis Sastre Peláez

 

I I I PARTE EL RESULTADO

CAPÍTULO 11. EL RESULTADO Y SU PROBLEMÁTICA GENERAL

LA TEORÍA DEL BENEFICIO: APROXIMACIÓN HISTÓRICA (1)

2.1. - La naturaleza del beneficio

A la hora de elaborar una explicación razonada del beneficio la teoría económica ha de enfrentarse y dar solución, pensamos, a dos problemas fundamentales y muy estrechamente vinculados: la causa de su existencia y las razones que justifican su apropiación.

Analicemos separadamente estas cuestiones:

1. - ¿Cuál es la causa del beneficio?:

Si el beneficio se define como la diferencia de valor entre dos estados o aspectos referidos al mismo objeto (el valor de uso o de coste y el valor de cambio o de venta), preguntarse por su causa es indagar en la naturaleza del valor mismo, naturaleza que manifiesta su esencia multiforme en el propio acto de la transacción comercial.

El valor es, además, uno de los conceptos clave sobre los que se articula la historia de la Teoría Económica. La posición central que aquél ocupa en ese área de pensamiento es un hecho difícilmente cuestionable(2). Esta circunstancia explica la necesidad de referirse al proceso de construcción y reconstrucción de su significado, a la expansión en el tiempo de su contenido científico y cultural, antes de intentar cualquier contribución a su esclarecimiento.

Las múltiples teorías sobre el valor económico son susceptibles de ser clasificadas según diversos criterios. Uno de ellos, de uso muy extendido, las ordena en dos grupos principales(3):

A) Teorías objetivas: Las teorías objetivas son aquellas que proceden a la definición y posterior medida del valor basándose en las características de los bienes mismos (características que derivan, principalmente, de su proceso de fabricación) y no de la naturaleza o circunstancias relativas a los consumidores. Por tanto, estas teorías se construyen sobre los distintos factores de producción, especialmente el trabajo y el capital, que terminan por constituir sus elementos característicos:

a) Las teorías del valor-trabajo se desarrollan en el seno de la corriente mercantilista, se enfrentan a las teorías del valor-tierra de los fisiócratas e, influidas por la obra de Say y de Turgot, acaban constituyendo una de las vigas maestras de la llamada escuela clásica. La idea de que la fuente del valor está en el trabajo humano incorporado a las cosas se va articulando progresivamente en la obra de Adam Smith, Ricardo y Marx y llega a dominar, durante más de un siglo, el pensamiento económico europeo(4).

b) El factor capital y su acumulación se convierten, junto con el trabajo, en tópico característico de la teoría económica clásica, tanto en lo que podríamos denominar su vertiente ortodoxa como en su ala crítica (la escuela marxista, sobre todo).

B) Teorías subjetivas: Al contrario que en el grupo anterior, aquí se centra la atención no en el valor de los bienes en sí mismos, sino en la utilidad que éstos tienen para los individuos que los usan.

Smith truncó, y con él la propia escuela clásica, esa corriente central de la tradición aristotélico-escolástica (Tomás de Aquino, Enrique de Gante, Jean Buridan) que medía el valor de los bienes por su utilidad individual, su escasez y su coste y que, vía Grocio y Puffendorf, había llegado hasta sus propios maestros (Carmichael y Hutcheson)(5). La tradición subjetiva del valor, no obstante, resurge más tarde con la corriente marginalista y, a través de ella, llega hasta los neoclásicos. Marshall y, en general, el pensamiento económico inglés de entre los años 1890-1920, producen una última simbiosis entre los principios de la escuela marginalista y las nociones clásicas del valor-trabajo.

Si consideramos que el valor objetivo de un bien está relacionado, sobre todo, con su valor de uso (su coste o valor para el productor), en tanto que el valor subjetivo se relaciona con el valor de cambio (su precio de venta o valor para el comprador), comprenderemos que, en realidad, toda teoría del valor con ambiciones de completitud ha de hacer referencia a ambos componentes, aunque insista en uno u otro dependiendo del enfoque y propósitos de su autor. Así, la corriente neoclásica produce, en las primeras décadas de este siglo, la última gran síntesis entre los puntos de vista subjetivo (“la revolución marginalista”) y objetivo del valor (característico de la escuela clásica). Su modelo, articulado en torno al concepto walrasiano de equilibrio general, ha sido, y sigue siendo hoy, el punto principal de referencia de la Teoría Económica.

2. - ¿Qué retribuye, y a quién corresponde el beneficio?

Definido el beneficio como el residuo o remanente que resulta tras la retribución de todos los factores productivos, surge la cuestión siguiente: una vez que se ha compensado a la totalidad de los elementos participantes en la actividad empresarial, ¿queda algo o alguien a quién pueda o deba atribuirse el beneficio?

Hemos de anticipar, antes de intentar responder a esta pregunta, que la naturaleza patrimonial y el poder centralizado característicos de la organización de negocios tradicional, en la que el dueño del capital ocupa el puesto de coordinador y remunerador de todos los factores, es un elemento que ha oscurecido y dificultado el análisis de este problema. En efecto; en la práctica de los negocios, y una vez retribuidos por el empresario todos los componentes del valor aportados por terceros, el importe restante quedaba enteramente a su disposición, sin que tuviera importancia si esto ocurría en concepto de compensación por su propio trabajo directivo (salario), como remuneración de su capital (interés), o a causa de cierta cualidad de la organización de la que él era, al fin y al cabo, el único propietario.

No obstante, con el desarrollo de la Empresa, y tras de las sucesivas crisis estructurales que sufriría esta institución (separación funcional capitalista-empresario, segregación línea-staff, ruptura de cadena de valor, etc.), se hizo necesario alcanzar el mayor nivel de precisión posible en la definición de los componentes del coste y del beneficio.

El llevar a cabo este propósito implicaba, al menos, dos tareas:

a) Identificar a la totalidad de los componentes del valor de coste, con independencia de que las rentas empleadas para retribuirlos fueran percibidas por una o por más personas. Así, era preciso desgajar elementos constitutivos del coste tradicionalmente confundidos con el concepto de “beneficio puro”: retribución del capital, remuneración del trabajo directivo, etc.

b) Sólo en el caso de que aún quedase un remanente después de detraídas del valor de venta todas las rentas, la pregunta original seguiría en pie y exigiendo una respuesta: ¿a quién remunera el beneficio empresarial y por qué concepto?

La economía neoclásica, no obstante, no podía dar respuesta cumplida a estas preguntas, al entender a la empresa como una función de producción, y concebir la eficiencia económica como sustancialmente independiente de la organización interna de las unidades productivas.

Del desacuerdo e insatisfacción con el enfoque neoclásico surgieron lo que alguno denomina “teorías del empresario”(6) y que, en realidad, también podrían denominarse “teorías del beneficio empresarial”. Lo característico en todas ellas es el mantener un enfoque crítico al concepto de empresa (y de empresario) tal y como se entienden éstos en el modelo neoclásico.

Así, y resumiendo, el estado en que hoy se encuentra la cuestión del beneficio empresarial sólo puede entenderse a partir del análisis del planteamiento neoclásico y de la crítica que de éste realizan las teorías modernas y, en especial, la llamada “economía institucional” o neoinstitucionalismo.

Pasemos a analizar seguidamente, aunque sólo sea en sus características más esenciales, estas dos grandes corrientes de pensamiento.


1. Utilizamos, en general, el término Beneficio como sinónimo de Resultado pues, si bien es verdad que éste puede materializarse tanto en beneficio como en pérdida, la segunda adopta para la Teoría un carácter negativo algo que, más que poseer entidad propia, cabría definir como “ausencia de beneficio”.

2. Ekelund y Hébert, por ejemplo, construyen su famosa Historia de la Teoría Económica y su método en torno a la teoría del valor. Ekelund y Hébert (1992): 6 y ss.

3. Pérez de Ayala (1990): 9 y ss. ; Franch (1990): 47 y ss.

4. Franch (1990): 64

5. Franch (1990): 94. En realidad, tanto la corriente objetiva como la subjetiva parten de Aristóteles divergiendo en el s. XIII con S. Alberto Magno y su discípulo S. Tomás de Aquino. El primero se ocupó de estudiar el trabajo y los gastos necesarios para la realización de producto (enfoque típicamente objetivo), mientras que el segundo se centró, más bien, en las necesidades humanas (indigentia) y en su efecto sobre la demanda. La senda abierta por Aquino fue seguida por Enrique de Frimaria (que estudió la agregación de bienes creadora de valor, así como el fenómeno de la escasez) y Jean Buridan. La primera gran síntesis de ambas corrientes es llevada a cabo en el s. XVII por Juan Crell, que se apoyó en los trabajos realizados un siglo antes por Gerardo Odonis. Véase Ekelund y Hébert (1992): 35 y ss.

6. Santos Redondo (1997): 259 y ss.


Volver al índice de la tesis doctoral La Empresa es su Resultado

Volver al menú de Tesis Doctorales

Volver a la Enciclopedia y Biblioteca de Economía EMVI


Google

Web www.eumed.net