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La Empresa es su Resultado
El Beneficio editorial y la Contabilidad del Conocimiento.

Francisco Luis Sastre Peláez

 

INDUSTRIA DE LA CULTURA Y EMPRESA INFORMATIVA

LA INDUSTRIA DE LA CULTURA

El término “industria cultural” es empleado por primera vez por la Escuela de Frankfurt, que intentaba recoger así el cambio radical que se estaba produciendo tanto en la forma de producción como en el lugar social ocupado por la cultura(1).

Lo que en esos años de mediados del s.XX se hacía evidente para la Escuela no era tanto la mercantilización de la cultura o la aplicación de procedimientos industriales a la producción cultural (procesos ya iniciados mucho antes), sino dos factores que habrían de resultar decisivos en la conformación del citado cambio:

1. - la expansión del mercado cultural que, progresivamente, iba dando lugar a una forma especial de cultura, la llamada cultura de masas.

2. - la aplicación de los principios de organización del trabajo a la producción cultural.

Zallo define la Industria Cultural como: “un conjunto de ramas, segmentos y actividades auxiliares industriales productoras y distribuidoras de mercancías con contenidos simbólicos, concebidas por un trabajo creativo, organizadas por un capital que se valoriza y destinadas finalmente a los mercados de consumo con una función de reproducción ideológica y social.”(2)

Es un hecho innegable que existe un conjunto de actividades de naturaleza informativa gestionadas por entidades económicas. No obstante, ¿cabe hablar de una Industria Cultural?

La cuestión no es sólo terminológica. Cada industria se articula, como sabemos, en torno a una “cadena de valor” característica, y que se define tecnológicamente. La cadena, a su vez, se organiza productivamente en hileras. La pertenencia a una hilera determinada hace que una empresa, una vez agotadas las posibilidades de crecimiento intensivo o adicionalmente a ellas, pueda crecer también por agregación de otras actividades (o absorción de otras empresas) de la misma hilera. De hecho, y como se sabe, la definición inicial del propio negocio consiste, principalmente, en decidir qué número de niveles o actividades de la hilera se van a desempeñar. El crecimiento por agregación supone, en la generalidad de los casos, menores costes y riesgos que el crecimiento diversificado (emprender negocios o absorber empresas pertenecientes a una Industria distinta) anunciando, por tanto, una mayor probabilidad de beneficio.

Enfrentada con la heterogénea tipología de las llamadas “empresas culturales”, la doctrina se divide entre autores que niegan la posibilidad de agrupación, y hablan entonces de “industrias culturales” y autores que afirman la posibilidad de considerar una sola “Industria Cultural”.

Por nuestra parte, y una vez realizado el proceso anterior de clarificación y precisión del concepto, creemos poder unirnos a la segunda de las corrientes y afirmar, rotundamente, la existencia de una Industria Cultural.

De la misma opinión se manifiesta Zallo que, incluso, propone un criterio útil para su subdivisión en sectores culturales. Utiliza para ello los conceptos de “edición”, “continuidad” e “interactividad”. Remitimos a la citada obra de Zallo para profundizar en el uso de estos tres conceptos y en la definición de los sectores industriales culturales.

Seguidamente, y como resumen del trabajo de clarificación desarrollado en este capítulo, ofrecemos en la Figura 6.1. un diagrama resumen en el que representamos la posición de la Edición de Revistas dentro de lo que denominaremos, genéricamente, la Economía de la Cultura(3).

En relación con el cuadro anterior, desearía de hacer dos últimas observaciones que considero de importancia.

1. - En primer lugar debemos advertir que, dentro del epígrafe “información no industrializada”, uno de los dos que componen la Economía de la Información, incluimos todas aquellas actividades productivas de naturaleza informativo-cultural que no pueden ser consideradas resultado de una actividad industrial. No obstante, la distinción entre producción informativa industrial y no industrial se basa, no en la actividad en sí misma, sino en la forma de realizarla. Por poner un ejemplo extremo: el trabajo de un redactor free-lance es, en principio, no industrializado pero, si esta persona pasa a integrarse en la nómina de una editora de revistas, su actividad será industrializada(4).

Este hecho límite, que a una mirada rápida pueda parecer de poca transcendencia señala, para nosotros, un hecho de crucial importancia: que el producto informativo es, originariamente, una obra cultural (propia del Orden Cultural) y sólo de forma derivada (en su multiplicación y distribución) es un producto económico(5).

2. - Otro problema distinto es que, a partir de la denominada “ruptura de la cadena de valor” por las empresas, una parte de las actividades propias de la actividad informativa se subcontratan a terceras firmas especializadas. Lo que antes eran actividades integradas y propias de un cierto nivel o “escalón” de la “hilera cultural” ahora, a partir de un progresivo proceso de especialización y segregación, dan lugar a varios niveles distintos. Recoger este hecho en el cuadro anterior habría llevado a complicarlo excesivamente, por lo que hemos preferido omitirlo.

Una vez realizado el análisis general de la Economía de la Cultura y su desglose en las industrias y sectores directamente relacionados con la información de masas, pasamos a ocuparnos de la institución central y protagonista productiva de esta “macroindustria”: la empresa informativa.


1. Zallo (1992): 10 y ss.

2. Zallo (1988): 26.

4. Aún reconociendo que la diferenciación puede ser artificial en algún caso (pues el free lance también se ve presionado y hasta cierto punto “normalizado” por su empresa cliente) cuando una persona pasa a integrarse en una organización se ve condicionada decisivamente por ésta (ver nuestro análisis de la relación Individuo-Grupo desarrollado en capítulos anteriores), no solamente en sus resultados, sino en su proceso cultural de creación.

Como veremos posteriormente, en el lugar reservado para ello, un elemento decisivo en la obtención del resultado es el uso del principio de organización y este principio se refuerza por iteración en los diversos niveles de complejidad en los que se estructura la actividad económica de la sociedad: empresa, sector, industria, etc. No es indiferente, pues, el que una actividad se desarrolle industrialmente o no.

5. El fenómeno de “pasar a nómina” a los creadores culturales o profesionalizar la creación puede, probablemente, uniformizar las formas y los contenidos (véase sino la programación televisiva en las horas punta). La única forma, creemos, de mantener fresco y creativo el producto cultural es la “multiplicación de las minorías”, la canalización de la “individualización creciente” que, creemos, se está produciendo en nuestra Sociedad de Masa Crítica. Lo que mantiene viva a la cultura de masas es la fuerza de las minorías y, en último extremo, de los individuos.


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