TURyDES
Vol 5, Nº 13 (diciembre/dezembro 2012)

EL TURISMO URBANO-METROPOLITANO Y SU CONFIGURACIÓN ESPACIAL EN LAS CIUDADES. ANÁLISIS DE LA FOCALIDAD URBANA EN BAHÍA BLANCA (ARGENTINA).

Carlos Andrés Pinassi (CV) y Patricia Susana Ercolani (CV)

1. Introducción


El turismo urbano y su extensión como metropolitano 1, se consolida como un factor de desarrollo de distintas ciudades. Se presenta como proceso social contribuyente a la revitalización de espacios deteriorados o de baja calidad urbanística, incentivando su puesta en valor. En general, al turismo se le atribuyen múltiples impactos positivos, sin embargo un análisis crítico implica asumir que dicha actividad conlleva asociadas disímiles repercusiones no siempre beneficiosas para las áreas receptoras.
El presente trabajo de investigación, aborda el estudio del turismo urbano-metropolitano, desde una perspectiva geográfica, analizando su configuración en el espacio de la ciudad. Para ello, se aplica y desarrolla el concepto de focalidad urbana, establecido por Dosso (2005). En este contexto, se analizan a escala local los diferentes focos urbanos presentes en Bahía Blanca (Argentina) y su vinculación espacio-funcional con el turismo urbano y la recreación.
Con relación a los aspectos metodológicos, el presente artículo forma parte de un trabajo de gabinete, basado en una recopilación bibliográfica y documental a nivel general, vinculada con las temáticas asociadas al turismo en las ciudades, a las nuevas modalidades turísticas y su estructuración y configuración en el espacio urbano. A nivel específico, se aborda el análisis de documentos particulares: tesis doctorales y de maestría, artículos publicados en congresos y revistas científicas y planes de desarrollo local. El trabajo se vale además de cartografía, confeccionada a los fines de la investigación, e imágenes fotográficas obtenidas en el terreno. Asimismo, se ha procedido a la realización de consultas puntuales a especialistas en el tema urbano y patrimonial en la ciudad.
Como primera aproximación de análisis sobre el tema, el artículo realiza un desarrollo del concepto del turismo urbano-metropolitano.
Seguidamente, se estudian a nivel teórico-conceptual, algunas de las implicancias del desarrollo del turismo sobre la estructura de la ciudad. Se resaltan ciertos aspectos positivos y negativos.
La ciudad de Bahía Blanca, localizada en el Sudoeste de la provincia de Buenos Aires, Argentina, se constituye en el laboratorio de análisis en el cual se aplicará y analizará el concepto de focalidad urbana y su vinculación con el turismo y la recreación.

2. El turismo urbano-metropolitano


El turismo en las ciudades se ha desarrollado a partir del Grand Tour, cuando los jóvenes europeos en los siglos XVI y XVII recorrían las principales ciudades del viejo continente, persiguiendo el objetivo de perfeccionarse en su vida político profesional. Entre las actividades de formación personal, se destacaba el carácter cultural de alguna de ellas. La visita a exposiciones de arte, era una de las más representativas (Ramos Lizana, 2007; Pinassi, 2012b). Puede encontrarse en esta tipología de viaje, el surgimiento del turismo urbano-cultural. En la actualidad, la configuración de esta modalidad resulta disímil a la desarrollada en su origen, aunque sigue guardando de forma intrínseca algunos de los atributos albergados en sus inicios.
Barreto (2009:169), considera que “el turismo urbano contemporáneo surge en el contexto de la restructuración económica de las sociedades llamadas postindustriales, de la globalización y de su contrapartida, la búsqueda de una identidad local. […] Recién en la última década del siglo XX aparecieron algunas publicaciones sobre el tema y se realizaron algunos seminarios internacionales con la contribución de expertos. Esto es inclusive paradójico ya que la historia del turismo, desde sus orígenes en el gran tour, se vincula al espacio urbano.”
En este contexto, la autora hace referencia a un proceso de redefinición del turismo y la recreación en el espacio urbano, a partir de nuevos parámetros contextuales que determinan formas diferentes de consumo de dicho espacio y, por lo tanto, prácticas y modalidades disímiles asociadas a la ciudad.
Entre las causas que se identifican como las promotoras de que la ciudad conforme un espacio urbano atractor de visitantes y concentrador de residentes que consumen diferentes bienes y servicios vinculados al ocio, se destacan: “la generalización de la nueva cultura de consumo del tiempo libre, con la transformación de los procesos productivos, organizativos y espaciales, con la puesta en valor de los elementos clave del patrimonio, con la inserción del turismo como instrumento de crecimiento en las estrategias de la ciudad y, sobre todo, con el desarrollo de los eventos como estrategia del marketing urbano y la puesta en marcha de diferentes tipos de instalaciones recreativas, culturales y comerciales […]” (Antón Clavé, 2008:56).
Una definición actual del turismo urbano, debe ir de la mano de la consideración de la ciudad como espacio donde dicha práctica se realiza. En este caso, nos encontramos con un espacio caracterizado por ser complejo, dinámico y por estar condicionado por múltiples factores, actores e intereses, que determinan su funcionamiento cotidiano.
Como primera aproximación al turismo urbano, puede destacarse la definición establecida por la Organización Mundial del Turismo –OMT– (citada por Martos Molina y Pulido Fernández, 2011:24), quien lo define como: “los viajes a las ciudades o los lugares de gran densidad de población.” En este caso, el concepto manifestado resulta acotado y poco descriptivo. Se resalta el desplazamiento, como variable común a toda definición de turismo, y se menciona luego a las ciudades como destino. Por el contrario, no se especifican actividades, motivaciones de los visitantes, ni cualquier otro caracter particular de este tipo de viaje turístico.
En un sentido amplio, considerando como parámetro de conceptualización el espacio sobre el que se desarrolla la práctica turística, podría definirse al turismo urbano como aquella modalidad que tiene lugar en las ciudades, que contempla la realización de diversas prácticas asociadas al ocio (espectáculos, deportes, compras, cultura, etc.) o, en contrapartida, ligadas a la formación y desarrollo profesional de los visitantes (congresos y convenciones, estudios, negocios 2).
Una definición abarcativa, que coincide con los objetivos de  esta investigación, es la propuesta por Rodríguez Vaquero (2009:174), quien sostiene que: “para definir el turismo urbano, de ciudad o de espacios urbanos, existen dos perspectivas diferentes: cualquier modalidad de actividad turística que se lleve a cabo dentro de un espacio catalogado como urbano y conjunto de actividades específicamente ligadas a la esencia de la ciudad más vinculadas con prácticas económicas (negocios), académico-formativas (estudios, seminarios, simposios, eventos y congresos) y sociales en general, que lleven a cabo los propios usuarios turísticos. En definitiva, es el que se realiza en la ciudad sobre el modelo de modo de vida urbano y comprende todas aquellas actividades que realizan los turistas y visitantes durante su estancia en la ciudad, ya sean culturales, recreativas o profesionales.”
Existen autores que hacen referencia a un turismo metropolitano (Marchena Gómez, 1995; Vera Rebollo et al., 1997 y 2011; Rodríguez Vaquero, 2009), como una extensión del urbano tradicional, asociado este último de manera estrecha al turismo cultural y patrimonial. En el contexto postfordista, esta modalidad desarrollada en las ciudades, no sólo contempla al turismo cultural como práctica de ocio en el espacio urbano, sino que se considera nuevas actividades enmarcadas en el contexto dinámico, profesional, productivo y económico de las urbes. De este modo, tanto el análisis como la planificación como la planificación del espacio en el que se desarrollan, alcanzan distintos niveles de complejidad. En consecuencia, es necesario articular disímiles funciones y actores en un mismo territorio. En este marco, se consolidan modalidades turísticas, vinculadas a los congresos y las convenciones; el turismo de negocios adquiere un carácter preponderante, y las motivaciones asociadas al entretenimiento (espectáculos, acontecimientos culturales y deportivos, etc.) y las compras (shoppings y grandes centros comerciales) se consolidan en un contexto orientado al consumo. Es posible mencionar también al turismo idiomático, se visualiza también como una nueva forma de viaje-aprendizaje, en el que se articula el carácter educativo con el conocimiento y vivencia en nuevos lugares.
Cazes (1998:84), a través de su planteo, permite reafirmar esta transición de un turismo urbano a uno de carácter metropolitano, estableciendo que: “otros autores celebran el paso de la ciudad activa a la ciudad festiva, […] de centro de necesidad a centro de deseo (G. Burgel), de una concepción fordista a una ciudad post-fodiana (F. Ascher) en la que se fijen en adelante las exigencias de consumo, seducción, puesta en escena y en imagen.”
Marchena Gómez (1995:9-10), destaca una serie de caracteres propios de una ciudad en la que se desarrolla el turismo metropolitano, entre las cuales se distinguen:

A la par de estas características, el autor señala que es necesario desarrollar una identidad propia, basada en el patrimonio histórico y cultural de la sociedad local, a la vez de consolidar en la oferta una sucesión de acontecimientos programados a lo largo del año. Esto posibilita un posicionamiento, basado en atributos propios de la ciudad y, a su vez, captar un flujo de visitantes equilibrado durante un período considerable de tiempo.
En este contexto, y a partir de lo expuesto, la ciudad aglutina diferentes prácticas turístico recreativas, con base en ciertos atractivos y en una planta turística que permite su realización. Dichas atracciones pueden clasificarse, de acuerdo a lo planteado por Vera Rebollo et al. (1997) en: culturales (patrimonio histórico, acontecimientos programados de carácter cultural), profesionales (congresos y convenciones, turismo de negocios, idiomático) y recreativas (casinos, espectáculos, compras, etc.). Cada una de ellas, lleva asociada una práctica en sí misma, que responde al carácter del recurso base sobre el que se desarrolla, determinando de esta manera cierta funcionalidad del espacio urbano, asignándole atributos propios en función de la actividad desarrollada (Cuadro 1).
El desarrollo del turismo en el espacio urbano, lleva aparejada una serie de características que pueden ser descritas tanto desde la perspectiva de la demanda como de la oferta. Estas lo diferencian de cualquier otra modalidad turística. De acuerdo a la lectura que realiza Rodríguez Vaquero (2009:175), el turismo en las ciudades se caracteriza por un crecimiento de la oferta. El desarrollo de diferentes prácticas en la “metrópolis”, como se ha destacado con anterioridad, se asocia a la prestación de diferentes servicios turísticos con su equipamiento e instalaciones necesarias para su prestación. Este conglomerado de elementos, adicionado al conjunto de atractivos e infraestructura, posibilitan que la experiencia del visitante en el destino sea única y distintiva de cualquier otra práctica social desarrollada en otro espacio, distinto al urbano.
La disponibilidad de uso de los atractivos, debido a la “artificialidad” (patrimonio arquitectónico, shoppings, centros de entretenimiento, etc.) y la posibilidad de uso, más allá de las características climáticas del lugar3 , hace que presente una baja estacionalidad. La presencia de acontecimientos programados, adicionado a las actividades de carácter profesional y el aprovechamiento de los recursos culturales, posibilita que la afluencia de visitantes sea en términos generales, equilibrada. Esta baja estacionalidad, menos acusada que en otros destinos con productos turísticos disímiles al urbano, se relaciona también con la tendencia turística de realizar mayor cantidad de viajes a lo largo del año con un período de estancia reducido (Calle Vaquero, 2006:105).
Esta última afirmación, permite determinar la siguiente característica del turismo urbano: su estadía media. A diferencia de los largos períodos vacacionales, más representativos de la temporada estival en los centros turísticos de sol y playa, el turismo urbano se adjetiva con una estancia más corta, que ronda entre los dos y tres días en las ciudades de destino (Rodríguez Vaquero, 2009:174). De acuerdo a lo manifestado por De la Calle Vaquero (2006:133), se da un período de división de los viajes a lo largo del año. Por un lado se asigna una temporalidad mayor para las vacaciones estivales (dos semanas), mientras que el tiempo libre restante, se distribuye en pequeñas estancias, incurridas en distintos desplazamiento durante el año. Los fines de semana largo constituyen una oportunidad de viaje preponderante. Inclusive, menciona el autor, se da la visita de paso de determinados lugares en períodos reducidos de tiempo (sin incurrir en pernocte).
Siguiendo con el análisis plateado por Rodríguez Vaquero, el turismo en el espacio urbano se caracteriza además por una alta relación entre turistas y residentes. Este vínculo, se encuentra dado por un “encuentro4 ”, más que por un “contacto5 ”, ya que dicha relación se da en la mayoría de las situaciones sin establecer lazos estrechos entre visitantes y visitados, como podría producirse en productos turísticos asociados al espacio rural o comunidades originarias, o aquellos abocados al turismo patrimonial en comunidades pequeñas, donde la participación en eventos religiosos o culturales, lleva aparejada una connotación más profunda. Se hace referencia aquí, cuando se menciona a esta alta relación entre los actores locales y foráneos, al vínculo generado principalmente desde el punto de vista socioeconómico, entre los diferentes prestatarios de servicios turísticos, los comerciantes o algunos pobladores en determinadas circunstancias, siendo conscientes estos últimos de la notoriedad que representa el turismo a la sociedad de destino como fuente de ingresos.
El excursionismo se presenta como otro atributo propio de la práctica del turismo en el espacio urbano. Al respecto, manifiesta De la Calle Vaquero (2006:133): “[…] el turismo de ciudad constituye una práctica vinculada al excursionismo, funcionalmente diferente al turismo residencial de largas vacaciones estivales, característico del ámbito litoral. En suma, un turismo de corta duración que tiende a polarizarse en las ciudades y que convierte al patrimonio cultural y la imaginería urbana en objeto de consumo.” Esta es planteada como una problemática, aludiendo que el practicar el consumo del espacio urbano en períodos acotados de tiempo, imposibilita un mayor contacto con la ciudad y su propia identidad, quedando manifiesta una imagen vana del destino; asimismo, la imposibilidad de realizar mayor cantidad de actividades debido al acotado tiempo de visita, reduce la oportunidad de captar mayores beneficios por los oferentes del destino.
En la figura 1, se presentan, de forma esquemática, las características destacadas en los párrafos anteriores.

Existen, asimismo, otras perspectivas y oportunidades para las ciudades configuradas como destino turístico. Antón Clavé (2008:57) manifiesta cuatro premisas condicionadas por el vínculo cultura-ciudad. Entre ellas se destacan:

Esta complementariedad de productos y servicios es la que caracteriza a la ciudad en la actualidad. Si bien un espacio urbano puede focalizarse desde sus estrategias de gestión y planificación urbana, patrimonial y turística en una modalidad específica para captar un público determinado o satisfacer las demandas de ocio de sus residentes, la articulación y diversificación de la oferta turístico recreativa, posibilita un mayor poder de captación de visitantes, con objetivos y motivaciones de viaje disímiles.

3. Implicancias del turismo en el espacio urbano


El turismo y la recreación en el ámbito urbano, como actividades sociales y económicas, pueden contribuir a la revitalización de sectores de la ciudad que se encuentren en estado de deterioro o no alberguen un uso por parte de pobladores y visitantes, durante su tiempo libre. A partir de la utilización de estos sitios, diferentes públicos pueden satisfacer una motivación de ocio, acudiendo a ellos, como lugares de diversión, distracción, descanso, etc., convirtiéndolos en nodos de atracción, a distintas escalas: barrial, local (toda la ciudad) o inclusive regional.
En este contexto, además de conocer las posibles implicancias negativas de la actividad, el turismo se presenta como una alternativa para superar situaciones de crisis y dar respuestas a necesidades y problemas sociales (Bertoncello, 2011), ya sea a partir del impacto económico que puede generar, posibilitando un ingreso a determinados sectores de la población, o a través del papel dinamizador de espacios, mediante de su puesta en valor.
La diversidad de modalidades turísticas ofrecidas en un determinado espacio urbano, se vinculan de forma directa con las estrategias de desarrollo turístico y de gestión urbana, condicionando determinadas iniciativas, con caracteres particulares asociados a cada una de ellas. Asimismo, influyen en la estructura propia de la ciudad, generando centralidades, dadas por complejos de recreación orientados a un consumo del ocio. La connotación de consumo en este caso no implica la condición de pago para adquisición de la prestación, servicio o acción a desarrollar, ya que en muchas situaciones dichas centralidades se pueden dar a partir de espacios de uso público.
Vera Rebollo et al. (1997:156) sostienen al respecto: “las razones de la expansión de las modalidades de turismo asociadas a la ciudad deben buscarse en su propia naturaleza, en la conexión de los productos urbanos y metropolitanos con las nuevas expectativas de la demanda turística y en su adecuación a los sistemas de producción turística […]. Este crecimiento debe relacionarse también con una nueva temporalidad del ritmo de ocio y de trabajo de la población en la que, más allá de los desplazamientos hacia las ciudades por motivos de negocios o similares, la movilidad recreativa adquiere nuevas dimensiones.” Esta movilidad se encuentra estrechamente relacionada con la restructuración urbana de la ciudad, donde las propuestas recreativas vinculadas al contacto con la “naturaleza” y aquellas asociadas a las compras en grandes áreas comerciales, generalmente se establecen en el periurbano, mientras que aquellas asociadas a propuestas culturales o de negocios, se concentran en los centros urbanos. Estos últimos coinciden, en la mayoría de las situaciones, con los cascos fundacionales de las ciudades, los que concentran gran parte del patrimonio arquitectónico de la aglomeración, transformándose en el espacio portador de la identidad local.
Por su parte, Antón Clavé (2008:62) manifiesta: “el desarrollo de las prácticas turísticas y la implantación de actividades de ocio en las ciudades tiene incidencia sobre la estructura urbana a un doble nivel. En primer lugar se convierte en un instrumento para la creación de nuevos espacios de centralidad en los cascos históricos y, en segundo, sirve para la ordenación y puesta en valor de espacios periféricos7 .” Es así que, reaparecen las estrategias de planificación orientadas a la intervención en el patrimonio arquitectónico, dando respuesta por un lado, a las necesidades materiales de los edificios o porciones de la trama urbana que necesitan de una rápida restauración como espacios portadores de historia (mejora del ambiente urbano) y, por el otro, necesidades socioculturales de la población, vinculadas a los atributos propios de los componentes patrimoniales (individuales o como conjunto patrimonial), que requieren de una puesta en valor simbólica, que rescate el significado inmaterial asociado, muchas veces olvidado por la esfera pública a la hora de gestionar la ciudad.
En este marco, reaparecen los proyectos de revitalización urbana. Kuper y Bertoncello (2008:477) sostienen al respecto: “estas estrategias de intervención privilegiaron proyectos urbanos orientados a nuevas actividades recreativas, culturales y de consumo, poniendo en función de esto un fuerte énfasis en la estetización y el embellecimiento, en muchos casos, a través del rescate y refuncionalización del patrimonio urbano.” Si bien estas iniciativas, favorecen la mejora de la calidad del paisaje en las ciudades, y generan nuevos consumos del espacio, debe repensarse dicho uso en función del público que utiliza estos sectores. ¿Quiénes son los que dedican su tiempo libre a pasear por el área intervenida? ¿Qué estrato social representan? ¿Desde la esfera pública se pensó la iniciativa como respuestas a las necesidades sociales de toda la comunidad? ¿Prevalece el interés económico de unos pocos antes que los beneficios de la ciudadanía? La respuesta a algunas de estas preguntas, pueden contestarse a través de la lectura de ciertos espacios urbanos que han sido intervenidos. Muchos centros históricos, se ven despojados hoy en día de su población y usos originarios, dado por los procesos de reconversión funcional, orientados a un uso turístico, pero planificados desde una perspectiva sesgada, con un interés netamente económico y sin considerar a la población local como la principal usuaria. El turismo, como única actividad en estos espacios urbanos, ha llevado al desplazamiento de los habitantes originarios, generando procesos de gentrificación8 , orientando a un consumo de “lo propio” (patrimonio material e inmaterial asociado), hacia otras personas con una realidad distante y disímil a la local, en la mayoría de los casos. Trier (en Bertoncello, 2006) manifiesta: “a partir de los 1980 existe una nueva orientación urbanística hacia aquellas áreas céntricas abandonadas e inmuebles deshabitados […]. Los proyectos de rehabilitación urbana prevén una gama de usos diversos, es decir oficinas, servicios, vivienda, actividades culturales y turísticas, etc. atrayendo un estrato de población de clase media o alta y contribuyendo de este modo al proceso de gentrificación y a mediano o largo plazo a la expulsión de los ‘viejos’ habitantes del barrio.” A partir de estos procesos urbanísticos y sociales debe plantearse entonces: ¿Se revaloriza el patrimonio si los propios residentes no tienen acceso a él? ¿Existe patrimonio o son sólo edificios añejos restaurados? La concepción etimológica del concepto de patrimonio, se pone entonces en tela de juicio.
En el extremo opuesto, el turismo puede inducir impactos positivos reflejados en el espacio urbano. Todo dependerá de la planificación y gestión turística, urbana y patrimonial que se realice, contribuyendo en estos casos a la revitalización de sectores deteriorados o inutilizados por sus habitantes, como espacios de ocio y encuentro ciudadano. Al respecto Zárate Martín (1991:100) sostiene: “todas estas actividades [el turismo, la recreación y sus servicios asociados] contribuyen a la recuperación de los barrios antiguos, a su animación nocturna, sobre todo durante los fines de semana, y añaden variedad a los servicios del centro, alimentando su polivalencia y reforzando su atractivo sobre el conjunto de la aglomeración.”
En términos generales, podría decirse que determinadas modalidades turísticas y la propia recreación de los residentes y visitantes que se lleva a cabo en la ciudad, se encuentran condicionas por cierto equipamiento, instalaciones9 e infraestructura (principalmente de comunicación y transporte), que determinan su emplazamiento en un determinado sector del área urbana. Esta localización dependerá no sólo de los factores condicionantes de la trama, sino también de las propias características de la práctica turístico recreativa. Es así que aquellas vinculadas a los congresos y convenciones, a las de carácter cultural, a los negocios, al entretenimiento nocturno y a los espectáculos  van a desarrollarse en los espacios céntricos, mientras que las actividades recreativas de esparcimiento (caminar, correr, descanso, etc.) se realizan en el periurbano o espacios distantes del central, donde el contacto con lo “natural”, da respuesta a otro estímulo de los individuos. Podría decirse que una de las actividades compartidas por ambos sectores, es aquella asociada a las compras/entretenimiento, ya que la oferta puede concentrarse en los espacios céntricos (diferentes locales comerciales, teatros, cines, estadios deportivos), como en el periurbano (grandes centros comerciales, shoppings, etc.) (Figura 2). Esta connotación del espacio urbano asociado a las diferentes prácticas turístico recreativas, debe analizarse a su vez de acuerdo a la escala de la ciudad, adquiriendo lo descrito mayor notoriedad en aquellas aglomeraciones de carácter pequeño e intermedio.

Uno de los componentes del espacio urbano que cobra relevancia en el binomio ciudad-turismo, es el espacio público. Desde su dimensión cultural, Borja y Muxí (2000:27) lo definen como “[…] un lugar de relación y de identificación, de contacto entre las personas, de animación urbana, y a veces de expresión comunitaria.” Asimismo manifiesta: “el espacio público es también una opción política y cultural: un espacio de representación colectiva, de vida comunitaria, de relaciones sociales, de encuentro e intercambio cotidianos” (Borja, 2007:55).
Desde la perspectiva social y cultural que define el autor, y de acuerdo a los fines de la investigación, el espacio público es aquel espacio en el que los visitantes y residentes producen un intercambio, en el que llevan a cabo la mayoría de sus relaciones ciudadanas y en el que practican las actividades de ocio durante su tiempo libre. Es el lugar de socialización de los individuos.
El espacio público, a su vez, puede visualizarse como el concentrador de los recursos culturales de la ciudad, ya que funciona como contenedor del patrimonio material, resultado de la evolución histórica del centro urbano. El estado de dichos componentes culturales, será el indicador de la valorización de la sociedad local y del ámbito público, encargado de desarrollar las políticas necesarias para llevar a cabo las tareas de intervención arquitectónica, contribuyentes a su mantenimiento. En su conjunto, considerando las variables patrimoniales, ambientales y urbanas en general del espacio público, su estado determinará la calidad de la ciudad, del paisaje generado y percibido por los diferentes usuarios y del posicionamiento en la mente de los consumidores. Borja (2001:391) sostiene al respecto: “el espacio público define la calidad de la ciudad, porque indica la calidad de vida de la gente y la calidad de la ciudadanía de sus habitantes.”
Durante gran parte del siglo XX, el espacio público se caracterizó por la presencia de grandes ejes o vías de comunicación, por el desarrollo de equipamiento de esparcimiento y recreación para los sectores de mayores recursos (Bernal y Mensa González, 2009:44), orientando y recortando la ciudad para determinados usuarios específicos, tornando un espacio urbano excluyente de aquellos sectores menos favorecidos de la población.
Por el contrario, “el espacio público debe ser el espacio de la continuidad y de la diferenciación, ordenador del barrio, articulador de la ciudad, estructurador de la región urbana. Dependiendo de cómo se diseñen, o mejor dicho de cómo se conciban, las grandes operaciones urbanas y el espacio público (incluyendo infraestructuras y equipamientos) pueden convertirse en un importante mecanismo de redistribución e integración social. Los grandes proyectos urbanos pueden ser creadores de centralidades donde antes no había nada, facilitando más movilidades y accesibilidades, favoreciendo la visualización y la aceptación ciudadana de barrios olvidados o mal considerados” (Borja, 2007:55). En este contexto, la planificación del espacio público, debe pensarse desde una visión integral, en la que se articulen los beneficios para todos los sectores de la población local, y que el mismo funcione a su vez como atractor y receptor de visitantes. 
A partir de lo expuesto, la gestión urbana adquiere un papel relevante en la contribución a la mejora del espacio público y paisaje urbano en general. Esta gestión debe basarse en “la comprensión de las relaciones sociales, económicas y políticas entre los diferentes actores que intervienen en la construcción y en el funcionamiento de la ciudad” (Balbo en Sabatini, 1998:134). La gestión urbana, como proceso social, debe permitir la aplicación y desarrollo armónico de diferentes acciones, basadas en las propias necesidades de la población, identificadas a partir del conocimiento y entendimiento de los diferentes sectores sociales, que contribuyan no sólo a salvar las necesidades inmediatas de los residentes sino a sentar estrategias en el largo plazo, que posibiliten construir un futuro sólido y favorezcan a un desarrollo y crecimiento económico, contribuyendo a su vez a la preservación y cuidado del ambiente (en la dimensión urbana y natural) (Pinassi, 2011:412-413). Asimismo, estas estrategias de gestión urbana, deberán articular los objetivos en un contexto globalizado, afianzando estrategias que definan y reivindiquen la identidad ciudadana, como promotora de lo local, contribuyendo esto a un posicionamiento sobre las bases culturales e históricas del centro urbano, en un contexto global, cambiante y fugaz. 
A modo de resumen, en el cuadro 2 se reflejan las principales implicancias del turismo sobre el espacio de las ciudades. En este marco, será necesario, a través de la planificación y la gestión urbana, tratar de amortiguar los impactos negativos y potenciar los positivos, a fin de lograr una mejora en la calidad del propio paisaje de la aglomeración, producto de consumo de los visitantes, a la par de contribuir a una mejor calidad de vida de los residentes.

4. Análisis de la focalidad urbana en la ciudad de Bahía Blanca


La ciudad de Bahía Blanca, se localiza en el Sudoeste de la Provincia Buenos Aires (Argentina) (Figura 3). Es cabecera del distrito homónimo, que alberga un total de 301.531 habitantes (INDEC, 2010).
En un contexto regional, se posiciona como abastecedora de servicios comerciales, administrativos, educativos, de salud, entre otros. Esto le otorga cierta representatividad y poder de incidencia regional, funcionando además como atractora de flujos de visitantes, que acuden a ella por diferentes motivaciones.
Aunque el turismo no se constituye como la principal actividad económica de la ciudad, durante los últimos años, ha adquirido cierta relevancia. Resultado de ello son las diferentes estrategias y acciones de gestión turística llevadas a cabo desde el ámbito de gobierno municipal, como también algunos caracteres de la demanda que reflejan una mayor notoriedad y posicionamiento del centro urbano en el ámbito turístico. Además de la funcionalidad como centro de escala y de distribución (Schroeder, 2011:225), la ciudad se está “consolidando paulatinamente” como centro de estadía, debido a la creación y desarrollo de grandes centros de compras (shopping, hipermercados), adicionado a la variada oferta cultural, de acontecimientos programados (turismo de reuniones) y de espectáculos (deportivos, teatrales, etc.) (Ercolani y Rosake, 2009:2).

El presente trabajo, aborda el análisis de la focalidad urbana (Dosso, 2005) en la ciudad de Bahía Blanca, considerando los diferentes espacios-actividades que se desarrollan en la misma, y su aptitud para la utilización como sitios con funcionalidad turística y recreativa, enmarcadas en el contexto del turismo urbano-metropolitano.
Dosso (2005:79) define a la focalidad urbana como: “la conjunción espacio-actividad que, por sus condiciones de atractividad, singularidad, relevancia, calidad o vigencia, posee atributos actuales o potenciales para constituirse en referencia significativa dentro del sistema urbano. Se trata de un recurso o sistema de recursos urbanos susceptible de ejercer atracción actual o potencial para la práctica de actividades en ámbito urbano. […] Se concibe como condición para constituir foco urbano-turístico la disposición de un recurso, conjunto o sistema de recursos por constituir entidad con suficiente poder referencial para convocar por sus cualidades intrínsecas y extrínsecas. Tal foco podrá estar constituido por un único recurso o por un conjunto de ellos con relativa proximidad espacial, identidad o similitud o afinidad temática, unidad paisajístico-ambiental complementariedad funcional e institucional actual o potencial.”
A partir de la definición, el autor destaca diferentes focos espaciales, los que agrupan diferentes recursos urbanos, unificados bajo un eje común,  susceptibles de un uso durante el tiempo libre de visitantes y residentes. 

Los focos culturales comprenden aquellos espacios abocados al desarrollo y manifestación de expresiones artísticas, ya sean de carácter activo (prácticas culturales) o más bien pasivo (exposiciones artísticas –pintura, escultura, etc. – espectáculos) (Dosso, 2005:81).
Bahía Blanca alberga una importante oferta de carácter cultural. En la folletería turística oficial, al igual que en el sitio web de la Municipalidad de Bahía Blanca, se destacan más de 27 espacios abocados a la exposición y muestra de distintos bienes culturales históricos y contemporáneos, que hacen a diferentes expresiones artísticas y científicas de la ciudad, y que se convierten en atractores de distintos tipos de visitantes, de acuerdo al carácter de las muestras, a su emplazamiento y a la temática principal que desarrolle.
Entre estos espacios se destacan, en primera instancia, los museos. Algunos de ellos exponen bienes culturales relicto de representantes del pasado bahiense, mientras que otros responden a muestras contemporáneas de la sociedad local. Entre los más representativos se pueden mencionar: Museo de Bellas Artes y de Arte Contemporáneo, Museo y Archivo Histórico Municipal, Histórico Café Museo, Museo del Puerto, Museo Ferro White, Museo de Ciencias Naturales, la Fundación Ezequiel Martínez Estrada, entre otros.
También se desarrollan diferentes espacios, abocados a las exposiciones de arte, a la exhibición de obras teatrales y musicales 10 y a la realización de eventos culturales. Los cines cobran un rol relevante, ya que además de la comercialización de la cinematografía internacional, se muestran películas con la impronta del cine nacional11 .
Un dato importante a destacar, es la cantidad de funciones teatrales de diferente índole, que se han realizado durante el año 2011, llegando a un total de 400 12, contabilizando únicamente aquellas realizadas en los teatros públicos y privados de la ciudad. Esto demuestra la importante oferta cultural que alberga Bahía Blanca, atractivo no sólo para los habitantes, sino también para los visitantes de la región.
De acuerdo a la distribución espacial de las unidades estructurantes del foco cultural de la ciudad (Figura 5), se identifica una focalidad urbana en el área céntrica, dada a partir de “unidades nucleares13 ”, mientras que en aquellos espacios localizados en zonas no muy próximas al centro urbano, se divisan “unidades hitos”, dispersas en los barrios periféricos de la ciudad o en la localidad de Ingeniero White, a escasos 5 kilómetros. Es decir, que en el espacio céntrico se detecta una agrupación de atractivos de carácter urbano cultural, que de acuerdo a su temática común, pueden agruparse conformando un área específica con funcionalidad cultural; mientras que en los espacios más alejados del centro, se identifican unos pocos sitios, funcionando como hitos aislados, que por sí mismos no alcanzarían a estructurar un área espacial con una funcionalidad común. Esta caracterización, aplicada y descrita a escala local, reafirma la postura desarrollada en el marco conceptual, pudiendo sostener que la modalidad turística y actividades reacreativas asociadas a la cultura, se concentran en las áreas céntricas de los espacios urbanos. En este contexto, sostiene Dosso (2005:81): “los espacios culturales de interés turísticos suelen localizarse preferentemente en áreas céntricas aunque pueden encontrarse en áreas intermedias y periurbanas, aunque en forma dispersa.”

Con relación a los focos naturales, estos hacen referencia a espacios que albergan alguna característica que remite al contacto con la “naturaleza”, pero que presentan cierto grado de intervención humana, adaptándolos para la práctica de actividades recreativas, de descanso o esparcimiento. Se representan aquí, los espacios verdes (plazas y parques), lagunas, cursos de agua, etc., asociados al medio urbano (Dosso, 2005:81).
Bahía Blanca cuenta con diferentes espacios verdes de carácter público, que de acuerdo a la clasificación establecida por Ercolani (2005), se pueden catalogar según su dimensión y forma en: parques urbanos, parques lineales, plazas y plazoletas. En el cuadro 3, se reflejan estos espacios y su localización dentro de la ciudad.
La mayoría de ellos se emplazan en el sector Norte, quedando un vacío en la parte Sur de la trama urbana. La caracterización de la distribución espacial, si bien Ercolani (2005, 2009) hace referencia, ya en el Plan de Desarrollo de Bahía Blanca del año 1971 (en Schroeder, 2011:226-227), se resaltaba tal configuración: “existen diferencias dentro de la ciudad observándose una mayor concentración de espacios verdes en el sector N y NE […] evidenciándose la carencia de estos usos en la zona S y SO donde se agrupa una densa cantidad de población de limitados recursos económicos.”
Respecto al estado de mantenimiento y conservación, se debe destacar que algunos de los mismos se encuentran en muy buenas condiciones: Parque de Mayo, el Paseo de las Esculturas, del Arroyo Napostá, el de la Mujer y su continuación sobre calle Cuyo; mientras que otros, como el Parque Independencia, necesitan de una rápida intervención urbana, que los reacondicione como sitios de ocio, respondiendo a la demanda del barrio en el cual se emplaza, como así también al conjunto de residentes y visitantes que acuden a él durante su tiempo libre. En otros casos, como en el Parque Campaña al Desierto o el Camino Parque Sesquicentenario, si bien se identifican como parques desde el punto de vista de la planificación urbana, en la actualidad no albergan equipamiento o instalación alguna que denoten tal caracterización.
Un dato importante a destacar, como indicador de calidad de vida en las áreas urbanas, es la cantidad de espacios verdes por habitante, denotando Bahía Blanca 14,30 metros cuadrados, y siendo un óptimo considerable establecido por la Organización Mundial de la Salud, un valor entre 10 y 15 metros cuadrados por poblador (BID, 2010). Dicha variable debe analizarse a escala local, enmarcada en el estado de los espacios verdes y evaluar si los mismos realmente responden a las exigencias de sus usuarios.
Desde el punto de vista turístico, algunos de los espacios forman parte de los circuitos: “camino de los barrios y parques” y de “patrimonio verde urbano”, diseñados por el área de turismo de la Municipalidad bahiense.
Además de los espacios verdes destacados, se debe hacer mención de la “Reserva Natural Bahía Blanca, Bahía Falsa y Bahía Verde14 ”, localizada en el frente costero, hacia el Sur. Si bien su normativa, que establece la categoría de manejo, posibilita el desarrollo de actividades recreativas y turísticas, además de las de investigación, educación y cultura (Martín Varisto, Rosell y Rosake, 2009:47), las primeras quedan reducidas ante la dificultad de acceso al área. En la actualidad, este sector resulta controversial, debido a los diferentes “cruces” entre distintos actores, ante la iniciativa de dragado para la instalación de un puerto regasificador, en las inmediaciones de la localidad de General D. Cerri (Partido de Bahía Blanca).  Asimismo, en contrapartida, se ven planteadas algunas propuestas de desarrollo, en materia de turismo y recreación, que contribuyen a un aprovechamiento del sitio desde la perspectiva del ocio 15.
En términos generales, a partir de lo planteado por Dosso (2005:80), puede decirse que las plazas, parques y paseos mencionados estructuran “unidades nodales” en el foco natural del espacio urbano bahiense, ya que constituyen “unidades funcionales/espaciales de convergencia/afluencia […] de actividades de encuentro […].”
Siguiendo con el estudio de la focalidad urbana, el autor plantea además la existencia de focos patrimoniales. En este caso, se hace referencia a espacios dentro de la trama urbana que presentan un valor histórico, cultural o paisajístico, resultado del emplazamiento de componentes patrimoniales materiales, que otorgan identidad a la ciudad. Asimismo, también se consideran a aquellos sitios, que sin tener ninguna obra arquitectónica asociada, guardan un valor intrínseco, representativo de un hecho o acontecimiento (Dosso, 2005:81-82). Por otra parte, se deben incluir a aquellos lugares y componentes materiales, asociados a las manifestaciones culturales intangibles que se desarrollan en la ciudad.
De acuerdo a lo expuesto, Bahía Blanca presenta diferentes áreas patrimoniales, que albergan distintos bienes culturales materiales, resultado del proceso de evolución histórica del centro urbano. En el Inventario de Patrimonio Arquitectónico del Partido de Bahía Blanca (Zingoni, 1992), se destacan 14 áreas de valor patrimonial.

En primera instancia, como el más significativo, debido a su monumentalidad como conjunto patrimonial y a su estado de preservación16 se destaca el Centro Histórico de la ciudad. El mismo se desarrolla y coincide con el área fundacional que da origen a la aglomeración, como punto de avanzada sobre la frontera del “desierto”.
Desde el punto de vista del turístico recreativo, el sector alberga gran potencialidad para su desarrollo (Pinassi, 2011, 2012a, 2012b). Únicamente se identifica en él un itinerario turístico cultural, diseñado por el ámbito público municipal.
Además del Centro Histórico, se identifican en el inventario seis áreas vinculadas al patrimonio industrial ferroportuario: Ferrocarril Sud, Ferrocarril Bahía Blanca Noroeste, conjunto de viviendas obreras de Villa Harding Green, conjunto de viviendas de Ingeniero White, Puerto de Ingeniero White y Puerto Galván. En este caso, algunas de las áreas de encuentran en buen estado de mantenimiento y conservación en general, como el caso del Ferrocarril Sud, con estrategias de puesta en valor a partir de nuevos usos y funciones (Museo del Deporte, Confitería Estación Sud, Apart Loft Rental en Barraca Segatori) o manteniendo las originarias (transporte ferroviario). En otras situaciones, como en el área del Ferrocarril Bahía Blanca Noroeste, el estado de la mayoría de los inmuebles y del espacio en general, no es el más adecuado, denotando sectores vacios y con falta de mantenimiento, contribuyendo al deterioro del ambiente urbano del sector. De la misma manera, se presentan parte de las viviendas de chapa y madera, localizadas en Ingeniero White.
Una situación contradictoria, desde el punto de vista patrimonial, es la que presentan las áreas portuarias. Si bien éstas conforman espacios con valoración histórica, debido al vínculo asociado al desarrollo y crecimiento económico de la ciudad, la escasa accesibilidad a dichos sectores, pone en cuestionamiento el sentido de pertenecía del patrimonio y el uso del mismo por parte de los pobladores locales.
Cabe destacar, que recientemente la Comisión Nacional de Museos y Monumentos y Lugares Históricos de la Argentina, ha declarado como “Monumento Histórico Nacional” a varios de los bienes industriales mencionados. Entre ellos: “la Estación Sur (ex Terminal Bahía Blanca del ex Ferrocarril Sud); la Estación Ferroviaria Spurr; el Barrio Inglés; el Conjunto Urbano Arquitectónico compuesto por el ex Mercado de Concentración de lanas, frutos y cueros Victoria; la ex Usina Ferroviaria y Taller Ferroviario Anexo; los Elevadores de Granos Nº 3 y Nº 4 del conjunto de la ex Junta Nacional de Granos del puerto de Ingeniero White” (CNMMLH, 2012:5-6).
Dos áreas patrimoniales vinculadas de manera directa a las actividades recreativas en el espacio urbano, las constituyen el área del Parque de Mayo e Independencia. Estos dos lugares, con sus componentes patrimoniales asociados, conforman dos de los sectores más representativos de la ciudad que se destinan al desarrollo de actividades de descanso y esparcimiento, principalmente durante los fines de semana, constituyendo una alternativa no sólo para los residentes, sino también para los visitantes que arriben a la ciudad, como mencionamos anteriormente.
Por su parte, las áreas del Barrio Parque Palihue y Barrio Parque Patagonia, conforman dos espacios de connotaciones diferenciales a los anteriores, teniendo mayor relevancia los atributos paisajísticos del sector en su conjunto (homogeneidad dada por las construcciones y por el uso residencial del espacio), más que por su valoración histórica y cultural, ya que la mayoría de las edificaciones responden a una arquitectura de carácter moderno.
La ciudad cuenta con dos avenidas importantes que estructuraron el espacio urbano desde un comienzo: Avenida Alem y Colón; en las cuales el tratamiento del sector y distribución espacial de los componentes patrimoniales, se realiza de manera diferencial al resto de las áreas, ya que conforman “unidades axiales” (Dosso, 2005:80) en las que se distribuyen de forma lineal, los distintos bienes culturales, pudiendo la misma constituir un ámbito propicio para el desarrollo de actividades turístico recreativas.
Otra área patrimonial es Villa Rosas que, conjuntamente con los espacios de Ingeniero White, uno de los sectores más alejados y con mayor dificultad de acceso, debido a su emplazamiento y a la disponibilidad de servicios regulares de ómnibus. Esta connotación de “espacio alejado”, constituye una debilidad a la hora de la gestión turística de los sectores.
Se debe mencionar, que desde el punto de vista turístico recreativo, algunas de las áreas forman parte de los circuitos turísticos desarrollados por la Municipalidad de Bahía Blanca. Las que presentan un mayor aprovechamiento son: el Centro Histórico, el eje lineal de Avenida Alem, los parques (de Mayo e Independencia) y el Barrio Palihue. Estos, al igual que el área de ferrocarriles y puertos, forman parte de los circuitos turísticos: “el camino de la historia”, “camino de barrios y parques”, “camino de los rieles” y “camino de los puertos”.
Una de las propuestas de gestión contenidas en el último plan de desarrollo (BID, 2010) relativa a los espacios patrimoniales, es aquella tendiente a la concreción de  “Áreas de Protección Histórica”. En este contexto, se pretenden crear “distritos patrimoniales”, con medidas de conservación específicas, mecanismos de gestión permitidos, actividades determinadas sobre los bienes culturales, grados de protección, entre otras variables de aplicación, contribuyentes a la preservación del patrimonio construido (Pinassi, 2011:420).
Con relación a los focos educacionales, Dosso (2005:82) sostiene que se encuentran conformados por aquellas unidades presentes en el espacio urbano en las que se desarrollan actividades asociadas a la educación, la realización de congresos, seminarios y convenciones, que cuentan con un importante caudal bibliográfico-documental o bien que participan de “actividades de extensión educativa-cultural”.
En este contexto, la ciudad de Bahía Blanca, cuenta con una importante oferta educativa, en sus distintitos niveles. A los fines del trabajo y su vinculación con el turismo en las ciudades, interesa resaltar el papel de las universidades y su relación con la movilidad de estudiantes de carácter internacional. Aquí aparece reflejada una modalidad reciente en el país y en particular en nuestra ciudad: el turismo idiomático, que combina viaje y estudio, con el objetivo de aprender otro idioma.
De acuerdo al análisis que realizan Pérez, Gallucci y Guerrero (2011:13), se destaca que en Bahía Blanca “existe un amplio interés por parte de los institutos de idiomas y universidades en brindar clases de español ya que la mayoría cuenta con recursos necesarios para tal fin. Por otro lado, es importante remarcar la necesidad de capacitación específica de los profesores para brindar los cursos de idioma español. Si bien sólo un tercio de las organizaciones tienen experiencia en la enseñanza del idioma, se evidencia una potencialidad para su enseñanza. Ello en virtud del éxito obtenido en el proceso de enseñanza-aprendizaje y del alto grado de satisfacción de los estudiantes; sumado a la existencia de una oferta con recursos necesarios para la enseñanza y una demanda de turismo idiomático en crecimiento a nivel local.”
Asimismo, se deben destacar los viajes que realizan ciertos alumnos para cursar parte de una carrera universitaria, motivación diferente a la de aprender el idioma nativo. Desde esta perspectiva, interesa resaltar el papel de la Universidad Nacional del Sur (UNS) y su vínculo con este tipo de movilidades estudiantiles. Si bien el número de alumnos de otros estados que recibe la institución, en comparación con otras universidades del país, es reducido (45 en total para el año 2011), el mismo se incrementa en cada período lectivo que sucede. En el primer cuatrimestre del 2010, se recibieron a 12 alumnos, durante marzo de 2011 a 14 y en 2012 aumentó a 2217 .  Para el primer semestre de 2013 el número de pasantes internacionales confirmados es de 60 18.
En la ciudad, a su vez, se destacan diferentes sedes de instituciones universitarias, entre ellas se pueden mencionar: Facultad Regional Bahía Blanca de la Universidad Tecnológica Nacional, sedes de educación a distancia como la Universidad de Belgrano, la Universidad Católica de la Plata y la Universidad Siglo XXI. Asimismo, existen diferentes institutos de carácter terciario que ofrecen diversas carreas de grado y pregrado.
Un papel relevante en el foco educacional, lo cumplen las bibliotecas. En Bahía Blanca, se desarrollan diferentes organizaciones de este tipo, reconociéndose dos que sobresalen por su caudal bibliográfico y trayectoria de funcionamiento. Se hace referencia aquí a la Biblioteca Central de la Universidad Nacional del Sur (y las complementarias especializadas de los diferentes departamentos académicos) y la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia, localizada en el centro histórico de la ciudad. En este último caso, la institución funciona como una “unidad hito”, con una función compartida por el foco cultural, educacional y patrimonial de Bahía Blanca.
Vinculado a los focos educacionales, se encuentran los focos científicos y técnicos. Estos pueden constituir en la estructura urbana, áreas, núcleos o hitos, dotando al espacio de una funcionalidad asociada al desarrollo científico en diferentes ámbitos (Dosso, 2005:82).
Se destacan en el caso de análisis tres “unidades nucleares” en la estructura urbana, vinculadas entre ellas a través del desarrollo científico tecnológico: CONICET 19 Bahía Blanca (CCT), Universidad Nacional del Sur y Facultad Regional de la Universidad Tecnológica Nacional.
El Centro Científico Tecnológico Bahía Blanca (CCT) agrupa a 10 institutos de investigaciones en diferentes ramas. Cada uno de ellos, se conforma de diferentes investigadores que, a su vez, se desarrollan profesional y académicamente en las universidades de la ciudad. Generando un vínculo relacional a través de diferentes proyectos de investigación desarrollados.
La configuración como unidades nucleares, se encuentra dada por la concentración en cada uno de ellos de los diferentes institutos o departamentos académicos con sus dependencias correspondientes, distribuidas en el espacio urbano. En estos casos, los focos científicos y técnicos, se superponen con los educacionales.
La vinculación con el turismo urbano-metropolitano, en este caso se encuentra dada por aquellos visitantes (turistas o recreacionistas) que se desplazan hacia estos centros, ya sea en calidad de estudiantes, profesores o investigadores, a realizar prácticas específicas o estancias de investigación, teniendo como motivación principal el desarrollo de actividades vinculadas con lo académico, científico o profesional.
Dosso (2005:82), también destaca la presencia de focos industriales y tecnológicos. Aquí, se hace referencia a “áreas, hitos o ejes de atracción”, cuya funcionalidad se constituye a partir del desarrollo de actividades económicas de carácter secundario (industria). La manufactura de diversos productos, a través de la utilización de las máquinas y la innovación en tecnologías, caracterizan a estos sectores.
El foco industrial y tecnológico en Bahía Blanca se localiza hacia el Sur del centro urbano, próximo a la localidad portuaria de Ingeniero White, condición necesaria para su desarrollo y funcionamiento. Este foco se conforma por el Polo Petroquímico y el Parque Industrial. Se destacan en ellos diferentes empresas, principalmente aquellas vinculadas al tratamiento de los derivados del petróleo.
En este caso, la focalidad urbana responde a una gran “unidad areal”, donde se concentran las compañías que constituyen el polo de desarrollo tecnológico. Asimismo, se debe resaltar la superposición de focos urbanos que se da en este sector, ya que se conjugan y articulan diferentes tipos en un mismo espacio. Es así, que convive el de carácter industrial y tecnológico, con aquel de tipo patrimonial, ya que el área portuaria forma parte de las áreas históricas valoradas por parte de la sociedad. Asimismo, el vínculo que adquiere mayor connotación, es el establecido entre el foco analizado y el educacional y científico-técnico, ya que la formación y capacitación que se realiza en ellos, conforma la mano de obra calificada que posteriormente se desarrollará en los distintos niveles de las industrias. Del mismo modo, contribuyen los distintos aportes realizados en investigación y avances científicos que se realicen desde dichos sectores.
En materia de turismo y recreación, el foco industrial y tecnológico, se puede analizar desde tres perspectivas: en primera instancia, se debe destacar el importante flujo de trabajadores y gerenciales (de otras partes del país y del exterior) que recibe cotidianamente el parque; por otro lado, el área forma parte de la oferta turística gestionada desde el ámbito público municipal, a través de su inclusión en el circuito turístico “camino de los puertos”, donde se pueden recorrer las principales instalaciones. Por último, la vinculación con dicha actividad de ocio, se establece a través de las visitas guiadas de carácter educativo que realizan algunas de las empresas, orientadas a colegios de la ciudad y la zona, previa programación.
Continuando con el análisis, Dosso manifiesta la presencia de focos institucionales-administrativos y aquellos de carácter comercial. A partir de la descripción que realiza el autor, conviene abordar un tratamiento articulado entre ambos espacios, debido a la polifuncionalidad que caracteriza esta porción de la trama urbana, donde conviven diferentes actividades, servicios y equipamiento.
Los primeros, los focos institucionales-administrativos, hacen referencia a aquellas áreas con una función político, administrativa y financiera, enmarcada tanto en el ámbito público como privado, condicionando actividades específicas de gestión; “[…] identifican generalmente los espacios de poder local y de representación, cuyos ejemplos más significativos lo constituyen los centros cívicos, focos centrales o de concentración ciudadana, espacios de gestión y participación comunal” (Dosso, 2005:82).
Por otra parte, los focos comerciales, suelen superponerse con los anteriormente descriptos, cuya funcionalidad, orientada a la prestación de servicios y el uso comercial, caracterizan el espacio. En este caso, aparecen asociadas al consumo del ocio, los grandes centros comerciales, shoppings, o paseos de compras, que reúnen en un mismo sitio diversidad de componentes destinados a la compra por los distintos usuarios que puedan acudir a ellos.
En la ciudad de Bahía Blanca, la focalidad urbana dada por estas dos variables, se puede agrupar en centros y subcentros, que denotan una importante funcionalidad desde lo administrativo y comercial. En algunos de ellos prevalece la primera unidad de análisis, como en el microcentro bahiense, mientras que en otros, la función comercial se posiciona como la principal.
El Plan de Desarrollo Local (BID, 2010), destaca la presencia de centros y subcentros consolidados en el espacio urbano (Figura 6), que reúnen diferentes actividades dentro de las consideradas en los focos bajo estudio y, por tal motivo, funcionan como atractores de pobladores y visitantes, dependiendo el interés de cada uno.

En el Plan se considera al Microcentro de la ciudad como el centro tradicional, caracterizado por albergar una función no sólo administrativa, por ser sede de las principales instituciones públicas y privadas de Bahía Blanca, sino también por disponer de una oferta cultural, comercial y financiera.
Asimismo, se destaca la presencia de subcentros: Villa Mitre, Villa Rosas e Ingeniero White. En estos tres casos, constituyen centralidades de escala barrial, que circunscriben su ámbito de influencia a un sector aledaño dentro del espacio urbano en el que se localizan. En estos casos, se articulan diferentes tipos de actividades, destacándose la identidad y el que hacer cotidiano, propio de barrios alejados del centro, que generan un atractivo particular al sector. De igual modo, la superposición del foco patrimonial, principalmente para Ingeniero White, se denota como otro caracter importante.
Asociado al foco comercial, más que al administrativo-institucional, en el plan se mencionan dos ejes comerciales y de servicios, que se desarrollan a lo largo de dos avenidas: Avenida Colón y Avenida Cabrera. Si bien ambos conforman “unidades axiales” en la trama urbana, presentan ciertas diferencias que se reflejan en la cantidad y distribución de usuarios que acuden a ella, como en la forma de consumo (centralizada o dispersa).
A la primera avenida: Colón, se le asigna una valoración histórica, de mayor relevancia que para la vía de circulación Cabrera, debido a su origen asociado al camino hacia el puerto, durante la evolución y consolidación de la ciudad. Ello se ve reflejado en el paisaje urbano del sector, denotando numerosos bienes inmuebles que forman parte del inventario de patrimonio local. Como se destaca en el plan, esta arteria urbana incluye “además del comercio minorista y locales gastronómicos, equipamientos públicos y privados (Club Argentino, Rectorado UNS), hotelería (Hotel Austral), oficinas y despachos profesionales, etc.” (BID, 2010).
Desde lo turístico recreativo, el espacio, además del consumo dado a partir del equipamiento de alimentación y alojamiento, forma parte de los distintos circuitos turísticos diseñados por el área de turismo del municipio. Entre ellos, se destacan: el “camino de los puertos”, “de los rieles”, “de la historia” y “de los hoteles”.
Con respecto a la Avenida Cabrera, esta se caracteriza por un corte más moderno y por la presencia de los dos centros comerciales más grandes de la ciudad, abocados al consumo del ocio: el Bahía Blanca Plaza Shopping y el Paseo del Sol, con las diferentes empresas asociadas (Walmart, Hipertehuelche, Makro, entre otras). Esta vía “se ha convertido en un importante eje para el crecimiento periurbano (barrios residenciales de baja densidad intercalados por viveros, bares de ocio nocturno, sede UNS Agronomía) y la localización de la actividad hotelera (Parador Hotel Austral) y comercial en forma de hipermercados (Walmart, 1997), superficies especializadas (concesionarios) y shopping centers (Bahía Blanca Plaza Shopping, 1998)” (BID, 2010).
Con relación a la valorización de estos sectores, Pinassi (2012b:146) analiza, en base a los resultados presentados por Rosake y Ercolani (2011), que entre los espacios más valorados para realizar actividades de esparcimiento y de consumo asociado al tiempo libre, se destacan:

Cabe resaltar aquí, el papel preponderante que adquieren los grandes centros comerciales durante la práctica de actividades de ocio.
Además de las centralidades mencionadas, en el Plan de Desarrollo Local se hace mención de otros ejes comerciales que generan centralidad, dividiéndolos en: consolidados y en crecimiento y de expansión incipiente. Asimismo, se realizan una serie de propuestas con el objetivo de consolidar nuevas centralidades y así “revertir las plusvalías urbanas generadas por aprovechamientos de techo para comercio, viviendas, oficinas etc. en la conservación del patrimonio y la generación de equipamiento público y espacio verde” (BID, 2010).
Continuando con el análisis, Dosso (2005:83) también destaca focos religiosos que pueden desarrollarse en el espacio urbano. Dentro de estos, se identifican diferentes instituciones y templos que responden al culto y manifestaciones religiosas de los habitantes de la ciudad. El autor sostiene, que pueden presentarse en el espacio urbano como unidades hitos o sendas20 . Asimismo, albergan una relación indisociable con el patrimonio local, ya sea a través de componentes inmateriales (procesiones, misas, peregrinaciones, etc.), como materiales (iglesias, capillas, conventos, entre otros).
En el caso de Bahía Blanca, se pueden identificar más de 120 21 organizaciones religiosas, que responden a diferentes congregaciones: católica, adventistas, evangélicas, etc. Su manifestación y configuración espacial, responde a unidades hitos dispersas en la aglomeración. De igual manera, se debe resaltar su vinculación con el foco patrimonial, debido a que parte de los templos, presentan declaratoria patrimonial (principalmente de carácter municipal).
Respecto a su aprovechamiento desde la perspectiva del turismo y la recreación, no se desarrolla ningún uso asociado a estas actividades. No existen circuitos turísticos ni prácticas que vinculen dichas unidades estructurantes, con propuestas basadas en el turismo de carácter religioso o cultural. Únicamente, la catedral del centro de la ciudad, Nuestra Señora de la Merced, forma parte del circuito: “camino de la historia”.
En la ciudad también se desarrollan focos feriales. Estos se caracterizan por la exposición y venta de productos artesanales, bienes de consumo en general (exhibiciones temáticas), ganado o animales de cría, entre otros. Existen también ferias donde se difunden avances tecnológicos e innovaciones varias (Dosso, 2005:83).
En Bahía Blanca existen diferentes ferias y exposiciones que pueden agruparse en aquellas de carácter permanente y las de tipo temporarias. Entre las primeras, se destacan la Feria de Artesanos de calle Alsina (en la Plaza B. Rivadavia), la Feria del Parque Independencia, Feria de la Ciudad, Feria de Economía Social y Solidaria del Parque de Mayo y la exposición del grupo de artesanos “Bahía Che”. La mayoría de ellas, operan durante los feriados y fines de semana, a lo largo de todo el año. Con relación a la temática de cada una, las mismas se diferencian de acuerdo a la venta de productos artesanales o productos de tipo comercial (ropa, juguetes, artículos de electrónica, etc.). Por el lado de las exhibiciones de carácter temporario, se resaltan aquellas que se realizan una vez al año, congregando gran cantidad de público, no sólo de la ciudad, sino también de la zona. Se pueden mencionar al Encuentro Nacional de Artesanos, desarrollado durante el fin de semana del 12 de octubre, la FISA (Feria de Producción, el Trabajo, el Comercio y los Servicios del Sur Argentino), la Exposición Nacional de Ganadería e Industria y el encuentro de artesanos “El Bolsón Expone”.
El análisis de la distribución espacial, coincidiendo con lo manifestado por Dosso, da cuenta que aquellas ferias que son de tipo artesanal, se llevan a cabo en el área céntrica, como en el caso del espacio “Bahía Che”, la Feria de Artesanías de la plaza central o el Encuentro Nacional de Artesanos; mientras que por el contrario, las ferias ganaderas o de exposición de maquinarias rurales, se emplazan sobre los espacios del periurbano.

En la ciudad posible identificar también focos deportivos recreacionales. Estos se caracterizan por el desarrollo de equipamiento de esparcimiento, necesario para la práctica de las actividades recreativas. Asimismo, se destacan los espacios públicos abiertos, destinados al desarrollo de algún deporte. En este caso, la focalidad urbana puede constituirse a partir de unidades areales o, más bien, conformar hitos dispersos en el espacio urbano (Dosso, 2005:84).
Bahía Blanca cuenta con un importante número de clubes y diferentes instituciones destinadas a la práctica de actividades deportivo-recreativas. No sólo se da cierta diversidad en las organizaciones, sino también en los tipos de deportes. Se destacan entre los más representativos: el fútbol, tenis y básquet. De igual manera, cobran relevancia otros como el vóley, sóftbol, hándbol, rugby, patín, entre otros.
Cabe mencionar que el foco deportivo recreativo, se superpone en el espacio de la ciudad con el foco natural, ya que los espacios verdes públicos, constituyen un sitio propicio para el desarrollo de actividades de esparcimiento. Respecto a su configuración, la mayoría del equipamiento (clubes, salones y estadios deportivos), se localizan dispersos dentro del área urbana, registrándose algunos ejemplos, emplazados en sectores más alejados del centro (Club El Nacional, autódromo, entre otros).
Gran parte de los eventos deportivos, funcionan como acontecimientos programados, atractores de diferentes tipos de público, principalmente en el caso del fútbol, que con exponentes como el Club Olimpo han llevado a la ciudad a colocarse en la plana nacional.
Dosso (2005:84) destaca también la presencia de focos residenciales singulares. En este caso, el autor hace referencia a espacios urbanos de “uso habitacional” que albergan cierta homogeneidad y calidad desde su perspectiva urbanística, asociada al paisaje, como también a partir de la arquitectura desarrollada.
A nivel genérico, en la ciudad de Bahía Blanca, se pueden identificar cuatro barrios de uso residencial con características intrínsecas uniformes, que definen una identidad y los diferencia de los otros sectores del centro urbano (Figura 8). En contrapartida, la condición económica y el perfil de los residentes del sitio resultan disímiles unos de otros.
En primera instancia, se destaca el Barrio Bella Vista, localizado hacia el Noroeste del Parque Independencia. El mismo se constituye como uno de los cuatro barrios más antiguos de la ciudad, conjuntamente con Villa Mitre, el Barrio Noroeste y San Martín22 . Los atributos paisajísticos se encuentran dados por su trama particular: calles y veredas angostas, residencias sobre la línea municipal y presencia notoria de viviendas de arquitectura de estilo italianizante  (fachadas altas de ladrillos a la vista, con pilastras conformadas por perfiles salientes de los mismos). Se debe resaltar, que en algunos sectores las intervenciones de corte moderno quiebran con la homogeneidad del barrio.

En segundo lugar, se puede mencionar al Barrio Comahue, próximo a la Universidad Nacional del Sur. El mismo surge en 1971  por iniciativa de una inversión del BID (Banco Interamericano para el Desarrollo). El atributo que le otorga singularidad, es la homogeneidad dada por las 19 líneas de construcciones (monobloques) que se estructuran en el área comprendida entre las calles: 12 de Octubre, Salta, Av. Urquiza y Perú. El color de los inmuebles y su articulación con el parquizado, le otorgan una particularidad diferencial. 
Por último, se desarrollan el Barrio Parque Palihue y Barrio Parque Patagonia. Estos merecen un tratamiento conjunto, debido a su similitud. Localizados al Norte y Noreste del centro de la ciudad, respectivamente, ambos funcionan como espacios residenciales habitados por pobladores de clase media alta y alta. Las grandes mansiones, con estilos representativos del casablanquismo, otras con derivaciones pintoresquistas y la gran mayoría con un corte moderno (algunas racionalistas y otras más bien organicistas), denotan el principal tinte destacado de los sectores. La forma de la trama urbana en ambos casos, no responde al tipo ortogonal, sino que se quiebra esta configuración y se adoptan líneas curvas en la estructuración del plano. Una diferencia entre ambos, es el tratamiento del espacio público (veredas y calles), mientras que en el Barrio Palihue los jardines delanteros de las casas, con diferentes diseños, borran los límites entre el espacio público y privado y las vías de circulación vehicular se encuentran pavimentadas, en gran parte de Barrio Patagonia no se da esta manera. Este se caracteriza, en su gran mayoría, por la presencia de calles de tierra consolidada.
En los cuatro casos analizados, los focos se estructuran a partir de unidades areales dentro del espacio urbano.
Con relación al turismo y la recreación, son incluidos dentro de la oferta turística local en el circuito de los “caminos de barrios y parques”, los barrios Comahue, Palihue y Patagonia, dejando de lado al de Bella Vista, siendo este el más representativo de los tres, desde el punto de vista histórico e identitario de la ciudad.
Una vez descritos y analizados los diferentes focos urbanos y su vinculación con el desarrollo turístico recreativo en la ciudad, cabe determinar su relación espacial dentro la misma. De este modo, se hace necesario abordar los focos de transporte y ejes de conexión que en ella se desarrollan.
Respecto a los primeros, los focos de transporte, según Dosso se refieren a aquellas unidades núcleos o nodos dentro de la trama urbana que funcionan como concentradores y articuladores del transporte en la ciudad. Corresponde a este foco, analizar la infraestructura propia de transporte, integrada por terminales de ómnibus, aeropuertos, estaciones de tren, etc., que posibilitan la accesibilidad al espacio urbano y su desplazamiento dentro de él. Funcionan como nodos intermodales, que permiten al usuario la articulación entre diferentes medios de transportes. Estos “constituyen áreas de relativa polifuncionalidad al concentrar espacios complementarios a la actividad principal, tales como espacios de alojamiento, gastronomía, comercio, centros de información y servicios en general” (2005:84).
Con relación a los ejes de conexión, en este caso se hace referencia a las vías de circulación que permiten la comunicación de los diferentes focos urbanos. De acuerdo a lo planteado por Dosso, estos ejes se reflejan en el espacio de la ciudad como “sendas” o “nodos”. Asimismo, “su significación en la estructura urbano-turística admite diversidad en su caracterización que excede su tratamiento como una simple vía, dando lugar al carácter que le confieren espacios y usos que acompañan su trayectoria, presentándose sendas de carácter comercial, patrimonial histórico y paisajístico” (2005:85).      
Aplicando los conceptos a escala local, se puede decir, con respecto a los ejes de conexión, que la accesibilidad a Bahía Blanca se encuentra dada por tres rutas nacionales y una provincial (Figura 9). Entre las primeras se destacan: la Ruta Nacional Nº 3, que conecta a la ciudad con Buenos Aires, hacia el Noreste, y con la Patagonia, hacia el Sur; la Ruta Nacional Nº 35, que la une con la provincia de La Pampa; y la Nº 33, con la ciudad de Rosario. La Ruta Provincial Nº 51, posibilita la conexión con la Capital Federal y poblados intermedios, en la Provincia de Buenos aires. “El sistema viario externo está conformado por un anillo circunvalatorio (Camino de Circunvalación Bahía Blanca, Camino Parque Sesquicentenario, Camino Acceso a Puertos, Camino Grümbein-White) al cual concurren convergentes las diversas rutas nacionales y provinciales que conectan la ciudad con la región” (BID, 2010).

Haciendo mención de los principales ejes dentro de Bahía Blanca, que además de la función base de posibilitar la conexión urbana entre los distintos sectores de la ciudad, albergan cierta funcionalidad turístico recreativa, ya sea desde la presencia de equipamiento de esparcimiento o de servicios de consumo, o más bien debido a que en ellos se localizan componentes con ciertos valores histórico/paisajísticos que potencian al área para su desarrollo desde la perspectiva del ocio, se pueden destacar las calles:

En cuanto a los focos de transporte, se debe destacar a la terminal de ómnibus “San Francisco de Asís”, emplazada en calle Drago 1800. En la misma se localizan diferentes agencias de pasajes que comercializan distintos servicios de ómnibus, a disímiles puntos del país. Las frecuencias son variadas, dependiendo la compañía y el destino de viaje.
Los servicios de trenes se concentran en la “Estación de Ferrocarril Sud” (Av. Cerri 750). El tramo de larga distancia que se puede realizar por este medio, comprende al “Corredor Roca”, que conecta a Bahía Blanca con Plaza Constitución. Existen servicios de ida, de martes a viernes y los días domingos, mientras que el regreso se lleva a cabo de lunes a viernes. El tramo puede realizarse vía Coronel Príngles o General Lamadrid. La empresa concesionaria del servicio es Ferrobaires.
Por último, los servicios de transporte aéreo, son centralizados en la Aerostación Civil “Comandante Espora” (Ruta Nº 3 Norte Vieja). En la misma operan cuatro empresas comerciales de transporte de pasajeros y de carga: Aerolíneas Argentinas - Austral, Lan, Lade (Líneas Aéreas del Estado) y Sol. Entre las dos primeras suman hasta cinco servicios diarios, disminuyendo la frecuencia a dos durante el fin de semana. Los mismos, vuelan únicamente entre la ciudad y la Capital Federal, pudiendo realizar allí diferentes combinaciones a otros puntos nacionales e internacionales. En el caso de Lade, la frecuencia no es diaria (sólo opera los días martes, miércoles, viernes y sábados), pero posibilita conectar de forma directa a los pasajeros con diferentes puntos de la Patagonia, como Trelew, Comodoro Rivadavia, Viedma, etc., al igual que Mar del Plata en la Provincia de Buenos Aires, sin necesidad de hacer escala en la Capital Federal. La empresa Sol, al igual que Lade, no opera de forma diaria. La ruta aérea que realiza, permite unir a Trelew y Mar del Plata, de forma directa.
Además de las terminales de transporte mencionadas, se debe destacar al propio centro urbano de la ciudad, que funciona como concentrador de todas las líneas de ómnibus regular que operan en el espacio urbano. En este contexto, constituye una unidad nodal, que aglomera y distribuye los diferentes recorridos de colectivos que forman parte del transporte urbano, posibilitando a los usuarios, realizar diferentes combinaciones entre las distintas empresas, de acuerdo a su destino de viaje.
Para finalizar el apartado, vinculado al foco de transporte, es propicio destacar algunas de las propuestas desarrolladas en el último Plan de Desarrollo Local (BID, 2010). De acuerdo a lo expuesto en el documento, se plantean tres iniciativas: la primera, asociada a la reformulación de los recorridos de las líneas de transporte urbano (ómnibus), buscando la vinculación directa de diferentes barrios de la ciudad, sin la necesidad de pasar por el centro; la segunda, plantea la creación de un sistema de transporte tranviario, aprovechando la infraestructura ferroviaria y logrando una mayor “conexión interurbana y urbana”; por último, se establece la creación de bicisendas, que articulen diferentes sectores de la ciudad, contribuyendo a su vez al cuidado del medio ambiente y a la interconexión de los distintos focos urbanos analizados.

5. Reflexiones finales


La ciudad se configura como uno de los espacios geográficos más complejos, donde se interrelacionan diferentes actores  y organizaciones, que desarrollan distintas actividades con disímiles intereses. Esta diversidad de prácticas, usos, funciones, equipamientos y recursos urbanos, definen su fortaleza como espacio potencial de aprovechamiento turístico.
El turismo urbano, y su extensión como metropolitano, si bien tienen su origen en el Grand Tour, la concepción se diferencia de su práctica originaria y resignifican su conceptualización. En la actualidad, la consolidación de nuevas formas de consumo y una demanda que busca lo personalizado, determinan nuevos comportamientos en el mercado turístico. Se posicionan aquí las ciudades, respondiendo a los deseos de los nuevos visitantes, diseñando productos turístico recreativos innovadores, en base a los requerimientos de los usuarios.
En el presente artículo se ha analizado el vínculo turismo-ciudad desde una perspectiva geográfica, aplicando el concepto de focalidad urbana, desarrollado por Dosso (2005), al caso de una ciudad de carácter intermedio: Bahía Blanca.
A partir de lo descrito en el trabajo, se han estudiado los diferentes focos urbano turísticos que se desarrollan a escala local, describiendo su concentración y distribución en el espacio, según lo expuesto en el marco conceptual.
Desde la focalidad urbana, es posible afirmar que, dependiendo de la actividad de ocio, el espacio abocado a las mismas se configura y estructura de una u otra manera, al igual que su emplazamiento en la aglomeración. Característica demostrativa de ello, la constituye la localización de los grandes centros comerciales, sobre unidades axiales en lejanías del centro urbano, o espacios dedicados al esparcimiento, como algunos paseos lineales en el periurbano de la ciudad. En contrapartida, se ha observado una importante concentración del foco cultural en el área céntrica.
Otra característica es la estructuración en el espacio bahiense de diferentes focos a partir de unidades areales, como en el caso de los focos patrimoniales; industriales-tecnológicos; institucionales-administrativos; comerciales y residenciales singulares; mientras que por otro lado, se divisan unidades hitos dispersas en el territorio: focos religiosos; deportivos recreacionales, entre otros.
Cabe destacar el papel preponderante que denotan los focos de transporte y ejes de conexión, que entre otras características, son los determinantes de la accesibilidad a la ciudad y del desplazamiento y consumo dentro de ella.
Del análisis realizado, centrado en el vínculo espacio-actividad, se deduce que el desarrollo del turismo urbano-metropolitano, a escala local, adquiere relevancia. La clara estrategia llevada a cabo desde el ámbito público municipal, con interés en consolidar el turismo de reuniones como producto principal, refuerza esta hipótesis. Asimismo, existen focos urbanos que necesitan de una gestión turística que los torne visibles, como el caso del religioso, que no lleva asociado ninguna política específica de desarrollo; o los focos residenciales singulares, en los que únicamente se dirigen acciones que contribuyen a “exhibir lo bello” (pero no representativo de lo local), como los Barrio Parque Palihue y Patagonia, dejando de lado los sectores históricos más antiguos, contenedores de la identidad barrial.
En este contexto, será necesario el desarrollo de nuevas iniciativas que, centradas en la creación y gestión de nuevos productos turísticos de carácter urbano, logren potenciar los atributos propios de la ciudad. De esta manera, será posible la inclusión de espacios degradados dentro de la trama urbana, que sumados al conjunto de la oferta de ocio de Bahía Blanca, podrán tener un uso activo que los resignifique y ponga en valor.
La focalidad urbana, referida a los diferentes atributos que resultan susceptibles de ejercer atracción, tanto actual como potencial, resulta un recurso valioso, ya que posibilita destacar las asimetrías espaciales. Su análisis permite buscar soluciones para equilibrarlas. En síntesis, se trata de encontrar un camino que busque la articulación de los espacios donde el turismo y la recreación puedan materializarse con equidad.

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Notas

1 Como posteriormente se aclara en el artículo, el término metropolitano no se correlaciona en este caso de estudio con la escala de la ciudad, sino más bien que se visualiza, en consonancia con la postura de diferentes autores citados en el cuerpo del texto, como una extensión del concepto de turismo urbano, considerando e incorporando al mismo otras nuevas modalidades turísticas, más allá del tradicional turismo cultural y patrimonial.

2 Si bien, desde el punto de vista conceptual, el turismo de negocios se opone al concepto de ocio, debido a que el mismo se incluye dentro del tiempo de vida obligado de una persona, en la actualidad esta tipología de viajes constituye un número importante de visitantes, que a los fines económicos y de implicancia social, resulta trascendente considerar en las definiciones de turismo urbano.

3 El consumo turístico recreativo del espacio urbano, a diferencia de otras modalidades, como el de sol y playa o el turismo de nieve, no se encuentra supeditado en gran medida a una estación del año determinada.

4 El encuentro puede ser: físico (compartir espacios con otros turistas); psíquico (verse unos con otros) o social (hablar con turistas, guías, vendedores, etc.) (Beni, 1988:55).

5 Para que haya contacto debe haber: intercambio de ideas, renuncia al rol social de turista (cliente) y prestador de servicios, involucramiento de las personas (Beni, 1988:56).

6 “[…] el turismo cultural con sus características formales asociadas […], adquiere el carácter de la gran modalidad turística, definida a partir de la motivación de la demanda, mientras que el turismo patrimonial, se encuentra más acotado como actividad. En este último, el contacto con los bienes culturales es más profundo, la contextualización auténtica de la manifestación cultural o de la obra profundiza la valorización resultante, la dimensión territorial en este caso adquiere relevancia y mayor significación” (Pinassi, 2012b).

7 El autor parafrasea a Troitiño (2003) y Lazzarotti (1995).

8 “Remplazo de población típica de un determinado barrio o área urbana por otra de mayores recursos económicos o de posición social más encumbrada” (Conti y Cravero Igarza, 2010:23).

9 Cazes (1998:85) manifiesta que la creación de equipamiento e instalaciones específicas, abocadas a actividades de carácter turístico y recreativo, se basa en la actualidad en tres tendencias, marcadas por la “especificidad, gigantismo y polifuncionalidad.”

10 La ciudad cuenta con doce espacios, entre salas y teatros, abocados a la realización de obras teatrales y musicales (Instituto Cultural de Bahía Blanca, 2012).

11 Cabe destacar, que durante el mes de octubre de 2012 se llevó a cabo el “1° Festival Latinoamericano de Cine Independiente”. 

12 A partir del estudio que realiza Rosake (2012), en base a los datos provistos por la Municipalidad de Bahía Blanca, se registraron durante el año 2011 un total de 300 funciones en los teatros públicos, mientras que en los de gestión privada se contabilizaron 100.

13 Las unidades nucleares constituyen un “conjunto, agrupación o sistema de atractivos, equipamiento y/o servicios complementarios afines con capacidad suficiente para constituirse en entidad temática (núcleos culturales, deportivos, etc.)” (Dosso, 2005:80).

14 “La Reserva Natural Bahía Blanca, Bahía Falsa, Bahía Verde se ubica en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires abarcando una superficie de 210.000 ha. Esta reserva conserva el ecosistema marino costero el cual está integrado por islas, canales, marismas y cangrejales con su flora y fauna autóctona, rasgos históricos asociados, representando en muchos casos el sostén de actividades económicas regionales” (Sotelo et al, 2012:61).

15 De acuerdo a lo informado por la Lic. Massola, coordinadora de gestión de la reserva, en una de las presentaciones en la Universidad Nacional del Sur (octubre de 2012), se destacan entre las iniciativas: 1) la propuesta de construcción de un centro para visitantes de la Reserva Natural de Usos Múltiples en Reserva Municipal Costera y 2) el desarrollo de excursiones embarcadas desde muelle principal puerto de Ingeniero White, con un carácter recreativo-educativo.

16 Si bien el estado de preservación edilicia, a diferencia de otras áreas patrimoniales de la ciudad, resulta más óptimo, analizándolo a una escala mayor, algunas obras históricas necesitan de una rápida intervención (Escuela Nº 2 Gob. Valentín Vergara, Club Argentino, antiguo Hotel Sudamericano, etc.), mientras que otras, aguardan una propuesta de refuncionalización que les asigne un uso y los revitalice como tales (Ex Banco Hipotecario, Ex Hotel Italia, antiguo Hotel Sudamericano).

17 Datos publicados en el periódico: “La Nueva Provincia” (2012), obtenidos a partir de una entrevista realizada a la Subsecretaria de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional del Sur.

18 Datos provistos por la Subsecretaría de Relaciones Internacionales (Universidad Nacional del Sur).

19 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva).

20 Por ejemplo un camino de peregrinación.

21 Datos procesados, a partir de la información disponible en Guía Cores (http://www.guiacoresbahia.com.ar).

22 Datos obtenidos del Archivo de la Memoria UNS (www.uns.edu.ar), Proyecto Barrial: “La recuperación de las memorias barriales: una forma de reafirmar la identidad y la cultura local”.



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