TECSISTECATL
Vol. 1 Número 4, junio 2008
 

EL PAISAJE PREHISPÁNICO DE LA CIÉNAGA DE CHAPALA

Francisco Covarrubias Villa (CV)
Ma. Guadalupe Cruz Navarro
Alejandra Ojeda Sampson
 

 

Resumen:

El paisaje de la Ciénaga de Chapala ha sufrido transformaciones que van de humedal a terreno agrícola. En su origen, la ciénaga y el lago de Chapala fueron parte de un enorme lago de agua salada que, formado por un movimiento telúrico, se extendía hasta lo que hoy es Pátzcuaro, Cuitzeo, La Piedad, Aguascalientes, Tuxpan y Guadalajara. La enorme cuenca de la que forma parte, lo convirtió en receptor de grandes volúmenes de agua dulce que se mezclaban con sus aguas saladas y que, cuando rebasaban los límites de contención, iban a dar al océano pacífico por medio del río Santiago. Algunas especies acuáticas fueron adaptándose a los cambios y fue así que se formó la familia del denominado pescado blanco. La acción sobre el medio ambiente ejercida por los indios asentados en la ciénaga, se limitó a la construcción de caminos en su interior, utilizando el sistema de “tamandas”, que es semejante al de la chinampería desarrollado en otros lugares para la agricultura y la construcción de algunas lomas funerarias. La agricultura fue una actividad complementaria y su subsistencia estuvo basada en la pesca, la caza y la recolección.

Palabras clave: Poblamiento, comunidad indígena, régimen tributario, sustentabilidad.

1. Formación geológica y fisiografía de la ciénaga

A decir de Carmen Castañeda, González Ruvalcaba asegura que “el primero que llamó ‘Mare Chapalicum’ a la laguna de Chapala fue fray Antonio Tello en el Libro IV de su Crónica Miscelánea de la Sancta Provincia de Jalisco, concluida en 1653. [...] González Ruvalcaba concebía al lago de Chapala, como un verdadero mar con sus bahías, canales, cabos, islas y puertos por lo que también lo nombró Mar Chapálico.”(1) Los españoles al ver el lago de Chapala por primera vez, lo denominaron “mar chapálico” para expresar su gran tamaño y características que lo asemejaban con un mar aludiendo, sin saberlo, al pasado remoto de la región de la cual forma parte.

Efectivamente, los geólogos afirman que el lago de Chapala y su Ciénaga, forman parte de una zona que en el pasado se encontraba sumergida en un océano y que, por un movimiento telúrico, fue elevada y cercada por cerros creándose así un enorme lago de agua salada de alrededor de 22,000 km². Se extendió desde el sur de la actual ciudad de Aguascalientes, Verde en el norte, el río Lerma al oriente en La Piedad de Cabadas, Michoacán, al poniente en La Venta-Primavera y al sur en la Ciudad de Tuxpan. Hacia el estado de Michoacán incluía a los lagos de Pátzcuaro y Cuitzeo y se le calcula una edad de 38,000 años usando la técnica del carbono 14.

El lago de Chapala y su Ciénaga pertenecen a la cuenca Lerma-Chapala-Santiago que, por cierto, en tiempos de la conquista española, delimitaba las zonas denominadas Mesoamérica y Aridoamérica. Esta cuenca cubre una superficie de 125,555 km², de los cuales, aproximadamente el 30% es parte del río Lerma, 8% del lago y 62% del río Santiago; se calcula en alrededor de 5 mil millones de m³ el promedio de agua anualmente acumulada en sus lagos: Chapala, Cuitzeo y Pátzcuaro. El cauce principal del río Lerma es de 1,194 km, de los cuales el 29% corresponde a elevaciones superiores a los 2,200 msnm, el 50% entre los 2,000 y los 1,500 y una tercera parte abajo de los 500.

Por lo que se refiere a superficie y profundidad, los investigadores proporcionan datos contradictorios. Rodríguez Langone asegura que el lago de Chapala tiene un embalse máximo de 6 mil millones de metros cúbicos, una profundidad máxima de 13 metros y una superficie de 114 000 hectáreas (2), una longitud de oriente a poniente de 86 kilómetros y una anchura de 25 kilómetros, en tanto que Mejía Núñez presenta cifras diferentes: “El lago se ubica a 1500 mts sobre el nivel del mar, su extensión es de 1750 kilómetros cuadrados y cuenta con una capacidad de embalse de aproximadamente ocho mil millones de metros cúbicos.”(3) En cuanto a su jerarquía en el país y en el continente, todos están de acuerdo: es considerado el embalse natural de mayor extensión en nuestro país, ocupa el número 68 a escala mundial, el número 48 en América del Norte, el tercero en tamaño en Latinoamérica, “el segundo en altitud en América y el tercero en tamaño en América Latina.”(4)

Desde su formación geológica, el lago ha cumplido la función de vaso regulador de la cuenca, mediando entre el río Lerma que desemboca en él y el Santiago que ahí nace y que, después de un recorrido de 443 km, desemboca en el océano Pacífico a 16 km al noroeste de San Blas en el estado de Nayarit. El enorme depósito de agua salada que originalmente constituyó al lago, se convirtió en receptáculo anual de enormes volúmenes de agua dulce provenientes principalmente del río Lerma, que captaba las aguas de múltiples arroyos y ríos a lo largo de su cauce. De esta manera, cada año era menor la cantidad de sales contenidas por el agua del lago hasta, en alrededor de 30,000 años, quedar convertido en lago de agua dulce. La fauna y vegetación originales sucumbieron al cambio del medio y sólo algunas especies de la familia del actual pescado blanco, se fueron adaptando poco a poco a las nuevas condiciones que, también, paulatinamente se fueron transformando. Algunas especies habitantes de ríos, estanques y arroyos afluentes del Lerma y el Duero se incorporaron al lago.

Antes de la dinamitación del retén de la desembocadura del lago en el río Santiago, de la desviación del cauce del río Duero y de la desecación de la Ciénaga de Chapala que implicó la supresión de alrededor del 25% de su superficie, las fluctuaciones del nivel de las aguas del lago se mantenía elevado, quedando al descubierto las partes más altas del territorio ocupado.(5) Sin embargo, aunque reducida notablemente en capacidad, el lago de Chapala mantiene su carácter de vaso regulador hasta la actualidad.

Tortolero calcula la precipitación pluvial en la zona en una variación que va de los 800 a los 400 m³ por año (6), en tanto que la UNESCO establece el promedio anual en 722 mm (7). El clima es templado con 19.9º C en promedio y oscilaciones entre los 30º y los 9º C, con lluvias en verano. Todos los autores coinciden en señalar que el lago es termorregulador por la enorme cantidad de vapor que genera. “La evaporación es muy grande pudiendo estimarse en unos 1 500 millones de m³ al año. Algunos hidrólogos estiman la evaporación media en 1 000 millones de m³ anuales, cifra que, aunque conservadora, muestra la importancia de las pérdidas por evaporación.”(8)

Además de la contaminación y de la disminución de su capacidad por la desecación de una cuarta parte de su superficie, el lago de Chapala vive el serio problema del azolve. El azolve se produce por la incorporación de partículas sólidas al agua, provenientes principalmente de los suelos deforestados de la cuenca que han sido destinados a la agricultura y a la ganadería. El señalamiento de Jiménez Ramírez es muy ilustrativo: “Entre los factores que han influido en la desecación del lago es necesario considerar el azolve. La situación del azolve en el lago se puede documentar de esta forma: de 1930 a 1977 han entrado al lago 78 millones de m³ de sedimentos por el río Lerma, azolvando este cuerpo de agua, ocasionado por diversos factores, entre otros, la deforestación a lo largo de la Cuenca, el deslave y la erosión, lo que reduce progresivamente la capacidad de almacenamiento del lago, en 2.5 Mm³ y aumenta el lecho del lago en 7 mm.”(9) “En los valles se ha perdido superficie debido a la agricultura. Esto ha afectado más al bosque espinoso (con Prosopis laegivata), que prácticamente ha desaparecido, y en menor proporción al bosque tropical caducifolio. Las zonas altas no han sido muy alteradas...” (10)

El antiguo “mar chapálico” acabó convertido en un sistema de lagos integrado por Chapala, Cuitzeo y Pátzcuaro en los que habitan peces endémicos de la familia Atherinidae: pescados blancos y charales. El carácter termorregulador del lago genera un mesoclima que permite la prevalencia de especies vegetales raras como la Euphorbia cotinifolia, “una especie propia del Golfo de México que rara vez se ha recolectado en el occidente del país, se encuentra en la región de Chapala”(11) y otras endémicas como el camote del cerro (Dioscorea remotiflora), la Buddleja sp y la Echeveria chapalensis. En las montañas predomina el matorral subtropical xerófilo y en las partes más altas el encino. Han desaparecido en el lago peces como la popocha, el boquinete, la sardina, la lisa, la barbeta y la lobina y ha disminuido notablemente la población de pescado blanco, charales y bagres nativos (Ictalurus dugesi e Ictalurus ochotereni) por la contaminación y la introducción de la carpa, el bagre (Ictalurus punctatus) y la tilapia.

Existen algunas especies nativas de aves acuáticas y una adaptada: la gaviota del Atlántico. El lago es zona de hibernación de aves acuáticas migratorias y hacia los años sesenta del siglo pasado, muchos humedales de la ciénaga acogían diversas especies migratorias. Con la perforación de pozos profundos, estos humedales han ido desapareciendo.

La Ciénaga de Chapala se localiza entre la parte suroeste de la cuenca Lerma-Chapala-Santiago y el extremo noroeste de la subcuenca del río Duero. Comprende la mayor parte del espacio fisiográfico cenagoso. “La Ciénaga linda al norte con el Lago de Chapala y con el río Lerma; por el noreste con el río Duero, en el tramo que comprende los poblados de Ibarra y Camucuato; al este con Venustiano Carranza y estribaciones cerrriles de Pajacuarán y Guaracha; al sur con las poblaciones de Jiquilpan, Tototlán, Emiliano Zapata y Jaripo y por el oeste con Sahuayo y La Palma.” (12)

“Las corrientes de agua abastecedoras de la Ciénaga y del Lago de Chapala son de dos tipos: permanentes y estacionales; las corrientes permanentes están formadas por los ríos Lerma y Duero. [...] en lo que respecta a las corrientes estacionales, la Ciénaga es nutrida en la parte norte por el arroyo de Quiringüicharo [...]. Por el sur, el arroyo Tarecuato [...] mientras que los arroyos de Sauz, Jaripo y las Liebres alimentan los vasos de las presas de Jaripo y Guaracha.”(13) Por las condiciones de humedad, suelos fértiles y clima (al Chapala actual, se le asignó una altitud de 1,524.60 msnm.(14) ) se considera que la riqueza de esta área es una de las más importantes de México.(15) “La superficie que cubre es de 54,358 hectáreas de tierra, considerando algunas zonas situadas más arriba de la curva 97.80, cota que se ha aceptado oficialmente como máxima en las aguas que llenaban la Ciénega de Chapala.” (16)

La Ciénaga de Chapala está enmarcada por formaciones montañosas: la sierra del Tecuán, los lomeríos de la Santa San Nicolás y San Juan Tecomatlán, la sierra de Mezcala, los lomeríos de Ocotlán y Jamay, las sierras de la ribera sur que van de Tizapán, el Tigre y Mazamitla y el cerro de Cojumatlán. La Ciénaga de Chapala se encuentra inmersa en la cuenca Lerma-Chapala-Santiago, que abarca la zona central de la República y comprende parte de los Estados de México, Querétaro, Michoacán, Guanajuato, Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas, Durango y Nayarit.

2. Poblamiento y medio ambiente

Respecto a los primeros poblamientos en la región, existen diferentes interpretaciones al igual que del origen de los mexicas y de las culturas asentadas en la zona denominada Bajío. Una de éstas, que es la que predomina en el imaginario colectivo, es la consistente en que un grupo de nahuas salieron del legendario Aztlán rumbo al altiplano central por supuestas órdenes divinas. Independientemente de la aseveración de la existencia de la orden divina, lo cierto es que el místico lugar es ubicado en Culiacán, en el estado de Sinaloa y que, estudios recientes realizados por el INAH lo localizan en el cerro de Culiacán, en el estado de Guanajuato (muy alejado del anterior punto). Lo que sí se sabe con mayor certeza es que, los pobladores de Jiquilpan, Sahuayo, Pajacuarán, Ixtlán, Cojumatlán, San Pedro Caro y Tizapán eran nahuas, puesto que cuando llegaron los españoles, hablaban esa lengua (17) y porque las piezas de cerámica localizadas en la zona pertenecen a esa cultura (18), en tanto que los habitantes de Guarachita hablaban la lengua purépecha.

Se puede observar que la estructura y la infraestructura urbana de los pueblos indígenas establecidos en la Ciénaga durante esta época, fue la expresión formal de las condiciones naturales del lugar, al diseñar un sistema de comunicación por medio de puentes que les permitía los desplazamientos y el aprovechamiento de las condiciones de humedad. Todo indica que se trata de comunidades ubicadas en un medio ambiente generoso, tanto por lo que al clima se refiere como por la variedad de satisfactores que la naturaleza ofrece, dada la estratégica ubicación entre lago y cerro. La generosidad ambiental combinada con la relativa baja densidad de población y el poco desarrollo tecnológico, implica la existencia de sociedades con una reducida división social y técnica del trabajo que conlleva la inexistencia de clases sociales y del Estado. También hace suponer la existencia de relaciones entre comunidades hermanadas ―dado que pertenecían a la misma etnia―, orientadas no tanto al intercambio de satisfactores, sino más bien a la convivencia social, si se considera la semejanza ambiental y ocupacional de las diferentes comunidades.

En comunidades primitivas el dirigente es organizador de las actividades sociales por su experiencia y buen juicio, si bien, con el crecimiento de la población y la guerra se transita al establecimiento de un aparato gubernamental de dominio y explotación. El dirigente social es “…el poder paternal, la figura patriarcal, el surgimiento de la justicia divina, la autoridad sagrada y la identidad mítica.” (19)

Comunidades de pocos miembros, con satisfactores fácilmente obtenibles y sin clases sociales, hacen posible el establecimiento de una relación amable con el medio ambiente, no porque exista una “naturaleza no acumulativa de las economías indígenas y campesinas” como ingenua y entusiastamente propone Leff (20), sino porque la inexistencia de la propiedad hace absurda la acumulación de bienes. La apropiación privada de los medios de producción y de los medios de consumo requiere de la existencia del sentimiento de individualidad y el sentimiento de individualidad requiere de la existencia de la apropiación privada de los medios de producción y de consumo.

Dice Boehm que con base en los vestigios encontrados, se puede afirmar que en la Ciénaga de Chapala “...había importantes núcleos de población indígena que hacían uso del agua de los afluentes para la agricultura, la minería, las manufacturas y el abasto urbano.”(21) La existencia de la agricultura implica una organización social compleja que permite el dominio de las condiciones naturales. Sin embargo, es conveniente tomar en consideración que el tamaño de los centros de población de la región no es el de grandes urbes que requieran de altos volúmenes de alimento y, por tanto, de una explotación agrícola extensa e intensa, la cual lleva consigo la complejización de la división social y técnica del trabajo. En el caso de la Ciénaga de Chapala, más bien se trata de pequeños asentamientos humanos para los que la agricultura es una actividad orientada a complementar la dieta diaria abundante en carne y pescado.

Como señala Gerhard: “En general parecería que las grandes concentraciones urbanas como Tenochtitlan eran raras. El patrón habitual era un asentamiento principal o centro comunal con mercado, templo y las residencias del gobernante, los sacerdotes y la nobleza, rodeado por asentamientos subordinados de macehuales. A veces los centros ceremoniales no tenían más residentes que los sacerdotes y estaban separados de los asentamientos principales. Estos últimos solían ser verdaderas fortalezas erigidas en puntos fuertes ―cimas de cerros, lenguas de tierra rodeadas de barrancos, escarpas, islas o penínsulas, etcétera―, ocasionalmente con fortificaciones adicionales, donde toda la población de un área podía retirarse en caso de guerra. En algunas áreas había un patrón nuclear, con densidad decreciente hacia la periferia de un Estado indígena, pero en general los asentamientos dependientes, a menudo con un puñado de casas cada uno, estaban dispersos en forma bastante pareja junto a los campos que trabajaban sus habitantes.”(22) Este es el patrón asumido en la ciénaga: pequeños asentamientos cercanos a las áreas de trabajo.

Así lo considera González y González cuando señala: “Los arqueólogos Meghan y Foote descubrieron en las cercanías de Tizapán montículos formados por jacales derruidos en los que se usó una cerámica semejante a la de Cojumatlán, que, según las fechas arrojadas por el carbono 14, data de los años 1100 a 1200. De los tepalcates descubiertos en los dos sitios citados, se infiere que sus pobladores practicaban la agricultura en tierras de humedad; pescaban en el lago con arpones, fisgas, redes y nazas; cazaban venados y aves lacustres; hacían multitud de instrumentos de terracota y de piedra; curtían pieles; enredaban hilos; construían chozas con materiales poco duraderos, y usaban del metal en la hechura de algunos útiles.”(23) Respecto a las formas de subsistencia existentes, Álvaro Ochoa llegó a la misma conclusión (24)―basado en los señalamientos que aparecen en las Relaciones geográficas de la diócesis de Michoacán, 1579-1580― y Ortiz Segura quien dice que “de este medio los indígenas ribereños obtenían una serie de recursos alimenticios de origen animal como las pequeñas tortugas de agua dulce, aves como la gallareta o fúlica, peces, anfibios, insectos y gusanos. Pero eran las diversas especies de peces las que más aprovecha la población ribereña, pues aparte del cultivo del maíz, frijol y calabaza, los indígenas recurrían intensamente a la caza y pesca para obtener alimento...”(25) Lo más seguro es la no existencia de clases sociales en estas comunidades y la realización colectiva del trabajo socialmente necesario. Incluso, en el régimen tributario purépecha, “la agricultura se hacía colectivamente, y en tiempo de las cosechas el Noxti distribuía a cada familia lo que les correspondía de acuerdo con su trabajo y necesidades, y recogía también los tributos para el Cazonzi.” (26)

Todavía en el siglo XVIII se habla de la intensidad de la actividad pesquera y del tránsito acuático entre los pueblos indígenas de la ribera del lago de Chapala: “A mediados del siglo XVIII, a José Antonio de Villaseñor y Sánchez en su Teatro Mexicano, descripción general de los reynos y provincias de la Nueva España, y sus jurisdicciones, [...] los indios traficaran la laguna de Chapala ‘en canoas, para el exercicio de la pesca, y comunicación de unos pueblos a otros, en cuyos términos fe dan en abundancia semillas, y frutas’.” (27)

Muchas de las tribus asentadas en el continente americano establecieron el régimen tributario como modo de producción dominante. Cuando los pueblos aceptaban convertirse en tributarios sin presentar ninguna resistencia, eran respetadas su estructura social y gobierno y sólo se imponía el monto y la forma del tributo; cuando presentaban resistencia intensa, los poblados eran destruidos y saqueados, los guerreros vencidos tomados como esclavos y los gobernantes destituidos y sacrificados, colocando en sus puestos a representantes de la comunidad conquistadora acompañada de un fuerte destacamento militar.

Y así procedieron tanto los aztecas como los purépechas, cada uno en su respectivo territorio. Existen múltiples y repetidas referencias a la ferocidad de los purépechas y a su destino guerrero, semejante al de los aztecas, a pesar de la distancia étnica existente entre unos y otros, dado que se dice que el idioma purépecha está estructuralmente más cerca del alemán que del nahua. Ixtlán, Pajacuarán, Caro, Sahuayo, Jiquilpan, Cojumatlán y Tizapan representaban la frontera territorial de los dominios purépechas, en especial, Ixtlán y Pajacuarán por su cercanía con el territorio chichimeca. “Se hablaba tarasco desde el lago de Chapala hasta el sur de los ríos Balsas y Tepalcatepec y hasta Acámbaro. Recientes conquistas habían llevado las fronteras del reino más hacia el occidente, al mismo tiempo que los aliados, tributarios del caltzontzin, participaban en la defensa de las fronteras septentrionales contra las incursiones de los nómadas. Se trataba pues de un Estado expansionista compuesto por comunidades semiautónomas, regidas por los recaudadores del tributo o por reyezuelos designados por el caltzontzin. Los puestos avanzados eran protegidos, en algunos casos con el apoyo de guarniciones tarascas, por pueblos de lengua diversa (nahua, otomí, matlazinca, etc.).” (28)

El Lerma y el Lago de Chapala constituyeron la frontera natural del dominio purépecha y de dos culturas históricamente diferenciadas: en el lado norte las tribus nómadas y en el sur las sedentarias. “A la llegada de los españoles había dos mundos indígenas opuestos en ambos lados del Lerma: en el norte las tribus nómadas, que vivían de la caza y de la recolección, y en el sur las comunidades sedentarias que se dedicaban completamente a la agricultura y a la artesanía. Este contraste dejó una fuerte marca en la historia.”(29) México con la diversidad ecosistémica que posee construyó culturas diversas que se adaptaron y evolucionaron de acuerdo a su contexto. A pesar de esta diferencia entre la cultura sedentaria y la nómada, la interrelación entre ellas se daba de manera regular, influyéndose mutuamente y conservando o transformando las características de cada una. Sin embargo, por lo que se refiere a la Ciénaga de Chapala, no existe información que haga suponer la existencia de una relación amistosa entre sedentarios y nómadas.

3. El paisaje

La literatura disponible permite construir un paisaje de la Ciénaga de Chapala en la época prehispánica. Se trata de una región con varios asentamientos nahuas y uno purépecha en la que predominan los humedales y la hidratación diferencial de los terrenos por la sucesión de épocas del año, generándose un paisaje mutante que iba de la inundación total con islotes pequeños en la época de lluvias, a la ampliación paulatina de las alzadas isleñas que ponían al descubierto grandes extensiones de terreno. De este modo, cuando aumentaba el líquido del lago, las elevaciones mayores que hoy conocemos con los nombres de Cerrito Pelón, Cotijarán, Cerrito de los Puercos, Cerrito de Pescadores, Pueblo Viejo, Cumuato, etcétera, pasaban a la condición de verdaderas islas.(30) Era el caso también de sitios como San Gregorio y La Magdalena.(31)

Los habitantes de la región construyeron una extensa red de caminos, bordos y vallados que comunicaban las alzadas isleñas, la cual les permitía transitar a pie con fines de captura de aves, peces y mamíferos, visitar los panteones y realizar actividades agrícolas en zonas reducidas. En canoa se trasladaban a las isletas más alejadas y realizaban las actividades de pesca en volúmenes mayores.

Grandes zonas de la Ciénaga permanecían sumergidas en el agua todo el año y grandes extensiones pantanosas se mantenían inexpugnables. “Las grandes alzadas isleñas de tierra construidas en la época prehispánica habíanse interconectado con ‘pasos enjutos’, bordos y vallados y el agua permanecía en forma perenne solo en las manchas de la laguna de Pajacuarán, los fangales de Ixtlán y de Guaracha, y en las zanjas y acequias que guardaban humedad se permitía el activo tráfico de barcazas que transportaban personas y mercancías.”(32) Así lo considera también Moreno cuando se refiere al “papel primordial que jugara la isla de Cumuato con sus abundantes pastizales, sus terrenos más elevados y más protegidos de las aguas, sus pasos practicables aún durante la temporada de lluvia y sus canales circundantes cargados de agua aun en los meses de estiaje más severo y recorridos por canoas; y así fue por siglos.” (33)

Gerhard considera que las características físicas y climáticas del país han cambiado muy poco desde 1519. “Cuando llegaron los españoles ―dice―, el centro y el sur de México estaban atestados de agricultores cuyos antepasados llevaban milenios explotando su ambiente aproximadamente en la misma forma. La población en algunas regiones había aumentado hasta el punto en que la presión ecológica era evidente (la densidad rural era en general mucho mayor que hoy). Los suelos estaban agotados por el uso excesivo, se habían destruido selvas y la severa erosión había creado tierras yermas. Los suelos estaban agotados por el uso excesivo, se habían destruido selvas y la severa erosión había creado tierras yermas.”(34) Si bien es cierto, y en esto estriba lo interesante de esta cita, que la agricultura era la actividad principal de los pueblos prehispánicos, es necesario tomar en cuenta que ésta no se realizaba de manera intensiva, por lo que no podía agotar ningún suelo. Los saberes obtenidos por los pueblos producto de años de trabajo y observación, fueron lo suficientemente sólidos para sembrar de acuerdo al suelo y al clima del lugar, como lo demuestran las investigaciones de antropólogos e historiadores. Sin embargo, la región de Chapala y su Ciénaga sí ha sufrido cambios ambientales profundos, si consideramos que la economía de las comunidades asentadas en su ribera no estaba basada en la agricultura y que su vida productiva estaba sujeta a los ritmos de la naturaleza.

Ha sido tan grande la transformación sufrida, que podría resultar irreconocible la región si se confrontara el paisaje prehispánico con el actual. Por ejemplo, González Sánchez describe a Pajacuarán como un islote en medio de una laguna (35) por donde descargaba sus aguas el río Duero, González y González habla de “lo que antes eran confusos pantanos, carrizales, tules y superficies plateadas son ahora llanuras verdes de felpa fina”(36), Guzmán Arroyo sostiene que “aparentemente mientras el lago mantuvo una relación hidrológica con la Ciénega de Chapala, sus niveles fluctuaban dentro de un margen estrecho pero elevado, donde eran más frecuentes las inundaciones que las sequías…”(37), etcétera. Todo lo descrito no se parece en nada al paisaje existente en la actualidad.

El río Duero desembocaba en la parte oriental de la Ciénaga, cerca de Pajacuarán, hasta donde se extendía el lago de Chapala por ese entonces. En épocas de sequía prolongada en las que el nivel del lago bajaba, las aguas del Duero pasaban por los pantanos de Pajacuarán y continuaban por la zona baja ubicada entre San Pedro Caro y los cerritos de Cumuato, para después incorporarse al lago, formando canales que permitían la navegación en canoa. Dice Moreno García: “La porción suroriental de la isla de Cumuato, esto es, la que se formaba entre el Caño de los Rucios y la laguna de Pajacuarán, era sumamente pantanosa. Sus extensiones inservibles y peligrosas para animales y hombres, debían alterarse con el vaivén de los volúmenes del agua, pero ya eran permanentemente hondas frente a la isla del antiguo pueblo de Pajacuarán, y de ello nacía la importancia del paso enjuto entre ese Pueblo Viejo y la isla de Cumuato, cuya servidumbre todo mundo reclamará contra las pretensiones de poseedores exclusivos.”(38) De este modo, “…la referencia al río y laguna de Pajacuarán aludía a la comunicación que, también en la parte sur, había entre la laguna de ese pueblo y la de Chapala. La desaparecida laguna de Pajacuarán, al mismo tiempo que recibía la descarga del río Duero, era alimentada por los aportes de veneros, arroyos y filtraciones de la serranía basáltica y andesística que se yergue al sur del pueblo de Pajacuarán.” (39)

Aunque algunos autores, como Castellanos Higareda, refieren que la zona y en particular Pajacuarán, tiene actualmente temperaturas mesotérmicas y deficiente humedad, esto no es aplicable totalmente al pasado dado que, la cercanía del lago de Chapala y las constantes inundaciones de la región en tiempos de crecida, debieron mantener una fuerte humedad por la evaporación del agua y la retención de la misma en los suelos. Tanto la laguna de este lugar como distintos veneros encontrados en la zona, conformaban una red hidráulica natural que le conferían a la Ciénaga, no sólo un paisaje lacustre temporal, sino un sistema de aprovechamiento del mismo traducido a las formas en las que realizaban la agricultura y demás actividades económicas y sociales.

Todavía hacia 1960 existía una extensa zona de pantanos cerca de Pueblo Viejo, antiguo Pajacuarán, y contaban los viejos de esa época que, antes del reparto agrario, esos pantanos se extendían hasta los terrenos de San Pedro Caro ubicados a un lado del Cumuatillo actual. Por ese entonces, en Cumuatillo existía una zona pantanosa ubicada precisamente en el área colindante con el ejido de San Pedro Caro.

La Ciénaga de Chapala no solamente resultaba importante por sus características medioambientales y por la comunicación que a través del lago permitía, sino porque significaba, además, el paso para llegar a los reinos asentados en la parte más occidental de México y sus riquezas. La densidad poblacional estuvo acorde a lo proveído por el medio; de ahí la concentración poblacional observada en el altiplano central y en las zonas tropicales y subtropicales y la dispersión existente en las regiones áridas del norte. “Hay evidencia reciente de que la agricultura de roza (tumba y quema) utilizada en las costas tropicales podía sostener una población relativamente densa; en las tierras bajas también se utilizaba la irrigación, con las consiguientes concentraciones urbanas.”(40) Sin embargo y a pesar de la riqueza natural de la Ciénaga de Chapala, la densidad humana no rebasó la capacidad de sostenimiento del suelo. Las comunidades prehispánicas asentadas en la comarca de Chapala sostenían una relación equilibrada con el medio, que incluso permitía que éste se viera mejorado a través de las acciones de infraestructura llevadas a cabo. Los pueblos eran pensados y construidos para manejar las situaciones de lluvia y cambio de nivel del lago con sorprendentes resultados.

La relación del hombre con la naturaleza estaba mediada por una cosmovisión mística. “El propio origen de la humanidad estaba asociado a la tierra, pues ésta era calificada como la diosa madre por excelencia. Ella fue la que dio a luz al hombre a quien reclama, invariablemente tarde o temprano, su retorno a la matriz primordial a través de la muerte. Esta deidad presentó aspectos opuestos y complementarios, por un lado fue la entidad sagrada generosa que se sacrificó para crear al ser humano y le proporcionó los mantenimientos indispensables para su vida; pero también representó una divinidad terrible que exigía la inmolación de individuos para obtener su alimento y poder, así, sobrevivir.”(41) Para el pensamiento occidental resulta enormemente complejo comprender esta percepción de la vida. Para las culturas prehispánicas las deidades eran dioses cuyas muertes significaban la creación de la vida. Las deidades además anticipaban la historia humana porque su existencia era temporalmente limitada, “…viven dentro del hombre porque los alimentos que éste consume salieron de su cuerpo, están relacionados con la muerte, con el inframundo y con lo que surge de la tierra, es decir, los productos que emergieron de su cuerpo a raíz de su muerte.” (42)

Con el descubrimiento de la agricultura, la percepción que los sujetos poseían de la vida se consolidó como enraizada en la Tierra y generadora de vida. Por esto es por lo que la agricultura en el mundo prehispánico (y en muchos lugares actualmente), es la más ligada a un mundo mágico y dogmático que permitió, no sólo realizarla con apego a las características del lugar, sino que se constituyó como el referente más importante de la cultura del pueblo. “Uno de los ámbitos donde más se han conservado las antiguas prácticas y creencias es el de la actividad agrícola debido al predominio del sistema de temporal, que depende del régimen anual de lluvias. En las ceremonias asociadas a la agricultura, la tierra ha ocupado un lugar central ya que ha sido considerada como una entidad sagrada. Esta concepción proviene del sistema religioso prehispánico, en el cual la tierra conformaba una parte medular en la estructura del cosmos, constituía el plano intermedio donde vivía el ser humano. El plano, además de abarcar la superficie con sus montes y valles, comprendía las cuevas que conectaban en su parte inferior con el agua primordial y con el Tlalocan, sitio de habitación del dios de la lluvia y depósito de las plantas alimenticias.”(43) Este mundo complejo y lleno de simbolismo y metáforas no fue comprendido por los invasores europeos ni lo es en la época actual, llevando a la agricultura a niveles de deterioro y degradación que han contribuido a la merma cultural, social y económica de muchos pueblos.

Tan importante fue la agricultura en la vida de los pueblos prehispánicos, que su concepto se trasladó a la relación con el agua, por la trascendencia que ésta tiene para los cultivos y para la vida en general de los pueblos. Por ello se observan sistemas hidráulicos como solución ingeniosamente acorde a las necesidades de los lugares. En esta región como en muchas otras, se pueden identificar los usos hidráulicos de uso doméstico, urbano y agrícola. Las chinampas y las cajas de agua permitían los cultivos aprovechando las aguas perennes y temporales, pues al retenerlas en el sistema hidráulico se garantizaba la reducción de la evaporación y por lo tanto la humedad y la infiltración del agua a los suelos. “Puede atribuirse importancia similar a los terraceados de riego y humedad, cuyos perfiles se pueden apreciar aun sobre muchas de las laderas de las montañas que enmarcan la cuenca.”(44)

La relación que el hombre prehispánico sostenía con la tierra de equilibrio era evidente por las materializaciones que realizaba. Los pueblos crecían de acuerdo a las condiciones del lugar y por lo tanto a su capacidad de sostenimiento. Así se percibe en el planteamiento de Morin: “Una parcela de 1.2 a 1.8 has., explotada por rotación bienal, bastaba para alimentar a una familia y se prestaba al uso de la coa en vista de sus reducidas dimensiones. El maíz era ante todo un cultivo de subsistencia, pues aun cuando los pueblos de la sierra entregaban partidas de este cereal a Tangancícuaro y a Uruapan, los excedentes individuales comercializados se limitaban a pequeñas cantidades. Todo el mundo hacía posible por ser autosuficiente en maíz.”(45) Si bien no se puede hablar de una conciencia ecológica, sus manifestaciones urbanas y económicas dan cuenta de una forma de vida acorde con la sustentabilidad del ambiente, pues no había más pueblos ni pobladores de los que el lugar pudiera soportar. Para los indígenas y campesinos, la tierra era más que un recurso natural del cual vivían: representaba la comunión entre ellos, la vida y la muerte; es decir, la tierra era la condensación de todas las formas de vida, incluyendo la muerte.

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NOTAS

1. Castañeda, C. “Reseña de González Ruvalcaba, Francisco. Geografia del Territorio del lago de Chapala”, pp. 266-267.

2. Rodríguez Langone, A. Problemas de la cuenca Lerma-Chapala-Santiago, p. 168.

3. Mejía Núñez, G. “Una perspectiva socio-cultural de la canción tapatía (Chapala-Guadalajara)”.

4. Guzmán Arroyo, M., S. Peniche Camps y H. Pegueros Oseguera. La Cuenca del Río Lerma y el Lago de Chapala, p. 8.

5. Ortiz Segura, C. “‘Todo tiempo pasado fue mejor’, o la pesca en el lago de Chapala antes de la desecación de su ciénaga”, p. 1.

6. Tortolero, A. “Modelos europeos de aprovechamiento del paisaje agrario: la desecación de los lagos en México entre el porfiriato y la revolución”.

7. UNESCO. Hidrología para el desarrollo, vida y política. Lerma-Chapala (México), p. 2.

8. Rodríguez Langone, A. Problemas de la cuenca Lerma-Chapala-Santiago, p. 168.

9. Jiménez Ramírez, A. O. “La crisis del agua”, p. 2.

10.Arriaga, L., J. M. Espinoza, C. Aguilar, E. Martínez, L. Gómez y E. Loa. Regiones terrestres prioritarias de México, p. 447.

11. Arriaga, L., J. M. Espinoza, C. Aguilar, E. Martínez, L. Gómez y E. Loa. Regiones terrestres prioritarias de México, p. 445.

12. Rangel M. J. L. “Transferencia de tecnología y cambio social en la Ciénaga de Chapala, siglo XXI”, pp. 324-325. Es importante mostrar otra manera de ubicar la Ciénaga: “La Ciénega de Chapala se encuentra situada en la esquina NE. del Estado de Michoacán y SE. del de Jalisco, en la parte desecada del lago del mismo nombre, como a 120 kilómetros al SE. de la ciudad de Guadalajara, Jal., y a 2 kilómetros al sur de la ciudad de La Barca, Jal. En las estribaciones norte de la sierra que limita la parte sur y SE. de la ciénega se encuentran situados el pueblo de Pajacuarán, las ciudades de Jiquilpan y Sahuayo y la tenencia de La Palma, Mich”. Comisión Nacional de Irrigación. Estudio Agrícola-Económico de la Ciénega de Chapala. Unidad de Riego Número 4. “Proyecto de Los Corrales”, pp. 9-10.

13. Rangel M. J. L. Op. cit., p. 325.

14. Moreno García, H. Geografía y paisaje de la antigua Ciénega de Chapala, p. 9.

15. Young Water Action. Reporte de la cuenca del río: Lago de Chapala.

16. Comisión Nacional de Irrigación. Op. cit., p. 9.

17. González y González, L. Sahuayo, p. 273. Vid., Sánchez, R. Bosquejo estadístico é histórico del Distrito de Jiquilpan de Juárez, pp. 80-82.

18. González y González, L. Op. cit., p. 61.

19. Florescano, E. Patriotismo criollo, independencia y la aparición de la historia nacional, p. 19.

20. Leff, E. Racionalidad ambiental, p. 380.

21. Boehm Schöendube, B. Agua, tecnología y sociedad en la cuenca Lerma-Chapala, pp. 105-106.

22. Gerhard, P. Geografía histórica de la Nueva España 1519-1821, p. 27.

23. González y González, L. Sahuayo, pp. 271-272.

24. Ochoa, Á. Jiquilpan, p. 23.

25. Ortiz Segura, C. “‘Todo tiempo pasado fue mejor’, o la pesca en el lago de Chapala antes de la desecación de su ciénaga”, pp. 2-3.

26. Piña Chan, R. Una visión del México prehispánico, p. 289.

27. Castañeda, C. “Reseña de González Ruvalcaba, Francisco. Geografia del Territorio del lago de Chapala”, p. 266.

28. Morin, C. Michoacán en la Nueva España del siglo XVIII, p. 24.

29. Id.

30. Moreno García, H. Geografía y paisaje de la antigua Ciénega de Chapala, pp. 18-20.

31. Ibid., p. 23.

32. Boehm Schöendube, B. Agua, tecnología y sociedad en la cuenca Lerma-Chapala, pp. 111-112.

33. Moreno García, H. Op. cit., p. 40.

34. Gerhard, P. Geografía histórica de la Nueva España 1519-1821, p. 3.

35. González Sánchez, I. El Obispado de Michoacán en 1765, p. 193.

36. González y González, L. Sahuayo, p. 265.

37. Guzmán Arroyo, M., S. Peniche Camps y H. Pegueros Oseguera. La Cuenca del Río Lerma y el Lago de Chapala, p. 9.

38. Moreno García, H. Haciendas de tierra y agua, p. 31.

39. Ibid., p. 28.

40. Gerhard, P. Geografía histórica de la Nueva España 1519-1821, p. 24.

41. Limón Olvera, S. “La sacrilidad en la agricultura: ritos en México, ayer y hoy”, pp. 99-100.

42. Ibid., p. 109.

43. Ibid., p. 99.

44. Boehm Schoendube, B. Agua, tecnología y sociedad en la cuenca Lerma-Chapala, p. 108.

45. Morin, C. Michoacán en la Nueva España del siglo XVIII, pp. 289-290.

 

 

 

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