TECSISTECATL
Vol. 6 Número 16, junio 2014

LOS RETOS DE LA DESIGUALDAD EN AMÉRICA LATINA. REFLEXIÓN CRÍTICA DESDE UNA VISTA ECONÓMICA-POLÍTICA

José Manuel Velázquez Gutiérrez (CV)
velazquez.gutierrez@gmail.com


Resumen
Este artículo se enfoca en analizar los orígenes y desafíos de la desigualdad en Latinoamérica. Desde una vista económica-política, se reflexiona la influencia desde el colonialismo ibérico y su impacto en la actualidad, asimismo los retos de la seguridad social y las crisis monetarias recurrentes en la región. También se aborda las ideas sobre la moneda y la Renta Básica, así como comprender las funciones sociales entre el estado redistribuidor y el populismo.

Palabras clave
Desigualdad, Latinoamérica, Colonialismo, Seguridad Social, Moneda, Renta Básica.

The challenges of inequality in Latin America. Critical reflection from
economic-politic view.

Abstract
This article focuses on analyzing the origins and challenges of inequality in Latin America. From an economic-political view, the influence from the Iberian colonialism and its impact today also the challenges of social security and recurrent currency crises in the region reflects. Ideas about the currency and the Basic Income is also addressed, as well as understand the social roles between redistributive state and populism.

Key words
Inequality, Latin America, Colonialism, Social Security, currency, Basic Income.

La ciencia que llamamos "economía" descansa en una abstracción originaria,
consistente en disociar una categoría particular de prácticas
-o una dimensión particular de cualquier práctica-
del orden social en que está inmersa toda práctica humana.
Pierre Bourdieu

Introducción

Una de las cualidades de Latinoamérica, son el dinamismo y las aspiraciones al desarrollo, asimismo sus diferentes culturas, lenguas, e ideologías, hacen de la región un crisol de abundancia. Pero un común denominador es la desigualdad, la brecha entre la pobreza y la riqueza es abismal e impactante.

Es innegable que uno de los grandes retos económicos y políticos de los gobiernos y sociedades de América Latina, es la disminución del pauperismo a través de políticas públicas y económicas. De esta manera, se invita al lector a realizar propuestas y críticas sobre el actual modelo económico imperante en la región, así como analizar los desafíos que se presentan.

Por tal razón este artículo, se divide en tres partes. En la primera se aborda el origen de la desigualdad, como una herencia del colonialismo español y portugués. Posteriormente, se discute el papel de la seguridad social, y sus diferentes enfoques desde el estado intervencionista hasta el populismo. Finalmente, en el último apartado se analiza el rol que juega la moneda, como un bien público y su importancia como rol catalizador de las aspiraciones de una sociedad.

El origen de la desigualdad latinoamericana

Abordar el tema, nos hace referencia a una realidad complicada, que tiene su fundamento en razones históricas y en la actualidad perpetúa un entramado político y social adverso que mantiene a Latinoamérica en una profunda desigualdad, porque aún:
 
El país de la región con la menor desigualdad de ingreso es todavía más desigual que cualquier país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. (…) La alta desigualdad tiene costos significativos, incrementa la pobreza y disminuye el impacto del desarrollo económico en la reducción de la pobreza (sic), (Banco Mundial, 2005, 1).

Para comprender el origen del problema hay que remitirse a la época del colonialismo, en específico a la Corona española que estaba basada en un estatus medieval, incluso posteriormente “perpetuó la estructura piramidal de los gobiernos de América Latina. Después que los países latinoamericanos obtuvieron independencia, simplemente sustituyeron el control burocrático de Madrid por controles burocráticos centralizados locales” (North, 2000, 146).

Por lo tanto, la desigualdad es histórica, todavía 500 años después se presentan los estragos. Los antecedentes son los europeos arribados a Centro y Sudamérica, quienes tuvieron una ventaja sobre las poblaciones nativas, aunque los nuevos colonizadores eran en menor número en comparación con los habitantes originales, los primeros tenían un nivel de capital humano mayor, contaban con tecnología, armamento y un sistema burocrático, esas ventajas a la larga se impusieron, y conformaron instituciones políticas y sociales. (Banco Mundial, 2005). Desde la visión de North (1993) existen instituciones formales e informales, en éste caso las primeras se han ido transformando a través de los siglos, debido que su ruptura es un cambio radical como las revoluciones; pero las instituciones informales siguen persistiendo en algunos comportamientos de la sociedad Latinoamericana.

Según el Banco Mundial (2005) en el caso Brasileño, durante los primeros 250 años arribaron inmigrantes de los cuales el 70% eran esclavos. Lo cual denotó un predominio de población blanca, y esto persistió durante mucho tiempo.  El caso español es similar, donde concentró sus esfuerzos en México y Perú, y sobrevivió a  través de diversas instituciones como la encomienda (el derecho a mano de obra indígena), la mita (mano de obra forzada para las minas) y el repartimiento (venta forzada de bienes indios). Pero el caso de los ingleses de las 13 colonias Norteamericanas es un poco diferente, porque originalmente mantuvieron una relativa igualdad. Aunque posteriormente se dieron cuenta que había poca mano de obra forzada y no existía oro, el clima era menos benévolo para los grandes cultivos como la caña de azúcar que era muy rentable para los hispanos, y adicionalmente los franceses y alemanes también mantuvieron una supuesta igualdad debido a la protección de instituciones del viejo mundo. Aunque después los pobladores originales y afroamericanos no disfrutaron  de las mismas condiciones de los europeos.

Posteriormente, avanzado el siglo XIX, por ejemplo el caso colombiano arrastrando sus vínculos con los colonizadores, decide ejecutar dos políticas influidas por el pensamiento liberal: libertad de comercio y librecambio.  Para mitad de ese siglo, la deuda colombiana oscilaba en 7.090.000 de libras esterlinas (Rodríguez, 2001b). Posteriormente “Colombia se inclina por el modelo de Bismarck. La baja cobertura del sistema obedece a las dificultades para extender la relación salarial en Colombia y a la con siguiente informalidad del mercado de trabajo” (Rodríguez, 2001a, 74).

Posiblemente una explicación a la situación económica de América Latina es su –capital social- el cual es entendido “como la coherencia social y cultural interna de la sociedad, las normas y los valores que gobiernan las interacciones entre las personas, y las instituciones en las cuales están envueltas” (Meier, 2001, 19). Estas relaciones sociales en la región siguen siendo un entramado cultural que no ha logrado resolver el problema de su acción colectiva (Olson, 1992).
           
Según el Banco Mundial la ola de globalización ha traído avances tecnológicos, comunicación e inversión internacional. “Por primera vez los países pobres han estado en capacidad de reforzar el potencial de su abundante mano de obra para entrar a los mercados globales de la manufactura de bienes y servicios” (2002, pp. xviii-xix). Esta visión de World Bank de catalogara los países menos desarrollados como fuente de mano de obra barata, sólo perpetúa la desigualdad, la visión ortodoxa neoliberal observa a la región latinoamericana como la zona manufacturera, creyendo que sólo generando inversión extranjera aumentará el nivel de igualdad. Esto  enclava una contradicción porque se generan empleos mal remunerados.

La Seguridad Social en América Latina.

La seguridad social es un tema muy complicado, lo es aún más en Latinoamérica, porque muchas veces se ha confundido los derechos sociales con el estado redistribuidor y el populismo. Buchanan (1987) al abordar el argumento del estado benefactor, hace una diferencia entre “estado socialista” 1 y el “estado transferidor”, el primero en referencia a que provee directamente de bienes y servicios públicos o también bienes privados, controlando los medios de producción. En el segundo caso, sólo usa fondos públicos y los transfiere en efectivo a ciertos sectores de la población. Este tipo de estado transferidor es el que comúnmente conocemos como benefactor, sin confundir el “estado redistribuidor” como es el caso mexicano del Partido Revolucionario Institucional que utiliza los recursos públicos para entregarlos a su base de votantes y perpetuarse en el poder. También  es recomendable diferenciar del populismo que experimentó América Latina (incluso todavía existen algunos casos), a través de un “pacto social” que mantenía lazos de distribución a  través de una intrincada relación entre el gobierno, trabajadores, sindicatos y la burguesía nacional  (Dornbusch y Edwards, 1992).

Una consecuencia del estado benefactor es que ha creado “una subclase permanente de beneficiarios de los programas de bienestar, quienes desconocen lo que es el trabajo y ahora son multigeneracionales en sus roles de beneficiarios de estos programas” (Buchanan, 1987, s/n). Esto hace que se reduzcan el potencial de producción de una nación. Entonces ¿Cuál es la mejor vía para desarrollar una economía nacional?, ¿A costa de sus habitantes concentrando la riqueza en un pocos?. Aunque efectivamente “debe existir una ética del trabajo o del esfuerzo, y esta ética tiene un contenido económico que los economistas aún no han logrado articular en sus teorías, a veces algo sofisticadas” (Buchanan, 1987, s/n).

Existen dos tesis sobre el tema de la protección social: una es sobre el manejo social del riesgo vinculado al individualismo metodológico, y la otra sobre los derechos sociales relacionada con el estructuralismo abierto.  La primera es parte de la cultura neoliberal y se basa en el principio universal de la competencia, debido a que sus fundamentos son la racionalidad y tiene una visión minimalista de protección social.  En contraposición la segunda tesis es heterodoxa y ha sido propuesta por la Escuela de la Regulación y la sociología económica. Su base es un círculo virtuoso descrito por Lautier entre protección social-productividad-salario-protección social; el objetivo es garantizar derechos civiles y sociales (Rodríguez, 2011). Aunque “en materia de política social en América Latina los derechos se convierten en favores” (Rodríguez, 2011, 56- 57), pero aun así la región ha avanzado a través de diversos programas sociales para atenuar las políticas neoliberales.

Una propuesta del economista colombiano Oscar Rodríguez (2011) a la que este artículo se suma, es la idea de -Renta Básica- (RB), la cual propone que para la eficiente protección de los derechos sociales, el estado debe hacer una transferencia por tiempo indefinido a sus ciudadanos, por lo que no habría consecuencia por la pérdida del empleo, también sería más eficiente que un micro-crédito, al impulsar micro empresas y no genera deuda.

Otra respuesta para equilibrar la desigualdad es la justicia distributiva o justicia social, pero está se enfrenta a dos retos: cómo elegir un criterio para determinar el reparto de costos y beneficios,  el otro es la información. Las decisiones deben basare de acuerdo a la máxima de John Stuart Mill, la mayor felicidad para el mayor número (Salazar, 2003).

La moneda y las crisis en Latinoamérica.

En otro sentido la teoría de las convenciones “reconoce que la moneda2 es un bien público y que una de sus funciones es la gestión del riesgo colectivo propio de sistema bancario y financiero” (Rodríguez, 2001a, 65). Entonces, si la moneda es un bien público, por qué no usar las teorías de Keynes para usar el gasto público a través de transferencias en efectivo (Lekachman, 1970), porque la moneda es una institución y está fundamentada en las relaciones de un Estado, ya sea  a través de la circulación del metálico hacia la sociedad, ya que el efecto multiplicador, siempre regresará a las arcas estatales.

En relación a lo anterior, en el caso latinoamericano  ha tratado sin mucho éxito ejecutar diversos programas sociales que ayudan a atenuar la desigualdad, pero:
 
Si bien a veces se pueden observar mejoras marginales -por ejemplo, diminución de la desnutrición infantil, prolongación de la esperanza de vida e incremento de la escolarización-, la pobreza persiste. La realidad indica que las perturbaciones macroeconómicas deterioran la manera durable la situación de las capas modestas y pobres de la población, y que los efectos positivos  que podrían tener los “programas focalizados” de “lucha contra la pobreza” son aniquilados por la alta volatilidad del crecimiento (Salama, 2005, pp. 36-37).

Esas perturbaciones a las que Latinoamérica está habituada, se debe a que las crisis monetarias aparecen como crisis políticas, crisis de orden político, es decir, del sistema de relaciones políticas que estructuran el modo de ejercicio de la soberanía  (Théret, 2001, 20).

Hablar de la crisis de una moneda es, ante todo, la consideración implícita de la moneda como una entidad estructurada, como un sistema perenne de relaciones que asumen diversas formas —símbolos (unidad de cuenta, sello, firma), objetos (medios de pago, monedas, billetes, escrituras), reglas (de cuenta, de pago, de emisión, de cambio)—, como una entidad que entra en crisis amenazando con descomponerse, bien sea, ante todo, porque está mal construida, o también porque puede no ser la adecuada para el contexto societal en el que debe necesariamente inscribirse, o finalmente porque está sometida a ataques violentos provenientes del exterior de su contexto. Ver la moneda como una entidad que se autoestructura conduce, así, a priori, a considerarla no a partir de sus múltiples usos funcionales en contexto, sino como un lazo social universal de naturaleza simultáneamente económica, política y simbólica (Théret, 2001, 24).

Entonces, probablemente una de las razones por la cual varios países latinos atraviesan crisis económicas y su consiguiente impacto en sus ciudadanos, se debe a que la moneda desde la visión heterodoxa es un constructo social, que está basado en las relaciones culturales y políticas, por lo tanto las instituciones no permiten un avance, ya que existe poca confianza en los gobiernos de la región. Aunado a las políticas neoliberales aplicadas, han conjugado un círculo vicioso.

La evidencia histórica ofrece un veredicto no menos contundente. Lejos de ser portadoras del progreso social, las políticas neoliberales precipitaron un holocausto social sin precedentes en la historia de América Latina. (…) No hace falta aportar demasiados antecedentes en esta materia: los datos sobre la exclusión social, la injusticia y la explotación imperantes en las sociedades latinoamericanas han conmovido inclusive a algunos de los espíritus más reposados y las burocracias internacionales más conservadoras, como la del Banco Mundial, por ejemplo  (Boron, 2003, 28).

Por lo tanto, la desigualdad se vislumbra como un problema de difícil solución, debido al sinnúmero de aristas internas y externas que confluyen sobre la sociedad y sus respectivos gobiernos.  Toda una serie de recomendaciones exógenas no han resuelto los vaivenes de las crisis económicas. Finalmente esta situación plantea retos para los nuevos gobernantes y organismos internacionales, y es necesario un cambio de paradigma sobre la visión de la economía.

Conclusiones

Es evidente que la desigualdad en la región, es una fusión de diversos orígenes, desde la influencia histórica del colonialismo español y portugués que se sigue arrastrando en la actualidad en diversas facetas de la cultura latina, aunado a los dogmas religiosos predominantes, dan como resultado una identidad sui generis. También se suman las fracasadas políticas populistas, y posteriormente una nula aplicación de los estados benefactor, que se han desvirtuado en estados redistribuidores, basados en el clientelismo.

Otro factor, son las políticas neoliberales aplicadas como recetas infalibles, que  dan como resultado el evidente fracaso en un avance hacia la disminución de la desigualdad. Obviamente al juntar los elementos antes mencionado el fracaso está asegurado. Pero es momento para que la sociedad y el gobierno, rompan con la historia, y se avance a un estado transferidor, ese estado ideal según Buchanan, que permitiría avanzar y proteger los derechos sociales.

La idea de una Renta Básica, sería un avance que proteja a los individuos ante las eventualidades de las crisis mundiales, porque el objetivo de toda sociedad es avanzar y construir relaciones más igualitarias, basados en una justa repartición de los ingresos. Aunque los avances son muy lentos en materia de protección social, porque la tendencia es hacia la privatización, y la informalidad se mantiene como el común denominador de Latinoamérica.

Las visiones ortodoxas, que se siguen aplicando basadas en el individualismo metodológico no permiten entender la idea de colectividad, porque la riqueza se genera de manera conjunta, debido a que los empresarios necesitan tanto de la mano de obra como viceversa, pero el problema es que se observa a la región sólo como el patio trasero de los países desarrollados, donde se le mantiene a la población idónea para  la manufacturación de los capitales extranjeros. Si se sigue perpetuando esa forma de explotación disfrazada de desarrollo, los avances están tendientes a una sociedad hobbesiana, basada en una guerra de todos contra todos (Boron, 2003).

En conclusión, los retos que se enfrentan no son fáciles, pero tampoco es imposible. La relación de la economía con la sociedad debe situarse a un nivel más social, no sólo las recetas ortodoxas funcionaran en Latinoamérica, que se ha demostrado su poca eficiencia. Es necesario mirar a la región y comprender sus comportamientos culturales que impactan en el desarrollo. Por ejemplo, el concepto de desarrollo es muy diferente para un europeo que para un habitante de la región andina, sus cosmovisiones con opuestas, de tal forma que primero se debe entender la concepción que tiene la sociedad latina que es multicultural.

Referencias Bibliográficas

Banco Mundial (2002). Globalización, crecimiento y pobreza. Alfaomega, Bogotá, D.C.

Banco Mundial. Ferrari, Perry et al. (2003). La desigualdad en América Latina y el Caribe. ¿Ruptura con la historia?, Washington, D.C.

Boron, Atilio. (2003). Estado, capitalismo y democracia en América Latina. FLACSO, Buenos Aires.

Bourdieu, Pierre. (2000). Las estructuras sociales de la economía, Manantial, Buenos Aires.

Buchanan, James. (1987). “Consecuencias económicas del Estado Benefactor” en: Revista Libertas, Instituto Universitario ESEADE, Argentina.

Dornbush, Roudiger y Edwards, Sebastian. (1992). La macroeconomía del populismo en América Latina. Fondo de Cultura Económica, México.

Lekachman, Robert. (1970). La era de Keynes. Alianza Editorial, Madrid.

Meir, Gerald. (2002). “La vieja generación de economistas del desarrollo y la nueva”, en: Meir y Stiglitz, Fronteras de la economía del desarrollo, Banco Mundial.

North, Douglass C. (1993). Instituciones, cambio institucional y desempeño económico, Fondo de Cultura Económica, México.

________________ (2000). “La evolución histórica de las formas de gobierno”, en: Revista Económica Institucional, No. 2.

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Polanyi, Karl. (1997). La gran transformación. Crítica del liberalismo económico.

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Salama, Pierre. (2005). “Pobreza: la lucha contra las dos “v”, volatilidad y vulnerabilidad”, en: Oscar Rodríguez (Coord.) Sistemas de protección social: entre la volatilidad económica y la vulnerabilidad social. CID Universidad Nacional de Colombia.

Théret, Bruno. (2001). “La moneda a través del prisma de sus crisis de ayer y de hoy”, en La moneda develada por su crisis. Universidad Nacional de Colombia.

1 Sin embargo, Polanyi (1997) comenta que “el socialismo es esencialmente la tendencia inherente en una civilización industrial a trascender al mercado autorregulado subordinado conscientemente a una sociedad democrática” (p. 233).
 

2 Se precisan tres formas distintas de la confianza sobre la moneda: la confianza metódica, la confianza jerárquica y la confianza ética. La primera, la confianza metódica (llamada también “no-desconfianza”), es la más comúnmente formulada. Ella revela el comportamiento individual según el cual cada quien acepta la moneda sin hacerse preguntas, porque los demás hacen lo mismo, lo que significa que se cree, de manera rutinaria, que aquella será aceptada mañana y pasado mañana con el valor que tendrá cada día (Théret, 2001, 9).

 

TECSISTECATL: Economía y Sociedad de México
Director: Jorge I. Rionda Ramírez(CV)
Editor: Juan Carlos M. Coll (CV)

ISSN: 1886-8452
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