LA ECONOMÍA Y LA REGULACIÓN DESDE LOS "COSTOS DE TRANSACCIÓN": UN ENFOQUE CRÍTICO



Martha L. Bayón Sosa (CV)
mbayon@fec.uh.cu

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Resumen

Este trabajo analiza un aspecto nodular dentro de la teoría Neoinstitucionalista. Su precursor intelectual, premio Nobel de Economía (1991), Ronald Coase, autor más leído dentro de la literatura económica, elaboró la teoría de los “costes de transacción”, con la que surge una nueva microeconomía y, a partir de la cual, justifica la necesidad de las instituciones como agentes regulatorios. El Neoinstitucionalismo plantea que las reglas de juego que guían el comportamiento de los agentes en una sociedad son fundamentales para explicar su desempeño económico. Una consulta expedita de diversas fuentes de información permite reconocer la existencia de una extensa bibliografía relacionada con el tema. Sin embargo, es difícil encontrar trabajos que aborden el significado y contenido de dicha categoría desde el análisis marxista.

Palabras Clave: Neoinstitucionalismo, institución, costes de transacción, regulación.

Sumary

This paper analyzes a nodular appearance in the New Institutional theory. Its intellectual precursor, Nobel Laureate in Economics (1991), Ronald Coase, most widely read author in the literature, developed the theory of "transaction costs", with which there is a new micro-economics, and from which, justifies the need for institutions as regulatory agents. Neo-institutionalism argues that the rules that guide the behavior of agents in a society are fundamental to explain economic performance. Expeditious consultation of various sources of information allows us to recognize the existence of an extensive literature on the subject. However, it is difficult to find studies that address the meaning and content of that category from the Marxist analysis.

Introducción.


El hilo conductor de toda la teoría económica burguesa sobre el llamado orden capitalista es el estudio de los precios, los valores económicos y el mercado. De cómo se defina el precio, se conciba el mercado y del lugar que se le confiera en la matriz económica, se resolverá la forma de regulación que se proponga. El debate desarrollado, hasta hoy en día, han prevalecido en el pensamiento económico burgués dos posiciones extremas en términos de regulación: la neoclásica-neoliberal y la keynesiana. Sin embargo, poco a poco ha venido tomando fuerza una tercera posición –la Neoinstitucionalista-, más flexible, capaz de corresponder con mayor acierto a las necesidades de la acumulación capitalista en la actualidad. 

El Neoinstitucionalismo asume un punto de vista diferente a aquellos concebidos por sus predecesores. Su proyecto parte de una nueva concepción en el plano microeconómico, en particular, en lo referido a la determinación de los costos, al introducir la categoría “costos de transacción”. Dicha categoría ha pasado a ocupar un lugar preponderante en el discurso en boga, por ella misma o por su equivalente más próximo a las externalidades. Precisamente es objetivo de este trabajo esclarecer dicho concepto y descubrir, tras el velo fetichista que la envuelve, su esencia, partiendo de la idea marxista de que “… la intelección positiva de lo existente, incluye también, al propio tiempo, la inteligencia de su negación”. 

Evolución de la teoría económica burguesa sobre los precios.

Los primeros exponentes del pensamiento económico burgués que le prestaron atención a los precios fueron los mercantilistas, no obstante sólo los registran como un resultado del mercado. Los mercantilistas se limitaron a explorar sus vaivenes a partir de los cambios experimentados en la oferta (al modificarse las cantidades) y en la demanda (al variar los gustos). Su evaluación del tema no fue más allá de una descripción muy elemental de sus cambios cuantitativos.

Es la Economía Política Burguesa Clásica (mediados del siglo XVII-principios del siglo XIX), en sus figuras más sobresalientes Smith y Ricardo, quien encara con carácter científico la explicación del precio, al tratar de desentrañar su esencia y elaborar la teoría valor-trabajo, antecedente inmediato del pensamiento marxista; pero, con la impronta de que no logran esclarecer la relaciones existentes entre los nexos internos y externos de dichas categorías. Casi al unísono, se desarrolló el pensamiento de lo que Marx denominó la Economía Política Burguesa Vulgar, contando entre sus representantes más reconocidos a Malthus y Say, quienes partieron básicamente de Smith y sus concepciones más superficiales en la determinación de los precios, no logrando rebasar el estudio de los nexos externos, y la determinación de estos a partir de sus costos de producción.
Hacia la segunda mitad del siglo XIX, el pensamiento económico burgués se vio forzado (tanto por problemas prácticos, como ideológicos) a abandonar las propuestas de los clásicos y a construir la teoría subjetiva de valor. Redefinen tanto su objeto de estudio, como los principios metodológicos que la sustentan. Dicha construcción teórico-metodológica constituye la base de la microeconomía-neoclásica contemporánea de los precios. Sus criterios se sostienen sobre fundamentos psicológicos-racionales, donde se presta mayor interés a los estudios del mercado y de su equilibrio y donde la “competencia perfecta” es fundamento de los precios. Por ello, desmantelar los argumentos que justifican la existencia de la competencia perfecta se convierte en aspecto nodular para sus críticos.

Desde su advenimiento, la teoría microeconómica-neoclásica instauró, inspirada en la “mano invisible” de Smith y la “Ley” de los mercados de Say, el supuesto de la “competencia perfecta”1. Principio que garantiza un nivel y asignación eficientes de los productos y factores y conduce a la economía a su frontera de posibilidades de producción, donde los precios están determinados por los costos2. La idea de “competencia perfecta” se asocia a la libre competencia, no a los monopolios3, a pesar de que los mismos comienzan a ser dominante en ese tiempo y son plenamente omnipresentes en la actualidad.

La teoría microeconómica-neoclásica casi desde su aparición ha sido objeto de innumerables críticas, sin embargo, ha sido capaz de asimilarlas, realizar los acomodos necesarios en su andamiaje teórico y salir airosa del enfrentamiento. Entre los principales detractores de la teoría microeconómica-neoclásica se encuentran los institucionalistas (Veblen) y la llamada teoría de los oligopolios (la Sra. Robinson, Stackelberg, Chamberlin y Sraffa), más recientemente, se incorporan a la diatriba los neoinstitucionalistas, particularmente, R. Coase y sus seguidores.

La llamada teoría de los oligopolios rechaza la “competencia perfecta” y plantea la existencia de oligopolios, capaces de fijar el precio y, con ello, regular el comportamiento del mercado. En opinión de esos teóricos, el empresario oligopólico -dado el poder económico que alcanza-, a diferencia del empresario de la “competencia perfecta” -incapaz de controlar el mercado-, tiene la posibilidad de tutelar el mercado y modelarlo en función de sus intereses.

Aunque, en la lista de detractores de la teoría microeconomía-neoclásica siempre se ha incluido a Keynes, es preciso señalar que este autor no se planteó una teoría de precios diferente a la versión neoclásica. En su opinión “El nivel particular de precios en una rama industrial concreta depende, en parte de los factores productivos que entra en su costo marginal y, en parte de la escala de producción. No hay motivo para modificar esta conclusión cuando pasamos a la industria en su conjunto. El nivel general de precios depende, en parte, de la tasa de remuneración de los factores productivos que entran en el costo marginal y, en parte, de la escala de producción como un todo, es decir, (considerando conocidos el equipo y la técnica) del volumen de ocupación”. (Keynes, 1964, pág. 294).

Keynes se enfrenta a la teoría microeconómica-neoclásica en lo referido a la concepción del equilibrio, pero respeta su determinación de los precios. Negó la existencia del equilibrio óptimo en general, aunque planteó su posible existencia como caso particular. Pudiera existir pleno empleo y aprovechamiento óptimo de recursos y factores, a partir del funcionamiento del mercado, sin embargo esto no ocurre como algo general, derivado del libre funcionamiento del mercado, por ello es necesaria la  intervención del Estado en la economía y la presencia de políticas de demanda agregada.

El Neoliberalismo, por su parte, asumió los principios de la teoría microeconómica-neoclásica de los precios e integró su análisis a los estudios de largo plazo. Esta teoría considera que los individuos usan la información de modo eficiente y no cometen errores sistemáticos en sus expectativas. Así, por ejemplo, los trabajadores responderán inmediatamente con la disminución de su oferta de trabajo, ante una disminución de sus salarios reales.

Para los neoliberales los mercados siempre se equilibran y los precios y salarios se determinan (dada la información) de modo tal que se alcanza el pleno empleo y se maximizan los beneficios y el bienestar económico. Como no existe desempleo involuntario, ni a corto ni a largo plazo, es imposible aumentar el empleo a través de las políticas de demanda agregada, al menos que la gente cometa errores con la información disponible (solo posibles en el corto plazo). La tendencia automática es al equilibrio,  pues suponen que los precios son perfectamente flexibles y sin ningún otro cargo adicional. De donde se asumen como dados los principios de la “competencia perfecta”. Por dicha razón para los neoliberales “el Estado puede tener todavía un papel importante como hacedor o formulador de reglas de juego, pero éste debe ser necesariamente un papel pasivo. El árbitro, después de todo no puede interceptar un pase” (Willies, 1981, pág. 96).

Los “costos de transacción”.
Ronald Coase4 hace la primacía del concepto “costos de transacción” en 1937, cuando escribe “La naturaleza de la firma”. Posteriormente, en 1960, redacta “La teoría del costo social”, donde le da un contenido más acabado. Transcurren más de 50 años desde que comienza sus estudios sobre el tema y que es reconocido por la academia. Se cumple así la sentencia de Víctor Hugo “No hay idea más novedosa que aquella a la que le ha llegado su momento”

Para Coase la necesidad de usar el mecanismo de precios provoca la presencia de costos de transacción. No existe competencia perfecta, varios fenómenos contradicen su existencia, como consecuencia aparecen costos no identificables con aquellos derivados del uso de factores productivos. Según sus propias palabras se puede entender por “costos de transacción aquellos  en los que las empresa incurren cuando, en vez de usar sus propios recursos internos, salen al mercado para encontrar esos productos y servicios, y deben utilizar el sistema de precios”. Para él existían una serie de costos que no eran  tenidos en cuenta en su época, y que había que saber controlar y centralizar su gestión de alguna manera.

La categoría “costos de transacción” se caracteriza por su imprecisión conceptual, razón por la cual a su sombra se han amparado disímiles interpretaciones, más allá de su concepción original. A propósito se destacan la teoría de agencia, la teoría económica del contrato, las denominadas “externalidades”5 y la nueva determinación del precio, entre otras.

En la actualidad este concepto, acreditado por su ambigüedad, se ha ampliado sobremanera, sobre todo con el propósito de hacerlo más funcional. La especialización de la esfera de la circulación y su crecimiento desmedido explica que ocurra dicho fenómeno. Varios factores de la realidad económica concurren, entre los cuales destacan: la separación cada vez mayor entre el propietario y el empresario; el peso de la economía preferencia al sector financiero, por encima de la actividad industrial; el predominio manifiesto, sobre todo en los países desarrollados, del sector servicio sobre el resto de los sectores de la economía; la descentralización de muchos procesos económicos que lleva a la subcontratación (actividad que debe estar muy bien controlada desde el punto de vista jurídico); la formación de cadenas de valor internacional; la informatización, robotización y revolución en las comunicaciones; etc., fenómenos que alteran la formación y distribución del valor y que deben ser de alguna manera reflejados en los precios y que necesitan ser regulados.
 
Las versiones más recientes y posteriores a la dada por Coase, incluyen en los “costo de transacción” los siguientes componentes:

  • los costos de la colaboración, y las relaciones que se establecen entre consumidores, empleados, proveedores, socios y competidores.
  • Los costos de vigilancia y ejecución (entendido como la fuerza necesaria para imponer el cumplimiento de los contratos).
  • Los costos de negociación (contiene los problemas derivados de la subcontratación y los derechos de propiedad y decisión).
  • Los costos de información (el riesgo y la incertidumbre asociada a la especulación financiera).

En este plano, el neoinstitucionalismo diverge de la microeconomía neoclásica porque incorpora costos de información, costos de transacción y restricciones a los derechos de propiedad. Pero, al igual que dicha teoría son razonamientos en el que prevalece el acento sobre el mercado de bienes y factores, aunque incorpora el comportamiento de los mercados financieros y las instituciones.

Entran en los costos de transacción los costos de coordinación, o el precio en el que se incurre para conectar los distintos productos y procesos. También forman parte de este tipo de costo, los costos de comunicaciones, de mayor importancia si se tienen que comunicar empresas que están distanciadas geográficamente. Supone, además, encontrar y gestionar talento, más la gestión de los procesos de producción, marketing y distribución.

Asimismo, la determinación de los precios, en ciertos casos, puede requerir una costosa e incierta negociación, que serían los costos de contratación, que incluyen la contratación de las condiciones referentes a la negociación iniciada.

También existen costos de redactar los contratos y de comprobar que están siendo cumplidos, pensando que los mismos se verán incrementados si hay que hacer esta operación cada vez que se vaya a realizar un contrato.

Las versiones más modernas reconocen que los costos que representan los desafíos de la información, comunicación, negociación y resolución de las transacciones entre las partes son en muchas ocasiones prohibitivos, y que ante esta situación, resulta conveniente organizar, por lógica, la creación de valor en empresas. Para eso, había que basarse en una estructura de gestión (management) jerárquica para la toma de decisiones y la ejecución del trabajo.

De igual forma, se plantea que los precios tienen que ser “descubiertos”, ya que en ocasiones no son observables a simple vista (problemas con la información) y esto reviste particular importancia con la especulación de los derivados financieros. Por otra parte, estarían los costos de búsqueda o de localización de los distintos proveedores, junto a la determinación de la idoneidad de los bienes que ofrecen. A eso se añade, el determinar si se puede confiar en un proveedor, lo cual acrecienta aún más los costos. Obviamente, existen los intermediarios que clasifican la información sobre los productos y servicios, que pueden reducir, pero no eliminar este tipo de costos.

No se debe perder de vista que no se llega a una definición sistémica del concepto “costos de transacción”, sino que esta se despliega por sus componentes.

Los “costos de transacción” y las expectativas.
La categoría “costos de transacción” es acogida por la teoría microeconómica neoclásica, a través de la cual introduce los problemas derivados de ocultar información, enlazados directamente a la evaluación del riesgo, con esta forma de cuantificar el costo se trasciende el ámbito comercial y se insertan los problemas financieros. La teoría original del costo neoclásica se centraba en el costo marginal derivado del uso de los factores productivos, en la actualidad se incluyen nuevos componentes en el costo, derivados de haber asimilado la categoría costos de transacción (Ver Anexo 1).

Un balance de dicho “aporte” se aprecia cuando se compara la forma en que se analizan los “costos de transacción” y la evaluación del riesgo con la forma en que lo conciben Keynes y Kalecki, primeros autores en incursionar en dicha problemática. 

Keynes incorporó en su razonamiento el análisis del riesgo a través de la inversión (a nivel macroeconómico), al respecto consideró que los rendimientos esperados debían cubrir los riesgos en los que se incurría al realizar un proceso de producción. En estos incluía aquel que enfrentaba el empresario al asumir una actividad cuyos resultados no estaban garantizados. Además, introdujo el conflicto del prestamista, el cual se traduce en una tasa de interés más alta cuanto mayor es el riesgo que asume al conceder un crédito.

Kalecki, por su parte, consideró (también a nivel macroeconómico) que el límite a la inversión está allí donde la eficacia marginal del capital (evalúa la relación entre rendimientos esperados y costos esperados) es mayor que la tasa de interés, a través de la variable riesgo. En este sentido, fue más allá de Keynes, pues hace del riesgo una variable decisiva en la explicación de los límites y además, al considerar como posible la indeterminación del volumen de inversión.

En su artículo “El principio del riesgo creciente”, Kalecki indicó que el inversor debe considerar en el cálculo de la rentabilidad, el riesgo que todo proceso productivo implica. Por ello debe descontar de la ganancia esperada un porcentaje de la misma para cubrir el riesgo que significa emprender una actividad cuyos resultados son inciertos. Igualmente debe descontar de la ganancia esperada el porcentaje correspondiente a los intereses que debe pagar para financiar la inversión mediante un endeudamiento o aquellos que deja de percibir al destinar recursos propios a la inversión en lugar de colocarlos en el mercado financiero. Asimismo, planteó que en la medida que el monto de capital invertido aumenta, también se acrecienta el riesgo asumido y posiblemente el tipo de interés.

Kalecki considera que cuando la inversión se realiza con recursos ajenos, a medida que aumenta el monto de capital prestado en relación con el capital propio, el tipo de interés debe subir. Fundamento esta presunción a partir de  que el riesgo en que incurre el prestamista aumenta, pues el capital prestado tiene una protección menor. Finalmente, para Kalecki e= i! + o, donde e=eficacia marginal del capital, i! = tasa de interés y o= tasa de riesgo.

Sin embargo, la teoría microeconómica neoclásica, al tratar este asunto e incorporar los costos de transacción, lo hace desde los costos, es decir incorpora el problema al precio. De esta forma, reestructuran los elementos del costo y dan un vuelco a la tradición de análisis del riesgo.  Esto conduce a una dimensión nueva en el análisis del costo, al trasladar al precio de oferta (donde está incorporado el costo) un cargo por el riesgo, con ello se resuelve el dilema de que especulador y consumidor compartan el riesgo6.

La categoría “costos de transacción” y la regulación.
Derivado de la presencia de los “costos de transacción”, Coase distinguió tres formas de regulación económica:

  • La regulación dentro de la empresa (Dominio de la Empresa). 
  • La regulación del mercado, signada por los precios, de carácter espontáneo y que responde a las leyes propias del mercado (Dominio Privado). Ver Anexo 2.
  • La regulación estatal, la cual actúa a través de las instituciones7 y las organizaciones8 (Dominio Público).

La primera está asociada al papel del gerente como conductor de la actividad económica, al respecto Coase establece “El empresario se ocupa de la división del trabajo dentro de cada empresa, y planifica y organiza con gran minuciosidad, pero él está vinculado con la amplia especialización económica de la que el mismo es una unidad especializada”9. Esta la realiza el manager al interior de la firma, oligopolio, monopolio o cualquier otro sustantivo que se utilice para identificar este fenómeno.

La segunda, la se deriva del sistema de precios como regulador de la actividad de la empresa. En opinión del autor la firma se forma a partir de la existencia de “costos de transacción”, estos empujan a la formación de la firma como medio de abaratar dichos costos, protegerse del mercado y establecer un sistema de regulación (planeación económica para la empresa). Es aquí donde introduce la necesidad de las instituciones.

Según Coase, lo más sensato para la empresa es desempeñar el mayor número de funciones posible. En su parecer, las firmas no son el resultado del proceso de concentración de la producción y el capital, sino que se forman como un medio para aligerar la carga que representan los “costos de transacción”. “Como expliqué –en sus palabras- hace muchos años, la empresa representa una alternativa a la organización de la producción a través de las transacciones de mercado”10.

En su opinión, la empresa es una gran caja negra donde opera y regula el empresario. Pero, a su vez, la organización recibe influencia externa (marco en el cual operan las instituciones de mercado), es allí donde opera el mecanismo de los precios como conductor de la economía y regulador económico, causa a su vez de que exista la empresa. El papel del empresario, según Coase, es el de regular la actividad económica de la empresa. Dentro de la empresa individual se eliminan los convenios entre los distintos factores cooperantes en la producción y las transacciones de mercado se substituyen por una decisión administrativa. El reordenamiento de la producción tiene lugar entonces sin necesidad de convenios entre los propietarios de los factores de la producción.  (Coase, Ronald H, 1960; “El problema del costo social”). En esto difiere de Schumpeter, quien le atribuye al empresario la función de innovador, mientras Coase le arroga la función de organizador del proceso económico.

La segunda forma de regulación económica en la que enfatiza Coase se deriva del sistema de precios y de la presencia de los “costos de transacción”, a su vez, extrapola este comportamiento a la sociedad, como si esta fuera una gigantesca empresa a regular. Lo que ocurre en la firma, la planificación empresarial, derivará en una planeación económica para la sociedad. A nivel micro, en la empresa, actúa el empresario, quien a su vez, evaluará su actividad según los “costos de transacción”, la cual ha sido delineada por las instituciones del mercado; mientras, a nivel macro, el sistema se comportará como la suma de los comportamientos individuales, modificados por las instituciones del Estado, las cuales operaran como reguladoras.

El razonamiento que explica lo anterior es el siguiente: la empresa no es la única solución posible, los costos administrativos de organizar las transacciones dentro de la firma pueden ser altos, particularmente cuando se realizan muchas actividades distintas bajo el control de una sola organización, por ello una solución alternativa es la regulación directa por parte del Gobierno. Es aquí donde introduce la tercera forma regulatoria,  actúa todo el sistema de leyes y todo el aparato estatal, en sus diferentes poderes, que las respaldan e implementan.

En vez de instituir un sistema legal que puede ser modificado por transacciones en el mercado, el Gobierno puede imponer regulaciones que establezcan lo que la gente debe hacer o no, y cuáles deben ser obedecidas. Así, el Gobierno (mediante leyes o quizá más probablemente a través de un organismo administrativo) puede encarar el problema… (Coase, Ronald H, 1960; “El problema del costo social”). El Gobierno es, en cierto sentido, una superempresa (pero de una clase muy especial), ya que es capaz de influir en el uso de los factores de producción mediante decisiones administrativas. (Coase, Ronald H, 1960; “El problema del costo social”). La forma en que Coase encara el problema regulatorio, a diferencia de los neoliberales, deja margen para la interacción mercado-Estado como reguladores económicos.

A juicio de Coase, el sistema económico está conformado por subsistemas, dentro de los cuales destacan las grandes corporaciones. Lo que distingue al sistema económico cuando se le mira a través del sistema corporativo es que éste es un sistema coordinado tanto por el mercado como por la jerarquía de mando en la toma de decisiones. En el mercado, el mecanismo de los precios orienta de una manera descentralizada la asignación de recursos. En cuanto al segundo punto (la jerarquía), el mecanismo de la autoridad es la que direcciona la reasignación de los mismos.
Cuando no existen instituciones que garanticen un intercambio eficiente, surgen incentivos para que los agentes busquen un beneficio privado, sin importar el costo social que esto implique. Para que el intercambio funcione deben especificarse claramente los derechos de propiedad. Si no existe tal especificación, el intercambio se hará a costos de transacción altos y no habrá incentivos para lograr una asignación eficiente de los recursos; así, si no hay incentivos para cumplir las leyes (es costoso cumplirlas), los agentes decidirán incumplir, y esto afectará el desarrollo económico, puesto que será más eficiente buscar transferencia de rentas, que la creación de riqueza.

Mientras, el diagnóstico keynesiano se centraba en el problema de la demanda agregada, por lo que la solución pasa por generar la demanda necesaria. Se necesitaba un figurante con una racionalidad distinta a la del actor privado para impulsar esa demanda, y este es el Estado. Para Keynes el estado es racional si actúa en coincidencia con las necesidades de acumulación del capital, del mismo modo, la racionalidad económica se defiende en nombre de la "supervivencia del sistema". El objetivo no era que el estado haga negocios rentables, que emprenda tareas productivas, sino que gaste dinero y de ese modo reactive la economía en crisis.

Por su parte el Neoliberalismo considera que la política keynesiana provoca la paralización de los agentes económicos privados por un accionar que absorbe todos los recursos económicos a través de un excesivo gasto estatal que desalentaría la inversión privada. Los intentos de equiparar al estado con una empresa privada que brinde servicios competitivos no se presentan sólidos y esto es lo que permite observar la carencia de una teoría del estado dentro del pensamiento neoliberal. La economía neoliberal va a restaurar la confianza en el mercado como mejor asignador de recursos. En esta nueva concepción se impone que el estado debe comenzar a adoptar criterios de eficiencia que había abandonado hace varias décadas y conduce a la reestructuración del estado, el cual debe actuar ahora bajo una nueva racionalidad. Por eso el proceso de inclusión del estado en el mercado, según el Neoliberalismo, implica nuevas pautas de evaluación de la acción del mismo. Al igual que una empresa privada, el estado debe ser eficiente, productivo y en ciertos casos, claramente superavitario.

Resulta claro, como saldo de la aplicación del neoliberalismo, que el mercado y el estado han de marchar en paralelo, en el sentido de que cada uno de ellos debe lograr la racionalidad económica, pero la primacía de la regulación la tiene en sí misma el mercado. No es de extrañar que sea común hoy en día que los estados se vean obligados hoy, cosa que en el pasado no ocurría, a presentar sus balances contables, según la Ley, al igual que cualquier sociedad anónima, con el objeto de buscar la eficiencia. De esta lidia y los cambios en la racionalidad del capital es que emerge la nueva configuración de la relación racionalidad política-racionalidad económica, la dimensión de los espacios público/privado y la nueva correlación entre la regulación mercado-estado.

Mientras que Coase, por intermedio de la categoría “costos de transacción” introduce una indagación más amplia en cuanto a la temática de las regulaciones. Derivado de su interpretación se reconocen los tres tipos de regulaciones antes mencionado, los cuales se corresponden con su ámbito de acción y ejecución.

La visión que propone el autor trata de darle un espacio mayor al Estado que el dado por el neoliberalismo –el llamado estado mínimo-, básicamente enfocado al espacio financiero. Sin embargo, tampoco llega a ser como la moción keynesiana, en la que el  Estado desempeña una función prominente, asociada a un engranaje más equilibrado entre Estado-nación y monopolios. Del planteamiento de Coase se infiere una propuesta más asociada al capitalismo actual, en el que las grandes transnacionales no se colocan en paridad con el Estado, sino que se le superponen, modelándolo a su imagen y semejanza. Consiguientemente, el autor trata de encontrar en la política económica una intermediación entre el Estado y el mercado.

La temática de “costos de transacción”, permite establecer un puente entre la micro y la macroeconomía mediante dicha categoría y la necesidad de las instituciones. Al hacer esto, Coase concibe una forma inédita de regulación donde el mercado y el Estado actúen en una relación más intima, pero a la par más especializada. Es un Estado no por fuera del sistema económico, sino como parte integral de él, es decir, se endogeniza al Estado. El neoinstitucionalismo trabaja en dos niveles: uno macro, constituido por el medio institucional o reglas de juego que constriñen las acciones de los agentes y las encausa, y un nivel micro, en el que operan las instituciones de gobierno sobre los agentes económicos, como los mercados, los cuasimercados y las estructuras jerárquicas de contratación (empresas y burocracias públicas). Al adoptar esta posición, el autor defiende en términos de regulación la idea de -parafraseando el viejo dicho romano- “al mercado lo que es del mercado y al Estado lo que es del Estado, cada cual regule, aunque mancomunados, lo que debe regular.

La regulación gubernamental directa no necesariamente presentará mejores resultados que la solución de mercado o a través de la empresa. Esto se aclara cuando expresa “No caben dudas de que el Estado benefactor traerá probablemente una extensión de la  inmunidad de responsabilidad por daños, que los economistas han tenido el hábito de condenar (aunque han tendido a suponer que esta inmunidad era un signo de muy poca intervención del Gobierno en el sistema económico).

 A diferencia de lo propuesto en el modelo keynesianismo, quien defiende la idea de que el Estado se convierte en el generador de la estabilidad económica y garante del crecimiento sostenido, asegurando la demanda y el pleno empleo que desde el modo de producción fordista se requería para absorber los altos costos fijos de la cadena de montaje, Coase considera “se trata de ir del poder absoluto al poder condicionado, debe evaluarse la relación costo/beneficio de la regulación gubernamental. (Coase, Ronald H, 1960; “El problema del costo social”)

Para Coase no puede darse como un hecho que el Estado de por sí sea beneficioso, sino que “Debemos considerar, dice el autor, los costos involucrados en operar los distintos ordenamientos sociales (ya sea el funcionamiento de un mercado o de un departamento de Gobierno), como también los costos que demandará la adopción de un nuevo sistema. Al diseñar y elegir entre ordenamientos sociales debemos considerar el efecto total. Este es el cambio de enfoque que estoy proponiendo”.  (Coase, Ronald H, 1960; “El problema del costo social”)

Evaluación crítica de los “costos de transacción”.
En el Epilogo a la segunda Edición del Tomo I, de “El Capital”, Marx, al exponer su modo de valorar la dialéctica de Hegel expuso: “Es necesario darle vuelta (ponerla sobre sus pies, n. del a.), para descubrir así el núcleo racional que se oculta bajo la envoltura mística”11. Tomando como premisa el espíritu de esta afirmación evaluaremos la categoría “costos de transacción”: Examinaremos sus aportes y limitaciones, siempre a partir de considerar que la economía política burguesa vulgar nunca formula el por qué ese contenido adopta dicha forma, sino que se limita a sistematizar la naturaleza exterior de los fenómenos; además, al hacer esta valoración, corresponde evaluar en la proposición de Coase las funciones que cumple la Economía Política (la cognoscitiva, la metodológica, la ideológica y la práctica) en tanto el análisis de este autor puede servir de referente teórico.

El equivalente más cercano de los “costos de transacción” en la teoría marxista se encuentra en los estudios que Marx volcó en el tomo II, de “El Capital”. Como se conoce el objeto de estudio de este tomo es el análisis de la circulación y de los procesos cíclicos del capital. Al propio tiempo, el autor analizó aquí los cambios de forma que se operan en el capital en su movimiento dado su funcionamiento tanto en la esfera de la producción como de la circulación.

Marx, subrayó que el valor de las mercancías está determinado por los gastos de trabajo, es decir, establecidos antes de entrar en la circulación, pero que no pueden surgir al margen de ella, aunque resulta imposible brote en ella. La circulación no asume el papel fundamental, pero sí desempeña un papel  decisivo. Es precisamente en esta esfera donde, en su opinión, tiene lugar el gran problema de la sociedad capitalista: la realización.

La categoría costos de transacción, dada sus características, se circunscribe al acto de circulación D – M y  M' – D'. Como tal no contempla el problema de los componentes de las mercancías compradas para el proceso productivo, sino de las intermediaciones que interrumpen el proceso de circulación, es el proceso de gerencia en el proceso  D – M y  M' – D' lo que interesa a Coase.

Por su parte, Marx dejó bien esclarecido que el producto se convierte en capital–mercancías como modalidad funcional del valor del capital ya valorizado que brota directamente, del propio proceso de producción. Si no se completa el acto M' – D', el proceso de producción se paraliza. En este sentido el capital no funciona ni como creador de productos, ni como creador de valor. Señala más adelante, según el diverso grado de rapidez con que abandone su forma de mercancías y revista su forma de dinero, o sea, según la celeridad de las ventas, el mismo valor–capital actuará en grado muy desigual como creador de productos y de valor y aumentará o disminuirá la escala de la reproducción.
La masa de mercancías M', como exponente del capital valorizado, tiene que pasar por la metamorfosis M'–D' en toda su extensión. Mediante la operación M'–D' se realiza tanto el valor del capital desembolsado como la plusvalía. M–D, y reviste nuevamente la forma en que puede comenzar de nuevo el mismo proceso cíclico. Lo que para la plusvalía es la primera transformación de la forma mercancía en la forma dinero, es para el valor del capital el retorno o el retroceso a su forma primitiva de dinero. La reversión final del valor del capital a su forma primitiva de dinero es una función del capital–mercancías. Asimismo, esta función lleva implícita la primera transformación de la plusvalía, que abandona su primitiva forma de mercancías para revestir la forma de dinero. Pero no olvidar que el Capital en dinero es una forma funcional específica del capital industrial, formas que éste va asumiendo sucesivamente, no está separada de las otras. El ciclo del capital sólo se desarrolla normalmente mientras sus distintas fases se suceden sin interrupción. En cualquiera de las fases que asume al detenerse el capital queda paralizado. Son aspectos importantes que Marx señaló en el proceso de realización y el valor del análisis de Coase está precisamente en que reinterpreta aunque en forma metamorfoseada, dichos fenómenos a la luz de los procesos contemporáneos.
No puede olvidarse que, tal y como lo expresa Marx, las categorías de la economía política “son formas de pensamiento que expresan con validez social las condiciones y relaciones de un modo de producción definido, históricamente determinado, o sea la producción de mercancías”. Esto sucede con la categoría “costos de transacción”, no obstante, como es característico del pensamiento económico burgués contemporáneo, lo hace a través de su forma transfigurada.

Marx reconoce como la circulación complementa la órbita de vida del capital y en el análisis de esta esfera (tomo II) introduce la categoría “gastos de circulación”. Ellos representan: “los costos por el mero cambio de representación de la mercancía (de la forma dineraria a productiva, D-M…P, y de forma mercantil a dineraria, M´-D´); los gastos derivados del tiempo de compra y venta; los gastos de contabilidad; los gastos de acopio, de la venta al por menor (los costos de conservación y almacenamiento) y los gastos de transportación.

A su vez, Marx considera que “el tiempo de circulación es el tiempo que el capitalista dedica a sus negocios”, pero aunque “…en la circulación no se crea valor, es necesaria para la conversión del valor de una forma a otra”, por ello, “Para el capitalista la reducción de los costo de circulación hace disminuir el límite negativo de la valorización del capital”. Asimismo, considera que “en la circulación hay fenómenos que interrumpen la continuidad del proceso de valorización del capital”, por eso es precisa la reducción del mismo.

Coase desde fecha temprana al esbozar esta categoría y establecer la necesaria intervención de las instituciones para lograr reducir sus costos, intrínsecamente está reconociendo la tesis antes expuesta por Marx. Es decir, pretende, como representante de los intereses del capital, disminuir el límite negativo de la valorización del capital que representa la existencia de costos de transacción.

La contrastación de lo arriba expuesto con el desarrollo que en la actualidad han recibido los estudios por el pensamiento burgués sobre este tema, permite comprender que dicha categoría tuvo en Marx un desarrollo muy insipiente, como consecuencia de las limitaciones de su época; a más de, con posterioridad han sido escasos los estudios sobre esta problemática elaborados por la teoría marxista, a pesar de lo compleja que se ha vuelto la esfera de la circulación. Sin embargo, en la teoría económica son cada vez más profusos los estudios y aplicaciones relacionados con “costos de transacción”. La propia ductibilidad definitoria es la que le ha conferido dicha envergadura, al posibilitar el acomodo de la teoría de los precios a los cambios que se han producido en el capitalismo contemporáneo y servir de reflejo fetichizado de la nueva realidad.

Por otra parte, es básico reconocer que esta categoría es reflejo de la heterogeneidad de las formas productivas-organizativas que caracterizan al capitalismo contemporáneo; así como de la preponderancia de los servicios sobre el resto de las actividades -incluida la industria-, pues son los servicios, en el presente, los que sirven de brújula a la ganancia; al mismo tiempo de la presencia de la supremacía de la esfera financiera sobre la esfera real.

Los “costos de transacción”, igualmente, expresan la cada vez mayor separación entre la propiedad y la ejecución, fenómeno cada vez más extendido en el capitalismo actual. El mismo se enuncia en el sistema de gerencial, la subcontratación, la dispersión territorial de la producción, y la formación de cadenas de valor. Mientras, que por otra parte, a través de ellos dicha reflexión teórica se utiliza para ajustar en los precios toda la amplia gradación que abarca la esfera de los servicios12 como consecuencia de su progreso más reciente.
 
En esta categoría, como antes se ha dicho, se incluye el riesgo la información, la vigilancia como costo y no como activo. Esto representa una argucia que permite eludir en el balance general los valores y créditos poseídos y su utilización, al reconocerse más como ingrediente comercial que como componente especulativo. A partir de la misma, los teóricos del neoinstitucionalismo articulan la necesaria acción de las instituciones, y por su conducto del Estado. Así se revela su acción como medio para tratar de reducir el tiempo en que el capital demora su reproducción y se deja de obtener plusvalía. Por su conducto, sale a flote lo que Marx estampó como el problema fundamental del capitalismo, el de la realización; problema que reconoció Keynes en 1936, sólo que mientras él lo vio desde la macroeconomía, Coase (un año después, en 1937), lo percibe desde la microeconomía.

En definitiva, la teoría de los “costos de transacción” asume el principio de la física conocido como “fuerzas de fricción”, al generar un traslado mimético desde dicha ciencia, al referenciar las reacciones que obstaculizan el buen funcionamiento del sistema de precios. Dicho principio representa en la física a las leyes de la mecánica clásica, asociado al sistema newtoniano -desautorizado por la teoría de la relatividad-, en él se asume de manera tácita, la posibilidad del retorno a “condiciones iniciales”. Las instituciones serían las encargadas de resolver dicho problema. En realidad esto resulta imposible en el terreno socioeconómico, donde los cambios, tanto en el corto, como en el largo plazo, afectan la experiencia humana y su sistema de valores.

Por último, es preciso señalar que aunque Coase criticó la teoría neoclásica, no llegó a trascenderla. Esto explica porqué la teoría microeconómica neoclásica pudo incorporarla, más tarde, a su arsenal teórico, a pesar de que originalmente estuvo dirigida contra ella.

Al asimilar esta categoría, la microeconomía neoclásica, ha puesto el énfasis en los elementos del  problema de la información y el riesgo, así como sobre los costos por firmar y hacer cumplir contratos. El estudio de las fallas del mercado da cuenta de una serie de imperfecciones entre las que se contemplan: la información asimétrica, el riesgo y la incertidumbre, etc. Hasta ahora la teoría microeconómica neoclásica trabajó sólo con los costos operacionales,  haciendo los costos de transacción igual a cero, la inclusión de los mismos, ha “transformado” su visión de la estructura del precio, los cual ha cumplido con la función de incorporar al precio de oferta además de los fenómenos derivados de la esfera comercial, aquellos resultados del ámbito financiero, de los cuales hasta ahora se habían hecho abstracción13.

El Neoinstitucionalismo, quien originalmente se destacó por su confrontación con el neoclasicismo, no rompió verdaderamente con él, más bien continúo utilizando su herramental, sus categorías y presupuestos. Esto posibilitó, que una vez que se reconocen que los costos de producción como la suma de los costos de transformación y negociación, se impusiera un nuevo marco analítico en la teoría microeconómica que el pensamiento neoclásico pudo y supo asimilar.
Para finalizar, es preciso destacar que la teoría económica de los “costos de transacción” utiliza un instrumental matemático fácil de razonar, en lugar del avanzado complejo matemático marginalista. Ni para Coase, ni sus seguidores más cercanos, el problema de la medición del “costos de transacción” es un elemento de preocupación, por el contrario, la inquietud converge hacia las instituciones en las que se desenvuelve su presencia y la necesidad de su desempeño.

En conclusión, al acercarnos a una valoración de la teoría de Coase sobre los costos de transacción, desde las funciones de la Economía Política queremos subrayar aquí las contribuciones que se derivan de sus interpretaciones para esta ciencia, sobre todo porque, por lo general se pone más énfasis en las limitaciones que en sus contribuciones.

Un mérito de la teoría de Coase, desde el punto de vista cognoscitivo, es que esta nos ayuda a conocer las particularidades de la circulación capitalista y de los costos en su fase actual del desarrollo, a partir de que ayuda en el conocimiento de los fenómenos superficiales concretos. Por su parte, en lo metodológico, el autor muestra la necesidad de los estudios interdisciplinario, al establecer estrechos vínculos entre las ciencias económicas, las ciencias jurídicas y la política; con lo cual nos revela el carácter cada vez más activo de la superestructura sobre la base económica, como resultado del desarrollo del capitalismo y la socialización de los procesos económicos.
 
En cuanto a lo ideológico, es preciso destacar que es obvio que no está en el ánimo de Coase sustituir el sistema, su fin es buscar soluciones, palear sus conflictos, en este caso: la realización. Su proyecto está condicionado, por lo que subordina la ciencia a los intereses políticos de su clase. En cuanto a la función práctica, la misma responde a la funcionalidad del sistema, al pretender influir en el curso de los procesos económicos y atenuar las contradicciones de la circulación y paliar los problemas de la realización. Coase estudia en forma resuelta las dependencias cuantitativas y funcionales de la realización capitalista a través de la categoría costos de transacción y las resuelve con la intervención de las instituciones y el Estado.

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1 Como tal se entiende aquella situación que se da en el mercado, donde ninguno de los involucrados (poseedores de bienes o factores) representa una parte del mercado lo suficientemente grande como para hacer prevalecer su influencia sobre el precio de mercado (existen precios flexibles y los individuos son precio aceptantes); existe plena movilidad de los factores; prevalece la homogeneidad de bienes y factores; y la información llega por igual a todos (existe transparencia y conocimiento pleno del mercado).

2 Entiéndase como tal los costos de transformación, aquel que atañe a los factores de producción.

3 Vistos sólo como un caso raro.

4 Escritor de origen inglés, radicado en los Estados Unidos desde 1952. Profesor emérito de la Universidad de Chicago, donde imparte clases desde 1964. En 1991 recibe el Premio Nobel de Economía “…por el descubrimiento y clasificación de los “costos de transacción” y los derechos de propiedad para la estructura institucional y el funcionamiento de la economía”, es decir, por el papel que desempeñan los “costos de transacción” en la teoría de la empresa y los costos sociales, así como por su implicación en el funcionamiento de las instituciones económicas.

5 Así lo acredita el planteamiento de George Stigler -Premio Nóbel de Economía, 1982- quien denominó a esta cuestión el “Teorema de Coase”, lo que en el mundo teórico se conoce como “externalidades”. Principio utilizado con el propósito de incorporar en el análisis de los precios, los costos sociales, es decir, aquellos que por considerarlos el empresario ajenos a él, no los tiene en cuenta, por ejemplo, los costos por afectación al medio ambiente (sería un costo negativo), una carretera o un vigilante nocturno que pago la empresa y beneficia a la comunidad y no representan un costo para la comunidad (sería un costo positivo), etc. Muy utilizado, mayormente, por aquellos teóricos que se ocupan del estudio del impacto de los procesos económicos sobre el medio ambiente.

6 Sucede igual que lo que ocurre con las actuales leyes de quiebra. En el pasado el empresario, quien recibe toda la ganancia, asumía todas las pérdidas por quiebra, hoy con las nuevas leyes de quiebra, resultado de la aplicación del modelo neoliberal, las pérdidas se comparten con los obreros.

7 Entiéndase que “las instituciones son las reglas de juego, las normas, los códigos, las costumbres, que estructuran y determinan la actividad de los hombres, es decir, rigen la economía.

8 Las organizaciones son entidades ideadas por sus creadores, hechas con el propósito de maximizar la riqueza, el ingreso y otros objetivos definidos por las oportunidades que brinda la estructura institucional de la sociedad. En la búsqueda de esos objetivos, las organizaciones alteran incrementalmente la estructura institucional de la sociedad.

9 Ronald H. Coase: La naturaleza de la empresa, pàg.36.

10Coase, Ronald H., 1937; "La Naturaleza de la Firma".

11 Marx, C, Tomo I, p.20.

12 En la década de los noventa apareció “El Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios” (AGCS) en él se registran 12 sectores y más de 160 subsectores de servicios, expresión del desarrollo alcanzado por estas actividades, asimismo se dio a conocer “El Acuerdo de los Derechos de Propiedad Intelectual” (ADPIC), en el que se hace alusión a los costos asociados y se establece, en defensa de los países capitalistas desarrollados, quienes son sus principales proveedores, la protección a las patentes por más de 20 años.

13 En la actualidad la magnitud de los flujos financieros frente a los comerciales se comportan en una relación de 50 a 1, y hasta de 100  a 1. Ver Petras, J. y otros “Imperio con imperialismo”.

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