Revista OIDLES - Vol 1, Nº 1 (septiembre 2007)

Nuevos Límites a la Dimensión Territorial del Empleo

Por Fabio J. Quetglas §

 

 

El presente trabajo tiene como finalidad añadir una pregunta provocadora, a las abundantes reflexiones existentes sobre los cambios en el empleo, en su localización, en sus modalidades, en su influencia como organizador social; una pregunta que sobre todo nos permita cuestionarnos los principios paradigmáticos del enfoque de Desarrollo Económico Local, no con otra finalidad que fortalecer tal perspectiva teórica, de modo tal de evitar por todos los medios posibles una mirada complaciente que confunda deseos, con una visión sostenida en una imprescindible rigurosidad científica. 

El planteo a ensayar es el siguiente: “El hecho incontrastable que los empleos se generen en un espacio territorial determinado, en absoluto invalida poner en duda la vigencia del carácter territorial de los mismos, ó al menos no invalida reflexionar sobre una tendencia a la des-territorialización de una franja significativa de empleos”.

En rigor de verdad mucho tendríamos que precisar nuestro lenguaje, para afirmar adecuadamente a que nos referimos cuando hablamos ó escribimos sobre el “carácter territorial del empleo”, porque en un punto es una afirmación tautológica carente de todo valor teórico ó analítico; salvo que se puedan transgredir todas las leyes de la física; las tareas remuneradas que agregan valor económico a la producción de bienes y servicios siempre se deberá realizar al menos “desde un sitio” y en tal sentido siempre será territorial tal acción; quizás lo que conviene preguntarse es sobre ¿cuál es la disponibilidad de movilidad de los empleos?  Y allí entramos en un terreno complejo pero a la vez riquísimo. ¿Hasta que punto las condiciones naturales ó construidas en un territorio son condición de generación y sostenimiento de los empleos existentes (genéricamente) ó puntualmente de uno u otro empleo?

Para empezar por lo primero, uno podría trazar una línea imaginaria en cuyos extremos estén representados de un lado los empleos “absolutamente territoriales” (por ejemplo; los trabajadores “extractores” de una mina) y en el otro extremos los empleos “casi absolutamente móviles” (un programador de software en solitario, que sólo requiere una adecuada PC, conexión a energía eléctrica y eventualmente acceso a Internet –aunque esas tres condiciones no son poca cosa, digamos que están bastante extendidas en gran parte del mundo-). Y con esa línea imaginaria trazada, reflexionar sobre en que lugar de la misma, la economía esta generando nuevos y mejores empleos; lo que es lo mismo que decir “que grado de territorialidad tienen los empleos en el marco de las transformaciones tecno-económico y sociales que están en marcha”.

Puesta esta provocación sobre la mesa (sólo eso porque carezco de datos que hagan científica cualquier afirmación, aunque hay muchos que hacen razonables los cuestionamientos), vuelvo sobre la pregunta: ¿es absolutamente territorial el futuro del empleo?; ó acaso el paradigma de economía localizada resumible en: “un lugar, un empleo, una ciudadanía” más propio de la Sociedad Industrial, no está siendo asediado por un nomadismo de “nuevo cuño” y de base tecnológica, posiblemente formulable como “muchos lugares, muchos empleos, hasta ahora ….. Apenas una ciudadanía” (el debate sobre la ciudadanía en la era de los flujos está en veremos).

Sabemos que no es absurdo, establecer un paralelismo entre transformaciones sociales y tecnológicas y pautas de movilidad. No se trata, como ingenuamente se lo presenta muchas veces de un fenómeno derivado de la baja en el precio de las tarifas aéreas. La tendencia “movilidad creciente” lleva una curva larga ascendente de largos años, sólo interrumpida por razones bélicas. Más información, mejores garantías jurídicas, más plurilinguismo, mejores medios técnicos e infraestructuras, y muchísimos factores adicionales se fueron conjugando, para que capitales y personas puedan movilizarse más.  La diferencia que se ve en los últimos años es que algunas personas se mueven “portando laboralidad” y otras buscandola; conforme se ubiquen más cerca de un extremo u otro de la regla que presentamos arriba, respecto de la territorialidad de los puestos de trabajo.

Resulta absolutamente claro que los cambios tecnológicos derivados de las revoluciones que vivimos, gozamos y padecemos (TIC´s, genética, energía bio, etc), están re-significando la territorialidad, la estatidad y también el empleo; y es en este punto en que no corresponde  ni que gane la nostalgia, ni que confundan los deseos.

Pueden denominarse “territoriales” los empleos de los miles de call-centers que estallan en una nueva visión de los servicios al cliente? Y la venta de software por Internet? y los empleos financieros dependientes de “normas paradisíacas”? y las segundas opiniones de e-health? Y el e-learning?.

No dudo, que con todo deba seguir siendo conveniente estar en un lugar y no en otro (cada vez más esas ventajas se anclan en intangibles culturales); y tampoco dudo, que hay costos de transacción en cada cambio de lugar que permite pensar en estrategias territoriales de especialización, aglomeración, etc, para retener y generar empleo. Pero creo que al menos esta permitido estresar el “paradigma dominante”, y podemos decir que existe la posibilidad creciente de un proceso de “des-territorialización de muchos empleos”.

Incluso, entiendo necesario pensar que sólo comprendiendo y tomando en cuenta el creciente peso de la tendencia “des-territorializadora” pueden generarse alternativas de resignificación territorial.

En ese sentido hay por lo menos tres fuerzas que pueden apoyar tal visión: Claramente la aparición y constitución de los empleos no sólo pueden obedecer (y de hecho obedecen) a decisiones tomadas en otros lugares a donde luego efectivamente se realizan (a), sino que crecientemente pueden aparecer dos circunstancias que tiendan a “estresar” el paradigma territorial del empleo: la existencia creciente de “empleos móviles”, en el sentido que pueden realizarse flexiblemente desde distintos lugares (b), y el salto de dimensiones abismales en la tasa de movilidad humana (c), dando lugar a un fenómeno de flujos humanos que re-configura el mapa del empleo y la competitividad mundial.

Respecto de (a): que el “mapa universal de las decisiones” es un mapa cuya densidad esta muy concentrada no cabe duda, y en último de los casos (aunque tal cartografía no este hecha) no mostraría cosas muy diferentes al mapa del “producto”; además las decisiones que impactan sobre la generación de empleo (financieras, comerciales, normas internacionales, etc), son decisiones concentradas (a escala global) y sometidas a un bajo contralor democrático; pero eso fue siempre así y en tal caso la lógica que domina ese conjunto de decisiones (lógica no siempre acertada) es lo que banalmente se llaman las “reglas del juego”, frente a las cuales el enfoque del Desarrollo Económico Local impulsa a los territorios a un proceso de adecuación (incremento de la competitividad) alineado con mejoras en la calidad de vida de los ciudadanos (sentido último de la acción estatal y factor de incremento de la gobernabilidad). De lo dicho se desprende que en un primer sentido hay una des-territorialización del empleo si por tal cosa referimos al impacto de decisiones externas en la generación (ó eliminación) de los mismos. Tal característica es natural en una economía global de especialización e interdependencia. Con todo, corresponde no pensar linealmente la globalidad, sobre todo a tenor de la baja gobernabilidad sistémica y la posibilidad cierta de la emergencia de crisis sobre las cuales hay pocos instrumentos de intervención. Y a “contrario sensu”, si la globalidad creciera ad infinitum (con su manifestación de creciente especialización económica), pareciera ser que la tasa de movilidad de los empleos tendería a crecer de modo significativo, sobre todo en los servicios a distancia y en la logística derivada de una tasa de especialización tan importante.

Ahora bien, tanto (b) como (c) obedecen a cambios en la estructura económica, de base tecnológica, cuyo impacto en la conformación de modelos de organización social y en la estatidad en especial aún están en ciernes; y dentro de las agendas de tales cambios, adquirirá centralidad la redefinición de ciudadanía a escala global  (cualquiera sea la orientación que tal cambio tome) y dentro de tal redefinición el derecho al trabajo de migrantes (y las condiciones de su ejercicio).

La tendencia que parece emerger, es hacia la dualización: por un lado algunos de los empleos de mayor calificación se globalizan, y por lo tanto en algún sentido se des-territorializan y en los empleos de menor calificación (territorializados) el resurgimiento de las migraciones masivas opera como precario factor de “ajuste” de los procesos de desarrollo desigual (los últimos informes de la UNFPA –fondo de población de Naciones Unidas-, alertan sobre el proceso de anarquización migratoria)

Pareciera ser que con el empleo sucede lo mismo que con los capitales (las inversiones de alta calidad buscan territorios de alta calidad, las inversiones de baja calidad buscan territorios de baja calidad); aquellos empleos, cuya tendencia es a la calificación, tienden a estructurarse y organizarse permitiendo la movilidad y haciendo de la misma una característica (que se complementa con: su ejercicio bajo cierto soporte técnico, una alta disponibilidad a las relaciones inter-culturales  y plurilinguismo) y los menos calificados se territorializan.  

¿Qué significa que existen empleos de alta calificación que se des-territorializan ó se transforman en móviles? Existen tres vías ó fuerzas de des-territorialización, en primer lugar, la surgida de la reconfiguración productiva (ruptura espacial de la cadena de produción) en el sentido más literal del término, la fragmentación del proceso productivo, con concentración organizativa, que da lugar a la aparición en el seno de los grandes holdings y corporates de un management móvil que articula un proceso productivo (en este punto opera la emergencia de la una “nueva logística” como espacio laboral esencial). La segunda fuerza es la emergencia creciente de un mercado mundial que homogeniza conocimientos, prácticas, abordajes, lenguajes; si hay una globalización crecientemente exitosa es la cultural y es condición de des-territorialización de empleos; esa “mundialización cultural” es condición de posibilidad de empleos crecientemente móviles de gerentes, auditores, facilitadores, árbitros; que por lo demás aterricen donde lo hagan, encontraran en las “ciudades globales”[1] en las que trabajan, un barrio financiero similar, donde leerán idéntica prensa, hablaran una especie de inglés-neutro (lengua franca de la globalidad) y al finalizar la jornada podrán pasar por un idéntico pub irlandés . La tercera fuerza des-territorializadora es Internet, que sumada a la anterior permite cientos de actividades coordinadas a distancia y realizadas aún en movimiento. Mi descripción puede resultar caricaturesca, pero en modo alguno quiere ser peyorativa; sencillamente debemos pensar el Desarrollo, el/los territorios y los empleos en tiempos decididamente desafiantes.

El resultado concreto de esas tres fuerzas es, como dijimos, cientos de miles de trabajadores a distancia, consultorías transnacionales, profesionales que viven entre aeropuertos, redes des-territorializadas de producción simbólica, traducciones sin ir al traductor, diseños, producciones de imágenes, enseñanza, segundas opiniones médicas, etc. Actividades con fuerte potencial de movilidad continúa. Y a una escala menor, movilidad cotidiana en espacios urbano regionales, crecientemente complejos y conectados (a veces transnacionales como Malmo-Copenhagen), donde el espacio del trabajo y del ocio están desarticulados, ciudades que se expanden, clases medias que se trasladan cientos de kilómetros por día entre sus trabajos diversos (no parece “muy territorial” si por tal tenemos la idea de “en un lugar”).

Pero así como emergen nuevos empleos, menos territorializados, podríamos en cambio decir, que existe una “resultante territorial” del trabajo, en cuya compleja formación, es creciente la significación de los flujos trans-territoriales (ya sea de personas, de inversiones, de información). Con el añadido de que lo que antes se consideraba excepcional (la movilidad humana intensa), crecientemente se va constituyendo en cultura cotidiana, con el impacto que ello producirá en las relaciones humanas y en la generación de entornos, en las demandas políticas, en las lecturas de la realidad.

Así como la revolución industrial, al crear la fábrica, “rompió” con el taller artesanal donde convivían los espacios de producción y reproducción (familia), porqué no animarse a pensar que la revolución informacional va a re-localizar (física y simbólicamente) el trabajo?

Al clásico derrotero humano en busca de trabajo (más propio de la revolución industrial), con su lastre de transculturización y shock social, pueda que se añada un creciente modo de generar trabajo en la Sociedad del Conocimiento (en la cual el añadido de valor se encuentra en la creatividad, sólo portable en “envase humano”), donde el empleo emigra/ se mueve con las personas dotadas de las capacidades de generarlo ó articularlo donde estuviesen; ya sin tanto shock por ser crecientemente participes de una nueva pertenencia a redes de flujo y movimiento (aunque no ciudadanía, es una pertenencia basada en consumos similares y códigos culturales compartidos). Quizás como una tragedia a evitar estemos construyendo un mundo, donde quiénes posean ciertos atributos (educación de calidad, manejo tecnológico, uso de variadas lenguas, relaciones sociales calificadas, etc) puedan “portar con ellos trabajo donde fueran”, y quiénes no tengan tales atributos deambulen por territorios cada vez con menos empleo para repartir.

Si la pregunta es valida como tal (¿Seguirá siendo territorial el empleo?), queda explorar dicha hipótesis y las formas de transición que puedan las organizaciones, fuerzas sociales y Estados articular para evitar crecientes desigualdades, entre empleos territoriales de baja calidad y empleos móviles de alta calidad.


 

§ Universidad Tecnológica Nacional (UTN) - Argentina/Centro Tecnológico de Desarrollo Regional: “Los Reyunos”. Master en Gestión de Ciudades. Contacto: Bulnes 635, 1r. piso “A” (1176), Capital Federal, Argentina. E-mail: fabio.quetglas@gmail.com

[1] Según la ya conocida aproximación de Saskia Sassen.