Revista: Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad del Japón
ISSN: 1988-5229


XENOFOBIA LATINOAMERICANA EN JAPÓN

Autores e infomación del artículo

Silvia G. Novelo y Urdanivia*

Universidad de Guadalajara

silvia_novelo@hotmail.com

Resumen:  Tras haber revisado los porqué y los cómo de la diáspora japonesa de hace más de un siglo y las lastimosas consecuencias del regreso de sus descendientes a partir de los años noventa del siglo pasado, es posible concluir que, también en el caso de los nikkeijin, la historia del migrante como motor de desarrollo ya no tiene mucho sustento; hecho que quizá haya abonado al inicio de una situación claramente provocadora producto, por un lado, de una hosca relación y, por el otro, de la poca disposición a adaptarse por parte de los latinoamericanos, quienes parecen carecer de toda noción del trabajo corporativo y de la organización con la que se desenvolvieron sus abuelos en Latinoamérica. El caso es que, tras el comportamiento de muchos de ellos, puede leerse una buena dosis de ingratitud para con la tierra de sus ancestros.
Palabras claves: Japón, Xenofobia, Migración, Matsukata, Latinoamérica, Ancestros



Para citar este artículo puede uitlizar el siguiente formato:

Silvia G. Novelo y Urdanivia (2016): “Xenofobia latinoamericana en Japón”, Revista Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad del Japón (Mayo 2016). En línea: http://eumed.net/rev/japon/26/xenofobia.html


INTRODUCCIÓN

Este escrito forma parte de una investigación mayor titulada “La migración japonesa al continente americano. De la Deflación Matsukata a la vuelta del hijo pródigo”, y se fundamenta en los resultados del trabajo de campo llevado a cabo el verano de 2014 principalmente en las ciudades de Tokio, Ōta, Kawasaki y Hamamatsu, a las que quien esto escribe visitó para entrevistar a los latinoamericanos de ascendencia japonesa que viven y trabajan en Japón. Muchos de ellos llegados desde principios de los años noventa, época en la que laboraba como profesora invitada por la Universidad de Estudios Extranjeros de Tokio y la Universidad de Tokio, y otros más hace apenas dos o tres años. Lo que significa que ésta es una trama que he visto nacer, crecer y complicarse virtualmente hasta el grado alcanzado al día de hoy.

El germen, la Deflación Matsukata
Sin lugar a dudas, el político japonés que ha desempeñado más cargos públicos en toda la historia moderna de su país, Matsukata Masayoshi (1835-1924), fue un político “profesional” y no “ocasional”, como puntualizaría Max Weber,1 y a quien en gran medida se debió la estabilidad económica alcanzada a finales del siglo XIX, concluyente para transformar Japón en una potencia mundial.
            Proveniente de una familia samurai de la antigua jurisdicción de Satsuma, hoy Prefectura de Kagoshima, a los trece años Matsukata ingresa en la escuela confuciana provincial Zoshikan,2 en la que estudió las enseñanzas de Wang Yangming, 3 que predicaba lealtad hacia el monarca japonés. 4   
            Habiendo iniciado su carrera como burócrata del dominio feudal de Satsuma, y tras haber participado en los enfrentamientos entre las fuerzas Chōshū y la guardia imperial y en la invasión del segundo escarmiento en contra de Chōshū5 y el movimiento Kobu-Gattai, 6 en 1866 fue enviado a Nagasaki a estudiar la ciencia occidental y las matemáticas. Matsukata contaba con el aprecio de Okubo Toshimichi y Saigō Takamori, dos samurai leales al tennō 7 y líderes de la Renovación Meiji (1868-1912), quienes se valieron de sus servicios como enlace entre Kioto y el gobernador del dominio en Kagoshima. Tras la caída del Shogunato Tokugawa, 8 Matsukata contribuyó al mantenimiento del orden en Nagasaki a lo largo de la modernización de Japón vía Occidente, la Renovación Meiji, en cuyo primer año, justo en 1868, sería nombrado por la nueva administración Meiji gobernador de la Prefectura de Hita (hoy parte de la Prefectura de Ōita), y encabezaría la delegación japonesa para entrevistarse con los cónsules francés y británico con el propósito de extender los primeros nuevos tratados comerciales entre sus países y Japón.
Si bien consiguió sacar a la economía japonesa de la situación de crisis en la que se hallaba sumergida a causa de la inflación del período 1878-80, su objetivo principal era restablecer el valor del papel moneda. Una de sus primeras medidas fue introducir una reforma comercial que incluía la redención del inconvertible papel moneda, que estaba siendo acumulado por la población. Redujo los gastos del gobierno, aumentó las tasas sobre las tierras, las tasas indirectas y vendió empresas públicas a particulares. Sacrificó el crecimiento a corto plazo por una estabilidad a largo plazo, y trató de crear un superávit presupuestario con la intención de compensar el dinero perdido por el papel moneda no convertido.
            En 1882 Matsukata funda el Banco de Japón (Nippon-Ginkō), hoy conocido como BOJ por sus siglas en inglés (Bank of Japan), que de inmediato comenzaría a emitir papel moneda a nombre del gobierno. Y entre 1882 y 1884 consiguió un superávit de cuarenta millones de yenes. Estableció asimismo el secreto en las instituciones financieras y monetarias, pero a pesar de todas estas medidas se produjeron numerosas bancarrotas y la crisis se extendió por el campo. Entre 1883 y 1890, 360,000 pequeños propietarios agrícolas fueron privados de sus tierras por la falta de pago de las tasas establecidas. Con la idea de contrarrestar las bancarrotas, lanzó entonces una campaña para convertir los bancos nacionales en bancos comerciales.
            Cuando en 1885 Itō Hirobumi (1841-1909) se convierte en Primer Ministro de Japón (el primero en toda la historia del país), insiste en que Matsukata ocupe el cargo de Ministro de Finanzas, también el primero bajo la nueva constitución (1889), oficio que ejercería en siete de los diez primeros gobiernos y en dieciocho de los veinte años entre 1881 y 1901, amén de desempeñarse como 4º y 6º Primer Ministro de Japón. Le correspondió, de igual forma, la redacción de los artículos 62 a 72 -relativos a las finanzas- en la Constitución Meiji.
 Intentó además proteger la industria japonesa de la competencia extranjera, pero se vio frenado por los "Tratados Desiguales" -comerciales y de navegación- firmados por Japón con las principales potencias entre 1854 y 1858, primero con Estados Unidos, luego con Inglaterra y posteriormente con Rusia y Holanda; y eran desiguales porque daban preferencia a los intereses económicos occidentales. Con todo, la imposibilidad de instaurar medidas proteccionistas benefició a Japón, puesto que impulsó las industrias de exportación.
             Nombrado Primer Ministro por vez primera el 6 de mayo de 1891 en sustitución de Yamagata Aritomo, Matsukata dimitió al cargo en agosto del año siguiente; y no sería sino hasta el 18 de septiembre de 1896 que nuevamente lo ocuparía en sustitución de Itō Hirobumi, mandatos ambos durante los que conservó el puesto de Ministro de Finanzas.
            Ya en 1880, tras la caída en desgracia de Ōkuma Shigenobu, Matsukata Masayoshi, en su calidad de Ministro del Interior, había sido nombrado paralelamente Ministro de Finanzas, debiendo afrontar la grave crisis económica del país producto de la elevada inflación. Optó entonces por una política de austeridad financiera conocida como "Deflación Matsukata" (1878-1881),9 con la que conseguiría devolver la confianza del pueblo en la moneda y en las instituciones económicas, una de las causas de la ruina y la miseria en el campo japonés, que en 1884 habría de tener entre sus implicaciones más dramáticas la diáspora de campesinos hacia tierras ignotas, principalmente Perú (1899) y Brasil (1908).
Al forzar la baja de los precios, la deflación Matsukata causó bancarrotas y enorme consternación en las zonas rurales, aunque -efectivamente- consiguió dejar al país con una base financiera estable para emprender el futuro desarrollo industrial. Quienes realmente acabarían asumiendo las consecuencias de esta medida habrían de ser los migrantes japoneses a la América latina.
Entre finales del siglo XIX y principios del veinte, miles de japoneses, presionados por la Deflación Matsukata, emigraron a otros países con la esperanza de hacer fortuna y a la postre retornar a Japón llevando consigo el patrimonio acumulado. En el caso de Brasil la inmigración comenzó en 1908 con la llegada de setecientos ochenta y un campesinos, principalmente de la región de Hiroshima.
            Oficialmente, la inmigración japonesa  en el continente americano inicia entre 1908 y 1909 con la llegada a Argentina de okinawenses y familias pertenecientes a la prefectura de Kagoshima. Asiento final que vendría a cumplirse de manera indirecta, en vista de que los primeros destinos del contingente, como se ha visto, habían sido Brasil y/o Perú. Pese a ello, hay registros que señalan fecha más temprana para el inicio de los movimientos migratorios japoneses.

El hecho es que la emigración japonesa formal y documentada hacia el continente americano inicia en 1885 (Año 17 de la era Meiji) con el envío de novecientos trabajadores a las plantaciones de caña de azúcar en Hawaii, si bien ya desde 1868 habían tenido lugar otros ensayos con la exportación de ciento cuarenta y ocho trabajadores a las islas de Hawaii y cuarenta más a Guam. 10
 
             La partida de este primer bloque se realizó sin la autorización del gobierno japonés y los trabajadores fueron esclavizados. En las dos décadas siguientes el gobierno Meiji prohibiría la salida de mano de obra, canalizándola al desarrollo y la colonización al interior del país, en Hokkaido; 11 reasentamiento que también sería producto de una política de etnocidio, pues ese territorio era en el que habitaba la única minoría étnica japonesa de aquel entonces, los ainu.
            Los países latinoamericanos con litorales en la cuenca del Pacífico representaron entonces destinos viables para los potenciales migrantes japoneses, ya que pasaban entonces por un periodo de modernización portuaria, enlazada -a través del tejido ferrocarrilero- con los emergentes enclaves agro-mineros dedicados a la exportación y nuevos programas de colonización. Para el caso mexicano, contó mucho el hecho de que México fuese el primer país no oriental en reconocer la soberanía japonesa, que serviría de fundamento para la posterior celebración del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, en 1888. 12

Las efemérides
De esta suerte, incapaz de emplear a toda su población remanente, Japón tuvo que recurrir a la migración a ultramar, que en 1885 inicia como actividad planeada por compañías migratorias de carácter semi-oficial. Para 1894, el gobierno delegaría por completo el reclutamiento de migrantes a las compañías de expatriación. Así, la peregrinación japonesa a América Latina inicia en las últimas dos décadas del siglo XIX y empieza en Argentina, en 1886 y 1893, seguida de doscientos treinta y dos trabajadores que se desplazan de Hawaii hacia Guatemala y cuatrocientos noventa y nueve a la isla Guadalupe, en el Caribe, si bien no fue sino hasta 1899 que los trabajadores japoneses empezaron a emigrar en grupos, bajo arreglos contractuales laborales con Latinoamérica, con Perú a la cabeza. En 1893 fue creada en Tokio la Sociedad de Colonización para la creación de colonias japonesas en ultramar por el ex-Ministro de Asuntos Exteriores, Enomoto Takeaki, y su primer proyecto, en 1897, fue el establecimiento de una colonia en México. 13
Muchos de estos inmigrantes japoneses (particularmente los provenientes de la prefectura de Okinawa) llegaron a Argentina en pequeñas oleadas durante los primeros años del siglo XX. Justo en una época en la que Japón vivía la experiencia victoriosa, pero crítica, derivada de la Guerra Ruso-japonesa (1905) y las inestabilidades que preludiaban ya la Primera Guerra Mundial. El primer barco con inmigrantes okinawenses ancló en puertos del sur brasileño en 1908, año a partir del cual varios ellos teóricamente empezaron a radicar en Argentina. En 1917 llegaron los primeros colonos japoneses a la Provincia de Misiones, donde hoy existe una de las comunidades más grandes del país.
 Bolivia y Paraguay, por su parte, contaron también con una migración japonesa substancial, una migración que, en el primer caso, a partir de 1899 emprendió la fundación de una comunidad cuya organización continuaría hasta los años setenta del siglo pasado. En particular, pequeñas concentraciones japonesas se instituyeron en la provincia boliviana de Santa Cruz.
            La historia de la inmigración japonesa a Paraguay, por su parte, inició mucho más tarde, el 15 de mayo de 1936, lo que la convierte en relativamente nueva con respecto a los demás países latinoamericanos; en México en 1897, en Perú en 1899 y en Brasil en 1908 hasta 1934, cuando el gobierno brasileño promulgó una ley que limitaría considerablemente el número de nuevos inmigrantes al país.    
             Más allá del destino migratorio elegido dentro de las Américas, en todos los flujos persistieron actitudes y virtudes comunes hacia el trabajo, el sacrificio y el bienestar comunitario, en los que la laboriosidad extenuante y sin descanso de las primeras generaciones favoreció la construcción de un perfil prolijo e industrioso del individuo japonés. En un principio, los japoneses se dedicaron a la agricultura, la pesca y la construcción de vías de ferrocarriles. Ya en una segunda etapa a la floricultura y a los oficios urbanos de comercio y servicios, de entre los más frecuentes fueron tintorerías, estudios fotográficos, farmacias, peluquerías, cafeterías y pequeños almacenes. En cada uno de estos espacios ejercieron transformaciones radicales en cuanto al ritmo y a la duración del trabajo, cubriendo jornadas dobles que permitían mantener abiertos los locales casi todo el día y ofrecer servicio los domingos y días festivos. Jornadas que en el marco de principios del siglo XIX -y aún a mediados de éste- resultaban novedosas en lo que toca a los servicios urbanos. En todos los países estas prácticas causaron desconfianza al considerar su falta de descanso como parte de una competencia desleal. En algunos casos, como apunta Emi Kasamatsu (2004) hablando concretamente del paraguayo, se interpretó como una señal inequívoca de su ateísmo, pues violaban los preceptos del descanso dominical.

El retorno. Los hijos pródigos de Japón
Ahora bien, visto desde el otro extremo y cien años después, en la década de los noventa del siglo XX se desencadenó un -casi violento- aumento en la migración de nikkeijin latinoamericanos a Japón: se trataba de un regreso transgeneracional, que en buena medida era producto de la bonanza económica del país asiático en aquellos años, y que venía a coincidir con una difícil situación en algunos países del subcontinente latinoamericano, en particular Brasil y Perú; incremento que dio lugar al llamado “fenómeno dekasegi", en el que la población nikkei de diferentes países latinoamericanos creció exponencialmente, acarreando consigo escenarios hasta entonces desconocidos para los propios inmigrantes y para las autoridades japonesas, por sobrellevar una connotación anómala al tratarse -esta vez- de trabajadores “extranjeros” por cuyas venas corría sangre japonesa.14
Tradicionalmente, los extranjeros han podido gozar de ciertos derechos alcanzables en Japón a través de la comunidad local mas no del Estado,15 y a pesar de no tener acceso a facultades tales como el voto, sí han contado con la posibilidad de tomar parte en los referendos locales. Cuando las ciudades en Japón hacen ciertas consultas a los residentes, por el solo hecho de vivir en ese sitio y contar con la visa de residencia permanente pueden ser convocados para expresar su opinión. 16  
            Más aún, el tema de los nikkeijin, que hasta entonces habían sido vistos como trabajadores temporales que al término de su ciclo volverían a sus países, en el año 2006 llevó hasta la mesa de discusiones el hecho irrefutable de los extranjeros como “habitantes”, a partir del que hubieron de ser reconocidos sus requisitos de vivienda, salud y trabajo.  
             Dentro de este contexto internacional, y si bien Japón no posee todavía una política migratoria concreta ni una política nacional de integración social de los extranjeros, sí existe una gama bastante amplia de servicios públicos que facilitan la vida en este país.
            La llegada masiva de trabajadores extranjeros efectivamente tuvo lugar a partir de la reforma de la Ley de Migraciones de 1989 (oficialmente 1990), como consecuencia de una aguda escasez de mano de obra en el sector manufacturero desde finales de los ochenta. El trabajo en las fábricas resultaba para los jóvenes japoneses: Kitanai, Kiken y Kitsui, refrito del inglés en el que sus contrapartes estadounidenses expresaban no querer hacer más un trabajo: Dirty, Dangerous y Difficult, pero para el que los nacionales iraníes, amén de los chinos, filipinos, coreanos, pakistaníes y demás ciudadanos del mundo no resultaron ser una solución viable.
             Al día de hoy, el número de nikkei latinoamericanos registrados en Japón es de casi cuatrocientos mil individuos, cifra que representa el 20% de la población extranjera. La gran mayoría de estos nikkeijin viven y trabajan en las mismas ciudades en las que se levantan las instalaciones de las industrias automotrices, de autopartes, firmas constructoras, elaboradoras de alimentos, etcétera, etcétera, conformando importantes concentraciones poblacionales en diferentes municipios, que actualmente suman más de veinte.
Según las estadísticas oficiales, al mes de junio de 2015, los brasileños eran 320,000, los peruanos 58,000, los bolivianos 6,000, los argentinos 3,800, etcétera. La población laboral de estos latinos nikkei, comprendidos entre los 19 y 64 años de edad, sumaba unos 270,000, y si se incluye a los mayores de quince años la cifra alcanzaría los 285,000.
De la población extranjera registrada: 2.172.892, Asia cuenta con 1,782,866 individuos, de los que 756,698 son hombres y 996,168 mujeres, frente a los que los 234,266 extranjeros procedentes de Sudamérica se dividen en 125, 925 hombres y 108, 341 mujeres (no se incluye a México ni Centroamérica debido a su  reducido número); arrojando, para Argentina: 2,631; Bolivia: 5,394; Brasil: 173,038; Chile: 633; Colombia: 2,240; Paraguay: 1,863, y Perú: 47,800.
Por ser los más numerosos, se hace mención a los brasileños en todo el país -desde Hokkaidō hasta Okinawa- tal como lo reflejan las estadísticas del Departamento de Migraciones de Japón en junio de 2015, por prefecturas y tipos de visado, con predominio en Aichi Ken, con 47, 076, es decir, la cuarta parte del total, seguida por Shizuoka (26.025), Mie (12,250), Gumma (11, 832), Gifu (9,801), Kanagawa (8,236), Shiga (7,581), Saitama (7,175), Ibaragi (5,615), Nagano (5,125) y Tochigi (4,239), principalmente.
Cifras que incluyen a menores, pasivos, etcétera, y no exclusivamente a los individuos que trabajan, y desde luego no a los nikkei; no existe en Japón estadística alguna sobre ellos por su ascendencia. En cualquier caso, y hablando únicamente de los sudamericanos, es posible señalar que de estas cifras, entre el 80 y el 90% son descendientes de japoneses. Y de este total, un 80% o más son los llamados “trabajadores nikkei” que laboran en fábricas, el sector de servicios, logística, etcétera.
En la web del Ministerio del Trabajo de Japón, en estadística basada en la declaración jurada obligatoria de las empresas, se registrada por nacionalidad la cantidad de mano de obra extranjera empleada, lo que la hace suficientemente confiable. De acuerdo con el gobierno japonés, 787,627 extranjeros trabajan en 137,053 establecimientos, y los ocho países considerados, son: Australia, Perú, Brasil, Nepal, Vietnam, Filipinas, Corea del Sur y China, esta última con el 39.6% de un total de 311, 831 individuos, a los que siguen los brasileños, con el 12% (94,171), y los peruanos, con el 3% (23,331). No hay que desatender el hecho de que los últimos años se ha registrado un aumento sustancial de filipinos y vietnamitas en Japón.
Por Prefecturas, Tokio absorbe el 27.1% de todos estos trabajadores, Aichi el 8.2%, Kanagawa el 6.5%, etcétera; y en lo que toca al sector donde laboran, el 26.4% lo hace en el manufacturero fabril, el 16.6% en comercio mayorista y minorista, el 14% en hotelería y sector gastronómico, etcétera, y el 54.6% en firmas con menos de treinta empleados.
            Aunque fue a partir de mediados de los noventa que se inició la formación de Consejos, Comisiones y/o Grupos de Discusión dentro del contexto municipal y prefectural, a fin de intercambiar información sobre las políticas locales de asistencia a los extranjeros y conocer la situación en cada una de ellas, han sido organizadas también concentraciones en el Consejo de Municipios de Alta Concentración de Extranjeros (Gaikokujin Shuju Toshi Kaigi).
            El propósito de este consejo ha sido -desde su origen-17 debatir el tema de los extranjeros con la participación, limitada o no, de algunos dirigentes de las comunidades extranjeras para construir un ámbito amigable de convivencia social. Por su parte, las Asociaciones de Intercambio Internacional, junto con algunas ONG y demás entidades públicas y privadas, han venido implementando una gama muy amplia de servicios de información multilingüe, asesoramiento y orientación. Asimismo, han sido editadas decenas de guías para explicar la manera en que funcionan el sistema administrativo japonés, los seguros de salud y la jubilación, el seguro laboral, el impuesto sobre la renta y la declaración voluntaria; la compra de una casa, la educación de los hijos, etcétera, etcétera.
             Por el tipo de visado, se les permite trabajar en cualquier rubro, pero la mayoría -como se ha dicho- lo hacen en el sector manufacturero, la construcción y/o el procesamiento de alimentos.
            Si bien es cierto que desde principios de los años noventa del siglo pasado la escasez de mano de obra representaba ya un problema en el mundo industrializado japonés, durante los últimos años esta misma escasez ha sido causa de que el trabajo femenino sea cada vez más requerido, pero un trabajo femenino especializado que demanda una mayor educación. La aprobación de la Ley de Igualdad de Oportunidades, de 1986, presionó -aunque nada más en el papel- a que los empleadores ofrecieran igual número de plazas a ambos sexos. A partir de entonces aumentó considerablemente el número de mujeres universitarias, a pesar de las desventajas en las que el esquema de promociones de las empresas japonesas todavía coloca a la mujer, por estar basado en la antigüedad y lealtad a la empresa.
            Ya en octubre de 1990, esta carencia había provocado que cincuenta y una empresas se declararan en bancarrota,18 lo que dio pie a que a lo largo del segundo semestre del mismo año, entre treinta y cincuenta mil hombres y mujeres latinoamericanos de ascendencia japonesa, atraídos por los altos salarios que habían sido establecidos especialmente para ellos, llegaran a Japón para trabajar. Para los nikkeijin, que han gozado de una visa especial, la madre patria ha venido a representar en los últimos lustros la clave para hacerse de una fortuna considerable y en corto tiempo. Oportunidad que, hay que decirlo, en muchos de los casos no ha sido aprovechada adecuadamente.    
             Solamente en 1992 cerraron otras 360 empresas, en buena medida como consecuencia del apego japonés a sus tradiciones machistas. A pesar de los cincuenta meses de crecimiento económico consecutivo, la escasez de mano de obra había comenzado a pinchar las gruesas arterias comerciales de la nación japonesa. La distribución del empleo femenino cambió drásticamente entre 1960 y 1975, por ejemplo, al bajar de 93.3% a 27.3% en la enfermería e incrementarse del 39.5% a 51.4% en la farmacéutica, lo que implica un aumento en los ingresos.
            En diciembre de 1990, un reporte del Banco Dai-ichi Kangyō (hoy fusionado con el Banco Fuji y el Banco Industrial de Japón en el Grupo Mizuho) señalaba que, bajo las condiciones del momento, y si los empleados trabajaran mil ochocientas horas al año, Japón requeriría de un millón seiscientos mil trabajadores extranjeros para mantener un crecimiento económico del 4% hasta el año 2000. Lo cierto es que, como ha sido visto hasta aquí, las condiciones de vida, usos u costumbres de los japoneses se han alterado en forma tal los últimos lustros, que al día de hoy son ya muy otras, hecho que permite presumir una inimaginable y radical transformación en aspectos socioculturales, y por tanto políticos, a lo largo de las próximas décadas.
               Los nikkeijin han sido los grandes beneficiarios por parte de las autoridades, que los ha privilegiado con el reconocimiento de derechos que otros extranjeros tuvieron que desarrollar a lo largo de muchos años; los coreanos nacidos en Japón, por ejemplo; mientras que los nikkeijin tuvieron acceso a ellos desde un principio, como ha sido el visado especial por su ascendencia étnica.
            A finales de la Segunda Guerra Mundial comenzó a ponerse en práctica el sistema regular de empleo, en el que un número considerable de jóvenes recién egresados de la universidad eran reclutados por las grandes compañías. Y precisamente estos métodos de reclutamiento allanaron el camino hacia el sistema de "empleo de por vida".
            Hoy, los hijos pródigos de Japón han venido a gozar de las ventajas de este sistema sin que su compromiso sea, en realidad, de por vida. Desde hace ya casi diez años comenzó en ese país la formación de bolsas de trabajo para los nikkeijin, las llamadas “Hello Work”, que manejan más o menos quinientos empleados a la vez, y a los que suelen enviar a las prefecturas de Shizuoka, Kanagawa, Aichi, Mie o Gunma para laborar en el ensamblaje de partes automotrices o en las fábricas de instrumentos musicales, cuyas primeras etapas de fabricación no requieren de mano de obra especializada, particularmente en las ciudades de Kawasaki y Hamamatsu, ciudad esta última muy cosmopolita de la prefectura de Shizuoka, que el día de hoy cuenta con la mayor densidad de población sudamericana, para trabajar asimismo como obreros de la construcción o tendiendo redes de instalaciones eléctricas en edificios que recién se levantan.
            Pero no todo han sido ventajas. Los rasgos físicos japoneses de los nikkeijin no los han hecho miembros de la sociedad japonesa ni de su cultura, y no están capacitados, tampoco, para corresponder a las exigencias de sus patrones.
            Además del obstáculo del idioma, empleado y empleador deben enfrentar o sobrellevar una serie de problemas de carácter burocrático, que van desde las infracciones en los contratos, la renovación del visado, los retrasos en los cobros o en los pagos, los seguros laborales, los conflictos con las bolsas de trabajo, los accidentes de trabajo o las neurosis -que han acarreado varios suicidios-, hasta la incapacidad de guarderías y escuelas para absorber a tantos niños que, por añadidura, desconocen el idioma.
             Asimismo, otras características demográficas (baja natalidad y envejecimiento de la población) así como laborales (alto nivel de estudios y segmentación del mercado de trabajo), propias de países altamente industrializados, comenzaron a ser causa de la escasez de la llamada mano de obra “no calificada”, que como se ha visto en buena parte hubo de ser delegada a trabajadores extranjeros. Sin embargo, a nivel legal existe una contradicción: a pesar de que algunos sectores dependen en gran medida de la mano de obra extranjera, el gobierno japonés no reconoce oficialmente la acogida de trabajadores no calificados. Es en este contexto dentro del que hay que situar la presencia de los inmigrantes latinoamericanos en Japón. La gran mayoría de estos extranjeros con ascendencia japonesa de hasta tercera generación, ingresó en el país gracias a la reforma de la Ley de Extranjería que entrara en vigor en 1990, y que les permitió no sólo la entrada sino también la posibilidad de trabajar sin restricción alguna.
            Si se mantienen el nivel actual de natalidad y el ritmo de envejecimiento demográfico, la economía japonesa empezará a contraerse para el año 2040, según informe realizado por el gobierno y recientemente publicado por el diario Nikkei; situación que sin duda obligará a modificar esta áspera relación en aras de solidarizarse en la solución del gravísimo problema poblacional al que Japón ha comenzado a enfrentarse.
Cierto es que el debate acerca de si los extranjeros pueden o no contribuir a resolver el problema poblacional es sumamente complejo, y hasta el día de hoy el gobierno japonés ha evitado encararlo; el debate oficial y parlamentario se concentra en la escasez de mano de obra y la incorporación de extranjeros altamente calificados, como los ryugakusei o estudiantes extranjeros que permanecen en Japón al terminar sus estudios de posgrado y, por otra parte, el aumento de los trabajadores con visado de pasantía ginō jisshū, 19 nuevas políticas para nuevos residentes, que no es otra cosa que una forma encubierta de proveer trabajadores en los sectores de salud, agricultura, pequeñas y medianas empresas poco competitivas con escasez de mano de obra, como son la pesca, la elaboración y el procesamiento de alimentos, etcétera, etcétera.

REFLEXIONES FINALES
En primer lugar, y desde una perspectiva económica, no sorprende que Japón se haya convertido en un país receptor de trabajadores extranjeros a partir de la década de 1980. Como señala Sassen (1994), en esa época creció rápidamente la inversión directa de empresas japonesas, al igual que las ayudas oficiales al desarrollo del Gobierno japonés hacia países industrialmente menos desarrollados (sobre todo al sur y sureste de Asia), circunstancia que consolidó la posición del país como potencia económica dentro del escenario internacional.
Por otra parte, si bien es cierto que en Japón los movimientos populares han tenido siempre un carácter sumamente nacionalista, y hasta el día de hoy las demandas de los obreros no han incluido a filipinos, chinos o coreanos, la nueva “amenaza extranjera”, aunque todavía en estado embrionario, la presencia cada vez más numerosa de un nuevo tipo de obreros extranjeros, los nikkeijin, engendrará importantes cambios políticos internos y la adopción de usos y costumbres totalmente distintos a los propios, como hace ya más de un siglo pero en sentido inverso.
Manifiestamente, la ambigua identidad cultural de los nikkeijin presume un meollo de roce en una sociedad tan maliciosa acerca del concepto de "el otro" -como es la japonesa- evidentemente derivado de la mentalidad sakoku, y hoy comprometida a mansalva por los hijos y nietos de su diáspora a un cambio de arquetipo que -más a la corta que a la larga- hará de Japón una sociedad multiétnica.
Tras haber revisado los porqué y los cómo de la diáspora japonesa de hace más de un siglo y las lastimosas consecuencias del regreso de sus descendientes a partir de los años noventa del siglo pasado, es posible concluir que, también en el caso de los nikkeijin, la historia del migrante como motor de desarrollo ya no tiene mucho sustento; hecho que quizá haya abonado al inicio de una situación claramente provocadora producto, por un lado, de una hosca relación y, por el otro, de la poca disposición a adaptarse por parte de los latinoamericanos, quienes parecen carecer de toda noción del trabajo corporativo y de la organización con la que se desenvolvieron sus abuelos en Latinoamérica. El caso es que, tras el comportamiento de muchos de ellos, puede leerse una buena dosis de ingratitud para con la tierra de sus ancestros.
Irónicamente, y a pesar de no ser tratados como ellos quisieran en la madre patria, los nikkeijin latinoamericanos prefieren permanecer en Japón acaso por temor al reencuentro con sus respectivos países, en donde las condiciones de reinserción de los retornados han sufrido un notable deterioro los últimos años, y recelan que -muy probablemente- deberán enfrentar lo que se conoce hoy como la geografía del retorno, es decir, trabajar en donde haya trabajo y no en su propio terruño. En suma, parecería que, efectivamente, migración y desarrollo no marchan más de la mano.

* Es doctorada en la Escuela de Graduados de Artes y Ciencias de la Universidad de Tokio, Departamento de Estudios de Área; es maestra en Estudios de Asia y África del Norte por el CEAA (Centro de Estudios de Asia y África) área Japón, por El Colegio de México, y actualmente profesora-investigadora en el Departamento de Estudios Regionales del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA) de la Universidad de Guadalajara.

1 La Política como Profesión, en ocasiones traducida como La Política como Vocación -debido a la ambigüedad que guarda el término alemán "Beruf"-, es el título de la conferencia dictada por Max Weber durante el anárquico invierno de 1919 a invitación de la Asociación Libre de Estudiantes de Munich.

2 Academia para funcionarios.

3 Considerado el más importante pensador neoconfuciano, después de Zhu Xi.

4 Las ideas interpretativas del Confucianismo, que habrían de ser el eje de su pensamiento a lo largo de su vida.

5 El primer escarmiento había tenido lugar en 1864.   

6 Teoría política participante de las reformas de la modernización, que tenía por objeto fusionar la corte con el shogunato, o gobierno militar, a través del matrimonio. De 1850 hasta el fin de la era Edo, el movimiento Kobu-gattai pretendió que los señores de alto rango -daimyō, funcionarios del Bakufu y el tribunal) trabajasen juntos por el bien de la sociedad japonesa; el objetivo final era obtener la legitimidad imperial en las decisiones.

7 No “emperador”, porque el significado de los dos ideogramas chinos que forman la palabra es: monarca divino o monarca celestial, amén de que un emperador domina un imperio, que aquí no es el caso, y toma las decisiones de la nación, que sólo en la antigüedad aconteció y por un tiempo muy breve .

8 1867.

9 Que hoy todavía se identifica como “Matsukata Defle”.

10 Dahil Mariana Melgar Tísoc, Tesis de Licenciatura en Antropología “El Japón transnacional y la diáspora nikkei. Desplegado de identidades migrantes en la ciudad de México”, ENAH, SEP-INAH, 2009, p. 34.

11 Segunda en tamaño de las cuatro islas principales de Japón.

12 Firmado en Washington, D. C. por Matías Romero, en su calidad de representante de los intereses de México.

13 Llegados a Chiapas, Chis., en 1897, los primeros japoneses en viajar a la América latina sufrieron en un corto periodo grandes desventuras que condujeron al fracaso el propósito principal de su viaje: el cultivo del café.  No obstante, a la larga lograrían sobrevivir y hasta vencer las adversidades.

14 En el presente trabajo se dejarán de lado la serie de fraudes y demás irregularidades de que se valieron no pocos latinoamericanos para, en su afán por ser aceptados como dekasegi, hacerse pasar por descendientes de japoneses mediante: cirugías plásticas, falsificación de documentos, matrimonios ventajosos, etcétera, etcétera.

15 Hablar de este tema en el caso japonés requiere de ciertas reservas, ya que la apertura del país al mundo no tuvo lugar sino después de la firma de tratados con Occidente en tiempos modernos (1860- en adelante).

16 El caso coreano es el más representativo de las minorías en Japón.

17 2001.

18 Cinco veces las de enero y octubre de 1988.

19 Gaikokujin kenshū ginō jisshū.


Recibido: Mayo de 2015 Aceptado: Mayo de 2016 Publicado: Mayo de 2016

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