Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad del Japón
Vol 1, Nº 6 (septiembre 2009)

 

LA PRESENCIA DE PALABRAS JAPONESAS EN EL CASTELLANO: UNA LECTURA ANTROPOLÓGICA DE SU INCORPORACIÓN

 

Fernando Cid Lucas
Asociación Española de Orientalistas
Universidad Autónoma de Madrid
 

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Para Irenita

0. INTRODUCCIÓN

En poco tiempo, jóvenes y no tan jóvenes hemos aprendido a manejar el mouse en nuestro PC, vamos al pub a tomarnos algo e, incluso, de vez en cuando nos agrada comer chips acompañando a un sandwich. Estos son sólo unos pocos ejemplos de los muchos vocablos adoptados desde el inglés que funcionan normalmente en nuestra forma de hablar y que, al escribirlos sobre un documento de Word como el que tengo ahora delante, nuestro corrector de español no los reconoce ya como errores. Sin embargo, aunque el asunto de los anglicismos daría para una extensa e interesante monografía, voy a referirme en este artículo al grupo de palabras, cada vez más numeroso, tomadas desde el japonés que ya podemos escuchar y pronunciar con toda naturalidad por nuestras calles.

1. EL BOOM DE LA CULTURA JAPONESA

Sin duda, el interés que ha tenido Occidente durante las últimas décadas (sobre todo a principio de los ochenta) por conocer la cultura japonesa ha sido decisivo para la adopción de los aludidos vocablos. Como decía, durante esos años comienzan a llegar desde Japón noticas constantes sobre su refinada cultura, se difunden por América y Europa conceptos como el zen y hay un interés más allá de la mera moda pasajera por conocer y practicar ikebana o kendō. Para estas prácticas o para desarrollar gustos y aficiones como el manga, el anime o incluir en la dieta una fuente de sushi o de sashimi, los occidentales no hemos tenido más remedio que sumar y aprender el significado de algunos japonismos.

Asimismo, el acercamiento de la cultura japonesa a la nuestra por medio de programas y series de televisión, la progresiva apertura de dōjōs y restaurantes o la creación de editoriales dedicadas en exclusiva a la difusión de la historia y de la literatura nipona (como Shinden o Satori) han obrado en beneficio de la llegada de estos vocablos.

Sucede, sin embargo, un hecho bastante curioso en cuanto al uso de estas palabras se refiere. Recientes estudios han constatado que grupos determinado de población emplean estos términos dependiendo de su interés por parcelas concretas de la cultura japonesa. Así, los denominados otakus (seguidores acérrimos de los tebeos y de películas de dibujos animados japoneses), han asumido en su léxico habitual términos como manga, anime, gēmu, kosupure, etc. Por su parte, los cada vez más partidarios de la dieta tradicional japonesa, expresarán las virtudes y exquisiteces del sushi, sashimi, wasabi, tōfu… Aunque, vayamos por partes.

2. LA LLEGADA DE LOS JAPONISMOS AL ESPAÑOL

2.1. La toma de contacto

Si tuviésemos que realizar un estudio exhaustivo sobre la presencia de las palabras de origen japonés en nuestra lengua, estrictamente tendríamos que remontarnos al Siglo de Oro español, cuando –aun muy tímidamente, es cierto- , aparecen en obras del mismo Lope de Vega , como en su comedia Los primeros mártires del Japón (¿1617-1619?) o en su breve relación en prosa acerca del martirio de religiosos ibéricos en esas tierras, titulada Triunfo de la fe en los reinos del Japón (1618). En dichas obras, términos como katana o bonzo están ya presentes. Igualmente, al menos el término japón (adjetivo) o japonés aparece en escritos de Baltasar Gracián o de Pedro Ordoñez de Ceballos, quien en su obra Viaje del Mundo nos dice, además, que: “En Japón hay un grandísimo volcán (Onzen, cercano a Nagasaki)” , dándonos unas someras nociones sobre la aún ignota geografía nipona.

Sin embargo, tras la notable presencia ibérica en Oriente, tendremos que esperar hasta la llegada del movimiento Modernista y su pasión por todo lo exótico y lo lejano para que Japón volviese a tener peso específico en la literatura y en la moda del momento. Palabras como japonaiserie o chinoisserie se empleaban para definir todo aquello que venía del Lejano Oriente y servía para estar a la moda en los círculos más exclusivos de Europa. Personajes como Van Gogh, Manet o Canales y Blanco Coris en España ayudarían a la difusión de este país asiático en nuestros parámetros.

2.2. Apogeo

Como indicaba en el primer apartado, a principio de los ochenta (aunque es cierto que los últimos años de los setenta también fueron muy prolíficos en cuanto a la difusión de la cultura nipona en España se refiere) Japón comienza a llegar de forma continua a nuestro país y empieza a calar hondo en la población joven del momento. Gran parte de este efecto lo consiguieron series de animación (anime) japonesas como Bateadores (Touch), Los caballeros del Zodiaco (Seinto Seiya) o la mítica Bola de dragón (Doragon Bōru), que pudimos ver, sustancialmente, en cadenas privadas como Tele5 o Antena3 o autonómicas como Canal Sur o la ETB. Permítanme añadir que los animes dieron lugar a una lista interminable de merchandising que los jóvenes de entonces nos afanamos por coleccionar y en los que gastábamos solícitos nuestra paga semanal.

Por estos mismos años, tampoco debemos obviar que otras grandes series, esta vez llegadas de los EE.UU, como las Tortugas Ninjas (Teenage Mutant Ninja Turtles) o G.I.JOE , llevaban implícitas una carga japonesa en cuanto se refiere a exposición de artes marciales, armas o, incluso, código ético al más puro estilo del Bushidō que terminaron de subyugar a la masa de pre o adolescentes que por esas fechas nos esforzábamos por levantarnos temprano los fines de semana para ver un capítulo de nuestro serial favorito para luego jugar, solos o acompañados, con nuestras adoradas figuras de acción.

En esos mismos años se está gestando en dichos jóvenes el interés profundo por Japón; así, podría citar ahora más de un ejemplo en los que esa afición o el interés inocente ha cristalizado luego en tesis doctorales y docencia sobre Japón en diferentes universidades españolas.

El Imperio del Sol Naciente parecía entonces (y aún hoy parece) un país misterioso y atrayente como pocos, rodeado de una halo de misticismo. Era para muchos la cuna de valores como la lealtad y el honor, y para otros un lugar donde los adelantos tecnológicos de primer orden se sucedían unos a otros en cuestión de meses. Por esto, no es descabellado decir ahora que los occidentales hemos encontrado en Japón lo que estábamos buscando, ya fuese prosaico o sublime.

3. JAPONISMOS Y SOCIEDAD

Como ya avanzaba, resulta curioso constatar que la llegada y el enraizamiento de los japonismos se deban a los diferentes grupos sociales que los albergan. Ya he señalado varios de forma somera para pasar a realizar ahora un análisis más exhaustivo.

3.1. Manga y anime

Como escribía, a finales de los años setenta y, sobre todo, iniciada ya la década de los ochenta, en las televisiones españolas se vivió un momento de especial esplendor en cuanto a emisión de series niponas se refiere. A la cabeza me vienen ahora (sin repetir las citadas) títulos (los que le otorgaron los productores españoles) como Chicho terremoto (Dash!!Kappei), Los gatos samuráis (Kyatto Ninden Teyande), El hombre tigre (Tiger Mask), Juana y Sergio (Atakka Yū!), Campeones (Kyaputen Tsubasa), Spanky (Ohayo Spank!) y un larguísimo etcétera. Fueron estos dibujos animados los que introdujeron a gran parte de los jóvenes españoles en la cultura japonesa. En ellos veíamos cómo dormían sobre futones, cómo usaban los palillos para comer y cómo las calles de Tokyo se encuentran siempre atestadas de personas que cruzan los pasos de cebra casi chocando unas con otras. Para muchos seguidores que se “engancharon” entonces a los dibujos nipones –y tras pasar por el coleccionismo de merchandising de diversa índole- prosiguieron con su interés por Japón aprendiendo el idioma, cursando estudios en las universidades que lo permitían o viajando tras ahorrar largo tiempo al país de sus sueños. Esta masa de seguidores fue la que primero utilizó términos como: manga (el comic japonés que se lee de atrás hacia adelante), anime (la versión animada del manga), otaku (frikye coleccionista de manga, anime o videojuegos), dōjinshi (tebeos dibujados, maquetados y editados por principiantes a manera de nuestros fanzines), mangaka (dibujante de manga), hentai (comic de temática pornográfica o pervertida), kosupure (reunión donde los jóvenes acuden disfrazados de sus héroes favoritos de comic o de series animadas), etc. Así, podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que el grueso de palabras japonesas empleadas en el español se utiliza en estos populosos círculos sociales que aumentan día tras día.

Otra palabra conocida, sobre todo en algunos ambientes de la noche, es karaoke , divertimento favorito de los japoneses desde hace varias generaciones. En Japón hay centenares de pubs dedicados a este pasatiempo e incontables premios y campeonatos que reúnen a mayores y a niños.

3.2. Gastronomía y alimentación

También es más que constatable la progresiva predilección que ha mostrado Occidente hacia la dieta nipona. El deleite al degustar una bandeja de sushi (pescado o marisco crudo acompañado de un bocado de arroz al vinagre) o sashimi (pescado o marisco crudo sin arroz), bien preparada, aderezada con salsa de soja y pasta de wasabi es un placer que no tiene parangón. Otras palabras habituales son ya el tampanyaki, el tōfu, la variedad de algas nori o los dulces mochi.

Menos exclusivo resulta el ramen o fideos de harina de trigo que se venden en paquetes o en copas, ya listos para añadir agua y calentar y que son a la identidad nipona lo que es la hamburguesa a la de los Estados Unidos. El ramen es muy popular entre los jóvenes japoneses, que lo toman tal y cómo viene o, en ocasiones, añadiendo verduras salteadas o trozos de carne o pescado. Este cuenco de fideos instantáneo pasó en Japón, a finales de los noventa, a ser algo más que una comida rápida y barata; para él se crearon programas de televisión, un museo en Yokohama y sigue siendo parte de la idiosincrasia de la cultura pop de Japón.

La marca japonesa más famosa de ramen, Nissin, fundada en 1948, distribuye sus productos fuera de sus fronteras a países como China, México o Brasil; incluso en España podemos disfrutar desde hace algunos años con su infinita variedad, y son habituales en las estanterías de supermercados chinos de Madrid, Barcelona o Zaragoza.

Tal vez, las palabras arriba descritas queden un poco lejanas a algunos lectores, sin embargo, no debemos obviar que otras, como por ejemplo caqui (fruto y árbol), surimi o tempura están ya más que asumidas en nuestro vocabulario. Y qué decir del sake (licor de arroz), cada vez más difundido aunque su sabor nos resulte de lo más exótico, que ya podemos encontrar en algunos grandes supermercados.

3.3. Artes tradicionales. Artes marciales

También es sabido que el cultivo de bonsáis y el arreglo floral ikebana gozan de muy buena salud en España. Son incontables los clubes y asociaciones culturales creadas en torno al bonsái y otro tanto podríamos decir del bello arte del ikebana; en nuestro país, la prestigiosa escuela Ikenobō de Kyoto tiene sede en Madrid y su representante en la profesora Rikako Yano. Para estas agrupaciones, palabras como kadō (el camino de las flores) o tokonoma (nicho en el que tradicionalmente se ubica al ikebana junto a una caligrafía (kakemono) o un incensario (kōro), etc.), han dejado de ser extrañas y las emplean habitualmente. Otro tanto podríamos decir del arte del plegado y recortado del papel (origami) o de los breves poemas haiku y tanka, tan presentes en nuestras letras actuales .

En los últimos años, se ha puesto de moda en algunos países como España, Italia, Alemania o los EE.UU. la práctica del reiki , que persigue la armonización del individuo con la Naturaleza y con su fuerza primordial (emanada de plantas, ríos, montañas…) mediante la meditación y la concentración.

Sin duda, otro gran caudal de palabras japonesas ha llegado a través de sus artes marciales. Remitiéndonos otra vez a los ochenta, raro era el niño que no practicaba karate, judō u otras artes marciales (importante fue también la presencia del taekwondō, de origen coreano). Paulatinamente fueron llegando otras, como el aikidō, el kendō o el jūjūtsu, y, por mediación de éstas, palabras como judōgi (vestimenta del judōca) obi (cinturón de diferentes colores según sea la categoría del deportista), dan (grado superior dado a los poseedores del cinturón negro), ippon (algo parecido al punto a favor en las competiciones), rei (saludo antes de comenzar el combate) y otras tantas que no necesitan ya de explicación, como nunchaku, bokken, etc. que eran comunes a judocas y karatecas y, por extensión, a sus familiares y amigos a los que contagiaban su entusiasmo e interés.

Del círculo de las artes marciales (o de sus desviaciones, dirían los más puristas) nos quedan palabras como ninja, shuriken o ninjutsu.

Mención aparte merece el antiguo arte del sumō que, si bien no se practica en nuestro país (al menos de momento), sí que es conocido por una inmensa mayoría de nuestra población , siquiera por la gran envergadura de sus luchadores. Es curioso que una frase del lenguaje de la calle para indicar la robustez de alguien sea: “estás gordo como un sumō”, aludiendo al peso del interlocutor. Es más, rizando el rizo, recuerdo que en nuestros juegos infantiles, cuando alguien era el mejor, solíamos gritar que éramos el yokozuna (título más alto que se ostenta en el sumō), sin conocer del todo el significado de esta palabra.

4. MISCELANEA

A estas alturas, habrán comprobado que Japón, o al menos su influjo en nuestra lengua y cultura, ya no parece tan lejano. En el tintero dejo palabras que ningún decorador de interior obviaría, como tatami o futon. Expresiones como domo arigato! para dar las gracias, sayonara! para despedirse de alguien o no tener un yen para indicar que uno está sin blanca son cada vez más frecuentes. En la televisión escuchamos que tsunamis azotan costas ajenas a las del Imperio del Sol Naciente o descubrimos con perplejidad que el quinto sabor, el umami , que ya aparece en los libros de texto de Educación Primaria, tiene imbricaciones japonesas; escuchamos en prensa y en otros medios de comunicación que ser o embarcarse en una misión kamikaze (vaciando por completo el viento divino de su significado original) significa convertirse en un mero suicida o que se puede ser un samurái de las finanzas o de la abogacía sin llevar la katana al cinto.

Dice Daniel Goya que: “El conocimiento empieza con el lenguaje. Si es así, tener un lenguaje variable y enriquecido con otras influencias no hace más que aumentar nuestros saberes” . Sean entonces, pues, más que bienvenidas las palabras japonesas al Castellano, y sea este el cauce de una harmoniosa relación entre dos países que se admiran tanto como se aman.

BIBLIOGRAFÍA

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Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Cid Lucas, F.:  “La presencia de palabras japonesas en el castellano: una lectura antropológica de su incorporación" en Observatorio de la Economía y la Sociedad del Japón, septiembre 2009. Texto completo en http://www.eumed.net/rev/japon/

 

 

 

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