Cuadernos de Educación y Desarrollo

Vol 3, Nº 26 (abril 2011)

EL MAESTRO DESDE LA ÓPTICA DE TRES DE LOS FUNDADORES DE LA PEDAGOGÍA CUBANA
 

Rudy Avila Figueredo
rudyaf@ucp.ho.rimed.cu
Oliden Ramírez Polanco
oliden@ucp.ho.rimed.cu
Luis Ricardo González
luisrg@ucp.ho.rimed.cu


 

Resumen.

La personalidad del maestro es esencial a la hora de valorar la cultura de los pueblos. Según hayan sido los maestros que han incidido en las generaciones, así serán, en gran medida las acciones de los que les sucederán.

El trabajo es una compilación de ideas de tres hombres considerados como fundadores de la pedagogía cubana: Varela, Luz y Martí. Se parte de reconocer como debe ser y por qué ha de ser así el que se dedique la profesión de educar.

Palabras clave: Maestro, Educación, Educar

Abstract.

The teacher’s personality is essential when valuing peoples’ culture. The new generations will be acording to the degree of influence of the teachers they had. This work is a compilation of ideas Stated by founders of the Cuban pedagogy, Varela, Luz, Martí. It abounds on the how’s and the why’s of becoming a teacher.

Key Words: teacher, education,educational influence.

Conversando con un hombre en el ocaso de su vida, respecto a los goces y los sinsabores que en sus largos años había experimentado, se regocijaba cuando alguien lo llamaba MAESTRO. Aquel era el mayor elogio, y no podía ocultar la satisfacción que sentía cuando a él se referían de esa manera; desaparecían de golpe los múltiples sufrimientos y las penas que había sentido, consideraba que aquella palabra encerraba todo cuanto había anhelado.

Cuando se estudia el magisterio o la pedagogía cubanos se hace imprescindible hurgar en su historia, sus raíces, sus momentos fundacionales. Cuba tiene el privilegio de contar, en este campo, como en muchos otros, con figuras de alcance universal, hombres que trascendieron las fronteras de su tiempo y se proyectaron hacia la posteridad, que sentaron escuela y se convirtieron en paradigmas de una profesión considerada por muchos como la más importante dentro de las profesiones, otros le consideran más allá que una profesión, un sentido de la vida, un sacerdocio.

En los momentos que vive el mundo, cuando la lógica del mercado tiende a homogenizar las culturas abriendo camino de forma desenfrenada al culto de lo material, cuando se ve amenazada la supervivencia de la especie humana por la pérdida progresiva de sus valores más raigales, Cuba ha resultado impactada por esa oleada, y aún siendo el país que cuenta con mejores posibilidades para enfrentar con éxito cualquier acción dirigida a fomentarla desde la educación, se deja ver en ocasiones, luego de un período signado por escaseces materiales de todo tipo, una tendencia al acomodamiento y la búsqueda del bienestar individual por parte de la juventud.

La necesidad de maestros que eduquen a las grandes masas, sin querer minimizar el papel de los demás agentes educativos sigue siendo un factor de primer orden; por otra parte, para los que desarrollan el “oficio” resulta significativo tener en cuenta la responsabilidad que encierra el decidirse a consagrar su vida al magisterio. ¿Cómo lograr que la actual generación de maestros abone el camino para la incorporación gradual y sistemática de un número suficiente y necesario de jóvenes que egresen de nuestros preuniversitarios? La respuesta a esa interrogante puede encontrarse, en gran medida, en el legado de tres grandes maestros de la historia de esta tierra, que aunque no coincidieron exactamente en el tiempo, pusieron su vida al servicio de la patria, y desde su labor pedagógica dieron y dan lecciones que deben ser aprovechadas cada día.

Es indudable que la historia de la humanidad cuenta con hombres de talento que, desde su magisterio sentaron escuelas que trascendieron fronteras nacionales. Cuba, para formar sus educadores, aunque no desconoce ni desdeña el aporte universal, cuenta con una tradición pedagógica que nada tiene que envidiar al pensamiento foráneo, es más, puede sostenerse que con la tradición pedagógica cubana bastaba para haber llegado a donde se ha llegado en el terreno de la cultura, las ideas y el pensamiento político-social identitario del cubano y de la cubanía.

Sirva entonces para reflexionar, la concepción que sobre el magisterio tuvieron Varela, Luz y Martí.

Félix Varela Morales ¡El que nos enseñó en pensar!

Hombre de amplia cultura que revolucionó las concepciones imperantes respecto al contenido como a la forma de la enseñanza, mantuvo una postura consecuente con su firmeza de ideales, propugnó una enseñanza para la vida y para el ejercicio de la libertad.

Resulta interesante todo lo que en este particular aporta el Dr. José Sánchez en su tesis doctoral. Según él, y coincidimos plenamente: “para Varela implica un compromiso social el dedicarse a la enseñanza. Dice que esta concepción, donde libertad y bien social se interrelacionan y se condicionan mutuamente, traspasará las fronteras de su antropología, se afirmará en la proyección política y la dimensión axiológica de su pensamiento y terminará como principio teleológico de su filosofía de la educación, expresado en la necesidad de educar al hombre para que viva en libertad, para que viva en una sociedad libre” .

Su condición de sacerdote hace que enfoque sus aspectos educativos y sus criterios en general desde la teología, no obstante se preocupa por dejar claro que esto es posible al plantear: “el cristianismo y la libertad son inseparables y (...) esta, cuando se halla perseguida solo encuentra refugio en los templos del dios de los cristianos (...) fórmese, pues, en el santo templo una junta celestial, en que reina una santa libertad unida a una justa sumisión, y aprendan los hombres a ser iguales sin dejar de ser diferentes” .

Anota el autor que se observa la solución de la contradicción Fe-Libertad, que penetrará la proyección socio-política de su filosofía de la educación, implicando lo siguiente:

- Considera la libertad como elemento de la doctrina cristiana;

- Que la libertad del hombre no se contradice con la “justa sumisión” (sumisión racional a Dios y acatamiento de los preceptos religiosos).

- Que los hombres pueden “aprender a ser iguales” (son entes educables y la libertad puede ser enseñada).

- Que aprendiendo a ser iguales, los hombres no pierden su individualidad.

Para Varela la primera inclinación del hombre es el amor propio, al que divide en dos especies: el que tiene por objeto la conservación de la vida y el que se dirige a buscar el placer y huir del dolor. Pero apuntaba que las vías para distinguir los placeres verdaderos de los falsos, son la razón y la educación.

La concepción vareliana está sustentada en la idea del hombre educable, que se inserte en un contexto social y una vez convencido de la autenticidad de los placeres, a instancia de la razón y de la educación recibida decide libremente por el bien.

El placer y el bien se imbrican armoniosamente según Varela, de forma tal que el placer verdadero y el bien real, sin coincidir plenamente se llegan a identificar, de la misma manera que el falso placer y el bien aparente.

Aunque de todos los placeres él prefiere el amor a Dios pues lo considera un ente perfectísimo de infinita bondad. Su fe en el mejoramiento humano y el amor que profesa a sus semejantes le hacen sostener la idea de que las malas acciones suelen ser producto de equivocaciones y de la ignorancia; lo que se corresponde con su posición respecto a la tendencia al bien como consustancial a la esencia humana; de manera que de lo que trata es de rectificar los errores, de educar hacia el bien para abrir cauce a la tendencia natural existente.

Según Varela la naturaleza del ser humano puede ser corregida, se puede salir de la ignorancia, se puede llegar a la verdad; por tanto el hombre es un ser educable al que no le está vedado el conocimiento. Nótese que el encuentro con la verdad viene a convertirse en suprema intención teleológica, armonizando con el desarrollo de las virtudes.

Resulta necesario en estas reflexiones comprender que quien se manifiesta de esta manera es un hombre que se ha educado en una Cuba esclavista y en donde impera la escolástica como método, lo que lo hace reflexionar a él no solo en lo que se debe enseñar sino en el cómo se debe enseñar. Al respecto expresa: “Me ha sucedido muchas veces no poder meter a camino a un joven por las ideas que le comunican sus parientes o sus amigos, y cuando yo ponía empeño en evitar las sutilezas escolásticas, me encontraba al buen joven tan metido en ello que era imposible despreocuparlo; ya la razón es bien clara, pues un padre, un pariente, es un maestro continuo, a quien se le tiene mucha consideración y cariño”

Es claro que la educación tiene que superar, desde la escuela todas las influencias del medio cuando estas son nocivas a la lógica de las ciencias. En los momentos actuales de la educación cubana, cuando se marcha por un camino no trillado, lleno de malezas sembradas a propósito para que no se puedan superar los obstáculos es necesario un maestro que, como Varela, reconozca el papel de esas influencias, pero que no pierda el sentido del rumbo y persevere en su empeño.

Su concepción del maestro queda clara al reservarle el papel de compañero del que aprende, no lo sentía en posición de imponer su punto de vista, sino de velar porque el alumno no se aparte del camino de la verdad y brindarle los medios para que reconstruya el recorrido epistemológico que condujo a la estructuración del conocimiento, junto a ello el maestro incide en el perfeccionamiento espiritual del alumno, habida cuenta de que “el hombre será menos vicioso cuando sea menos ignorante. Se hará más rectamente apasionado cuando se haga más exacto pensador”

El alumno, por su parte, es considerado un ser educable en la acepción más amplia del vocablo; pero el contenido que le atribuye al término supera la acepción latina de discípulo (discere) que agarra lo que es preciso porque viene del maestro; eso se puede inferir sin reservas a partir de la lucha que sostiene contar el hasta entonces sacralizado “magíster dexit” y el método que emplea en sus clases, donde el que aprende, llega a formar su propia ciencia.

La escuela, por otra parte, es considerada desde la concepción vareliana como una institución social de enseñanza aprendizaje y cultivo de las virtudes, cuyo carácter abierto y democrático permitiese el acceso de los más amplios sectores de la sociedad. Así considera que lo ideal es que el pueblo tenga conocimiento de la ciencia al nivel de los sabios, pero sabiendo que en las condiciones concretas de la Cuba de entonces, era imposible concretar semejante aspiración, abogaba por dotar a las masas de un nivel de instrucción que garantizara su felicidad.

“Si fuese dable formar un pueblo de sabios, lo sería de felices; pero siendo imposible lo primero, para aproximarse a lo segundo, debe esparcirse la instrucción para todas las clases, llevándola no al grado que constituye la ciencia, sino al que basta para que el hombre tenga medios de conocer sus deberes religiosos y sociales, los particulares de su estado, y los modos sencillos de emplear la naturaleza para satisfacer las necesidades y proporcionarles los goces. La riqueza científica es como la material, que si no se esparce, presenta el cuadro lastimoso de un país rico habitado por un pueblo pobre” .

Según Sánchez, con lo que coincidimos, se puede afirmar que para Varela el maestro lleva consigo la escuela, esta no queda encerrada en el espacio físico de una edificación; muy conocidas son las referencias de sus contemporáneos acerca de cómo fue capaz de impartir clases en los hogares de los jóvenes que no tenían posibilidades de asistir al seminario, de cómo después de culminadas las clases en las aulas, intercambiaba reflexiones con sus alumnos en sus aposentos. Por otra parte atestiguan acerca de la amplitud de sus concepciones sobre la escuela, las que creó en Estados Unidos para niños y niñas y aún para mujeres.

En Varela, la asunción del método que habría de ocupar el lugar del escolástico, encuentra justificación en reflexiones gnoseológicas que partiendo de la negación de la autoridad, argumentan la validez de la duda cartesiana y conducen a comprender la especificidad del eclepticismo que atribuye a su filosofía, entrelazándola necesariamente con las consideraciones acerca de la naturaleza y la experiencia.

Varela legó una obra teórica y práctica. Demuestra cada día la validez de una pedagogía del ejemplo quién supo morir alejado de su patria pero trabajando por ella y para ella. En las escuelas es recordado más por su obra práctica que teórica, sería muy importante poner a reflexionar a los jóvenes sobre sus concepciones, las que sin dudas trascendieron su tiempo y se proyectan hacia el futuro.

José de la Luz y Caballero. El silencioso fundador.

Sin dudas. Luz fue una de las más representativas personalidades de la pedagogía americana, considerado uno de los precursores de la enseñanza científica en Cuba, como apunta el Dr. Falconeris Lahera en su artículo sobre las concepciones pedagógicas del maestro cubano. Sus aportes, tanto desde el puno de vista teórico como práctico, son más que evidentes en su quehacer científico-pedagógico al formar en sus aulas verdaderos cubanos.

Al respecto de la necesidad de la educación, los maestros y la escuela planteó: “Si hasta en los países más adelantados han erigido escuelas para entrenar a los maestros en la teoría y la práctica de la enseñanza, qué no será en nuestro naciente país donde se hace necesario reformar desde la infancia las costumbres del pueblo, peculiarmente contaminadas por la atmósfera de la esclavitud en que nacemos, vivimos y morimos”

Como se aprecia, consideraba que la solución de los problemas de la sociedad estaba, precisamente en manos de los maestros, por eso enfatizaba respecto a los estudiantes de magisterio que era imprescindible ofrecerles nociones exactas sobre la filosofía de la enseñanza, que significa dominar el modo de orientar el desarrollo del pensamiento de los niños y los métodos de trasmitir conocimientos y dirigir la escuela, así como saber manejar los medios y recursos que permitan atraer la atención de los educandos.

Señaló que en la tarea de educar a los niños y jóvenes de la patria, no solo era suficiente un pleno dominio de los conocimientos y el arte para enseñar, sino también actitud y compromiso, para erigirse como ejemplo. Por consiguiente el maestro debe contribuir permanentemente a la elevación de la calidad educativa, desde su labor profesional, a partir del carácter creador de su trabajo. En pocas palabras, el maestro: “Ha de ser toda inspiración, sacerdocio, mansedumbre, carácter, templanza, flexibilidad” .

Luz concibió el ejemplo como modelo de actuación que debe ofrecer permanentemente el maestro a sus educandos; es decir, asumió el ejemplo como el más eficaz recurso pedagógico en manos del preceptor para alcanzar sus objetivos educativos, señala Falconeris en su artículo, y coincidimos plenamente con dicho criterio. Al respecto, el propio Luz sentenció: “Ni hay otro medio más eficaz de predicar costumbres que el ejemplo, ni los mejores planes de enseñanza pasan de meros pliegos de papel sin honrados y hábiles preceptores” .

De su ideal del ejemplo que debe de significar el maestro viene su aforismo más conocido: “Instruir puede cualquiera, educar sólo quien sea un evangelio vivo”. Con dicho aforismo estaba superando con creces las concepciones educativas de su época y legando a la historia de la pedagogía una clara visión de unidad entre la instrucción y educación que posteriormente enriqueció Martí. Hoy sigue siendo un reto la dicotomía entre estos dos elementos del proceso que constituyen una unidad dialéctica.

Era partidario de forjar en Cuba una escuela de métodos, sentimientos y virtudes para educar a las generaciones subsiguientes. Su pedagogía es polémica cuando se quiere valorar desde un supuesto radicalismo a ultranza. Sin declararse públicamente como un separatista o como un opositor al régimen imperante por entonces en Cuba (dominación colonial española), sembró la idea de la rebeldía.

Cuando Narciso López le comunicó la idea de luchar contra la corona española este le respondió: “El pueblo lo abandonará. Cuba no está preparada para gozar de la independencia; para que lo esté soy yo hoy maestro de escuela” .

Maestro de escuela para preparar a un pueblo para vivir en libertad, para que conquiste su libertad, parece una alta meta en la que todo maestro debe meditar, no solo en Cuba sino en cualquier parte del mundo. En este sentido hay un aforismo suyo que reza: “Educar no es dar carreras para vivir, sino templar el alma para la vida” .

Y seguía: “El carácter del profesor es problema tan difícil como esencial; trátese de conciliar nada menos que la habilidad de infundir amor a las ciencias con las de sostener el orden debido sin apelar a medios coercitivos y violentos”

“La dulzura unida con la constancia y la justicia es siempre medio más seguro de alcanzar este objeto que no el rigor excesivo o acompañado de la inconstancia y la desigualdad en el manejo de los alumnos”. Se puede apreciar que no era partidario de métodos violentos, tan propios de la época y sí de la ternura, la comprensión, el cariño y la justicia, que constituyen divisas que aún hoy se aspira fomentar en las aulas escolares. Otro tanto sucedía cuando analizaba la constancia como virtud de un maestro así como su entusiasmo al acometer su labor; al respecto señalaba: “casi todas las profesiones pueden pasarla sin entusiasmo. La del maestro es la que no puede absolutamente: lo ha menester para inculcar la doctrina y para vencer los obstáculos” .

Según Luz, al decir del Dr. Falconeris, luego de analizar lo dicho por el ministro francés de instrucción pública (Guisot). “un buen maestro debe ser aquel que sepa más de lo que se le exige enseñar, a fin de que lo haga con inteligencia y con gusto; que tiene de vivir en una esfera humilde, y sin embargo está dotado de alma noble y elevada, para poder sostener aquella dignidad de carácter y porte sin la cual jamás logrará el respeto y confianza de los padres; que ha de poseer una singular combinación de suavidad y firmeza. Será siempre un ejemplo, a todos servirá de consejero y estará resuelto a vivir y a morir al servicio de la instrucción” .

Entre sus frases más célebres sobre cómo debe ser el magisterio están: “Queremos maestros hábiles y teóricos profundos, antes que eruditos indigestos y prácticos superficiales”

Su lema de educación patriótica lo presidía una frase: “Tengamos el magisterio y Cuba será nuestra. Sin sentimiento no hay motivo para el pensamiento ni para la acción”

Es por todo lo antes apuntado que de las aulas donde Luz ejercía su magisterio salían los jóvenes llenos de fervor y energía para enfrentar la injusticia. Muchos cayeron en el campo de batalla llevando en su frente la estrella del maestro. Luz es un silencioso fundador de un sentimiento cubano que hoy tiene mucho que decir todavía.

José Martí Pérez. El hombre más puro de raza a decir Gabriela Mistral.

La concepción sobre educación y magisterio se deja ver en él a lo largo de toda su obra; sus valoraciones de José de la Luz y de Mendive, su maestro y padre espiritual, pudieran ser suficientes para tener una profunda idea al respecto, sin embargo dejó mucho escrito disperso sobre lo que consideraba que debía ser un maestro.

En su artículo “José de la Luz” dice: “pudo ser abogado, con respetable y rica clientela, y su patria fue su única cliente. Pudo lucir en las academias sin esfuerzo su ciencia copiosa, y solo mostró lo que sabía de la verdad cuando era indispensable defenderla. Pudo escribir en obras –para su patria al menos- inmortales, lo que, ayudando a la soberanía de su entendimiento con la piedad de su corazón, aprendió en los libros y en la naturaleza, sobre la música de lo creado y el sentido del mundo, y no escribió en los libros, que recompensan, sino en las almas, que suelen olvidar. Supo cuanto se sabía en su época; pero no para enseñar que lo sabía, sino para trasmitirlo. Sembró hombres”

En el estilo martiano de reconocer las virtudes de los hombres, de esa magistral manera como solo él podía, nos dejo claro que “sembrar hombres” debe ser la labor del magisterio. Su maestro querido, Rafael María de Mendive, recibe los más altos y merecidos elogios; de él dice: “De su vida de hombre yo no he de hablar, porque sabe poco de Cuba quien no sabe como peleó él por ella desde su juventud, con sus sonetos clandestinos y sus sátiras impresas; cómo dio en España el ejemplo, más necesario hoy que nunca, de adquirir fama en Madrid sin sacrificar su fe patriótica...” “... Los ángeles se sentaban de noche con nosotros, bordando y cuchicheando, a oír la clase de historia que nos daba, de gusto de enseñar...”

“Hombre es el maestro que da su ser propio por los demás; el maestro es meritorio y generoso padre de muchos”

En su concepción de hombre como ser superior considera que ser maestro significa llegar a dicha condición. Refiriéndose a un amigo que ejerció el magisterio y con quien se solidarizó en Guatemala, Cecilio Acosta, dijo: “Lo hizo maestro que es hacerlo creador”

No concebía el magisterio sin una alta dosis de creatividad, de capacidad para enfrentar, por vías distintas, los graves problemas cotidianos. “Para ser maestro de otros es necesario saber vivir” Señaló muy acertadamente, tanto como cuando dijo: “Para ser maestro hay que serlo primero de sí mismo, aún en el celo de la ira justa”

Su vida fue un vivo ejemplo de esta prédica, por eso se recuerda siempre por ese calificativo, MAESTRO, paradigma a alcanzar. Veía las cualidades en los otros porque las llevaba en sí y honró a los demás, que es la mejor manera de honrarse a sí mismo, sin que el fin sea ese.

Siempre vio la necesidad de formar maestros, en el sentido que hasta aquí hemos apuntado, lo que se aprecia cuando afirma: “Lo que falta no es ansias de aprender en los discípulos: lo que falta es un cuerpo de maestros capaces de enseñar los nuevos elementos siquiera de las ciencias indispensables en este mundo nuevo”

Cabría preguntarse, a la luz de los momentos actuales que vive el mundo, a más de un siglo de pronunciada esta frase ¿ya existirá ese cuerpo de maestros en las naciones de América? Las respuestas se deben buscar en las calamidades políticas, económicas y sociales que imperan hoy en el mundo y en la crisis de valores a escala planetaria.

En la concepción de su pedagogía como arma esencial para formar al hombre para la vida, puesto que a vivir viene el hombre a la tierra, está claro que rehuye todo tipo de falsa erudición ni rimbombancia. El maestro tiene que ser el más humilde compañero, el más desinteresado, que haya podido elevarse a tal altura espiritual que le permita desprenderse de todo egoísmo e individualismo, “He ahí, pues lo que han de llevar los maestros por los campos. No sólo explicaciones agrícolas e instrumentos mecánicos, sino la ternura que hace tanta falta y tanto bien a los hombres...” “no enviaremos pedagogos por los campos, sino conversadores” “se necesita abrir una campaña de ternura y de ciencia, y crear para ella un cuerpo, que no existe, de maestros misioneros”

Un cuerpo de maestros misioneros, de maestros ambulantes, dotados del don de la ternura y de la ciencia. De virtudes para transformar el organismo social enfermo, que a la larga sería el transformador de la esencia de la nación.

“El maestro es la letra viva” Cuánto encierra esta “simple” frase, letra viva, no letra muerta; significa que el maestro es toda pasión, entrega, entusiasmo, que cada gesto o frase debe estar acompañada de un respaldo personal y comprometimiento, de una toma de partido. Nótese aquí la coherencia entre estos tres grandes hombres que identifican el acto de educar no como una simple transmisión de conocimientos.

Observando la labor de un maestro amigo en su escuela sentenció: “... el maestro es de ronsal y porrillo, que lleva del narigón a las pobres criaturas, o si es padre de hombres que goza en sacar vuelo a las alas del alma “

Para el MAESTRO: “la educación es como un árbol: se siembra una semilla y se abre en muchas ramas”

El maestro como arma de la educación tiene que tener certeza del alcance de su labor porque educar, según Martí, debe ser “depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo al nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida”

No se ha querido hacer un análisis minucioso de lo que significa cada idea del legado de estos tres grandes de la pedagogía cubana, latinoamericana y universal. Se pretende que estas reflexiones sirvan para que los que sean maestros puedan serlo mejores, para que se logre una incorporación consciente y paulatina de jóvenes al ejército de educadores que necesitan los pueblos, desde la comprensión del placer y satisfacción que se experimenta al disfrutar de conceptos e ideas tan avanzadas y altruistas.

Cuba cuenta con un legado pedagógico inmenso, no es posible desde las pretensiones de un artículo abarcar cuanto se quisiera la obra de tantos, como José Agustín Caballero y Rafael María de Mendive que también lucen dentro de los fundadores de una pedagogía cubana. Esto podrá ser tema de otro trabajo. Este se centra en Varela, Luz y Martí por ser los que más sistematizada tienen su obra pedagógica.

La coherencia que se aprecia desde el punto de vista conceptual y ético respecto a lo que significa ser maestro, puede ser una brújula que guíe hacia un norte seguro a las actuales generaciones, porque el mundo actual precisa, más que nunca de un cuerpo de maestros como lo concibieron ellos. Con él se podría detener la marcha desenfrenada de la especie humana hacia su auto destrucción. Nuevamente se insiste en la vuelta a las raíces de los pueblos, pues de ellos han de nutrirse las presentes y futuras generaciones. En ellas está latente la sabia que ha de alimentarlos.

CONCLUSIONES

Acercarse al magisterio, desde una perspectiva basada en la lógica de estos grandes hombres, abre un horizonte enorme en la creación de sentidos de la vida, a personas de cualquier latitud, en el mundo que vivimos. Varela, Luz y Martí, constituyen obligada referencia, para los cubanos, pero también pueden serlo para cualquier hombre de bien en el mundo.

El magisterio siempre ha llevado sobre sus hombros, un compromiso muy grande con la especie humana. Si el mundo sobrevive a la crisis global en que está inmerso, mucho tendrán que ver en ello, los sistemas educativos y el papel de los maestros, pero si por el contrario, esta se profundiza, la gran culpa también recaerá en ellos.

El mundo necesita de maestros cada vez más conscientes de su misión para con la humanidad, es por ello indispensable que los que se formen hoy, lleven la semilla del buen obrar y del buen sentir, para que puedan, sus educandos, encontrar la esencia del buen vivir.

Bibliografía

Martí Pérez, José. Obras Completas en 28 tomos. Edit. Ciencias sociales. Año 1991.

Lahera Martínez, Falconeris. Artículo sobre las concepciones pedagógicas de José de la luz y Caballero. Publicado en la Revista Luz del ISPH. 2005

Sánchez Suárez , José. Tesis en opción del título académico de Doctor en Ciencias. La filosofía de la educación en Felix Varela. Año 2003

De la Luz y Caballero, José. Obras .Compilación de Zaira Rodríguez Ugido. Editorial Pueblo y Educación. La Habana. 2001.

Varela y Morales, Felix. Obras. “El que nos enseñò primero en pensar”. Compilación de: Eduardo Torres Cuevas, Jorge Ibarra Cuesta y Mercedes García Rodríguez. Editorial. Cultura Popular, La habana, 1997.


 

 
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