Cuadernos de Educación y Desarrollo

Vol 2, Nº 13 (marzo 2010)

LA CONVIVENCIA EN EL ENTORNO ESCOLAR


 

Virginia María Baca Mateo (CV)
bacamateo@hotmail.com

 

Resumen

Al adentrarnos en los entornos escolares de Institutos de Educación Secundaria, se hace cada vez más palpable el gran interés que ha surgido por la mejora de la convivencia escolar, tema que sin lugar a dudas, es de suma importancia para mejorar el clima en los centros escolares. A lo largo de los últimos años se han llevado a cabo numerosas actuaciones para mejorar la convivencia en los centros, así como para intentar conseguir un clima de respecto y tolerancia entre nuestros alumnos, e inculcarles la resolución pacifica de los conflictos. De esta forma, se podrían enumerar diferentes legislaciones tanto a nivel estatal como a nivel autonómico; así, entre las mas importantes, podemos destacar la Ley 27/2005, de 30 de noviembre, de fomento de la educación y la cultura de la paz, la Ley 9/1999 de 18 de noviembre, de Solidaridad en la Educación, y a nivel autonómica es importante destacar el Decreto 19/2007 de 23 de enero, por el que se adoptan medidas para la promoción de la Cultura de Paz y la Mejora de la Connivencia en los Centros Educativos con fondos públicos, enmarcadas en la Década Internacional para la Cultura de la Paz (2001-2010) proclamada por las Naciones Unidas. Vemos, pues, que este tema no es solo de importancia a nivel autonómico y estatal, sino también a nivel internacional. A lo largo de este artículo los términos de convivencia y conflicto van a ser analizados, así como las causas de la aparición de posibles conflictos así como algunas directrices para conseguir evitar los mismos. Parece ser que lo que más intimida de la docencia son los conflictos inherentes a la convivencia en el centro escolar. Todos nos hacemos las mismas preguntas: ¿Seré capaz de enfrentarme a los chicos violentos de una clase de secundaria de cuarenta alumnos? ¿Qué herramientas pueden ayudarme a mantener la disciplina en clase? ¿Qué necesito saber? Este artículo, que está enfocado a la realidad del aula, quiere ofrecer algunas estrategias para que no nos veamos desarmados en el peculiar campo de batalla de un aula masificada de secundaria.

Palabras clave: convivencia, conflictos, respeto, alumnos, secundaria.

Desde hace algunos años, muchos son los centros escolares en los se vienen implantando numerosas actividades que favorecen la convivencia. Antes de nada, seria importante definir que entendemos por convivencia. Podríamos definir la convivencia, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como “la acción de convivir”, definida, asimismo como “vivir en compañía de otros”. La convivencia y los conflictos van unidos por una línea muy fina, ya que cuando convivimos con otras personas, surgen conflictos a través de choque de intereses.

¿Qué entendemos por conflicto? Ortega (2001, 10) nos da la siguiente visión del conflicto: “Existe una demonización del conflicto que los asocia indiscriminadamente a conductas no deseables, a veces delictivas. Pero el conflicto es también confrontación de ideas, creencias y valores, opiniones, estilos de vida, pautas de comportamiento, etc. que en unas sociedad democrática que se rige por el diálogo y la tolerancia, encuentran su espacio y ámbito de expresión”. Podríamos afirmar, pues, que los conflictos forman parte de nuestra vida diaria, es mas, el conflicto no es algo ajeno a la convivencia, sino una parte fundamental de la misma, y estos se hacen mas palpables en la escuela secundaria, donde los alumnos, debido a su inmadurez y a la vitalidad y espontaneidad que poseen los adolescentes. Según palabras de la profesora, Díaz Aguado, M.J. (2009), “Por eso, para mejorar la convivencia educativa y prevenir la violencia es preciso enseñar a resolver conflictos (incluidos los relacionados con procedimientos de disciplina) de forma constructiva (pensando, dialogando, negociando, a través de la mediación, de la colaboración, […]. La construcción de la democracia desde la escuela, que permitan aplicar esta enseñanza a los conflictos que se producen en la escuela, que de lo contrario suelen formar parte del origen de la violencia” La Conserjería de Educación de Andalucía ha tomado buena nota y, desde hace cinco años, viene desarrollando el Plan Andaluz de Educación para la Cultura de Paz y No violencia, como consecuencia de la aprobación del Decreto 19/2007, de 23 de enero, por el que se adoptan medidas para la promoción de la Cultura de Paz y la mejora de la convivencia en los centros educativos sostenidos con fondos públicos. Podríamos destacar como sus principios orientadores los siguientes: promover la paz como acción colectiva e individual, saber convivir con los conflictos y proponer soluciones creativas y pacíficas a los mismos, y detener, disminuir y prevenir las manifestaciones de la violencia. Estos principios son los que fundamentan el proyecto, que ahora es tan conocido como “Escuela, espacio de paz“. Estas “Escuelas, espacio de paz”, podrían ser definidas como aquellas en las que se viene desarrollando un proyecto integral que tiene como principal objetivo el desarrollar a los alumnos desde un enfoque de Educación para la Cultura de Paz. Estas escuelas, implican en sus procesos participativos a toda la comunidad educativa, es decir, padres, madres, profesores y alumnos, en los que con la unión de todos ellos se constituye una comunidad de aprendizaje donde se aplican estrategias para la mejora de la convivencia, así como la prevención y el aprendizaje a través de la resolución pacifica de conflictos.

La pregunta que nos hacemos ahora es: ¿vamos a ser, nosotros como profesores de Educación Secundaria, capaces de lidiar con estos conflictos? Por supuesto que sí que seremos capaces de hacer frente a los conflictos de un aula, pero antes debemos tener algunas ideas claras y reflexionar acerca de la noción de disciplina.

En primer lugar, debemos cambiar la concepción que tenemos de los conflictos. Como anteriormente se ha señalado en este artículo, los conflictos no son problemas, al contrario, suponen oportunidades magníficas para analizar la socialización de los sujetos que conforman toda la comunidad educativa: alumnos, profesores, padres. En estos procesos de socialización, cada uno de los sujetos asume un rol distinto y es la adopción de un determinado rol lo que permite al alumno moldear su identidad y relacionarse con los otros roles de la comunidad. Lo que sucede con los estudiantes conflictivos es que han asumido un rol que les aleja del centro educativo. ¿Es posible transformar ese desafecto en compromiso? Sí, pero sólo es posible si el alumno conflictivo asume otro rol dentro de la comunidad educativa, lo que implica que moldee su identidad (la adolescencia sirve, entre otras cosas, para eso).

El conflicto es una herramienta para generar el consenso del grupo y asegurar la complicidad entre formadores y jóvenes. Es necesario y productivo conceder a los estudiantes protagonismo en la resolución de los conflictos. Solo así podremos elevar el grado de implicación del grupo en nuestro programa educativo y, consecuentemente, asentar normas compartidas. No aportamos nada nuevo cuando aseguramos que el peso de pertenecer al grupo puede más que el deseo de desafiar a la institución. Nada nos duele tanto —ni es tan efectivo— como el rechazo del grupo o de una persona a la que realmente apreciamos. Todos nos hemos sentido terriblemente mal cuando hemos defraudado a una persona que confía en nosotros. Por eso es importantísimo crear vínculos entre el alumno y el profesor y entre el centro educativo y la familia. Si facilitamos la implicación de todos los agentes crearemos expectativas que tienen que ver con cuestiones de orden social y moral. Hemos de ir más allá de la mera compensación académica. Esa es la respuesta a las situaciones conflictivas.

Podríamos analizar donde empieza a fallar el sistema y cuando es cuando los alumnos empiezan a desobedecer a los profesores; para esto seria interesente retroceder en el tiempo y preguntarnos a nosotros mismo, en que ocasiones, o que circunstancias eran las que nos alentaban o hacían que desobedeciéramos a nuestros padres o profesores en el instituto; seguro que todos piensan lo mismo: cuando nos obligaban a hacer algo. Así, deducimos que la imposición de un sistema de normas rutinarias, autoritarias y memorísticas es contraproducente, y la aplicación del castigo mondo y lirondo totalmente insuficiente. Si nos valemos de este método con cuya ineficacia estamos todos familiarizados no solo habremos fracasado en nuestro objetivo de mantener la disciplina en clase, sino que la rebeldía de nuestros alumnos se intensificará. En cambio, si optamos por un sistema reglamentario que no sea rutinario, autoritario y memorístico sino espontáneo, consensuado y flexible será más fácil para los alumnos interiorizar las normas y para los docentes controlar el aula. Por tanto, según uno de los consejos que a nosotros como docentes nos propone las normas de Convivencia, elaboradas por las Conserjería de Educación de la Junta de Andalucía, y que debemos de tener muy en cuenta es: “Las normas, en vez de enumerar prohibiciones, deben recoger lo que hay que hacer. A veces no es fácil reformularlas en positivo, pero conviene hacer este esfuerzo”. Es muy importante tener en cuenta como vamos a abordar la descripción de una norma, ya que, como hemos señalado antes, nosotros las personas, y especialmente los adolescentes, actuamos de una manera u otra depende de cómo se nos formulen las peticiones, prohibiciones o normas.

A veces, los conflictos llegan a más, sobre todo cuando nos encontramos con alumnos violentos, ¿Cómo debemos de afrontar, superar y conseguir resolver estos conflictos? Nos podemos encontrar en nuestro camino como educadores con alumnos violentos, que no respetan ni a sus compañeros ni a sus profesores, en definitiva, no respetan ninguna autoridad, llegando a la agresión en algunos casos. Al mismo tiempo carece de motivación alguna para aprender y acudir al instituto.

En primer lugar, debemos analizar de donde puede provenir la actitud de este alumno. Esta actitud violenta, por desgracia cada vez más frecuente en los institutos españoles, podría deberse a diferentes factores:

Primeramente, analizamos el factor familiar: existen multitud de alumnos que llegan a los institutos con la carga de los problemas que poseen en sus hogares. Las bases familiares cada día son más frágiles y se encuentran hoy en día con numerosos problemas tales como agresiones, paro o la disolución familiar, por nombrar algunos. Entre los resultados en sondeos elaborados en varios institutos en la provincia de Málaga, el mayor temor de los alumnos, se encuentra el miedo al abandono. Además no podemos olvidar que la familia es un modelo de comportamiento que los alumnos imitan, aprenden a ser iguales que ellos. Si los padres tienen conductas agresivas o piensan y hablan en forma violenta, para un hijo, lo que hacen los padres es lo que está bien aunque éstos sean delincuentes. Por tanto, lo que aprende ese niño es a no respetar a las autoridades, porque los valores se transmiten con los hechos no con las palabras.

Por otra parte, podríamos destacar entre los factores que hacen que algunos de nuestros alumnos sean violentos, la falta de valores integrados en la personalidad del alumno provoca que su estado de angustia y desesperación lo canalice a través de la agresividad, sólo unos pocos pueden defenderse con mecanismos adecuados, esto, como hemos mencionado anteriormente se acentúa en la pubertad y la adolescencia, edades que como sabemos, son muy difíciles de afrontar para muchos de nuestros alumnos.

Además también encontramos la publicidad que recibe la violencia por parte de películas, videojuegos, etc. Los alumnos, empiezan a considerar la violencia como algo normal. Además, el problema básico es la dificultad de estos chicos violentos, para establecer vínculos normales, porque muchas veces las agresiones son la única forma que tienen de comunicarse. Es muy importante, que nosotros, los docentes, enseñemos a hacer a nuestros alumnos a saber respetar a los demás, sus ideas, pensamientos, así como enseñemos a expresarse de una manera que aprendan a resolver conflictos de una manera pacifica.

Para finalizar, vamos a realizar una seria de estrategias para nosotros, como docentes, aplicar en nuestras aulas para conseguir reducir la violencia en nuestros centros escolares, ya que hoy en día, muchos docentes y centros escolares se enfrentan a la problemática de la indisciplina por parte de sus alumnos

En primer lugar debemos establecer y mantener un contacto más personal con los familiares y con los propios alumnos, tratar de conocer sus problemas y de mejorar las condiciones de los alumnos. Sabemos que los alumnos no sólo aprenden de sus profesores sino que también se identifican con ellos, por eso las clases representan una gran oportunidad para que vean nuevos modelos a seguir. Es decir, como se dice al principio de este artículo, debemos de implicar a todo el conjunto de la comunidad educativa, ya sean padres, madres, como alumnos y todo el equipo educativo del instituto.

Es muy importante incentivar la práctica de deporte y organizar competiciones con otros institutos para fomentar el hábito de la participación en equipo, elevando la autoestima del grupo y fortaleciendo su sentimiento de pertenencia. No olvidemos que los alumnos, mas en las edad adolescente, necesitan de la identificación de pertenencia a un grupo. “Sin conciencia de grupo, sin considerar que quines nos rodean tienen los mismos derechos que nosotros, las normas de convivencia son mas una imposición que un valor social” (Acosta Mesas, A (2007)).

Dentro de la enseñanza deberíamos utilizar el refuerzo positivo, ya que todos hacemos lo que nos proporciona placer y evitamos las que nos producen dolor. Igualmente, es frecuente que nuestra realización personal vaya unida a un reconocimiento de quienes nos rodean respecto a nuestro esfuerzo. Según el investigador de psicología en educación, Thorndike, la recompensa fortalece las conexiones estímulo—respuesta y el castigo no las debilita directamente. El castigo es un método poco valioso para el control de la conducta, ya que produce efectos sólo temporales y efectos emocionales que pueden resultar indeseables, además de que el alumno siga haciendo la mala acción a escondidas para evitar el castigo. Según el Cuaderno de Convivencia que nos ofrece la Junta de Andalucía: “Si se decide utilizar el castigo como corrección, debemos intentar usarlo con la máxima eficacia, junto a otras estrategias educativas que ilustren en positivo lo que debe hacerse e intentado reconducir su coste sentimental. El castigo tiene como objetivo disminuir la frecuencia de un comportamiento inadecuado, pero no es una guía positiva de lo que debe hacerse. […], por tanto, hay que complementarlo con otras estrategias que ilustren y hagan explicito el comportamiento deseable”. Por tanto, se debería cambiar el castigo por penitencias leves, como pueden ser la supresión temporal de algún beneficio u objeto placentero, de manera que sirva de advertencia frente a una conducta indeseable que puede haber provocado conflicto o daño. Pero lo que resulta muy importante y necesario para los alumnos es, que además de corregirles sus conductas, reciban mucho reconocimiento por sus logros.

BIBLIOGRAFIA

- Acosta Mesas, A. (2007). “Normas de Convivencia”. Sevilla: Conserjería de Educación. Junta de Andalucía.

- Díaz Aguado, M.J. (2009). “Convivencia Escolar y Prevención de la Violencia”. Madrid: Universidad Complutense.

- Ortega, P.(2001). Presentación. En Ortega, P. (coord) Conflicto, violencia y Educación. Actas del XX Seminario Interuniversitario de Teoría de la Educación. Murcia. Cajamurcia.

- Lozano Andrade, J.I.(2007) “La disciplina en la escuela secundaria. Significados de alumnos en riesgo de exclusión”. Actualidades Investigativas en Educación. Costa Rica, 2007 [en línea] http://revista.inie.ucr.ac.cr/articulos/3—2007/archivos/disciplina.pdf


 

 
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