Cuadernos de Educación y Desarrollo

Vol 1, Nº 1 (marzo 2009)

¿Y PARA QUÉ ME VALE A MÍ LA HISTORIA?

Antonio Manuel Luna González (CV)
I.E.S. Pedro Peñalver. El Algar. Murcia
antoniolunagonzalez@yahoo.es

RESUMEN

La historia se sitúa como un instrumento idóneo para el desarrollo, no ya sólo de los conocidos como países poco desarrollados, sino también para los denominados desarrollados. Aparece como una herramienta de integración de conocimientos y que arma al ciudadano con destrezas propias y necesarias para su desarrollo personal, pero también para el desarrollo colectivo de la sociedad. Podemos usarla como el espejo en el que mirarnos, aprovechando la oportunidad de reflexionar sobre nosotros mismos para alcanzar un mayor y  mejor auto-conocimiento social, con las repercusiones positivas que se podrían obtener del mismo.

PALABRAS CLAVE

 Historia, educación, desarrollo, pensamiento crítico, ciudadano del siglo XXI.


¿Y PARA QUÉ ME VALE A MÍ LA HISTORIA?

            Se preguntan continuamente nuestros alumnos. Igualmente la mayoría de los universitarios. También muchas personas adultas insertadas en el mundo laboral, lejos ya del mundo académico o de su etapa de estudiante. El interrogante está en el aire, lo podemos percibir con cierta claridad.

            En principio, debemos notar que esta duda no surge en todas las disciplinas. Nadie se pregunta: ¿para qué me valen las matemáticas? porque rápidamente le sorprende la respuesta: para mi vida diaria, para hacer la compra, para que no me engañen con el cambio…

            Sin embargo, y en contra de lo que pudiera parecer tras nuestro análisis, la Historia se encuentra en un lugar privilegiado en los currículos de la Educación de la mayoría de los países. Ocupa un espacio fundamental, apareciendo constantemente como materia obligatoria en distintos cursos, tanto en la etapa de primaria como en la secundaria y en el bachillerato.

            No es más que un viejo debate disfrazado con otra máscara, ¿es la historia una ciencia? ¿o es algo más? No debemos sobreenfatizar ciertos aspectos negativos y perjudicar a la Historia como disciplina científica. Cuidado con la relatividad. Al menos hay una respuesta clara. Aunque el debate siga vigente, aunque no queden perfectamente matizadas todas sus caras, los profesionales de la disciplina debemos darnos cuenta que tenemos la obligación de ofrecer una respuesta clara, una función nítida y transparente para la historia, por lo menos para la calle, a nivel divulgativo.

            Clarificar estos vaivenes mentales nos sería de gran ayuda a todos.

*       Primero, porque la historia cumpliría más, mejor y más fácilmente su función social.

*       Segundo, porque nos evitaría tener que trabajar estos aspectos fundamentales en el espacio educativo. Por tanto, estaríamos ganando un tiempo precioso que otras materias no pierden en estas cuestiones.

*       Tercero, porque la profundidad que nos aportaría a nivel tanto personal como colectivo, como sociedad, nos ayudaría a solventar muchos problemas a través de otras herramientas.

            Entonces, ¿cuál debe ser la cara pública de la historia? sin duda, uno de los significados que mas relevancia debería asumir, sería la historia como herramienta de construcción y desarrollo del ciudadano.

            El ciudadano del siglo XXI necesita la historia para ser un ciudadano útil, productivo y eficaz. Precisa de las armas que le proporciona la historia para gestionar el mundo que vive. Nuestro “nuevo” mundo requiere comprensión, reflexión sobre los hechos, vías alternativas para la resolución de conflictos, gestión e interpretación de la información…

            Todos estos aspectos pertenecen a las destrezas que adquirimos con el aprendizaje de la historia. Puede y debe ser presentada la materia histórica como una fuente de construcción elemental para el “nuevo” ciudadano, para el equilibrio político, económico y social global que parece cambiante en la actualidad.

            Quizás nos hayamos equivocado, probablemente no estuviéramos en lo cierto, seguramente debemos analizar con profundidad y sensatez los errores cometidos. Pero, ciertamente lo que no estamos dispuestos a tolerar es que se cometan errores ya cometidos, e incluso mucho peor, errores muy cercanos en el tiempo.

            Sería muy interesante acercarnos a problemas complejos con una mentalidad histórica, en el sentido que la historia no es ni pretende ser una revelación definitiva y única de una verdad fundamental. Quizás sería interesante que los análisis tomaran como modelo en el nivel procedimental el que siguen los ordenadores. Satisfacer una situación particular en una ocasión concreta, sin caer en la falacia de crear continuamente reglas inamovibles.

            Esta perspectiva nos obliga a problematizar los conflictos para comprender que la Historia pretende explicar su significado, sus causas, sus consecuencias y, lo más importante, propone vías para su solución. Por consiguiente, el conflicto ha de ser presentado como algo interpretado e interpretable desde una ideología y epistemología determinadas. Y como tal debe ser transmitido para su posterior análisis. Un comienzo erróneo nos conduce sin remedio hacia una meta equivocada.

            Centrando el amplio tema que tratamos en una perspectiva más social pero también global, la historia se sitúa como un instrumento idóneo para el desarrollo, no ya sólo de los conocidos como países poco desarrollados, sino también para los denominados desarrollados. Aparece como una herramienta de integración de conocimientos y que arma al ciudadano con destrezas propias y necesarias para su desarrollo personal, pero también para el desarrollo colectivo de la sociedad. En la actualidad, la vertiginosa velocidad con la que circulan las informaciones y la cantidad de las mismas, nos obliga a estar preparados para la asimilación e interpretación de las mismas, si queremos obtener información significativa de las fuentes. La Historia puede y debe ser un componente significativo en este sentido, tanto interpretativo como comprensivo y resolutivo de la sociedad actual.

            La Historia le brinda la oportunidad a la sociedad de mirarse en un espejo, de conocerse, de reflexionar sobre sí misma, de concebirse científicamente a sí misma y de establecer un dialogo de futuro sobre su propia concepción.

            Por último, me gustaría proponer una serie de preguntas que quizás respondan de una manera más directa y concreta a la primera pregunta que todo lo anteriormente escrito:

 ¿Y para qué me vale a mí la historia?

*       ¿y para qué me vale a mí ser?

*       ¿y enjuiciarme?

*       ¿y recordarme?

*       ¿y pensarme?

*       ¿y conocerme?

*       ¿y analizarme?

*       ¿y comprenderme?

*       ¿y relacionarme?

*       ¿y reflexionar sobre mí?

*       ¿y razonar lo que hago?

*       ¿y evaluarme?

*       ¿y preguntarme?

*       ¿y dejarme ayudar por otros?

*       ¿qué repercusiones implican mis decisiones?

*       ¿……?

 


 

 
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