Contribuciones a las Ciencias Sociales
Febrero 2014

ARGENTINA: UN PAÍS SINGULAR DONDE LOS DISVALORES EDUCACIONALES-CULTURALES EXPLICARÍAN SUS DESATINOS POLÍTICO-ECONÓMICOS



Alberto Enrique D'Ottavio (CV)
aedottavio@hotmail.com





RESUMEN
Este trabajo complementa un trabajo previo y más general referido a la pérdida o a la desaparición de valores considerados evolutivos, en tanto perennes y progresivos, y aplica la preeminencia de disvalores concretos para una posible explicación educacional-cultural de los reiterados desatinos político-económicos que dan respuesta a un interrogante clave que campea fuera de nuestras fronteras: ¿Cómo es posible que un país potencialmente rico en recursos como la Argentina se halle como se encuentra y se sumerge de modo cíclico y por sí, aproximadamente cada década, en reiteradas crisis?
Palabras clave: Argentina- Disvalores – Educación – Cultura

¡Ay, patria mía!
(Frase póstuma atribuida al prócer argentino Manuel José
Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano - 20/06/1820 -)

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Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
D'Ottavio, A.: "Argentina: un país singular donde los disvalores educacionales-culturales explicarían sus desatinos político-económicos", en Contribuciones a las Ciencias Sociales, Febrero 2014, www.eumed.net/rev/cccss/27/disvalores-educacion.html

FINALIDAD COMPRENSIVA
En reflexiones anteriores expuse preocupaciones por determinados valores perennes y progresivos que, por desvaríos profesionales, continúo concibiendo como evolutivos (1).
Intentaré, ahora, avanzar sobre aquéllas mediante su aplicación concreta a un caso particular, merecedor de una insoslayable pregunta que nos formulan los europeos: ¿Cómo es posible que un país potencialmente rico en recursos como la Argentina se halle como se encuentra y se sumerge de modo cíclico y por sí, aproximadamente cada década, en reiteradas crisis?
Para dar una respuesta a tal interrogante, evocaré en este escrito, algo que garrapateara hacia 2005 y que, al releerlo, percibo conserva suma actualidad (2). Eso hablaría de un problema estructural que nos aqueja y que no comenzó en el siglo XXI ni en el XX siquiera. A mi muy modesto entender, se remonta a nuestra nacencia en 1810 y quizás a la colonia.
Lo que sigue, de particular dureza y con determinadas facetas hiperbólicas, persigue la bienhechora finalidad de sacudir la higuera en favor de un futuro mejor que hemos venido postergando con estulticia digna de mejor causa y que, sin embargo, no podemos seguir posponiendo en bien de las generaciones venideras.
DIAGNÓSTICO SIN CORTAPISA
En tanto hijo y nieto de inmigrantes italianos fui criado en el convencimiento de que el esfuerzo, el trabajo y el cultivo de determinados valores constituían la piedra angular de una convivencia civilizada abierta al progreso de todos y de cada uno.
El paso del tiempo pareció probar el acierto de esa receta ultramarina. No obstante, y aunque ya había habido indicios suficientes en contrario, se impuso la realidad: la única verdad, según Aristóleles1 .
Por todo ello, me referiré a este país singular, lejano y confín, cuyos habitantes cultivan una particular xenofobia exteriorizada en espasmódicos exabruptos; se jactan, asimismo, de carecer de problemas religiosos o raciales aunque practican una incesante discriminación y se ufanan, además, de pertenecer a un pueblo rico aunque se hayan empobrecido sobremanera.
Contradictorios hasta la extenuación, dicen provenir, en su mayoría, de otro continente, se sienten incómodos en el que les tocó en suerte y alientan repetidos sueños de retorno al sitio de procedencia de sus ancestros.
Más aún, reniegan de pertenecer a un terruño en el que han tratado de recrear, hasta que llegue el momento del regreso definitivo, muchos aspectos del paraíso supuestamente perdido.
Además, están convencidos de valer mucho más de lo que realmente valen  y, por lo tanto, de no ser reconocidos y justipreciados como corresponde.
Parido con dificultad en medio del contrabando y de asesinatos, dicho terruño padeció guerras civiles y anarquía, jamás se independizó de los poderes económicos mundiales de turno, abusó de la criminalidad, decidió seguir una errática política exterior y una irracional política interior consistente en un nietzscheano eterno retorno al punto de partida.
A pesar de tales desaguisados y de la peculiaridad de sus pobladores, ese pueblo no sólo sobrevive sino que irradió innovaciones en el continente en el que permanece temporalmente y, además, muestra periódicamente logros, individuales antes que colectivos, en variados campos del quehacer humano.
Excediendo este abracadabrante proceder alguna vez fue bautizado granero del mundo, primordialmente por parte de beneficiarios externos e internos que fueron, a la postre, sus verdugos.
La confusión entre Estado y Gobierno, el desdén por lo republicano y federal (perceptible en la práctica), la afición enfermiza por el mando, la tendencia negligente a no asumir cada cual las propias responsabilidades adjudicándolas a terceros y la oposición de las costumbres a las leyes lo fueron alejando de verdaderos comportamientos democráticos, los que han quedado reducidos a meras votaciones periódicas. Los valores que impidieron inicialmente su disgregación se desgajaron en forma paulatina bajo la influencia de aventureros, oportunistas, tránsfugas y especuladores quienes, de manera llamativa, han ejercido y ejercen una extraña fascinación en la población.
El actuar con rectitud, la valoración del trabajo con simultáneo regusto por la holganza (muchas veces alentada desde los gobernantes), la decencia, la honestidad, la idoneidad, el tesón y la voluntad que habían adquirido de manera muy trabajosa con la inmigración de europeos durante el siglo XIX y XX, se devaluaron rápidamente cuando un número significativo de sus pobladores decidió, entre otros, que era preferible recibir pasivamente o transitar la “vía rápida” a lograr con esfuerzo sus objetivos, que podían prescindir de la libertad de pensamiento y que el cinismo podía superar una ya objetable hipocresía.
La degradación los condujo hacia una mediocridad y una vacuidad en la que parecían vivir harto felices. Había habitantes de primera y de segunda y hasta secuestrados de distinta jerarquía. Entre ellos, sobresalían los VIP. Eso sí, nunca se supo a ciencia cierta si se trataba de Very Important Persons o de Very Inescrupulous Persons.
Esta descomposición valorativa devino campo propicio para que los truhanes y corruptos hicieran su agosto al amparo de la cada vez mayor atracción que generaban entre sus congéneres.
Como era dable esperar, una kakistocracia 2 pandillera se entronizó en aquella desdichada y ciclotímica comarca.
De allí que los correctos fueran descalificados y rechazados por acanallados, las personas de bien, tildadas de anacrónicas, llegaran a ser motivo de guasa y los cultores del desarrollo permanente, desautorizados.
En el altar de lo inservible fueron distorsionadas y/o quemadas palabras que pasaron a ser ponderadas contraproducentes. Así fueron deformados y/o incinerados vocablos como: urbanidad, educación, cultura, magnanimidad, decoro, dignidad, honestidad, decencia, capacidad, prestigio, responsabilidad, escrúpulos, solidaridad, disciplina, laboriosidad, orden, organización, esfuerzo, respeto, discreción, sensatez, creatividad, sensibilidad, trayectoria, tolerancia y generosidad, para no seguir abundando en tan penoso acontecer.
En ese contexto, una mayoría de desposeídos aceptaba periódicas migajas que les allegaban las autoridades de turno – de las que, además, eran sus víctimas y rehenes - tras de reclamarlas a viva voz por los medios de comunicación.
Los poderosos, lejos de constituir una verdadera dirigencia, se conformaban  en general con integrar un estrato voraz y parasitario y evadían impuestos con un sinfín de pretextos; gravámenes que, en el marco de un inicuo régimen impositivo, eran irrisorios para sus niveles de ingreso.
El relleno de ese emparedado tan impar lo componía una denominada clase media, en peligro de extinción pero orgullosa de su pasado, que ahora mantenía, de modo ciclópeo y perdidoso, tanto a los que sobrellevaban una supervivencia miserable cuanto a los que gozaban de una vida preñada de abundancias, a pesar de sus quejas permanentes.
Más allá de periódicos raptos de esperanza y de aparentes primaveras, no parece haber aún un definido final a la vista para estos adoradores del maná. El mandato: ¡Argentinos, a las cosas! que, en 1939, el pensador español José Ortega y Gasset refrendara en una conferencia dada en la ciudad de La Plata cayó en saco roto 3.
¿FINAL ESPERANZADOR?
Lo único que luce sensato es pensar que el destino del país de marras, lejano y confín, lo construirán sus propios pobladores, siempre y cuando no logren antes que se fragmente y desaparezca incorporado a algunos de sus vecinos limítrofes, algunos con ansias hegemónicas, imperiales y predadoras.
Y lo harán cuando abandonen aspiraciones imposibles, hagan a un lado visiones cortoplacistas, dejen de percibir a su tierra como territorio de paso, asuman sus correspondientes responsabilidades, se decidan a cambiar actitudes y comportamientos en todos los estratos sociales y desde la cúpula, que debe predicar con el ejemplo, a la base, y hagan renacer los valores culturales y éticos que hicieron cenizas sin dignidad alguna a cambio de efímeros beneficios (que resultan relevantes para un desarrollo sustentable, como tanto se agita por estos días). En fin, cuando, con tales valores como piedra angular den cuenta de la propia descomposición, no se subordinen a la usura ajena, tracen justas políticas distributivas, respeten y cumplan las normas, provean educación, salud y seguridad al conjunto y anulen enojosas prerrogativas en favor del bien común, y la idoneidad seria y debidamente acreditada prive por sobre los favoritismos y otros atropellos, de inciertos y aciagos resultados.
Más aún, cuando comprendan que nada les será dado mágicamente, que Dios no nació donde ellos, que no los salvará alguna cosecha récord y que tendrán que hacerlo solos, irremediablemente solos.
Como pertenezco a ese país al que quiero entrañablemente, lo antedicho me duele de idéntico modo. La dureza de los juicios enunciados tampoco me exime de responsabilidad en el diagnóstico ni me coloca como espectador sino como activo y responsable participante.
De allí que, con las reservas de saberme incluido en las generales de la ley lo que extirpa de raíz cualquier finalidad sentenciosa o moralizadora, estimo nos corresponderá controlar su crecimiento, desarrollo y maduración para que abandone sus arrebatos pueriles (el país jardín de infantes de María Elena Walsh) (3) así como sus contradicciones adolescentes para ingresar en una adulta y ya demasiado postergada madurez.
BIBLIOGRAFÍA

  1. D’OTTAVIO, AE (2013) “En búsqueda de valores evolutivos. Una mirada preliminar para su recuperación”Contribuciones a las Ciencias Sociales 20: 1-4. Disponible en Internet: http://www.eumed.net/rev/cccss/25/evolucion.html [acceso 20 de enero de 2014]  
  1. D’OTTAVIO, AE (2005) Discernimientos. Hacia una revalorización ético-cultural desde el lenguaje Rosario (Argentina): Corpus  Libros
  2. WALSH ME (1979) “Desventuras en el país Jardín de Infantes” Aparecido en Diario Clarín (Buenos Aires). Disponible en Internet: http://www.clarin.com/espectaculos/ completo-articulo-Desventuras-Jardin-Infantes_0_406759477.html

1 Como botón de muestra este pensamiento es meneado esencialmente por los seguidores de un presidente argentino que jamás aclaró su griego origen. La apropiación de lo ajeno es, precisamente, otro de nuestros disvalores

2 El gobierno de los peores. Término acuñado por el filósofo argentino Jorge García Venturini en su artículo Aristocracia y Democracia publicado en el diario La Prensa el 29 de diciembre de 1974

3 "¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal"