Contribuciones a las Ciencias Sociales
Diciembre 2013

ELITE, AUTORIDAD, TERRORISMO Y GLOBALIZACIÓN



Maximiliano E. Korstanje (CV)
maxikorstanje@arnet.com.ar
International Society for Philosophers

Resumen
El presente ensayo intenta explorar dos temas inter-conexos, pero que mantienen diferentes explicaciones. Por un lado el fin de la república como la conocemos, por el otro el miedo. Si la post-modernidad produce fragmentación y anomia para lograr subsistir, como es posible que el miedo mantenga unida a la sociedad. En perspectiva, es necesario comprender que las dictaduras apelan al miedo como forma adoctrinadora, pero también lo hacen las democracias. La desjerarquización del mundo social pone a todos los individuos en igualdad de condiciones, empero la imposición de la tragedia hace de la incertidumbre una forma de expropiación. La pregunta central que este ensayo intenta responder es, ¿la globalización es funcional o disfuncional a la elite financiera?, ¿es la globalización la que lleva a la dictadura?
Palabras claves: miedo, global, local, elite, poder, descomposición.


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Korstanje, M.: "Elite, autoridad, terrorismo y globalización", en Contribuciones a las Ciencias Sociales, Diciembre 2013, www.eumed.net/rev/cccss/26/terrorismo-globalizacion.html

¿Es la globalización un proceso disgregador y de descontrol para las sociedades? En el presente trabajo ponemos en discusión a tres autores, los cuales mediante su pensamiento pueden responder a esta pregunta. Geoffrey Skoll propone un modelo conceptual para comprender la necesidad de expansión de los imperios para evitar la implosión interna. En ese proceso, las barreras ético-morales del orden republicano se desvanecen dando lugar al pensamiento autoritario. Esta forma de pensar, se encuentra sustentada por los valores culturales de la aristocracia anglosajona en Estados Unidos.
Por el contrario, Baltzell Digby afirma que lejos de representar un corpus unido, la elite estadounidense se encuentra fragmentada producto de la destrucción de los lazos políticos entre el ciudadano y su representante. Si Skoll advierte que el miedo sienta las bases para generar la confianza necesaria para que el gobernante mantenga su autoridad, Baltzell prefiere comprender a la modernidad como un proceso caótico de des-unión. Para éste autor, el temor sería un signo de la descomposición mientras para Skoll sugiere la posibilidad de un instrumento dado a la elite por naturaleza política. El tercer autor, Zygmunt Bauman explica que la posmodernidad ha desjerarquizado a todos los grupos humanos por dos motivos centrales.
En primera instancia, el sujeto político (ciudadano) se ha transformado en un comodity, un producto del capital que lo produce. Si la época moderna se distinguía por la necesidad de producir bienes, la posmoderna produce personas sólo aptas para el consumo. En segundo lugar, este proceso de descomposición sitúa a todas las personas en la misma línea, hecho por el cual asistimos al fin de todas las jerarquías. El estado nacional es un mero producto consumible desde lo espectacular del show, como ser los juegos Olímpicos, pero lejos de ello, no tiene acción de control sobre el mercado.
Geoffrey Skoll, profesor emérito de Buffalo State Collage en su libro, la teoría del temor defiende la tesis de Wallerstein respecto al final del capitalismo. Condicionado por una dicotomía insalvable, el imperio estadounidense se encuentra, como el romano, en el dilema de seguir expandiéndose para no implosionar. El estados de caos se explica por la imposibilidad del sistema para poder ofrecer los reguladores institucionales necesarios que eviten el conflicto. Diversos casos sugieren que cuando el estado no puede contener el conflicto, se da una suerte de bifurcación institucional en donde no existe un solo discurso o solución al problema. Una de las grandes falencias de los grupos hegemónicos, en estos contextos, es que incluso sus prioridades y objetivos parecen entrar en una nebulosa que lleva a la sociedad a un estado de anomia. Las aristocracias no se encuentran interesadas en el bienestar del pueblo, sino en proteger sus propios intereses. La labor política no se transforma en un servicio a la comunidad, sino en todo lo contrario. El pueblo accede a ciertos beneficios sólo cuando la influencia del gobernante se encuentra en jaque por otro potencial gobernante. La demagogia del régimen capitalista intentará por todos los medios evitar el colapso social. Cuando ello no funcione, el temor se presenta como la última carta en un juego que empieza a ordenarse desde adentro.
Comparativamente con el orden feudal, el capitalismo tardío ha entrado en declive, y por eso ha iniciado un proceso de expansión militar y comercial como nunca antes. Empero, esta táctica sólo puede darle algunos minutos más de vida. La tesis central de Skoll es que el declinar del Estado recurre al temor como forma de disuasión interna. El temor es una de las herramientas más eficientes para lograr el adoctrinamiento de los súbditos. A través de la presente crisis financiera, Skoll agrega, el episodio del 11 de Septiembre puede ser comparado con el asalto al Reichstag en Alemania del 33 cuando por medio de un ataque preventivo, los líderes nazis impusieron una forma de pensar. El sentido impuesto de la tragedia expresada en las víctimas del WTC, al margen de sus causas y efectos, ha delineado un punto de inflexión en la historia mundial debido a que los líderes estadounidenses han recurrido al estado de incertidumbre como la condición de la intervención y la expropiación.
Las intervenciones en Medio Oriente alimentaron la demanda en las grandes ciudades y fagocitaron una política más agresiva en la expropiación de los recursos locales en los países conquistados. Sin lugar a dudas, la política del miedo creada por Estados Unidos y su guerra contra el terrorismo, se configura como un intento por mantener el poder de las clases privilegiadas. En momentos de incertidumbre, ciertos grupos acuden al miedo aprovechando los beneficios de su doble efecto, por un lado elimina el espíritu crítico, mientras por el otro estimula el consumo masivo (Skoll, 2010). Empero ¿cual es la relación entre el temor y la política?, ¿podemos pensar una política sin temor?.
Surge una gran contradicción en el mundo anglosajón (elite), que por un lado se reserva el derecho de pactar con regimenes autoritarios como el Saudi, empero recrea el sentido de la libertad para hacer expropiaciones que de otra forma serían rechazados. Skoll, en forma brillante, responde que Canadá, Australia y el Reino Unido no solo tienen un arquetipo cultural en común, sino que también forman parte de un mismo club de países que se niegan a colapsar. La dictadura comienza a gestarse dentro del seno de la elite anglosajona que no permite la inclusión de otros grupos humanos. Ello se debe a que tanto los límites y sanciones legales sobre ciertos crímenes como la tortura, y su aceptación aducen una contradicción al principio de libre determinación. Estados Unidos en calidad de país soberano, democrático y pujante se reserva el derecho para no ser intervenido por cualquier otro país. Los intereses de la elite socavan el principio de la civilidad puesto que dan demasiada atención a la lógica instrumental. Una vez caída la Unión Soviética, la falta de una contrafuerza lleva al republicanismo americano a no comprender los límites éticos de sus acciones. La democracia, para Skoll, no es el mejor gobierno posible sino el gobierno al cual la civilización ha llegado por constricción, por siglos de guerras y prohibiciones.  El argumento lleva a repensar las formas y prácticas de la hegemonía misma. Estados Unidos no comienza su declive por el terrorismo en sí, sino por la falta de una contrafuerza que límite sus posibilidades.
En discusión, la función del Estado es combinar el uso de la fuerza con la legitimidad que confiere el poder. En tiempos en los cuales el conflicto es limitado, el poder del Estado moderno se ancla en el consumo y el mercado, ya que ambas instituciones le confieren estabilidad. Sin embargo, en momentos de desorden, el Estado debe recurrir a la violencia como forma disuasiva para evitar la desintegración social. Si el mercado da gratificación al ciudadano para evitar el cambio social como mediador entre los hombres y el Estado, en momentos de inestabilidad, el miedo cumple esa función. Por tal motivo, todos los fascismos necesitan de la privación material y no solo ello, el líder emergente alude a crear enemigos y chivos expiatorios para llevar a cabo sus políticas de demagogia.
Luego de perpetrados los ataques al WTC, la lógica del fascismo despertó en los Estados Unidos de América, agrega Skoll. Este evento lejos de ser una tragedia nacional significó el punto de ajuste por el cual la dependencia financiera, producida décadas anteriores sentó las bases para la imposición de una dictadura global. En la década de los 90, Estados Unidos había recurrido a emitir préstamo a los países en vías de desarrollo con el fin de crear un sistema conectado de dependencia y poder liberarse de la inflación que implicaba la emisión sistemática de capital. Organismos de fama internacional como Fondo Monetario o el Banco Mundial, comenzaron a subordinar la política interna de ciertos países a la voluntad de EUA. No obstante, esta dependencia creó un sentimiento generalizado más vinculado al resentimiento, por parte de ciertas poblaciones locales, que al agradecimiento. El capital globalizado gestiona un estado liberal (supuestamente) democrático, el cual se caracteriza por ser calculado, racional y focalizado en el consumo cultural.
En este sentido, mientras los estados autoritarios coaccionaban sobre la diferencia, el liberalismo la silencia. Una de las mayores contribuciones de Skoll al estudio del terrorismo radica en re-cuestionarse los orígenes de la democracia moderna y su lento pasaje a la autocracia legislativa. No obstante, no todos los politólogos estadounidenses coinciden con el poder que mantiene la elite Anglo respecto su propia sociedad.
A diferencia de Skoll, Baltzell Digby  considera que ningún grupo aristocrático y hegemónico se forma por medio de la coacción eterna. A diferencia del modelo francés que encerrado en su propia soberbia excluyó a otros grupos puede contrastarse contra el modelo estadounidense. Si bien Baltzell Digby  no cuestiona el poder que adquiere la elite misma, considera que con el advenimiento de la modernidad su autoridad y funcionamiento han cambiado radicalmente. Los antiguos anglosajones protestantes, no solo se han renovado su influencia en otras étnicas como ser españoles, polacos e italianos, sino que además para poder sostenerse en el tiempo han admitido a otros grupos humanos. El mismo concepto de una elite anglosajona es por su tendencioso, por dos motivos centrales. Para los sesenta, ya los anglosajones estaban en inferioridad de condiciones para competir con otros colectivos que pujaban por entrar en los grandes clubes sociales. La ideología permite reciclar a las étnicas en pos de las ideas primigenias que ella misma sustenta. Precisamente, donde otros cientistas como Skoll ven, una intervención directa de las fuerzas de la modernidad, Baltzell Digby  comprende que existe una gran contradicción.

Si la modernidad implica la descomposición general del lazo social, es difícil aceptar que ese proceso no envuelva a los grupos privilegiados. Para respaldar sus tesis, Baltzell Digby  se sirve de un análisis exhaustivo del club Marquis who is Who in America que premia y reconoce el aporte de las principales personalidades estadounidenses. Desde esta perspectiva, es necesario mencionar, Baltzell Digby  advierte el origen étnico de aquellos que comienzan a formar parte de la aristocracia americana cambian de década a década como así también los patrones demográficos de sus respectivas familias. Empero existe un quiebre en los canales clásicos de la autoridad que lleva a los grupos privilegiados a perder su influencia sobre el resto de la población. La modernidad es caótica, y en su naturaleza no reconoce a ninguna elite, hermana a los hombres y los somete afectando seriamente todas las líneas de autoridad y ética. Ambos Skoll y Baltzell Digby, se encuentran preocupados por el mismo problema, el aumento de un nuevo orden capitalista que no reconoce diferencias, ni identidades. Pero cuando el primero sugiere que la cultura anglosajona recurre al temor como forma políticamente disuasoria para no perder el poder, el segundo cuestiona seriamente la existencia de una elite de origen Anglo.  

Por último pero no por ello menos importante, Zygmunt Bauman (2007) argumenta que el proceso de vigilancia y control del poscapitalismo ayuda a la sociedad a deshacerse de los elementos menos valiosos. Esta misma lógica hoy es aplicada al mundo del consumo. Diversos agentes que ya vienen fallados de fábrica ya sea por falta de crédito o por no tener el volumen necesario de capital, son desechados a espacios periféricos dentro del sistema de consumo. En forma similar a los departamentos migratorios de los Estados Nación que impulsan cierto de tipo de movilidad (turista), pero restringe otros tipos de desplazamiento (migrantes), el mercado establece visas, permisos para el arribo de capitales (Bauman, 2007; Korstanje, 2012). Si los inversores privados son protegidos por el estado, intentando regular la actividad de los trabajadores por medio de la huelga legal, miles de trabajadores con controlados por medio de la fuerza pública con el fin de conferirle a cada persona un valor específico. El sostén del régimen capitalista implica la existencia de un demandante y un oferente, pero el valor resultante de ese encuentro debe ser lo suficientemente atractivo para las dos partes. Por ese motivo, la interacción en el mercado fundamenta el valor de la mercancía producida. La modernidad, agrega Bauman, ha cambiado las reglas del juego. El estado hoy incapaz de mantener el orden si no es por la intervención del capital, deja a los inversores y la privatización del trabajo fijar las políticas de trabajo, determinar los contornos de la producción. No solo han privatizado el trabajo sino que además lo han terciarizado en manos de corporaciones internacionales (Bauman, 2007). En su libro La Sociedad sitiada, Bauman sugiere que el concepto mismo de sociedad se da por la necesidad de buscar un bien duradero para todos los miembros. No obstante, por algún motivo se ha dado una ruptura, un divorcio entre el estado y su autoridad. Dadas las circunstancias, las comunidades imaginarias se han dicotomizado y hoy rivalizan contra el Estado. Lo nacional se ha patrimonializado, comoditizado en productos que hoy son consumibles pero no confieren seguridad a sus ciudadanos. Desde el 11 de septiembre en adelante, ciertamente, el mundo ha cambiado (Bauman, 2011).

Estas nuevas comunidades globales se enfrentan a un aparato burocrático en su propio territorio. El Estado ya no tiene la potestad de administración, esto quiere decir, de tomar, controlar o distribuir recursos de un lado a otro del territorio acorde a sus intereses, sino queda sometido al arbitrio de los capitales. Pero ¿eso supone que lo nacional ha muerto para siempre? ¿Qué decir de las fiestas, los mundiales, los juegos olímpicos, no son muestras del poder de la nacionalidad sobre las conductas del hombre?, se pregunta Bauman. Su tesis central es que el poscapitalismo ha hecho que la sociedad quede sitiada frente a sí misma.

Hasta aquí, hemos discutido hasta que punto el mundo global ha cambiado no solo las formas de comercio, sino las pautas sobre las cuales se construyen las relaciones humanas. Todos los autores analizados mantienen sus similitudes y sus diferencias. Lo que para Skoll es la constitución discursiva de una forma hegemónica creada por el establishment anglosajón, para Baltzell Digby representa todo lo contrario. El orden capitalista desdibuja todas las líneas de jerarquía y autoridad, incluso los de la elite. Bauman propone un modelo actualizado que pone su foco en la microsociología del consumo. Su posición advierte un cambio radical en las relaciones de producción entre el hombre y la mercancía. La descomposición social no sería resultado de un pacto entre la elite anglosajona, ni producto de la modernidad. El ciudadano se ha transformado en un commodity, materia prima para el mercado que lo somete por medio del consumo.  

Desde nuestra perspectiva consideramos que el lazo social ya no es necesario, porque el mercado ha hecho del hombre su principal materia prima. Por lo tanto, la sociedad como tal ya no existe. La desjerarquización y la descomposición social son cuestiones que indican el fin del estado nacional, y el surgimiento de la globalización como nueva forma política. El temor no parece ser un instrumento que permite a la elite mantenerse, sino expandir las fronteras del estado nacional. Si la producción y el capital fueron los resortes del estado nacional y del aparato económico fordista, por medio del temor, hoy los grupos humanos se jerarquizan así mismos. La posición dentro de la comunidad queda determinada por los recursos del grupo para generar y mitigar los riesgos.

Niklas Luhmann (2006) sugiere que existe una diferencia sustancial entre un riesgo y una amenaza. Mientras la última es impuesta al sujeto sin que éste tenga posibilidad de evitar sus consecuencias, el riesgo implica una decisión previa sujeta al principio de contingencia. Aquellos que quedan excluidos del círculo de las decisiones, no enfrentan riesgos sino amenazas. Por general, quienes crear los riesgos nunca asumen sus consecuencias. En este sentido, observamos que es cuestionable afirmar que la modernidad rompe todo tipo de jerarquías como lo hacen Bauman o Baltzell. Las personas económicamente activas producen mayores riesgos que las pasivas. Si bien el principio de “reflexivilidad” en términos de Giddens (1991), explica parte del problema, la contratación de diversos seguros a diferentes tasas de capital demarca el status y la pertenencia de grupo. Si en la modernidad la mercancía y el capital eran dos de los aspectos más codiciados, en la sociedad posmoderna esa función la suple el sentido de seguridad. Todo riesgo apela a una estrategia de adaptación que le es propia. No solo el riesgo se corresponde con una construcción abstracta y anclada en el futuro, sino que confiere status y poder a quien puede mitigarlo. El mejor ejemplo para comprender como funciona el riesgo en el mundo posmoderno, es la contratación del seguro. Cuando un ciudadano recurre a una compañía de seguros para contratar una póliza, la amenaza aún no ha tomado forma. El peligro se encuentra enraizado en un tiempo futuro, que puede (según las condiciones) hacerse o no presente. Si el ciudadano elige no contratar el seguro, cualquier daño que sufriese queda bajo su responsabilidad económica. El seguro no se hace responsable de su padecimiento. Por ende, la persona debe anticiparse a la concreción de la amenaza por medio de la imaginación del peligro. A través del pago de cierto capital debitable mes a mes de la cuenta del cliente, el sujeto se siente seguro. Mientras las elites generan los riesgos y movilizan los recursos para poder reforzar su hegemonía, el resto de la población se limita a sufrirlos (Korstanje, 2008; 2010; 2012ª; 2012b; Skoll & Korstanje, 2012).  El riesgo, en términos de Beck, no configura sino que ordena las líneas de autoridad dentro una nueva sociedad.

Referencias
Baltzell Digby  E. 1991. The Protestant Establishment Revisited. NY, New Bunswick.

Bauman Z. 2007 Vida De Consumo. Buenos Aires, FCE.

Bauman, Z. 2011 La Sociedad Sitiada.Buenos Aires, FCE
Beck, Ulrich 1992 Risk Society: Towards a New Modernity. London: Sage
Giddens, A. 1990. The Consequences of Modernity. Stanford, CA: Stanford University Press.
Korstanje, M. 2008 “Vida de Consumo en Zygmunt Bauman”. Nómadas, revista crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Vol 20 (4): 1-8
Korstanje, M. 2010."Economía del Riesgo, un análisis crítico a la mirada de Ulrich Beck". Economía Sociedad Y Territorio. Vol. X (2): 275-281. El Colegio Mexiquense.
Korstanje, M. 2012a “Bases para comprender la economía del riesgo: modernidad, tabú y representaciones”. Revista Austral de Ciencias Sociales. Número 22: 5-24
Korstanje, M. 2012b. "Una introducción al pensamiento de Cass Sunstein". A Contracorriente. Una revista de Historial Social y Literatura de América Latina. Vol. 9 (3): 291-315. NC State University, USA
Luhmann, N. 2006. Sociología del Riesgo. Mexico, Universidad Iberoamericana

Skoll G. 2010 La Teoría Social del Temor: terror, tortura y muerte en el mundo post-capitalista. NY, Palgrave Macmillan.
Skoll, G. & Korstanje, M. 2012 "Risk, totemns, and Fetiches in Marx and Freud". Sincronia, Nueva Epoca. UDG. Vol. 1 (1): 1-20