Contribuciones a las Ciencias Sociales
Noviembre 2013

LA PARANOIA EN LA POLÍTICA ARGENTINA CONTEMPORÁNEA: GÉNESIS DE LA PERSONALIDAD KIRCHNERISTA



Maximiliano E. Korstanje (CV)
maxikorstanje@arnet.com.ar
International Society for Philosophers

Resumen
El Kirchnerismo desde 2003 ha irrumpido en la vida social y política de los argentinos, trayendo nuevas formas de ver la política. El presente ensayo objetivo (sin valoración previa) es un intento filosófico por comprender como se articula la “personalidad kirchnerista”. Desde una perspectiva exploratoria, coincidimos en señalar que existen en este tipo de personalidades aspectos positivos y negativos. Entre los primeros, tenemos el cuidado por el otro y la participación activa en la política. Entre los efectos disfuncionales, se observan una alta polarización y miradas esquizo-paranoides sobre la realidad. Cabe aclarar muchos simpatizantes del gobierno poseen los patrones de una PK, mientras muchos militantes o políticos ideológicamente no convencidos pueden no tenerla.

Palabras Claves. Personalidad, Kirchnerismo, Realidad, Política, Fragmentación.

Abstract
From a couple of years back, the kirchnerism has invaded the social and political life of Argentina, bringing new ways of living the public space. This present essay-review, which we want to lead to an unbiased view, is aimed at exploring how the personality can be structured by politics. This represents an attempt to understand the kirchnerista personality highlighting its most negative and positive aspects. We say positive simply because this movement encouraged the care of others as well as the militancy but at some extent, it leads to a bipolar dichotomization of opinion which jeopardizes the sense of reality. This is conducive to a much broader paranoical view of the world.  Let clarify that many proponents of Kirchnerismo may follow the pattern of PK while, in contrast, many politicians or activists who are ideologically unconvinced may not adjust to PK-


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Korstanje, M.: "La paranoia en la política Argentina contemporánea: génesis de la personalidad Kirchnerista", en Contribuciones a las Ciencias Sociales, Noviembre 2013, www.eumed.net/rev/cccss/26/kirchnerismo.html

Introducción
Luego del abandono de la candidatura presidencial por parte del Dr. Carlos Menem (1989-1999), el Dr. Néstor Kirchner (2003-2007) es elegido como presidente de los argentinos, ejercicio de la presidencia que es retomado por su mujer Cristina Fernández de Kirchner (2007-a hoy) por dos mandatos consecutivos electa en voto popular. Mucho se ha escrito y dicho sobre el proceso kirchnerista (Calvo, 2005; Feldfeber & Gluz, 2011; Ponce, 2006; Malamud, De Luca y Allesandro, 2011; Sebreli, 2006; Gomez & Recio, 2005; Bonnet, 2007; Moreira & Barbosa, 2011; Korstanje, 2009; Kitzberger, 2011; Cieza y González, 2005; Jozami, 2009; Sleiman, 2013). F. Rositano (2012) explica que el estilo de liderazgo kirchnerista persigue una lógica neo-decisionista en tanto que transmutación del menemismo, continúa como un proceso abierto, indefinido. Analizando diferentes formas de liderazgo en el contexto democrático, el autor sugiere además que los conceptos de salvación y re-fundación son de importancia sustancial a la hora de comprender el fenómeno. La política argentina es por demás susceptible de ser influenciada por la personalidad del caudillo. El kirchenirsmo proporcionó ciertas ideas de fortalecimiento institucional por medio de la participación pero afectó seriamente la gobernabilidad y autonomía del parlamento.

A favor o en contra, detractores o firmes militantes del gobierno, lo cierto es que el kirchnerismo ha traído consigo una nueva forma de ver y aplicar la política, ha despertado en parte de la ciudadanía esperanza, conflicto y miedo (Korstanje, 2011). Esperanza porque le da al ciudadano medio un motivo para participar en las charlas, debates y militancias políticas, aunque lo excluya de los círculos de decisión dura en lo que concierne a políticas públicas. Conflicto debido a que establece, como nunca antes, una noción bi-partita de la realidad. Por último, el temor porque introduce una forma ideológica de pensamiento donde quien la recibe se encuentra en una dicotomía, abandonar el kirchnerismo y retornar al infierno del 2001, o militar (que es batallar) por el bienestar de la nación. Empero, esta batalla no nace de la convicción sino del miedo que regula la frustración psicológica.

En perspectiva, no se puede afirmar que todos aquellos que participan en política dentro del partido, “Frente Para la Victoria1 ”, comulgan y son adeptos a la forma de pensamiento del mismo. Tampoco puede hablarse de un kirchnerismo puro. Es importante soslayar que existen indicadores fuerza que nos hablan, a grandes rasgos, de una personalidad política específica que merece (objetivamente) ser examinada. Para ello, nos hemos servido de cinco axiomas centrales que resumen la forma de pensar del partido.

Si bien no comparamos al kirchnerismo, en esta fase, directamente al totalitarismo, establecemos como válidas las categorías de Adorno sobre la “personalidad autoritaria”. Dicha tesis apunta la personalidad se construye por medio de las normas dadas por los padres, y criterios de adaptación. Todo movimiento represivo, implica una redirección de los impulsos básicos de los ciudadanos hacia formas sublimadas de hacer política. Aquellas socializadas en espacios disciplinarios estrictos tenderán a ejercer mayor control y posesión sobre otros (Adorno y Horkheimer, 1966; Adorno y otros, 1950). Para medir como funciona esta personalidad, Adorno introduce su famosa Escala F.  Según el filósofo, el instrumento mediría las tendencias pre-fascistas en los entrevistados. A pesar de la fuerte crítica recibida2 , su idea de una personalidad política permanece latente en el pensamiento occidental. Existe una bibliografía importante respecto al rol que juega la personalidad y en la forma de ver el mundo (Brown, 1998; Bettelheim y Janowitz, 1975; Clark, 1968; Allport, 1997). Korstanje (2009) (ha demostrado como ciertos componentes sociales como estereotipos y prejuicios se trasladan a figuras presidenciales o de autoridad. Criterios de separación y exclusión pueden no solo estar enraizados en un discurso social amplio, sino que modificar pequeñas aspectos de la personalidad3 .

Conceptualizar la Personalidad
La creación de la personalidad se le debe a la psicología (McCary, 1959). Su función original ha sido la conjunción de diversos elementos y rasgos repetibles que permitan, bajo estudio científico, predecir, explicar ciertas propensiones y su peso final sobre otras. En estos términos, si la personalidad se ha transformado en una construcción continua, lo inexplicable pasa a ser parte del “inconciente”. Ambos, de uno y otro lado intentan reflejar la relación existente entre el self y la gratificación. En ese juego, la experiencia pasada ejerce una presión significativa en la forma de percibir los eventos. Lo percibido es reciclado acorde a una andamiaje cognitivo y emocional previo, formado a través de la estructura de la personalidad. Por ese motivo, arriesgamos mientras otros son más conservadores, o elegimos una opción mientras otros escogen otra. Cuando la imagen del propio se encuentra tan distorsionada que puede entrar en peligro su estabilidad, la represión pone al sistema en equilibrio. En la teoría psicoanalítica la represión serían antes que nada, un mecanismo defensivo útil y necesario para lograr estabilidad (Bellak, 1959).

Siguiendo esta explicación, podemos entonces sacar dos conclusiones, la primera y más importante, es que el sentido de la realidad se percibe acorde a la estructura de la personalidad. Segundo, cualquier ataque al ego es respondido mediante un mecanismo de ajuste defensivo, como por ejemplo la negación. 

Otra de las autoridades en el tema, Raymond Cattell afirma que la psicología debería consolidarse en la creación de escalas que permitan la medición de la personalidad. La comprensión del acto se corresponde con la posibilidad de desagregar el comportamiento en unidades estables de análisis, características comparables y homologables entre diversas estructuras. Por ende, la figura de la personalidad no solo permite tales comparaciones, sino que permite inferencias entre diversos niveles estructurales. Por ejemplo, una liberaría corresponde a una unidad mayor que un libro. Ambos, espitemológicamente, forman parte del mismo sistema pero ocupan diversos roles y funciones. La personalidad permite comprender un sistema amplio del comportamiento humano. Por este motivo, la creación de la personalidad por parte de la psicología llevaría a clasificaciones específicas sobre tipos derivados del análisis científico. Según su desarrollo, la paranoia puede transformarse en una característica de la personalidad. Tres aspectos definen la propensión de una estructura a la paranoia, a) recelo, b) vergüenza y c) sospecha (Cattell, 1959). Cattell deja entrever que la personalidad, siempre individual, se forma acorde a factores y valores que son culturales.

En el Miedo a La Liberad, Erich Fromm (2005) ensaya lo que podrían ser las bases conceptuales de la psicología social. Conmocionado por la experiencia de los totalitarismos en Europa, Fromm argumenta convincentemente que los mismos factores que influyen en la formación de una personalidad individual, coadyuvan para la creación de una personalidad social. El protestantismo ha desarrollado una tendencia a concebir el mundo como algo hostil, combinando una fuerte dependencia por la autoridad con trazos sádicos en la personalidad. Como resultado, no es extraño observar la ascensión de Adolfo Hitler dentro del pueblo alemán, cuya religión predominante era el protestantismo luterano. Una nación entera podría aceptar a un líder totalitario de la misma forma que lo haría una personalidad mutilada o deteriorada.

La llamada teoría del apego ha experimentado satisfactoriamente con dos variables esenciales a la autoridad política, el territorio y la figura materna. Desde los primeros pasos de Bowlby, diversos estudios han enfatizado en que una personalidad ansiosa deriva en diversas patologías (Main, 2001; Feeney & Cassidy, 2003; Bowlby, 1986; 1989; Water et al, 2002; Water & Cummings, 2000)4 . Una de las cuestiones más importantes de este corpus teórico es la posibilidad de explorar nuevos horizontes en lo social y lo político, siguiendo los tipos construidos por Bowlby.  Los subtipos de apego “seguro”, “evitativo” y ambivalente fueron probados en grandes poblaciones de individuos por Lyons-Ruth (1986) y Tapia Mendez y González Bravo, 2002). Según los investigadores es posible, en base a ciertos aspectos de la personalidad individual, inferir patrones que midan tendencias completas y comparaciones fidedignas entre países o grupos etéreos más amplios. Cada nacionalidad habría desarrollado, acorde a su historia, patrones de apego diferentes.

Margaret Mead (1959) considera que la personalidad es antes que nada, una construcción occidental centrada en valores capitalistas específicos. Lejos de validar el paradigma biológico, Mead insiste en que la cultura condiciona a los seres humanos a vivir según sus condiciones adaptativas, y que estas expresiones no solo varían en el tiempo sino que desafían la lógica genética. Los factores que son aceptados en una cultura sino repelidos en otras. Por ejemplo, la capacidad de contar no se explica por como se organiza el sistema cerebral lógico-formal sino por la socialización de los valores occidentales que sustentan la matemática. Su definición de personalidad excede los particularismos como el género, la inteligencia y otra característica. De hecho, Mead prefiere no hablar de subcultura. Para ella la cultura es compartida por todos los miembros de la sociedad. La personalidad es comprendida entonces como un modelo completo de conducta que se fundamenta en la constitución de un temperamento, luego de ser socializado en una comunidad con sus valores y sentidos. Esta socialización condiciona la forma de ver el mundo al punto de que ciertas experiencias son retenidas y otras olvidadas. El carácter nacional (national caracther) sería la convergencia entre las normas educativas, la socialización del niño y su interacción con otras personas dentro de una cultura determinada. La sedimentación de diversas costumbres, prácticas y experiencias condicionan este carácter colectivo.

La filósofa argentina, Alicia Entel sugiere la idea que los golpes militares del 76/82 han creado una ruptura en la lógica política modificando caracteres esenciales de la personalidad social de los argentinos como ser el temor y la indiferencia por lo político. Si bien ella no usa la palabra personalidad, emplea vocablos traídos del psicoanálisis (Entel, 2007). Por su parte, Susana Murillo no solo valida las hipótesis de Entel sino que asegura que la desconfianza política sería un instrumento de adoctrinamiento utilizado por las elites financieras internacionales (Consenso por apatía). Entre otras cuestiones, la eficacia del Consenso de Washington radica en combinar regimenes de dictadura feroz para reducir las voces disidentes, con democracias corporativas para estimular la necesidad de consumo. La apatía por lo político ha sido producto de una modificación sustancial en toda América Latina, la cual fue originalmente introducida por las sangrientas dictaduras militares que operaron entre los setenta y ochenta, a la vez que por las diversas y repetidas decepciones económicas traídas por las democracias en la región. Si el terror político fundó las bases para el no compromiso político, la desregulación del estado (acaecido con la democracia en las décadas posteriores) ha creado un clima de escepticismo político latente que se recluye en la utopía de lo privado. Ambas combinaciones han modificado substancialmente la forma en que los ciudadanos ven la autoridad y lo político (Murillo, 2008).  

Lo político y la personalidad
B. Susser (1992) afirma que la racionalización de lo político desde Hobbes implica comprender al sistema social como una conjunción de voluntades individuales y subjetivas que exclusivamente dialogan resignando su propio interés; la democracia “conservadora” debe ser una opción frente al fanatismo político, donde las instituciones se fusionan en beneficio de un grupo minoritario. La característica principal de la democracia no es la eficacia sino la deliberación. Por su parte, D. Easton escribe que el origen de la política como ciencia nace de un impedimento, de una obstrucción. Desde el momento que el ciudadano no conoce las barreras éticas de la vida política por estar principalmente alejado de ella, el estudio del comportamiento político ayudaría a comprender las matrices de poder (Easton, 1992). Todo el mundo político se debate en la dicotomía entre democracia y búsqueda de poder. Pero es difícil poder articularlos en la práctica.

H. Arendt fue una de las primeras en vislumbrar como ciertas formas de gobierno anulan y recanalizan las frustraciones de las personas en su beneficio. Ella se hace eco de la pregunta, ¿Cómo puede ser que intelectuales brillantes como Schmitt o Heidegger adhirieran al nazismo?. Arendt supone que el contractualismo hobbesiano que define al estado como el freno temporal de la guerra de todos contra todos, es cuestionable. Lo político, por el contrario, debe trascender la violencia. Cuando un órgano ejerce violencia todos los miembros de la sociedad se hacen iguales ante quien coacciona. Es importante entonces comprender que violencia y poder no son lo mismo. Para ello, necesario se torna ejercer el poder pero no coactivamente, sino como una forma de libertad vinculando acción con idea (praxis política). Entiéndase bien, el poder no es la capacidad de sumisión del otro sino la convergencia de idea y acto en donde deviene la existencia humana misma y su capacidad de progreso. El hombre tiene la habilidad de dudar de sí mismo y del mundo, ejerciendo la desconfianza, no como imposibilidad sino como forma predictiva que anticipa un peligro próximo. La promesa pretende dominar la doble duda humana (consigo y con la naturaleza) como opción para adueñarse de uno mismo (Arendt, 1998).

Si el absolutismo es una construcción cosificadora propia del hedonismo, entonces el capitalismo institucionaliza esa alienación haciendo del cuerpo un objeto pasivo orientado hacia el trabajo. Esta forma progresiva de dominación, crea seres alienados adecuando sus sentidos humanos a la relatividad moral (el fin se justifica acorde al objetivo). Cuando todos los miembros de un grupo alcanzan la igualdad, su centro de poder se vacía. La impersonalidad erosiona las bases críticas del individuo, transformándolo en un sujeto sin voluntad política. Arendt, reconoce que la Reforma protestante ha sido en parte la responsable de fomentar en el hombre una obsesión por la propiedad privada; pero aduce, el absolutismo se transforma en totalitarismo cuando la agencia misma del hombre es anulada (Arendt, 1997).

En los Orígenes del totalitarismo Arendt explica que la lógica racional, por instrumental, no es suficiente para frenar los avances totalitarios, incluso hasta es funcional a ellos. Los intelectuales desarrollan sus teorías de espalda al mundo, olvidados y degradados por el sistema social. La indiferencia política es considerada una forma de traición para la mente totalitaria. Con la ruptura del sistema de clases, murieron también gran parte de los partidos europeos y la posibilidad de mejorar la acción deliberativa. Ese fue el motivo por el cual, incluso los más ilustrados se vieron desprovistos de crítica y se abandonaron a la masa. Arendt, en este punto, indaga sobre las fuerzas sociales que fundamentaron el nazismo/estalinismo y no sobre la filosofía hermenéutica del sujeto. Este salto cualitativo es de importancia para seguir la lectura que hacen la autora sobre los totalitarismos. Más todavía ¿por qué la educación no fue una barrera para frenar la barbarie?. La característica del “hombre-masa” es precisamente su falta de apego a los grupos y sus estatutos. La dicotomización o fragmentación social producida por la modernidad aceleró el sentimiento de desamparo que fue corregido por una fe ciega, de obediencia extrema y de odio hacia si mismos como nunca antes se vio, todos ellos sentimientos dispersos y articulados por imposición de la ideología. Esta última opera en todos los niveles de la acción social, pero mayor éxito consigue cuando los vínculos están disgregados y disminuido el yo (Arendt, 1997; 1998; 1987). Uno de los legados principales del pensamiento de Arendt, es la vinculación entre fuerzas sociales y su efecto sobre las personalidades subjetivas. A tal fin, se orquestan diversos mecanismos de adoctrinamiento que van desde la educación hasta el miedo.     

Por último pero no por ello menos importante, Nevitt Sanford (1959) explica que la disposición de la personalidad se forma a través de su adaptación al entorno. El estimulo del medio elabora una respuesta que permite ajustes internos, y de esa forma desarrolla una visión autónoma del mundo. Uno de los principales hallazgos de Adorno y “la personalidad autoritaria ha sido la comprensión de cómo estas transacciones fundamentan un carácter que frente a diversas frustraciones depositan su lealtad en una figura de mayor autoridad. La personalidad autoritaria sería una falla adaptativa del ego al medio.  Este tipo de personalidades buscan someterse ante un líder más fuerte, exacerbando sus condiciones personales de una forma irracional. Lo que busca en realidad el autoritario no es el equilibrio, sino la sumisión de sí y de otros. Por otro lado, su desprecio y violencia se dirige hacia los llamados “inferiores” o “los débiles”. Las personas que durante su edad temprana han sido sometidas a castigos severos e innecesarios tienen mayores posibilidades de desarrollar un tipo de personalidad autoritaria. No obstante, una de las cuestiones que los autoritarios no pueden resolver es el tema de la introspección que lleva a la responsabilidad individual. Carentes de toda autocrítica, confieren a fuerzas más poderosas, la mayoría de ellas sobrenaturales o nacidas del complot internacional, la responsabilidad moral no asumida por ellos. Parte de sus características son resumidas por Stanford como siguen:

  • Depositan excesiva fe y ciega obediencia a un líder.
  • Buscan la autoridad como forma de relación
  • Carecen de autocrítica
  • Explican el mundo por medio de grandes eventos, o fuerzas sobrenaturales.
  • Poseen pensamiento mágico
  • Sienten desprecio por quienes consideran inferiores.
  • Consideran la debilidad como un defecto y la fortaleza como un atributo.
  • Sus impulsos autodestructivos los llevan hacia la flagelación o inmolación.
  • En ocasiones son cínicos y paranoicos.
  • Tienden a ver el mundo como agresivo, corrupto u hostil.
  • Son instrumentales, consideran que la regla y el objetivo están por sobre las personas.

 
En perspectiva, los estudios en psicología política apuntan que las características psicológicas de los líderes impactan, moldean y producen formas estereotipadas de comportamiento en toda la organización (Grint, 2001; Knutson et al, 1973; Tucker, 1995; Pierce & Newstrom, 2003); escribe Delgado Fernández, el liderazgo en general ofrece elementos teóricos sólidos para comprender como la gente se comporta. En particular, el político debe ser estudiado como un proceso que no se circunscribe sólo al líder político sino a otros aspectos sociales también. La habilidad del liderazgo confluye en la posibilidad de captar lo que necesitan los potenciales seguidores, de crear un mensaje convincente que aborde las expectativas del grupo, aprovechando y coordinando los conocimientos previos pre-existentes en forma de un todo coherente  (Delgado Fernández, 2004). En vistas de esta definición, podemos entonces comenzar a explicar como funciona y los elementos centrales de la “personalidad kirchnerista”, si bien cabe aclarar se dan otros más, estos son los de mayor representatividad.

Discusión metodológica
Los resultados de la presente investigación fueron recopilados desde 2006 a 2013 y sintetizan 500 horas de grabación de un contacto repetido, al cual llamaremos X. Este contacto es un trabajador dedicado al área de servicios, con residencia en la ciudad de Buenos Aires, cuya adscripción al kirchnerismo es (a grandes rasgos) completa. Cabe mencionar, que si bien no se encuentra afiliado ni asociado políticamente al Frente para la victoria (FPV), sus argumentos y razones fueron de vital importancia para construir como funciona la personalidad kirchnerista. El sr. X no milita en política, debido a que maneja una agenda muy estrecha los fines de semana, aunque no dubita en demostrar que viene de una familia peronista. Sus conclusiones son producto de lo que accede a través de los periódicos El Argentino, Tiempo Argentino y los programas televisivos Bajada de Línea conducido por Víctor H. Morales, Duro de Domar y 6/7/8, y de su debate con otros compañeros de trabajo. Para el Sr. X el debate es una fase positiva de la política. Su padre murió cuando el era muy joven y su madre enfermo gravemente en su adolescencia. Luego de dos matrimonios fallidos, hoy disfruta de su mujer y su hijo. En sus proyectos, no se ve la idea de tener más hijos pues considera que sólo puede darle atención a uno. Se considera muy ansioso y miedoso cuando se trata de enfermedades potencialmente graves. Entre uno de sus temores fundamentales se encuentran el miedo a no tener trabajo, y a la seguridad familiar, considera que el trabajo es la única manera de vencer a la delincuencia y al crimen que según él azota a la Argentina moderna. La mujer no es tenida en cuenta como sujeto a proteger, ese lugar lo ocupa el hijo. Entre sus mayores miedos se encuentra el morir de un paro cardiaco como su padre, hecho por el cual se cuida en sus comidas, se declara abstemio, y realiza ejercicio físico al menos tres veces por semana. El señor X considera a la oligarquía argentina como responsable directa del atraso económico argentino a favor de las grandes potencias europeas. Este caso, aun cuando, no es representativo de otras unidades de análisis nos permite inferir en exploraciones descriptivas importantes que deben ser profundizadas. El rol del observador de campo ha sido encubierto para lograr una mejor descripción, sin emitir en ningún momento juicio político alguno5 .

Axioma 1 – La debilidad.
Al igual que el dogma cristiano, el kirchenirismo establece un concepto de debilidad que le da privilegios frente a los poderosos 6. El débil es, antes que nada, una persona sufriente que debe ser “protegida”. De todos los actores sociales que componen el rico andamiaje social de una comunidad, el pobre cumple con todos los requisitos del débil. Las políticas y la forma de ver el mundo en este tipo de personalidades, anteponen la idea de ayudar al que menos tiene, de protegerlo, de intervenir en aquellas fallas que puedan agravar su condición. El concepto de intervención es de vital importancia en contextos de injusticia y desigualdad. Para que estos actores (los pobres) puedan ser fácilmente homologables es necesario ponerlos en un contexto y adoptar un discurso hacia ellos. El pobre de hoy, es el desaparecido de ayer. El mundo en la PK es un lugar hostil donde el fuerte se come al débil, o en el mejor de los casos lo somete a su propio arbitrio. Existen formas hegemónicas de dominación y sutiles. Entre las primeras se encuentran el ejercicio de la violencia cuyo ejemplo paradigmático es el golpe de estado, entre las sutiles están el achicamiento del estado, la deuda externa, el crédito financiero, y todas aquellas reglas económicas que le quiten autonomía a una nación. 

Las sangrientas dictaduras que sacudieron al país entre 1976-1982 dejaron miles de desaparecidos y muchos interrogantes con se fueron con ellos. El desaparecido es antes que nada, una persona que no tiene cuerpo físico, pero que persiste en la memoria. Obviamente que no ha desaparecido, sino que fue secuestrado y asesinado por el Estado argentino. Para evocar la figura de los desaparecidos se requieren dos variables: a) una forma histórica construida políticamente a la cual llamaremos memoria, y b) un estricto control punitivo sobre quienes llevaron a cabo dichas campañas. El desaparecido, antes que otra cosa, es una entidad vulnerada por el mismo estado. Hoy el desaparecido funciona como un mediador entre el hombre y los dioses, entre el ciudadano y su gobierno, es lo que los antropólogos llaman la apoteosis del héroe.  El gobierno hoy habla a través de la victimización. Para el pensamiento kirchnerista, el desaparecido adquiere un carácter casi sagrado por el motivo mismo que explica su desaparición, era un luchador social a favor del pueblo de los más vulnerables, los pobres. El poder centralizado en la junta militar secuestró, torturó e hizo desaparecer a miles de argentinos por su forma de pensar, y de plantear la política. Devolverle al pueblo ese contexto político constante de conflicto entre pobres y ricos, débiles y fuertes, dominadores y dominados es el objetivo último de la política (doctrina hobbesiana instrumental). Como veremos este axioma adquiere un ribete positivo y otro negativo. El positivo se refiere la posibilidad de hacerle creer al ciudadano medio que está siendo parte de algo importante que trasciende a la historia misma. Claro que, si estos factores no son regulados, la Personalidad kirchnerista (de ahora en más PK) cae en la degradación de su propia construcción, en la paranoia.

Axioma 2 – La Paranoia
Técnicamente, la paranoia se la define como un trastorno psíquico derivado de la neurosis (Duro, 1991). Todos en algún momento de nuestras vidas experimentamos paranoia o manía. Ella predispone a la persona a sentir estados angustiantes de conflicto por el cual se dirime la existencia en base a constantes persecuciones (manía persecutoria). Las diversas persecuciones pueden ir acompañadas de los “delirios de grandeza”. La explicación de la neurosis paranoica es que se fundamenta en actos que son irreales, pero que en el paciente adquieren fuerza de real.    En otros términos, el yo se regula en cuanto a un alter-ego que lo enfrenta. En la paranoia la culpa de las acciones las tiene el otro, mientras en la manía la culpa se anula llevando a estados de frenetismo. De las neurosis disponibles en el lenguaje psiquiátrico, la paranoia es una de las más difíciles de tratar debido a que se fundamenta en el “ataque preventivo”. La personalidad paranoica es por naturaleza insegura y vulnerable.

Uno de los primeros analistas políticos que recurrieron a la palabra “patología” para describir la teoría conspirativa, fue Richard Hofstadter, quien consideraba a la paranoia una forma degenerativa que envicia la percepción del mundo. No obstante, otros examinadores en forma reciente como David Kelman (2012) enfatizan en una relación entre la conspiración y lo político más natural. Kelman atraviesa el mundo de la literatura y la política para establecer una explicación seria del rol de la teoría conspirativa en las narrativas modernas. El especialista sugiere que lejos de ser una construcción degenerativa, la conspiración es parte misma de la política. A la vez que una parte de la historia, la oficial, nos cuenta una suerte de causalidad, hay otra paralela que nos advierte en dirección contrario. Los elementos de ambas historias son los mismos, lo que cambia son sus respectivas causalidades. El secreto funciona como un punto de intersección entre el comienzo y final de narrativa. En otras palabras, al mismo momento que la política establece un discurso, la conspiración se encuentra lista a minar las bases de ese mismo discurso. Como resultado, la política en lucha constante de intereses parece renovarse por medio de la teoría conspirativa. No obstante, esta historia de tramas y secretos nunca toma forma real sino sólo a través de la imaginación. Ella permite crear dos mundos, nosotros y ellos. Por ese motivo, la seguridad de la comunidad parece siempre sujeta a la manipulación discursiva de un supuesto complot cuya peligrosidad es enunciable pero incontrastable. Ciertamente, la tesis conspirativa funciona por medio de un goteo imaginativo, en donde la causa y el efecto son probablemente fabricados por el narrador. A diferencia de Hofstadter, Kelman sugiere que aducir una condición patológica de la personalidad a la paranoia, es silenciar cualquier tipo de reclamo que desafía el orden del estatus quo.

Cabe aclarar, la paranoia no es condición de la personalidad, es decir no existe una personalidad de tipo paranoica, sino que se corresponde con un proceso de adaptación. La paranoia es el resultado de una personalidad mutilada que busca regular la frustración a través de una explicación o justificación. El ego, dependiendo del estimulo del alter, puede alternar tres respuestas posibles, a) indiferencia, b) hostilidad y c) aceptación.  En el fondo, el ego se orienta hacia una tarea, y responde con la frustración cuando los resultados no son los esperables. La paranoia permite crear una versión de causa-efecto, distanciada del principio de realidad, que da sentido a ese sentimiento de frustración. Si el círculo vicioso de la neurosis paranoica no se rompe, el ego cae en una realidad fantástica que puede moldear acorde a sus deseos.  Toda evidencia que intente alterar esa realidad construida aumenta la posibilidad de hostilidad. De las neurosis, la paranoica es la más negativa pues en algunos casos lleva a la persona a emprender ataques preventivos hacia supuestos enemigos que no existen.

De la misma manera, la PK establece el diálogo en la arena política a través de la imposición de un binomio amigo-enemigo. El amigo representa todo lo bueno, lo idílico del mundo político, mientras el enemigo es la conjunción de todo lo corrupto. El concepto de corrupción adquiere no solo una connotación negativa, sino que asume un proceso moral de declive. Si bien existen diversas variaciones respecto al tratamiento que la PK hace sobre el enemigo, a veces invocando su destrucción pero en la mayoría de los casos conviviendo con él, lo cierto es que el concepto es funcional a la creación de una disciplina interna suficiente para mantener las lealtades del endo-grupo. El enemigo es en parte el poder económico encarnado en el neoliberalismo pero también otras figuras que han sido parte del FPV en el pasado como Julios Cobos, Daniel Scioli, Hugo Moyano etc. La idea de persistir en la batalla por el bienestar del pueblo alimenta el discurso político de la PK, pero sin un enemigo visible esa idea se desvanece por el aire.

La articulación discursiva del Frente para la Victoria descansa sobre otra segunda gran paradoja, la presencia de lo que desea destruir es la base de lo que es. Por tanto persistir, implica perdonar. Por ese motivo, es necesario crear, inventar y reinventar luchas idílicas contra enemigos que no se destruyen en la realidad. Debido a que esa construcción es la que moviliza todo el recurso energético de la paranoia en la PK, es imposible que sea silenciada por completo. Lo que la PK evoca es la necesidad de un trágico fin, propia de un héroe como Cristo, Gilgamesh, Aquiles o Mel Gibson en Corazón Valiente. La lógica del final trágico es simple a grandes rasgos, si un poder superior al cual se lo diagrama como maligno, se encarga de dañar a la voz del pueblo, entonces este signo es suficiente para interpretar que estamos en el camino correcto. Los medios de comunicación marcados como hegemónicos permiten crear un doble juego donde se evoca un peligro inexistente para legitimar prácticas que de otra forma serían rechazadas (sentido de emergencia). Esta forma de ver el mundo permite estructurar el tercer axioma, véase la idea de que se puede opinar y que los enemigos políticos en democracia también deben ser protegidos.

Para explicar esta gran incongruencia sin que el sistema discursivo sea seriamente dañado, el militante acude a la palabra “traidor”. El traidor es sinónimo de un igual que habiendo formado filas con el FPV, ha por el motivo que sea, decidido pasarse al bando del enemigo. La figura del traidor es opuesta a la del ferviente militante, aquel que entrega todo por la causa común7 .

Axioma 3 – La Democracia
Si uno escudriña en las raíces y evolución histórica de la democracia, se da cuenta que es una construcción moderna nacida de la Inglaterra industrial. Existe cierto paralelismo entre la democracia y el capitalismo que muchos analistas han examinado con detenimiento (Castoriadis, 2006; Lipset, 1988; Castel, 1997; Korstanje, 2013).  La PK salta desde un abismo conceptual enorme, de dos graves errores intelectuales latinoamericanos. El primero es creer que la democracia moderna es el mejor modelo de política posible, y el segundo, supone que el estado es la cuna y base superior de toda forma política (cuando en realidad es una expresión entre tantas otras como el cacicazgo o el anarquismo). Como bien resuelve Korstanje (2013), la democracia griega no autorizaba elecciones regulares ni mucho menos, la autoridad del rey era absoluta. No obstante, todos “los hombres libres” mantenían el derecho de abolir una ley si la consideraban injusta. Este es la piedra de apoyo de la democracia. No obstante, la revolución anglo-industrial introdujo una nueva forma corporativa de ver la democracia donde lo importante estaba supeditado a lo urgente y al estado de necesidad constante. Nace el capitalismo, con sus tres pilares más fuertes, el libre mercado, la democracia y el estado nación. El primero regulariza las solidaridades acorde a la introducción de la necesidad psicológica como forma efectiva de cooptación. El segundo sienta las bases para destruir las antiguas instituciones medievales y anulares la tradición hasta el punto de liberalizar el trabajo y los vínculos. Por último y más importante, el estado nacional centraliza el poder acorde a un concepto de soberanía y territorio homogeneizador de todas las identidades subyacentes. Se crea la identidad (entre ellas la argentina) para controlar y someter a toda una rica variedad étnica precedente. De ninguna manera el estado nacional, es la política misma sino un concepto creado y derivado del capitalismo moderno (Korstanje, 2013).

Para la PK, el estado es la base de la política porque su misión principal es proteger a los más vulnerables del avance imparable del mercado. Éste último ha sido el responsable de la depredación de todos los recursos de los estados en el mundo. Siendo el estado homologable a “la gente”, entonces se asume una ruina moral del capitalismo en manos del neo-liberalismo 8. Los recursos públicos se subsumen frente a una lógica de explotación donde pocos intentan someter a muchos aumentando sus ganancias. El consumo ostentoso y desmedido de pocos frente al “hambre” de todo el resto, son dos de los signos que demuestran la amoralidad del mercado. Dentro de este progresivo declinar, el estado y la democracia son pilares fundamentales para restituir la dignidad del pueblo. Ello se debe gracias a que la democracia se hace posible por el ejercicio de la ciudadanía y el ocupar del espacio público. Con el trabajo que da la industria y el progreso (lo cual paradójicamente sería parte del mismo mercado capitalista), el ciudadano puede acceder a educación, mejora en su nivel de vida, y vivienda 9. La democracia alcanza el estatus de mejor organización posible, debido a que regula la ambición de la clase burguesa, anteponiendo el bienestar de la mayoría a otros criterios.

El mercado, por el contrario, moviliza los recursos para aumentar las ganancias corporativas, privatizar el espacio público, restringir derechos, y alienar a las personas. En esta pugna constante entre las fuerzas del bien (buena política) y las del mal (la mercantilización de la soberanía), el estado debe imponer su postura siempre a favor del pueblo, de la mayoría, de todos nosotros. En tanto pensamiento abstracto, el pueblo funciona con una doble naturaleza. Por un lado, cierra las fronteras de lo bueno frente a lo malo mientras por el otro permite que aquellos elementos que no pueden ser catalogados acorde a los valores centrales de la PK sean expulsados. Este proceso de expulsión se lleva a cabo por medio de formas bien definidas como: los ignorantes, los que no toman partido, los cooptados por Clarín etc.

La indefinición política o la apatía por la competencia partidaria (que muy bien puede darse por cualquier circunstancia), es para este tipo de personalidades algo que en primera instancia debe ser normalizado, convencido pero que de no lograrse con éxito se torna peligroso. Si una persona, no se da cuenta de todo lo positivo que tiene el FPV, entonces es por dos razones, es parte del enemigo o se encuentra alineado por las corporaciones mediáticas.  A ese interés paternalista se le pueden agregar una compulsión casi obsesiva por la representación, manejo y fabricación de conocimiento y datos. El intelectual pose un rol protagónico, a favor o en contra, en este proceso pues  encarna el ideal-saber del caballero medieval. Con sus escudos de guerra que distingue a una institución de otra, no es extraño que la Universidad se haya transformado en el santuario de debate de muchos profesores que adhieren fervientemente al modelo kirchnerista. El número no solo quiebra pues supone una ruptura entre los valores que representa, sino que además da legitimidad a quien lo lee. Este tema lo discutiremos en profundidad en las secciones finales del presente abordaje.

Axioma 4 – Las Corporaciones
Ciertamente las corporaciones han existido desde siempre y son fuertes en el concepto mismo de la democracia moderna, pueden no solo dar apoyo financiero a las campañas sino moverse en bloque dentro de los mismos parlamentos republicanos. Empero,  la idea de una corporación mediática es novedosa fuera de los círculos intelectuales, una nueva aplicación en la política que conlleva aspectos positivos como negativos. La PK establece el siguiente nuevo axioma: durante años los gobiernos liberales, dictatoriales (contrarios al pueblo) han manejado la economía del país a favor de las grandes corporaciones económicas concentradas. Por ese motivo, Argentina hoy no es una potencia industrial (ver nueva incongruencia entre axioma 1/2/3 contra el 4 ya que lo que define a una potencia industrial es el grado de producción capitalista). Estas aristocracias (residuales) han creado un clima político basado en la violencia, la no participación, el genocidio, la discriminación y han minado la democracia desde adentro. El discurso no culmina ahí sino que continúa; años de dictadura y atraso económico han resultado en un proceso de precarización del trabajo nacional a favor de los intereses de foráneos países. Esta especie de alta traición es vivida en la PK como una oportunidad de torcer el rumbo. Para eso, es necesario celebrar diversas batallas en el plano de lo simbólico y conceptual (intelectuales), lo práctico (sindicatos y obreros) y económico. El gobierno en el estado debe arremeter contra los enemigos de la nación (las grandes corporaciones mediáticas) las cuales confunden a la gente, la alienan y les instalan un mensaje falso de cómo las cosas realmente son 10

Cabe agregar, esta inversión radical de la realidad genera un mensaje esquizo-paranoide donde existen dos realidades, opuestas entre sí. Si A no es B, quien no adhiera a A lo hace a B. Siguiendo este argumento, no es tampoco extraño observar que la PK clausura todo tipo de oposición ideológica previa y posterior a la construcción. Si se establece que los medios hegemónicos fueron “cómplices” (por evasión, usurpación o enriquecimiento ilícito) de soportar financiera e ideológicamente a los gobiernos de facto que desindustrializaron al país y cometieron graves delitos de lesa humanidad, entonces todo lo que digan o tenga para decir serán mentiras, falacias -incluso cuando presentan evidencia creíble de enriquecimiento ilícito por parte de funcionarios gubernamentales. Al final de la discusión todo se resume a una cuestión de creer o no creer en el kirchnerismo, su principal potencia radica en hacer dudar a las personas de que están viendo lo que pensaban que estaban viendo (relativismo realista). Este estado de consciencia alterada por el bombardeo mediático puede optar por dos alternativas, a) al indiferencia total para con la política, o b) tomar partido por alguno de los bandos en pugna.  Existe una forma de pensar religiosa apocalíptica y evangélica en este tipo de construcciones. Los que crean formaran parte de la elite de los salvados, y los que no serán condenados. Esta forma clausurada de compresión del otro, lleva a Korstanje (2013) a confirmar que el proceso kirchnerista toma elementos de los cultos religiosos con el objetivo de lograr fines políticos (teoría del culto K). 

Pero nada de esto, puede ser viable sin la articulación de la frontera como instrumento mediador entre lo nacional y lo extranjero. En varios de sus discursos, la presidenta ha llegado a declarar que la crisis, el problema, el peligro proviene del afuera. Si bien el kirchnerismo debe ser definido como un movimiento político posmoderno11 , y no necesariamente intelectual, su narrativa se encuentra estructurada en estudios marxistas latinoamericanos de cómo se deben vincular el estado y lo nacional.

En la siguiente sección, vamos a analizar dos textos fundamentales (sin que sus autores estén afiliados al partido) que ayudarán a lector a ganar comprensión en porque el Estado debe ser considerado la entidad máxima en la política. El primero es Imperio e Imperialismo de Atilio Boron y el segundo, en la misma sintonía, Colonizar el Dolor de Susana Murillo. Ambos desde diversas perspectivas, refuerzan el arquetipo de la personalidad Kirchnerista.

Axioma 5 – Lo Nacional
La idea que subyace en la protección de lo nacional es que no existe forma consensuada más pura que la voluntad del pueblo. Defender y promover los intereses del pueblo ayuda a lograr una consciencia de sí, para comprender el lugar de uno frente a otros. Si este proceso se encuentra viciado, entonces le estado se hace servil a los intereses extranjeros. Si por algún motivo, surgen fallas internas dentro del mismo sistema democrático (como ser jueces que no fallan a favor de las propias leyes o grupos sindicalistas disidentes) que amenace el objetivo máximo del movimiento popular y nacional, se valen de todos los mecanismos legales disciplinarios con el fin de llevar lo político, comprendido sólo como el estado, a sus límites máximos. La ley de lo nacional es superior a cualquier tipo de voluntad política, incluso la misma constitución. Esta forma de pensar la democracia en la PK, encuentra serios problemas respecto a dos puntos fundamentales:

  • ¿Qué es la voz de la mayoría?, y ¿hasta que punto las mayorías no son realmente minorías?
  • El valor de la ley como la verdad absoluta.

A la primera pregunta, deberíamos responder, los griegos antiguos sabían que cuando todos tienen derecho a todo, entonces nadie tiene derecho a nada. La masificación conlleva a la lealtad y posteriormente a la esclavitud. La democratización entendida como la masificación de bienes de consumos, objetos o conceptos no necesariamente lleva a una forma de política por la “tolerancia”. Que algo sea bueno o malo, no depende de la cantidad de personas que apoyen o critiquen la idea. Para la PK, el valor de la política y de la democracia se encuentra fundamentado en la idea de quien obtiene mayores votos, es quien debe regular y controlar el estado (visión hegemónica). La división republicana y la democracia sólo tienen valor si no contradicen esta forma de pensamiento. Segundo,  la ley es vivida también como una forma de realidad per se dada por la cantidad de votos en el parlamento. No existen cuestionamientos morales por el contenido de las mismas que no se remitan sistemáticamente al triunfo de las últimas elecciones parlamentarias. La mayoría de ambas cámaras legitima cualquier tipo de política frente a los “enemigos de la nación”12 . No existen, y si los hay son muy tímidos, críticas sobre la “ley antiterrorista que criminaliza la lucha sindical” como así tampoco los intentos por reformas judiciales en las que el propio poder judicial desautoriza. La PK necesita de la intervención constante y del confronte para poder seguir funcionando, tema que puede en determinadas circunstancias ser disfuncional para el propio partido.

5.1- El Imperialismo en Borón13
Como hemos mencionado anteriormente, en Imperio & Imperialismo, Atilio Borón critica la postura inocente, si se quiere de Michael Hardt y Antonio Negri. Desde una perspectiva que combina la sensibilidad por ciertos temas sociales con la lucha popular, Borón confiere un manto de sospecha sobre los argumentos que llevan a estos dos grandes intelectuales como Michael Hardt y Antonio Negri, a suponer que el declive del estado nacional está próximo, y lo más escandaloso, es algo positivo.

Borón, muy elocuentemente, parte de una gran contradicción en los textos de H&N ¿cómo podemos afirmar que el mundo moderno se torna cada vez más móvil cuando hay miles, sino millones de personas que no solo no pueden viajar, sino que no tienen cubiertas sus necesidades básicas?, ¿cual ha sido el rol de las entidades internacionales de crédito en la conformación de las asimetrías materiales?.

Borón argumenta que parte de la fama y reconocimiento mundial por el trabajo Imperio se debe a la necesidad ideológica del capitalismo para reciclarse asimismo, a la vez que pone en evidencias las supuestas falencias del estado nacional. Una ciudad sin estado, es el fin de la política. Pero el argumento de H&N van más allá, admitiendo que el Imperio se encuentra estructurado en un centro vacío, donde la dependencia con la periferia ya no debe ser importante para los analistas políticos. Vivimos una nueva forma des-territorializada de hacer el imperio, que en mayor o menor medida, se considera superador del imperialismo clásico.

A esta tesis, Borón replica que una de las fortalezas más representativas del capitalismo, como forma de organizar el territorio y la economía, es su ideología. Más allá de los pensadores a los cuales hayan acudido los autores y los que han sido ignorados, tema muy debatido en el libro de referencia,  la realidad demuestra que el capitalismo sigue oprimiendo a una gran masa de trabajadores, reduciendo los derechos de los inmigrantes de manera indignante, y complaciendo las condiciones para que la reproducción del capital se pueda acelerar. Con todo esto, Borón llama a la reflexión considerando que las realidades de los pensadores italianos, distan mucho respecto a los latinoamericanos. La formulación de una tesis que connota la desterritorialización de un Imperio promovido por las Naciones Unidas, que en vías de la política internacional anexa economías periféricas a través del uso de la fuerza, demuestra que las instituciones internacionales son funcionales a los Estados Unidos y a su política expansionista. Criticando exclusivamente la tesis de Huntington sobre la potencia solitaria, Borón advierte que una de las mayores quimeras de los pensadores capitalistas es hacer creer que el estado nacional se encuentra acabado, que sus funciones básicas debe ser absorbidas por el mercado, y que las asimetrías materiales que el mismo mercado genera, parecen ser producto de la incompatibilidad cultural o la corrupción local. La unión de varias economías en una sola exhibe un discurso que no solo dista de ser real, sino que baja las defensas naturales del estado frente a la globalización. Aun cuando en política internacional, Estados Unidos haya promovido los mercados comunes, o los convenios de asistencia financiera internacional, como potencia dominante ha puesto diversos reparos y obstáculos a la hora de conferir a un tercer estado o institución cuestiones que hacen a su soberanía. En perspectiva, Borón no equivoca su critica a H&N respecto a la quimera discursiva sobre la cual se encuentra construido el libro Imperio. No obstante, la lógica de la PK se encuentra inserta en su pensamiento.

En primer lugar, cabe definir si las causas del capitalismo son similares a sus efectos. Interesantes estudios post-weberianos en crítica cultural ha desarrollado la idea que el capitalismo se condice por la necesidad racional del control de los efectos, que obviamente ha creado al capital como institución de mediación entre los hombres, empero que (como el joven Marx comentó en sus primeros trabajos) incluye al propio proletariado. Si partimos de la base que el capitalismo se encuentra definido por el control burocrático y racional, entonces, asumimos dos ideas centrales: a) la Unión soviética era un país tan capitalista como Estados Unidos (Berger, 1989) y b) la masa proletaria una vez en poder hace lo mismo que la clase burguesa pues su lógica de explotado es idéntica a la del explotador. Ante esta cuestión, uno se pregunta si el capital aliena al trabajador, ¿cómo podemos ayudar al trabador, dándole mayor capital?, ¿no agravaríamos su situación?, pero si nos mantenemos en forma pasiva, ¿no validamos implícitamente la lógica burguesa de exclusión?.

Fillipi (1988) parece habernos dado una respuesta en su trabajo sobre el marxismo latinoamericano. Marx no era un político, no vindicaba (como si lo hacía Lenin) una ruptura que mejorara las condiciones de la clase trabajadora. Marx veía el avasallamiento capitalista como una condición natural al devenir de la historia. De hecho, documenta Fillipi, cuando Marx desde Nueva York apoya a los Estados Unidos en su invasión con México por el actual estado de Texas (1847). A su jactancia académica, que un país agrario como México triunfara sobre el industrial Estados Unidos, podría haber complicado a Marx.  Por eso no es extraño darse cuenta que Marx, además de su genio, no era el luchador comprometido que algunos intelectuales quieren presentar. Implícitamente, el esperar pacientemente que se cumpla la profecía del final de la lucha de clases, podría haber sido en el peor de los términos, la excusa ideológica para el afianzamiento capitalista mismo. La pregunta vera en la siguiente dirección, ¿puede el marxismo, como praxis política de la teoría de Marx, puede igualarse al marxianismo a los estudiosos de Marx?.

Segundo, los escritos en italiano del propio Negri distan radicalmente de sus afirmaciones en Imperio, eso es real. La posición auto-inducida del italiano de lengua periférica respecto al inglés, lo ha llevado a tener que sacrificar muchas de sus ideas originales, matizadas bajo el argumento de Hardt, quien en el fondo como muchos pensadores estadounidenses (incluso el mismo Chomsky) siguen pensando en que Estados Unidos, si corrige ciertas inequidades, debe convertirse en la potencia imperante, simplemente porque es “la república más democrática del planeta. Dentro de Estados Unidos hay dos grupos de intelectuales, a grandes rasgos ambos consideran que su país debe manejar la política y la economía del mundo, aunque de forma diferente. Un grupo radicalizado se refiere a la necesidad de intervenir directamente en situaciones de inestabilidad, mientras que otros, de naturaleza más progresiva, prefieren hacer una crítica que coadyuve en una forma más democrática, pero no por eso menos imperialista, en materia de ayuda internacional (Coulter, 2012).

Tercero y último, Borón asume que el capitalismo se encuentra reciclado en una nueva figura, pero que ésta de ninguna manera es el final del estado nacional. Cabe una distinción que nos ayuda a re-pensar porque Negri está tan interesado en el final del estado nacional. Tanto en Imperio como en Multitud, Negri argumenta que el estado nacional es la prueba más fehaciente del triunfo del capitalismo. Una de las mayores torpezas de la URSS fue haber creído en el estado nacional, y haber olvidado la universalidad de la lucha de clases. El estado se corresponde con el resultado de la lógica racional creada y mantenida por el mercado, es decir, es la expresión más vivida del capitalismo. Esta afirmación nos remite a algunas cuestiones irresueltas hasta el momento tales como ¿qué hace similar a un obrero inglés de uno argentino?, ¿su pasión o indiferencia por la guerra de Malvinas?, ¿un evento que denota cierto sesgo de patriotismo, o el hecho de que ambos son explotados por la burguesía de sus respectivos países?.

El conflicto entre naciones lejos de apoyar al proletariado lo subsume frente a una falsa ideología, enfrentar a la misma clase entre sí.  Si abrazamos nuestra hostilidad por el capitalismo, no podemos defender al estado nacional, el cual se constituye como su aliado más representativo. En este sentido, el estado nacional fue funcional a una fase imperialista del consumo en una fase inicial y luego se ha reciclado en formas más sutiles como la bio-política (entendida como la posibilidad de extender la vida fuera de toda frontera).

Esta es la causa principal por la cual Negri no comparte el mismo optimismo que Borón por lo que pueda hacer el estado nacional respecto a la masa de trabajadores. Gracias a que el Imperio se ha podido des-hacer de las nefastas influencias del estado; es que puede apelar a la creación de una multitud, la cual escape a la mente adoctrinada de la ciudadanía. Un sujeto de la multitud, según H&N, puede desestabilizar al sistema desde cualquier posición y geografía, puede irse a vivir a Francia y desde allí organizar una revolución. El ciudadano, por el contrario, tiene su pertenencia y su lealtad para con el estado;  su visión representa una forma ideologizada del adoctrinamiento político.

Borón, sugiere que pensar de esta forma es aludir al final de la política, y que sin ella, el sujeto es presa de los intereses corporativos del mercado. La política nace de la pertenencia del sujeto a un territorio, y una autoridad específica, ya sea en forma de ciudad, república o estado. Uno influido por la filosofía francesa, el otro por la tesis del centro y la periferia. La contextualización de las crisis materiales -en este aspecto Borón no se equivoca- que se dan sobre los sistemas económico productivos, indican que el mundo no parece ir hacia una unión única, sino en dirección contraria. Irak simboliza (como lo explica Borón) no solo la ineficacia de las Naciones Unidas, sino la disparidad de poder en las decisiones y la forma de legislar las leyes que tienen ciertos países respecto a otros. Si una nación puede invadir a otra, sin sufrir sanción alguna, ¿cuál es el argumento que Negri puede dar respecto a la internalización del derecho?.

Ciertamente, ninguna. Empero, agrega Negri en la última parte de su libro Multitud, se da una paradoja inesperada, la masa se transforma en multitud y puede de alguna u otra forma (que no específica) destruir al imperio mismo desde dentro. Tanto Hardt como Negri asumen que el Imperio ejerce un rol opresor sobre ciertos grupos (a diferencia de Huntington, 1993, 1997), y que en el peor de los casos puede ser esto una realidad deseable, pero ambos en realidad se están refiriendo al proceso que Giddens (1991) llama “reflexivilidad”, por medio del cual tanto la autoridad como el conocimiento estarían cambiando. El desmedido apego de Borón por el estado nacional perece ser inversamente proporcional a su rechazo por el mercado capitalista. La misma idea persiste en el texto de Susana Murillo que analizaremos a continuación.

Colonizar el Dolor en Susana Murillo
A diferencia de Borón, Murillo piensa la política desde otro ángulo, como una forma de compromiso sustancial del hombre con su territorio, y entonces con otro y con sus ideologías. Si en Borón, la ideología es alienante, en Murillo se torna necesaria. Es precisamente en colonizar el dolor donde ella examina en profundidad y con gran claridad el rol de los medios de comunicación y los organismos de crédito internacional en la construcción de una ideología que intenta poner a la sociedad civil por encima del estado. La interpelación ideológica de la ciudadanía, la falta de legitimidad del estado, las demandas constantes por mayor seguridad, serían discursos disciplinadotes fijados por el estatus quo para adoctrinar a las ciudadanías latinoamericanas. La desconfianza generada por esta clase de ideologías sería funcional a la lógica de mercado. Las fallidas recetas neoliberales en Argentina, como en el resto de la región, dieron como resultado un sentimiento de descontento y desestabilización que culminó con los incidentes de 2001 que acabara con el Gobierno de F. de la Rua. En consecuencia, se ha generado un clima de crisis institucional que lleva a la ciudadanía a negar lo político.

Para explicar esta indiferencia, Susana Murillo (2008) emplea la idea de un “consenso por apatía” por medio del cual el terror a la desaparición forzosa del cuerpo, durante las últimas dictaduras militares forjó la necesidad de evocar la idea de “comunidad restaurada”. Esta restauración se haría posible por medio de una combinación de coacción y fuerza (y donde los medios masivos de comunicación juegan un rol vital). En otras palabras, los problemas sociales que se experimentan hoy pueden ser corregidos volviendo a una sociedad anterior que restituya el orden perdido. En este sentido, tanto el clima de inseguridad como la corrupción política conllevan a pensar que el ciudadano se encuentra indefenso. Este estado de vulnerabilidad, de alguna u otra forma, sentaría las bases para la protesta. Ante la corrupción del mundo político tanto la unión tripartita como el Consenso de Washington estipularon narrativas tendientes a deslegitimar la acción y la presencia del estado en diversas áreas del espacio público.  Asociada a la corrupción y a la ineficacia estatal, los organismos de crédito internacional adoctrinaron nuevas formas de consciencia nacional donde el mercado ha jugado un rol protagónico como catalizador de las necesidades humanas. El antiguo paradigma del pacto social que hablaba de un estado-fuerte con el poder de policía suficiente para garantizar el bienestar de la ciudadanía, dio lugar a nuevas estructuras reguladas por el mercado financiero. A través de la globalización, las empresas modernas operaron en un clima de flexibilidad e incertidumbre absoluta. Ante el elevado grado de incertidumbre que despertaba la falta de perspectiva normativa, la ciudadanía se ve impelida a recurrir a la figura de los militares como custodios del orden nacional (perdido). El pensamiento que subyace, es que sólo la fuerza corrige al crimen.

Desde esta postura, Murillo explica convincentemente las condiciones por las cuales el ciudadano desarrolla un apego ambiguo respecto de su respectivo estado; por un lado se ponen reclamos que no pueden ser satisfechos (sobre todo en temas de seguridad) a la vez que se reivindica un pasado mítico inventado con el fin de satisfacer los propios sentidos de seguridad anhelada. La ideología no descansa en una construcción falsa, como postularon los marxistas, sino en una narrativa ideal donde las carencias humanas son satisfechas acorde a un pasado mítico a-temporal. En el fondo, el aspecto sociológico que subyace en toda ideología es la propensión humana a controlar la muerte. Ante la amenaza que supone la muerte sobre cualquier comunidad, la ideología no solo intenta negar su presencia, sino que articula las relaciones de poder.

La eficacia del Consenso de Washington radica en combinar regimenes de dictadura feroz para reducir las voces disidentes, con democracias corporativas para estimular la necesidad de consumo. La apatía por lo político ha sido producto de una modificación sustancial en toda América Latina, la cual fue originalmente introducida por las sangrientas dictaduras militares que operaron entre los setenta y ochenta, a la vez que por las diversas y repetidas decepciones económicas traídas por las democracias en la región. Si el terror político fundó las bases para el no compromiso político, la desregulación del estado (acaecido con la democracia en las décadas posteriores) ha creado un clima de escepticismo político latente que se recluye en la utopía de lo privado (Murillo, 2008).  

Murillo explica que los organismos de crédito financiero han tomado un rol proactivo generando cambios culturales y estructurales en todos los estados del planeta. Si la sociedad contractualista consideraba que todos los ciudadanos eran iguales ante la ley, el nuevo paradigma socio-técnico no solo anula el viejo pacto social, sino que introduce un neo-decisionismo donde la decisión crea el estado de excepción sobre quien debe recaer norma. En esa lógica, la desigualdad, la pobreza y las diferencias sociales se agudizan hasta el punto de normalizarse, o percibirse como universales. Uno de los aspectos ideológicos del capitalismo moderno sería, según Murillo, hacer creer a los ciudadanos que la desigualdad es una característica humana básica que sólo puede ser regulada, pero no eliminada. Particularmente, los estados centrales (con Estados Unidos a la cabeza) han trazado a lo largo de las épocas diversos dispositivos discursivos y disciplinarios con el fin de adoctrinar a los gobiernos latinoamericanos. La dictadura que azotó a la Argentina desde 1977 hasta 1982 modificó las formas en que los ciudadanos vivían la política. Por medio de tácticas de terror, generaron un consenso por apatía donde lo político era visto como una cuestión peligrosa. No involucrarse era una de las estrategias que permitían no solo sobrevivir sino regular el grado expandido de ansiedad en la población, por las crecientes desapasiones físicas de ciudadanos.

Sin embargo, la elite financiera, dándose cuenta que la represión es funcional al orden sólo temporalmente, introdujo con las democracias parlamentarias la idea de que el Estado era un organismo ineficiente y que debía ser reemplazado por una lógica superadora, cuya expresión única era el mercado. Las promesas neoliberales no solo terminaron en una gran catástrofe sino que no pudieron articular ninguna de las demandas ciudadanas. Desde 2001 hasta la actualidad, los ejes dominantes discursivos fijados por los países centrales, a través de sus organismos financieros como el Banco Mundial, han cambiado a la idea de un “empoderamiento” de la sociedad civil, por encima del estado. La corrupción, la seguridad y desigualdad han sido los temas centrales, que ayudados por los medios de comunicación marcan la agenda política de los gobiernos. Desde el caso Blumberg hasta Cromañón, admite Murillo, los grupos civiles auto-organizados interrumpen en la esfera pública haciendo galardón de los discursos fijados por las entidades dominantes. Estas demandas van desde mayor poder representativo y represivo por parte del estado (bajo el ideal de leyes más duras) hasta la sospecha constante de corrupción.

El Banco mundial tiene la particularidad de cambiar su discurso acorde a la época, y a las particularidades de cada región. Los paradigmas socio-técnicos sólo son posibles mediante la combinación de expertos, quienes fijan las pautas a seguir, modificaciones jurídicas y normativas que favorecen a los grandes monopolios y la necesidad constante de urgencia que sólo da la inseguridad. En tanto discurso, el concepto de inseguridad permite la contratación de créditos por parte de ciertos estados en vías de desarrollo, que lejos de solucionar el problema agravan el grado de intendencia financiera. En consecuencia, su tesis central es que la necesidad de intervención moral sobre sujetos públicos por medio del proceso de “rendición de cuentas del poder político”, sienta las bases para una nueva re-configuración legal, donde el reclamo político no nace de la carencia como en la época industrial (nacimiento de lo social), sino de la creación de víctimas. El concepto de ciudadano ha dado lugar al de víctima. En consecuencia, la demanda del ciudadano frente al estado toma una naturaleza de orden “destituyente”. La única preferible forma de comunicación política serían las elecciones, donde el pueblo elige a sus gobernantes. En el medio, un grupo financiero de elite haría de alguna u otra forma maniobras en la clandestinidad con fines desestabilizadores.  Por lo observado, es importante resaltar que el trabajo de Murillo descansa sobre dos grandes falacias. Lo que a continuación viene, no se corresponde con una crítica directa a Murillo, sino a toda una forma de pensar lo político que ha fecundado en Latinoamérica en los últimos decenios, y que por desgracia tiñe la objetividad.

La Razón del Estado
La cuestión del Estado es para los pensadores latinoamericanos un último refugio frente al avance del orden capitalista. Para defender esa idea central surge por la adopción errónea de ciertas tesis marxistas, da lugar a que se crea que lo político es sinónimo de Estado, y por ende el fin de lo político es el fin del estado. Cualquier grupo que cuestione la acción del mismo, niega la naturaleza misma de lo político. Cabe mencionar que el Estado es sólo una construcción política entre tantas otras (Balandier, 2004) que no es condición única del acto político.  Estos prejuicios han cambiado a lo largo de los años, pero provienen del pensamiento filosófico fisiocrático que promovía la felicidad de todos los hombres, sólo bajo condición de control del mercado. Esta idea, la cual arribada a Latinoamérica, se ha petrificado hasta el punto de considerar a medias los trabajos de Max Weber que son ampliamente citados para complementar los de Marx. Weber reconocía abiertamente que la reorganización económica del trabajo tenía grandes influencias sobre el acto social. En vista de ello, existían tres lógicas posibles de dominación, carismática, burocrática y tradicional. Estas formas alcanzan diversos grados de legitimidad dentro de la organización, pero Weber clarifica, no existe predominio de una sobre otra, todas coexisten en las economías modernas y en sus respectivas organizaciones.

En este contexto, el capitalismo weberiano no está determinado por el fetichismo de la mercancía, ni mucho menos por la inversión de la lógica mercancía-capital-mercancía que hace a la reproducción capitalista, sino a la hegemonía de formas específicas de control con arreglo a fines que hacen a la lógica burocrática racional. Si bien para Weber, esta dinámica era condicionada por el ethos protestante, quedaba claro que el Estado es la máxima construcción capitalista (arquetipo), la última de las empresas cuyo fin no es proteger a los ciudadanos (como argumenta Murillo) sino disponerlos, disciplinarlos para dirigirlos acorde a fines preestablecidos. Dichos fines, no estaban ligados al consumo desmedido, sino a la hegemonía de lo racional sobre otras formas de legitimidad como la carismática o la tradicional. El dinero no era el fin en si mismo, como en el pensamiento marxista, sino un medio para que la lógica de control racional sea cada vez más estricta. En tal condición, el capitalismo no surge con la producción desmedida, Weber está mirando hacia otras civilizaciones que han tenido un gran nivel comercial, sino con la introducción de las técnicas contables y con la tabla de doble entrada. Por ello, es ingenuo suponer que el Estado puede ser el último refugio frente al avance del mercado o de las grandes corporaciones económicas. El estado es la gran empresa que no solo sustenta el orden capitalista, sino que subordina toda la legislación vigente para crear una economía de la necesidad (Foucault, 2006). En este punto, incluso Murillo desafía los postulados de mismo Foucault a quien cita profusamente. Existe una economía de la verdad, construida ideológicamente, donde el estado es un actor importante. Para subsanar estos puntos, se aduce erróneamente un supuesto cambio donde lo privado avasallaría a lo público. Claro que aún cuando él no lo hace explícito, Foucault no está preocupado por comprender la política en forma universal, sino sólo como opera el poder dentro del estado-nacional. Esta salvedad ha confundido a muchos intelectuales que piensan en las construcciones foucaltianas como universalmente aplicables a todas las épocas humanas. La figura del estado (innominado en Foucault) de ninguna forma se constituye como la raíz de la política, sino que es el resultado de una forma moderna de concebir el acto político.

Segundo y más importante, existe una gran influencia de la filosofía alemana en el pensamiento político latinoamericano, influencia que se observa en Murillo y que consiste en el siguiente axioma. La denuncia, comprendida como enunciado que hace visible lo que hasta el momento es secreto, adquiere credibilidad no por su contenido, sino por el contexto temporal sobre la cual es formulada. La ciencia misma funciona bajo estos parámetros. Pero hacer visible lo invisible no necesariamente es sinónimo de verdad.  Si la verdad es subjetiva y relativa, entonces el momento de lo que se dice es más importante de lo que realmente se dice. En otras palabras, partiendo de un supuesto equivoco que es que una tesis, desde su creación, está condenada a ser refutada por su anti-tesis para dar lugar a una nueva tesis (dialéctica hegeliana), supone una concatenación lineal de ideas donde el tiempo marca el contenido. La búsqueda constante de novedad científica hace olvidar viejos criterios y conceptos de otras civilizaciones ajenas al arquetipo greco-latino. La ciencia, según este concepto, avanzaría probando y falsando pero siempre en un sentido lineal y directo (negando el principio de reversibilidad) en donde una tesis reciente no puede contradecir a otra del siglo V A.C. En el medio, tuvieron que haber ideas subyacentes con las cuales se debe dialogar primero. Esta forma sutil pero poderosa de pensar sugiere que el contenido de lo que se dice ha sido determinado por el tiempo. Lo que hoy se hace visible, esconde lo que antes era visible en las raíces del secreto. En perspectiva, la crítica sólo puede hacerse sobre las teorías actuales y no sobre sus predecesoras. Si yo denuncio que una persona/organismo miente, ese enunciado desestima automáticamente que todo lo que pueda decir ese sujeto sobre mí; su argumento queda vedado, silenciado para siempre. Toda nueva concepción (invención) sólo es posible por olvido. Como resultado, se genera un peligroso dilema moral que lleva a las sociedades a juzgar (inventar) la historia acorde a sus paradigmas morales actuales (Riccoeur, 2004). Cuando Murillo afirma que se cometió un “genocidio” contra los grupos aborígenes, siguiendo esta explicación, finalmente olvida que muchos grupos aborígenes, previamente colonizados y explotados por otras civilizaciones también aborígenes, decidieron colaborar con los europeos en fin de una supuesta liberación o que los españoles en los espacios geográficos donde no encontraban oro no parecían ser tan crueles como suponían los escritores románticos, o incluso que la campaña del desierto argentina se llevo a cabo con muchos aborígenes conformando las filas del general J. A. Roca.  La masacre a ciertos grupos indígenas, tema que queda fuera de discusión, toma una re-significación “genocidio”, el cual fue creado por Lemkin luego de la Segunda gran Guerra, es decir, muchos años después.

Volviendo al tema en cuestión, asumir que un organismo fija agenda a los estados latinoamericanos, implica prejuzgar que es por ese motivo (y no por otro) que esos estados se sitúan en tensión inmediata con el mercado financiero. Cualquier intento o enunciado que vaya contra el estado (y sus arbitrariedades), legitima los intereses de su contralor, el mercado. Esta falacia, que ha prendido en el pensamiento latinoamericano, lleva a diagnósticos sociales equivocados donde, como en el caso de Murillo, la víctima (que reclama) se transforma en responsable de su propia situación. Es decir, sobrevivientes de Cromañón y padres son etiquetados y estigmatizados como agentes que replican la ideología del Banco Mundial sólo cuando (tiempo) arremeten contra el Estado, pero son consideramos ciudadanos “nobles” cuando acatan su legitimidad dirigiendo su reclamo hacia otros actores como corporaciones, o a medios de comunicación. En esta forma de comprender lo político vemos serios problemas epistemológicos.   En parte, Murillo como muchos otros cientistas sociales, no advierte que el capitalismo se encuentra enraizado en los valores culturales occidentales globales  que hacen tanto al estado como al mercado.   El dinero se ha transformado sólo un mediador o constructor de relaciones entre las personas, sometidos al tutelaje de la empresa máxima, el estado-nación. En el fondo, una mano lava a la otra, y es el mismo argumento que denuncia, el que legitima el accionar capitalista. La ideología capitalista funciona porque en ambos lados del conflicto, estado vs. Mercado, la lógica instrumental siempre persiste.

Breve conclusión de un proceso inconcluso
Los cinco axiomas aquí discutidos no solo explican la política argentina actual, sino que llaman la atención sobre una nueva forma de mentalidad política, la cual mantiene aspectos positivos y negativos. A esta forma de personalidad a la que hemos llamado PK durante todo el trabajo (personalidad kirchnerista) se le deben agregar los siguientes puntos analíticos importantes:

  • Los intereses nacionales son superiores a los extranjeros.
  • El menemismo (neoliberalismo) es la figura misma del mal.
  • La ley es al fuerza máxima que evoca la legitimidad de la mayoría
  • La política es crispación y conflicto constante.
  • El más débil debe ser protegido de las fuerzas del mercado y la mala política.
  • La idea de pueblo se forma en base a una necesidad de protección y amparo. Los antiguos dominadores son vistos como una aristocracia cuyos intereses son contrarios al pueblo.
  • La democracia es el mejor gobierno posible.
  • No existe forma política fuera del estado.
  • Para lograr la liberación nacional es necesario librar una última batalla (que nunca llega o precede a otra) contra las fuerzas totalizantes y globalizadoras del mercado. En esta lucha lo importante es estar del lado correcto (idea apocalíptica).
  • Como el cristianismo, la PK denosta la indecisión y arremete violentamente contra el nihilismo político.
  • La PK es instrumental, darwinista y moderna.

 

Hasta aquí, hemos resumido las características principales (como así sus limitaciones) de la personalidad kirchnerista. Sus potenciales virtudes y defectos, a fin de poder continuar nuestra investigación sobre los orígenes sociales de la dictadura y de la democracia en tanto formas de organización territorial y no de construcciones idílicas. Entre los peligros de este modelo de pensamiento se encuentran el avasallamiento institucional, el concepto autoritario de pueblo y la paranoia como neurosis degenerativa progresiva. Dificultades que se combinan con aspectos positivos como ser la participación política, la construcción del otro como agente moral y la voluntad asistencial.

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1 El nombre solo sugiere que se prioriza el triunfo frente a otros valores culturales y políticos. Eso liga al kirchnerismo al autoritarismo político. El objetivo se impone por sobre el hombre. Pero a la vez, ese autoritarismo no vulnera a los más débiles sino que los considera como una base esencial de ejercer poder.

2 La escala F fue muy criticada por psicólogos y sociólogos de la época, principalmente por tres motivos: la muestra, si bien era considerable en números los participantes pertenecían únicamente  a organizaciones formales de estrato socioeconómico medio. Según la construcción de la escala F, los ítems estaban redactados en forma tendenciosa y no eran mutuamente excluyentes. Por último, los procedimientos para validar las entrevistas clínicas no ofrecían garantía desde el momento en que los entrevistadores conocían de antemano la puntuación individual de cada entrevistado con riesgo de inferir involuntariamente en la respuesta que se requerían a los participantes. Empero el punto más flojo de esta teoría estaba en considerar a “los fascistas” como el único movimiento autoritario sin tomar en cuenta los autoritarismos de izquierda.  Uno de los problemas teóricos que Adorno no pudo superar fue el distinguir entre prejuicio, autoritarismo y fascismo. Esta falta de claridad a la hora de definir su objeto de estudio lleva a que su método sea seriamente cuestionado por la comunidad científica.

3 Muchos de los aspectos aquí señalado corresponden a prejuicios de la educación superior universitaria estatal en Argentina, establecimientos que han influido notablemente en el pensamiento del matrimonio Kirchner

4 La teoría del apego estipula que si los individuos son socializados en hogares donde prima la comprensión y la tolerancia, entonces el self desarrollará una capacidad de exploración mayor que aquellos educadores en espacios de opresión. El vínculo temprano entre el bebe y su madre (o cuidadora) jugaría un rol determinante en toda su vida adulta.

5 El kirchnerismo se encuentra anclado en una gran contradicción, a la vez que fomenta la participación política en el espacio público, gasta grandes cantidades de recursos en propaganda y simbolismo que termina generando el efecto inverso, aceptación mediática en el seno del hogar. Para algunos autores, esto es signo de la falsedad ideológica del movimiento mientras para otros un efecto colateral secundario.

6 Nietzsche establecía que el cristianismo promueve la humildad y la debilidad como formas de impotencia y auto-destrucción. Para detalles ver Nietzsche F. 2007 Genealogy of Moral. Buenos Aires, Gradifico- El Origen de la Tragedia: escritos preliminares Homero y la Filosofía Clásica. Buenos Aires, Terramar Ediciones- Jenkins, Martin. (2009). “Niezcthe and will-to power”. Philosophy Pathways, Number 143. Available at http://www.philosophypathways.com/newsletter/current.html

7 Es importante aclarar que traidor vs leal no es una construcción fabricada por el kirchnerismo, sino que es propia de los deportes, el fútbol particularmente y que ha sido prestada a la política en forma más o menos reciente. Lo que intenta recalcar el término es el apego del hombre a formas religiosas específicas, su devoción a una causa que trasciende su propio interés como persona.

8 En términos específicos este concepto de liberal no tiene nada en común con los fisiócratas escoceses. Seguramente muchos de los intelectuales que hablan del neoliberalismo citando a Adam Smith no hayan completado la lectura de su obra  

9 Ahí se da la tercera contradicción, si el progreso se mide en términos capitalistas, es decir mayor capital, educación y trabajo, entonces no se puede frenar su avance.

10 Como se va viendo, la lógica en la PK es puramente instrumental, si tal cosa, entonces pasa tal otra. Su capacidad de abstracción legitima la intervención y prioriza la eficacia política sobre otras cuestiones. Lo que dirime el gran componente paranoico de esta forma de pensar es el ensueño de intentar controlar todas las variables disruptivas de la vida política, incluso el caos.  

11 De hecho, muchos seguidores kirchneristas no militan realmente en política sino es a través de lo que consumen en la televisión.

12 Esta forma de pensar son características de las formas anglo democráticas explicadas en Korstanje, M.
Korstanje, M. (2013) “Democracia y Autoritarismo, la razón populista”. Nómadas: revista crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Número 13. (PP. 549-559) Especial monográfico sobre América

13 Hemos elegido tanto a A. Borón como a S. Murillo por su honestidad intelectual y experiencia en el plano teórico de  la política argentina. Otros intelectuales demuestran una idea más sesgada y participación política con intereses poco claros. Algunos militantes políticos se disfrazan de intelectuales para imponer formas de pensar. La diferencia entre un intelectual y un militante es simple, el primero busca respuestas a sus preguntas, respuestas que muy bien pueden estar sujetas a error. El segundo, por el contrario, formula la explicación antes de responder la pregunta por tanto tiende a la justificación. La lógica del militante para él mismo nunca es la errada, el no duda pues tiene noción de pertenecer al grupo de los elegidos.