Contribuciones a las Ciencias Sociales
Agosto 2012

LA CULTURA COMO ELEMENTO ESENCIAL EN LA MOVILIDAD SOCIAL CON TRAYECTORIA ASCENDENTE




Roxana Sánchez Clara (CV)
roxana_sc82@hotmail.com
Universidad del Istmo




RESUMEN
Este trabajo busca explicar la importancia del elemento cultura para una movilidad social vertical ascendente, para ello, previamente se hace un recorrido, analizando diferentes conceptos que son esenciales comprender antes de llegar al análisis y argumentación de nuestra premisa mayor.

Es así que a través del presente comprenderemos qué es la movilidad social y los tipos de movilidad que se pueden dar, de igual manera, procuraremos definir la cultura y analizaremos todos los elementos que encierra la misma, así como los instrumentos internacionales que regulan y resguardan el efectivo ejercicio y respeto del derecho a la cultura; también se realiza un breve análisis de la estrecha relación entre la educación y la cultura, el porqué la importancia de hablar de educación como auxiliar para maniobrar los códigos culturales adquiridos por una persona en pro de una movilidad social ascendente; finalmente se analiza cómo la variedad y segmentación cultural son de vital importancia e influyen para que las personas de una sociedad adquieran la capacidad de manejar y decidir entre sistemas de integración diferentes dentro de una sociedad, teniendo notoriedad en ello la cultura, la variedad de códigos culturales y la meritocracia de las personas para lograr una movilidad con trayectoria ascendente.

Palabras Clave: Movilidad social, cultura, derecho a la cultura, meritocracia, movilidad vertical ascendente, educación.




Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Sánchez Clara, R.: "La cultura como elemento esencial en la movilidad social con trayectoria ascendente", en Contribuciones a las Ciencias Sociales, Agosto 2012, www.eumed.net/rev/cccss/21/

INTRODUCCIÓN
Cuando hablamos de movilidad social nos referimos a los movimientos de una persona en la escalera socioeconómica de un país la posibilidad que tienen las personas para subir o bajar de posición en la escala de bienestar socioeconómico, sin embargo se pueden presentar, analizar y estudiar diferentes tipos de movilidades. En el presente artículo nos enfocaremos a la movilidad vertical con trayectoria ascendente, pues analizaremos el elemento cultura en la sociedad como detonante para que dicha movilidad se dé en las personas.

La cultura es entendida como el conjunto de valores, costumbres, creencias y prácticas que constituyen la forma de vida de un grupo específico, así organizaciones internacionales como la UNESCO ponen en relieve que la cultura es más que una acumulación de obras y de conocimientos al alcance de una minoría, es decir, va más allá del acceso a las obras de arte y a las humanidades, concebida más en un sentido adquisición de conocimientos, forma de vida, necesidad de comunicación; interpretamos en el presente la cultura en dicho sentido, pues nos interesa apuntar que la cultura trasciende de los bienes culturales tangibles a aquellos que se encuentran inmersos en el interior de la sociedad y que no son propiamente mesurables y siendo parte de un vivir diario, teniendo las personas en una sociedad a través de un enriquecimiento de códigos culturales, más posibilidades de lograr en su vida una movilidad social ascendente.

La cultura como elemento esencial en el desarrollo de las personas de una sociedad es importante se encuentre reconocido por los Estados como un derecho, además de proporcionar todas las condiciones propias para que el mismo se disfrute y respete de manera efectiva. La cultura dada la importancia que representa dentro de la sociedad es más que un concepto, es un derecho, teniendo estatus de derecho humano, al cual todos los ciudadanos de un Estado deben tener acceso y garantía para disfrutar del mismo, es por ello que diversos órganos internacionales reconocen el mismo a través de diversos instrumentos a los cuales se adhieren diferentes Estados para asegurar el respeto de los mismos a sus ciudadanos.

Es así que en el presente hemos de hacer hincapié en la importancia y relevancia que tiene el capital cultural en los procesos de movilidad social y ocupacional; residiendo en el dominio de diversos códigos culturales la posibilidad de que los sujetos de una sociedad puedan construir y mantener mayores opciones y posibilidades para la movilidad social, al igual que una mayor capacidad de maniobra frente a las circunstancias adversas respecto de su vida dentro de la sociedad.

  • MOVILIDAD SOCIAL Y TIPOS DE MOVILIDAD SOCIAL

1.1 ¿Qué es la movilidad social?

Para adentrarnos en el tema a abordar, antes es necesario comprendamos a qué nos referimos cuando hablamos de movilidad social, así a continuación, se presentan diferentes conceptos que nos proporcionan un panorama amplio para la comprensión de dicho término.

Para empezar, es necesario comentar que los estudios de movilidad social tienen su base en los estudios marxistas de clase; buscan identificar la manera en que los sujetos en lo individual y lo colectivo se ubican en una escalera de estratificación social, así como sus posibilidades de ascenso y descenso en la misma (Ríos, 2010).

El concepto de movilidad social se refiere a los movimientos de una persona en la escalera socioeconómica de un país, es decir, la persona puede subir o bajar en ésta. Cuando hay poca movilidad social, son pocas las posibilidades de que alguien mejore su situación económica en relación con los demás, a pesar de la capacidad individual de una persona. El estudio y análisis de la movilidad social en un país es muy importante, ya que una sociedad inmóvil es una sociedad donde nuestro destino se ve predeterminado por la posición económica de nuestros padres, es decir, que no nos ofrece oportunidades de progresar. Por otro lado, una sociedad móvil es una sociedad en donde todos, sin importar la posición económica en la que nacemos, tenemos la oportunidad de progresar. Es una sociedad en donde el talento y el trabajo son más importantes que las conexiones familiares.

La movilidad social es un tema que debe interesar a los Estados, ya que un país donde la movilidad es fluida aprovecha su capital humano al permitir a sus ciudadanos desarrollar su potencial, donde el factor primordial de éxito en un país con un alto índice de movilidad social es el mérito personal, lo que se conoce como meritocracia; el tipo de sistema que todo país anhela. Si sabemos que nuestros esfuerzos serán reconocidos y premiados, nos esforzamos más y con ello los estados aspiran a tener ciudadanos emprendedores.

Ahora bien, en este entendido de ideas, en un país sin movilidad social las consecuencias son las opuestas. Si el mérito no es recompensado y nuestro destino económico está predeterminado desde que nacemos, ¿para qué estudiar?, ¿para qué trabajar?, ¿para qué esforzarse? La esperanza se pierde. Un país sin movilidad social corre el peligro de generar frustración y resentimiento, lo cual, en caso extremo, podría incluso provocar inestabilidad social.

En base a lo anterior, podemos definir a la movilidad como la posibilidad que tienen las personas para subir o bajar de posición en la escala de bienestar socioeconómico. En un país es importante tener oportunidades de movilidad social para así construir una sociedad más justa, integrada y eficiente (ESRU, 2008).

Es así, que cuando hablamos de movilidad social nos referimos a los cambios que experimentan las personas con respecto a otros individuos en la escala de bienestar socioeconómico de un país, y en este entendido comprendemos que es positivo que en un país se dé positivamente la movilidad social, ya que sin ésta son escasas las posibilidades de que alguien mejore su situación económica en relación con los demás, independientemente de su capacidad individual. Es por ello que analizaremos los tipos de movilidad social que se pueden presentar en una sociedad, a continuación.

  • Tipos de movilidad social


Para una misma sociedad podrán calcularse diferentes movilidades según el número de divisiones o de estatus de clase social considerados. La movilidad social está vinculada a la teoría de las clases sociales y a la teoría de la meritocracia, como hemos mencionado anteriormente, y consiste en los movimientos o desplazamientos que efectúan los individuos, las familias, o los grupos dentro de un determinado sistema socioeconómico.

Existen dos formas de movilidad social: la horizontal y la vertical, es decir, en qué medida el logro socioeconómico se hereda. La horizontal es el paso de los individuos o de los grupos de un grupo profesional, de una rama industrial a otra, de un círculo ideológico a otro, sin que esto implique la alteración del estatus social. Esta movilidad horizontal se da también transgeneracionalmente, cuando los individuos pertenecientes a una familia cambian de profesión con respecto a sus ascendientes, siempre y cuando este cambio no implique un cambio en el estatus socioeconómico de la familia en general.

La movilidad vertical puede ser descendiente o ascendente, se refiere al cambio de una clase a otra. Por ejemplo un trabajador, que obtenga un incremento de salario asciende, en cambio un empresario que se va a la quiebra tiene un movimiento descendiente, desciende de una clase superior a una inferior. Las sociedades deben tender a tener una mayor movilidad social; esto significaría que las personas que se esfuercen y tengan los méritos puedan mediante este proceso mejorar su calidad de vida y subir en la escala social. En cambio, una sociedad con baja movilidad social genera pocas esperanzas de progreso para sus miembros, pues las personas tienden a retener el estatus social de sus antepasados sin importar su esfuerzo personal.

Los cambios que pueden sufrir las personas dentro de una sociedad en el aspecto socioeconómico se puede presentar de diferentes maneras por ello es necesario aclarar cuál es la forma de movilidad que se pretende estudiar. Existen diversas formas de cuantificar la movilidad social, cada una de ellas con antecedentes conceptuales diferentes, por lo que si no hay entendimiento conceptual es posible llegar a conclusiones diversas e incluso opuestas en torno a las tendencias observadas.

Patricio Solís menciona que por su dirección, la movilidad social se clasifica en horizontal o vertical. Por su carácter generacional, se divide en intrageneracional o intergeneracional. Por su origen, se divide en estructural o de circulación (Solís, 2004). La movilidad horizontal se define como el movimiento entre posiciones con el mismo rango en la estructura social. Por otro lado, la movilidad vertical reside en el movimiento hacia una posición con menor o mayor rango que la posición de origen, tal como lo especifica el nombre de cada una de las mismas. Ambas formas de movilidad son de gran interés, sin embargo, la movilidad vertical ha sido objeto de mayor atención en los estudios de estratificación social, pues a través de esta se puede ver el grado de fluidez entre grupos sociales de distinta jerarquía en la estructura social, el incremento de la movilidad vertical puede ser interpretado como una aproximación al ideal de la igualdad de oportunidades (Solís, 2004).

Conviene explicar que también se realiza la distinción entre movilidad social absoluta y movilidad social relativa. Se dice que hay movilidad social absoluta cuando el ingreso de una persona sube o baja de un periodo a otro; en cambio, hay movilidad social relativa cuando la posición que le da un determinado ingreso a una persona con respecto al resto de la población sube o baja de un periodo a otro. Por lo general, el término movilidad social se refiere a movilidad social relativa. A la movilidad social también se le conoce como movilidad económica o movilidad intergeneracional.

Al respecto Patricio Solís comenta, la movilidad intrageneracional es aquella que experimentan los individuos a lo largo de su curso de vida. En contraste, la movilidad intergeneracional es aquella que se presenta entre las posiciones de los padres y los hijos. Por último, la movilidad estructural es aquella que se asocia directamente a los cambios globales en la estructura de posiciones, por ejemplo, la mayor creación de empleos en la cima de la estructura ocupacional que en la base. En cambio, la movilidad de circulación es aquella que tiene lugar tanto en un sentido descendente como ascendente y no es el resultado de los cambios “forzados” que impone la transformación de la estructura de posiciones (Solís, 2004).

Una vez que hemos analizado los tipos de movilidad que se pueden presentar y con ello estudiar dentro de la movilidad social, es importante hacer hincapié en cuanto a que en el presente nos interesa determinar por qué el elemento cultura está presente e influye en la movilidad social de una persona dentro de una sociedad; es decir la importancia del elemento cultura en la movilidad social.

  • LA CULTURA Y EL DERECHO A LA CULTURA

2.1 ¿Qué es la cultura?
Definir el término cultura no es tarea sencilla, pues cada individuo posee su versión propia, personal y subjetiva de la cultura a la que los demás le atribuyen; siendo esa versión diferente, a la de los otros miembros componentes del grupo. Cada miembro tiene una versión personal de cómo funcionan las cosas en una determinada sociedad y, de este modo, de su cultura. Lo que se presenta ante nosotros como la cultura de determinado grupo no es otra cosa que una organización de la diversidad, de la heterogeneidad intragrupal inherente a toda sociedad humana. La idea de una diversidad organizada remite a la existencia en un grupo de tantas versiones sobre el mundo y la vida como individuos la compongan, versiones diferentes pero equivalentes, de manera que las diferencias no inhiben la identificación y el reconocimiento entre los miembros como poseedores de esquemas mutuamente inteligibles, sin embargo, los términos son orientativos y calificadores, por lo que a través de ellos desentrañaremos qué es la cultura y el porqué e importancia de estudiar dicha variable dentro de la movilidad social.
“La cultura es el conjunto de valores, costumbres, creencias y prácticas que constituyen la forma de vida de un grupo específico” (Eagleton, 2001: 58). Desde 1960, la palabra cultura ha dado un cambio y actualmente significa la afirmación de identidades específicas, nacionales, sexuales, étnicas y regionales. Esta palabra tiene muchos significados, otro ejemplo de ello es la de Octavio Paz quien define a la cultura como un conjunto de actitudes, creencias, valores, expresiones, gestos, hábitos, destrezas, bienes materiales, servicios y modos de producción que caracterizan a un conjunto de una sociedad, es todo aquello en lo que se cree (Prieto, 1984).
La UNESCO ha propuesto que "... la cultura ha dejado de ser únicamente una acumulación de obras y de conocimientos que produce... una minoría selecta,...) no se limita al acceso a las obras de arte y a las humanidades sino que es a la vez adquisición de conocimientos, exigencia de un modo de vida, necesidad de comunicación". Esta definición es enriquecedora en el sentido de que trasciende de los bienes culturales tangibles a aquellos que se encuentran inmersos en el interior de la sociedad y que no son propiamente mesurables y que, como hemos dicho anteriormente, son parte de un vivir diario y expresiones de las personas que conforman una sociedad.
Podemos apreciar entonces que la cultura es todo un cúmulo de circunstancias, ya que internamente engloba conductas, creencias y valores, al respecto Gary Weaber por conducción de García Castaño, et al., (1997) menciona: en sí la cultura interna determina o motiva nuestra conducta cultural por enfocarse más a los sentimientos y a las ideas y la cultura externa es la que interactúa y tiene conflictos con nuestra propia cultura y puede ser adquirida a través de la observación, educación o de la instrucción, esta es fácil de aprender y de cambiar por ejemplo las costumbres, comida y lenguaje.
La cultura se funda en sí misma y surge de la nada por las necesidades de los seres humanos y su aportación social. Dentro de la forma de vida en la cultura se toman en cuenta elementos como los valores dominantes de una sociedad, los cuales son el compartir el mismo lenguaje, las creencias religiosas, la importancia de las tradiciones y rituales, la arquitectura y el uso de la tierra y dentro de lo intelectual se encuentra la ciencia, arte, literatura y música.

  • Derecho a la cultura

Vamos a realizar un análisis paralelo a la cultura del Derecho a la cultura, pues hasta ahora hemos hablado de la movilidad social y de la cultura, lo anterior, porque nos parece es indispensable el elemento cultura para el análisis de la movilidad social, pues mediante éste podemos apreciar cómo a través del tiempo cambian las formas y prácticas que determinan una sociedad y con ello la forma de vida de un individuo; por lo que los derechos culturales no deben ser minimizados, en cuanto a su alcance, contenido jurídico y sobre todo la importancia que los Estados deben dar estos, garantizando a sus ciudadanos las condiciones propias para el efectivo ejercicio de los mismos y hacerlos respetar.

Aunque en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales estos derechos culturales se encuentran plasmados conjuntamente con los derechos económicos y sociales, no reciben la atención necesaria y con frecuencia son completamente olvidados. Legalmente es difícil encontrar una constitución nacional que, al enumerar los derechos económicos y sociales, contenga un capítulo que trate exhaustivamente de los derechos culturales.

Una de las funciones de La Comisión de Derechos Humanos es la vigilancia y aplicación de los derechos económicos, sociales y culturales que figuran en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. En cuestión de análisis de las declaraciones efectuadas durante el debate relativo a este tema demuestra nuevamente que si bien los derechos culturales se mencionan junto a los derechos económicos y sociales, en realidad la atención se limita a estos últimos, en tanto que los derechos culturales no son objeto de debate.

Ante tal situación, es necesario redefinir lineamientos que conlleven e incentiven a participar en la vida cultural, disfrutar de los beneficios del progreso científico, beneficiarse de la protección de los intereses morales y materiales resultantes de toda producción científica, literaria o artística.

Se pide a los Estados Partes, que en el contexto de la aplicación del derecho a la participación en la vida cultural, suministren información sobre la disponibilidad de fondos para el fomento del desarrollo cultural y la participación popular; la infraestructura institucional establecida para la aplicación de las políticas encaminadas a velar por la participación popular y la promoción cultural de la identidad cultural como factor de apreciación mutua entre personas, grupos, naciones o regiones; la promoción de la conciencia y el disfrute del patrimonio cultural de las sociedades; la función de los medios de difusión y de los medios de comunicación en el fomento de la participación en la vida cultural; la preservación y valorización del patrimonio cultural de la humanidad; la legislación que protege la libertad de creación e interpretación artísticas; la enseñanza profesional en el campo de la cultura y el arte, y cualesquiera otras medidas adoptadas para la conservación, el desarrollo y la difusión de la cultura.

Por derecho cultural debe entenderse el “subsistema de normas jurídicas que regula actividades relativas a la educación, la universidad, la ciencia y la tecnología, los derechos de autor, el patrimonio cultural, la promoción cultural y de las artes, los medios de comunicación, el derecho indígena, la promoción de las culturas populares y los símbolos nacionales” (Ávila, 2001:227).

Los Derechos Culturales abarcan aspectos como “el derecho de toda persona a participar en la vida cultural de la comunidad, y el derecho a la protección de las producciones científicas, literarias y artísticas; y se relacionan estrechamente con todos los derechos individuales y libertades fundamentales, tales como la libertad de expresión, la libertad de religión y creencia, la libertad de asociación y el derecho a la educación”.

Los Derechos Culturales tienen un amplio marco jurídico en el derecho internacional, entre otros instrumentos podemos citar la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

La Declaración Universal de Derechos Humanos, específicamente el artículo 27 señala que “Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten” asimismo también establece que “Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora”.

En el artículo 22, la Declaración establece que “Toda persona tiene derecho a la realización, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, de los derechos culturales, indispensable para su dignidad y el libre desarrollo de su personalidad”.

En el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales el artículo 15, se instituye que los Estados partes del Pacto reconocen derecho de las personas a “participar en la vida cultural; gozar de los beneficios del progreso científico y de sus aplicaciones; beneficiarse de la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora”.

En este Pacto se establecen medidas entre los Estados parte, que estos deberán adoptar para asegurar el pleno ejercicio de este derecho, figurarán las necesarias para la conservación, el desarrollo y la difusión de la ciencia y de la cultura. Además los Estados también se comprometen a respetar la indispensable libertad para la investigación científica y para la actividad creadora, los beneficios que derivan del fomento y desarrollo de la cooperación y de las relaciones internacionales en cuestiones científicas y culturales.

No obstante de que los Derechos Culturales se encuentran contenidos en los instrumentos internacionales de derechos humanos que han sido firmados y ratificados por diversos países, estos derechos reciben mucha menor atención que los derechos económicos y sociales, es por ello que la Academia Mexicana de Derechos Humanos se ha sumado a su defensa y protección a través de proyecto denominado “Implementación de los Derechos Culturales entre las poblaciones indígenas del sur de México y Guatemala. Revisión de las metodologías existentes y la creación de nuevas propuestas a base de las lecciones aprendidas”.

Los derechos culturales individuales, son esencialmente derechos humanos. Los derechos de la comunidad nacional implican un conjunto de declaraciones, principios y facultades legales que pueden ejercerse en el orden extranacional por los gobiernos de los estados respectivos. Se trata, por una parte, del derecho a la identidad cultural nacional y, por la otra, de la cooperación e intercambio cultural entre las naciones. Esas declaraciones, principios y derechos se contienen en diversos instrumentos de derecho internacional.

Entre los más importantes se encuentra la Declaración de la UNESCO de 1966, denominada Declaración de los Principios de la Cooperación Cultural Internacional, en cuyo artículo 1º consagra:

  • Toda cultura tiene una dignidad y un valor que deben ser respetados y protegidos.
  • Todo pueblo tiene el derecho y el deber de desarrollar su cultura.
  • En su fecunda variedad, en su diversidad y por la influencia recíproca que ejercen unas sobre otras, todas las culturas forman parte del patrimonio común de la humanidad.

Agregando a las expresiones anteriores, el artículo 11 a la letra dice:

  • Los Estados deberán inspirar sus relaciones culturales en los principios de las Naciones Unidas. Respetarán, en sus esfuerzos por alcanzar la cooperación internacional, la igualdad soberana de los Estados y se abstendrán de intervenir en los asuntos que corresponden esencialmente a la esfera de la competencia nacional.
  • La aplicación de los principios enunciados en la presente Declaración se basará en el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales.

En la Carta de la Organización de los Estados Americanos se refiere a estos derechos al proclamar, en su artículo 16, la soberanía cultural de los estados americanos: “Cada Estado tiene el derecho a desenvolver, libre y espontáneamente, su vida cultural, política y económica. El Estado, respetará los derechos de la persona y los principios de la moral universal”.

El principio del respeto a la personalidad cultural de las naciones está explícito en el artículo 3º. de dicha Carta cuando señala: “La unidad espiritual del continente se basa en el respeto de la personalidad cultural de los países americanos y demanda su estrecha cooperación en las altas finalidades de la cultura humana”.

Por otro lado, la Declaración de los Principios de la Cooperación Internacional asienta en su artículo 5º: “La cooperación cultural es un derecho y un deber de todos los pueblos y de todas las naciones, los cuales deben compartir su saber y sus conocimientos”.

En el nivel regional, la Carta de la Organización de Estados Americanos, en su artículo 50, establece: “Los estados miembros acuerdan promover, dentro del respeto debido a la personalidad de cada uno de ellos, el intercambio cultural como medio eficaz para consolidar la comprensión interamericana y reconocer que los programas de integración regional deben fortalecerse con una estrecha vinculación en los campos de la educación, la ciencia y la cultura”.

Con lo anterior observamos que la identidad cultural es un tesoro que vitaliza las posibilidades de los seres humanos de realizarse, alentando a cada pueblo y a cada grupo a alimentarse del pasado, a recibir positivamente las contribuciones exteriores que sean compatibles con sus propias características, y a continuar de esa manera el proceso de su propia creación, no cesando sus costumbres, creencias, sus raíces; y con todo lo que implica ello, estamos ante un elemento de movilidad social en cualquiera de los sentidos que se analice ésta.

Sin embargo, si no existe el reconocimiento de los derechos humanos, de la pluralidad y la diversidad cultural, las sociedades plenamente democráticas no pueden funcionar debidamente, dicho reconocimiento va más allá de la firma y ratificación de tratados o normas a nivel internacional o interna de los Estados, también es necesario se garanticen los medios necesarios, tales como instituciones que velen por dichos derecho, infraestructura para el desarrollo y expresión cultural artística, por mencionar sólo algunos, que hagan posible una efectiva realización, cumplimiento y respeto al derecho a la cultura y con ello el desarrollo de la misma.

  • RELACIÓN ENTRE LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA

La cultura y la educación son dos elementos que van de la mano en el estudio y análisis de la movilidad social pues uno sirve al otro y viceversa, al respecto Cáceres al definir el término educación hace uso del concepto científico de cultura–la cultura es el conjunto de patrones de conducta aprendidos, característicos de una sociedad determinada. La educación es, en su sentido amplio, el proceso social por medio del cual la sociedad transmite a sus nuevos miembros los patrones de conducta que le sirven de guía en sus actuaciones diarias. La educación involucra el desarrollo de nuevos patrones de conducta – habilidades, creencias y actitudes. En resumen, es un proceso social que constituye en enseñar y aprender los patrones de conducta que se esperan de los miembros de una sociedad (Cáceres, 1997).

Observamos que la educación se lleva a cabo en un ambiente social y se espera que el resultado se ponga en práctica en la vida social. Es decir que la relación que existe entre educación y cultura es una relación unidireccional, donde la educación está al servicio de la cultura, modificándose constantemente de acuerdo a los cambios evolutivos y transmitiendo los conocimientos y habilidades que la sociedad requiere.

Bruner argumenta que debido al instrumentalismo evolutivo y a los continuos cambios de la sociedad “ la cultura necesita recurrir a la educación formal como instrumento para consolidar las habilidades” (Bruner, 2000: 138), ya que “a medida que nuestra tecnología se vuelve cada vez más compleja, tanto en la maquinaria como en la organización humana, el papel de la escuela se va haciendo más vital para la sociedad, no solo como agente de socialización, sino también como transmisora de habilidades básicas” (Bruner, 2000: 141). La educación debe tener en cuenta “cualquier innovación en materia de herramientas o de su empleo” y encargarse de su difusión en pro de la evolución. Por lo tanto, la cultura necesita de la educación como transmisora de la misma, ya que ésta le permite la difusión de la información y apoya en la capacitación de los sujetos que están inmersos en la cultura.

Así mismo, se caracteriza esta como una relación unidireccional por la constante modificación que la cultura le demanda a la educación, ya que “la velocidad del cambio de la sociedad en que vivimos nos obliga a redefinir de qué forma habremos de educar a la nueva generación”. De este modo, la educación se ve influida por los constantes cambios culturales que le exigen tener que rediseñar tanto la metodología como los fines de la educación, con respecto a las nuevas habilidades que requiere la evolución de la sociedad.

Desde la perspectiva jurídica, Harvey argumenta que deben ser separados, sin dejar de reconocer su estrecha vinculación. Robertson sostiene que el derecho a la educación, en sus diversos grados, forma parte de los derechos culturales porque el primero está inmerso en la denominación del Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, aun cuando se distinga entre derechos específicamente educativos y el derecho genérico a la cultura.

Por otro lado, pero en un mismo sentido Harvey aísla el derecho a la educación de la noción de derechos culturales al sostener que la educación cuenta con sus propios principios y postulados, y que los derechos educativos responden a determinados conceptos, tales como obligatoriedad, gratuidad, moralidad y libertad de enseñanza, que se desprenden del propio Pacto. En su acepción más estricta el derecho a la cultura, puede ser definido como el derecho que tiene toda persona humana a:

  • Participar en la vida cultural de la comunidad (Declaración Americana) o tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad (Declaración Universal) o participar en la vida cultural (Pacto Internacional).
  • Gozar de las artes (Declaración Americana y Declaración Universal).
  • Disfrutar de los beneficios que resulten de los progresos intelectuales y de los descubrimientos científicos (Declaración Americana) o participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten (Declaración Universal) o gozar de los beneficios del progreso científico y de sus aplicaciones (Pacto Internacional).

A manera de conclusión de lo que nos antecede, podemos decir que la educación y la cultura están estrechamente relacionadas y hasta inseparables debido a que la cultura necesita de la educación y a su vez la educación está sujeta a la cultura y su labor gira en torno a ella, a favor de una transmisión y apuntando a satisfacer sus requerimientos; tomando en cuenta que toda educación significativa no sólo es aquella que se da en las aulas, también lo es todo aquello que aprendemos en el día a día en pro de la sociedad de la que formamos parte, convirtiéndose todo esto en parte de nuestra cultura.

4. IMPORTANCIA DE LA CULTURA PARA UNA MOVILIDAD SOCIAL ASCENDENTE

El estudio de la movilidad y las condiciones de reproducción de la pobreza ha sido abordado fundamentalmente desde las condiciones estructurales que favorecen las posibilidades de ascenso o descenso social de las personas.

Una premisa central de los estudios sobre la pobreza indicaba que los factores determinantes de los caminos hacia el empobrecimiento y la exclusión social se construían y superponían a lo largo de la vida de cada sujeto, y de generación en generación, hoy en día con los rápidos procesos de modernización en las sociedades, unidos a las transformaciones de la estructura social y la progresiva consolidación de la desigualdad, muestran que las posiciones no están aseguradas y que los grados de vulnerabilidad han aumentado. (Márquez, 2002).

Dadas las profundas y aceleradas transformaciones de nuestras sociedades y economías, es conveniente ampliar la mirada y el análisis hacia cómo el cambio social y estructural se instala en la vida y la cultura de los sujetos y sus familias; y cómo éstos tienen pocas posibilidades de maniobra en un contexto altamente desestabilizante.

Las condiciones de vulnerabilidad y exclusión social, de reproducción de la pobreza, obligan a preguntarse si acaso estas posiciones y la estructura social representan hoy una condena, o si las personas que están en una u otra posición pueden cambiar de escenario. Para los integrantes de nuestras sociedades el margen de maniobra parece ser escaso. Pero la historia muestra también que la propia posición no siempre indica una condena, a menudo los sujetos descubren caminos y soportes que permiten transitar hacia mayores cuotas de bienestar y realización del propio proyecto vital.

Márquez menciona que el análisis de trayectorias laborales nos llevaba a concluir que la mayor o menor movilidad social de los sujetos se juega en la compleja articulación de tres ámbitos estrechamente articulados entre sí: “I) la estructura de oportunidades en la que se desenvuelven sus vidas, con la sociabilidad como un recurso central para el acceso a un sistema o red de protección social; II) la cultura como matriz básica de orientaciones a la acción; y III) la capacidad del sujeto de construir y desarrollar procesos de individualización que le permitan transitar y valerse de esta estructura de oportunidades y soportes de la cultura” (Márquez, 2002: 2).

Si se entiende la cultura como el modo en que una sociedad produce sus formas de convivencia, las representa y las reproduce, el conocimiento y dominio por parte de los individuos de esta cultura puede ser un recurso esencial al momento de construir la propia trayectoria de vida y, más específicamente, la trayectoria laboral. Pero, cuáles son estas disposiciones culturales que facilitan y anticipan trayectorias de movilidad ocupacional ascendente.

La uniformidad cultural, internalización de valores o eficacia normativa, es un debate no cerrado cuando se discute sobre movilidad social. A partir de este entendido de ideas, la integración social seguiría siendo central para asegurar la movilidad. La movilidad social procedería según el grado de internalización de valores, los que determinan la motivación y el nivel de logro; sin embargo, en sociedades modernas y de creciente diferenciación, segmentación y desigualdad como las que vivimos hoy en día, puede influir la diversidad de códigos culturales, que adquieran las personas y ayuden a que estas se distingan y diferencien, siendo lo anterior importante predictor de éxito, más aún, que sólo contar con la sola adscripción a los códigos de integración dominante.

La variedad y la segmentación cultural ponen en relieve la importancia que adquiere la capacidad de cada individuo, rico o pobre, para manejar y decidir entre propuestas y registros de sistemas de integración diferentes y no siempre coherentes entre sí. Las trayectorias sociales ya no estarían aseguradas por el grupo, como en las sociedades holistas y tribales, sino remitidas a cada individuo. Son justamente aquellos con mayor capacidad de preguntarse por sí mismos, es decir personas que basan su ascenso en la meritocracia, los que más éxito tienen en cuanto a movilidad ascendente.

Así entendida, la búsqueda de la pertenencia e integración social, la competencia por un espacio en la sociedad y el mercado, y la pregunta por sí mismo, conviven y se superponen dando forma a las trayectorias sociales modernas. Márquez menciona que la experiencia podría ser entendida, entonces, como el resultado de la articulación de estos tres sistemas y lógicas de acción: la integración, la competitividad y la subjetivación.

  • Integrados, los sujetos se definirán por su pertenencia a aquello que largo tiempo se denominó “comunidad”; manteniéndola y reforzándola a través de un afiatamiento de los lazos de pertenencia, de la construcción de anclajes colectivos, o la referencia a sistemas de valores y normativos que orientan su accionar.
  • Competitivos, los sujetos buscarán realizar sus intereses a través de la concreción de su proyecto, la competencia por él, la negociación, la instrumentalización de una situación en función del logro de sus objetivos.
  • Reflexivos, los sujetos desplegarán recursos de una creatividad que no se reduce a la tradición ni a la utilidad, sino a la capacidad reflexiva, creadora e innovadora que existe en cada uno, a través de la distanciación crítica, la búsqueda de modificación de la relación de fuerzas y la construcción de un proyecto de vida propio (Márquez, 2002: 4).

Observamos, entonces que cada actor individual o colectivo, adoptará necesariamente estos tres registros de la acción, definiendo así su orientación y su manera de concebir las relaciones dentro de una sociedad, buscando maniobrar y superponerse a las condicionantes estructurales, todo ello a su vez dentro de una integración social parte de la cultura de cada individuo.

CONCLUSIÓN

La capacidad de movilizarse en la estructura social y ocupacional se traduce en la capacidad de los sujetos para construir, apropiarse y negociar con la información que de manera permanente les ofrecen la pertenencia a una sociedad, la cultura y su subjetividad, aunado a ello también tiene un papel relevante la diversidad de códigos y habilidades de los sujetos para combinarlos, así como la capacidad de maniobra que logren estos frente a la realidad social. en otras palabras, el elemento cultura en la movilidad social es tan importante que puede ser detonador para que los sujetos que logran aplicar y jugar con una mayor diversidad de códigos culturales puedan obtener una mayor movilidad ocupacional y social.

Se entiende que la relevancia del capital cultural en los procesos de movilidad social y ocupacional reside en su variedad, ya que el dominio de diversos códigos culturales permitirá los sujetos no sólo construir y mantener una mayor cantidad de contactos relevantes para la movilidad social, sino también una mayor capacidad de maniobra frente a las circunstancias adversas a enfrentar en la sociedad inserto. En otras palabras, en un contexto social y económico altamente cambiante y vulnerable, el dominio de una diversidad de códigos culturales se presenta como la clave para el acceso a nuevos círculos sociales; y en el caso del trabajo, para el acceso a nuevas oportunidades y a un mayor rango de respuestas frente a las determinantes estructurales.

La capacidad de moverse en un registro amplio de códigos culturales puede ser especialmente relevante como recurso a la movilidad en sociedades desiguales y donde la importancia de distinguirse puede ser clave a la hora de competir.

También es importante que las personas sepan maniobrar o qué hacer con la diversidad de códigos, entonces, la clave es saber lo que se busca, competir y distinguirse de los demás. La superación de la exclusión social y el logro de la integración en un contexto donde predomina la desigualdad lo cual requiere de códigos culturales algo distintos y más diversos que los que se suscriben como modelo valórico.

En un mismo sentido y producto de una relación unidireccional entre la educación y la cultura, la escolaridad puede ser un elemento determinante en el nivel ocupacional y en la diversidad de códigos culturales y de comprensión del mundo social. A mayor nivel educacional, mayor diversidad de códigos culturales, mayor diversidad de respuestas en términos de las orientaciones culturales de la acción.

BIBLIOGRAFÍA

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