Contribuciones a las Ciencias Sociales
Diciembre 2011

ACERCAMIENTO A UNA DIFERENCIACION DE LAS TIPOLOGIAS DE TRABAJO COMUNITARIO. SU APLICACIÓN EN CUBA.

Yenisei Ortega Pujol (CV)
yenisei_ortega@isch.edu.cu




Resumen

El artículo que a continuación se presenta tiene entre sus propósitos caracterizar el trabajo comunitario, así como sus diferentes tipologías. Se parte de las conceptuaciones teóricas al respecto, del nivel macro al nivel micro, además de emitirse juicios de la autora al respecto, arribando a la conclusión de que, aunque diferentes, las tipologías de trabajo comunitario llevan implícita una relación innegable. Igualmente constituirá material bibliográfico de la asignatura Metodología y Práctica del Trabajo Sociocultural Comunitario que forma parte de la disciplina Cultura, correspondiente al noveno semestre (quinto año) de la Licenciatura en Estudios Socioculturales en el Plan de Estudio C perfeccionado.

Palabras claves: trabajo comunitario, comunidad, intervención comunitaria.



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Ortega Pujol. Y.: "ACERCAMIENTO A UNA DIFERENCIACION DE LAS TIPOLOGIAS DE TRABAJO COMUNITARIO. SU APLICACIÓN EN CUBA.
",
en Contribuciones
a las Ciencias Sociales, diciembre 2011, www.eumed.net/rev/cccss/16/

ACERCAMIENTO A UNA DIFERENCIACION DE LAS TIPOLOGIAS DE TRABAJO COMUNITARIO. SU APLICACIÓN EN CUBA.

El trabajo comunitario es entendido actualmente por muchos cubanos como las actividades que se llevan a cabo en localidades de tipo rural, fundamentalmente dirigido por los Trabajadores Sociales que se formaron en los cursos emergentes desarrollados en los últimos años del siglo XX cubano. Con el presente artículo se pretende aclarar esta y otras pequeñas dificultades o incomprensiones que al respecto puedan existir, abordando además, las tipologías de trabajo comunitario y sus diferencias. A su vez, servirá de material de consulta para la asignatura Metodología y Práctica del Trabajo Sociocultural Comunitario que forma parte de la Disciplina Cultura, correspondiente al noveno semestre (quinto año) de la Licenciatura en Estudios Socioculturales en el Plan de Estudio C perfeccionado.
Entrando en el análisis puntual del tema, es preciso antes comenzar definiendo el trabajo comunitario y los conceptos que le dan lugar, desde la óptica de varios estudiosos, así como la posición que asume ante ello la autora del presente artículo.
Si de trabajo comunitario se trata, debemos partir de analizar el concepto mismo de comunidad. Muchos han sido los autores que han definido este término, algunos han coincidido en elementos y otros han incluido nuevos componentes. Así, por ejemplo, en la Edad Media era entendido como comunidad la agrupación de varias villas y aldeas dependientes de un grupo urbano principal, que fungía como el centro de las mismas. Ya en la actualidad este concepto ha variado pero no por ello deja de tender a confusiones y protestas entre los cientistas sociales.
La comunidad, del latín comminis (hombres conviviendo juntos en un espacio, compartiendo algo, ya sea convivencia, comunicación, unidad),  al igual que común y comunal, es de naturaleza compleja y difícil de delimitar; sugiere la participación en común de todos sus miembros. La principal institución en la misma lo constituye la familia, porque funciona como unidad en la vida económica del grupo; proporcionando la base para el estado social de sus miembros. A su vez, es la fuente de mayor seguridad emocional y el principal vínculo para trasmitir su cultura de una generación a otra.
Existen tres tipos de comunidad: de sangre, de lugar y de espíritu, según el filósofo y sociólogo alemán Ferdinand Tönnies. (1855-1936), quien construyó el tipo ideal de comunidad. Este pensador hizo referencia a la voluntad orgánica vinculada a este tipo de organización social, que se constituye de tres formas: por placer, por hábito y por la memoria. Además, en su artículo “Comunity and Society (1887), define a la comunidad como un conjunto de interrelaciones espirituales que tienen en la amistad su más clara expresión como fenómeno derivado de la aproximación espacial.
Una comunidad ocupa un espacio determinado de la tierra y sus miembros deben haber tenido una historia que reconocen como suya y de la que se sienten orgullosos.
Rappaport  entiende que “comunidad es un grupo social de cualquier tamaño cuyos miembros residen en una localidad específica, comparten instituciones, gobiernos y herencia o historia común, y se percibe a sí misma o es percibido como diferente a la sociedad mayor en algo.”
Pos su parte, Kelly  considera a la comunidad como una serie de sistemas interrelacionados de personas roles, organizaciones y eventos.
Las dos anteriores definiciones tienen un fuerte corte sociológico y las particularidades psicológicas apenas se esbozan. En tal sentido, el psicólogo Klein alude a la comunidad como un conjunto de interacciones ajustadas a ciertas normas en el seno de un dominio de individuos, que tratan de conseguir la seguridad e integridad física, obtener apoyo en tiempos de stress y alcanzar individualidad y significado a lo largo del ciclo vital.
El psicólogo cubano Alipio Sánchez ha conceptualizado a la comunidad como el sistema o grupo social de raíz local, diferenciable del resto de la sociedad de la que es parte en base a características e intereses que son compartidos por sus miembros. Incluye como subsistemas a la localidad geográfica, la interdependencia e interacción social estable y el sentido de pertenencia e identificación con sus símbolos, lo cual -desde el criterio de la autora del presente texto- va a determinar en gran medida la esencia de la comunidad.
Otros autores (Sánchez y Wiensenteld, 1994) para referirse al concepto de comunidad utilizan algunos términos que hasta entonces nos eran desconocidos. Se refieren por ejemplo a:

  1. Un sistema de relaciones sociopolíticas y económicas, físicamente determinadas y con identidad definida.
  2. Modo de asentamiento humano (urbano o rural) donde sus residentes tienen características sociopsicológicas similares en su sistema de relaciones.
  3. Conjunto de personas que habitan en una determinada zona, regida por una dirección política, económica y social; propia o centralizada, que hacen vida común a través de sus relaciones.
  4. “Grupo social que comparte características e intereses comunes y que es percibida y se percibe a sí misma como distinta en algún sentido a la sociedad en la cual existe”.

Un grupo de autores cubanos plantea los siguientes parámetros para definir a la comunidad:

El estudioso cubano Héctor Arias (1995), en el artículo “La comunidad y su estudio” la define como “un organismo social que ocupa determinado espacio geográfico. Está influenciado por la sociedad, de la cual forma parte, y a su vez funciona como un sistema, más o menos organizado, integrado por otros sistemas de orden inferior (las familias, los individuos, los grupos, las organizaciones e instituciones) que interactúan, y con sus características e interacciones definen el carácter subjetivo, psicológico, de la comunidad, y a su vez influyen, de una manera u otra, en el carácter objetivo, material, en dependencia de su organización y su posición (activa o pasiva) respecto a las condiciones materiales donde transcurre su vida y actividad”.
Todas las Ciencias Sociales han detenido su tiempo en analizar el término de comunidad, así como su definición en cada caso. Por solamente mencionar el concepto que a este término asume una de ellas, añadimos el emitido por las ciencias jurídicas. Para el Derecho se considera que existe comunidad cuando dos o más sujetos tienen una potestad de idéntica naturaleza jurídica sobre la totalidad de un mismo objeto. La comunidad puede constituirse en cualquier forma, salvo que se aporten a ellas bienes inmuebles o derechos reales, en cuyo caso será necesaria la escritura pública. La situación de comunidad crea entonces entre los comuneros una serie de relaciones jurídicas.
Partiendo de estas definiciones de comunidad, para este artículo se entenderá como tal a un grupo o conjunto de personas que comparten elementos comunes tales como idioma, costumbres, valores, formas de vida, ubicación geográfica. Existe interrelación entre sus miembros, primando un sentido de pertenencia hacia el espacio geográfico que previamente ha sido delimitado. Por lo general, una comunidad se forma o se crea una identidad común para todos los vecinos, sobre la base principal de diferenciarse de otras comunidades. A su vez esta organización crea un conjunto de normas y disposiciones que deben cumplirse, en la medida de las posibilidades, por todos o la mayoría de sus miembros.
En este sentido, el trabajo comunitario (partiendo de que lo comunitario como disciplina científica surge en la Conferencia de Boston, Massachusetts, en 1965, cuando se oficializa el término de Psicología Comunitaria) se concibe como el proceso de transformación de las condiciones económicas, sociales y culturales y de las relaciones sociales de los espacios locales, mediante el desarrollo de una cultura y un estilo participativo que involucre la acción integrada de la mayor diversidad de los actores sociales, en la generación de los procesos de cambio encaminados al mejoramiento de la calidad de vida, siguiendo el criterio de la profesora María del Carmen Caño, de la Universidad de Granma. Este será el concepto asumido a lo largo del presente texto.
El trabajo comunitario es un proceso estratégico desarrollado desde la propia comunidad, con el fin de identificar sistemáticamente aquellas necesidades y soluciones materiales, espirituales y/o económicas para su pronta transformación. Para lograr esto se necesita la activa participación de los habitantes de la comunidad en el planeamiento, decisión, integración y autogestión, así como del apoyo de las instancias gubernamentales,  organizaciones políticas y de masas y el apoyo constante de entidades e instituciones que puedan involucrarse en este sentido.
El trabajo comunitario, por ser un proceso, debe caracterizarse como autogenerado debido a que se parte de una necesidad real de la propia comunidad, multidireccional e integrador ya que abarca todas las esferas de la vida cotidiana, participativo, plural y permanente debido a la constancia de realización del mismo y a la cantidad de personas implicadas en ello.
Desde la Psicología Comunitaria, es entendido como el proceso que permite trabajar por el desarrollo y perfeccionamiento del modo y condiciones de vida y por el mejoramiento del medio ambiente físico; todo lo cual llevará al incremento del nivel y calidad de vida de sus miembros, donde se han de considerar especialmente los elementos subjetivos.
El trabajo comunitario no puede ser solo trabajo para la comunidad ni en la comunidad; sino que es un proceso de transformación desde la comunidad: soñado, planificado, conducido y evaluado por la propia comunidad. Sus objetivos principales, principalmente en Cuba, los constituyen potenciar las fuerzas y la acción de la comunidad para lograr una mejor calidad de vida para su población, así como conquistar nuevas metas dentro del proceso social elegido por los pobladores; desempeñando, por tanto, un papel relevante la participación en el mismo de todos sus miembros.
“En el trabajo comunitario ha habido tendencia a agrupar, bajo un título adecuado, métodos de trabajo de naturaleza completamente distinta, así como disposición  a diferenciar entre métodos en alto grado parecidos (...), ha habido tendencia a suponer o afirmar que todos los consejos de bienestar emplean un proceso de organización comunitaria,  aún cuando estudios más concienzudos indican que los distintos consejos utilizan métodos radicalmente distintos (...)” (Bonfiglio, 1982)
El trabajo comunitario consta de tres fases que, aunque muy interrelacionadas entre sí, están bien delimitadas unas de las otras. Ellas son:

  1. Diagnóstico: consiste en revelar claramente los problemas y necesidades de la comunidad, así como sus potencialidades; se deben tomar en cuenta todas las características de la comunidad así como la identificación de líderes y priorizar las tareas y metas que se propone la comunidad, cuyo desarrollo generará la autoconfianza comunitaria y el surgimiento de nuevas tareas y/o metas. En síntesis, es el punto de partida para la jerarquización de las necesidades derivadas de la evaluación realizada y para dar un orden de prioridad a las acciones a desarrollar. Debe tomarse en consideración la estructura de clases, capas y grupos sociales que componen la comunidad y su modo de vida. Igualmente identificará las individualidades relevantes, los líderes negativos y positivos; estos últimos son muy importantes para los procesos de desarrollo comunitario. El diagnóstico definirá las metas que se propongan y su progresividad.
  2. Elaboración y Ejecución del Plan de Acción: consiste precisamente en diseñar, de acuerdo a las necesidades que fueron priorizadas en el diagnóstico, un grupo de acciones que serán resueltas por los comunitarios contando con el apoyo de cada sector institucional presente en el entorno. En este caso, es importante generar debate y participación comunitaria así como evitar que la subjetividad del investigador se involucre en la etapa: la comunidad aporta las posibles vías de solución si se logra su autoparticipación. Permite formular adecuadamente la organización del tiempo para el posterior desarrollo de las acciones a emprender en la comunidad. En él se tienen en cuenta los objetivos de trabajo del diagnóstico y los recursos materiales y humanos con que se cuenta. Es importante precisar las acciones y tareas concretas de cada sector institucional y de cada grupo. Otro aspecto importante en este paso lo constituye la capacitación de las figuras claves de la comunidad es tarea permanente del plan de acción para garantizar la calidad y efectividad de la dirección y participación de los implicados en el proceso del trabajo comunitario.
  3. Seguimiento y Evaluación del proceso del Plan de Acción así como de su impacto: consiste en un proceso permanente que se realiza desde la elaboración del diagnóstico; permite valorar la eficiencia de los avances alcanzados en la intervención y realizar los cambios necesarios durante la ejecución del plan de acción. Recordar en este aspecto que la sistematicidad y el control de las actividades es determinante para lograr el éxito en cualquier proyecto. El control y la evaluación de las acciones del proceso del trabajo comunitario permiten valorar la eficiencia de los pasos dados y hacer los ajustes necesarios en la ejecución de las distintas acciones.

En la realización del trabajo comunitario deben tenerse en cuenta sus niveles de integración. Ellos son el referido al macromedio (de él se derivan las características sociopsicológicas del orden de los sistemas valorativos que reflejan las particularidades y propósitos de nuestra sociedad: instituciones, organizaciones), el micromedio que incluye a la familia y demás grupos formales o informales así como el referido al sujeto como agente portador del fenómeno social, ya que no debe desconocerse la particular manera en que se reflejan los fenómenos sociales en lo particular de cada individualidad..
Para un buen desarrollo del trabajo comunitario se deben tener en cuenta sus propios recursos, sin obviar que el principal, en este sentido, lo constituye la propia comunidad y sus habitantes. El resto de los recursos, clasifican como:

El trabajo comunitario está constituido por un objetivo estratégico: el desarrollo humano. Según González (2005), “es un proceso estratégico que se desarrolla desde la comunidad e identifica sistemáticamente necesidades y soluciones materiales, espirituales y económicas para su transformación, con la activa participación en el planeamiento, decisión, integración y autogestión de la población, el gobierno y las organizaciones políticas y de masas y el apoyo de entidades e instituciones”.
Portal (2003) expresa que el trabajo comunitario es “(…) una práctica social que se realiza en escenarios en los que se manifiesta la diversa, contradictoria y conflictiva realidad cotidiana. Por tal motivo, su proyección y desarrollo, no es posible reducirlo a indicadores objetivos, pues es la subjetividad la que constituye sus ejes motores. Esta complejidad no se sustenta esencialmente en problemas cuantificables ni es posible medir el impacto de la labor comunitaria a través de elementos de verificación exacta”.
En el contexto cubano se aprecia una nueva mirada que abarca mayores espacios. Ejemplo de ello lo constituye la definición abordada en el Programa de Trabajo Comunitario trazado por la Asamblea Nacional del Poder Popular, donde se establece que “el trabajo comunitario es una vía para alcanzar un desarrollo más eficaz y sustentable de la sociedad cubana”.
El trabajo comunitario, según lo planteado en el Programa antes planteado, puede ser visto como una tarea, un programa o proyecto, un movimiento, e incluso como un concepto en sí mismo. Para los Órganos Locales del Poder Popular en Cuba  (OLPP) constituye un método, una forma de actuar cuando se conciben, organizan y ejecutan actividades a escala comunitaria.
Los estudios que se han llevado a cabo en el país y las experiencias que sobre este tema existen, han demostrado que el éxito radica, precisamente, en desarrollar una labor caracterizada por la integración, la planificación y ejecución de las acciones donde se incluyan aquellas necesidades que realmente percibe la comunidad y todos sus habitantes, sin importar el status social que estos ocupen. Son ellos específicamente quienes conducen el trabajo y al desarrollo de una mayor y efectiva participación comunitaria en la concepción y ejecución de las acciones que se logren diseñar y ejecutar.
En Cuba el trabajo comunitario se rige por principios, los cuales deben ser de estricto cumplimiento. Ellos, aunque indistintamente se han venido tratando en el desarrollo del presente artículo, son:

Varias tipologías de trabajo comunitario pueden ser diferenciadas al emprender la labor de intervención comunitaria. Ellas son o pueden ser:

Antes de comenzar a caracterizar estas tipologías, es preciso antes definir qué se entenderá por intervención comunitaria. La misma ha sido caracterizada desde la Psicología Comunitaria, de la cual es la base. Entre sus características fundamentales se halla, en primer lugar, el papel de sujeto y protagonista que tienen las personas en el proceso, además de que son objeto de dicha intervención. Le sigue la interacción que se presenta entre el interventor y la comunidad, donde se debe cuidar la no influencia de la subjetividad del primero en el procedimiento para evitar falsos resultados; el grupo o comunidad en cuestión posee autodirección ya que el líder de la misma debe ser miembro del espacio donde se interviene para lograr que realmente se cumpla el principio de la autoparticipación comunitaria por su transformación. Se involucran elementos identitarios y de significación personal así como elementos culturales que han sido generados espontáneamente.
Existen dos tipos de intervención comunitaria: la intervención directa, que se realiza con presencia del individuo cuyo objetivo es promover en este la afirmación de la autoconfianza y autoestima, además de movilizar sus potencialidades para el cambio; y la intervención indirecta realizada fuera de la relación personal con el individuo. El objetivo de esta última consiste en organizar el trabajo, planificar acciones a realizar con posterioridad con el fin de beneficiar al necesitado, pero no implica su participación en ella constituyendo esto una gran limitante en el accionar del trabajo comunitario. De estos dos tipos de intervención, la primera constituye la que más se realiza en Cuba debido a sus propias características, además de ser la que mayor cantidad de resultados favorables aporta.
Entrando en materia de Trabajo Social como tipología de trabajo comunitario, sería conveniente, antes, comenzar por su historia. Desde los inicios de la humanidad aparecen preocupaciones e iniciativas dirigidas al mejoramiento de las condiciones del ser humano; pero las mismas tenían una expresión esporádica en pocas personas y patrocinadas por instituciones poderosas como la Iglesia generalmente, siempre encaminadas a sectores limitados de la población. Estas acciones resultaban insignificantes para satisfacer la ayuda que merecían los males sociales existentes. Además de ello, las causas reales que daban origen a los disímiles problemas presentados no eran atacadas en tiempo ni de la mejor manera.
En sus inicios, el Trabajo Social fue considerado como un arte en el cual los conocimientos de “la ciencia de las relaciones humanas” y su aplicación práctica posibilitaron la movilización de actitudes en el individuo y los recursos de la comunidad. Más tarde, se define como “tecnología social”, al aplicársele las teorías de las ciencias sociales en el campo del bienestar social. En la actualidad se define al Trabajo Social como la actividad profesional cuyo objetivo consiste en enriquecer y mejorar el desarrollo individual y de grupo, o aliviar condiciones sociales y económicas adversas.
Ander Egg (1979) plantea que el Trabajo Social es “el modo de acción social superador de la asistencia social y del servicio social (…) para que individuos, grupos y comunidad (…) participen activamente en un proyecto político que signifique el tránsito de una organización y marginalidad, a otra de plena participación del pueblo en la vida económica y social de la nación…”
Antiguamente, todas las formas de filantropía y de caridad (como las realizadas por personas sin formación pero con conciencia social) eran consideradas como un trabajo social. El principal objetivo de estas actividades consistía en resolver los problemas inmediatos de los necesitados sin modificar sus causas. Posteriormente, el aumento del volumen de estudios sociales realizados posibilitó el análisis de los desajustes sociales y económicos de la sociedad moderna y coordinar las actividades de los profesionales en un esfuerzo por beneficiar al máximo a las personas necesitadas y a toda la comunidad.
Según Ander Egg, en la historia del Trabajo Social se definen tres momentos esenciales: Asistencia Social, Servicio Social y Trabajo Social; definiendo este último sobre la base de una concepción operativa y expresando al respecto: "El Trabajo Social tiene una función de concientización, movilización y organización del pueblo…". Sus antecedentes se pueden encontrar en la ayuda y la asistencia desarrolladas hasta el siglo XVIII, predominando los motivos religiosos, la caridad y la limosna como formas más generalizadas de acción social.
Estos primeros antecedentes lo constituyen la labor del religioso Juan Luis Vives, el Sistema de Hamburgo de 1765, la Organización de Caridad en Glasgow por Tomas Chalmers, en 1805 y en Elberfeld por Daniel von der Heydt en 1825, los cuales muestran una clara preocupación por atender los problemas sociales en el mismo sitio donde estos tienen lugar. Todos ellos llevarían a la creación de los "settlements" en la Inglaterra victoriana de 1884, como intento de preservar los valores humanos y espirituales. Ese mismo año, el pastor Samuel A. Barnett, vicario de St. Jude's en el East London, fundó el Toynbee Hall, con la idea de hacer de este centro un lugar de integración social en que todos pudieran aprender dando y recibiendo. El settlement llegó a ser así un centro de educación y reforma social y un sitio de reuniones para mucha gente interesada en mejorar las condiciones sociales en Londres. A partir de la experiencia del Toynbee Hall, los settlements se expandieron por toda Gran Bretaña.
Otros pioneros del movimiento social fueron Edward King, Charles Stover, Robert Archey Woods, Everett Wheeler y sobre todo Jane Addams, quien también fundó en 1889 junto a Ellen Star, el Hull House en Chicago.
Pudiera afirmar, sin miedo a equívocos y aunque sin prueba científica al respecto, que debido a que en sus inicios el Trabajo Social era de corte religioso fundamentalmente o conducido por entidades religiosas, los logros y resultados debieron ser mayores si se tiene en cuenta que el número de feligreses y/o creyentes no practicantes de alguna religión era mayor, al menos en el caso latinoamericano, aunque pudiéramos delimitar aún más el contexto y hablar de Cuba propiamente. En pleno siglo XIX, siendo la isla una de las colonias de España, el catolicismo afloró en la población nativa, lo cual puede haber constituido un indicio que aportara resultados favorables al Trabajo Social. La población cubana poseía un nivel de desarrollo mucho más bajo del que actualmente posee, lo cual pudo conllevar a un determinado aislamiento o fanatismo por la religión y todo lo que con esta les podía llegar. Esta puede ser solamente una de las causantes de estos resultados que, aunque especulativos, puede ser comprobados.
En 1921, Eduard Christian Lindenman (1885-1953) publicó “The Community. An Introduction to the Study of Community. Leardeship and Organization”, considerado el primer texto sobre el tema de Trabajo Social. Walter Pettit en la Conferencia Nacional de Trabajo Social de 1925, presentó un trabajo titulado “Some prognostication in the Field of Community Work”, en el que se señala que el trabajo comunitario es "la forma de ayuda a un grupo de personas a reconocer sus necesidades comunes y a resolver esas necesidades".
En América Latina fueron las Misiones Culturales Mexicanas, creadas en 1920, las primeras en promover el mejoramiento económico, cultural y social de las comunidades rurales, para que se adapten a normas evolutivas avanzadas y el Programa Andino lanzado desde 1953 por la Organización Internacional del Trabajo, favoreciendo a poblaciones aborígenes, el cual fue el primero que alcanzara relevancia a escala internacional. En 1944 la trabajadora social brasileña Helena Iracy dictó el primer curso sobre comunidad, siendo entonces la primera autora latinoamericana que planteara la necesidad de integrar los llamados métodos de caso - grupo - comunidad; en 1956, el trabajador social costarricense Carlos María Campos Jiménez publicó "Organización y desarrollo de la comunidad para el Bienestar Social", de significativa relevancia para el momento debido a que fue capaz de integrar ambos conceptos y señalar que constituyen un medio para un fin más trascendental. En ese mismo año tuvo lugar la primera experiencia práctica en Argentina.
En el contexto cubano comenzó a desarrollarse el Trabajo Social de manera profesional en 1943 cuando es creada la primera escuela de trabajo social en el país, la cual funcionó hasta 1956, pero al igual que en otros estados sólo servía para aliviar algunas necesidades y orientar a una pequeña muestra de la población necesitada.
Al Triunfo de la Revolución el 1ero de enero de 1959, no se tuvo en cuenta esta disciplina dentro de las carreras universitarias. Fueron mayormente las organizaciones de masas quienes comenzaron a liderar estas acciones con predominio de un carácter asistencialista. Pero es a partir de esa fecha cuando se pone en práctica por primera vez el principio de que todas las personas tienen derecho a alcanzar y participar en todos los bienes materiales y culturales que la sociedad posee, así como el deber de contribuir y desarrollar esos bienes. Se eliminan por completo los conceptos de caridad, limosna y dádiva, para empezar a hablarse entonces de derechos y deberes ciudadanos.
En la década del ´70 del pasado siglo XX se reinició el estudio del Trabajo Social en Cuba, pero continuó la visión asistencialista del fenómeno. Ya entrada la década de los ´80, el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) comienza a formar trabajadores sociales que se encargarían de desarrollar tan humana tarea. Finalizando el siglo XX, para darle continuidad al proceso que se venía desarrollando, se incorporan las Universidades y el Estado cubano a través de organizaciones juveniles y como parte de los programas sociales creados para los jóvenes por iniciativa de la máxima dirección del país, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, la creación de las Escuelas de Formación Emergente de Trabajadores Sociales. Inicialmente se crearon cuatro de este tipo: una en La Habana (específicamente en la localidad de Cojímar) donde radicaba la Dirección Nacional del Programa, otra en Villa Clara, una tercera en Holguín y la cuarta en Santiago de Cuba; cada una de las cuales se encargaría de formar estudiantes de las provincias aledañas. En los años posteriores esta experiencia fue trasladada a nivel municipal, creándose una de ellas en cada uno de los 169 municipios del país con vistas a llevar el servicio a los lugares más recónditos y necesitados de manera sistemática.
La animación sociocultural es un fenómeno que, aunque antigua, surge en la década del ´60 en Europa como forma de acción educativa realizada fuera del sistema educativo formal, propuesta como una tentativa de aportar soluciones a algunos de los problemas particulares de nuestro tiempo. Surge además como un procedimiento adecuado para sensibilizar e impulsar hacia las tareas de educación. De ello resulta que la animación sociocultural es la metodología que ayuda a la dinamización, a poner en movimiento a sectores poblacionales que comparten un mismo territorio, mediante su activa participación y el rescate o refuerza de sus identidades culturales.
La animación sociocultural se nos presenta hoy como un dispositivo eficaz para la movilización de grupos, instituciones, asociaciones con ánimo de reconversión. En la actualidad es un instrumento esencial para plantear un nuevo significado del tiempo de trabajo y el tiempo de ocio: el trabajo se transforma en ocupación, y el tiempo de ocio se invierte en tareas socioculturales para originar una comunidad más participativa, donde nos podamos sentir públicos, solidarios. Es una estrategia de intervención que busca un modelo de desarrollo comunitario, cuyas finalidades últimas son promover la participación y dinámica social desde los procesos de responsabilidad de los individuos sobre la gestión y dirección de sus propios recursos.
“La animación sociocultural es el conjunto de prácticas sociales que tienen como finalidad estimular la iniciativa y la participación de las comunidades en el proceso de su propio desarrollo y en la dinámica global de la vida sociopolítica en que están dirigidos” (Ander Egg, 2000, p. 128).
Castro (1987), la definió como “… el conjunto de acciones que tienden a ofrecer al individuo la posibilidad y el deseo de convertirse en agente activo de su propio desarrollo y el desarrollo de su comunidad”.
Como método de intervención territorial, la animación sociocultural busca la materialización de una propuesta a partir de la participación de los ciudadanos. Se pretende la discusión abierta, el debate, escuchar y entender, tomar decisiones pactadas y responsabilidad compartida. Desde esta pluralidad y el pensamiento reflexivo surge la acción que deriva en un compromiso a través del cual se aprecia el problema del otro como propio. Esta cooperación será una metodología útil para fomentar una nueva y necesaria solidaridad. Sólo así esta animación será un instrumento adecuado para motivar y ejercer la participación, buscando un cambio personal y estructural con la comunidad organizada a través de asociaciones, movimientos sociales, etc.
Resumiendo, la animación sociocultural en tanto visión de desarrollo comunitario, parte de la necesidad de una adecuada articulación de la sociedad, donde los distintos grupos que la integran deben trabajar de forma complementaria y donde la solidaridad debe estar presente en el interior de cada uno de ellos. Por eso muchas veces o en la mayoría de los casos, se concibe como un instrumento adecuado para motivar y ejercer la participación de los asistentes o individuos involucrados y/o beneficiados con ella.
Otro tipo de trabajo comunitario es la promoción social / sociocultural. La misma no se debe concebir únicamente como la posibilidad de una cultura para todos, hablando solamente en términos en acceso, sino de una cultura por todos y de todos, según expresó Carlos Rafael Rodríguez en el Discurso pronunciado en el IV Congreso de la UNEAC, celebrado en enero de 1988.
Los antecedentes de esta modalidad de acción cultural se pueden ubicar en la segunda mitad del siglo XX, cuando las grandes potencias económicas y militares, fortalecidas como resultado de la segunda  conflagración mundial se convierten en un nuevo paradigma para occidente y el resto del mundo, por tanto, en un referente como modelo de desarrollo.
Partiendo de que la cultura es el resultado de la actividad humana productiva y espiritual, la promoción sociocultural puede ser entendida como un sistema de acciones que, integradas de forma coherente, impulsen el desarrollo de cada subsistema de la cultura, para alcanzar metas que permiten acelerar el proceso de desarrollo de la vida espiritual de la sociedad.
La esencia de la promoción sociocultural consiste en un sistema de acciones dirigidas a establecer o impulsar la relación activa entre la población y la cultural, para alcanzar niveles superiores en el desarrollo de ambos. Las acciones que se utilizan en este sistema son las actividades de  animación y divulgación, la programación, la extensión, la producción industrial de bienes culturales, la labor de investigación cultural y toda aquella acción vinculada con la cultura.
En la actualidad se trabajan al unísono tanto la definición de promoción sociocultural como la de promoción cultural, las cuales han sido abordadas por varios autores nacionales e internacionales desde hace algunos años.
Tomando como punto de partida el siguiente concepto de promoción cultural podemos afirmar que esta es vista como: “el sistema de acciones que activa el ciclo de la cultura o al menos a uno de los componentes o fases del ciclo (creación, acumulación, conservación, divulgación y percepción de los valores culturales).” (Kristova, A.1984)
Para algunos autores promoción y animación sociocultural tienen el mismo significado. Sin embargo, los Doctores en Ciencia cubanos Gil Ramón González y Mercedes González (2003) aseguran que: “Para nosotros no son sinónimos; si al hablar de la promoción la concebimos como sistema de acciones, al referirnos a la animación sociocultural la abordamos como conjunto de acciones, que dentro del sistema de la promoción cultural, están dirigidas a organizar a las personas para la autogestión del desarrollo sociocultural comunitario, con un alto nivel de protagonismo y perdurabilidad a través de una pedagogía participativa”.
Para entender prevención social antes es preciso definir prevención. Etimológicamente proviene del latín preventione e indica la acción o efecto de prevenir, disponer, organizar y prevenir para evitar un riesgo. En general, las definiciones respecto a prevención social apuntan a la conformación del concepto como un proceso que se elabora conscientemente desde la política social, y cuyo desarrollo comporta el compromiso de accionar transformadoramente sobre la realidad. Los primeros en estudiarla fueron Erich Lindenman (1944), Lofquist (1983) y Caplan (1964).
Durante mucho tiempo la prevención estuvo asociada a la medicina debió a que surgió como un complemento a la asistencia individual. Su aplicación en la esfera de la intervención comunitaria o social, ha sido  un tanto despreciada. El tiempo transcurrido entre los intentos preventivos y su total curación o constatación de sus resultados son aspectos considerados por los cientistas sociales.
Se puede concluir que prevención social abarca las grandes directrices de la sociedad para elevar el bienestar material y espiritual del pueblo, la difusión de la cultura y la educación. Algunos de los problemas sociales que se les presta atención por la prevención social lo constituyen la prevención del delito, el consumo ilegal de drogas, etc.
El contenido de las medidas preventivas dependerá en gran medida de los niveles en que se implemente. Esto se debe a que en cada uno de ellos deberán concebirse acciones y taras que se apropien al momento. Estos niveles son:

Algunos estudiosos de la temática añaden otro nivel a estas definiciones. Este es el metasocial, muy relacionado con la Globalización, haciendo alusión a la influencia de fenómenos  sociales, económicos, políticos, ideológicos y culturales más allá de las fronteras nacionales. Pero sin dudas, estos niveles no son para nada excluyentes sino que se complementan uno al otro y deben ser considerados y analizados como un sistema. Por tanto, se recomienda que las estrategias de prevención no deben desarrollarse únicamente desde uno solo de estos niveles.
En Cuba la prevención constituye uno de los pilares fundamentales en materia de política social si se trata de eliminar los males que actualmente golpean a nuestra sociedad. Asimismo, la política de prevención está avalada y fundamentada desde el punto de vista ideológico por los principios de la Revolución. No obstante, requiere de una regulación jurídica derivada en primera instancia de la Constitución de la República. Otros documentos jurídicos a este fin son la Ley 1289 o Código de la Familia de 1975, el Código de la Niñez y la Juventud de 1978, el Código Penal de 1987, Decreto Ley 64 de 1982 y el Decreto Ley 95 de 1986, entre otros.
El trabajo de prevención y atención social se presenta actualmente en Cuba como una de las tareas más apremiantes para las organizaciones, instituciones, organismos y entidades involucradas en la misión de trabajar con los grupos de riesgo, para evitar que se generalicen en nuestra sociedad conductas impropias.
Durante la década del ´60 se alza, con la figura de Paulo Freire, una corriente o paradigma emancipativo estrechamente vinculado a los movimientos populares latinoamericanos: la Educación Popular. La misma tiene una relación orgánica con el proceso de construcción de las organizaciones populares y políticas de los trabajadores que lideran los procesos de liberación en América Latina (Pontual, 2001).
Se constituye la Educación Popular como un esfuerzo de las clases desposeídas a favor de la movilización popular, y se consolida para reflejar los niveles de la lucha de clases, un intento en el sentido de la movilización y la organización de estas clases con vistas a la creación de un poder popular.
Esta corriente propone un proceso educativo revolucionario que “estimule la capacidad crítica y autónoma de pensamiento entre los educadores, sin dejarlos entregados a ellos mismos” (Freire, 1988), o lo que es lo mismo, un proceso donde el educador no debe ser autoritario, pero tampoco dejar que los alumnos sean quienes decidan en el proceso. Se debe partir de los niveles de comprensión del medio, de la realidad, de la expresión que las propias masas populares tienen de ese contexto.
La Educación Popular se considera entonces como “un proceso de formación y capacitación que se da dentro de una perspectiva política de clases y que forma parte o se vincula a la acción organizada del pueblo, de las masas, en orden de lograr el objetivo de construir una sociedad nueva (…) Es la teoría a partir de la práctica y no a la inversa (…) es tomar la realidad y la práctica transformadora sobre esa realidad, como fuente de conocimiento, como punto de partida y de llegada permanente, recorriendo dialécticamente el camino entre la práctica y la comprensión sistemática, histórica, global y científica…” (Núñez, 2001)
El desarrollo histórico de las universidades y otros tipos de instituciones de educación superior y sus relaciones con el medio social, ha pasado por determinados momentos históricos. Sin embargo, en nuestro país, y quizás en América Latina, se observaba un débil trabajo científico-investigativo que caracterizara esencialmente qué es la extensión universitaria y la modelara en correspondencia con la actualidad permitiendo, por tanto, dirigirla de un modo eficaz y eficiente.
Sin embargo, tal valoración no se contradice con lo que sostiene Alarcón Ortiz al plantear que la extensión universitaria puede considerarse como función rectora en el vínculo entre universidad y sociedad, al ser el elemento integrador y dinamizador que facilita el flujo cultural continuo entre la universidad y la sociedad que las enriquece mutuamente.
En América Latina la experiencia de la extensión universitaria data de los inicios de este siglo teniendo en la Reforma de Córdoba (1918) el momento más relevante desde el punto de vista de lo que significó en el cambio que las universidades experimentaron en su vocación social y en la generalización de esos postulados por la mayoría de los países latinoamericanos. En esta dirección se determinan las siguientes etapas: Primera etapa: Desde su surgimiento hasta la Reforma de Córdoba (Período de  Aislamiento); Segunda etapa: Desde la Reforma de Córdoba hasta finales de la década de los cuarenta (Período de la Ruptura); Tercera etapa: Desde principios de la década de los cincuenta hasta mediados de la década de los setenta (Período de la Conceptualización) y Cuarta etapa: Desde mediados de la década de los setenta hasta la actualidad (Período Inicial de la Integración).
Las características de la extensión como función permiten proponer la siguiente definición de Extensión Universitaria, que será la asumida en el presente escrito: Sistema de interacciones de la Universidad y la Sociedad, mediante la actividad y la comunicación, que se realizan dentro y fuera del centro de educación superior, con el propósito de promover la cultura en la comunidad universitaria y extrauniversitaria, para contribuir a su desarrollo cultural. (González y González, 2003)
La Extensión Agraria hace referencia a la aplicación de la investigación científica y los nuevos conocimientos a las prácticas agrarias a través de la educación agrícola y ganadera. El campo de extensión actualmente alcanza un amplio rango compuesto por comunicaciones y actividades de aprendizaje organizadas para la población rural por parte de profesionales de diferentes disciplinas incluyendo la agricultura, salud y estudios de negocio y marketing.
El concepto abarca a todos los países. Los ejemplos pueden encontrarse en muchos casos relacionados con agencias gubernamentales estando representados por organizaciones profesionales, redes y medios masivos de comunicación.
Existen cuatro paradigmas de Extensión Agraria. Ellos son: Transferencia de tecnología (persuasivo + paternalista), prevaleciente en la época colonial y reaparece en las décadas del ´70 y ´80 del pasado siglo XX en Asia; Trabajo persuasivo y participativo, que se aprecia en la actualidad mediante las respuestas dadas por las compañías privadas a las necesidades de los agricultores con tecnología propia; Desarrollo de recursos humanos, asumido por universidades americanas y europeas para instruir a agricultores que no pueden asistir a los cursos a tiempo completo; y Facilitar el Empoderamiento (educativo + participativo), el cual utiliza métodos como el aprendizaje por experiencia y los intercambios entre agricultores y granjeros, suyo aprendizaje han conseguido a través de procesos interactivos.
El último tipo de trabajo comunitario que no por ser el último dejar de tener suma importancia, lo constituye la Investigación – Acción – Participación, conocida común y popularmente como IAP. La misma surge como alternativa a la investigación tradicional, en la que la separación entre ciencia y práctica es radical. Su precursor es el psicólogo alemán Kurt Lewin.  Es una variante de la investigación cualitativa que se basa en toda una metodología para la intervención social difundida en las décadas del ´60 y el ´70. En Cuba se vincula fundamentalmente a los estudios educativos y comunitarios en la década del ´90 penetrando de esa manera en los medios académicos.
Algunos autores la han definido como:

Entre sus características fundamentales se encuentran que interviene sobre situaciones reales, es un proceso dialéctico de conocer - actuar, la comunidad deja de ser objeto y pasa a ser sujeto de la investigación. Además se conjuga el conocimiento científico y el popular; su desarrollo debe contar con la participación de los miembros de la comunidad. Por último, supone para el investigador un compromiso ideológico, con las personas con las que trabaja, compartiendo responsabilidades con la finalidad de conseguir el cambio social deseado.
Consta de cinco fases bien claras y delimitadas, las cuales son:

Algunos autores tratan la temática de etapas de la Investigación - Acción  - Participación. Las mismas quedan estructuradas o diseñadas dela siguiente manera:

  1. Etapa preliminar: abarca la constitución del equipo de investigadores externos y la selección argumentada del contexto.
  2. Familiarización con la comunidad: en esta etapa están contenidos la exploración de la zona, la identificación y establecimiento de los primeros vínculos con algunos habitantes de la comunidad, reconocidos por el resto como informantes claves (a mencionar los líderes comunitarios, dirigentes políticos, maestros, miembros de organizaciones e instituciones que hagan vida en la comunidad, etc.).

Estos vínculos permiten generar condiciones de confianza y compromiso, necesarios para la puesta en marcha de cualquier proyecto conjunto. En igual medida se posibilita el establecimiento de otros intercambios informales (con miembros menos visibles, visitas a escuelas, instituciones de salud) y la comprensión de la articulación entre el contexto comunitario, en términos de su inserción (o exclusión) con el resto del contexto.

  1. Detección de necesidades o etapa diagnóstica: permite el establecimiento de los vínculos con miembros de la comunidad, el fomento de vínculos entre los  miembros de la comunidad, de modo que de no existir las características de la comunidad como concepto, esta pueda ir construyéndose y consolidándose a medida que avanza el proyecto de IAP. Además se permite, en esta etapa, la profundización en el conocimiento de las características del contexto comunitario, la recolección de información relativa a la detección de necesidades sentidas y los recursos comunitarios, así como temas emergentes colaterales y la jerarquización de necesidades y valoración de recursos.
  2. Intervención: comprende el diseño de planes de acción, en términos de delimitación del problema y/o necesidad, objetivos, fundamentación, descripción de estrategias, identificación de responsables de la actividad, de recursos de distinto tipo, de obstáculos posibles; presentación del plan de evaluación, de los formatos de registro y control; el cronograma de las actividades con todos sus componentes claramente determinados (lugar, día, hora, duración estimada de las actividades). Igualmente comprende la implementación de las acciones propuestas, la sistematización y análisis de la actividad realizada.
  3. Evaluación: es una forma de evaluación en la que las demandas e intereses de todos los actores sirven como foco organizador, que es implementado dentro de los preceptos metodológicos del paradigma de investigación constructivista y con base en un proceso hermenéutico dialéctico. Parte del proceso participativo y de fortalecimiento comunitario (Greene, 1994); en tanto los involucrados comienzan a participar y a hacerse cargo de los esfuerzos evaluativos. Se integra así a todas las partes interesadas en cada una de las fases de la evaluación, desde las fases previas al diseño, fase de evaluación de información y recolección de información y fase de análisis y utilización de resultados. Es un proceso sociopolítico: en el que los factores sociales, culturales y políticos son componentes significativos del proceso; se asume como un proceso conjunto que aspira incorporar, de manera cooperativa, las construcciones individuales de los participantes. Ello no significa que toda evaluación termina en consenso, ya que puede haber negociación para la realización de ciertas acciones, aunque no se haya alcanzado el consenso. Igualmente es un proceso emergente e impredecible, porque se desconocen las construcciones de los actores,  se crean realidades, descartándose el término hallazgos ya que sugiere verdades objetivas, mientras que las reconstrucciones que emergen son creación de los participantes.
  4. Comunicación de los resultados.
  5. Cierre de la relación.

En síntesis, pudiéramos acotar que el trabajo comunitario es un accionar con y de la comunidad, no es para ni sobre la misma, pero bajo ningún motivo debemos subvalorar el efecto que ello pueda causar. Importante recordar que para un buen desarrollo del trabajo comunitario es preciso contar con la participación de los habitantes de la comunidad en los procesos de intervención, lo cual solo se logra si se cuenta con el apoyo de ellos en la ejecución de las acciones programadas, las cuales deben estar en correspondencia con las necesidades e intereses de la propia comunidad.
Importante sería además, añadir que aunque las diferentes tipologías de trabajo comunitario difieren entre ellas, existe una relación dialéctica que permite aplicar elementos propias de una en el desarrollo de la otra. La promoción sociocultural, por ejemplo, encierra en ella a la animación sociocultural, por lo cual se deben conocer todas las características de ellas antes de emprender una intervención de tipo comunitaria.
Entonces, ¿realizamos animación o promoción sociocultural?, ¿prevenimos o educamos desde el saber del pueblo? Todo dependerá, en gran medida, de las características que presente el contexto donde se quiera insertar el investigador. A esta autora le parece que lo más idóneo sería emprender un accionar donde la participación de este último como ente externo o interno sea definitorio, teniendo en cuenta la experiencia teórica que él pueda tener. Así estará aportando a los habitantes del lugar el camino, la vía, la metodología a seguir en buscas de mejores resultados.


Bibliografía utilizada