Contribuciones a las Ciencias Sociales
Octubre 2011

GÉNESIS Y EVOLUCIÓN DE LA PLANTACIÓN ESCLAVISTA AZUCARERA EN LA CUBA COLONIAL HASTA 1868



Alexander Abreu Pupo (CV)
apupo@fh.uho.edu.cu


Resumen:
El trabajo tiene como objetivo reconstruir el proceso de surgimiento, desarrollo y evolución de lo que podemos denominar la agroindustria azucarera en Cuba durante el período colonial que media entre 1510 y 1868. La investigación se ha apoyado en la combinación del trabajo con literatura científica publicada desde la ciencia histórica y con fuentes documentales de archivo.
A diferencia de otros trabajos, donde el estudio de la evolución del azúcar en Cuba se ha centrado en el occidente de la Isla por ser este el espacio geográfico donde concentró con mayor intensidad la siembra y producción industrial de la caña, nosotros hemos intentado realizar un estudio que abarcara la mayor cantidad de espacio geográfico partiendo de una idea confirmada: el cultivo y producción de azúcar en sus diferentes procesos agrarios y tecnológicos en Cuba no fue privativo del occidente de la Isla, a pesar de reconocer en esta última área su mayor desarrollo y concentración de capitales.

Palabras claves: azúcar, trapiche, ingenio, esclavitud.



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Abreu Pupo, A.: Génesis y evolución de la plantación esclavista azucarera en la Cuba colonial hasta 1868, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, octubre 2011, www.eumed.net/rev/cccss/14/

Sin tener precisión exacta sobre la introducción de la caña de azúcar en la Isla y manejándose diferentes ideas al respecto, sí es aceptado que desde mediados del siglo XVI, la caña y el tabaco se mezclaban con otros productos en las estancias, conociéndose la existencia en la época de ingenios y trapiches en la región habanera.

Hacia 1523 por encargo de Diego de Velásquez había enviado con Gonzalo Fernández de Oviedo muestras de la gramínea producida en la Isla. El 13 de febrero de ese mismo año, la Corona emitió una Real Cedula en la que se ordenaba hacer préstamos a los que se interesaban en fomentar ingenios de azúcar en Cuba porque “(…) la dicha Ysla va en acrecentamiento, é abundancia (…) é que Juan Mosquera en su nombre, me hizo relación que en esa Ysla, muchos vecinos é moradores della querían hazer ingenios y darse a la dicha granjería, y que a cabsa de ser muy costoso el edificio de los dichos ingenios, é lo que se requiriere para los sostener, la dicha granjería no se podría comenzar ni permanecer, si Nos no mandásemos prestar á algunas personas alguna cantidad de maravedises (…) Yo tengo mucha voluntad que los vecinos y pobladores desa Ysla (Cuba), reciban merced en todo lo que oviere lugar, y que en esto por ser cosa tan necesaria, sean favorecidos é ayudados (…)”.

Ante las solicitudes vecinales de La Habana al rey para introducir mano de obra esclava negra este último accedió por Real Cedula dictada en Granada el 20 de junio de 1526 a que se enviaran a la Isla mil esclavos puesto que en “(…) dicha isla había y se hacían de nuevo algunos ingenios de azúcar y así para esto como para entender en sus haciendas y granjerías tenían mucha necesidad de los dichos negros (…)”. El 4 de abril de 1531, otra Real Cedula autorizaba que de las rentas reales en Cuba correspondientes a ese año se prestara dinero a los pobladores por dos anualidades para que compraran esclavos y fomentaran ingenios.

El 29 de abril 1566, al correr el riesgo de que la pobreza de los habitantes los obligara a emigrar y la Isla quedara despoblada, se concede por el rey una franquicia arancelaria a los azucares de Cuba que eran exportados a Sevilla. Teniendo “(…) por término de ocho años (…) todos los cueros y azúcares que de la Ysla se trageren o enviaren los vecinos y moradores della a la dicha ciudad de Sevilla y cualesquier mercaderes i tratantes y otros personas no paguen ni se les pida ni llevan del almojarifazgo que se nos debía mas de solamente la mitad por que de la otra mitad, yo les hago gracia y merced y suelta por el tiempo de los dicho ocho años (…)”

En el último lustro del siglo XVI, la Corona española favoreció el fomento del cultivo y procesamiento de la caña de azúcar. El 30 de enero de 1595 firmó un contrato de asiento con el portugués Gómez Reynal mediante el cual y por nueve años este introduciría en América anualmente 4 250 esclavos. Cuba se vio favorecida porque al carecer de fuerza de trabajo suficiente para desarrollar la economía cañera le fueron introducidos entre 1596 y 1600 unos 800 esclavos.

Para el 30 de diciembre de ese mismo año se comenzó a aplicar por órdenes de Felipe II la Ley de Privilegios de Ingenios que entre los principales privilegios estaba que los ingenios y sus pertenencias no podían ser ejecutados por deudas, los propietarios de ingenios no podían renunciar a este privilegio y se disminuía el 50% de los diezmos a dichos productores.

El 24 de julio de 1600 por Real Cedula se concedió un préstamo de 40 mil ducados a los principales dueños de ingenios de La Habana, para ser pagado en ocho años, este préstamo se hizo efectivo a partir de 1602, a pesar de estas facilidades “(…) no accedió el monarca a permitir la importación directa de instrumentos de producción manufacturados en Avero, Portugal, y continuaron intactos los privilegios mediadores de la casa de Contratación de Sevilla.”

Un año después existían en la villa de La Habana y sus alrededores 31 propietarios de fábricas de azúcar. Las facilidades a los productores de azúcar llevó a que hubiera que limitar el cultivo de esta porque los demás se comenzaban a menospreciar, dándose el caso que “(…) en la alborada del siglo XVII, apenas comienza la explotación del negocio azucarero en Cuba, el fenómeno persistente del desequilibrio de la producción económica insular por la prevalencia de un solo producto extractivo y de exportación y la necesidad de coartar sus excesos en pro de la variedad de recursos agrarios sustentadores del país (…) Aquellas reales cedulas de inmunidad fueron la magna charta de los hacendados con ingenios en Cuba, vigente durante siglos y sobre la cual se alzó toda la estructura jurídica y social del insular capitalismo azucarero.”.

A principios del siglo XVII se destacaban tres zonas en la producción azucarera: La Habana, que comercializaba su producción con España a través del puerto de Sevilla; Bayamo y Santiago de Cuba que la destinaban a la región continental americana sobre todo a Cartagena de Indias y también le daban salida con el comercio ilegal.

Se comenzarían a mercedar tierras para cultivar caña y fomentar ingenios comenzándose a demoler los latifundios ganaderos de La Habana y sus alrededores. Muchos hacendados ganaderos se involucrarán de manera paralela en la producción azucarera. En la región oriental de la Isla, especialmente en 1617 Santiago de Cuba tenía 16 ingenios y Bayamo 11.

Esta estadística coincide con el informe realizado por el gobernador del Departamento García de Navia en la que señala la existencia de un número no despreciable de ingenios en la jurisdicción y solicitando un préstamo al rey para el desarrollo de esta actividad. Según Navia “(…) son los ingenios que hay en la ciudad de Santiago de Cuba veinte y seis y en el Bayamo once, que son por todos treinta y siete, que andando bien pertrechados de cobre, caballos y esclavos se harán en cada un año mas de veinte y ocho mil arrobas de azúcar y mucha miel de caña que se tragina para Tierra firme y para otras partes y siempre se van aumentando mas por la mucha grosedad y fertilidad de la tierra, y con la merced y comodidad que se les hiciere de los cobres, se aumentará más, y si se les hiciera merced de algún préstido de dinero que pretenden los vecinos de aquellos lugares, se aumentarían muchos más ingenios y se cojerán muchos más frutos, que todo resultará en acrecentamiento de la Real Hacienda”.

Para la época, un ingenio utilizaba entre 4 y 25 caballerías y con una variabilidad en el número de esclavos que iba entre 2 y 28, en dependencia del tipo de ingenio y la cantidad de tierra dedicada al cultivo de la caña. La importancia que adquirió el cultivo generó que para La Habana en 1680 la tierra alzara su precio hasta 300 pesos la caballería, sin embargo, condiciones climáticas traumáticas para Cuba y un bajón del precio del azúcar condujo a cierta decadencia de la industria en los finales del siglo XVII.

Entrando el siglo XVIII la Isla presenta una estructura económica caracterizada por la convivencia de la gran hacienda, la pequeña  producción y los primeros intentos de plantación esclavista, así como indicios de un crecimiento desigual en los diferentes complejos regionales. Lo cierto es que en las dos primeras décadas del siglo XVIII siguieron incrementándose las tierras y fábricas dedicadas a la producción azucarera, sobre todo en las cercanías de los puertos importantes como La Habana y Santiago de Cuba. La documentación de la época sirve de constancia para afirmar que hatos y corrales en La Habana eran destruidos en función de la plantación azucarera.

En el resto de la Isla la tendencia fue al predominio de trapiches para el consumo interno, aunque en las zonas próximas a los puertos de Santiago de Cuba, Puerto Príncipe, Bayamo y Trinidad se producía para exportar hacia Tierra Firme sobre todo hacia Cartagena y Portobelo y Campeche, sin descartar que una parte de la producción de la sacarosa y el aguardiente que salía de ella se enviaba a Europa a través de la venta a bajos precios que se le hacía a contrabandistas franceses.

Independientemente que los ingleses establecieron a partir de 1717 el derecho de asiento en la Isla introduciendo fuerza de trabajo esclava, la productividad se veía limitada por la competencia desarrollada por las colonias vecinas y la recesión azucarera producida en la tercera y cuarta década de este siglo en un mercado mundial donde el precio del azúcar era impuesto por los costos productivos de este producto en Jamaica primero y luego Saint Domingue. Para 1760 solo cuatro fábricas de azúcar en La Habana utilizaban 100 esclavos y cada una producía 10 mil arrobas por zafra.

Para los inicios de la segunda mitad del siglo XVIII, se nota una cierta recuperación de la industria del dulce. En 1750 los 62 ingenios existentes en La Habana produjeron 93 mil arrobas. Para el período 1759- 1760 en 91 fábricas del occidente la producción llegó a 3 764 tm. Es interesante destacar que hasta el sector del clero regular se enfrascó en el desarrollo de la producción azucarera, siendo los ingenios las principales propiedades rurales de la Orden de los jesuitas en Cuba. Los jesuitas llegaron a ser en la primera mitad del siglo XVIII uno de los seis principales propietarios de ingenios en La Habana, demoliendo sus haciendas ganaderas para ponerlas al servicio del cultivo de caña de azúcar.

En la jurisdicción de Cuba la mayoría de los ingenios y trapiches, que para 1749 se contabilizaban en número de 50, estaban cerca del puerto o en espacios geográficos cercanos a la ciudad. En esta zona la caballería de tierra costaba el doble de las del interior. La característica de estos ingenios en cuanto a fuerza de trabajo esclava es que no superaban los 20 esclavos y su rendimiento no era sobresaliente. Para el primer lustro de la década del 1760 los ingenios y trapiches llegaron a 70, sin embargo, puede ser considerada ínfima la cantidad de tierra dedicada al cultivo de la caña en proporción con la cantidad de tierra en poder de los hacendados.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII el puerto de Cádiz fue el mayor importador de azúcar cubano al extraer entre 1760 y 1786 el 61% de la producción exportada por el puerto de La Habana, serían los comerciantes gaditanos los mayores beneficiarios de este comercio hasta que fueron desplazados por los comerciantes norteamericanos que después de su independencia lograron acaparar el 78% del azúcar producido en Cuba.

Como rasgos característicos generales del desarrollo azucarero en Cuba hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVIII se pueden definir los siguientes:

  1. El crecimiento de los volúmenes productivos de azúcar se alcanzaba sobre la base de mayores tierras, esclavos, pailas, hornos y bueyes, no evidenciándose signos de avances tecnológicos que hicieran avanzar la productividad de la fuerza de trabajo. Tampoco hubo cambios en el molde estructural de los ingenios, manteniéndose las tres unidades básicas: casa de molienda, casa de calderas, casa de purga. Esta estructura se mantendrá hasta bien entrado el siglo XIX.
  2. El combustible empleado era la madera, elemento que incidió en la destrucción de la riqueza boscosa del país, en especial de la región occidental y  el transporte de la caña era con tracción animal.

En la última década del siglo XVIII se observan profundas transformaciones en la estructura de la propiedad agraria como resultado de la imposición de una agricultura comercial, especialmente hacia la zona occidental de la Isla. En otras zonas no ocurrió lo mismo, manteniéndose los grandes tipos de explotaciones agrarias tradicionales. Hasta este instante “Cuba se mantuvo como una comunidad de asentamiento en la que predominaban las empresas agrícolas de pequeña escala, los artesanos, los hombres de frontera y los pequeños burócratas”.

De acuerdo con Juan Carlos Caravaglia y Juan Marchena son siete los factores que explican el despegue azucarero cubano de finales del siglo XVIII:

  1. La liberalización de la trata de esclavos y sus consecuencias directas en términos de la caída en sus precios y el incremento en su importación.
  2. La ausencia de plantas de refinado en España, que obligaban a que el azúcar se refinara en Cuba, lo cual, a su vez, implicaba que el beneficio derivado de la exportación de azúcar se quedara en Cuba.
  3. La proximidad del recientemente abierto mercado norteamericano.
  4. Los situados provenientes de México.
  5. La autosuficiencia de Cuba “en cuanto a alimentos (hubo bastante ganadería y agricultura de subsistencia) y maderas para los ingenios, trapiches y calderas” se refiere.
  6.  Los incentivos tributarios y la promulgación de “decretos sobre libertad de exportaciones azucareras”.
  7. Los efectos positivos (para Cuba) generados por la revolución de Saint-Domingue, que llevó a Cuba a buena parte de los planteursfranceses junto con sus esclavos, sus técnicas, sus mercados y sus capitales.

A estos factores habría que agregar la toma de La Habana por parte de los ingleses (1762-63), que, además de reactivar el comercio de la isla, al ponerla en contacto directo con Inglaterra y sus colonias, abrió las puertas a nuevas inversiones destinadas a producir grandes cantidades de azúcar en la isla.

El conjunto de transformaciones había comenzado a evidenciarse desde los inicios de la segunda mitad del XVIII, ocurriendo una intensificación del proceso a partir de 1790 al incrementarse la agricultura comercial sobre todo del azúcar y el café. Los factores que van incidir en este proceso son la aparición de potreros para cebar ganado, la expansión del cultivo cañero, la enérgica acción de la Factoría de tabaco y la expansión de los cultivos de subsistencia para enfrentar el aumento demográfico.

Para el período objeto de estudio, la agricultura comercial se desarrolló con mayor intensidad hacia el occidente del país, y para la década de los años 1830 el proceso se amplió hacia la región central. Este tipo de agricultura requirió del uso de tierras cada vez más alejadas del gran centro mercantil y de comunicaciones que era La Habana. Hacia 1806 se estiman en 480 los ingenios en La Habana y sus partidos interiores; en Matanzas el crecimiento fue de 4 ingenios en 1778 a 50 en 1800 y llegando a 95 en 1817, este hecho es demostrativo que la plantación azucarera se había expandido hacia el este de La Habana en las dos primeras décadas del siglo XIX.

Entre la agricultura cañera y el número de ingenios existió una relación interesante. El área cultivada de caña dependía de la fundación de ingenios, ello era debido que la tecnología epocal solo admitía crecimiento si se fundaban nuevas unidades fabriles y no por la capacidad individual que pudiera tener una de estas unidades. Cada una de estas unidades “(…) cuando se montaba con los adelantos de la época y, especialmente con el número de esclavos que se consideraban apropiados para producir no menos de 500 cajas de 16 arrobas al año, significaba la adición de unas 20 a 30 caballerías al cultivo de la caña (…)”.

No existe cuestionamiento alguno a la idea de que los precios de la tierra aumentaron en el período en unas 25 veces, la diferencia de los precios estribó en dependencia de la región occidental u oriental. El 18 de abril de 1800 como continuidad a la Real Cédula del 24 de agosto de 1799 se dispuso una Real orden circular que  legalizaba la demolición de los hatos que no produjeran las rentas necesarias, acudiéndose a la subasta de los mismos por parcelas. En las haciendas demolidas se fundaron ingenios o cafetales con el dinero de la enajenación de bienes de un mayorazgo.

Para la década de 1830 la zona al oeste de La Habana estaba ocupada en su totalidad, por lo que la producción de cultivos comerciales se orientó hacia el este. Comenzarán hacer explotadas las tierras de la jurisdicción de Lagunillas (Cárdenas), convirtiéndose la llanura de Colon- Banaguises en la zona azucarera más importante de la colonia. Esta expansión hacia el este fue favorecida por las reales órdenes de 22 de febrero de 1818 y 6 de agosto de 1819 que eximían de pago de la alcabala las ventas a censo reservativo o venta pura y simple las tierras distantes a más de 25 leguas de La Habana siempre que fueran montuosas y se dedicaran a cultivos comerciales.

Con respecto al problema de la disponibilidad de tierras para cultivos comerciales se establecieron fuertes pleitos entre los privilegios de la Marina y del Astillero con los hacendados y comerciantes representados en el Real  Consulado y autoridades coloniales que se unían a las nuevas fuerzas económicas. La lucha giró en torno a la reserva de los montes para los cortes de madera. Los representantes de los hacendados y comerciantes exigían la libertad para disolver las grandes haciendas y disponer de ellas para cultivos comerciales, pero también la cuestión radicaba en el uso de los bosques como combustible para las fábricas de azúcar.

El 14 de enero de 1812 las Cortes declaró la libertad de montes favoreciendo los intereses de los hacendados y comerciantes. El 30 de agosto de 1815 por Real Cédula se aplicó el mismo principio de libertad de montes y tierras en cultivo de la Isla de Cuba. En cinco artículos se derogaba el derecho de la marina y se autorizaba a los poseedores de tierras agrícolas a acotarlas, cercarlas y disponer de ellas como les conviniese.

Esta Real Cédula adquirió fuerza legal a partir del Acuerdo de la Junta Superior Directiva de la Real Hacienda con fecha 27 de noviembre de 1816. El Acuerdo, aprobado por el gobierno metropolitano por una resolución del Ministerio de Hacienda el 19 de julio de 1819, estableció las reglas para determinar la validez de los títulos, la reclamación de los realengos. Con ello se aseguraba la nueva estructura agraria del país y sus bases jurídicas.

 En las dos primeras décadas del siglo XIX se observa un lento desarrollo de la industria azucarera en la zona central. Entre 1774 y 1827 los ingenios crecieron a razón de 1,3 por año. Para la fecha la jurisdicción matancera había borrado de su estructura agraria las formas tradicionales de explotación agrícola, pasando de 4 ingenios en 1774 a 111 en 1827 y produciendo el 25% del azúcar del país.

Trinidad entre 1795 y 1803 alcanzó importantes rendimientos productivos, esta región  “(…) durante unos tres siglos formó un espacio propio ajeno e independiente de Santi Spíritus, pero no antagónico, su desarrollo se produjo más hacia el mar, hacia el exterior caribeño, que hacia su escaso o difícil territorio interior inmediato (…) a fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, Sancti Spíritus era ciertamente, una salida y entrada entre el occidente  el oriente”.

La zona de Cienfuegos, a partir de 1827 alcanzará una importante expansión de la sacarosa, fenómeno que acaparará tierras agrícolas y bosques; por la misma fecha ocurrirá algo parecido en Sagua la Grande, villa que logró colocarse entre las primeras productoras de azúcar de la Isla.

 El territorio de Remedios será copado en sus dos terceras partes por la plantación de manera más lenta, por Santi Spíritus y el este de Remedios no se extendió con igual fuerza, quedando esta zona como una especie de frontera (…) “en la que inciden dos tipos básicos de desarrollo integral de la isla: el ganadero y el azucarero, con características propias dentro de una misma formación económico social esclavista con rasgos y proyecciones burguesas. La economía ganadera predomina en Santi Spíritus y Villa Clara, donde la pequeña propiedad agropecuaria alcanzó niveles de desarrollo considerables. La economía azucarera caracterizó las regiones costeras de Trinidad, Cienfuegos, Sagua la Grande y Remedios. En ambos tipos económicos se advierte la influencia del desarrollo ganadero del territorio Camaguey- Las Tunas y del azucarero de la llanura habanera- matancera (…)”.

La intensa explotación de las tierras dedicadas a la plantación en el occidente y Trinidad, influyó que hacia la década de 1820 los rendimientos iban disminuyendo, dirigiéndose las inversiones hacia el centro de la isla, invadiendo la plantación los territorios de Sagua la Grande, al norte, y Cienfuegos, al sur. Las facilidades para adquirir tierras, ser zonas fértiles, contar con importantes reservas forestales, potreros que desplazar y puertos para exportar los productos, aceleraron el proceso inversionista, la fuerza de trabajo sería obtenida a través del mercado clandestino de esclavos.

La transformación portuaria, el establecimiento de almacenes, las relaciones comerciales de importación- exportación vinculadas al mercado mundial, el fomento del ferrocarril en la década de los años 40 del siglo XIX y el establecimiento de comunicaciones telegráficas, la asimilación de pequeños campesinos y pequeñas propiedades agrarias, provocó que viejas y nuevas familias de hacendados esclavistas invirtieran sus capitales en Sagua y Cienfuegos; también se produjo un importante proceso inmigratorio. 

Es perfectamente aceptable la idea que la plantación esclavista hacia las zonas centrales señaladas, fue un proceso tardío con respecto al occidente, también es reconocible que produjo una dinamización de la ganadería, que aportaba bueyes para el trabajo agrícola e industrial, el consumo de carne; el comercio maderero que no solo aportaba combustible sino materiales para la construcción.

La rama constructiva se vio impulsada con el desarrollo industrial, portuario y ferroviario; la agricultura de viandas  vegetales, el cultivo del café y del tabaco; el comercio al por mayor y al detalle así como el crecimiento financiero de refacción de créditos y otros servicios bancarios rudimentarios. La plantación reanimaría las zonas aledañas a las zonas cañeras, también aumentaría progresivamente el trabajo asalariado.

En los valles de Trinidad, zonas camagüeyanas y orientales existían plantaciones esclavistas anteriores al boom de Sagua y Cienfuegos, pero carecieron de a integración a la región Habana- Matanzas. Trinidad para la tercera década del XIX tendría sus tierras ocupadas y sobreexplotadas, “apoyaría” el proceso en Sagua y Cienfuegos con gente especializada en esta forma productiva así como capitales, los cuales se desplazarían hacia el espacio que brindaba mejores perspectivas.

Santa Clara, tenía una importante red de comunicaciones, población asentada desde el siglo XVII, villa próxima a emporios azucareros como Lajas, Cruces, Cifuentes, Encrucijada y Camajuaní, con sus propias instalaciones azucareras, importante asiento de fuerza de trabajo calificada para los ingenios, aportaba como apoyo al proceso azucarero producciones como la ganadería. Santa Clara era residencia de importantes propietarios de ingenios y otras fincas enriquecidos con el auge azucarero.

En el ceso de 1862 se aprecia que en relación con la población de todo el país las cuatro jurisdicciones poseían el 14.4% de los habitantes, el 13.6% de los esclavos. Este por ciento de esclavos era igual al que tenían las ocho jurisdicciones orientales que contaban con 50. 863 esclavos.

Por este censo podemos conocer que el llamado “último escalón de la plantación esclavista” en la primera mitad del siglo XIX poseía 389 ingenios y trapiches para el 25.6% de Cuba. Con el 13.6% de los esclavos, en el 13.2% del área total de Cuba y con 14.4% del total de la población, producían el 24.7% del azúcar, el 26.7% del aguardiente y el 19.4 de la miel; sobresalían dentro de estas estadísticas las zonas de Cienfuegos y Sagua la Grande.

En las cuatro jurisdicciones existían 127 trapiches, significando el 31.1% de los existentes en Cuba, mostrando que existían numerosos pequeños y medianos propietarios cuyos capitales eran insuficientes para modernizar el proceso técnico azucarero. En el futuro durante el proceso de concentración y centralización de la producción, quedarían a cargo de producciones cañeras en fincas de mediana y pequeña extensión, se sumarian a los campesinos cultivadores de caña para los ingenios, integrado el grupo de colonos.

El avance de la plantación azucarera en la región central, en el proceso de colonización hacia el este, trajo aparejado el nacimiento de numerosos poblados. Le Riverend cita algunos como: hacia 1840  Abreus, Vueltas y San Diego del Valle; en 1842 Palmira y Seibabo; entre 1844 y 1845 Yaguajay, Mayajigua e Isabela de Sagua; en 1847 Placetas; en 1853 surgió Cruces en 1859 Rodas.

El asentamiento y expansión de la plantación azucarera en territorio villareňo requirió:

  1. Tierras fértiles ocupadas en producciones poco rentables así como tierras en extensión suficiente para satisfacer necesidades de la agroindustria, con independencia del desarrollo técnico que se pusiera en función.
  2. La propiedad de la tierra debía propiciar la instalación capitalista de la producción azucarera agroindustrial. Este proceso se produjo por impulso de capitalistas de La Habana, Matanzas, Cárdenas y Trinidad que se apoyaron en habitantes de la región o peninsulares y otros inmigrantes, que acabarían asentándose en la región. El proceso de recolonización se produjo en momentos en que se agudizaban los conflictos de la nación entre integristas e independentistas y abolicionistas y esclavistas.

La plantación de tipo azucarero tuvo en la región oriental de Cuba focos aislados, sin alcanzar la intensidad o uniformidad occidental. En 1766 el Partido de Tiguabos en Guantánamo, con una población de 279 vecinos y 24 esclavos tenía seis trapiches. Por la Real Cédula sobre el fomento de la inmigración blanca, el Capitán General José Cienfuegos y el Intendente de Hacienda Alejandro Ramírez, comisionaron al ingeniero Juan Pío de la Cruz para explorar Guantánamo y propusiera medidas a cumplir para la explotación de la zona.

En el informe rendido por el ingeniero sobresale la existencia de los ingenios San Idelfonso y Santa María con 140 y 55 esclavos respectivamente. El San Idelfonso es uno de los tres ingenios de la jurisdicción de Santiago de Cuba con fuerza hidráulica. Esto queda reflejado en el testamento de su propietario, el vienés Andrés Yaromir de Hadfeg, en 1818. En el momento de la testación la fábrica contaba con 164 esclavos, casi todos bozales, un alambique, un almacén, una herrería, una casa de purga, 202 bocoyes de azúcar parda y 100 de miel de purga. La propiedad estaba valorada en 184 mil pesos.

Para 1823 la industria azucarera en Guantánamo tenía 20.1 caballerías sembradas de caña, 391 esclavos, la producción era de 52 700 @ de azúcar y 13 500 botellas de miel. Para 1841 los ingenios llegaron a siete, los habitantes en las fincas azucareras ascendía a 1 088 y los esclavos sumaban un poco más de mil.

En la región de Puerto Príncipe la referencia más antigua a la esclavitud vinculada a la producción azucarera en esta región está en el testamento de Miguel de Herrera, quien declaró en 1627 ante el escribano Silvestre de Balboa el poseer un ingenio. También en la documentación protocolar se recoge que en 1700, fray Cristóbal Arias tenía un trapiche con valor de más de 8 mil $ en el hato de Yucatán.

En general, los ingenios ubicados en la región histórica de Puerto Príncipe a fines del siglo XVIII, eran rudimentarios y con una fuerza de trabajo que no superaba la docena de esclavos. La proporción de caña cultivada con respecto a las extensiones de tierras era muy pequeña en comparación con la utilizada para la ganadería.

La orientación de la economía isleña hacia la producción de tipo plantacionista no implicó que en Puerto Príncipe cambiara la orientación de la economía ganadera. La industria azucarera tuvo un desarrollo lento si lo comparamos con el occidente: en 1795 aportó el 1.5 % de la producción nacional y la zafra de 1860 representó el 3.2%; “mientras las zonas de Sancti Spíritus, Nuevitas y Puerto Príncipe solo contribuyeron con 31 ingenios nuevos al aumento de 204 que se produjo entre 1846 y 1862 en la zona central del país, ellos mismos contribuyeron con 714 potreros nuevos al total de 1016 que constituye la diferencia entre 1846 y 1862”.

 Pudiera argumentarse que los capitales, transporte y mano de obra no estaban al alcance de los patricios más reconocidos de la jurisdicción como plantea el coronel ingeniero José J. Vascourt quien señala que  la región puertoprincipeña era apreciada por sus “escelentes terrenos en algunos puntos para este ramo de industria agrícola, pero la falta de brazos, y la dificultad en la extracción paraliza el fomento de este precioso fruto que principia á beneficiarse bien en algunos ingenios”. Sin mostrar objeción sobre lo anteriormente dicho, también es posible plantearse la hipótesis que estos mismos patricios no estaban dispuestos a depender solo de la producción azucarera.

En 1830 de los 85 ingenios y trapiches existentes en la jurisdicción, solo 19 se dedicaban a elaborar raspaduras, que era el azúcar usado en el campo; algunos no molían todos los años y dos o tres solo sirven para hacer miel; las dotaciones no sobrepasaban la treintena de esclavos, excepto en 10 12 de ellos que tenían entre 40 y 51 esclavos. El padrón de 1855 recoge la existencia de 81 ingenios con una fuerza de trabajo de 2 951 esclavos, distribuidos en unidades productoras desde tres esclavos la más pequeña hasta 191 la mayor y donde el 72.6% de las unidades no sobrepasaba el empleo de 40 esclavos. El padrón contabilizó 8 690 esclavos, de ellos 7 512 eran hombres y 1 178 hembras, de ellas el 13% trabajaba en las plantaciones de la jurisdicción. Esta desproporción de sexos en las plantaciones fue una característica de todos los donde se desarrollaron plantaciones.  En 39 ingenios se contabiliza que toda la dotación esclava era masculina. Para 1855 en la industria azucarera se empleada la tercera parte de la fuerza de trabajo esclava.

En lo que respecta a la región de Santiago de Cuba hacia 1817 se ha extendido el cultivo de la caña a zonas más alejadas del puerto y la ciudad. Un ejemplo típico fue la familia Hechavarría que para la década del 20 ha invadido el Valle Central. La plantación cañera ocupó los espacios de los partidos de Río Frío, Yarayabo, Maroto, Palma Soriano.  La expansión azucarera tuvo su impacto en la apreciación política de las autoridades, demostrativo de esto es que en el partido de Tiguabos donde se habían fundado ingenios con capitales franceses, se estableciera una capitanía con el nombre de Santa Catalina del Saltadero.

El censo de 1827 permite comprobar como es la jurisdicción de Santiago de Cuba con 125 ingenios y trapiches la de mayor relevancia en cuanto a estas fábricas se refiere en todo el Departamento Oriental que poseía en total 305. Es decir,  la jurisdicción de Cuba tenía el 40% de los ingenios y trapiches del Departamento Oriental.

Los partidos que más fuerza mostraban en la producción de azúcar eran Amistad, Armonía de Limones, Guaninicum, Ti Arriba, Paz de los Naranjos, Hongolosongo, Palma Soriano y San Andrés. Unido a la expansión se fue produciendo antes de 1837 un proceso gradual de concentración impulsado por la competencia. Las estadísticas de 1841 nos indican que habían desaparecido dos ingenios con respecto a los existentes en 1825 y para 1846 ya serían 112 pero con una productividad superior a la del total de 1825.

Es llamativo como en la década del 40 el azúcar de remolacha hace descender los precios del azúcar de caña, este impacto se hará sentir con fuerza en los productores cubanos y sobre todo de la región oriental, que a pesar de tener algunos máquina de vapor no lograron superar esta crisis, la ausenta de capitales lleva a hipotecar una gran cantidad de ingenios a comerciantes españoles y de otras nacionalidades. Los gastos de transportación intentaron ser disminuidos con la construcción del ferrocarril Sabanilla- Maroto que le facilitaría el transporte de la mercancía a 65 ingenios del Valle Central.

En 1859 de 117 ingenios y trapiches existentes, 61 utilizaban la máquina de vapor. La mayor cantidad de azúcar que producían estos ingenios era mascabada cuyo refinamiento se hacía en el exterior. La producción de 1859 fue de 37 132 t y en 1860 llegó hasta las 45 000 t, la mayor de todo el Departamento Oriental. En 1860 el número de ingenios y trapiches en Cuba llegaba a la cifra de 1382. Un maestro de la historiográfia azucarera como Moreno Fraginals clasificó los ingenios de 1860 en tres grupos: los que funcionaban con fuerza animal, con capacidad media de producción de 113 toneladas de azúcar por cosecha, sumaban unos 359 y su porciento en la producción total era de 8; los semimecanizados con máquina de vapor y capacidad media de producción de 411 toneladas que eran unos 889 con una participación del 77% en el total y los mecanizados con uso de la máquina de vapor y tecnología de procesamiento más avanzada que incluía los tachos al vacío, la capacidad productiva media era de 1176 toneladas, su número era mucho menor pues sólo llegaban a 64 y producían el 15% del azúcar enviado al mercado mundial.

Para la fecha las diferencias entre el occidente y el oriente en cuanto a niveles de desarrollo en la plantación las refleja la compilación de datos sobre el azúcar desarrollado por Carlos Rebello. En el Occidente certifica la existencia de 1065 ingenios, 78% operados con maquina de vapor y un producto medio de 459 toneladas por ingenio; en el Oriente señala la producción de 300 de ellos el 40% con energía de vapor, el producto medio por ingenio era de 158 toneladas. En 1868 Cuba producía 720 250 tm de azúcar, más del 40% del azúcar de caña comercializado en el mercado mundial.