Contribuciones a las Ciencias Sociales
Marzo 2011

EVOLUCIÓN DE LA VISIÓN MARTIANA EN TORNO A LA NACIÓN
 

Masiel Rangel Giró (CV)
mrangel@uclv.edu.cu

 

Hacia el siglo XVIII en Cuba se fue gestando un ideal de nación sobre la base de las contradicciones que se venían produciendo en el país. Es a partir de la guerra de los Diez Años que se va consolidando en mayor medida este ideal de las naciones, pues con la guerra se fueron aglutinando elementos convergentes o divergentes pero necesarios. El hecho de que sus hijos la defendieran hace que la patria cubana nazca de la hazaña histórica.

El aporte de Martí es realmente imprescindible en este contexto pues va elaborando acertadamente la idea de patria, su visión al respecto constituye un verdadero aporte a la noción de patria. El hombre y en este caso la patria, como producto histórico tienen que definirse a partir de los elementos que le dieron origen.

La orientación metafísica y excluyente de nuestro pasado supone un análisis erróneo del presente y lo que podamos construir en el futuro. La esencia del trabajo está encaminada a responder el cuestionamiento sobre la visión martiana acerca de la patria en las diferentes etapas de su vida y a la vez cuáles son las herramientas teóricas y metodológicas que destaca el Apóstol para el estudio de la nación como categoría.

Las fuentes utilizadas se enmarcan en estudios realizados y publicados por el Centro de Estudios Martianos a modo de anuarios, que registran una compilación de textos de investigadores sobre diferentes temáticas de Martí. Hemos consultado diferentes artículos contenidos en las Obras Completas del Apóstol y otros libros vinculados con el tema.
 



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Rangel Giró, M.: Evolución de la visión martiana en torno a la nación, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, marzo 2011, www.eumed.net/rev/cccss/11/

Entendemos la nación como “la forma en que se asume, se reconoce y se proyecta frente a sí mismo y a los demás un colectivo humano poseedor de determinadas características (sobre la base de que existe un resultado histórico)” .

La percepción que va adquiriendo Martí sobre la idea de patria o nación está determinada por los diferentes momentos que ocuparon su vida e implicaron una evolución de su pensamiento hasta posiciones más radicales acerca de la nación cubana, o más general aún: la patria americana.

Hacia 1869, recién iniciada la guerra por la independencia de nuestro país, su concepción de patria se reduce a una “realidad espiritual vinculada con la historia (…) es la historia la que forja la verdadera patria (…) en torno al espíritu o al alma (…) expresa la relación entre la patria y el espíritu de los hombres” . Esta idea está fundamentada a partir de su visión de la injusticia, tanto de la Metrópoli hacia Cuba como la explotación del esclavo. Las reflexiones primeras en Martí quedan en una visión puramente espiritualista; de esta naturaleza son sus primeras reflexiones: “Arde la patria perennemente en el espíritu de los hombres que ampara y cobija (…) cuando la encienden desventuras, viva y brilladora y hermosa es la luz”

En Martí, ejerce además gran influencia el ideal de Bolívar sobre el vínculo entre las patrias nacionales y la madre patria o patria continental. Por estos años, enuncia entonces el carácter propio, peculiar que adquiere el gran espíritu universal en cada continente o nación: “Cada pueblo conforme va transcurriendo su historia, y especialmente la serie de sus experiencias dolorosas vividas en común va forjando su alma propia” , o como expresara en otro espacio: “El gran espíritu universal tiene una faz particular en cada continente y un pueblo desenvuelve y restaura su alma propia” .

De ahí su posición de divergencia con respecto a lo planteado por Bolívar acerca de la América como una sola nación, Martí abraza la idea de la madre América, pero reconociendo las particularidades socioculturales de cada nación. A la patria americana la ve como madre: las demás (venezolana, mexicana, guatemalteca) como naciones-hermanas, nacidas de un mismo proceso anticolonial.

Hacia principios de l880, en Francia y en Europa se está gestando el debate sobre nación y patria, que se agudiza debido a la ruptura revolucionaria de 1789. Hasta entonces el patriotismo tenía un fuerte basamento en el odio al extranjero fundamentalmente. El patriotismo francés del XIX reproduce esta idea, y además promueve la exaltación de cada pueblo y de su individualidad.

Ya desde 1815 – 1830 se van enalteciendo los mitos nacionales, para lo que hacen su contribución los poetas, la prensa y otros recursos culturales. En Europa va creciendo la idolatría de cada pueblo por sí mismo, debido a que, la nación, después de la destrucción de la monarquía está en la obligación de autodefinirse.

La derrota francesa de 1870, dio impulso nuevo al patriotismo. Es entonces cuando la Revue des Deux Mondes y autores como Renan, Fustel de Coulanges, Brunetiere, proclaman que no hay patria sin pasado. En 1882 Fustel define a la patria como una comunidad de intereses, afecciones, recuerdos y esperanzas.

Renan en su discurso de ese año: ¿Qué es una nación?, plantea que para que existan elementos de cohesión; la tierra, la lengua, la religión son necesarios, pero no suficientes. Lo que importa es el elemento intelectual y afectivo: el alma, los principios, un largo pasado de esfuerzos, de sacrificios, haber hecho grandes cosas juntos, desear hacer otras, como condiciones esenciales que forman un pueblo.

Martí tuvo conocimiento de dicho debate y se nutrió de él, refiriéndose, en sus formulaciones, a autores como Michelete, Taine y Renan, a este último cita con frecuencia por los años 80. Leyó y comentó el último de los siete tomos de los Orígenes del cristianismo (1881) y un apunte de la Sección constante (febrero de l882) nos apunta que conoce de las memorias de Renan publicadas en París. Pero sobre todo, comentó el discurso sobre la nación en abril de 1882: “No es la historia humana un capítulo de Zoología. El hombre es un ser racional y ser moral (…) una nación es el alma, un principio espiritual, elaborada de lo pasado con vida en lo presente y toda gran junta de los hombres con mentes saludables y corazones generosos puede crear la conciencia moral que constituye una nación”

Lo que aporta Renan a Martí es que la nación es un principio espiritual aprehendido de la realidad y el alma de los pueblos se nutre tanto de lo real en el pasado como en el presente.

En Martí estás categorías van adquiriendo, paulatinamente un contenido concreto dirigido hacia una nación en construcción y no hacia una edificación ideal de un modelo utópico, sino forjada por las necesidades de los hombres de cambiar su estado de sufrimiento y las acciones que ejecutan para lograrlo, lo que la ubica en un devenir constante.

Para Martí la nación constituye una hazaña histórica y se apoya en las naciones americanas para demostrar su postura puesto que en nuestro continente las naciones (neorrepúblicas) surgieron de la guerra afirmando su existencia bien real: “Nunca de factores tan diversos, en tan poco tiempo histórico fueron creadas naciones tan avanzadas y tan densas”

Este rasgo que nos une a los pueblos americanos es la llamada cultura de la resistencia, que superando los límites de una resistencia económica o incluso política, los pueblos americanos han sostenido, como alternativa ante la penetración foránea una fuerte trinchera en el plano cultural.

Simultáneamente con la exaltación de las patrias europeas una corriente cosmopolita propugnaba la abolición de las fronteras y hablaba de una república universal de paz y fraternidad producto de un rechazo violento a las guerras; se da en Lamartine, Víctor Hugo, entre otros, este último al lado de la patria francesa ponía a la humanidad como patria suprema.

Pero Martí no rechaza la patria, está tan apartado de un nacional chovinismo como de una utopía cosmopolita. Y su patriotismo se imbrica de forma dialéctica con el internacionalismo.

La nación, después de concluida la guerra de los Diez Años contaba en su seno con un ejército, disperso e invisible, pero amante de sus glorias combativas y con respeto hacia sus líderes de extracción popular, existe además cierta democracia militar entre blancos, mulatos y negros, alcanzada por el prestigio en la batalla fundamentalmente.

La guerra no fue suficiente para cristalizar la nación, aún subsistían tendencias discriminatorias como el racismo (propio de una sociedad sustentada por el trabajo esclavo), las regionalistas (provocado por la divergencia de intereses entre las diferentes regiones del país) y la falta de unidad.

Los propósitos martianos estaban encaminados por tanto no solo al éxito de un plan de ataque contra el enemigo colonial sino un proyecto de creación de una nueva realidad, de proyecciones continentales. El proyecto emancipador de Martí integra lo individual, lo cubano y lo latinoamericano con un basamento ético: tiene fe en el mejoramiento humano y en la utilidad de la virtud.

Es a partir de 1887 que Martí piensa en una nación que integre todas las clases sociales. Su tarea entonces estará dirigida a cohesionar los distintos elementos que componen la patria. Y en Cuba, el elemento fundamental es la integración de los negros.

Ninguno de estos elementos podía predominar sobre los demás. En su proyecto la supervivencia de la nación cubana, una vez lograda la derrota del colonialismo español estaría sustentada en la unidad interna de los disímiles elementos que la componían. Urge por ello, que desde la etapa de preparación de la guerra debía ser propiciado y exaltado todo cuanto condujera a la identidad nacional. Su misión alcanza la dimensión de anhelar no la patria del criollo blanco sino la patria multirracial, la patria de todos.

Aunque podemos plantear que existe una conciencia nacional, incluso antes de 1868, es realmente con la guerra de los Diez Años y el anhelo de la Cuba libre que cristaliza dicho ideal. Incluso Martí plantea que “el espíritu nacional no es el de la burguesía cubana, sino el resultado de la violencia de la guerra”

La tarea de Martí hacia el período de los años 1880 – 1890 está encaminada a que se transformen estas ideas discriminatorias, para que no se diga negro o blanco, sino cubano. Esta tarea la sistematiza en los años 90, ya que su experiencia en los Estados Unidos le aporta nuevos componentes.

Desde 1887 – 1888 al dirigirse a los cubanos, condena el miedo al negro, defiende sus virtudes y la cubanía como resultado de la historia en conjunto. La hazaña histórica nació desde abajo y uno de sus componentes fundamentales es el negro que debe ser ciudadano pleno, que produce riquezas y luchó por la independencia.

La batalla ardua que Martí desarrolló en los Estados Unidos por la patria cubana lo conduce a identificar la necesidad de que la patria tiene que ser reconocida en el exterior. Sobre esta base dirige sus esfuerzos por dar a conocer en los Estados Unidos las virtudes del pueblo cubano; es por aquellos años que su vindicación de Cuba es constante.

El 19 de diciembre de 1889, tiene Martí la oportunidad de pronunciar el discurso de clausura de una noche artística brindada a los delegados de la Conferencia Americana. Resulta provechoso subrayar la intención del orador, representante de las patrias del Continente, procedente de una patria americana por construir. En una carta a Manuel Mercado en el mismo año 1889 dice que tiene que defender su tierra y sus otras tierras americanas.

Dirigiéndose a los cubanos, en una conferencia, habla del poeta José María Heredia, a través de él es la patria sufrida la que aparece ante los cubanos en Nueva York: “es un recuerdo político de la situación de la isla y de los peligros que corre. Es también el deber ineludible de cada cubano quien para ser digno de sus padres (Martí califica a Heredia de padre) debe ponerse al servicio de la independencia de Cuba y no dejarse engañar por el norte egoísta”

Este año (1889) es además el año de la Edad de Oro, mediante el cual se propone construir conciencias americanas y al mismo tiempo le ocupa constantemente su primera patria. Considera que si la edificación de los latinoamericanos es necesaria, la de los cubanos es aún más urgente, pues hay que luchar contra los planes anexionistas y acelerar la organización de la guerra necesaria e ineludible.

Ya en la década del 90 en Cuba se habían desarrollado intereses poderosos que ofrecían resistencia a la formación de una nación y de una República independiente. Estos grupos económicos y políticos sostenían que la solución era que los Estados Unidos, verdadera metrópoli económica, preservara sus riquezas e interviniera en el país. Martí desarrolla una campaña dirigida a cada uno de los individuos, con un nuevo basamento ético, basado en la educación de los hombres hacia una emancipación de las ataduras mentales o morales.

La lucha contra las ideas anexionistas y su propagación, es uno de los combates imprescindibles por la patria cubana, se conoce además que es esta una de las principales funciones de su vindicación de Cuba. La posición anexionista implica vender a la patria, su nacionalidad y renunciar a la dignidad.

La única vía honesta será la guerra, para construir la República independiente, que implicará el respeto del mundo y de los Estados Unidos. La importancia mayor de la vindicación es la reafirmación de la existencia y la legitimidad de la patria por la hazaña colectiva de todos los cubanos.

Además expone ante el desprecio y la calumnia hacia los cubanos, los sufrimientos y los valores de nuestro pueblo: “hemos peleado como hombres, y algunas veces como gigantes para ser libres (…) las lecciones de diez años de guerra y de sus consecuencias múltiples (…) han contribuido (…) a desarrollar en el cubano una actitud para el gobierno libre tan natural en él, que lo estableció (…) en medio de la guerra”

Los sufrimientos de los cubanos son los cimientos, las raíces de la patria, que Martí la ve cada vez con mayor claridad, como una construcción colectiva y voluntaria: “el cubano (…) reedificará su patria sobre las ruinas en que la recibirá de sus opresores”

A partir de 1889 el combate de Martí por la patria se enmarca en dos dimensiones: conquistarla por medio de la guerra anticolonialista y al mismo tiempo defenderla contra el panamericanismo antes mismo de ser conquistada.

Martí sentó las bases de solución a la tarea que se había propuesto: organizó la guerra por la independencia de Cuba y fundó el Partido Revolucionario Cubano; este puede ser visto como la más plena expresión de la ética, en torno a la cual se organizaba la cultura nacional – popular cubana.

Constituye además el instrumento educador colectivo para la formación del sujeto social necesario y capaz de transformar la realidad. La cultura nacional - popular de acuerdo a la visión martiana no solo rechaza la interpretación de la realidad en torno a la cual se organiza la cultura oligarco - neocolonial dominante, sino que cuestiona la validez de las categorías de análisis, propias de esa interpretación.

La cultura debe ser concebida como un acto de libertad y como un recurso para lograr su aspiración al Estado. El Partido Revolucionario Cubano constituye además la constatación jurídica, formal, de un órgano representativo de lo que debe ser la nación cubana una vez derrocada la dominación colonial, que represente los intereses del pueblo cubano, es en sí la formulación del discurso del deseo martiano.

La concepción martiana convoca siempre a la defensa de nuestra identidad como hombres y como pueblos, preñada de una autoctonía universal. Para lograr un desarrollo social hay que partir de nuestras necesidades, recursos y cultura en general, asumiendo como elemento determinante y de forma crítica, lo mejor de la creación humano universal. De ahí su declaración de lo imprescindible que resulta injertar el mundo en nuestras Repúblicas, pero manteniendo siempre nuestro tronco, pues el elemento decisivo para el desarrollo tiene un carácter endógeno.

De esta manera se evidencian diferentes etapas de la formación de la idea de patria en Martí: “y es que la patria se revela sobre todo cuando hay que defenderla y esto se da tanto en Abdala quien lucha por su Nubia libre como en el Martí del 69 quien americano sin patria se prepara para ser el organizador de la guerra patriótica para ser que la patria cubana nazca por fin de la hazaña histórica, como el resultado de la lucha de los hombres y como nación que vive y defiende cada día”

El ideario de Martí reflejaba una necesidad real, de carácter histórico, tanto en sus posiciones antiimperialistas como en la formulación y defensa del programa democrático revolucionario, sustentado en la necesidad de exaltar las raíces de la patria. Las diferentes etapas en la vida de Martí que evidencian la evolución de su pensamiento en torno a la nación contienen elementos estables que van transformándose en la medida que se inserta en diferentes contextos sociohistóricos.

La nación en Martí constituye una construcción, que va incorporando elementos, primero de acuerdo a su percepción de la espiritualidad de los pueblos y de los hombres, hacia posiciones más radicales en función de las necesidades de su patria, e incluso las urgencias de su madre América.

Las problemáticas que, planteadas por Martí hace más de cien años, tienen una significación fundamental en la actualidad, pues no solo interpretó fenómenos, prácticas y hechos de su época, sino que ha dejado un legado educativo, político, y sobre todo axiológico, que sirve de base indispensable para entender la cultura cubana y solucionar nuestras problemáticas.

La lucha contra el imperialismo, la necesidad de rescatar y mantener la identidad cultural de los pueblos ante las políticas descentralizadoras de la globalización neoliberal y la urgencia de integración latinoamericana como vía para combatir la explotación capitalista, constituyen algunos de los elementos que, contenidos en la lucha martiana constituyen hoy, necesidades apremiantes.

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