Contribuciones a las Ciencias Sociales
Noviembre 2009

 

RELACIONES HISTÓRICAS ENTRE IRLANDA Y GRAN BRETAÑA
 


Eva María Rodríguez Cobos
jmariohv@yahoo.es  

Irlanda y Gran Bretaña han mantenido unas relaciones difíciles durante siglos. Irlanda, que nunca fue invadida por los romanos o los anglosajones pero si sufrió invasiones vikingas, fue dominada por Inglaterra hasta que en 1922 se estableció El Estado Libre Irlandés.

La dominación inglesa comienza en el siglo XVI. Enrique VIII, que tenía como objetivo controlar Irlanda, impone al país su Reforma. Los irlandeses nunca lo aceptaron y reaccionaron violentamente, lo que provocó la primera rebelión contra la monarquía. Su hija, Elizabeth I, también trató de imponerse a los irlandeses mediante una política colonizadora.
 



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Rodríguez Cobos, E.M.: Relaciones históricas entre Irlanda y Gran Bretaña, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, noviembre 2009, www.eumed.net/rev/cccss/06/emrc9.htm



En el siglo XVII, Jaime II, católico, trató de eliminar las leyes anti-católicas, de tal manera que se convirtió en un monarca muy poco popular en su país, en Inglaterra. De hecho, los ingleses aceptaron su continuidad en el trono porque tenía una hija protestante, Mary, que le sucedería a su muerte. Sin embargo, la inesperada llegada de un hijo, que seguramente sería católico como su padre, provocó la llegada de Guillermo de Orange, marido de Mary y protestante también. Guillermo invadió el país y puso a Mary en el trono. Jaime escapó a Irlanda y llevó a cabo la primera rebelión anti-protestante. Al mismo tiempo, el Parlamente de Dublín introdujo nuevas leyes contra los protestantes. Pero Jaime fue finalmente derrotado en la Batalla de Boyne, donde Guillermo derrotó a un ejército católico irlandés en 1690 que quería expulsar de Irlanda a los protestantes. Así pues, Jaime se fue a Francia, Irlanda fue reconquistada y el Parlamento inglés aprobó una estricta legislación anti-católica, que no fue revisada hasta los 70.

Hasta mediados del siglo XVIII, los irlandeses no habían recuperado ni una pizca de terreno. De hecho, la isla aceptaba pacíficamente la dominación inglesa, el poder de los protestantes y las leyes anti-católicas. Sin embargo, la reforma estaba próxima, liderada por Grattan, que esperaba la reconciliación de las distintas razas y credos. Pero tanto católicos como protestantes rechazaban una reconciliación, lo cual destruyó el espíritu de Grattan y del siglo XVIII. Así pues, cuando los propagandistas militares franceses le ofrecieron a Irlanda la posibilidad de libertad republicana, los irlandeses aceptaron dicha ayuda dirigidos por Wolfe Tone y Lord Edward Fitzgerald, quienes esperaban unir las religiones de Irlanda en armas contra Inglaterra. Pero su confianza en la ayuda francesa resultó en ni más ni menos que en una lucha armada entre católicos y protestantes. El gobierno inglés puso fin a la Rebelión de 1798, que se convirtió en una fuente de odio bien explotada por patriotas y agitadores. Con la abolición del parlamento irlandés y la incorporación de Irlanda al Reino Unido (acuerdo plasmado en el Acta de Unión de 1800) se creó un nuevo marco político, en el que continuaron los enfrentamientos entre católicos y protestantes.

Bajo estas circunstancias, ya en el siglo XIX, Pitt decidió que la unión de las dos islas en un único Parlamente en Westminster era la única manera de restaurar el orden y la paz. Pero sólo consiguió restaurar el orden, ya que él no tenía poder para aprobar la Emancipación Católica. Además, Pitt, su partido, sus colegas y los ciudadanos en general temían dar poderes políticos a los católicos tanto en Irlanda como en Gran Bretaña. Las dos fuerzas más activas de aquellos días coincidían también en esto, el anti-jacobinismo y el evangelismo. Así pues, a los católicos se les prohibió sentarse en el Parlamento de Inglaterra y de Irlanda durante 28 años y el retraso fue desastroso.

Los irlandeses se organizaron en la Asociación Católica, bajo sacerdotes y dirigidos por Daniel O’connell como comandante jefe. O’connell exigió la Emancipación Católica, es decir, que a los católicos no se les prohibiese sentarse en la Casa del Parlamento. El proceso de Emancipación Católica culminó con el Acta de Ayuda Católica de, que eliminó la discriminación contra la población católica (el 75%) y le concedió un importante poder político, cuyo programa se basaba en la devolución de la soberanía a Irlanda. Los protestantes, ante la coyuntura de convertirse en una minoría dominada por los católicos, apoyaron la continuidad del gobierno británico sobre la isla. El conflicto se redefinió pues como la lucha entre los que apoyaban el acta de unión y los que lo rechazaban. Así pues, tras la emancipación, la clase media católica y protestante se separaron, pues los protestantes querían la unión y los católicos la retirada protestante. Los Tories, dirigidos por Sir Robert Peel, restringieron las promesas sociales y económicas para Irlanda a través del control de la Casa de los Lores, así que cuando Peel regresó de nuevo al poder en 1840, O’connell empezó una gran campaña contra el Parlamente para derrotar a la unión. Pero los métodos de agitación popular de O’connell no surtieron efecto y perdió popularidad. Con O’connell estaban también el movimiento Irlandés Joven y el periódico La Nación. Pero fracasaron y tuvieron que huir, con lo cual el movimiento anti-protestante desapareció y durante unos 20 años tras la Gran Hambruna , la agitación político casi desapareció mientras que la emigración aumentó, unos hacia los Estados Unidos, animados por irlandeses que ya estaban establecidos allí, y otros hacia Inglaterra, animados por la industria.

En 1886 la transición hacia una confrontación política moderna se había completado, y ambas bandos estaban políticamente organizados en torno a los partidos unionistas y nacionalistas.

En el siglo XIX encontrados dos hechos de gran importancia en la historia del pueblo irlandés:

1) La expansión del fenianismo.

2) Ley de autogobierno o de transferencia de competencias (Home Rule).

Entre los exiliados, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra, el movimiento feniano se extendía considerablemente. Una sociedad secreta revolucionaria llamada Fianna (la antigua fuerza militar irlandesa) quería asegurarse la libertad política de Irlanda hiriendo los intereses ingleses. El periódico irlandés, The Irish People, propagó estas ideas y el proyecto nacionalista se extendió rápidamente financiado principalmente por los exiliados en Estados Unidos. Pero el levantamiento fue fácilmente suprimido y sus líderes encarcelados.

El primer ministro, William Ewart Gladstone, finalmente reconoció la necesidad de enormes reformas y presentó la primera Acta de Tierra Irlandesa, que concedía posesión segura y compensación por las mejoras hechas a la propiedad.

La Ley de autogobierno (Home Rule) la fundó Isaac Butt, un abogado unionista interesado en la reforma de la tierra. Los nacionalistas irlandeses permitieron esta ley. Nuevamente malas cosechas sembraron el pánico y Michael Davitt fundó la Liga de la Tierra Irlandesa, buscando conseguir seguridad en la posesión, rentas justas y libertad para vender la propiedad.

Las causas históricas más inmediatas a lo que es el conflicto moderno de Irlanda del Norte se pueden encontrar, pues, en las disputas de principio del siglo XX por causa de la Ley de autogobierno.

En el siglo XX, tras la victoria liberal de 1906, Redmon decidió volver al tema de la Ley de autogobierno y cuando los presupuestos radicales de David Lloyd George provocaron un enfrentamiento con la Casa de los Lores en 1909, él aprovechó su oportunidad. Apoyó la campaña del primer ministro, Asquith, contra los Lores, a cambio de la Ley de autogobierno que con la derrota de los Lores parecía más cercana. Pero mientras tanto los unionistas irlandeses, dirigidos por Sir Edward Carson, se habían organizado eficazmente, apoyados por los unionistas británicos. Así pues, en 1912, el mismo año que se aprobó la Ley de autogobierno, los unionistas firmaron el Pacto del Ulster, comprometiéndose a oponerse radicalmente a la Ley de autogobierno, usando la fuerza si fuera necesario. Los unionistas formaron una organización paramilitar, la Fuerza Voluntaria del Ulster, para defender sus posiciones. Los nacionalistas formaron los Voluntarios Irlandeses. La guerra civil parecía inminente, pero el comienzo de la Primera Guerra Mundial suspendió la aplicación de la Ley de autogobierno y aplazó la solución de la cuestión irlandesa. Tras el Levantamiento de Pascua, la política de los nacionalistas irlandeses se radicalizó, pues pasaron de defender su autonomía a exigir la soberanía completa. En 1918, el Sinn Féin decidió crear un Parlamento en Dublín. Los Voluntarios Irlandeses pasaron a ser el IRA, Ejército Republicano Irlandés, comenzando así las hostilidades entre éstos y el ejército británico y dando lugar a la Guerra de Independencia Irlandesa.

En 1920 se firmó el Acta de Gobierno de Irlanda, que dividía a la isla en dos jurisdicciones, Irlanda del Sur e Irlanda del Norte. En 1921 el Tratado Anglo-Irlandés, dio forma a esta división y se creó el llamado Estado Libre Irlandés. El tratado de paz, ratificado por el Parlamento Británico, no se hizo operativo hasta que lo ratificó también el Dáil en 1922. Sin embargo, el nuevo estado lo componían 26 de los 32 condados, la zona del noreste, conocida como Irlanda del Norte, permanecería separada. De hecho, los términos del tratado fueron aceptados bajo amenaza de guerra por Lloyd George. Tras disputas internas, Michael Collins fue asesinado mientras inspeccionaba las operaciones militares que se llevarían a cabo contra el ejército británico y William Thomas Cosgrave salió elegido como nuevo presidente. Éste rápidamente aprobó las clausulas de la constitución que definían las relaciones del Estado Libre Irlandés con la corona británica y que subrayaban acuerdos de defensa.

El Estado Libre Irlandés no alcanzaría la soberanía completa hasta 1949 con la proclamación de la República de Irlanda.

Los dos grandes autores que plasmaron en sus obras aspectos de la vida política y ciudadana de la época fueron Sean O’Casey y James Joyce.

Sean O’Casey, desilusionado de los partidos políticos existentes, escribió tragicomedias que reflejaban un sentimiento dividido entre la incapacidad de una sociedad para darle un giro socialista a la causa nacional y la admiración por el espíritu indomable de sus conciudadanos, especialmente las mujeres, que sufrían para mantener sus hogares unidos.

James Joyce reflejó como casi ningún otro autor la naturaleza humana. Sus obras, muchas de las cuales tenían como telón de fondo a Dublín y sus ciudadanos, recogen una visión de la humanidad desde múltiples puntos de vista.

BIBLIOGRAFÍA

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Editor:
Juan Carlos M. Coll (CV)
ISSN: 1988-7833
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