Contribuciones a las Ciencias Sociales
Octubre 2009

 

EL IMPERIALISMO
 


Eva María Rodríguez Cobos
jmariohv@yahoo.es



El imperialismo surge como consecuencia lógica de la Revolución Industrial y la nueva economía capitalista. Se necesitaban nuevos territorios de donde sacar materias primas y nuevos mercados donde vender los productos. Durante la Revolución Industrial se produce un fuerte aumento de la población, de tal manera que a finales del siglo XIX la población europea paso de 300 a 450 millones de habitantes. Por otro lado, la revolución se caracterizó también por los avances tecnológicos, hasta tal punto que el hombre blanco sintió una sensación de poder y de superioridad que le hizo anhelar la conquista de nuevos territorios donde “mejorar” la vida de personas “inferiores”.

La superioridad técnica, política, económica y militar crea en el hombre occidental un sentimiento de superioridad que le lleva a una carrera por ocupar territorios y que afectará principalmente a África y Asia a mediados del siglo XIX y principios del XX. Los territorios ocupados pasan pues a depender económica y administrativamente de las potencias colonizadoras.

Las causas del imperialismo fueron diversas, pero entre los motivos que llevaron a dicha expansión están:

La existencia de dos formas de vida diferentes: los estados imperialistas, dominadores, y los territorios dominados, las colonias.

Excedente de población europea que necesita trabajo y que lo encuentra en las colonias. Emigración.



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Rodríguez Cobos, E.M.: El imperialismo, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, octubre 2009, www.eumed.net/rev/cccss/06/emrc5.htm



Superioridad técnica y científica.

Poder militar.

Deseo de seguridad y poder político.

Deseo de extender la religión.

Creencia en la superioridad del hombre blanco y en su obligación de civilizar a las otras civilizaciones no europeas.

El mayor período de colonización europea tuvo lugar durante el Renacimiento. El Imperio británico fue el más extenso de todos ya que sus dominios se extendían por los cinco continentes.

Los inicios del Imperio británico se remontan al siglo XVI, con Elizabeth I (1533-1603). La reina apoyó la destrucción de los barcos españoles que traían, entre otras cosas, oro y plata del recién descubierto continente americano, fomentó el asentamiento de comerciantes británicos en otras partes del mundo, creando así colonias, hizo que las compañías británicas tuvieran todo el poder sobre los negocios en sus territorios o colonias y convirtió a Irlanda en la colonia británica más importante. Enrique VIII obligó a los irlandeses a reconocerlo como su rey y a aceptar su religión.

En el siglo XVII, se crean las 13 colonias americanas: Virginia, Plymouth, Massachusetts. New Hampshire, New Haven, Connecticut, Rhode Island, Maryland, Pennsylvania, Delaware, las dos Carolinas y Georgia. Los pobladores originales eran principalmente ingleses, luego llegaron los franceses, los alemanes y los escoceses-irlandeses. El único lazo de unión entre las colonias británicas era el rey y el hecho de que todas las colonias se dedicaban a la agricultura. También hubo mucho comercio marítimo, especialmente desde Nueva Inglaterra, cuyos mercaderes y comerciantes trataban con Inglaterra, África y el oeste de las Indias.

El imperialismo británico del siglo XVIII destaca por:

El Tratado de Utrecht, firmado en 1713, por el que Francia cedió a los ingleses la mayor parte de sus territorios americanos.

La Guerra de los Siete Años, 1756-1763, como resultado de la rivalidad colonial entre franceses e ingleses. Fue durante esta guerra cuando los ingleses se hicieron con el control de la India. Acabó con el Tratado de París, con el que Gran Bretaña obtuvo importantes territorios.

La conquista por parte de los ingleses de Senegal y Gambia, estableciendo sus primeras bases en el oeste de África.

Sin embargo, la independencia de las colonias americanas en 1776 se considera la consecuencia del enorme gasto que los ingleses tuvieron durante su periodo imperialista y colonizador, que tendrían que poner las miras en el Este y en África para compensar la pérdida de las colonias americanas.

En el siglo XIX, tras la Batalla de Trafalgar (1805), Inglaterra se convirtió en la potencia naval más importante del mundo. Es entonces cuando el imperialismo se convirtió en una absoluta realidad, especialmente en los últimos 30 años del siglo. El imperialismo del siglo XIX fue distinto al de los siglos XVII y XVIII pues se centró en la explotación de los recursos y las personas. Se caracterizó por:

1.El Imperio lo constituyen ahora África, Asia y el Pacífico.

2.Los territorios conquistados eran ahora territorios ocupados y no nuevas sociedades como en siglos anteriores, donde una minoría europea controlaba la política y a la población nativa.

3.Hubo más prisa por ocupar territorios, lo que provocó guerras entre las distintas fuerzas europeas que culminaron en la Primera Guerra Mundial. Las razones que explican estas prisas por conquistar territorios son:

a)Las consecuencias de la Revolución Industrial, es decir: el crecimiento del capital que resultó del crecimiento industrial trajo consigo un imperialismo financiero pues se necesitó ampliar el mercado y los territorios, y un imperialismo comercial, pues se necesitó encontrar nuevos mercados para los productos y para obtener materias primas. Por otro lado, el crecimiento de la población hizo necesario que mucha gente emigrara para encontrar trabajo y mejores expectativas de futuro.

b)Un sentimiento nacionalista, basado en la creencia de la supremacía de la raza blanca, y en particular de la británica, apoyada por Chamberlain, político inglés, y Kipling, escritor inglés nacido en Bombay, que consideraba obligación del hombre blanco extender su cultura y civilización entre razas inferiores.

En el siglo XIX, las colonias británicas eran:

Australia, que se convirtió en un dominio del Imperio británico en 1901.

Nueva Zelanda, que se convirtió en un dominio en 1907.

La India, que se convirtió en la joya de la corona y en el trampolín británico para conquistar Birmania, Malasia, Singapur y Afganistán. Fue el dominio más importante, una colonia de explotación, administrada por la Compañía de las Indias Orientales. Era la principal suministradora de materias primas como algodón, té…

China, cuya Guerra del Opio acabó con el Tratado de Nanking (1842), por el que los ingleses obtuvieron Hong Kong y la apertura de varios puertos costeros al comercio exterior, suponiendo así la intromisión británica en los asuntos chinos.

África, a la que los ingleses estuvieron a punto de conectar de norte a sur, yendo de una costa a su opuesta, pero que finalmente fue repartida entre las distintas potencias europeas en la Conferencia de Berlín. Mención especial por su importancia histórica es la que merece África del sur, rica en oro y diamantes.

La política económica del Imperio británico de los siglos XVII y XVIII se basaron en el mercantilismo, teoría según la cual la riqueza de un país se basa en la cantidad de oro y plata que posee. Así pues, las colonias existían únicamente para que los países dominadores de éstas se beneficiaran económicamente a través de la obtención de materia prima. De esta manera, en el siglo XVII surgen “Las Cartas de Navegación”, dando a los barcos ingleses el monopolio del comercio marítimo.

No obstante, más tarde el mercantilismo se vino abajo debido principalmente a un nuevo sistema económico que demandaba un comercio libre, sin la intromisión del Parlamento británico en los negocios de la empresa privada.

Durante el siglo XIX las colonias se organizaron políticamente de dos formas distintas:

Colonias Reales, de administración directa, que, sin sus propios gobiernos, dependían de la administración de Londres y tenían un gobernador que estaba a cargo de la colonia.

Protectorados, con sus gobiernos propios indígenas para evitar problemas y un gobernador imperial, responsable de la política exterior. Ejemplos: Egipto, Malasia y Sierra Leona, normalmente seguido en aquellos territorios que ya tenían sus propios gobiernos antes del asentamiento inglés.

Económicamente, las colonias también se explotaban de dos formas distintas, que determinaban el tipo de colonias en las que convertirían:

Colonias de asentamiento, como por ejemplo Australia y Canadá.

Colonias de explotación, cuya economía estaba controlada por compañías inglesas y donde la mayoría de la población nativa estaba bajo las órdenes de una minoría británica.

Dos escritores reflejaron esta época imperialista: Joseph Conrad (1857-1924) y Rudyard Kipling (1865-1936).

Conrad nació en Polonia pero se hizo ciudadano británico en 1886. Escribió sobre las colonias europeas y sobre una corrompida sociedad europea, sobre la naturaleza y los efectos del imperialismo, económico y colonial. Sus obras se centran en la intrusión de los europeos en el Pacífico, las Indias orientales, América del sur y África. Sus colonizadores proceden de distintos países y son intolerantes y explotadores. En sus obras, el colonialismo emerge de forma brutal y el poder es corrupto y abierto a los abusos. Conrad compartió con Kipling y Maugham su fascinación por culturas diferentes, especialmente las del lejano Este y África.

Kipling nació en Bombay pero se educó en el “United Services College”, una institución para hijos de oficiales. Regresó a la India en 1882 como periodista. Viajó por toda la India y por todo el mundo y cuando regresó a Inglaterra en 1889 era un escritor reconocido. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1907. Sus obras sobre la India británica son un verdadero legado histórico. Sus temas tienen como telón de fondo la India y sus habitantes, y sus personajes son soldados y civiles que insisten sobre la importancia de la disciplina, la autoridad, la obediencia y el patriotismo. Kipling escribió sobre un tema hasta entonces inexistente en la literatura, sobre los problemas psicológicos y morales que surgen al vivir entre personas de cultura diferente bajo el mando inglés. Kipling estaba convencido de las ventajas y la importancia de un Imperio y de la responsabilidad del hombre blanco de crear una única civilización nacida de diferentes razas, culturas y credos.

El Imperialismo se convirtió, pues, en una doctrina sólida basada en un sentimiento de superioridad y supremacía de la raza blanca. Londres se convirtió en la principal ciudad del mundo. La población nativa disminuyó al principio debido a los enfrentamientos con los ingleses, las nuevas enfermedades y las duras condiciones de trabajo. Pero después los avances europeos en medicina disminuyeron la mortalidad, pasando después a una superpoblación que aún perdura en algunos territorios. La población nativa dependía de sus colonizadores y estaba marginada y explotada, lo que da lugar a un “antiimperialismo”. Con respecto a la cultura, también se pretendió imponer las costumbres europeas, la religión cristiana, la lengua… Sólo algunos territorios con religiones muy arraigadas como la budista o la musulmana escaparon de la aculturación. La gran mayoría acabaron sucumbiendo a la cultura y forma de vida europea, trayendo consigo una nueva cultura, una cultura de mezcla peculiar.

De hecho, la palabra “colonización” no es sino el término para la dominación política, cultural y económica de un territorio, que unida al adjetivo “imperialista” acentúa el carácter supranacional de la colonización, esto fue lo que significó el Imperio Colonial Británico para los territorios colonizados. En Gran Bretaña este sentimiento supranacional estaba representado por el “jingoísmo”, un movimiento nacionalista y racista, evocador del “Imperio” y del deber del hombre blanco de someter y culturizar a pueblos inferiores. Kipling fue un claro defensor del Imperio y del deber del hombre blanco con respecto a “pueblos medio moribundos” a los que había que “salvar”. ¿Salvar de qué? Si, de la explotación y el maltrato de las razas “culturalmente superiores” que crearon fronteras ficticias en beneficio propio y provocaron profundos e irreversibles cambios sociales y culturales.

BIBLIOGRAFÍA

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CORBISHELLY, MIKE.; GILLINGHAM, JOHN.; KELLY, ROSEMARY.; DAWSON, IAN.; MASON, JAMES. (1996): The Young Oxford History of Britain and Ireland. Oxford University Press.

TOWNSON, DUNCAN (2004): Breve Historia de Inglaterra. Alianza Editorial.

 


Editor:
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ISSN: 1988-7833
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