Revista: Caribeña de Ciencias Sociales
ISSN: 2254-7630


DIMENSIONES E INDICADORES PARA EL ENFOQUE SOCIOCULTURAL EN PROYECTOS AGRARIOS DEL COMPLEJO CIENTÍFICO DOCENTE DE SAN JOSÉ DE LAS LAJAS

Autores e infomación del artículo

Nayibis Díaz Machado *

Indira Samper Sanabria **

Universidad Agraria de la Habana, Cuba

nayi@unah.edu.cu

Resumen:
Esta investigación tuvo como propósito la elaboración de dimensiones e indicadores que pueden contribuir al fortalecimiento del enfoque sociocultural en proyectos agrarios en la provincia Mayabeque, a partir de la constatación del reduccionismo que se hace del componente social, tratado mayormente como aplicación de técnicas participativas y motivación a mujeres.
Se realizó un estudio de tres proyectos liderados por agrónomos, complementado por criterios de especialistas de ciencias agropecuarias y sociales, para proponer dimensiones, relacionadas con: dominio del enfoque sociocultural por el grupo gestor; valorización del acervo cognitivo tradicional de productores y campesinos; enfoque de género; metodologías participativas para el proyecto; reproducción cultural de tradiciones productivas y de vida social agrarias. Todas parten del reconocimiento de una cultura que abarca tanto el proceso técnico-productivo, como el modo de vida que este sustenta, con un valor inestimable para el desarrollo de la nación.

Palabras clave: enfoque sociocultural - proyectos agrarios – dimensiones -  indicadores
Abstract:
The purpose of this research was to elaborate dimensions and indicators that can contribute to the strengthening of the socio-cultural approach in agrarian projects in Mayabeque province, based on the reductionism that is made of the social component, treated mainly as application of participatory techniques and Motivation to women.
A study of three projects led by agronomists was carried out, complemented by criteria of agricultural and social science specialists, to propose dimensions related to: mastery of the sociocultural approach by the management group; Valuation of the traditional cognitive collection of producers and peasants; Gender approach; Participatory methodologies for the project; Cultural reproduction of productive traditions and agricultural social life. All start from the recognition of a culture that includes both the technical-productive process and the way of life it sustains, with an invaluable value for the development of the nation.
Key words: sociocultural focus - agrarian projects – dimensions – indicators

 

Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Nayibis Díaz Machado e Indira Samper Sanabria (2017): “Dimensiones e indicadores para el enfoque sociocultural en proyectos agrarios del complejo científico docente de San José de las Lajas”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (octubre 2017). En línea:
https://www.eumed.net/rev/caribe/2017/10/enfoque-proyectos-agrarios.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/caribe1710enfoque-proyectos-agrarios


Introducción:
Los tradicionales enfoques economicistas, técnico-productivos y androcentristas del desarrollo, reciben en las últimas décadas intentos de superación desde distintas disciplinas científicas, como las agronómicas y sociológicas, a través de reformulaciones teóricas que otorgan un valor creciente al enfoque sociocultural en los análisis, aunque no siempre de manera consciente epistemológicamente, al identificar como factores desfavorables para el desarrollo agrario: sobredimensionamiento de las unidades productivas, descampesinización, excesiva centralización, “el no reconocimiento de la existencia real y objetiva del papel del mercado y la ausencia del enfoque sistémico a lo largo del ciclo producción-distribución-cambio-consumo” (Nova, 2012, p.57).
Al mismo tiempo, uno de los factores que más claramente reciben valoraciones como expresión sociocultural, es el relacionado con la participación activa en la toma de decisiones, en todo proceso ya sea de carácter científico, productivo o de transformación en general, “… la participación democrática requiere de un conjunto de habilidades y actitudes que son poco desarrolladas en nuestras sociedades: pensamiento crítico, tolerancia de ideas diferentes, construcción de consensos, etc.” (Piñeiro, 2012, p.51)
Precisamente a finales de los años 80, luego de que la ONU decretara la década para el desarrollo cultural, la UNESCO comenzó a promover el valor de la dimensión cultural del desarrollo como una variable esencial de cualquier proyecto, con similar reconocimiento que los aspectos económicos y tecnológicos, debido a que era evidente que entre las principales causas del fracaso de muchos proyectos de desarrollo en el Tercer Mundo, está su falta de correspondencia con el marco cultural de las poblaciones destinatarias (Basail, 2005).
En consonancia con lo anterior, la gestión científica de procesos desarrolladores en grupos, comunidades y localidades busca fortalecer las perspectivas transdisciplinares, mediante un intercambio dinámico de las ciencias exactas y las humanistas, en aras de superar las supuestas distinciones entre la naturale­za y los humanos y recuperar en el conocimiento científico la visión totalizadora de las realidades objeto de estudio y transformación, ante la creciente complejidad de las sociedades y la capacidad destructiva acumulada por la tecnología (Díaz, 2013, p.11).
Como resultado de esa mayor conciencia científica sobre la necesidad de integración, hoy se argumenta el papel de la tradición cultural y de los valores en la definición de problemas sociales prioritarios, así como en la identificación de vías y alternativas de solución. Sin embargo, esta visión aún queda relegada muchas veces al plano académico y discursivo formal. En la práctica muchos proyectos de desarrollo agrario se limitan a proponer, e intentar convencer al respecto, productos, técnicas, guías para lo que se considera “buenas prácticas” desde la institución científica, realidad esta donde es innegable la buena voluntad y la visión de beneficio comunitario, pero también que de esa forma el efecto desarrollador esperado tendrá resultados poco integrales, poco sostenibles en el tiempo, con limitado sentido de identificación entre los representantes del ámbito científico y los actores socio-productivos, lo que condiciona una formal participación poblacional en esa gestión.
De ahí que las consideraciones del presente informe de investigación se encaminen a sustentar la importancia de lo sociocultural como contenido orgánico en los proyectos del ámbito agrario. Concretamente se plantea como Objetivo general: elaborar un conjunto de indicadores del enfoque sociocultural como componente vital para proyectos de desarrollo agrario en la provincia Mayabeque. Dicho propósito partió de un estudio de tres casos de proyectos ejecutados por agrónomos principalmente, en el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas y en la Universidad Agraria, complementado por criterios de especialistas de Ciencias Sociales y Agropecuarias, en función de encontrar nichos de posible integración real o de fortalecimiento, de variables (dimensiones e indicadores) que pueden orientar la materialización de ese beneficioso enfoque sociocultural.
Materiales y métodos:
Como parte de la necesaria fundamentación del estudio, se aplicaron inicialmente métodos de obtención de información de fuentes teóricas, como el histórico – lógico y el de análisis – síntesis. El primero permitió la identificación de elementos conceptuales que pueden valorarse como fortalezas, o como brechas, en la búsqueda de sustentos del enfoque sociocultural de la cuestión agraria, pertenecientes a distintas perspectivas analíticas, tanto de las ciencias agronómicas como de las sociales. El segundo facilitó la comprensión de factores incidentes en la debilidad de ese necesario enfoque, como parte de la evolución de las perspectivas analíticas y de gestión del desarrollo, principalmente relativo al ámbito agrario.
Se procedió también inductivamente, a través del estudio de casos como diseño representante por excelencia del enfoque cualitativo. En tres proyectos gestionados principalmente por agrónomos (dos de la UNAH y uno del INCA) se aplicaron distintas técnicas de obtención de información de fuentes empíricas. En primera instancia se realizó el análisis de contenido a los propios documentos - directrices de dichos proyectos, para identificar algunas debilidades y fortalezas respecto a la visión sociocultural del desarrollo, como reflejo de la mentalidad de los gestores y a la vez, como rectora de su actividad científica. Luego se aplicaron entrevistas en profundidad a esos investigadores, así como a especialistas de Ciencias Sociales con acercamiento analítico a este tema. Finalmente se encuestaron beneficiarios de los proyectos, como triangulación metodológica de la mirada investigativa.
El primero de los tres proyectos seleccionados para el estudio de casos fue el “Programa de Innovación Agropecuaria Local” (PIAL), coordinado por el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA), con el propósito esencial de contribuir a la seguridad alimentaria de 45 municipios del país, mediante el fortalecimiento de los sistemas locales de innovación participativos y de comercialización, con la contribución de agricultores, organizaciones e instituciones locales en la producción y comercialización de productos agropecuarios.
El segundo proyecto analizado fue “Procesos de innovación, adopción de tecnologías y desarrollo de capacidades para la producción sostenible de alimento humano”, del Centro de Estudios sobre Agricultura Sostenible, en la Facultad de Agronomía de la Universidad Agraria de la Habana, cuyo propósito es contribuir al desarrollo de una agricultura sostenible en armonía con el medio ambiente, a través de procesos comprendidos en el propio título del proyecto, más la asistencia técnica local, en las provincias Pinar del Río, Mayabeque, La Habana y Holguín.
El tercer proyecto estudiado como caso fue el de “Remediación de suelos con presencia de metales pesados”, coordinado por el Departamento de Química, también de la Facultad de Agronomía en la UNAH, cuya finalidad era identificar riesgos y contribuir a remediar suelos contaminados por metales pesados, a la vez que prevenir en materia de salud humana, principalmente en San José y Güines.
Entre las principales concepciones tomadas como base teórica para este trabajo y su resultante propuesta, se encuentra la reconocida definición de cultura ofrecida por el antropólogo Edward B. Tylor, que incluye “...el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres, y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad” (Basail, 2003, p.32). Estas formas de manifestarse la actividad social de los seres humanos, constituyen la dinámica de toda esfera del desarrollo de la sociedad, por tanto, la economía y los procesos productivos son condicionados por el comportamiento de esas variables.
La visión anterior se amplía con el aporte de Clifford Geertz (2005) respecto a la cultura como una serie de mecanismos de organización y control –planes, fórmulas, reglas, instrucciones- que norman, orientan, dan sentido a la conducta de los individuos, quienes comparten como resultado de ese aprendizaje sistemático, o de esa herencia intergeneracional, un sistema de significados que atribuyen a su quehacer transformador cotidiano en cualquier escenario de acción.
De esta forma puede entenderse la cultura como una dimensión inherente a las transformaciones sociales permanentemente, es decir, como fenómeno y condición transversal a todo proceso desarrollador, entendiendo ante todo el desarrollo como proceso multidimensional y multidireccional, pautado por su esencia humanista,que abre el marco de posibilidades de las personas como objeto y sujeto de transformación, donde su cultura se complementa dialécticamente bajo el pensamiento de que esta es clave para el desarrollo. A ello se suma la creciente asociación del logro de la sostenibilidad con la percepción de la diversidad y de la equidad como fuentes de avance y riqueza integral (González, 2006).
En cuanto a la concepción de desarrollo agrario que sustenta este trabajo, se asume por una parte la propuesta del experto indio Katar Singh, sobre la necesaria convergencia entre el desarrollo de la agricultura y de las actividades asociadas, las comunidades o los asentamientos rurales, sus industrias, su infraestructura económica, los servicios comunitarios y sus diversas facilidades, y por encima de todo, los recursos humanos (Singh, 2012, p.3). Esta visión se complementa con la necesidad de considerar a esos seres humanos no solo como “recursos” para viabilizar las transformaciones, sino ante todo como gestores – beneficiarios y preservadores de resultados, en la medida que sus modelos culturales o estilos de actividad cotidiana sean reflejados en dichas transformaciones.
Es notable que generalmente, en análisis sobre factores incidentes en la sostenibilidad de ese desarrollo agrario en Cuba, a nivel macro desde la óptica del seguimiento institucionalizado, se tiende a priorizar aspectos como: adecuación de políticas, planes y programas, adecuación del marco jurídico legal y normativo, adopción de innovaciones, suficiencia de la fuerza de trabajo en el sector agrario, conciencia y participación de los consumidores (Col. de A, 2012). Sin embargo, estos aspectos no se asumen como parte de una perspectiva analítica sociocultural, que implicaría incluir otras dimensiones e indicadores, de fuerte condicionamiento sobre el desarrollo agrario integralmente, tanto de alcance micro como macro.
Por tanto se considera que un enfoque sociocultural en proyectos de desarrollo agrario, tendría que concebir que toda estrategia científica y transformadora dirigida a la actividad agropecuaria, para ser efectiva, reconocida, sostenible, debe responder a las particularidades del modo de vida de esas poblaciones implicadas, a los aspectos relacionados con el sentido de arraigo por la tierra y por tradiciones y concepciones vistas como exitosas por esos grupos, debe asimilar distintas formas de participación decisoria para la diversidad de actores socio-productivos implicados, que ya no serían solo “destinatarios”, y al mismo tiempo deberá visualizar posibilidades de trabajo con las distintas generaciones y los géneros, del entorno comunitario, en aras de favorecer la continuidad de las propuestas transformadoras, con el logro de un sentimiento comunitario de que su identidad saldrá fortalecida.
Ese enfoque se puede traducir, a los efectos de un proyecto científico y de transformación en el ámbito agrario, en el impulso de alternativas que fortalezcan la unidad en la diversidad entre grupos de agricultores, la promoción de relaciones económicas basadas en la justicia social, la soberanía alimentaria, la producción agrícola sostenible, a tono con el contexto actual de emergencia de nuevas identidades que han reposicionado a las comunidades campesinas como actores indispensables del desarrollo, en la medida en que esos grupos participan activamente en la reformulación de los principios y procesos de desarrollo alternativos al paradigma tradicional del crecimiento económico (Sánchez, 2011).
Esa búsqueda de nuevas alternativas, al mismo tiempo, deberá representar “una política estructurada que incentive y promueva cómo enfrentar la relación entre la agenda del CITMA y las demandas de la economía con las comunidades locales” (Mulet, 2013, p.262), entendiendo como primordial el conocimiento compartido a nivel micro social, ya que esos actores comunitarios “conocen como nadie dónde están las potencialidades para elevar la satisfacción de los requerimientos alimentarios de su población y cuáles son las acciones necesarias para materializar este objetivo, teniendo en cuenta todos los eslabones y actores que intervienen o pueden incorporarse en la cadena, desde el surco hasta el propio lugar de la venta a los consumidores” (García, 2013, p.139-140).
A las anteriores  consideraciones sobre la materialización de un enfoque sociocultural en proyectos agrarios, se añade  una reflexión aportada por Alfons Martinell Sempere, miembro del Laboratorio de Investigación e Innovación en Cultura y Desarrollo (colombiano), sobre el hecho de que para las comunidades beneficiarias de proyectos, disponer de la capacidad de mantener su forma de vida y sus valores, en un diálogo entre memoria y tradición, les permite apreciar los aportes de la vida cultural a la resolución de los problemas actuales (Martinell, 2012). Es decir, cada estrategia científica y transformadora, deberá tributar a la posibilidad de preservación del modo de vida agrario, íntegramente.
Con tales presupuestos, la metodología del nivel empírico se aplicó a través del estudio de casos y las restantes técnicas ya mencionadas. El análisis de los tres proyectos seleccionados se centró fundamentalmente en aspectos como: nivel en que se visualiza el objeto agrario como sistema que expresa una cultura, significados atribuidos a las tradiciones, percepción de la esencia y la necesidad del enfoque sociocultural por el grupo gestor, manejo de la participación de la diversidad de actores socio-productivos, gestión del enfoque de género. Otros parámetros muy vinculados a estos, fueron constatados o emergieron en la medida que avanzó el proceso investigativo.
Resultados y discusión:
Con respecto al “Programa de Innovación Agropecuaria Local” (PIAL), se constató la existencia de cinco ejes temáticos para el trabajo: biodiversidad genética, trabajo con jóvenes, equidad de género, cambio climático, comunicación. El segundo, tercero y último de estos ejes formalmente abren espacios de trabajo sociocultural, lo que habla de una mayor toma de conciencia de los agrónomos respecto a esa necesidad, a pesar de algunas debilidades que luego se identificaron con la aplicación de algunos instrumentos de investigación.
En tal sentido las entrevistas aplicadas a profesionales del grupo gestor mostraron que, en cuanto a participación, la mayor importancia se atribuye a lograr que campesinos y productores, mujeres y jóvenes, tomen parte en las ferias e intercambios de semillas y aprendan nuevos roles productivos y artesanales, para la diversificación de la actividad comercializadora y del beneficio familiar y comunitario.
Esta información fue ratificada por la población beneficiaria mediante encuestas, aplicadas a 15 productores y sus familiares, principalmente en el escenario lajero. Ellos también conocen a cabalidad las interioridades y retos del proyecto y expresan sentirse respetados y protagonistas dentro de este. Otros aspectos muy positivos fueron: la capacitación a mujeres de familias productoras para su empoderamiento en beneficio personal y familiar, el trabajo con los jóvenes en acciones de intercambio tecnológico y de innovación entre regiones y provincias, el respeto a los conocimientos de la mayoría de los campesinos y productores en general, para llegar a consensos en la toma de decisiones.
Por el otro lado, como aspectos que indican la presencia de algunas debilidades, se observó la limitada frecuencia del trabajo con niños y adolescentes descendientes de esas familias productoras, dirigido a garantizar procesos de continuidad productiva y cultural en general. No se apreció en una primera etapa un intercambio activo o frecuente con los medios locales o provinciales, en aras de ganar en motivación por las acciones actuales y futuras, no solo del proyecto, sino de todo lo que pueda favorecer la imagen de esos hombres y mujeres del entorno agrario. Vale decir que en la última etapa transcurrida el eje comunicacional se ha fortalecido, aunque todavía es mayor el enfoque de difusión de logros del proyecto, por encima de otras acciones extensionistas que podrían apuntar a esa motivación social ya mencionada.
El proyecto “Procesos de innovación, adopción de tecnologías y desarrollo de capacidades para la producción sostenible de alimento humano”, se encontraba todavía en fase inicial cuando se realizó el estudio, por lo que el análisis debió centrarse en las concepciones reflejadas en la proyección de los propósitos y vías estratégicas para alcanzarlos, todo ello mayormente recogido en la documentación y expresado en las entrevistas aplicadas a profesionales gestores de dicho proyecto. Así se evidenciaron preliminarmente como principales fortalezas en cuanto al enfoque sociocultural: la claridad epistemológica y ética respecto a la implementación de metodologías participativas para la gestión de los procesos, el respeto al alcance de los conocimientos y prácticas tradicionales de la mayoría de los campesinos y productores para el éxito del proyecto, como postura aprendida de experiencias anteriores de investigación – desarrollo e innovación.
Como cuestiones que podrían sugerir debilidades preliminarmente, se observó la limitada visualización de un trabajo frecuente con los descendientes de esas familias de productores, como garantía de continuidad de logros. Tampoco se apreció una fuerte visualización de espacios para la atención específica a mujeres de familias productoras en cuanto a asesoría para el empoderamiento, aunque en este aspecto se deduce que en parte el empoderamiento estaría dentro de la propia metodología de investigación acción participativa, así como en las prácticas de educación popular, claramente concebidas por el grupo gestor.
Sobre el proyecto “Remediación de suelos con presencia de metales pesados”, donde participan principalmente profesionales de la Química, así como una especialista del Derecho en sus primeras atapas de desarrollo, se pudo obtener que la concepción y proyección del enfoque sociocultural se asocia formalmente con la aplicación de elementos propios de la metodología de Investigación Acción Participativa, con el enfoque agroecológico, así como en hacer que las personas beneficiarias tengan conocimientos y participen en la obtención de resultados. Como ejemplos de ello, los entrevistados del grupo gestor mencionaron la capacitación dada a los actores sociales, los talleres entre miembros del propio grupo gestor y a la comunidad con material divulgativo, así como la coordinación de una red temática nacional donde llegaron a participar 36 instituciones.
En este caso, los elementos indicativos de debilidad del enfoque sociocultural se identificaron en su reducción asociativa solo con el manejo de la participación, y al enfocar esta en un sentido más ligado a recibir información y capacitación de lo que ejecutaba el proyecto, y de los peligros y retos de la contaminación del suelo. Igualmente fue poco constatada la visión de trabajar con las nuevas generaciones en función de crear sensibilización y una cultura preventiva a largo plazo, lo que también fue revelado por encuestados del asentamiento de Jamaica, localidad beneficiaria, cuando expresaron conocimiento limitado respecto al alcance del proyecto. Reconocen, no obstante, su existencia y el hecho de haber recibido información en algunos momentos sobre las acciones del mismo.
De este acercamiento analítico a los tres proyectos, sobre la presencia del enfoque sociocultural, pudieron identificarse como principales fortalezas: concepción de las metodologías participativas como vía clave, para la socialización y el involucramiento activo de los productores o beneficiarios en general;  la voluntad de reconocimiento de los saberes tradicionales de la mayoría de los campesinos y productores diversos, al hacerles la asesoría tecnológica o la capacitación (aunque en ocasiones fuera más formal que práctico). En el caso específico del PIAL se añaden a esas fortalezas: la atención a las mujeres de las familias productoras con la capacitación y asesoría para una mayor participación socioeconómica; el trabajo con jóvenes en el intercambio tecnológico y de innovación, para un mayor sentido de identificación con esa actividad como garantía de continuidad de tradiciones productivas; el sentimiento de pertenencia por parte de los actores socio-productivos.
Como principales debilidades se observaron las siguientes: poca frecuencia del trabajo con descendientes de las familias de productores, dirigido a garantizar procesos de continuidad integral de esas tradiciones productivas y culturales en general, lo que también es importante para la sostenibilidad de esos sistemas productivos;  inexistencia de indicadores de un intercambio activo con los medios locales o provinciales, que sería vital para ganar en motivación por las acciones actuales y futuras, no solo del proyecto, sino de todo lo que pueda favorecer la imagen de esos hombres y mujeres del entorno agrario; limitada evidencia de un enfoque de género (con la excepción del PIAL que lo materializa en términos de incorporación femenina a acciones socioeconómicas), reducción del protagonismo de los productores a lo relacionado con la toma de decisiones, las cuales se ven por la mayoría de los entrevistados como algo en función del propósito de la institución.
Estas últimas cuestiones consideradas debilidades, pueden asociarse en primera instancia con la propia formación de los especialistas de las Ciencias Agropecuarias, que se distancia por lo general del enfoque sociológico y luego permea, obviamente, las acciones propias de los proyectos de transformación y desarrollo del ámbito agropecuario, donde debe añadirse que no encuentran un alto nivel de exigencia en ese sentido por parte de muchos productores, al no tener estos, tampoco, la clara conciencia de la importancia de considerar como cuestión sociocultural su sistema productivo. Al propio tiempo no encuentran exigencia sistemática desde las propias instituciones y las políticas agrarias, que están más centradas en la elevación de rendimientos de los suelos y de las técnicas, en plazos inmediatos y mediatos.
A partir de las características constatadas en los tres casos de proyectos, se obtuvieron elementos importantes para la elaboración de dimensiones e indicadores del enfoque sociocultural. Como primera dimensión se concibió el dominio del enfoque sociocultural por el grupo gestor del proyecto agrario, ya que muchas veces las limitaciones de los proyectos en la visualización de los aspectos socioculturales, obedecen ante todo a una formación reproductora de la división tradicional entre Ciencias Sociales y Ciencias Agropecuarias y Técnicas.
Como segunda dimensión, el enfoque de género implica crear espacios y mecanismos de participación equitativa de mujeres y hombres, en la actividad agropecuaria y en otros ámbitos de toma de decisiones en fincas y entidades agropecuarias, sobre la base de reconocer el importante rol de las féminas dentro de las familias productoras, en acciones de sostén de ese sistema productivo y en la gestión comercializadora, junto a su incorporación directa a labores agrícolas, si fuera una necesidad compartida y beneficiosa en ese sistema socio-productivo.
Una premisa a considerar relacionada con la anterior idea, es que las relaciones de género a pesar de expresarse en todas las instituciones y organizaciones sociales, tienen como base de irradiación la familia, y la creciente incorporación de las féminas al ámbito público no significa la desaparición de las desigualdades, ya que su presencia se ha traducido en la “doble presencia” doméstica - pública (Astelarra, 1998). También se entiende que “… el mercado en sí mismo es un espacio social, históricamente construido bajo patrones masculinos, los cuales trasmiten la experiencia de negociación, búsqueda de información, etc” (Díaz, 2015, p.148)
La dimensión metodologías participativas para las acciones del proyecto facilita directamente a productores y campesinos sentirse parte activa del proceso, gracias al reconocimiento, la comunicación equitativa y el empoderamiento facilitado por las técnicas participativas. Un punto de partida clave en este sentido, es la concepción de que a pesar del alto nivel educacional en Cuba, el desarrollo de un capital humano con la capacidad y posibilidad de innovar, en el marco de una creciente descentralización institucional, requiere “de una política de desarrollo territorial muy especializada que oriente la cultura, educación, ciencia, tecnología e innovación hacia la transformación de los territorios cubanos” (Mulet, 2013, p.279), pero también, que las comunidades de campesinos y productores en general, se interesan realmente en participar o asumir una innovación, si perciben alguna posibilidad de incremento monetario y de sostenibilidad de este.
La dimensión valorización del acervo de conocimientos tradicionales de los productores y campesinos alrededor del proceso productivo, permite visualizar aportes de las prácticas tradicionales del productor, en materia tecnológica y de concepciones sobre rendimiento, armonía producción-ecosistema, que pueden enriquecer innovaciones de los centros científicos, mediante el diálogo de experiencias, de modo que, sin defensas idealistas del solo protagonismo del productor, se tribute a un mayor sentido de identificación recíproca entre este y el investigador o innovador, a partir de la superación del modelo tradicional que se centraba en la mera transferencia de productos científicos al campesinado (ICA, 2010).
Finalmente, la dimensión reproducción cultural de las tradiciones productivas y de vida social agrarias, permite superar la visión del corto o mediano plazo, para visualizar aquellas condiciones objetivas y subjetivas que garanticen continuidad del modo de vida agrario, visto como sistema de tradiciones productivas y de la necesaria identificación de los niños y adolescentes de esas familias, o de ese entorno, con su principal actividad. Ello reafirma que cualquiera de esas prácticas es a la vez económica y simbólica, por lo que su análisis requiere focalizar la dimensión cultural, que en el sistema agrario expresa “la forma integral de vida, creada histórica y socialmente por una comunidad, de acuerdo con la forma particular en que esta resuelve o entabla las relaciones con la naturaleza, con sus integrantes, con otras comunidades (…) a fin de dar continuidad y sentido a la totalidad de su existencia mediante una tradición que sustenta su identidad” (Cruz, 2010, p.81)
A continuación se sintetizan indicadores claves por cada dimensión propuesta:
I. Dominio del enfoque sociocultural por el grupo gestor del proyecto.
Indicadores: composición del grupo gestor del proyecto por profesionales de distintas especialidades, tanto de las Ciencias Agropecuarias como de las Ciencias Sociales; caracterización de las principales actividades productivas, tradiciones asociadas, formas de organización, saberes colectivos, y otros rasgos propios de la vida sociocultural del entorno agrario donde se pretende materializar el proyecto; evidencia de un indicador, al menos, de cada una de las dimensiones siguientes, en la concepción y materialización del proyecto.
II. Enfoque de género.
Indicadores: acciones de sensibilización de la mujer con la necesidad de su participación activa en el conjunto de prácticas productivas agropecuarias; acciones educativas de superación de estereotipos familiares sobre los roles femeninos y masculinos en la actividad productiva; acciones de sensibilización con el valor que tiene el trabajo doméstico femenino como una labor de sostén del sistema socio-productivo familiar y grupal (no como cualidad “natural” de las féminas); acciones de capacitación dirigidas a las mujeres de distintas edades, en materia de gestión comercializadora, cultivo de plantas ornamentales y frutales, cuidado de animales de cría (solo asumiendo que son faenas cercanas al hogar, para aquellas mujeres ocupadas principalmente en el trabajo doméstico)
III.   Metodologías participativas para las acciones del proyecto.
Indicadores: empleo de la metodología de Investigación – Acción Participativa, en las distintas fases del proyecto (cruzada con la anterior dimensión y sus indicadores puede emplearse para sensibilizar con fines beneficiosos para esos productores y sus familias); empleo de la concepción y metodología de la Educación Popular en distintas fases del proyecto.
IV. Valorización del acervo de conocimientos tradicionales de los productores y campesinos alrededor del proceso productivo.
Indicadores: acciones de estudio previo de las tradiciones productivas y saberes asociados, de esos grupos de productores y campesinos que se consideran beneficiarios y sujetos del proyecto; análisis dialógico entre saberes tradicionales del productor (tecnológicos y agroecológicos) y saberes especializados del centro científico rector del proyecto, como vía para la introducción de innovaciones; espacios de evaluación por parte del productor, de esas innovaciones introducidas, provenientes del centro científico, como vía de retroalimentación del resultado científico en beneficio de los implicados.
V. Reproducción cultural de las tradiciones productivas y de vida social agrarias.
Indicadores: acciones de orientación vocacional a descendientes (niños y adolescentes) de familias de productores y campesinos, respecto a la necesidad de formarse en especialidades útiles a ese sistema socio-productivo; acciones de sensibilización a descendientes de esas familias respecto a la necesidad y los beneficios socioeconómicos, de su participación en la actividad agropecuaria; acciones de involucramiento de jóvenes, mujeres y niños de familias productoras en acciones de intercambio tecnológico entre actores de ese ámbito productivo, como parte del proyecto; establecimiento de un sistema de intercambio de los centros científicos, las redes de productores y campesinos, con los medios de comunicación locales y provincial, como parte de la divulgación de estos proyectos; negociación de espacios en los medios de comunicación locales y provincial, para propiciar una mejor representación social sobre los actores socio-productivos del ámbito agrario, y su cultura, que pueda beneficiar a largo plazo la continuidad de ese modo de vida.
Conclusiones:
La comprensión de las particularidades socioculturales del grupo social es clave para el éxito de todo proyecto o proceso institucional con fines de desarrollo de ese grupo, o de una comunidad o población territorial. En tal sentido un punto de partida vital es entender la cultura como ese conjunto de prácticas cotidianas distintivas de los individuos, que van desde la forma tradicional de producir, hasta las costumbres en cuanto a actividad social en todos los ámbitos, y el imaginario vivencial que se expresa en esa acción diaria y que a su vez la modifica. Esta premisa cobra particular fuerza en las experiencias prácticas de transformación desarrolladora del ámbito agrario, cuya cultura debe reconocerse incluyendo todos esos elementos, como parte decisiva para el éxito de todo proyecto. 
A pesar de visualizarse como necesario el componente sociocultural para el éxito de dichos proyectos, todavía dicho enfoque en Mayabeque, en muchos casos sin la clara concienciación del hecho, evidencia estar limitado a trabajar por la participación de productores y campesinos en la toma de decisiones en momentos clave, al enfoque de género, así como al tema del respeto a las tradiciones productivas y saberes prácticos preservados, dimensiones de las cuales se materializan todavía pocos indicadores en los proyectos, lo que está muy asociado al hecho de que no se tiene toda la percepción necesaria sobre la esencia e implicaciones del enfoque sociocultural del desarrollo agrario, por parte de esos profesionales de centros científicos que participan en proyectos de ese ámbito.
Una vía para lograr la concepción y materialización del enfoque sociocultural en proyectos de desarrollo agrario, puede ser la propuesta de dimensiones e indicadores presentada en esta investigación, que con distintos sustentos sociológicos sistematiza en unos casos, y crea en otros, las dimensiones propuestas y sintéticamente argumentadas. Estas, con sus indicadores y una adecuada gestión integral, pueden orientar hacia el real beneficio de los actores socio-productivos involucrados, y de una cultura agraria cuyo valor es inestimable para el desarrollo de la nación, actual y futuro.

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* Socióloga, MSc. en Didáctica Docente de las carreras Gestión Sociocultural para el desarrollo, Derecho y Estudios Socioculturales. Universidad Agraria de la Habana, Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas nayi@unah.edu.cu

** Lic. Estudios Socioculturales Docente de las carreras Gestión Sociocultural para el desarrollo y Estudios Socioculturales. indiras@unah.edu.cu


Recibido: 04/09/2017 Aceptado: 03/10/2017 Publicado: Octubre de 2017

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