Revista: Caribeña de Ciencias Sociales
ISSN: 2254-7630


EL TIEMPO HISTÓRICO: NECESIDAD DE SU REDIMENSIONAMIENTO EN EL ACONTECER HISTORIOGRÁFICO EN AMÉRICA LATINA

Autores e infomación del artículo

Roide Orlando Alfaro Velázquez*

Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Cuba

ralfaro@uclv.edu.cu

RESUMEN

El tiempo como categoría filosófica e historiográfica, ha gozado a lo largo de la historia de la humanidad, de un privilegio indiscutible en el acontecer científico. Desde el Timeo de Platón o la Física de Aristóteles, hasta las elaboraciones más contemporáneas como pueden salir de escritos de Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein o Paul Ricoeur han coincidido en la complejidad de su análisis y más en medio de las complejidades de los procesos históricos actuales. Su análisis desde América Latina, atemperado a los procesos identitarios del continente y a su ubicación actual en medio de las circunstancias de funcionamiento del sistema capitalista, desde una mirada anti-hegemónica y consecuente con nuestra realidad, se impone como reto del quehacer investigativo en medio del pensamiento neocolonial impuesto y reproducido para y con los pueblos del Sur, no solo desde la dimensión geográfica, sino también económica y política. La necesidad de un diálogo intercultural sobre la base de una opción Decolonial, es necesidad imprescindible en las circunstancias actuales, siempre que se sepa escudriñar en las dinámicas hegemónicas para con el continente americano durante siglos de colonización en la búsqueda de la génesis identitaria de los procesos y la memoria histórica de América primero, y América Latina después como construcción de esa matriz colonial de poder siguiendo a Walter Mignolo. El estudio del tiempo histórico, sobre esta dimensión epistemológica que responda a la realidad indentitaria, y no impuesta, es una invitación para seguir dialogando y profundizando siempre en el rico quehacer cultural e histórico del mal llamado,  hace más de cinco siglos, Nuevo Mundo.

PALABRAS CLAVES
Tiempo, sistema-mundo, duración, capitalismo, opción decolonial, América Latina.

ABSTRACT

The time as philosophical and historiographical category, has enjoyed throughout the history of mankind, of unquestionable privilege in scientific events. From Plato's Timaeus and the physics of Aristotle, up to the most contemporary creations as they can get from writings of Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein or Paul Ricoeur have coincided in the complexity of analysis and more in the midst of the complexities of the current historic processes. His analysis from Latin America, tempered to the process identity of the continent and to its current location in the middle of the circumstances of the capitalist system, a perspective anti-hegemonica and consistent with our reality, is essential as a challenge of the investigative work in the midst of neo-colonial thinking imposed and played for and with the people of the South, not only from the geographical dimension, but also economic and political. The need for an intercultural dialogue on the basis of a Decolonial option, is absolute necessity in the circumstances, provided that is known to squint in the hegemonic Dynamics to the Americas for centuries of colonization in the search of identity processes of genesis and the historical memory of America first, and Latin America later as construction of that colonial power array according to Walter Mignolo. The study of historical time, this epistemological dimension that respond to the imposed indentity, and not reality, is an invitation to continue talking and ever deepening in the rich cultural and historical evil work called, more than five centuries ago, new world

KEYS WORDS
Time, world-system, duration, capitalism, decolonial option, Latin America.



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Roide Orlando Alfaro Velázquez (2016): “El tiempo histórico: necesidad de su redimensionamiento en el acontecer historiográfico en América Latina”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (agosto 2016). En línea: https://www.eumed.net/rev/caribe/2016/08/tiempo.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/CARIBE-2016-08-tiempo


TIEMPO E HISTORIA: UNA BREVE INTRODUCCIÓN…

El término historia encierra en sí una dicotomía: es a su vez, los “hechos destacables del pasado” y la ciencia en particular que estudia estos hechos, o sea, es conocimiento de una materia y materia de un conocimiento. Como saber científico, la historia ha transitado por un largo proceso de identificación de su campo de estudio y por un desprendimiento de la filosofía: primero como un fin u objetivo teleológico y místico, de ahí que en sus comienzos se manifestara a través de crónicas o mera reproducción cronológica de hechos, después, con la ruptura de esta visión y la introducción del término Filosofía de la Historia de Voltaire, como rama de la filosofía que estudia el desarrollo y las formas en las cuales los seres humanos hacen la historia.
Precisamente los historiadores del siglo XVIII (entre ellos Voltaire, Montesquieu y Condorcet) revolucionaron la forma de concebir la historia, más allá de las constantes elaboraciones divinas del momento y extirpando la conexión historia-teología. Ocupaban espacios relevantes en las narraciones y elaboraciones de estos pensadores, el concepto de progreso como tema histórico, a partir del triunfo de la razón como meta del propio progreso, devenido de la Ilustración y de la Revolución Francesa.
Fue Voltaire, el primero en destacar la necesidad de replantear desde un sentido crítico, el análisis de la costumbre de los pueblos y no ajustarse a pensarlo como una mera cronología, aunque sesgado por el empirismo reinante como forma de pensamiento. Este ilustrado francés, cuando atacó el concepto milagroso de historia a partir del término que introduce (filosofía de la historia), estaba rompiendo con las doctrinas místicas de estudiar el mundo, realizando dos tareas esenciales: exigir datos dignos de confianza y pedir una relación de hechos más amplia de la vida social que la estrictamente relevante para una especial teología.
Sobre esta línea, el italiano Giambattista Vico, a partir de su obra Scienza Nuova (1744), introduce la idea del valor fundamental de la evolución histórica y su relevancia en el análisis de los procesos sociales, una vez que fundamentara su doctrina del valor imprescindible de cada época en la preparación de la siguiente y destaca el desarrollo de la sucesión histórica como un todo, lo que modifica de este modo el interés predominante simplemente de la meta de la historia para dar lugar a la utilidad de la sucesión histórica, y la conversión de una historia teológica a una historia construida por el propio hombre. De esta manera, se sientan las bases para el apoyo que la historia, conjuntamente con la filosofía, va a brindar una vez que, con el nacimiento de la sociología, por ejemplo, ésta enfrente sus primeros problemas teóricos y metodológicos por lo convulso y contradictorio de su objeto de estudio, el cual, curiosamente, provoca su nacimiento como ciencia.
Pero fue Hegel con sus “Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal” la cima de los modelos de filosofía de la Historia que siempre construido como una construcción a priori, devenido de la genialidad del pensador, van a utilizar los hechos históricos como base factual de legitimación de su validez, “como simple ilustración de la vigencia de los principios generales que organizan a dichas filosofías, principios siempre supuestamente universales, eternos y atemporales sobre los que se organiza el correspondiente sistema de explicación universal”. (Aguirre Rojas, 2011: 17).
Este convulso contexto, producido por los sucesos franceses de finales del siglo XVIII, va a delimitar una transformación de la agenda temática y del objeto de estudio de la historia, así como el surgimiento de otras ciencias. La Revolución Francesa de 1789, tras romper el poder monárquico, ha deparado una revolución en cuanto a la información por parte de los historiadores eruditos, al convertir los tesoros documentales de la realeza europea en archivos públicos y no privados, democratizando, además, el acceso a los documentos y brindando a los historiadores objetivistas  y  empiristas  de  la  época  una  masa  realmente  monumental  de  nuevas  fuentes primarias disponibles para su consulta y utilización. Por otra parte, variables como progreso, nodales para el positivismo, marcarían la búsqueda de la legitimación de la naciente época moderna a partir de una idea limitada y lineal, cuyos rasgos epistemológicos se consolidarían con la construcción histórica de las barreras que separan las más disímiles ciencias en campus independientes.
No  resulta  entonces  casual  que  esta  historia  no  logre  desprenderse  del  documento histórico a la hora de hacer cualquier análisis, teniendo en cuenta esta forma empirista de lo histórico” que pone en el centro el culto a “los hechos” y que privilegia los documentos escritos como el vehículo fundamental para el acceso a estos hechos. Estos postulados constituye la plena maduración de los cimientos de la historiografía europea entre 1789 y 1870, que se caracteriza por el culto al texto histórico, tal y como rezaba el manual francés de Langlois y Seignobos publicado en 1898: “La historia se hace con textos y un historiador serio jamás se atrevería a afirmar aquello que no pueda respaldar de un documento escrito.” (Aguirre Rojas, C.A., 1999: 36)
Precisamente, con el advenimiento de la modernidad, uno de los temas de mayor polémica en esta agenda temática, lo constituye el problema del tiempo histórico, sobre la base del entendimiento de las diferencias entre el tiempo físico proveniente de las Ciencias Naturales y en la cual Isacc Newton pudiera considerarse como uno de sus máximos exponentes, de ahí el término ampliamente difundido de tiempo físico newtoniano, y el tiempo social o histórico, que tiene en el marxismo clásico del siglo XIX, la Escuela de los Annales en la obra de sus padres fundadores (Marc Bloch y Lucien Febvre) y su continuador por excelencia Fernand Braudel, algunas de sus voces más autorizadas.
La aprehensión de la homogeneidad y linealidad del tiempo físico desde edades tempranas del individuo, que posibilita su periodización exacta en segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, siglos, se pasa por alto la construcción social de la variable tiempo en su dimensionamiento social e histórico, visto en sus múltiples duraciones y complejidades, como un tiempo diverso y variable. Es entonces cuando todo siglo histórico adquiere libertad para romper las barreras cronológicas de sus 100 años constitutivos y se asemeja a los procesos y fenómenos históricos que lo componen y en él se despliegan, y que a su vez delimita sus límites temporales de inicio y cierre. 1
El tiempo es una construcción social que responde a momentos históricos a razón de los procesos sociales definidos. La concepción actual del tiempo tiene su base en una delimitación establecida por la Iglesia que se patentiza en el almanaque gregoriano, que hegemoniza el tiempo y lo separa de las mediciones basadas en la naturaleza. Esta transformación del almanaque juliano tiene como objetivo establecer un paralelo entre el año civil y el año solar, y si bien fue aceptado por la mayoría de las naciones, también fue combatido, lo que provocó la aprobación algo tardía en Alemania (1669), Inglaterra (1752) y en gran parte de Rusia en 1878, y más tardíamente incluso en los países colonizados.
Las iglesias y los gobiernos reconfiguraron el día en horas a partir de la construcción de un sistema de símbolos, que pasaban desde las campanadas de los monasterios, por ejemplo, al propio tamaño de las velas o el ritmo de la oraciones como forma de medir el tiempo dentro de estos templos. Fuera de él, también estaría regulado por las reglas de la vida a partir de los sustentos de las diversas religiones, las visiones del presente, pasado y futuro a partir de la figura de Dios y el propio hombre atendiendo a la eternidad como finalidad de su ser.
En el plano urbano, la relación resulta menos directa, el comerciante deberá regirse por las jornadas laborales o las leyes del mercado a partir de una división social del trabajo y sus medios de legitimación y fragmentación social, en donde el tiempo es dinero y adquiere una necesidad práctica para la propia dinámica de funcionamiento social y las necesidades de la propia clase. Es aquí donde el binomio tiempo-dinero va a constituirse como sustento de la base ideológica y económica de la burguesía como una nueva forma de medir el tiempo, manifestado en su Time is money.
El tiempo histórico ha de entenderse como múltiple, variable y heterogéneo y cada historiador posee una temporalidad distinta dada por los condicionamientos y procesos históricos que estudia. Transformar modos de actuación y explicación que reubique el objeto de estudio del historiador superando los límites pasado/presente heredado hasta nuestros días, se erige como un verdadero reto, que además posibilita la visión estrecha de entender el progreso a partir de la linealidad del tiempo físico, mediante lo cual todo hoy es mejor que ayer y todo mañana será mejor que hoy.
Es indiscutible la importancia en la temática del tiempo de la obra braudeliana, y dentro de ella su escrito La Larga duración, que revolucionó el acontecer histórico hasta el momento y para las generaciones venideras. Es presentada aquí la historia claramente como una síntesis compleja no solo de diversas realidades y fenómenos, sino en medio también de múltiples temporalidades, tiempos y ritmos.
Braudel distingue, y refiere la atención de la historia tradicional, a un tiempo breve, defendida por la historia de los acontecimientos o episódica, que encierra en la corta duración, pues “el acontecimiento es explosivo, tonante. Echa tanto humo que llena la conciencia de los contemporáneos; pero apenas dura, apenas se advierte su llama.”Este es el tiempo del cronista, del periodista, un tiempo corto de todas las esferas de la vida. “El tiempo corto es la más caprichosa, las más engañosa de las duraciones.” (Braudel, 1970: 65-66)
Por sobre este tiempo corto, y posando por lo que los economistas presentan como tendencias seculares o interciclos o ciclos históricos, adquiere relevancia el término estructura (Braudel, 1970:70) 2, palabra que el propio Braudel sostiene como la que domina los problemas de la larga duración. Esta reconversión analítica conecta los hechos fundamentales del ámbito natural, de tiempo largo, casi inmóvil, imperceptible con sus múltiples condicionamientos y modos de actuación en el acontecer social e histórico, sin perder de vista la existencia también de hechos naturales y geográficos de corta duración , así como ciertos fenómenos políticos entendidos en estas variadas delimitaciones temporales. Estas múltiples delimitaciones permiten comprender el entrecruzamiento del tiempo y el espacio histórico, que se complementan entre sí en medio de las afectaciones y vinculaciones con ciertos niveles y realidades específicas de la totalidad social.

  1. SISTEMA-MUNDO Y TIEMPO HISTÓRICO: AMÉRICA Y 1968.

El moderno sistema mundo nació desde finales del siglo XVI, pero para eso hubo de vincularse al sistema las Américas, que también en el siglo XVI era atada con férreas cadenas por las potencias colonialistas (fundamentalmente España, Portugal e Inglaterra). No podía concebirse una economía mundo capitalista, sin la incorporación de las Américas, tras la necesidad de desigualdad y terna polarización del sistema en áreas centrales, periféricas y semiperiféricas. “El capitalismo ha sido capaz de florecer precisamente porque la economía mundo contenía dentro de sus límites no uno, sino múltiples sistemas políticos.”(Wallerstein, 2010: 491)
A su vez, esta incorporación de las Américas a la economía mundo capitalista, permitirá la construcción gradual de asimetrías históricas que se hacen imprescindible para el funcionamiento del mismo sistema. La controversia sostenida en Valladolid en 1550, en las cortes del emperador Carlos V, entre Juan Ginés de Sepúlveda y el obispo Don Luis de las Casas, marcaría el destino de la construcción de factorías americanas para el saqueo y el genocidio de la población aborigen.  Se convertía el “Nuevo Mundo” en el proveedor del desarrollo capitalista europeo y consolidaba la configuración histórica del sistema, siguiendo a Wallertsein en su dinámica centro, periferia y semiperiferia. Términos como “América Latina”, desde su visión geopolítica para delimitar las fronteras de los imperios americanos en el siglo XIX, son un claro ejemplo de la impronta hegemónica de la cultura europea para los territorios colonizados al otro lado del Atlántico, como una construcción histórica de la matriz colonial de poder.3
Se sostendría entonces entre 1500 y 1800 con mayor impacto, flujos migratorios cuyo mestizaje darían como resultado el cuadro cultural americano, con la síntesis de los europeos, los migrantes forzados africanos y los primeros pobladores del continente.  El desfasaje temporal en los procesos históricos europeos y latinoamericanos es atravesado diagonalmente por todo estos elementos, que incluso marcaría la no exitosa conquista definitiva y posterior cristalización de la Repúblicas americanas dentro del proceso independentista del siglo XX.
La regionalización cada vez más marcada de la hegemonía de las potencias imperialistas, marcó el mapa universal desde su génesis con Revolución Francesa y con mayor impacto como parte de las contiendas bélicas una vez arribado a la era imperialista, donde, para América Latina, Estados Unidos hacia cada vez más patente su centenaria idea de América para los americanos, experimentando la reproducción de múltiples periferias para un mismo centro hegemónico. La Revolución francesa, además, traía consigo una visión de progreso, propio de la ilustración y que enmascararía la maquinaria estructural del sistema capitalista en sus múltiples asimetrías estructurales, sobre una base lineal de que todo hoy es mejor que ayer y a la vez algo superable para el mañana.  Esta idea marcaría mucho de los paradigmas desarrollistas para la región en el siglo XX como un desarrollo alcanzable e igualitario para todos los componentes del sistema, en medio de nuevas circunstancias, en la cuales, si entre el siglo XVI la economía constituiría una esfera más de la sociedad, con la llegada de fines del siglo XX y las transformaciones experimentadas, se percibe la clara inversión de la proporción con la absorción de la esfera económica al resto de la sociedad.
La Revolución Cultural que experimenta el mundo capitalista en 19684 produjo grandes transformaciones en la geocultura del sistema mundo y en el plano de los saberes construidos hasta el momento, si bien provocó la búsqueda de alternativas estructurales del propio sistema. Y es que 1968 produjo un enfrentamiento directo con las formas dominantes de la cultura entonces vigente, enajenante, consumista, superficial y rígida del mundo capitalista. Revolución en el sistema cultural heredado comparable con la Reforma o el Renacimiento 5 que tendría importantes secuelas en los estudios historiográficos post 1968. Las nuevas formas de organización de la familia, matizado por la aparición de la píldora anticonceptiva, el movimiento feminista con los experimentos de la maternidad sin padres varones, las célebres comunas de los movimientos hippies, o la reconfiguración de los roles de la mujer dentro del ámbito familiar, revolucionaron la célula social a partir de la década del 70. El aparato escolar no estuvo ajeno a estos cambios y también transformó su herencia histórica. Los estudiantes de ser entes receptores-pasivos que solo escuchan, reciben, aprenden, obtendrán un papel protagónico tras el choque del 68 que proporcionará grandes debates pedagógicos para crear nuevos modelos de transmisión del saber, que garantice una relación más horizontal alumno-profesor y más creativa, participativa, crítica. Los medios de comunicación, como otro agente socializador, se convertirán en entes de amplio consumo popular en el amplio proceso de formación de conciencias y de reproducción cultural de modelos de reciente creación y elaboración, y que en su masiva función de formadores de opinión pública, decidirán hasta los destinos de uno u otro candidato presidencial. 6
Con estas trasformaciones, la escena e importancia geopolítica de América adquirirá otra dimensión, marcada por el declive de la hegemonía norteamericana en el sistema capitalista y el gradual tránsito al multilateralismo en la política norteña ya para finales del siglo XX. La centralidad del continente puede percibirse por la efervescencia de movimientos sociales en la región hijos del 68  y que sacudirán las bases de los gobiernos latinoamericanos, percibiéndose la vanguardia de la lucha anti sistémica a nivel mundial; proliferan los departamentos de estudios latinoamericanos en las más disímiles universidades y regiones del mundo ante los nuevos escenarios teóricos e históricos que se abren; la cada vez más marcada relevancia de intelectuales de renombre en el continente americano o la impronta del idioma español como uno de los tres idiomas más hablados en el mundo; además de la región uno de los pocos espacios subpoblados dentro de la territorializacion y urbanización que marca la génesis capitalista y su actual crisis, además de la abundancia de recursos naturales por el que en muchos rincones del mundo generan hostilidades en el presente y en el no muy lejano futuro (por el control del agua).

LO REGIONAL COMO COMPONENTE DE LA OPCIÓN DECOLONIAL7 : AMÉRICA LATINA Y SUS RAÍCES.

Siguiendo a Mignolo, es imposible encausar o edificar un proyecto descolonizador, sin pensar antes como se ha construido primero América y América Latina después, dentro de la matriz colonial de poder como fundamento de la civilización occidental. No puede presentarse dicho dialogo más que en un futuro donde todos seamos partícipes del proyecto pero desde nuestras vivencias, desde nuestras memorias, desde la realidad que se ha construido en el continente por sus propias peculiaridades y no por lo que en él se ha impuesto. Esta idea parte de la consideración que el propio término decolonial, es dado a luz por el tercer mundo, pues solo la colonialidad la ve quien la siente, como parte de la génesis histórica del sistema mundo capitalista.
La aprehensión de los principios filosóficos, históricos, culturales de las grandes civilizaciones mesoamericanas, para citar un ejemplo,  en detrimento de la imposición cultural griega como cuna de la civilización, percibe un rescate al equilibrio, la armonía y la plenitud de esas sociedades atemperadas a su tiempo, en la búsqueda del bien para la sociedad y la humanidad, en contraposición a la búsqueda insaciable de desarrollo y progreso sin importar las consecuencias.
Y es precisamente en estas circunstancias donde el componente regional se erige como catalizador de este proceso, en la lucha sin cuartel con dinámicas globalizantes que no aprecien la realidad regional de los pueblos y sus raíces históricas y culturales. En un mundo dominado por una cultura consumista y de imposiciones culturales de los grandes círculos de poder, la región histórica lejos de estar en crisis y desaparecer, ha de resurgir como el ave fénix en el mantenimiento y conservación de variables identitarias que no permitan la absorción de su memoria histórica, falseada por la propia historia como ciencia que pueda legitimar la dominación colonial no solo económica, sino cultural con su respectivo mecanismo de reproducción permanente.
Esta perspectiva de análisis, sin embargo, no puede desconectarse de la visión totalizadora, en una clara interconexión dialéctica, visto desde la unidad planetaria y sus múltiples interconexiones con esta unidad de referencia, lo que permite la trasformación de nuestros modos habituales de explicación y de construcción de hipótesis, teniendo en cuenta que no se trata de sumar, o agregar arbitrariamente los factores externos o extra nacionales de una sociedad determinada como secundarios, complementarios o marginales. Esta reubicación aconseja a mirar si el problema investigado se ha desplegado en una zona central o periférica de esa unidad de análisis, si ha acontecido en una fase ascendente o descendente de los ciclos Kondratieff y de los ciclos hegemónicos de las potencias del sistema-mundo, y en tercer lugar, dentro de qué fase, etapa o momento temporal dentro de la curva integral del sistema en su conjunto. Estos faros metodológicos brindan según esta perspectiva de análisis, los primeros indicios esenciales para la explicación concreta del problema histórico analizado. (Aguirre Rojas, 2004: 101) 
El despertar de todo un continente, en las actuales circunstancias, se percibe, y América se levanta cada vez más orgullosa de su historia y de sus raíces regionales, incorporando mecanismos integradores sobre la base de su génesis cultural, y de circunstancias adversas por la necesidad de absorción del mundo capitalista de las patologías sistémicas que vive la región. El tiempo, aun con las diferencias estructurales provocadas por la construcción de asimetrías y de reproducciones de diferencia, también impulsa a la región en la lucha anti sistémica y en la búsqueda de alternativas a la sociedad actual. Los ritmos y procesos históricos construidos por el sistema, imponen la necesidad de diálogos de Sur a Sur en esta exploración de alternancias, no desde una visión geográfica solamente, sino también geopolítica y económica, y convierten hoy, de la misma manera, a regiones del nuevo y el viejo mundo de ayer, en víctimas de un centro hegemónico cada vez más multilateral y regional.

BIBLIOGRAFIA

  1. Aguirre Rojas, C.A. (1999): “Itinerarios de la historiografía del siglo XX. De los diferentes marxismos a los varios Annnales”. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana.
  2. Aguirre Rojas, C.A. (2004): “Antimanual del mal historiador o cómo hacer una buena historia crítica”. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana.
  3. Berenzon Gorn, B. (2005): “El ethos del Tiempoespacio (Historia, Geografía y las Geopolíticas del conocimiento)”. Coordenadas Sociales, Más allá del tiempo y el espacio, Disponible en: http://observatoriogeograficoamericalatina.org.mx/egal11/Geografiasocioeconomica/Geopolitica/07.pdf.Consultado en 6/04/2015 a 20:18.
  4. Bloch, M. (2001): “Apología para la Historia o el oficio de historiador”. Fondo de Cultura Económica, México.
  5. Braudel, F. (1970): “La Historia y las Ciencias Sociales”.  Alianza Editorial S.A., Madrid.
  6. Braudel, F. (1993): “Renacimiento, Reforma, 1968: revoluciones culturales de larga duración”, En La Jornada Semanal, Octubre 1993.
  7. Conrad-Maus, H. (1958): “El Tiempo”. Revista de Occidente, Madrid.
  8. Mignolo, W. (2007): “La idea de América Latina: la herida colonial y la opción Decolonial”. Editorial GEDISA, Barcelona.
  9. Rojas, R. (2009): “Las Repúblicas de Aire. Utopía y desencanto en la Revolución de Hispamoamérica”. Taurus Historia, Madrid.
  10. Santa-Ollala, M. Á. (2008): “Investigaciones sobre la idea del tiempo y otros estudios”. Imprenta Gavinet, Granada
  11. Wallerstein, I. (2010): “El Moderno Sistema Mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía mundo europea en el siglo XVI”, Siglo XXI de España Editores, S.A., Madrid.

* Profesor de Historia Moderna y Contemporánea e Historia de Cuba en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Cuba. Es Licenciado en Sociología (2009) y Master en Historia de la Formación Nacional y el Pensamiento Cubano (2010). Posee experiencia investigativa en temas de género, sociología histórica y filosofía de la historia. Ha realizado una estancia investigativa para estudios de doctorado en la Universidad de Granada, investigando sobre el tiempo histórico y su tratamiento historiográfico en América Latina y Cuba.

1 Sobre este particular véase las dimensiones temporales de la obra de Braudel en su trabajo de La Larga duración, y más concretamente en sus consideraciones sobre los “largos siglos históricos”,  iniciando por ejemplo con el “largo siglo XVI (1450-1650)” que tendrá como su eslabón constitutivo la época del nacimiento de la primera economía mundo estable de la sociedad humana y con ella el moderno sistema mundo capitalista , o de Inmanuel Wallerstein su “largo siglo XX” (1870-2020/2025) a partir del proceso de nacimiento, auge, consolidación y crisis de la hegemonía norteamericana dentro del sistema capitalista, o  en contraposición, Eric Hobsbawn y su “corto siglo XX (1914/1917-1989) delimitado por la vida histórica del primer estado socialista mundial.

2 Para el autor el término estructura para el hacer de los historiadores se refiere a una organización, una coherencia, unas relaciones suficientemente fijas entre realidades y masas sociales. Una estructura es indudablemente un ensamblaje, una arquitectura, pero más aún una realidad que el tiempo tarda enormemente en desgastar y en transportar. Braudel, F. (1970): “La Historia y las Ciencias Sociales”. Alianza Editorial S.A., Madrid.

3 Esta tesis defendida por Mignolo destaca el asumir el fenómeno colonial como inherente al capitalismo y a su construcción histórica, refiriendo en él la colonialidad de la economía como elemento indispensable de la matriz colonial de poder. Ver Mignolo, W. (2007): “La idea de América Latina: la herida colonial y la opción Decolonial”. Editorial GEDISA, Barcelona.

4 Este término si bien se ajusta como hecho aislado a la Revolución Cultural China, varios autores emplean el término para referirse a una concatenación de hechos producidos entre 1966-1969 que sacudieron los cimientos de la cultura capitalista. Nos referimos a los sucesos de la primavera de Praga en Checoslovaquia, del mayo francés, la trágica masacre de los estudiantes y de la población mexicana en octubre de 1968, la gran revolución cultural china desatada en 1966, el caliente otoño italiano, el breve ensayo de la insurrección del “Cordobazo” argentino, a los distintos movimientos de ocupación estudiantil a las instalaciones en Nueva york o Berkley, entre otros. Entre los autores que defienden este término para el ámbito de la globalidad capitalista, encontramos a Fernand Braudel, Inmanuel Wallerstein, Terence Hopkins, Giovanny Arrighi, Eric Hobsbawn o Carlos Antonio Aguirre Rojas.

5 Este tesis es defendida por Fernand Braudel en Braudel, F. (1993): “Renacimiento, Reforma, 1968: revoluciones culturales de larga duración”, En La Jornada Semanal, Octubre 1993.

6 Mayor profundidad en las repercusiones de 1968, en  Aguirre Rojas, C.A (1999): “Itinerarios de la historiografía del siglo XX. De los diferentes marxismos a los varios Annnales”, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana,  pp. 43-59.

7 El término lo presenta y es ampliamente abordado por Walter Mignolo en Mignolo, W. (2007): “La idea de América Latina: la herida colonial y la opción Decolonial”. Editorial GEDISA, Barcelona


Recibido: 02/06/2016 Aceptado: 04/08/2016 Publicado: Agosto de 2016

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