Manuel Coca Izaguirre
Greisy Pérez Martínez
Universidad de Guantánamo, Cuba
coca@cug.co.cuResumen:
  El trabajo que se presenta hace un recorrido por los estudios  relacionados con los cantos en las Sociedades de tumba francesa, aspecto que ha  sido tratado por novelistas, ensayistas e investigadores tanto cubanos como  foráneos. El andar epistemológico reveló que este grupo portador de tradiciones  franco-haitianas, que, aunque estuvo por mucho tiempo al margen de la “cultura  dominante” en la región oriental del país, ha llamado la atención de diversos  estudiosos interesados en preservar las raíces de los “marginados”. 
  De igual forma, se demuestra el afán de los portadores de esta  cultura por resguardar lo que les fue legado por sus ancestros y que hoy  sostienen, a pesar de las modificaciones experimentadas en el trascurrir de los  más de cien años que poseen estas Sociedades. Por otra parte, el mismo nos  permitió destacar los pocos estudios que existen sobre los cantos que se  interpretan durante las fiestas de la tumba francesa en Guantánamo, aspecto que  motivó la investigación: “Los cantos en la sociedad de tumba francesa Pompadour  Santa Catalina de Ricci”, la que fue defendida en el tribunal para la obtención  del grado científico en Ciencias Literarias y que constituye una de las líneas  de la Cátedra de Estudios Afrocaribeños (CEA) en nuestro territorio.
  Entre los autores consultados se encuentran: Emilio Bacardí,  Regino E. Boti, Alejo Carpentier, Elisa Tamames, Olavo Alén, Isabel Martínez  Gordo, entre otros. El texto constituye un documento referativo base para  posteriores incursiones en las sociedades de tumba francesa en Cuba. 
Palabras claves: tumba francesa, cantos, precedentes investigativos
Para citar este artículo puede uitlizar el siguiente formato: 
Manuel Coca Izaguirre y Greisy Pérez Martínez (2016): “Precedentes investigativos sobre los cantos en las sociedades de Tumba Francesa en Cuba”, Revista Caribeña de Ciencias Sociales (abril 2016). En línea: https://www.eumed.net/rev/caribe/2016/04/cantos.html
http://hdl.handle.net/20.500.11763/CARIBE-2016-04-cantos
Los estudios sobre la cultura de los inmigrantes franco-haitianos  en Cuba reconocen en las sociedades de tumba francesa uno de los aportes  fundamentales al proceso de formación cultural. La música y la danza que se  ejecutan durante sus fiestas, influyeron en diferentes manifestaciones  artísticas del territorio. El origen de estos espacios se remonta a la llegada  de los emigrantes franco-haitianos a Cuba ocasionado por la Revolución de Haití  a finales del siglo XVIII. En sus inicios, estas sociedades constituyeron un  sitio de recreo para los momentos de esparcimiento y, eventualmente, pasaron a  ser un lugar de resguardo de las tradiciones más genuinas de estos inmigrados.
   En la actualidad, existen tres sociedades de tumba francesa en  Cuba: La Caridad de Oriente, en Santiago de Cuba; Bejuco, en Sagua de Tánamo,  Holguín, y la Pompadour Santa Catalina de Ricci, en Guantánamo, declaradas Obra  Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la UNESCO en el 2003, como sistema  de salvaguarda y de reconocimiento por la labor que han realizado durante más  de un siglo.
   Hasta donde se pudo constatar, el primer escritor que llevó a sus  letras una descripción de los bailes de tumba francesa en Cuba fue el estudioso  y cronista de las historias de Santiago de Cuba, Emilio Bacardí Moreau, en Vía Crucis (1919). Esta novela ofrece  una descripción de las costumbres de la época en la región Oriental. En ella  aparece la representación de una danza de tumba francesa en la sala de trillar  café, “convertida en salón para la expansión de los esclavos”, en un día de San  Juan. Bacardí hace referencia a “una especie de tarima alta, donde se hallaban  presidiendo el rey y la reina, corte elegida por los esclavos; un poco más  abajo el bastonero, director de las danzas; junto a ellos hombres y mujeres  señalados con diversos títulos jerárquicos” y como decoración del lugar,  “algunas pencas de palma, una bandera española y otra francesa (…) y varios  farolitos con velas de cera amarilla” (p. 54): 
   Ensordecían las tumbas picadas por las duras manos del trabajo, y  el eco de los parches, retumbando en la sala, enloquecía a aquellas gentes,  fanáticas de la danza. El chachá, cuajado de mazos de cintas de diversos  colores, vibraba frenéticamente en las manos de los acompañantes. Y el cantar  monótono y lento de las negras llenaba de embriaguez a músicos y danzadores (p.  54).
   Más adelante, Bacardí hace una descripción del ritmo y el sentir  de los esclavos manifestado a través de sus cantos:
   Y vibra en los espacios la última sílaba, larga, prolongada,  lastimera, sin tomarse aliento, con un ¡ay! que se va perdiendo en los  espacios; imprecación del servilismo, protesta de impotencia, quejido de un  rebaño de la humanidad. Ese canto es el desahogo inocente y patético, a la vez,  de raza la oprimida que con la letra en que se contiene la idea que zahiere se  venga del amo, acompañando las notas musicales con un canto tristísimo de dolor  infinito (pp. 56, 57). 
   En esta cita se formulan algunas características de los cantos que  se desarrollaban durante las danzas: constituían un “desahogo inocente y  patético” de lo que sufrían, manifestaban su sentir y el texto oral se  acompañaba con la música. Aspectos que serán una constante en este tipo de  canto y que irán en correspondencia con los diferentes contextos por los que  transitan estos grupos hasta nuestros días.
   Otro de los escritores y cronistas que dejó constancia de los  bailes de tumba francesa en su hacer literario fue el guantanamero Regino E.  Boti; primero, en su poema “Masón” y años más tarde en “Babul” 1.  El primero fue escrito el 18 de octubre de 1934, como parte de la trilogía que  se había propuesto y que expone a Ortiz en su carta: “el babul será el canto de  la tala; el masón el canto de la recogida de café; el grasimá el canto de la recogida de algodón.” (Boti, 1986, 84) Este  poema es enviado a Eusebia Cosme en una carta el 7 de septiembre de 1935, donde  explica la forma de su composición: “En mis versos hay palabras escritas como  provincianismos nuestros, otras en correcto español, algunas en patois, otras en la grafía con que hemos  recogido el lenguaje de los esclavos, y hasta alguna en francés. De todo tienen  los cantos en la Tumba Francesa.” (Boti, 1986, 85)
   El poema “Babul” fue publicado en Kindergarten (1930). En carta a Fernando Ortiz, el 15 de febrero de  1947, como respuesta a su solicitud de colaboración con alguna información  sobre las tumbas francesas en Guantánamo para el libro “Instrumentos Musicales  en Cuba”. Boti se refiere a sus incursiones en la tumba francesa y hace algunas  aclaraciones sobre su primera versión de “Babul”:
   Ya en mi libro “Kindergarten” hay una versión de Babul, pero es  una versión puramente rítmica, y si se quiere onomatopéyica; y ahora pretendo  hacer una que tenga carácter social, sin prescindir de los elementos rítmicos  de la ya publicada. […] Únicamente tengo escrita la versión en verso del masón,  que dediqué a Eusebia Cosme. Es un organismo esencialmente rítmico, compuesto  en atención a los aires musicales del baile de ese nombre (Boti, 1986,  84).  
   Con respecto a esta segunda versión de “Babul”, no tenemos ninguna  referencia. El poema que se analizó fue tomado del libro Kindergarten (1930) y verificado en Poesía (1977). En “Babul”, Boti representa una danza de tumba  francesa en un batey del Sigual, zona rural de Guantánamo, en Manuel Tames. El  poeta, a través de sonidos onomatopéyicos simboliza el desarrollo de estas  fiestas, con sus toques intrépidos y retumbantes, en la que todos participan de  manera activa o pasiva: “Despierta el chico del vecino/ y revienta a berrear”,  “Grita en la esquina una india/ bajo el control del alcohol”. Boti le da una  relevancia tan grande a este ritmo en la comunidad donde se desarrolla que lo  llega a comparar con la “banda municipal”.
  “Babul” posee una gran musicalidad en sus versos. En estos se  hallan diversos recursos literarios de repetición de fonemas, sílabas, morfemas  y frases: aliteración, onomatopeyas, paralelismo, entre otros, que le dan mayor  armonía al texto y representatividad. Este poema es el reflejo de lo que  sucedía en los campos de la región oriental durante estas fiestas.
   Años después del texto de Regino E. Boti, aparece una nueva  referencia a las tumbas francesas en la novela El reino de este mundo, publicada por el escritor cubano Alejo  Carpentier en 1949 cuyo tema se enmarca en la revolución haitiana y todo el  proceso migratorio derivado de esta. En la obra, su protagonista, Ti Noel, a su  regreso a Haití, se percata de cómo sus “hermanos de color” eran esclavizados  por personas de su misma raza: “…lo que contrariaba ciertas nociones que había  adquirido en Santiago de Cuba, las noches en que había podido concurrir a  algunas fiestas de tumbas y catás en el cabildo de negros franceses.”  (Carpentier, 2005, p. 103) Este mismo autor, en La música en Cuba (1988) 2 manifiesta sus impresiones sobre estos grupos: 
   Cada sábado se reúnen a bailar en una de las dos asociaciones que  subsisten en la ciudad [refiriéndose a Santiago de Cuba], entregándose a las  danzas genéricamente agrupadas bajo el título de tumba francesa, fiel reflejo  de tradiciones créoles del siglo  XVIII. Sus tambores son anchos y chatos, de forma abarrilada, adornados con  pinturas (Carpentier, 2012, p.98).
   A Carpentier le siguió el antropólogo y etnógrafo Don Fernando  Ortiz, quien a través de sus trabajos “La música de las tumbas” (1949a) y “Los  bailes y cantos de las tumbas” (1949b), dio una visión más esclarecedora de  estos grupos y sus componentes morfoestructurales. En el primero de estos  trabajos, Ortiz presenta una definición de tumba francesa, la que aparecerá  luego, mejor elaborada, en su libro Los  instrumentos de la música afrocubana (1954), tomo IV: 
   Las tumbas francesas son unos tambores y, por extensión, ciertos  bailes y cantos introducidos en Cuba a finales del siglo XVIII y comienzos del  XIX por los negros criollos de Haití, de donde les viene el apelativo  franceses. Se les dijo franceses a los negros criollos haitianos, esclavos o  libres, que ya estaban ladinos o “pasados”, “transculturados” diríamos  nosotros, a la cultura de aquella colonia de Francia, hablando créole, cantando y bailando a imitación  del más elegante francés petit o  petimetre, o “pepillo” como ahora diríamos (pp. 117, 118).
   En el primer artículo mencionado, Ortiz (1949a) alerta de los  peligros de desaparecer que corren las sociedades de tumba francesa porque “sus  miembros, por lo general ya son viejos, más que septuagenarios y su número se  va reduciendo”, y recomienda que “cuanto antes sea recogido su folklore”. Esta  sugerencia es asumida luego por varios investigadores, quienes, desde su  ciencia van a realizar estudios que favorecen la preservación y documentación  de estos grupos. 
   En “Los bailes y cantos de las tumbas” (1949b), Ortiz refiere que  las canciones de tumba francesa “son de temas triviales y burlones, como glosas  verbales impresas en música (…) a modo de una prensa oral y sonora”. Sin embargo, no creemos que los cantos tengan  la ligereza que plantea Ortiz, si tenemos en cuenta que estos son utilizados  para divulgar hechos del acontecer cultural, histórico y local, como forma de  información reflexiva sobre un tema determinado. De manera verbal manifiestan  su sentir y dan su valoración de lo que les ocurre a su alrededor. 
   Más adelante, Ortiz (1984b) presenta las descripciones de la tumba  francesa de Guantánamo expuestas por Regino E. Boti: 
   Cuando el baile comienza, la tumba toca pero sin acometividad.  Cerca de ella se sitúa el compossé con las mujeres. El compossé comenta con  dejo africano unas veces, otras con remedo de guajiras criollas, ya en patois,  ya en español, algo que puede considerarse como codas o estribillos, pues se  repiten, del baile. Las mujeres, el coro, contestan siempre con cadencia afros  y, según percibo, siempre en patois. De lo que se deduce que el canto o  estribillo criollo, lo que podríamos llamar el solo del compossé, es una  introducción cubana al canto importado (citado en Ortiz).
   Todo parece indicar que las fiestas de la tumba francesa se  manifestaban de la forma en que Boti las describe. En la actualidad, en la  Pompadour Santa Catalina de Ricci, la festividad comienza con la intervención  del composé, quien saluda de manera  cortés y con frases en créole a los  participantes en la fiesta; luego introduce un canto y le da paso al coro,  instrumentos y danzas, en ese orden. 
   Ambos trabajos de Fernando Ortiz, así como Los instrumentos de la música afrocubana (1954), dan una visión  general de lo que sucede, en los años 40, en la sociedad de tumba francesa en  Guantánamo. 
   Este autor, como se expresó anteriormente, se percata de la  decadencia por las que atraviesan las dos Sociedades reconocidas por esos  tiempos: La Caridad de Oriente, de Santiago de Cuba y la Pompadour Santa  Catalina de Ricci, en Guantánamo, lo que motiva a los investigadores Elisa  Tamames y a los guantanameros Rafael Inciarte y Luis Morlote, seguidores de la  sapiencia del Dr. Ortiz.
   Elisa Tamames, en su tesis de grado “La poesía en la tumba francesa”  (1955), tiene como objetivo el estudio de los textos orales cantados (valorados  por ella como poesía cantada) en las sociedades de Santiago de Cuba y  Guantánamo. Entre sus capítulos encontramos un recorrido histórico y la  valoración sociológica del hecho cultural, así como la descripción de las  fiestas de estos espacios. En el apéndice de su investigación, Tamames incluye  “un pequeño diccionario patois-español y traducciones recogidas entre los  cantadores y composés”, los que  coadyuvaron para la recopilación y traducción de algunos cantos ya  desaparecidos del repertorio actual de la Sociedad. 
   La tesis de Tamames, desde nuestra percepción, y a partir de la  búsqueda de información sobre estos grupos, es la que más se adentra en el  estudio de los textos cantados en estas sociedades. El resto de los  investigadores solo hacen alusión a algunas características de estos, sin  profundizar en su análisis. Es por ello que esta monografía, constituye un  referente para este estudio.
   En la revisión de los archivos de la Biblioteca Provincial Elvira  Cape, en la ciudad de Santiago de Cuba, se encontró un documento inédito de  suma importancia para el reconocimiento de las sociedades de tumba francesa en  Guantánamo. El mismo se titula “La tumba francesa en Guantánamo. Contribución  al folklore local” (s.f.), de L. J. Morlote y R. Inciarte3 .  En el manuscrito se hace un breve recorrido histórico de los procesos  migratorios hacia Cuba hasta llegar a los inmigrantes franco-haitianos, y con  ellos, su aporte fundamental en los espacios que ocupaban los secaderos de  café: las tumbas francesas. 
   Hasta donde se pudo constatar, este trabajo, junto con el de  Tamames, es el que mejor desarrolla el origen y ubicación de las sociedades de  tumba francesa en Guantánamo. Con respecto a la descripción de los bailes que  se ejecutan durante las fiestas, estos se apoyan en la observación de un  festejo de la Pompadour Santa Catalina de Ricci, lo que nos permitió establecer  una comparación con lo que sucede en la actualidad.
   Morlote e Inciarte expresan que estas iniciaban con la danza y  canto del composé, quien se paseaba  por el salón. Una vez terminado su recorrido, comenzaba el baile en pareja, el masón, “único en que los visitantes  pueden bailar”. Otra de las representaciones que se desarrollaba era el yubá o babul, el que a su vez se dividía en tres partes: mangasila, el macotá y el cobrero. La  fiesta culminaba con el frenté.  Durante estas danzas, el composé,  junto al coro, continuaba su canto y movimientos en el lugar. 
   En estos momentos, el espectáculo solo cuenta con tres bailes: el masón, el yubá y el frenté. Por  otra parte, el composé y el coro solo  se mueven de su lugar durante el yubá.  Estos, entre las dos filas de bailadores, se desplazan hasta donde se encuentra  el trono para hacer una reverencia a la Reina y devolverse al mismo sitio de  donde salieron. 
   Es evidente que estos cambios y modificaciones acontecieron en los  momentos en que las sociedades de tumba francesa estuvieron a punto de  extinguirse por el envejecimiento de sus miembros y el poco interés de los más  jóvenes. No obstante, los que mantuvieron la tradición, preservaron los  aspectos esenciales de estas fiestas y constituyeron la fuente viva para las  nuevas generaciones de tumberos. En los años noventa del siglo XX, la sociedad  de Guantánamo dio un vuelco a la actitud derrotista de unos pocos que veían  llegar el apocalipsis de la tradición. Entre las acciones para la protección de  este grupo estuvo la incorporación de nuevos miembros a la Sociedad y se  ofrecieron talleres de capacitación a los interesados de la comunidad. De esta  forma, se revitalizaban muchos de los elementos originarios de este grupo,  aunque otros quedaban en el olvido. 
   Con respecto a los cantos, Morlote e Inciarte (s.f.) declaran que  la letra de los versos era de diversos orígenes y matices. Los había  “humorísticos”, “patrióticos”, “rememoradores de hazañas épicas y de grandes  hombres”, “de santos”, entre otros; casi todos eran intencionados o mordaces y  algunos sentimentales (p. 16). Sin embargo, durante la recopilación de los  cantos, las dos últimas temáticas (rememoradores de hazañas épicas y de grandes  hombres y de santos) no fueron presenciadas en la Pompadour Santa Catalina de  Ricci. Tal vez, en los momentos de las fiestas fueron expuestos y no repetidos  en otros espacios, lo que hizo que quedaran relegados.
   En 1974 aparece un libro publicado por la musicóloga y pedagoga  María Teresa Linares, La música y el  pueblo, donde hace la descripción de lo que se manifiesta y que aún se  exhibe durante la presentación de estos grupos:
   Las fiestas de tumba francesa se centraban en el papel de un  cantor solista, el composé, que  entonaba sus cantos en créole, alternando con un coro de tumberas, que ataviadas con ricas batas, tocadas con pañuelos (foulards)  y con una marugas (chachás),  intervenían con el canto de un estribillo que les daba el composé. El canto se acompañaba del toque de tambores  (colectivamente llamados también tumbas) que se distribuían desde el sonido más  grave (premier) a los dos bulá, de sonido más agudo. A estos se  añadían el idiófono catá, de un  tronco de madera ahuecado y para uno de los bailes la tambora, del tipo de tambourin francés. Aquellos tocados con las manos, el catá con dos baquetas de madera (bois catá)  y la tambora con un palo grueso (p.85).
   Por otra parte, la investigadora Nati González (1977) publica un  trabajo en la revista Bohemia donde  describe a la Carabalí Izuama y a las sociedades de tumba francesa La Caridad  de Oriente y la Pompadour Santa Catalina de Ricci. En el acápite dedicado a la  sociedad de Guantánamo representa todo lo que acontece en el local de Serafín  Sánchez entre Narciso López y Jesús del Sol, en La Loma del Chivo, lugar donde  radica la Sociedad. González hace alusión a los bailes de masón, yubá y frenté, mientras los composés entonan sus cantos “no exentos  de humor, con los cuales trataban, demostrando ingenio, de liquidar a sus  rivales”.
   En esos momentos, década del 70, en la Sociedad guantanamera había  varios composés (Pablo Valier, Bouly  Sayú y otros) que pugnaban entre ellos mediante las improvisaciones. Esto  permitía el desarrollo de la creatividad y la búsqueda de aceptación y agasajos  por los participantes. A nuestro juicio, hoy en día existen menos improvisaciones  por haberse perdido estas controversias entre composés. El que interpreta el canto, solo se limita a la  presentación de un texto, el que es repetido por el coro. No existe una  motivación que incentive este sentido creativo. En la actualidad solo cantan en  la Sociedad de Guantánamo Ernestina Lamothe y Amado Durruthy como composé principales y, en ocasiones,  Emiliano Castillo (Chichi) entona algún texto.
   En los años 70, Argeliers León, musicólogo y compositor, propone a  uno de sus discípulos, Olavo Alén, viajar a Oriente para investigar las  sociedades de tumba francesa y recopilar la mayor cantidad de información  posible para comprobar si estos eran reproductores de las danzas francesas o  no. Los resultados de sus indagaciones, según sus palabras, le sirvieron para  realizar un estudio de los sistemas rítmico-expresivos que caracterizan la  música de las tumbas francesas, a través de análisis matemáticos, novedoso en  esos tiempos, e introduce algunas partituras de la música de este grupo,  transcritas por él. 
   Este estudio le proporcionó obtener el Premio Humboldt con su  tesis de grado, defendida en la Universidad de Humboldt de Berlín, Alemania, y  en la misma universidad desarrolló su tesis doctoral con la misma temática. A  su regreso a Cuba, Alén presenta su trabajo al premio de musicología de Casas  de las Américas (1979), del que sale galardonado. Su obra es publicada con el  nombre La música en las sociedades de  tumba francesa en 1986, y constituye el primer libro publicado que recoja  un estudio de gran magnitud sobre estas sociedades en Cuba. 
   El Dr. Alén comenta 4 que no ha dejado de recordar sus primeros momentos como investigador y sus  inicios en los salones de las sociedades de tumba francesa de Guantánamo y  Santiago de Cuba. En cada nuevo estudio en el área de la musicología en Cuba y  el Caribe, busca los precedentes de este ritmo. 5 Reflejo de ello es su último libro Occidentalización  de las culturas musicales africanas en el Caribe (2011), donde manifiesta  la similitud del baile la “Bomba” 6 de Puerto Rico con las danzas de la tumba francesa. 
   Entre los documentos personales del crítico de arte Jorge Núñez  Motes, Presidente de la UNEAC en Guantánamo, se encontraron algunos apuntes en  fichas de Argeliers León y Olavo Alén, donde aparecen las entrevistas realizadas  en sus incursiones en las Sociedades existentes en el oriente del país. La  mayoría de los informantes coinciden en que el local de la tumba francesa  permanecía abierto y los miembros iban a jugar dominó y se juntaban para  hablar. También manifiestan que cuando se iba a realizar un baile se ponía la  bandera cubana. Estos comentarios datan de junio y julio de 1972. 7 En la actualidad, la sociedad solo se abre cuando tienen fiestas o ensayos, con  esto “se evitan pérdidas de implementos y cuadros”; la bandera cubana se  encuentra ubicada en una pared de la Sociedad, en el lugar que ocupa el trono. 
   En los años 80, en lo referido al estudio de las tumbas francesas  y sus cantos se encontraron los trabajos de Elsa Pelegrín Morales, “La tumba  francesa” (1983); Olga Fernández, A pura  guitarra y tambor (1984); e Isabel Martínez Gordo, “Penetración española en  los textos de tumba francesa” (1984) y “Los cantos de las tumbas francesas  desde el punto de vista lingüístico” (1985). Esta última, como se expresó en la  introducción, enfoca su mirada en el proceso de asimilación del español en el créole hablado por los inmigrantes  franco-haitianos y sus descendientes. En sus indagaciones, hace una  recopilación significativa de textos en las sociedades de tumba francesa existentes  en Cuba.
   El objetivo de Martínez Gordo es reconocer las diferencias del créole hablado en Cuba con la lengua que  traían desde su tierra de origen. La aportación de sus trabajos para esta  investigación estuvo en la compilación de cantos que ya no se interpretan en la  Sociedad de Guantánamo.
   En esta misma década saldrán a la luz dos trabajos de  investigadoras guantanameras: “La Pompadour: algunas reflexiones sobre la tumba  francesa” (1987), de Eusebia Sánchez e “Influencias de las inmigraciones  haitianas en el ámbito cultural y costumbrista de la provincia Guantánamo”  (1987), de Mariela Méndez, junto a otros autores. 
   Sánchez (1987) muestra algunos de los elementos que integran la  tumba francesa y sus fiestas. Con respecto al composé y sus cantos expresa: 
   Las fiestas tiene un carácter danzario - musical, se ejecutan  cantos en créole, compuestos por un  solista o composé, quien va  acompañado de un coro formado por las tumberas, las que empuñando el chachá  (marugas) recorren la sala de un lado a otro, cuando el baile lo requiere. (…)  El canto es un elemento cohesivo. Dentro de las jerarquías de la sociedad, el composé es una de las más altas, es  elegido por la destreza que tenga para improvisar y por la buena voz. Este es  el líder de los cantadores, una especie de compositor-cantor. Los cantos tienen  una línea melódica afro; expresan, entre otras cosas, los sucesos ocurridos en  la localidad, en el marco socioeconómico o en el puramente jactancioso. Es el  encargado de iniciar el baile, pues cuando se deja de escuchar el toque del  silbato, se inicia la canción que abrirá el primer baile (p. 54). 
   En la actualidad, el desempeño del composé se mantiene como se enuncia anteriormente. Todo parece  indicar que las fiestas de la tumba francesa en Guantánamo no han experimentado  muchos cambios desde lo presentado por Teresa Linares (1974) hasta la fecha. Lo  expuesto por Eusebia Sánchez (1987) y las descripciones que le suceden, así lo  confirman.  
   Méndez, por su parte, resalta a la tumba francesa como uno de los  aportes de la inmigración haitiana en el ámbito cultural de la región  guantanamera. Esta reconoce que en la Pompadour Santa Catalina de Ricci “son  pocas las improvisaciones que realiza el composé”,  que sus cantos han quedado grabados como parte del “singular movimiento  danzario”. Actualmente, la mayoría de los cantos que se interpretan en las  fiestas de la tumba francesa son reproducciones de los textos que se han  conservado a través de la memoria de los miembros.
   Sin embargo, no se puede afirmar que este es un elemento que  atente contra el desarrollo de las fiestas. Desde las primeras referencias  encontradas que tratan al composé y  sus cantos, han prevalecido los cantos tradicionales, estos fueron legados por  sus antecesores y adaptados a las nuevas circunstancias histórico-sociales-culturales  e intereses del emisor y el grupo. En la actualidad, los cantos tradicionales  que se interpretan son el reflejo de las prácticas más genuinas de estos  grupos: cosecha de café, el buen vestir, el humor y la diversión.
   Otras de las investigaciones que marcan pautas en su momento es Los bailes de las sociedades de tumba  francesa (1991), de Nieves Armas 8,  la autora propone un trabajo donde sobresalen las figuras coreográficas de las  danzas. Armas, como el resto de los estudiosos de este grupo portador, se  refiere a los antecedentes históricos de la tumba francesa, estructura y las  sociedades que existieron en la zona oriental. Luego hace una valoración de los  componentes que conforman las fiestas de estas Sociedades y ahonda en sus bailes  (masón, yubá, frenté y la cinta) y  las diferentes composiciones que se llevan a cabo. 
   Esta autora esquematiza, mediante dibujos, los movimientos en la  representación. Con respecto a los cantos no aporta nada nuevo, solo muestra  una partitura de un canto recopilado y transcrito por Martha Esther Esquenazi y  dos textos que toma en la Sociedad La Caridad de Oriente, de Santiago de Cuba,  de los que no hace ninguna declaración.
   El valor de esta obra es que puede ser utilizada para la enseñanza  de los bailes en la tumba francesa, por la forma didáctica en que está  elaborada y su vigencia. Este trabajo nos permitió comprobar cómo se han  mantenido las figuras coreográficas desde el año en que fue escrito (1991)  hasta la fecha. Otro aspecto interesante es que el texto sale a la luz en la  década en que la sociedad de tumba francesa en Guantánamo tuvo una decadencia  en cuanto a miembros y repertorio. Muchas de las personas que bailaban en este  grupo habían muerto o abandonado el conjunto, por lo que fue necesario  incorporar a personas de la comunidad u otras interesadas en sostener la  tradición y que debían aprender estas danzas. 
   La Sociedad Pompadour Santa Catalina de Ricci realizó un trabajo  intensivo de captación y preparación de las nuevas generaciones. Por otra  parte, contaron con el apoyo de las instituciones culturales del municipio en  el desarrollo de talleres y conversatorios para familiarizar a los nuevos  ingresos con las prácticas y el conocimiento de este grupo; los que se  apoyaron, en gran medida, en las pesquisas de Armas (1991).
   En el nuevo milenio, como respuesta a la necesidad de proteger la  cultura de los pueblos del “boom” tecnológico, se intensifican las miradas  hacia la cultura popular tradicional en los territorios, haciendo hincapié en  las sociedades de tumba francesa en la zona oriental del país. En el 2000,  Martha Esther Esquenazi publica “Presencia e influencia de la música haitiana  en Cuba”, en el compendio Pensamiento y  tradiciones populares: estudio de la identidad cultural cubana y latinoamericana del Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello,  sede exponente de los estudios culturales, identitarios y de la oralidad en  Cuba, junto a la Fundación Fernando Ortiz. 
   Esquenazi (2000) muestra los momentos más importantes de la  emigración haitiana hacia Cuba y dedica un aparte a la música festiva de estos  inmigrantes: “bailes de salón y carnaval”. Con respecto a los cantos de las  tumbas francesas, manifiesta que estos “narran situaciones políticas o  familiares y sirven para expresar los criterios que tiene el composé o solista improvisador sobre un  tema determinado” (p. 151). La autora introduce una nueva temática no referida  por los estudiosos, la política. Esto nos llevó a verificar entre los textos  recopilados y tenerla en cuenta en la clasificación que se propone para el  presente estudio.
   Como reconocimiento al valor patrimonial de las Sociedades de  tumba francesa, en el 2003 el Centro Nacional de Patrimonio presenta a la  UNESCO el expediente de la Sociedad La Caridad de Oriente de Santiago de Cuba y  esta es declarada Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial. No obstante,  en el 2005, en la revista Oralidad se  publican los trabajos “Testimonios de una misma expresión cultural cubana. La  tumba francesa”, por Laura Cruz y “La oralidad y la huella franco – haitiana en  Cuba. Su presencia en la Tumba Francesa Obra Maestra de Patrimonio Oral e  Inmaterial de la Humanidad”, donde se reconocen las tres Sociedades existentes  en Cuba como una misma expresión cultural.
   Lo anterior conllevó a que se ejecutara un proyecto financiado por  la UNESCO de corte interdisciplinar: historia, sociología, música, danza y  lingüística, con vista a reconocer el valor cultural y vigencia de estas  sociedades y contribuir en la salvaguarda de estos grupos. Los resultados  obtenidos aparecen publicados en la multimedia Tumba Viva. Salvaguarda y  sostenibilidad de la Tumba Francesa, Obra Maestra del Patrimonio Oral e  Inmaterial de la Humanidad (2008).Los  trabajos hacen un bosquejo en torno a los antecedentes de estos grupos y sus  aportes a la cultura del país. Entre las temáticas tratadas se encuentran: las  caracterizaciones histórica, etnosociológica, lingüística, musicológica,  compilación de cantos de los tres grupos y exponen recomendaciones para el  estudio y la preservación de estas agrupaciones. 
   En los últimos cinco años (2009-2014) solo se pudo constatar las  indagaciones de Olavo Alén (2011), Manuel Coca (2010-2014) y Greisy Pérez  (2013). El primero se circunscribe a la búsqueda de las raíces de estas  sociedades en grupos culturales de otras localidades del país y el Caribe.  Pérez, por su parte, colabora en el proyecto territorial “Salvaguarda de las  tradiciones culturales de los inmigrantes franco-haitianos en Guantánamo”, con  la historia de vida de Leonor Terry Dupuy, Reina de Honor de la Sociedad de  tumba francesa Pompadour Santa Catalina de Ricci, en coautoría con Coca; quien  dedica sus investigaciones al estudio de los cantos que se interpretan en dicha  Sociedad y a la propuesta de la ruta de las tumbas francesas en Guantánamo.
   Este recorrido epistemológico por los trabajos que incursionan en  las sociedades de tumba francesa revela que este es un grupo que, aunque estuvo  por mucho tiempo al margen de la “cultura dominante” en la región oriental del  país, ha llamado la atención de poetas, novelistas e investigadores de la  cultura popular tradicional, estudiosos interesados en preservar las raíces de  los “marginados”. 
   De igual forma se demuestra el afán de los portadores de esta  cultura por resguardar lo que les fue legado por sus ancestros y que hoy  sostienen, a pesar de las modificaciones experimentadas en el trascurrir de los  más de cien años que poseen estas Sociedades. Por otra parte, cabe destacar los  pocos estudios que existen sobre los cantos que se interpretan durante las  fiestas de la tumba francesa en Guantánamo, aspecto que motivó esta  investigación. 
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2 Para la lectura de este texto nos apoyamos en la edición original de 1988 por la Editorial Letras Cubanas y la edición del 2012: La música en Cuba. Temas de la lira y del bongó, con prólogo de Graziella Pogolotti y la selección de Radamés Giro.
3 Todo parece indicar que este documento se escribió en 1970. En el texto se expresa: “Actualmente -1970- esta sociedad está siendo atendida por el Consejo Regional de Cultura de Guantánamo y Yateras…” (p. 12)
4 En conversatorio con los miembros de la tumba francesa Pompadour Santa Catalina de Ricci el 23 de enero de 2015, en Guantánamo.
5 Otros trabajos publicados por el Dr. Olavo Alén son “Tumbas y cantos para una fiesta de franceses” (2005) y Pensamiento musicológico (2006).
6 La bomba es un género musical y baile afro-puertorriqueño. Se cree que fue llevada por los esclavos que llegaron de las Antillas francesas procedentes de la costa oeste de África. Se puede definir como un estilo libre, que no tiene reglas rígidas en cuanto a la rima y al verso, su contenido está enriquecido con situaciones sociales, expresando mediante su lenguaje característico y pintoresco la cultura y las tradiciones del pueblo del Chota. La bomba tiene más de veinte ritmos, entre los más populares están: el sicá, el yubá y el holandés. Otros ritmos son güembe, cuembe, gracima y danue. Tradicionalmente van acompañados de un baile donde el percusionista intenta seguir los pasos improvisados del "bailador".
7 Tomado en fichas de entrevistas realizadas por Olavo Alén y Argeliers León a miembros de sociedades de tumba francesa en Guantánamo: Pablo Valier, Andrea Herrera, José Shueg, entre otros.
8 Esta autora, junto a Caridad Santos, publican Danzas populares tradicionales cubanas. Contenido, movimiento y expresión. (2002), donde retoman los componentes estructurales de las tumbas francesas.
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