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HISTORIA NATURAL DEL HOMO SCIENTIPHICUS O CARTA DE UN PRIMATE A LOS ANTROPÓLOGOS

Alfonso Galindo Lucas




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4.2. Reivindicación del neandertal

Los estudios genéticos concluyen que no; que todos los humanos descendemos de una única hembra (lógicamente, se le ha llamado Eva mitocondrial) y un único varón (llamémosle Adán nuclear o de cromosoma Y). En tal caso, el hombre de neandertal (cuyo parentesco más cercano con nosotros parece remontarse a hace medio millón de años) no es una raza hermana, sino una especie prima. La cuestión quedaría resuelta de este modo y en este sentido, es digna de mención la labor divulgativa de Juan Luis Arsuaga, con su obra de 1999 y sus respuestas a las consultas de este autor, inicialmente convencido partidario de la hipótesis multi-regional. Arsuaga concedió en una entrevista televisiva (con Sánchez-Dragó) que la hibridación "apenas" influyó de un modo estadísticamente significativo en la genética y el fenotipo de los humanos actuales y recoge convenientemente en su obra la existencia de restos arqueológicos del extremo occidental europeo, que confirman que las especies o razas de sapiens (cromañones) y neandertales no sólo eran genéticamente compatibles, sino que sus cruces crearon estirpes, posiblemente fértiles y duraderas.

Bien es cierto que muchos rasgos del Neandertal no se han heredado, como el moño occipital, el grosor de los dedos, la cortedad de los antebrazos, etc., pero los caracteres no se heredan en grandes pautes, debido a la recombinación genética. ¿Es posible que sigamos incorporando alguna herencia genética del neandertal? En tal caso, se habrían extinguido algunos caracteres raciales, pero la especie seguiría siendo la misma. En la mayor parte de América y Oceanía, la irrupción del hombre blanco, en los últimos siglos ha supuesto el exterminio casi completo de etnias y culturas, pero en muchos lugares ha habido un claro mestizaje. Los indios norteamericanos no habitan únicamente en las reservas, sino también en los genes de los actuales habitantes de las grandes ciudades. Veamos qué argumentos pueden quedar para seguir reivindicando una herencia neandertal entre las razas humanas actuales.

1. En primer lugar, parece haber rasgos raciales en algunos europeos (nariz grande, toro supra-orbital, visión poco frontal) que se consideran adaptaciones al frío y que parecen provenir de una herencia neandertal, puesto que no hubo tiempo para que éstos se desarrollaran después de la extinción de nuestros primos (hace 30.000 años). Otras razas, como la de Papúa - Nueva Guinea o determinados indios de Norteamérica, presentan caracteres más notables y frecuentes (frente huidiza, ausencia de mentón) y, como ocurría en el Neandertal, se trata de caracteres esencialmente masculinos, posiblemente acentuados por el modo de vida. Las etnias semitas (árabes y judíos) suelen presentar ausencia de pómulos, visión algo lateral y nariz grande y los gitanos otros tantos caracteres neandertaloides, aunque muy hibridados.

2. Ese Adán cromosómico y esa Eva genética no eran necesariamente pareja y no vivieron necesariamente en la misma época. Lo más probable es que no llegasen a conocerse por haber muerto uno antes de que el otro naciera y haber habitado en lugares distantes.

3. De las siete matriarcas humanas europeas identificadas por Sykes, la más antigua data de hace 45.000 años y de una zona concurrida entonces por cromañones y neandertales (próximo Oriente). Eso significa que varias o todas las hijas de Eva podrían ser ya híbridas.

4. Se sabe que neandertales y cromañones se hibridaron (también se saben que combatieron). No hay consenso acerca de si el resultado de la hibridación era una descendencia fértil (ni siquiera se sabe si los neandertales tenían el mismo número de cromosomas que nosotros).

5. Se han encontrado genes fósiles en huesos de neandertales que coinciden con el gen humano del pelo rojo.

6. Puede existir poblaciones neandertales no descubiertas o cuyo ADN no han podido extraerse correctamente.

7. Aunque es menos probable, puede haber poblaciones humanas actuales no estudiadas.

8. Debido al hecho de que todos los organismos vivos estamos emparentados, resulta más fácil encontrar parentescos entre especies que desmentirlos. Entre el hombre de neanderthal y el hombre moderno, se sabe que existe un ancestro común de una antigüedad de medio millón de años, pero no se han desmentido categóricamente interferencias genéticas más recientes (no obstante, los estudios empíricos proliferan y parecen abundar en la hipótesis de no-interferencia).

Las experiencias de rastreo del genoma mitocondrial y el del cromosoma Y ofrecen resultados significativos en contra de la hipótesis multirregionalista y localiza en África la sucesión de focos de evolución y éxodo de las especies sustitutas sucesivas. Estos estudios determinan la relativa cercanía genética entre parientes en ascendencia directa por linea materna (ADN mitocondrial) o paterna (cromosoma Y), pero, aún suponiendo que las muestras con que se trabaja sean suficientemente representativas, los métodos no aseguran que en la línea paterna se haya infiltrado por parte de madre una parte de genes nucleares más antiguos o, en el lado contrario, que se hayan cruzado la línea mitocondrial ADN arcaico de padre en alguna de las generaciones. Por todo esto, sigue sin excluirse la ascendencia neandertal en las poblaciones europeas originarias (por por herencia, los americanos y australianos actuales).

Además, es estudio de los ancestros por vía paterna presenta un problema y es que, debido a la exposición a mutaciones, el cromosoma Y se deteriora tan rápido que puede haberse extinguido ―y de hecho, lo normal es que se hayan extinguido---- los cromosomas Y de la mayor parte de nuestros ancestros más antiguos, sin que eso impida que hayan perdurado genes contenidos en el ADN nuclear. El propio Sykes, que tuvo la genial idea de estudiar el ADN mitocondrial, para estudiar la ascendencia materna del ser humano, advierte, con respecto la ascendencia paterna, que “Cuando menos variedad quede entre los vivos, más reciente parecerá el antepasado común de los que quedan” (p. 292), haciendo referencia al rápido deterioro del cromosoma Y. Este mismo autor defiende, con argumentos científicos, la menor mutabilidad del ADN mitocondrial, pero no excluye la posibilidad de que también estos mecanismos de rastreo a través de las madres se hayan podido extinguir, sin que ello implique a los caracteres determinados por el ADN nuclear.

Creo que la pregunta que cierra el apartado anterior (¿tienen los blancos una herencia genética neandertal que las otras razas no poseen?) no queda del todo respondida, pero sí podemos afirmar que, en caso de haber heredado genes del neandertal, podemos estar seguros de que son escasos, sin influencia decisiva en el fenotipo y propios de una parte reducida de la población humana.

Por si acaso, el homo scientiphicus, en su mayor parte, de raza blanca, se ha apresurado a ensalzar recientemente la figura del neandertal, su capacidad craneal, sus hábitos culturales, etc.

Se han realizado estudios que prueban estadísticamente que el hombre actual no está emparentado con el hombre de Neandertal y que el humano superviviente es más homogéneo que el chimpancé. Esa demostración se basa en muestras excesivamente "democráticas" y no-discriminatorias que dan por sentado que todas las razas son iguales. Se trata de estudios estadísticos en genética que tienen resultados afortunadamente igualitarios y que, por ello, son bastante sospechosos, en el sentido de que sería precisamente eso es lo que persiguen estos estudios, pues no están exentos de intencionalidad social. Por el contrario, yo soy más partidario de obviar el plano social, partiendo de la base de que todos somos (o deberíamos) ser iguales en derechos y, a partir de ahí, emprender estudios serios sobre compatibilidad genética.

Si se hubiera planteado el estudio de otro modo, tal vez se habría llegado a soluciones muy distintas. La hipótesis a contrastar es: "El homo neanderthalensis es antepasado de ciertas poblaciones europeas", es decir, habría que eliminar de la muestra a aquellos individuos cuyos antepasados sean netamente africanos, asiáticos o caucásicos. Parece evidente que el neandertal era cazador y fue su modo de vida el que desapareció; no necesariamente sus genes (pues lo normal es que se mezclasen con nuestros antepasados más directos). Tengamos en cuenta que los famosos rasgos faciales impresionantes son más acusados en los hombres, de modo que los varones Cromañones y los neandertales se pudieron raptar hembras entre sí, como en general, hacían los vecinos en aquellos milenios. De forma casi gratuita, se afirma que los individuos de esas comunidades se extinguieron al mismo tiempo que los neandertales puros y que al final se impuso el cromañón puro. Es preciso notar que aquéllos se han encontrado con una antigüedad de tan sólo 30.000 años.

Los rasgos típicos de los neandertales estaban más marcados en unas épocas y en unas regiones que en otras; es decir, hubo diversas razas de neandertales. No hay que descartar que el modo de vida acentúe o suavice esos rasgos, de modo que, en parte, se deban a una predisposición genética y en parte a caracteres adquiridos durante la vida del individuo. Algunos de esos rasgos (nariz grande, toro supraorbital prominente, ausencia de pómulos, visión ligeramente lateral, arcos dentales coincidentes, etc.) están presentes en individuos europeos actuales, mientras que otros (prognatismo meso-facial, ausencia de mentón) son más frecuentes en otras razas. Sería interesante saber si la extinción del mamut es responsabilidad de seres de los que descendemos.

Como defiende Arsuaga (1999), el homo neanderthalensis no era un hombre más bruto ni más refinado que el hombre actual, a pesar de que muchos lo representan como el terror de nuestros antepasados (si eran otra especie) o la bestia que llevamos dentro (si tenemos que culpar a otro de nuestra propia brutalidad). Incluso, se ha contemplado la hipótesis de ejemplares sobrevivientes que, de tan terribles como son, han creado el mito del abominable hombre de las nieves.

Podemos preguntarnos si la evolución del homo sapiens en cada continente es autónoma o si dependió del cruce de los inmigrantes con otros pobladores más antiguos. Hablamos de extinciones de ramas evolutivas colaterales, con las que ha convivido nuestra línea evolutiva y afirmamos con rotundidad que todas las razas actuales provienen del llamado hombre de Cromagnon, diversificado (Sagan, 1993). Sin embargo, es sano plantear, siquiera como hipótesis, que los genes específicos del parantropo pudieran haberse perpetuado en determinadas razas africanas, los del homo erectus en razas asiáticas o de Oceanía o los de los neandertales en determinadas razas europeas.

Estudios recientes acerca de los pelirrojos encuentran una relación entre los genes de éstos y los neandertales. De hecho, un rasgo característico de las personas pelirrojas, las pecas, parecen indicar una hibridación de estirpes con características que habían evolucionado mucho tiempo por separado. Los rasgos faciales o corporales de los neandertales se observan, juntos o por separado, en europeos de países como Francia, en etnias como la gitana, y también en razas semitas, incluso en tribus de Norteamérica o de Oceanía. En cualquier caso, es evidente que estos rasgos están muy mezclados. Si se hiciera un concurso de neandertales entre ciudadanos europeos y se estudiara a todos los candidatos genéticamente, se encontraría que conservamos intactos caracteres y genes (ADN) de los neandertales, teniendo en cuenta que otros factores como la robustez pueden haber evolucionado debido a los cambios en los modos de vida. Cuando se ha hecho una comparación visual de rasgos, hemos encontrado que somos muy distintos (Arsuaga, 1999, puede asegurar que "el efecto era impactante", p. 114), porque se ha realizado "desde dentro". Tal vez si los chinos pudieran ver neandertales vivos no los distinguirían fácilmente de los narizotas actuales.

Posiblemente, los neandertales no fueran pelirrojos, sino que existiría ya entre ellos gran variedad; lo que sí es una hipótesis interesante es que el gen del pelo rojo sólo sea posible en estirpes que se han cruzado con neandertales. Los actuales pelirrojos suelen estar bien dotados de barbilla y carecen, en su mayoría, de esa visión lateral propia de la extinta raza prehistórica. Si realmente fueran los principales descendientes del hombre de neandertal, eso significaría que la forma del cráneo y la cara han evolucionado rápidamente en concordancia con los hábitos alimenticios. Sin embargo, existen otros europeos que no son pelirrojos y que sí presentan algunos de los impresionantes caracteres faciales de los europeos originales. No hay que descartar que determinados rasgos europeos actuales sean una repetición en el homo sapiens de las adaptaciones que fue padeciendo el homo erectus de Hidelberg al hacerse europeo, pasando por el homo antecessor hasta el neanderthalensis. Sin embargo, ni ha tenido tanto tiempo, ni sus modos de vida y recursos para adaptarse al clima son los mismos que en la prehistoria. Necesariamente, los rasgos "neandertaloides" que encontramos son herencia directa de aquellos caracteres.

Los primeros hombres de neandertal que se representaron aparentaban un embrutecimiento considerable, debido a que se había reconstruido su cabeza en una colocación que tenía mucho que ver con la posición en la que se depositaron sus fósiles en las estanterías. Aún no se había determinado el giro exacto con respecto a la columna vertebral y se suponía que la posición de la cabeza era bastante horizontal, como la de los chimpancés. De este modo, el toro supra-orbital, el moño occipital y el labio inferior sobresalían más y los orificios nasales estaban más expuestos (imagen 1). El nacimiento del pelo se suponía adelantado, dejando una frente exigua, la barba y las cejas se suponían inexistentes y las orejas grandes, como en los chimpancés. Este error inicial se fue rectificando en tiempos recientes. En la imagen 2 se muestra exactamente el mismo cráneo, pero reconstruido con otros criterios de giro, cabello, barba, cejas y orejas. La existencia de barba abundante y orejas pequeñas se podría justificar, en principio, por el convencimiento general de que esta especie o raza estaba especialmente adaptada al frío, del mismo modo que se cree (Arsuaga, 1999) que era de piel más blanca que los otros humanos.

En cualquier caso, en el asunto de las orejas hay siempre una inevitable dosis de elucubración, puesto que nunca quedan pruebas fósiles. Aún así, se puede hacer la deducción de que el neandertal era orejudo, pues las razas actuales especialmente adaptadas al calor suelen tener las orejas de menor tamaño que los europeos. A partir de las imágenes de cráneos del hombre típico de neandertal y el cromañón típico, he construido las caras que mostrarían en aquella época y parece verosímil que podamos considerarlos precursores de las razas europeas y mediterráneas. Habiendo sido desterrada la idea de pureza de raza, sigue estando bastante arraigada la pureza de especie y esta suposición, que aparentemente está apoyada en estudios estadísticos, puede condicionar tanto el diseño de éstos como la interpretación de los resultados.

En realidad, la discusión no es tan importante cómo parece. El hombre de neandertal, en resumidas cuentas, se extinguió, aunque parte de sus rasgos se hayan perpetuado y adaptado, ya que su medio y su modo de vida ya no existen. Tal vez su desaparición tuvo que ver con la extinción del mamut. Ahora, el ser humano, por término medio, es otra especie y, dentro de poco, con la destrucción de su hábitat y la insostenibilidad de su modo de vida (el capitalismo global), desaparecerá también el homo imperator de Desmond Morris.

Puesto que usamos la palabra "especie" para referirnos al ser humano, he de advertir que los límites entre los conceptos de "especie" y "raza" no sólo están establecidos por convención, sino que, en la práctica, no son nítidos . Con esto quiero decir que la incompatibilidad reproductiva no es una medida exacta de definición de especies. Incluso en la especie humana, existen factores de incompatibilidad reproductiva, como el grupo sanguíneo, las diferencias de tamaño, el rechazo racial, etc. ¿Son la misma especie un bosquimano y un islandés?¿O un Massai y un esquimal?¿Un watussi y un yanomami?¿un pigmeo y un eslavo? El problema es que no se ha experimentado en relación con estas preguntas, pues se trata de un tabú social. Tal vez sea mejor no investigarlo. Tampoco la adaptación a un hábitat nicho es un limitador nítido entre especies, pues todos los animales tienen un cierto grado de versatilidad en entornos nuevos (en caso contrario, no podrían evolucionar).

En el magnífico libro de Carl Sagan, Los dragones del Edén, se muestra una foto de cráneos del hombre actual y los hombres pasados. Debo reconocer que mi cráneo se parece más al del hombre de Cro-Magnon que el homo sapiens sapiens. De hecho, en el hombre blanco, me resulta difícil encontrar cráneos prominentes, como el canon del sapiens sapiens, tipo casco alemán de la II G.M. Bertrand Russell carecía prácticamente de mentón y presentaba un prognatismo meso-facial bastante acusado. Van Gogh proyectaba su toro supra-orbital prominente y tenía los pómulos escurridos, casi inexistentes, ¿Qué decir de los hermanos Marx? Son casos raros, pero quedan pruebas documentales; sus cráneos, lejos de concordar con la calavera típica del hombre moderno. Eran de rostro estrecho, de frente huidiza y arcos superciliares prominentes, nariz grande, barbilla escasa, dedos gruesos... y unas geniales capacidades cerebrales.

No obstante, como se ha comentado, en la decadencia del neandertal influyen factores ajenos a la voluntad del Cro-amgnon; Espinas de peces, glaciación, extinción del mamut y también la enorme erupción volcánica que hoy se sabe que ocurrió hace 35.000 años, 5.000 antes de que empezase la última glaciación.


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