BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

FAMILIA, IDENTIDAD Y TERRITORIO, ACTORES Y AGENTES EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIUDADANÍA DEMOCRÁTICA

Coordinadoras: Maria Teresa Ayllón Trujillo y Maria Rosa Nuño




Esta página muestra parte del texto pero sin formato.

Puede bajarse el libro completo en PDF comprimido ZIP (320 páginas, 1.76 Mb) pulsando aquí

 

 

III. La masonería mexicana: orígenes y características

En México los historiadores constatan la presencia de esta institución al menos desde la época de la independencia nacional, aunque las narraciones sobre la temática francmasónica apuntan a los aspectos políticos más que a los herméticos. Así, leemos por ejemplo, de Josefina Zoraida Vázquez:

“Como el único grupo político que contaba con una cierta organización era el de los masones escoceses, [Guadalupe] Victoria se empeñó en prestar su apoyo a la creación de una nueva logia que sirviera de contrapeso. La logia de York fue fundada en 1825 por algunos de los federalistas radicales como Alpuche, Zavala, Guerrero, Ramos Arizpe. Las logias fueron asociaciones básicamente políticas, a las que sólo la Iglesia se empeñó en dar otro carácter”.

Josefina Zoraida no abunda en la indagación de procesos particulares, actores sociales específicos y eventos históricos del segmento masón. Esta historia se queda sólo en la rápida descripción de la intervención de la masonería en las jugadas políticas entre conservadores y liberales (masones escoceses y yorkinos respectivamente). Por lo regular las historias sobre esta asociación son de carácter general, es decir, no abundan en especificidades internas. Debido a la dificultad de acceder a los archivos de las logias es que aún no se pude escribir una historia crítica de estas instituciones en nuestro país, así que no tenemos muchas fuentes confiables sobre el tema (Urias, 2004:87-119) . Lo interesante de la narración de Josefina Zoraida es que define a la masonería como “asociaciones básicamente políticas”. Esto deja ver que la posibilidad de vindicación civil de la masonería no era solamente hacia el interior de las logias, sino que los efectos de la iniciación en esta institución, tenía irremediables efectos en la vida pública del país.

También es contundente la última parte de la cita en la que Josefina Zoraida afirma que sólo la Iglesia se empeñó en dar otro carácter a la masonería. Con ello queda también abierta la posibilidad de indagar más sobre esa relación Iglesia-masonería que no fue del todo cordial, cuando menos en México en el siglo XIX.

Moisés González Navarro en una de sus obras denominada Masones y Cristeros narra el enfrentamiento ente dos grupos encontrados ideológica y políticamente en Jalisco . Tras un arduo análisis de sus fuentes y una magnífica exposición de las controversias entre masones y cristeros al interior de sus propias organizaciones, Moisés González concluye su trabajo con la advertencia de las divisiones internas por cuestiones de clase y nacionales “tanto las mexicanas con respecto a las logias norteamericanas, como internamente en el caso de las mexicanas.” La misma afirmación dedica para los cristeros, es decir, también entiende que este grupo se dividió internamente por razones de clase, (además de razones personales) señalando esta división como urbano-rural, justo en el momento en que la hacienda tradicional atraviesa por su ocaso, como una institución ya inoperante en el desarrollo económico de México. Finaliza Moisés diciendo que:

“La Iglesia católica queda a salvo de su alianza trisecular con la hacienda, en coincidencia con la declaración de sus creencias religiosas por Manuel Ávila Camacho al asumir la presidencia en diciembre de 1940. Por su puesto, este libro es una aproximación a este importante asunto; sin duda la consulta de los archivos masónicos, los de la Secretaría de la Defensa Nacional, y los archivos parroquiales y municipales y de los arzobispados, iluminaran esta cuestión” (González Navarro, 2000:11-12)

Sara A. Frahm, plantea el tema de la masonería y la religión (cristiana-católica), en México como un problema clasista:

“La Cruz y el Compás, ¿Qué representan? ¿Cuáles son sus conflictos? ¿Será posible para un hombre o un país abrazar ambas representaciones? ¿Y si fuera el caso, por qué hacerlo?”. Para dar respuesta a estas preguntas, Frahm revisa “los fundamentos históricos de la francmasonería, así como su filosofía y creencias [analizando] la oposición de la iglesia Católica a estas creencias, tanto de manera general como respecto a México, en forma más específica”.

Frahm comenta que la llegada de la Masonería a México se da justo con el arribo de las tropas españolas llegan a proteger al país en 1806 contra la invasión inglesa y aparece entonces además el problema nacionalista:

“Muchas de estas tropas pertenecían al rito escocés y eran de tendencias liberales, sostenían un movimiento constitucional y la reforma clerical. Los pocos mexicanos que habían sido admitidos pertenecían a familias nobles. En 1821 surge una división ente las logias. El General Bravo funda nuevas logias que eran exclusivamente mexicanas”.

Apunta Frahm que el esfuerzo por sofocar el movimiento independentista mexicano trajo consigo desde España mas logias que pretendían establecer un sistema representativo de gobierno en España, además de la reforma clerical. Explica también que estos masones españoles venían de un ambiente de agitación en donde estos clubes liberales estaban “llenos de políticos”, esto influyó patentemente en la posterior masonería mexicana. Señala también esta autora a O’Donoju (el último Virrey español) como un gran impulsor de la masonería que, aunque de poca duración como Virrey, se hizo acompañar del médico Manuel Codornú y llegaron a fundar nuevas logias y fortalecer las ya existentes.

“Codornú era el editor del periódico El Sol, cuyos objetivos eran defender el Plan de iguala y esparcir los principios liberales establecidos en España. Uno de los objetivos primordiales era excluir a los curas de la educación y de acuerdo con Alamán, sus ideas fueron las responsables de la persecución de los jesuitas y de la creación de las escuelas lancasterianas”

Frham pone de manifiesto las relaciones que se dieron entre el Estado y la masonería, así como el consiguiente anticlericalismo que se experimentó desde la primera etapa del siglo XIX y que se acentúo todavía más en la recta final de ese siglo.

“En mi opinión, las dos razones más importantes para el crecimiento de la masonería son en primer lugar la falta en que incurrió la Iglesia Católica romana al no acudir a las Escrituras, como una base para rechazar a la masonería y en segundo, el fuerte impulso por parte de los liberales, por encontrar una estructura que pudiera competir con el poder e influencia de la Iglesia católica romana. Muchos vieron así a la organización de la masonería. La confidencialidad y el secreto de las reuniones hacían de ella un instrumento ideal y atractivo para llevar adelante la oposición. […] ¿Compromiso? ¿Conflicto? Me parece que en México hubo más del primero que del segundo, especialmente en el primer período que siguió a la Independencia. Se trata de un período fascinante, en que la joven nación hacía copió de ideas provenientes de muchas direcciones, una fase en que México buscaba establecer su propia identidad. La masonería es solo un factor y debe verse a la luz de las corrientes intelectuales del momento. El conflicto entre la cruz y el compás es un conflicto de muchas facetas y que merece más estudio subsecuente”.

La confidencialidad y el juramento del secreto de los masones permitieron a los liberales explotar políticamente a esta institución para poder establecer las estrategias de oposición al grupo contrario, que no solo era el conservador, sino los mismo liberales de distintas filiaciones. Con estas dos vertientes de análisis sobre la masonería mexicana, propuestas por Sara Frham, cabe la posibilidad de abrir una nueva brecha para consolidar como una línea de especialidad dentro de la historia política y la social, el papel de la francmasonería en nuestro país.

Coincidente con Frham en cuanto a la llegada de la masonería a México, vemos un trabajo de José María González, en el que comenta que

“La primer evidencia documentada con respecto a la masonería en México, esta se inicia el 24 de junio de 1791 (día de san Juan bautista), fecha en la que por primera vez se organizó una logia, compuesta por algunos masones franceses que llegaron de Europa para integrar el equipo del virrey, entre los que destacaba, el prominente relojero, Jean Laroche, el cocinero Jean Laussel y un barbero de nombre Duroy en cuya casa se celebró esa primer tenida, a donde también asistieron algunos otros hermanos pertenecientes al rito francés (…) Sin embargo, el cura de la parroquia, quien sospechando de ellos les había echo espiar, les denunció a la nefasta “Santa Inquisición” misma que interrumpiendo la junta les apresó, acusándoles de “herejes y de francmasones”.

Algunos investigadores aseguran que el “rito escocés” se iniciaba como tal, a partir del 4º grado, asegurando que los tres primeros grados eran franceses o prusianos. En 1810, cuando comenzó la lucha mexicana por la independencia, el primer guía fue el cura, Miguel Hidalgo y Costilla, de quien se asegura que era masón, por haber encontrado sus propios ideales, en los ideales de la francmasonería. En el virreinato establecido en México, existían dos grandes cuerpos masónicos llamados del rito escocés y el Yorkino, los primeros defendían a los españoles, y los segundos aparentaban defender a los mexicanos

Coincidente con la anterior cita encontramos una breve narración sobe la llegada de la masonería a México en el siguiente tenor:

“Los orígenes de la masonería en México se remontan a finales del siglo XVIII, cuando llegaron a nuestro país un nutrido número de súbditos franceses de la corte del Virrey, algunos escapando de la represión europea contra los jacobinos. No pocos habían estado previamente en Inglaterra, en contacto con las logias británicas.

La Inquisición detuvo a Juan Laussel, cocinero del Virrey, y por sus confesiones se supo que en la relojería de Juan Estrada Laroche había conocido al Dr. Durrey y a los peluqueros Lulie y Du Roy, identificándolos "por las señas estatuidas por la fraternidad". Con ellos, según se dijo, llegó a celebrar el solsticio de verano de 1791.

La primera logia formal, sin embargo, la fundó Enrique Muñiz en la casa No.5 de la calle de las Ratas (ahora Bolívar no 73), en la ciudad de México, domicilio del regidor Manuel Luyando.”

Las varias fuentes que coinciden en fechar la llegada de la masonería a México a finales del XVIII, por la migración de franceses, señalan un claro conflicto entre los masones llamados yorkinos y escoceses:

“Los orígenes de la masonería en México se remontan a finales del siglo XVIII, cuando llegaron a nuestro país un nutrido número de súbditos franceses de la corte del Virrey, algunos escapando de la represión europea contra los jacobinos. No pocos habían estado previamente en Inglaterra, en contacto con las logias británicas.

En 1823 el Gral. Guadalupe Victoria, primer Presidente de la República, fundó en Xalapa la "Gran Legión del Águila Negra" junto con el betlemita cubano Simón de Chávez. Su objetivo era ridiculizar al clero y destruir la teología católica. Sólo admitían personas simpatizantes con la independencia y deseosas de expulsar a los españoles. El caudillo insurgente Vicente Guerrero fundó en 1825 la logia "Rosa Mexicana", que juntó con otras cuatro inició sus trabajos sin obtener patente de algún organismo oficialmente reconocido. Para ello requirió el apoyo de Joel R. Poinsett, diplomático norteamericano quien obtuvo las tres patentes pero del rito yorkino. Esto provocó disputas entre los recién yorkinos (progresistas, federalistas y liberales) y los escoceses (simpatizantes de los realistas y encabezados por Nicolás Bravo). […] Yorkinos y miembros del Rito Nacional (RNM) apoyaron a Vicente Guerrero en la carrera presidencial. Los escoceses apoyaron a Manuel Gómez Pedraza quien finalmente ganó la elección. Sin embargo, tras el acoso de Guerrero terminó por huir dejándole la presidencia. Los yorkinos volverían al poder con el ascenso del Gral. Antonio López de Santa Ana, (sic) quién había presentado a la Asamblea General del RNM un programa con los siguientes puntos:

• Libertad absoluta de opiniones y supresión de las leyes limitantes de la prensa.

• Abolición de los fueros al clero y a la milicia.

• Supresión de las instituciones monásticas y de las leyes que atribuyen al clero el conocimiento de los negocios civiles.

• Abolición de la pena de muerte por condenas políticas.

• Y la garantía de la integridad del territorio por la creación de colonias que tengan por base el idioma, los usos y las costumbres mexicanas.”

De la última parte de la anterior cita es interesante observar como ya la filiación masónica tenía incidencia en la dinámica política del país. Con la caída del Imperio de Iturbide, se sucedió una polarización en el mundo de las creencias y las opiniones del siglo XIX. Esta bifurcación propicio el encontronazo de esos polos (conservador y liberal), tomando distintos matices en las diferentes regiones del país. Por ejemplo cuenta Hernán Menéndez que en Yucatán la masonería, como parte del grupo liberal, vio su auge de 1870 a 1879, formando una red de poder y solidaridades tejidas en la recta final del siglo XIX. En este caso el enfrentamiento entre las cúpulas de la burguesía liberal contra el conservadurismo clerical que dio como resultado posturas radicales de uno y otro bando.

La Iglesia Católica promovió en Yucatán, durante los años setentas, antes de su alianza con Olegario Molina, una serie de acciones en su intento por frenar la pujante penetración de la masonería. Cartas pastorales iban y venían en contra de esa organización y los gobernantes en turno respondían a la iglesia con juicios penales que acarreaban sentencias.

Uno de los casos mas sonados de este enfrentamiento público entre ambos bandos es precisamente el que se propicia con la publicación de una carta pastoral del obispo Leandro Rodríguez de la Gala de 23 de marzo de 1877, en la que presentaba una abierta provocación contra la masonería, a la cual pertenecía en ese momento el gobernador provisional de Yucatán Agustín del Río. Me interesa aquí solo dar una referencia del contenido de la pastoral que denota la actitud antimasónica:

“¿Qué tiene ya de extraño el ver propagados en los pueblos de nuestra amada diócesis los más crasos y monstruosos errores, como lo del libre pensamiento, los de la masonería? ¡Ay amadísimos hijos! El envilecimiento del hombre es el resultado final de todos estos errores. El hombre que hace de la criatura su Dios y de la tierra su cielo, es su esclavo de todo aquello en que él cifra su felicidad; y para conservarlo, no hay peor bajeza de que no sea capaz. Cuando la sociedad llega a este extremo de degradación, no es ya si no un vasto bazar en que todo se vende por que todo se compra: el honor, la conciencia, la libertad. Sí, pues, nuestra sociedad ha llegado a este punto por sus errores, por su irreligión, por su impiedad, por sus corrompidas costumbres y en una palabra, por su olvido de Dios”

Por las fechas en que se publica la carta pastoral, hace su arribo a Yucatán, Agustín del Río como gobernador provisional y siendo masón grado 30, al enterarse de la carta pastoral, la califica como una violación a las leyes de Reforma y consigna al obispo al Juez de Distrito, quien a su vez lo entrega a un Jurado de Imprenta, presidido por el ex gobernador Irigoyen. El jurado encontró culpable al obispo de los cargos imputados y fue sentenciado a seis meses de exilio.

El trabajo de Hernán Menéndez, permite observar la punga por el poder entre masones y el clero. El autor logra identificar a los actores sociales de uno y otro lado, rastreando el itinerario ideológico que siguieron en el desarrollo de sus ideas; otro acierto de Hernán es que revela la participación femenina en las logias yucatecas y nos muestra un breve contorno de la participación de la mujer en la lucha anticlerical.


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles