BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

FUNDAMENTOS DEL SERVICIO COMUNITARIO PRIVADO

Nelson de Vida Martincorena




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Algunos rasgos organizativos de la caridad, filantropía y beneficencia

A pesar que resulta imposible encarar una reseña histórica de los rasgos organizativos que las entidades que se abarcan en el título se fueron dando para cumplir sus actividades, existen algunos hitos que interesa resaltar, porque marcaron verdaderos puntos de inflexión en el tránsito de las instituciones desde sus lejanos inicios, hasta nuestros días.

Debemos aclarar en forma previa que al tratar el tema de las instituciones de caridad será dable efectuar referencias a entidades de beneficencia. Ello obedece al hecho histórico indudable, de que por muchos años tales denominaciones se han utilizado indistintamente.

Por lo que hemos dicho, creemos que una cosa es la inspiración y otra la acción concreta; si bien ello parece claro en el plano teórico, en la realidad las actuaciones aparecen como muy interrelacionadas.

En la búsqueda de los primeros antecedentes, resulta forzoso efectuar una referencia a las primeras organizaciones cristianas, que inspiradas por el principio caritativo, promovieron actividades de beneficencia para atender las necesidades de indigentes de todo tipo.

Estudiando el desenvolvimiento histórico de las fundaciones, Alfredo Paolillo realiza un prolijo análisis de antecedentes, que se inicia en el derecho romano clásico y finaliza en nuestro régimen jurídico positivo. Utilizaremos ese valioso y documentado material para extraer algunos ítems de utilidad para nuestro propósito. (1)

Al operarse el reconocimiento del dogma cristiano como religión del Estado, la Iglesia obtiene capacidad jurídica para adquirir por causa de muerte, a título de institución de heredero o de legado y de cualquier clase de liberalidad. Los corpus o colegios cristianos reciben la propiedad de los lugares donde realizan sus reuniones y se extiende la capacidad a las iglesias particulares, a los monasterios y establecimientos de caridad.

Se organizan patrimonios afectados a determinados fines piadosos, los establecimientos llamados de «piae causae» y florece la beneficencia hospitalaria.

«Las fuentes de la beneficencia cristiana se acrecientan y multiplican, la caridad se abre amplio camino: de privada y oculta se transforma en pública y social y, a tal fin, convergen en amplia emulación la púrpura imperial y la tiara pontificia». (2)

Corresponde señalar como segundo paso de relevancia, la elaboración que realizó el derecho canónico del concepto de «institución», que refiere a una unidad ideal, distinta de los miembros que la representan.

Así se reconoció el «patrimonium pauperum», cuyas rentas estaban destinadas a los pobres. Posteriormente se estableció un patrimonio estable, bajo la administración del obispo, para proveer a los fines útiles para los carenciados.

Evidentemente la idea de un patrimonio afectado a un fin, que es consustancial al concepto de «fundación», dotó de una amplia gama de posibilidades a todos aquellos que querían instituir fondos permanentes afectados a finalidades benéficas.

También se amplía el concepto que abarca la caridad, pues en ella queda comprendida «toda obra dirigida a obtener cualquier resultado que reporte una utilidad pública o social. La definición de pía causa... es de contenido tan amplio que abarca todas las instituciones creadas para satisfacer fines intelectuales o necesidades económicas». (3) En el detalle de estos hitos evolutivos que coadyuvaron a la organización de la beneficencia, debe señalarse el aporte realizado por San Vicente de Paul, quien impactado por la pobreza y enfermedad que castigaba duramente en su época a grandes sectores de la población, funda en el siglo XVII la orden religiosa «Damas de la Caridad», con el cometido de visitar a los pobres y proporcionarles ropa y comida. Fundó asimismo la «Congregación de la Misión» para atender las necesidades de los campesinos y creó centros para niños abandonados, «los cuales hasta el momento eran recogidos por la policía y llevados a un hospicio para ser vendidos o ahogados para que no lloraran ni padecieran hambre...». (4)

Según Torres Díaz, «...su obra inició un proceso revolucionario en la caridad transformando la limosna en trabajo voluntario, organizado y metódico, a partir de la organización institucional de la caridad y el fomento de la filantropía. De estas acciones nace el voluntariado, integrado por damas de alcurnia...». (5)

Esas orientaciones encontraron proyección en la actividad del escritor católico francés Antonio Federico Ozanam, quien fundó la Sociedad de San Vicente de Paul e inició las conferencias de esa Sociedad, que realizaban visitas a domicilio y organizaban instituciones de asistencia.

El desarrollo de instituciones de caridad tuvo especial impulso en EEUU. En Nueva York, en 1843, se organizó la Association for the Improvement of the Poor (Asociación para el mejoramiento de los pobres) en la que personas de influencia y buena posición visitaban a las familias pobres, realizando «sensatas donaciones» de caridad, como modo de evitar la «caída en la indigencia», inculcando principios morales y religiosos, enseñando la virtud, la laboriosidad y el buen ejemplo. (6)

La inspiración religiosa, de diferente tipo, estuvo presente en la creación y difusión de entidades de signo caritativo, cuyas actividades toman diversos grados de extensión.

A mero título de ejemplo, pueden citarse a la Asociación Cristiana de Jóvenes, de raíz evangélica, cuyo propósito inicial era cuidar a la juventud rural que llegaba a la ciudad, la Independent Order of B’nai B’rith (Orden Independiente de B’nai B’rith), que se inició como sociedad de ayuda mutua para los judíos alemanes. (7)

La Charity Organization Society (Sociedad de Organización Caritativa), C.O.S., fue fundada en Londres en 1869 y en EEUU, en 1877 y marca la incorporación de elementos que califican y perfeccionan la acción.

Las innovaciones que procuran aumentar la eficacia refieren a fundamentales aspectos instrumentales:

a) Se cumplen los primeros cursos de capacitación del arte asistencial y se utilizan servicios de agentes a sueldo, precursores de la profesión de asistente social.

b) Las ciudades se dividen en pequeños distritos, administrados por grupos de ciudadanos voluntarios.

c) Se desarrolla un criterio selectivo de la «ayuda», pretendiendo tener una influencia moral, cambiando la forma de vida del indigente. (8)

La Sociedad tuvo también como objetivo la coordinación de la acción de múltiples entidades de beneficencia, procurando coherencia y eficacia, lo cual también fue preocupación estatal.

Como ejemplos en nuestro país, podemos citar la «Sociedad de San Vicente de Paul», con personería jurídica acordada el 22 de Julio de 1897, que admite en su seno a todos los jóvenes católicos que «quieran unirse en sus oraciones y tomar parte en las mismas obras de caridad...», «...ninguna obra de caridad debe ser considerada como ajena a la Sociedad, aunque la que más principalmente practica, es la visita a las familias pobres. Así es que los individuos de la Sociedad no desperdician las ocasiones que se presentan de consolar a los enfermos y a los presos, instruir a los niños pobres, abandonados o reclusos...». (9)

Como representativa de la corriente filantrópica, resulta ilustrativo citar a la «Sociedad Filantrópica Cristóbal Colon», fundada el 12 Octubre de 1892, institución decana en su género en América.

La sociedad nació en el marco de los festejos del 4ª Centenario del Descubrimiento y los fundadores creyeron que la mejor manera de festejar tal acontecimiento, era organizando un importante reparto de víveres que benefició a 6.000 familias.

En cuanto al espíritu de la empresa: «No exigimos nada, no pretendemos que se nos dé las gracias por el pan que damos; al contrario, somos nosotros los que quedamos agradecidos. Nosotros no decimos que hacemos caridad, que damos limosnas: para nosotros es un deber socorrer al pobre, es una obligación nuestra y el necesitado nos hace un servicio al recibirlo». (10)

Según su Estatuto, la Sociedad «...tiene por objeto propender por todos los medios a su alcance, el socorro de quien lo necesita, sin distinción de nacionalidad, raza, religión ni opinión política, siendo la única condición exigida la situación de indigencia y la buena conducta...».

En cumplimiento de sus objetivos, junto a las donaciones de alimentos, la Sociedad organizó desde sus tempranos inicios la prestación de servicios médicos y de una oficina de colocaciones.

Esta última, creada en Mayo de 1894, tenía por objeto: «moralizar la caridad y a los pobres, evitando fomentar la ociosidad y el vicio... tendrá el exclusivo propósito de proporcionar trabajo a los menesterosos que ella socorre y que estuvieran en condiciones de trabajar». (11)

Más allá de los diferentes sistemas que son propios de las instituciones, procede señalar un trascendente cambio conceptual, que dice relación con las causas de la pobreza y la indigencia.

Si bien a los efectos de la beneficencia, puede ser irrelevante el origen de las carencias y frente a una necesidad procede el auxilio sin otra exigencia, es evidente que la obra de las instituciones no pudo substraerse a considerar en mayor o menor grado, las causas de las situaciones de carencia extrema.

Procurando el mayor alivio y el mejor rendimiento de los recursos siempre escasos, fue inevitable el análisis de culpas y merecimientos para resolver una asignación prioritaria o excluyente.

Por largos periodos primó el criterio que la pobreza era causada por defectos personales, por ociosidad, negligencia, vicios y abandono personal.

Muchas veces se consideraba que las pésimas condiciones de los asilos para pobres, inválidos y huérfanos, actuaban como eficaz preventivo contra los que descuidaban culpablemente sus deberes de laboriosidad, frugalidad y ahorro.

El éxito o el fracaso en la vida eran un problema individual y la sociedad no era responsable.

Con el paso del tiempo estos conceptos debieron cambiar.

Con el advenimiento de la revolución industrial, las ciudades convocaron a grandes masas de población campesina que acudía en búsqueda de mejores retribuciones.

La mayoría de las veces sus ilusiones chocaban con la cruda realidad generándose situaciones carenciales de todo tipo.

Hugo Licandro sintetiza la situación de la clase obrera en la primera mitad del Siglo XIX: «La rápida concentración urbana elevó los alquileres, determinando surgimiento de barrios obreros donde el hacinamiento y la promiscuidad de las familias impresionó a escritores, pintores y caricaturistas de la época».

Esta situación y la mala alimentación favorecieron las epidemias (tifus y cólera). «La promiscuidad y la miseria promovieron la prostitución, mientras el agotamiento físico y la angustia estimularon el alcoholismo». (12)

La propia gravedad de los problemas que se presentaban, determinó que la beneficencia tradicional se mostrara totalmente impotente para intentar resolverlos.

Se produce entonces una reorganización de las entidades; éstas se especializan, asumen una estructura compleja, que involucra trabajadores y dirigentes voluntarios, personal remunerado, técnicas de capacitación e investigación, todo en procura de una mayor eficacia.

Todo ello conlleva un importante cambio en el contenido de la acción, que no se refiere solamente a su magnitud, sino que influye decididamente en una mejora de la calidad.


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