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OTIUM SINE LITTERIS MORS EST ET HOMINIS VIVI SEPULTURA (LAS PRÁCTICAS DE OCIO DURANTE EL ALTO IMPERIO ROMANO)

Maximiliano Emanuel Korstanje


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Tito Flavio Domiciano – 81 Dc al 96 Dc (el final de los Flavios).

Domiciano nace el 09 de Noviembre en Granada. Como emperador se embarcó en empresas poco fructíferas como una expedición a Galia y a Germania. Sus espectáculos eran al igual que los de Nerón majestuosos; combates de gladiadores y batallas navales estaban entre sus preferidas por las noches; en esos combates no sólo intervenían hombres sino también mujeres. Mientras observaba los juegos, Domiciano tenía a sus pies un enano vestido de escarlata con quien platicaba en ocasiones de trivialidades pero en otras de cuestiones políticas de estado. En contraposición con sus predecesores, celebraba sus juegos seculares con fecha calendario de los últimos días de Augusto y no de Claudio, como se acostumbraba para el 80 DC.

Entre otros cambios, estableció en honor a Júpiter Capitolino un certamen quinquenal de artes y música en donde se congregaban un número importante de poetas, gimnastas y músicos para dar alabanzas al Emperador; éste se presentaba en público con una corona dorada, una toga griega púrpura y vestido con calzado militar. Con motivo de las fiestas de Minerva, Domiciano dispuso la celebración en el monte Albano una especie de combate de animales, juegos escénicos, y poesía (Suetonio, Domiciano, IV). Durante el desarrollo de estos eventos, al igual que en los principios del reinado de Nerón, circulaban regalos, alimentos y dinero para todos los invitados. Como emperador, reconstruyó además un gran número de edificios –algunos de ellos destruidos durante el infame incendio en el reinado de Claudio Nerón; sin embargo, en todos ellos puso su propio nombre obviando la leyenda original. Recordemos, que los romanos tenían como costumbre a todos sus edificios públicos ponerles lemas u honores a tal o cual gobernante. Esto era un símbolo de gran poder para los emperadores, y atraía visitantes de todas partes del imperio (Suetonio, Domiciano, IV-VI). De alguna u otra forma, podemos señalar que Domiciano intentó cambiar las costumbres establecidas instaurando comidas regulares y suprimiendo las sportulas, prohibió a los histriones sus apariciones públicas, aumentó la dieta de los legionarios, redujo las plantaciones de vid para evitar sediciones (originadas en las tabernas), emprendió juicios públicos contra cuestores y pretores cuestionados por su honorabilidad. Asimismo, su aversión a la sangre llevó a que restringiera el uso de animales en los sacrificios que él estuviere presente (Suetonio, Domiciano, VIII-IX).

En su vida privada ensayaba todo tipo de tratamientos para con su calvicie, cualquier crítica o broma con respecto al tema eran seriamente castigadas. Poseía un rechazo a la actividad física, a los deportes y nunca participó de espectáculos públicos en forma activa. No obstante, su destreza con el arco y la flecha era tal que una vez colocó un niño gran distancia y de un tiro le rozaba la mano sin tocarlo. En sus ratos de descanso, jugaba a los dados, y adoraba los baños al amanecer. Sus banquetes privados eran magníficos aunque cortos en su duración. Tenía excesiva afición por la lascivia y por las prostitutas con quienes se bañaba en sus aposentos reales. Desde el punto de vista político, Domiciano fue implacable con las conspiraciones y las sublevaciones (aunque las llevó a un grado de paranoia sin comparación). Por otro lado, sus ostentosos gastos en fiestas públicas lo llevaron a confiscar los bienes de ciertas familias y en ocasiones bastaba ser acusado de algún delito de traición para que el Estado se apropiara de todos los bienes familiares. Focalizó puntualmente en el impuesto judaico, grabando a todos aquellos que practicaran esa religión. Finalmente, evoca Suetonio “odiado y temido por todos, sucumbió al fin bajo una conspiración de sus amigos, de sus libertos íntimos y hasta de su esposa” (XIV). Sin embargo, según otras fuentes parece que Domiciano habría experimentado hacia finales de su mandato, ciertos intentos fallidos de golpes de Estado encabezados por algunos comandantes como Saturnino Antonio, comandante del Ejército en Germania. Así lo testimonia el profesor A. Birley, en su construcción de la vida de Adriano, cuando afirma “a comienzos del año 89 se produjo un suceso dramático. Según noticias llegadas a Roma, Antonio Saturnino, comandante del Ejército de Germania Superior en Mogunciaco (Magnucia), había dado un golpe de Estado apoyado por algunas de sus cuatro o cinco legiones, aunque quizás no por todas. Cabe la posibilidad de que Domiciano hubiera recibido de antemano un soplo sobre los planes de Saturnino y que, por tanto, al iniciarse el año 89, se abstuviera de ocupar el cargo de cónsul por primera vez desde su nombramiento como emperador” (Birley, 2004: 37). El deceso de Domiciano consternó profundamente a los legionarios apostados en las afueras de Roma. Sin embargo, tal fue la alegría del senado romano, que se ordenó borrar su nombre de todos los monumentos en los que figuraba.


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