BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


ÉTICA, PSICOLOGÍA Y CRISTIANISMO

José María Amenós Vidal y otros

 

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3. Los historiadores como Raul Hilberg y los funcionalistas

, enfrentados a la corriente revisionista e intencionalista, marcan la evolución de los objetivos nazis, en el compás de espera de los acontecimientos de la política alemana que se suceden desde la subida al poder de Adolf Hitler en 1933 hasta su suicidio en 1945, en función de las transformaciones sociales, políticas, económicas del país, y el desarrollo de sus mecanismos internos durante el IIIer Reich que propiciaron la persecución ideológica contra los judíos y posteriormente su destrucción.

El enfoque funcionalista de Martin Broszat, Hans Mommsen y otros ponen en cuestión la idea de que la evolución del IIIer Reich fuera el resultado de la aplicación de un plan preestablecido en "Mein Kampf", enunciado y preparado con minuciosidad durante el periodo previo a la toma del poder, en 1933. Por esta razón, rechazan de hecho que el programa hubiera podido imponerse sin causar estragos en la sociedad alemana, con amplios sectores contrarios a los planes que se fueron sucediendo y que simultáneamente fueron siendo apartados del poder o aniquilados como en "la noche de los cuchillos largos" (1934).

El postulado de base de los intencionalistas que sostiene que Adolf Hitler fue el factor determinante del sistema criminal puesto en funcionamiento por los nazis, a través del uso de la violencia y la imposición de su autoridad, que arranca de un hilo conductor desde 1919-20 y que alcanza su apogeo entre 1933-45, se enfrenta a las tesis defendidas por los partidarios del enfoque funcionalista que retoman y desarrollan una idea sugerida en 1942 por el sociólogo exiliado Franz Neumann, y que apunta a la idea de que lejos de conformar un bloque, el régimen nazi estaba sometido a fuerzas políticas que constituían su especificidad.

El aparato burocrático del partido nacionalsocialista, sus organizaciones profesionales y culturales, el ejército y las fuerzas armadas, el potencial económico de las empresas alemanas se unieron para constituir la organización de una sociedad que escapaba al control del estado.

La interpretación funcionalista por una parte, afirma que el sistema nazi se construyó sobre la dinámica del movimiento nacionalsocialista y que la solución final no puede ser el punto de arranque de un análisis retrospectivo como así ocurre en la corriente intencionalista, es necesario un examen del IIIer. Reich sujeto a los cambios que se suceden producidos durante la historia que se trata precisamente de analizar.

El nacionalsocialismo además de un sistema rígido y hermético, experimentó la anarquía militar hasta la culminación del intento de asesinato del Fürher; en transformación permanente y con el revulsivo de fuertes rivalidades entre las diversas fuentes de poder, la función principal de Adolf Hitler, era la de garantizar el sistema.

En conclusión, la voluntad personal de Adolf Hitler era un factor menos determinante que el cargo que desempeñaba como Führer, apoyado en un aparato de propaganda con el objetivo de movilizar a los diferentes estratos nacionales y sociales mediante el terror, la persuasión y la exclusión para legitimar un régimen cuyos mecanismos internos escapaban a sus dirigentes.

Los historiadores de la corriente funcionalista se han mostrado con lógica y coherencia para estudiar la génesis de la solución final, convirtiendo este enfoque en el más apropiado para explicar los procesos de decisión y los complejos sistemas de aplicación en la disyuntiva sobre la exterminación del pueblo judío.

El papel desempeñado por Adolf Hitler se debe examinar en función de otras instancias de decisión centrales o locales, que determinaron la influencia decisiva de su política entre 1933-45.

El factor determinante una vez efectuada la deportación y la concentración a gran escala de las poblaciones judías del este, y en particular de los judíos polacos, los responsables nazis, especialmente los de la Polonia ocupada, se encontraron ante una situación que la invasión de la URSS, agravó en junio de 1.941, y que el avance de las tropas alemanas en el frente oriental volvió aún más crítica.

La decisión de exterminar en masa a los judíos, sería el resultado de una conjunción de factores: el discurso ideológico de Adolf Hitler desde 1919-20, las divergencias de los aparatos burocráticos que permiten alcanzar el poder al nacionalsocialismo en 1933, las pujanzas radicales resultantes que provocan la eclosión de la IIª Guerra Mundial en 1939, y la anarquía militar en una situación que escaparía a su control y llegaría a su fin en 1945 (Henry Rousso, prefacio a Norbert Frei, L´Etat hitlerien et la société allemande. Le Seuil, 1994) cuando se suicida Adolf Hitler en el bunker de Berlin ante la inminente derrota de las tropas alemanas.

En conclusión, siempre hay un cronista, incluso en los tiempos de oscuridad, y si el periodo más oscuro de la historia reciente es el que vió el auge y caída del IIIer Reich alemán, su cronista tiene el nombre de Viktor Klemperer que en su libro autobiográfico expone a través de un glosario de términos la concepción del lenguaje del IIIer. Reich, que junto al enfoque funcional de Raul Hilberg (enfrentado a la corriente intencional de Daniel Goldhagen y revisionista de David Irving), tiene su traducción en la Tötung de Binding-Hoche, una de las explicaciones de la “anestesia moral” que diagnóstico Víctor von Weizsäcker en los inculpados durante los procesos de Nuremberg que fue determinante en el pueblo alemán durante el IIIer. Reich (1933 - 45) y que podemos afirmar sin lugar a dudas que arranca de la monografía publicada por ambos autores en 1920 y constituyó el principio rector de la Cancillería del Führer a partir de 1933.

Se trata pues de una alteración psicológica individual que tiene su origen en el debate sobre la concepción de la eutanasia o el asesinato por medio de técnicas médicas, que arranca en 1920 con la Tötung de Binding-Hoche y que adquiere carácter de delirio colectivo a partir de 1933 cuando se instaura en la ética del poder y a través de su acción política ejerce influencia sobre las masas sociales que incorporan de forma paulatina el discurso de sus líderes políticos sobre la necesidad de destrucción hasta la eclosión de la IIª Guerra Mundial en 1939, existe pues una intención genocida inicial que llega a tener su fuerza, su lógica y su inevitabilidad por medio de un proceso social en el que juega un papel fundamental por supuesto el lenguaje de los verdugos con un salto cualitativo capital cuando la sociedad en general asume como propia su función principal de aniquilación, que durante la IIª Guerra Mundial no se sentirá responsable de sus actos y se limitará al deber de cumplir con las órdenes recibidas, y que buscará el reconocimiento por su labor sin culpabilizarse de las atrocidades cometidas, abonando el terreno para la “anestesia moral” y la perpetración de uno de los mayores crimenes contra la humanidad del siglo XX, citando al Dr. Alexander Mitscherlich, la falta de sentimiento de culpa y arrepentimiento tras de los sucesos acaecidos.


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