Formación de capital y ciclos económicos
Una introducción al análisis macroeconómico

Adrián Osvaldo Ravier
 

 

Intervención Estatal y Ciclos Económicos

La Teoría Austríaca del Ciclo Económico de Ludwig von Mises[1]

 

“Las continuas alzas y bajas de la actividad económica, la inevitable secuencia de auges y depresiones, son los insoslayables efectos provocados por los reiterados intentos de rebajar el interés bruto de mercado mediante la expansión crediticia. No hay forma de evitar el colapso final de todo auge desatado a base de expansión crediticia. Tan sólo cabe optar entre provocar más pronto la crisis poniendo fin voluntariamente a la expansión crediticia o dejar que, por sí solos, el desastre y la ruina total del sistema monetario se produzcan algo más tarde.”

 

Ludwig von Mises, La Acción Humana, Tratado de Economía, Unión Editorial SA, 6ta edición, Madrid, España, 2001 (1966), p.678

 

Ludwig von Mises es el creador de la más brillante teoría que permite comprender los ciclos económicos. La misma tuvo su origen en su obra de 1912, “Teoría del dinero y el crédito”. Mises estructuró su teoría del ciclo económico partiendo de tres ideas anteriormente inconexas. Por un lado, se sirvió de la demostración de David Ricardo de cómo el Gobierno y el sistema bancario tienden a ampliar las disponibilidades dinerarias y crediticias, provocando un alza generalizada de los precios (el auge) y una subsecuente evasión de oro, que, a su vez, da lugar a una contracción monetaria y a una caída de precios (la depresión). Mises comprendió que tal presentación constituía un modelo excelente  del que partir, pese a que no explicaba cómo el nuevo dinero podía afectar profundamente al sistema productivo y por qué la subsiguiente depresión era siempre inevitable. Un segundo pensamiento al que Mises recurrió fue el concepto de Böhm Bawerk del capital y de la estructura intertemporal del sistema productivo que ya hemos desarrollado. Por último, se apoyó en las vienesas tesis del sueco Knut Wicksell, quien resaltó la trascendencia que para el sistema económico encerraba una disparidad entre el tipo de interés “natural” (el no afectado por la expansión crediticia bancaria) y el interés efectivamente prevalente al producirse tal expansión.

Tal es así que Mises, al explicar su teoría del ciclo, hacía una distinción entre dos tipos de créditos que se ofrecen en el mercado: “crédito mercancía” y “crédito circulatorio”.[2] Fritz Machlup, alumno y seguidor de Mises en la aplicación de la teoría austríaca del ciclo económico, denominó a estos dos tipos de crédito “créditos de transferencia” y “crédito creado”. Tal como lo hace Richard Ebeling, usaremos esta última terminología porque designa con mayor claridad la distinción que quiso hacer Mises.

Como hemos visto en el análisis de la estructura intertemporal de la producción y gráficamente a través del aporte de Roger Garrison, si no se produjera ningún aumento en la oferta monetaria, esto es, si no existiese “crédito creado”, entonces todos los ahorros monetarios provenientes de ingresos representarían una transferencia real de control de mercado sobre recursos y trabajo de los que reciben los ingresos a potenciales inversores. Los ahorristas habrán prestado una cantidad real de recursos, representados por el valor monetario de estos recursos reales, para actividades de inversión en vez de utilizarlos más directa e inmediatamente en la manufactura de bienes de consumo. Este “crédito de transferencia” de recursos reales para fines de inversión sería devuelto a los ahorristas cuando los créditos monetarios fueran devueltos con el interés acordado. La suma de dinero devuelta tendría entonces la capacidad de adquirir una mayor cantidad de bienes reales y servicios para fines de consumo. Y los proyectos de inversión llevados a cabo con el crédito de transferencia tendrían horizontes temporales consistentes con los ahorros disponibles y con el período por el que se realizaron los créditos.

Sin embargo, en el mundo de hoy, las autoridades monetarias tienen la capacidad de trastornar este delicado equilibrio entre ahorro e inversión mantenido por las tasas de interés de mercado, según hemos visto en la primera parte. Por su capacidad de expandir la oferta monetaria, los bancos centrales tienen el poder de crear crédito. El “crédito creado” es indistinguible del “crédito de transferencia” en las transacciones de mercado. Representa unidades adicionales del medio de cambio que son intercambiables con todas las otras unidades de dinero ofrecidas en el mercado a cambio de bienes y servicios. Por ello estas unidades son tan aceptadas en las transacciones de mercado como las unidades de la oferta monetaria existente antes de la expansión crediticia.

Mises afirmaba que existe, sin embargo, una diferencia importante: no se produce la disminución en la demanda de los consumidores por bienes, servicios y recursos que ocurre normalmente ante la decisión de ahorrar más que antes, para compensar el aumento en la demanda de recursos y trabajo por parte de los inversores que han tomado el crédito creado que se les ofrecía en el mercado de crédito.

En este punto, Mises aplicó su teoría de la no neutralidad del dinero para explicar la secuencia de eventos que ocurriría con mayor probabilidad desde el punto de vista lógico.[3] Con el crédito recientemente creado, los inversores que adquirieron estos nuevos créditos atraerían recursos y trabajo de la producción de bienes de consumo y de los proyectos de inversión de menores horizontes temporales para iniciar proyectos de inversión de mayores períodos de producción. Para lograr atraer recursos y trabajo hacia actividades de inversión que consumen más tiempo, estos inversores deberían ofrecer un precio mayor por los factores de producción requeridos, para poder alejarlos de sus usos alternativos en la economía.

Los créditos recientemente creados pasan a estos factores de producción como mayores ingresos monetarios. Se convierten en los receptores de segunda vuelta del dinero recientemente creado. Salvo que cambien las preferencias intertemporales de estos factores de producción, y en consecuencia su disposición a ahorrar, sus demandas reales por bienes de consumo serían las mismas que antes del crecimiento de la oferta monetaria. Aumentaría, por lo tanto, su demanda monetaria por bienes terminados y servicios en la misma proporción de su ingreso que antes.

Como resultado, los precios de los bienes de consumo también empezarían a aumentar. Pero como se han reasignado los recursos, alejándolos de la producción de bienes de consumo, hay menos de estos bienes disponibles en el mercado, lo que intensifica el aumento de precios de los mismos. Como los factores de producción gastan su mayor ingreso en bienes de consumo, los vendedores y productores de bienes de consumo se vuelven los receptores de tercera vuelta del dinero recientemente creado. Los productores de bienes de consumo incrementan ahora su demanda por aquellos mismos factores de producción escasos para retraerlos hacia el sector de bienes de consumo de la economía, y hacia proyectos de inversión con horizontes temporales más cortos para satisfacer la mayor demanda de bienes de consumo. Los factores de producción que ahora vuelven a ser utilizados en la producción de bienes de consumo se transforman en los receptores de cuarta vuelta del dinero creado.

Aquellos que inicialmente habían tomado el crédito creado ahora se encuentran con numerosas dificultades para continuar y finalizar algunos proyectos de inversión de largo plazo, dados los crecientes costos de continuar empleando las cantidades requeridas de factores de producción que están regresando a los sectores de consumo de la economía. Comienza entonces a emerger una “crisis” a medida que cada vez más proyectos de inversión a largo plazo no pueden ser continuados por problemas financieros. La demanda por más créditos para poder continuar con los proyectos iniciados presiona la tasa de interés a la alza, creando una crisis aún mayor en los sectores de inversión de la economía. La fase expansiva o “boom” del ciclo económico ahora se transforma en una fase contractiva o depresión del ciclo, a medida que un número creciente de proyectos de inversión colapsan, sean dejados incompletos, y resulten en una mala inversión de capital en proyectos de inversión largos y económicamente insostenibles.[4]


 

[1] Es importante antes de pasar a estudiar la Teoría del Ciclo Económico de Mises y Hayek hacer una observación epistemológica. En el presente trabajo hemos intentado reconstruir el edificio de teoría económica que se deduce praxeológicamente de la acción humana. De esta forma hemos llegado a comprender la teoría del crecimiento económico o proceso de formación de capital, primero con un análisis de una economía autística y luego en el marco de un proceso social.

En el caso de la Teoría que a partir de ahora vamos a desarrollar, debemos aclarar que no es deducida completamente de un análisis praxeológico. Mises, en su “Teoría del dinero y el crédito” (1912) introduce algunos argumentos de tipo histórico o empírico para poder conformar su teoría. En palabras del Dr. Gabriel Zanotti (1996, pp.188-189): “Con todo lo cual tenemos que una de las partes fundamentales de la teoría del ciclo, a saber, el aumento de la demanda de créditos por parte de los empresarios ante la rebaja artificial de la tasa de interés, no es algo que pueda ser praxeológicamente predicho, por cuanto la excepción admitida por Mises ofrece un margen de contingencia variable para esa parte de la teoría del ciclo. Como es obvio, el problema no es de dicha teoría en sí misma, sino de su intento de explicación puramente praxeológico, pues la teoría del ciclo no queda invalidada con este problema, sino colocada al nivel de una hipótesis sumamente probable (a lo Hempel) o corroborada hasta el momento (a lo Popper).”

[2] Comenta Mises (1949, p.520): “La entidad que no emita medios fiduciarios sólo puede conceder el llamado crédito mercancía (commodity credit), es decir, únicamente prestar su propio dinero o el que sus clientes le hayan entregado en depósito, a plazo. La creación de medios fiduciarios permite, en cambio, ampliar la cuantía de las sumas prestadas, siéndole posible al banco exceder esos límites. La institución puede ahora otorgar no sólo crédito-mercancía, sino además crédito circulatorio (circulation credit), es decir, crédito concedido gracias a la emisión de medios fiduciarios.”

[3] Argumentaba Mises (1949, p.246): “Se admitía tácitamente que los cambios del poder adquisitivo de la moneda afectan por igual y al mismo tiempo a los precios de todos los bienes y servicios. Es, por supuesto, la conclusión lógica de la fábula de la neutralidad del dinero.”; La Escuela de Pensamiento más importante que defiende la neutralidad del dinero es la Escuela Monetarista defendida por Milton Friedman y que analizamos previamente, sin embargo, explican los austríacos que el dinero jamás es neutral, ni en el corto, ni en el mediano ni en el largo plazo.

[4] Esto mismo sostenía Mises en su Teoría del Dinero y del Crédito, (1912, p.338): “Llegará un momento en que ya no será posible seguir aumentando la circulación de medios fiduciarios. Entonces se producirá la catástrofe, con las peores consecuencias, y la reacción contra la tendencia alcista del mercado será tanto más fuerte cuanto más largo haya sido el período durante el cual el tipo de interés de los préstamos estuvo por debajo del tipo natural de interés y cuanto mayor haya sido el alargamiento de los procesos indirectos de producción no justificados por la situación del mercado de capital.”


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