Porqué Lecor y no otro
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

URUGUAY UN DESTINO INCIERTO


Jorge Otero Menéndez

 

 

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¿Porqué Lecor y no otro?

Pues bien, como quedó dicho se programó. Y así ocurrió. No fue el comienzo de un eventual Mercosur, aunque se realizó a pedido de Buenos Aires instrumentada por el gobierno portugués instalado en Brasil.

Es Carlos Federico Lecor quien ingresa triunfante a Montevideo aquél viernes 17 de enero de 1817 al mando de las tropas portuguesas que vinieron especialmente de Europa con ese fin.

Lo hace él y no otro por un acto de prudencia del embajador británico en Río de Janeiro.

Quien se encontraba pronto para desempeñar dicha tarea era nada menos que el conocido mariscal William Carr Beresford (1768-1854) – un hombre entusiasta, casi siempre en flemática búsqueda de un motivo y que tan buena recepción obtuvo en la clase alta y criolla porteña unos once años antes, cuando la conocida como primera invasión inglesa al Río de la Plata.

Beresford fue originalmente encargado por la corona lusitana de recuperar, en 1816, los derechos coloniales españoles y prohibido de hacerlo por el embajador británico en Río lord Strangford quien, desplegando sin mayor esfuerzo el sentido común encontró obvios inconvenientes que habían pasado fácilmente desapercibido al recién coronado rey João VI por haber fallecido su enferma madre[i], la reina María I de Bragança: el hecho que quien tomara Buenos Aires por encargo del gobierno de Londres volviera a la región bajo otra bandera, pese a que él fuera designado mariscal por el general Arthur C. Wellesley, futuro duque de Wellington, y como tal quien fue encargado de organizar, instruir y comandar el ejército portugués en su lucha en la Península contra las tropas franceses, no era, por cierto, una buena decisión. El hecho iba a resultar muy fuerte para la Santa Alianza, en perjuicio de los intereses ingleses.

Parte de aquellas divisiones lusitanas – cuyo comandante en jefe era Beresford - venían ahora al continente americano con el declarado objetivo de “pacificar[ii]” la Provincia Oriental.

Estaba convencido Beresford que su desempeño agradaría a los intereses de Buenos Aires y no tenía razones valederas para hacer vacilar esa convicción. Nadie tenía dudas sobre los vínculos que mantenían y alentaban con Inglaterra, además, los protagonistas del quehacer público de la ciudad que había conquistado en 1806 y en la cual estuvo detenido luego de su derrota. Claro que su “prisión” fue algo peculiar desde que la cumplió prácticamente en libertad, disputándose la clase alta porteña la posibilidad de alternar con él.

Era Beresford quien en Lisboa actuaba de hecho como regente de los intereses de la corona portuguesa, la cual – conjuntamente con toda la Corte - se había trasladado a Brasil con motivo de la invasión napoleónica a la Península Ibérica, por iniciativa directa del embajador británico en Lisboa, lord Strangford (1780-1855).

Cuando abandona definitivamente Portugal, en 1819, William Carr Beresford vuelve a Inglaterra con el título de duque de Elvas[iii].

[i] María I fue sido declarada incapaz en 1792. Su padre también sufrió de profundas enfermedades siquiátricas, como también los austrias españoles y muchos borbones. Su madre era hija de Felipe V de España, un hombre también extremadamente depresivo que en su momentos de euforia se consagraba, con devoción, al sexo y la religión. Su hijo Juan asume como regente recién en 1799 y como rey, en 1816, cuando el fallecimiento de su madre. 

[ii] O, ¿a evitar la “balcanización según los términos de algunos historiadores cuya patria parecería ser la obsesión de grandeza geográfica regional?

[iii] Su carrera la había iniciado en la Armada británica a los 17 años de edad, en 1885. Era hijo natural del primer marqués de Waterford. Falleció en el condado de Kent en enero de 1854, luego de haber ocupado diversos cargos durante el desempeño de Wellington como primer ministro (1828-1830 y 1834).

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