LOS LENGUAJES DE LA ECONOMÍA

Un recorrido por los marcos conceptuales de la Economía.

PARTE TERCERA: LOS MARCOS CONCEPTUALES DE LA ECONOMÍA.

CAPÍTULO 12.- ECONOMÍA INSTITUCIONAL, ESCUELA DE LA REGULACIÓN Y ECONOMÍA EVOLUCIONISTA.

Hábitos e instituciones

La aceptación de que la imaginación y la elección pueden estar limitadas por la cultura nos lleva a considerar la naturaleza y los límites del comportamiento intencionado consciente. La razón y la imaginación dependen de los conceptos y están limitados por las percepciones, las cuales, a su vez, están afectadas por nuestra cultura social. Sin embargo, el propósito de este argumento no es reducir la explicación de la acción humana sólo a la cultura. Y aquí entre en juego la reinstauración del concepto de hábito. Al establecer una categoría de comportamiento no deliberado es posible, en primer lugar, encontrar una base para un cierto grado de estabilidad y continuidad en la vida social; en segundo lugar, realza la idea de la elección y del comportamiento deliberativo con el que contrasta; y en tercer lugar, proporciona la base, facilitando el equivalente al gen, para desarrollar una teoría genuinamente evolucionista tanto en Economía como en las ciencias sociales. El hábito tiene un lugar en la jerarquía del pensamiento y la acción, afectando a varios niveles. Incluso los modos de pensamiento y de razonamiento más deliberados están a su vez gobernados por los hábitos de pensamiento, implicando clases de conceptos y métodos de cálculo particulares.

Puede parecer paradójico, pero la idea de una acción intencionada depende de la fijeza de una serie de conceptos, reglas y marcos conceptuales. El hábito no es un comportamiento meramente automático. Incluso el hábito menos engranado es objeto de una actividad mental recurrente y de una valoración. Esto se debe en parte a que los hábitos provocan y se entrelazan con otros hábitos. Sin embargo, esto no implica que se delibere sobre los hábitos a niveles de conciencia superiores. En cambio, se delibera sobre los hábitos a un nivel de «conciencia práctica», con la mentalidad rutinaria y del trabajo del día a día. Por lo tanto los hábitos tienen tanto aspectos intencionales como causales.

La unidad relativamente invariable es la institución social. Podemos definir las instituciones ampliamente. Esta definición se refiere a las pautas, concebidas vulgarmente, de comportamiento y de hábitos de pensamiento, de naturaleza rutinaria y perdurable, que se asocian con la gente que interactúa en los grupos o en los grandes colectivos. Las instituciones permiten un pensamiento y una acción ordenados al imponer la forma y la consistencia en las actividades de los seres humanos. En general, se sugiere que los hábitos y las instituciones desempeñan un papel evolucionista similar al del gen en el mundo natural. Se observa que las instituciones tienen un carácter estable e inerte, y que tienden a sostener y a «traspasar» sus características importantes a lo largo del tiempo. Las instituciones son consideradas como resultados o como reforzadoras de los procesos de pensamiento rutinizados compartidos por una serie de personas en una sociedad determinada.

Así pues la institución es «una invariabilidad socialmente construida», y se puede considerar a las instituciones como unidades o entidades de análisis. Esto contrasta con la idea del individuo como unidad irreducible del análisis en la economía neoclásica, y se aplica tanto a la microeconomía como a la macroeconomía. Por lo tanto, las teorías basadas en agregados se hacen posibles cuando se basan en las correspondientes instituciones sociales. El dinero es una unidad de cuenta legítima porque el dinero, en sí mismo, es un medio institucionalmente sancionado; las funciones de consumo agregadas debieran referirse a conjuntos de personas con fuertes vínculos institucionales y culturales; etcétera. Una vez más, esto contrasta con el planteamiento basado en un razonamiento a partir de axiomas que se basan en supuestas universalidades sobre el comportamiento individual. Este planteamiento basado en especificaciones institucionales, y no en universalidades ahistóricas, es característico de la economía institucional, y tiene paralelismos en ciertas economías de las escuelas marxianas y poskeynesianas.

Esto no significa, por supuesto, que se considere que las instituciones son inmutables. Las instituciones pueden, en sí mismas, cambiar, y no tienen ninguna perdurabilidad semejante a la de los genes. Lo que es importante resaltar es la invariabilidad relativa y el carácter autorreforzador de las instituciones para poder considerar el desarrollo socioeconómico como períodos de continuidad institucional interrumpidos por períodos de crisis y de desarrollo más rápido.

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