LOS LENGUAJES DE LA ECONOMÍA

Un recorrido por los marcos conceptuales de la Economía.

PARTE TERCERA: LOS MARCOS CONCEPTUALES DE LA ECONOMÍA.

CAPÍTULO 11.- MONEDA, EXPECTATIVAS Y NO-MERCADO

El monetarismo
Introducción

Una primera escuela monetaria, constituida por H. Simons, L. Mints y P. Douglas, contribuyó durante los años cuarenta y cincuenta a la reflexión sobre la política económica y sus relaciones con el dinero. Sin embargo, no llegaron a elaborar una auténtica teoría del dinero, pero sus trabajos se constituirían en la fuente de los desarrollos que realizarían Milton Friedman, P. Cagan y R. Selden.

El monetarismo contemporáneo tiene su génesis en una reacción a la teoría de la síntesis neoclásica. Emana de la teoría cuantitativa del dinero, pero su creatividad conceptual y teórica va más allá de ésta. K. Brunner (1968) expresaba, en la Review of Federal Reserve Bank of St. Louis, los ejes del credo monetarista:

“En primer lugar, los impulsos monetarios son determinantes en las variaciones de la producción, el empleo y los precios. En segundo lugar, la evolución de la masa monetaria es el índice más seguro para medir el impulso monetario. En tercer lugar, las autoridades monetarias pueden controlar la evolución de la masa monetaria en el curso del ciclo económico.”

El auge del monetarismo se produce principalmente a finales de la década de los sesenta y principios de los setenta. Éste va parejo con el reconocimiento de la inflación como el problema principal de las economías industriales avanzadas (Johnson, 1978). En este reconocimiento jugará un papel destacado el cuestionamiento de la existencia -a largo plazo- de la Curva de Phillips, esto es, la posibilidad de un intercambio entre tasa de paro y tasa de inflación. En definitiva, lo que se estaba poniendo en tela de juicio eran las políticas de gestión de la demanda agregada inspiradas en la doctrina de la síntesis neoclásica.

En opinión de Lester C. Thurow (1983), el ascenso del monetarismo como modelo de política económica para combatir la inflación no refleja tanto su dominio intelectual como el hecho de que, en términos políticos, nadie está dispuesto a aplicar el remedio fiscal de aumentos de impuestos y reducciones de gasto público para controlar y reducir la inflación. Además, el monetarismo tiene otro gran atractivo, también político. Sus defensores tienen todavía una gran fe en que la inflación desaparecerá una vez que el gobierno controle una sola variable: la oferta monetaria. Es posible que surja una breve recesión moderada, pero la economía regresará pronto al pleno empleo.

Para Milton Friedman la inflación tiene siempre la misma causa: un crecimiento anormalmente rápido de la cantidad de dinero en relación con el volumen de producción. Por esta razón, la política monetaria no debe constituirse en una política coyuntural, sino que, por el contrario, debe otorgársele un carácter estructural. Y la regla a adoptar en este sentido es simple: la tasa de crecimiento de la masa monetaria debe ser fija y la elección de su cuantía debe hacerse a partir de la media del nivel de precios que de un modo estable existe a largo plazo.

Frente a este carácter estructural de la política monetaria, la política fiscal y presupuestaria, en ausencia de acciones monetarias que la acompañen, tiene poca influencia sobre el gasto total y sobre la producción y el nivel de precios. La causa última de ello se encuentra en el comportamiento de los agentes económicos y en su capacidad de anticiparse a los efectos de dichas políticas. Las expectativas de los agentes y la estructura de fricciones de transacción son los elementos más importantes del modelo de equilibrio general expuesto por Friedman.

El fundamento de la construcción teórica de Friedman es un modelo de equilibrio general walrasiano con fricciones de transacción. La presencia y naturaleza específica de estas fricciones determinan el alejamiento de las soluciones de equilibrio de ese modelo con respecto de las soluciones de equilibrio del modelo walrasiano puro. La solución de equilibrio general, en su modelo con fricciones, para el mercado de trabajo agregado equivale a una tasa de desempleo que puede ser perfectamente positiva. La cuantía de la tasa depende de la naturaleza e intensidad de las fricciones de transacción presentes. Elementos tales como la legislación laboral, determinadas regulaciones legales, etc., constituyen los elementos que hacen mayor el valor de la tasa de desempleo friccional.

Los agentes económicos fridmanianos efectúan transacciones intemporales a la luz de sus expectativas sobre el futuro. Este es uno de los componentes más acertados del modelo de Friedman. Los continuadores de su pensamiento han desarrollado significativamente el papel de las expectativas. Pero los agentes de Friedman parecen tener, todos ellos, singulares cualidades intelectuales y cognoscitivas. Perciben, entienden y obtienen las consecuencias correctas de sus percepciones y ello de modo sistemático y permanente. Todos los agentes, excepto el gobierno, son idénticamente capaces de aprender a realizar correctamente sus expectativas. Los agentes aprenden a anticipar correctamente la política gubernamental y carecen de ilusión monetaria. Así, a largo plazo no existe posibilidad alguna de sustituir, por medio de la política económica, entre inflación y desempleo. Este largo plazo es el tiempo suficiente para que los agentes anticipen correctamente la inflación. La tasa de desempleo de equilibrio es la tasa de paro natural. Para reducirla debe actuarse sobre los elementos de organización que están detrás de las fricciones de transacción.

Éstas, junto a la formulación de la teoría de la renta permanente, son las aportaciones principales del monetarismo representado por Milton Friedman. Pero existen otras versiones que compartiendo una buena parte de estas ideas económicas introducen ciertas matizaciones. Así, por ejemplo, cabe destacar a J. Rueff y su monetarismo metalista. Para este autor, teniendo la inflación una causa monetaria, la única manera de luchar contra ella es retornar al patrón oro, con lo cual, según su opinión, se garantizaría un vínculo entre la esfera monetaria y la economía real. Por otra parte, el monetarismo presupuestario, representado por Karl Brunner y Allan Meltzer, otorga cierto papel a la política fiscal y presupuestaria. Para éstos, la moneda no sería simplemente un velo, sino que tendría una incidencia en la economía real. La política monetaria sería insuficiente para definir un contexto de crecimiento sano, por ello se requiere controlar el déficit público y la presión fiscal (Brunner, 1988).

Un monetarismo más radical sería el representado por Hayek y su propuesta de desnacionalizar la emisión de moneda. Por último, debe destacarse como una continuación de las ideas de Milton Friedman el monetarismo de las expectativas racionales. J.F. Muth, en los años sesenta, y Lucas, en los setenta, reformularon la noción friedmaniana de expectativas adaptativas que suponía que, a corto plazo, los agentes económicos podían ser víctimas de ilusión monetaria. Las expectativas racionales significan que, por el contrario, la autoridad monetaria no dispone de ningún medio que le permita esperar engañar sistemáticamente a los agentes económicos (infra).

 

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