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Desempleo
Pero en ese vigoroso escenario un índice no encajaba: el nivel de desempleo. A principios de la década, en 1991, la tasa de desempleo en la Argentina era del 6.5 por ciento, una de las tasas más bajas de América Latina. Y también más baja que la registrada en los principales países del primer mundo: el 6.8 por ciento en los Estados Unidos; el 6.9 por ciento en Italia; el 8.8 por ciento en Inglaterra; y solo ligeramente superior a la tasa de desempleo del 6.3 por ciento registrada en Alemania.
Lamentablemente, en el transcurso de la década de los años 90 y en forma paralela a la digestión de las recetas del Consenso, la capacidad de la economía argentina para crear fuentes de trabajo se había hundido de manera vertical y constante. Para el 2001 la tasa de desempleo ya superaba el 25 por ciento. Ningún país del primero, segundo o tercer mundo, podría mantener desempleados a la cuarta parte de sus trabajadores sin entrar en una profunda crisis económica. Y así lo comprobó Argentina en el último mes del año 2001.
Milton Friedman, Premio Nobel de Economía, prominente y reconocido profesor universitario, autor de influyentes libros de política económica y asesor de varios gobiernos de los Estados Unidos, sobre la crisis de los años 30 escribió lo siguiente:[1]
La depresión que empezó a mediados de 1929 fue una catástrofe de dimensiones sin precedentes para los Estados Unidos... el desempleo alcanzó la cifra del 25 por ciento de la población activa.Para el resto del mundo la recesión no fue más suave. A medida que se extendía a otros países, la producción bajaba, el desempleo aumentaba, y el hambre y la miseria llegaban a todas partes. En Alemania, ayudó a Adolf Hitler a alcanzar el poder, allanando el camino de la Segunda Guerra Mundial. En el Japón reforzó la camarilla militar que se esforzaba en la creación de una zona de prosperidad en toda el Asia Oriental. En China condujo a cambios monetarios que aceleraron la última hiperinflación que sentenció la caída del régimen de Chiang Kai-shek e iba a conducir a los comunistas al poder.
Así ayer y ahora, en países pequeños o países grandes, en el primer o tercer mundo, ha sido en el nivel de empleo donde se refleja el crecimiento económico o la profundidad de una crisis. No en la azarosa e imprevisible tasa de variación del PIB.
Así ayer y ahora, solo la creación de fuentes de trabajo genera un mayor crecimiento económico. Si un país descubre que bajo su suelo se esconden grandes riquezas minerales en metálico o en aceite, pero no utiliza esa nueva riqueza para crear empleo, el país no habrá crecido. Aunque las estadísticas del PIB tengan números más grandes.
[1] Milton y Rose Friedman: Libertad de Elegir. Ed. Grijalbo, 1980. Pag. 105.