AMERICA LATINA ENTRE SOMBRAS Y LUCES

 

 

Teoría de los Trópicos

Esta teoría se fundamenta en la sorprendente afirmación de que los países latinoamericanos son subdesarrollados debido a que se encuentran ubicados en las zonas tropicales.    

Lo que sorprende de esta teoría no es su humilde simpleza o su soberbia estupidez, sino el hecho de que ha sido respaldada de manera tácita por el Banco Interamericano de Desarrollo. En efecto, en agosto de 1998, el BID publica un documento que tiene un efusivo título: ‘Naturaleza, Desarrollo y Distribución en América Latina. La evidencia del papel de la Geografía, el Clima y los Recursos Naturales’. [1]  

El documento se respalda en varios escritos publicados a raíz de que la crisis de pagos de 1994 –la ‘del efecto tequila’- proporcionó la innegable evidencia de que los mecanismos de ajuste económico impuestos por los organismos internacionales habían fracasado.

La evidencia del fracaso debe haber sido percibida también por los funcionarios que por más de una década habían aplicado la receta prescrita para curar la enferma economía de América Latina. Pero sí la receta había fracasado no era forzoso culpar a quienes la habían recetado. Al contrario, se podía exonerar de culpa al médico e inculpar al enfermo con un simple cambio de diagnóstico.

Así, apareció un nuevo diagnóstico que –quizá utilizando las mismas técnicas con que se detecta la leucemia, la hemofilia o la sífilis- había descubierto que el atraso de América Latina en realidad se debe al hecho que ‘el subdesarrollo se encuentra en la sangre ibérica  que han heredado los latinoamericanos’.[2]

El nuevo diagnostico, desde luego, requería respaldarse en nuevas hipótesis, para lo cual oportunamente se seleccionaron las tres siguientes: [3] 

‘Hipótesis 1: Las condiciones tropicales reducen la eficiencia de los trabajadores y sus salarios’.

‘Hipótesis 2: En el trópico... los recursos naturales constituyen tragaderos de capital’.   

‘Hipótesis 3: En los trópicos... la volatilidad económica lidera el bajo crecimiento y la disparidad de ingresos’.

Cada hipótesis se encuentra acompañada de datos oficiales que señalan que la productividad de los obreros –y en consecuencia también sus salarios- en efecto son menores en América Latina que en los países industrializados; que la bondad del clima tropical y de sus abundantes recursos naturales, absorben gran parte de nuestro escaso capital; y, que es la volatilidad de nuestras economías –no la de sus gobiernos y sus políticas- lo que genera un bajo crecimiento y una aguda desigualdad en la distribución de los ingresos.

A pesar de que esos datos oficiales de hecho describen las características propias del subdesarrollo, esas características no son congénitas a los trópicos. Baste señalar el caso de Asia del Este, integrada por tigres y dragones visiblemente tropicales, pero que -de acuerdo a los parámetros del propio BID- no pueden ser calificados como ‘subdesarrollados’. Y también el caso de Argentina, el país menos tropical de América Latina, pero que actualmente–en los primeros años del Siglo XXI- es el país más destrozado y empobrecido del continente.  

Una segunda interpretación es formulada por Jeffrey Sachs en el documento ‘Subdesarrollo Tropical’, [4] en el cual argumenta que el subdesarrollo no se origina en ‘el clima’ de los trópicos como apadrina el BID, sino en ‘su geografía’.

Para  Sachs –que ha sido consultor internacional y asesor de varios gobiernos de América Latina, Norteamérica y de la ex Unión Soviética- el subdesarrollo de los países es directamente proporcional a la distancia que existe entre sus fronteras y las capitales económicas.

Ante las críticas que provocó el desastre de la ex Unión Soviética que lo había contratado como asesor y adoptado su receta, Sachs expresó lo siguiente:[5]

‘En el caso del ex bloque soviético, el único gran factor que explica el menor éxito de cada país es el mayor número de millas que distan desde Stuttgart’.

Sobre la base de esta última afirmación, se concluye que los geógrafos podrán asesorar en la búsqueda del desarrollo mucho más eficientemente que la mayoría de economistas que ya lo han intentado. Esta potencial supremacía de los geógrafos sobre los economistas, se confirma al analizar la actual situación de los países asesorados por economistas, especialmente de los asesorados por el propio Jeffrey Sachs.

Una tercera variante de la Teoría de los Trópicos, afirma que el subdesarrollo no se origina en ‘el clima’ ni en ‘la geografía’, sino en ‘la cultura’ de la gente que vive en los trópicos. Esta variante es apoyada por varios profesores de la Universidad de Harvard,[6] siendo Lawrence Harrison el portavoz más visible.

Harrison trabajó desde 1962 en las oficinas que la AID[7] mantiene en América Latina. En 1985, tres años después de haberse jubilado, publicó un libro titulado ‘El subdesarrollo es un estado de la mente: el caso latinoamericano’. Sus ideas fueron ampliadas 15 años después en un libro de autoría múltiple: ‘La Importancia de la Cultura’.[8] En esas obras se argumenta que el nivel de la riqueza o de la pobreza de un país, se encuentra directamente conectado con el nivel de su cultura, donde la palabra ‘cultura’ incluye una variedad casi infinita de valores y conceptos éticos, sociales, administrativos, religiosos, históricos, políticos, convencionales, institucionales, etc.

En contraste a las dos primeras versiones –la de ‘el clima’, que cotiza el subdesarrollo en grados Celsius o Fahrenheit y la de ‘la geografía’ que lo mide en millas o kilómetros- la versión de ‘la cultura’ utiliza valores y conceptos imposibles de medir.

Pero esa imposibilidad puede obviarse fácilmente si es que se aplica el criterio inverso: la ‘anti-cultura’; la cual podría medirse sobre la base del número de políticos y funcionarios públicos y privados que –desde México hasta Argentina- han sido pillados en abiertos actos de corrupción. 

Es probable que la coincidencia estadística que se obtenga entre corrupción y subdesarrollo, efectivamente logre satisfacer todas las pruebas econométricas de correlación estadística que deseen verificar los docentes de Harvard y los demás creyentes en el tropicalismo cultural. 

[1] ‘Nature, Development and Distribution in Latin America. Evidence on the Role of Geography, Climate and Natural Resources’. Michael Gavin & Ricardo Hausmann. BID: Oficina del Economista Jefe, Documento de Trabajo 378, agosto 1998.

[2] Ese diagnóstico es abiertamente enfatizado por Marta Canessa de Sanguinetti en su libro:‘El bien nacer. Limpieza de oficios y limpieza de sangre: raíces de un mal latinoamericano’

[3] Idem.: BID, Documento de Trabajo 378, páginas 9 y 11.

[4] Jeffrey D. Sachs: Tropical Underdevelopment. NBER Paper Nº W8119, February 2001.

[5] Citado varias veces por Alexander Stille, en su columna del The New York Times.

[6]Entre otros: Christopher DeMuth, Nicholas Eberstadt, Benjamín Friedman, Lawrence Harrison, Samuel Huntington y David Landes.

[7]AID: Agencia Internacional de Desarrollo de los Estados Unidos.

[8] ‘Culture Matters - How Values Shape Human Progress’. L.Harrison and S.Huntington Eds. June 2000, Basic Books.

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