AMERICA LATINA ENTRE SOMBRAS Y LUCES

 

 

Incógnita

Ante ese fracaso surgió una incógnita que hasta el día de hoy no ha sido resuelta: ¿son los países latinoamericanos desunidos por ser subdesarrollados? o, más bien, ¿son subdesarrollados por ser desunidos?.

 

Esa pregunta ya había sido formulada antes de 1982, pero su respuesta –cualquiera que hubiese sido- perdió validez ante la urgencia de resolver la crisis de la deuda. Cuando esta explotó en agosto de ese año, varios círculos académicos opinaron que la crisis ofrecía la oportunidad de replantear la unidad de América Latina.

Ese optimismo provenía de dos fuentes: por un lado, en los 22 años transcurridos desde la creación de la ALALC en 1960, era la primera vez que un mismo problema económico afectaba simultánea y conjuntamente a todos los países del continente. En consecuencia, así parecía, su solución también requeriría de una acción conjunta; y, por otro lado, como se hizo evidente en la mencionada reunión de Panamá, los acreedores ya habían formado un consorcio[1] para unidos poder continuar cobrando sus préstamos. Por lo tanto, parecía obvio que ante la necesidad de renegociar esos pagos, los países de América Latina también apoyarían la creación de un cartel que a todos represente.

 

Desde luego, la creación de un cartel, club o sindicato –ya sea por iniciativa de los acreedores o de los deudores- atentaba contra el libre funcionamiento del mercado de capitales. Sin embargo, una vez que ya existía un consorcio de acreedores, el propio Adam Smith hubiera propuesto la creación paralela de un consorcio de deudores. Su pensamiento sobre este aspecto se manifiesta en las siguientes palabras: [2]  

 

‘El monopolio es el mayor enemigo de la negociación justa y moderada de las cosas de la sociedad, y por regla general jamás debe ser permitido, sino cuando en virtud de la libre competencia de otros en un mismo tráfico se ve obligado cada uno a recurrir a él en defensa de sus propios caudales’.

No obstante y a pesar del consejo de Adam Smith, la propuesta de anteponer un consorcio paralelo al de los acreedores, fue desechada por los propios deudores en la ya evocada tarde del día jueves 24 de marzo de 1983, en una de las salas del hotel Marriot de la ciudad de Panamá.

La desunión entre los países latinoamericanos se sintió con más fuerza a partir de los primeros meses de 1986 cuando, de acuerdo a los contratos ya renegociados, se debía reanudar el pago de la deuda y, por lo tanto, se requerían los dólares que el Modelo de sustitución de importaciones no había logrado generar.

Desde luego, el objetivo del Modelo no era generar dólares, sino todo lo contrario: prescindir de ellos. Además, desde antes de 1983, el esquema cepalino ya había sido rebautizado con el nombre de ‘Modelo de crecimiento hacia adentro’; palabras que resumían la intención de ahorrar dólares consumiendo con preferencia lo que se produzca dentro del continente. En todo caso, cualquiera su nombre fuese, la crisis evidenció que el Modelo no había ahorrado dólares ni los había generado.

 

Ante esa realidad, a partir de 1986 la brújula del desarrollo latinoamericano pareció girar sobre su propio eje. Esta vez, en lugar de mirar hacia adentro se puso de moda hablar del ‘Modelo de crecimiento hacia afuera’, apelativo que recoge el nuevo dogma que –hasta el día de hoy, en pleno Siglo XXI- asevera que América Latina debe exportar más para pagar más.

 

Inspirados en la nueva consigna de exportar para pagar, el 29 de julio de 1986, los presidentes de Brasil y Argentina se reunieron en Buenos Aires para crear una alianza comercial -el Mercosur- que ‘permita encontrar soluciones innovadoras que superen los modelos tradicionales’.[3]

Así, de manera oficial, se decretó la defunción del antiguo y tradicional Modelo Cepalino que por tres décadas, aunque bajo diferentes nombres, había señalado el sendero que a lo largo de esos años recorrieron casi todas las políticas económicas de América Latina.

 

[1] Ese consorcio, como ya vimos, esta formado por el Club de Paris, el Club de Londres y el Grupo Multilateral. Es decir, por los gobiernos, los bancos y los organismos acreedores.

[2] Smith, Tomo I, Libro I, pag. 207. De aquí en adelante, todas las citas de  ‘La Riqueza de las Naciones’, se refieren a la edición publicada el 26-12/96, por Ediciones Folio, Barcelona. 

[3] Acta para la integración de Argentina y Brasil. Buenos Aires, 29-VII/86. Párrafo segundo.

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